El infierno tiene un solo bañ...

By Mila_Burton

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Camila Pardo era una joven adinerada cuya vida perfecta envidiaríamos tú y yo. Casa de ensueño, amigas con es... More

1. Cuando la vida cierra una puerta... ¡te da un portazo en la cara!
2. Quien bien te quiere, te hará llorar
3. Al bagazo, poco caso
4. Dios aprieta... y los mete a todos en un pequeño apartamento
6. Al caído, caerle
7. Más vale sola que mal acompañada
8. Para una buena hambre no hay mal pan
9. El que es agradecido se gana lo que está escondido
10. Agarrando el toro por los cuernos
11. Recoges lo que siembras
Epílogo

5. Cuando pase el temblor

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By Mila_Burton

Quince minutos para las doce. Cuarenta y cinco minutos después de que Camila se hubiera metido al baño —sí, el único baño para seis personas—, tanto su papá, como Cecilia, Ricardo y las gemelas esperaban a que saliera para poder ellos atender sus propias necesidades antes de acostarse a dormir.

—¡Ya voy! —gritó Camila desde dentro del baño cuando oyó los golpes desesperados en la puerta.

Mensaje de Camila:

Pfff no te mando audios porque mi papá está de intenso...

Le escribió a su mejor amiga, que quería saber todos los detalles de su primer día en su nuevo hogar.

Mensaje de Aleja:

Ay si, mejor que no te escuché porque se dan cuenta de que tienes celular y te roban...

Mensaje de Camila:

¿Quiénes?

Mensaje de Aleja:

Los pobres

Camila dejó salir una sonrisa y se alegró de tener una amiga con buen sentido del humor. Pero lo pensó un momento y una voz interior le aseguró que su amiga no bromeaba, que creía que realmente la podían robar dentro de su propia casa.

Mensaje de Camila:

Amiga, creo que estos pobres no roban...

Mensaje de Aleja:

Ay, aleluya. ¿Te imaginas que tu nueva familia tuviera problemas con la ley?

Camila no pudo evitar pensar en que ya tenía una familia así. O bueno, una familiar, porque no podía meter a su papá en el mismo costal. Él era un hombre bueno y honesto que siempre había estado al lado de su hija y jamás había descuidado su bienestar.

Mensaje de Aleja:

Ay, cosita, perdón... No quería... No estaba pensando en tu mamá.

Eso la hizo sentir peor.

Mensaje de Camila:

Yo tampoco estaba pensando en ella 😅 pero ntp porque ella va a aclarar todo.

Y de verdad estaba convencida de eso. Había crecido escuchando que vivía en el país de las persecuciones políticas y su mamá había dejado claras sus intenciones de llegar a la presidencia del país, lo que no le gustó a sus oponentes. ¡Debían estar felices de verla tras las rejas! Pero no sería por mucho tiempo, y todo lo que la familia vivía desde diferentes partes, a través de diferentes perspectivas pronto volvería a ser como antes. 

—¡Hace veinte minutos estás diciendo que ya vas! —le gritó su papá mientras terminaba de perder los estribos.  

—¡Acabé de entrar!

—¡No seas descarada! Todos necesitamos cepillarnos los dientes... y otras cosas. ¡Sal ya!

—¡No me demoro!

—¿No se demora? Más de cinco minutos, otra media hora... —se quejó Luna al escuchar la discusión que tenía lugar en el pasillo.

—Otro día... —le respondió Lina y ambas rieron.

Las gemelas ya tenían su pijama puesta y solo les faltaba lavarse la cara y los dientes. Como decía Sebastián, en el apartamento nadie más que Camila había podido ocuparse de sus necesidades nocturnas, por su culpa. Lina empezaba a impacientarse, ya era muy tarde y si no fuera porque al otro día no tendrían que madrugar, ella misma habría ido a sacarla del baño.

—¿Crees que esto vaya a ser así todos los días? Entre semana vamos a tener que empijamarnos desde las cinco de la tarde —dijo Lina a su hermana.

—Me imagino que será solo por hoy. Si no tendremos que amarrarla a la cama hasta que todos nos hayamos acostado ya —respondió Luna y ambas soltaron una risa.

—¡¿Te imaginás cómo será en la mañana?! Dios... vamos a tener que madrugar una hora más de lo normal. Deberíamos hacer un simulacro mañana para ver cuánto nos demoraríamos todos en estar listos. 

—Ay, dejá de ser ñoña... Con que le ganemos el turno, no tendremos problemas —aseguró Luna tratando de tranquilizar a su neurótica hermana, sin despegar la vista del chat en su celular. 

—Bueno, puede que logremos acomodarnos con lo del baño... pero ¿dónde cree ella que va acomodar las veinte maletas que trajo llenas de ropa?

—¡Lina, ya! Problema de ella... —contestó la joven molesta porque las quejas de su hermana no la dejaban prestar atención al chisme que le estaban contando. Al parecer, a una compañera de su salón la acusaban de tener un romance con uno de los profesores, Luna no quería perderse detalle y sus compañeros escribían demasiado rápido.

La otra no dijo nada más pero no porque se tranquilizara. No tenía problema con compartir espacios o brindarle la mano a alguien que lo necesitara, pero la actitud de Camila al llegar no le causó la mejor impresión. Incluso se molestó por la constante mueca de su prima lejana, una mezcla entre «todo huele horrible», «con estos pobres no puedo vivir» y «espero no quedarme mucho tiempo en esta pocilga». Y su actitud no era la única molesta, resulta que a su hermana le parecía maravilloso tener una adolescente tan refinada y de alcurnia que les presentara a sus amigos ricos y le mostrara cómo viven el uno por ciento de la población que según Luna, era más interesante.

¡Como si todavía vivieran en el siglo XVIII!

Aunque ¿de qué se sorprendía? Si desde el primer segundo que su madre les contó lo de sus nuevos huéspedes Luna casi había brincado en una pata. «Al fin algo de glamour en esta casa» había dicho, y desde que había visto a Camila no había hecho sino admirar su belleza y elegancia, al menos frente a ella. 

¿Qué pensaría Luis cuando la viera? Porque claro que tenían que encontrarse algún día, tal vez en el ascensor o sacando la basura. Bueno, tal vez no sacando la basura, seguramente la princesa Camila no tendría que encargarse de esas tareas tan de tercer mundo, pero por supuesto que algún día se iban a encontrar. El estómago de Lina crujió de solo pensar que Luis, su Luis, pudiera fijarse en ella. No. Seguro la señorita ex ricachona ya tenía ocupado su corazoncito, y a lo mejor, si Lina tenía suerte, Camila pensaría que ningún muchacho de otro barrio era digno de ser su novio. 

Camila entró al cuarto con una pijama violeta que bien podría usarse para salir a bailar, oliendo a vainilla y con su brillante cabello suelto pero bien peinado. Su mirada recorrió la habitación en un par de segundos y cuando Luna se percató de su presencia, soltó su celular en la cama.

—¡Hola! No sabíamos cuál sería tu lugar favorito para dormir...

—Abajo... —Camila sonó más agresiva de lo que pretendía, así que suavizó su tono de voz— Nunca he dormido en un camarote y creo que arriba me sentiría rara.

—Claro, yo dormiré arriba —dijo Luna y tomó su celular para subir por las pequeñas escaleras del mueble hasta la cama superior.

Camila se recostó en la que le pareció la cama más pequeña, dura e incómoda del planeta, y tomó su celular. 

Mensaje de Aleja: 

Tienes que llevarte bien con ellas, no sea que te toqueteen mientras duermes...

Bloqueó su celular pues esos mensajes de su amiga no le estaban haciendo ningún bien. Aunque muy en el fondo sabía que eran bromas, su cerebro continuaba diciéndole que todo era posible en las clases bajas.

—¿Y en dónde estudian ustedes? —preguntó a las gemelas para mostrar amabilidad y simpatía, y evitar ser ahogada con una almohada, o arrojada por el balcón cuando menos lo imaginara.

—En el Liceo Técnico Superior de Cali. Queda cerca de aquí —respondió Luna. Camila jamás lo había escuchado—. ¿Y vos?

A Camila se le revolvió algo en el pecho. Si había algo que odiara de vivir en Cali, era el voseo y todas las palabras a su parecer extrañas que se usaban en el léxico valluno.

—En el London Bridge. 

Las gemelas no tenían ni idea de que había un colegio que se llamara así en su misma ciudad. 

—¿Y tenés novio? —preguntó Luna con verdadero interés.

Camila estuvo a punto de contestar «Ya no» pero eso daría pie a más preguntas que no estaba muy interesada en responder, dado que no tenía la esperanza de quedarse mucho tiempo viviendo ahí y no iba a entablar una amistad con ellas, por lo que se inclinó por una respuesta mucho más escueta.

—No.

Después de un silencio corto pero incómodo en el que Luna esperó que Camila devolviera la misma pregunta, tomó el control de la conversación.

—Qué raro, sos súper linda, me imaginé que tendrías un montón de novios —rio—. Bueno, al menos uno. Lo bueno es que las tres andamos solteras y así podemos sincronizar nuestras citas de Tinder y salir las tres juntas. Para más seguridad, claro.

—Yo no uso Tinder... me parece muy peligroso —respondió Camila. 

—Es cierto, nosotras tampoco, pero uno nunca sabe cuándo puede empezar. 

—¿No han tenido novio en su colegio?  —Camila se dejó llevar por la curiosidad.

—No hay mucho de dónde escoger, la verdad. Todos son unos gañanes. 

«Bueno, parece que eso no depende del estrato», pensó Camila.

—¿Qué hace tu familia los domingos? Tal vez podríamos hacer algo parecido mañana —preguntó Luna.

—Yo me levanto muy tarde, después de eso a veces mi papá y yo vamos a trotar, por la tarde a cine o a comer, cuando no estamos de viaje, claro. 

—¡Súper! Acá no hacemos mucho; solo el aseo del apartamento luego nosotras hacemos tareas y mis papás por lo general tienen que desatrasar trabajo de sus empresas, aunque algunos días vamos a almorzar a la galería, es delicioso. 

—No conozco ese restaurante, ¿es bueno?

Luna soltó una carcajada.

—¿No sabés qué es una galería? A ver, es como un mercado, esperate te muestro en gugle...

¿Almorzar en un mercado? ¿Gugle? Camila habría podido imaginarse todo el escenario de almorzar en un mercado si no fuera porque la mala pronunciación de la palabra Google era como ver un accidente automovilístico del que no puedes apartar la mirada, aunque quieras. 

—Mirá...

Luna le acercó su celular a Camila y le mostró una foto donde se veían un montón de canastas con frutas en un ambiente lleno de banderines de colores y personas bajo un techo rústico, comprando con bolsas de plástico de rayas azules y blancas.

—¿Y dónde se almuerza ahí?

—Hay algunos restaurantes ahí mismo, donde preparan comidas deliciosas.

—¿Qué comidas?

—Mondongo, ceviche, tamales, rellena... ¿Nunca has probado nada de eso?

—Por suerte, no —respondió Camila en un susurro que creyó erróneamente que nadie había escuchado.

—Bueno, hay cosas que son muy ricas, tal vez más adelante podás probarlas.

Camila no dijo nada. Pasaron unos minutos y como nadie había vuelto a pronunciar ni una palabra, la joven asumió que las gemelas se habían quedado dormidas. Por el contrario, ella no dejaba de dar vueltas en su pequeña e incómoda cama sin poder conciliar el sueño. Extrañaba su cama. Si tan solo supiera que no iba a volver a dormir ahí habría dormido setenta y dos horas de corrido antes de abandonarla.

La incomodidad de su cuerpo y su arrepentimiento no era lo único que no la dejaba dormir. Las voces que venían de fuera cada cierto tiempo la despertaban cuando parecía que al fin se conciliaría el sueño. La ventana de la habitación daba justo frente al pasillo de acceso a los demás apartamentos, que a esa hora tenían muchísimo tránsito, al parecer. 

Los párpados de Camila al fin empezaron a pesarle mucho después de unos minutos, pero cuando empezó a sentir que se quedaría dormida, unos gritos que venían del transitado pasillo  hicieron que se sus ojos se abrieran automáticamente. 

—¡Temblor! ¡Temblor!

¿Temblor? La muchacha prestó atención y notó que efectivamente la cama se movía de lado al lado con fuerza. Se levantó tan rápido y con tanto miedo que no recordó que tenía otra cama encima y se golpeó la cabeza. En cualquier otro momento habría soltado mil improperios y habría gruñido por la frustración, pero en pleno temblor era más importante salir a buscar a su papá y asegurarse de escapar de ese noveno piso que había sido construido por quién sabe qué tipo de albañiles.

Buscó su celular, encendió la linterna, se puso sus sandalias y salió al pasillo dando un solo paso, donde se encontró de frente a su padre que tenía la misma cara de asustado de ella.

—¡Papi, está temblando! 

—Sí, Cami, pero cálmate, yo creo que no se demora mucho... —respondió Sebastián tratando de disimular el terror que le producían los temblores. 

La puerta al final del pasillo se abrió y una Cecilia más dormida que despierta empezó a quejarse. 

—¿Podrían dejar de gritar? En estos apartamentos se escucha todo.

—¡Y se siente todo! ¡Nos vamos a morir en este terremoto! ¡Y ni siquiera tenemos listos nuestros kits de supervivencia! —gritó Camila.

—¿Terremoto? —Cecilia abrió más los ojos ante la palabra y se dio cuenta de que efectivamente el edificio se tambaleaba. Se devolvió hasta su cama rápidamente para despertar a su esposo, después de todo era el brigadista designado en su oficina, había recibido entrenamiento para situaciones como esas.

—¡¿Está temblando?! ¡Virgen santísima! —exclamó Ricardo mientras se levantó de su cama y salió corriendo del cuarto si siquiera mirar a su esposa. 

—Este man... —susurró la mujer desilusionada. Nuevamente tendría que ser ella la que conservara la calma, a pesar de estar casada con el brigadista—. Brigadista mi trasero...

Cuando terminó de quejarse y resignarse, se dio cuenta de que el temblor ya había terminado. Una alarma comenzó a sonar en la calle y recordó que en el manual de convivencia del conjunto mencionaban que ante esa alarma, todos los residentes debían bajar a la zona de seguridad del parqueadero. 

—Tenemos que evacuar... Baja con Camila, los sigo con las niñas —le dijo a su primo quien seguía abrazando a Camila debajo del marco de la puerta.

—¿Y es se... seguro b... ba... bajar? —preguntó la joven.

—Claro, ya pasó el temblor, ahora es incluso más seguro —respondió Cecilia aparentando confianza, pues en realidad no contaba con el conocimiento que le asegurara eso, pero creía haberlo leído en alguna parte.

—¿Qué pasa, mamá? —Lina se paró bajo el marco de su puerta y se asustó al ver a su familia hablando en pleno pasillo a esa hora.

—¡Que el edificio se va a caer! —gritó Camila.

—¡¿Qué?! —preguntaron los tres al unísono. Bueno, los cuatro contando a Luna, quien se despertó por la alarma y casi sufre un infarto al escuchar a su prima.

—No, no es cierto, calmémonos todos que el temblor ya pasó. Pónganse zapatos y bajemos —dijo Cecilia tratando de mantener la calma pero no había ni notado que su primo, su hija y las gemelas ya habían salido del apartamento. Hasta el perro parecía haber huido despavorido.

Abajo la escena parecía sacada de una película de comedia negra: niños llorando, señoras llorando que cuando se daban cuenta de que todo el mundo las estaba viendo en pijama lloraban más duro, gente medio dormida que parecía no darse cuenta de nada, los vigilantes de la unidad residencial tratando de calmar a la gente y verificar que todo se encontrara bien en los apartamentos, y Lina mirando a Luis embelesada, sin ser capaz de acercarse a, por lo menos, saludarlo. 

Y Luis, la traga maluca de la tímida Lina, creyendo que seguía soñando al ver a una diosa de violeta frente a él. 

¡Hola hola! Perdón por el retraso para actualizar, pero me pasaron cosas extrañas y tristes en estos días que me tenían medio bloqueada para escribir.

Pero ya me siento mucho mejor y espero poder retomar mi rutina de escritura y seguir actualizando una vez a la semana.

Espero que les haya gustado el capítulo. Las quiero mucho!!!

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