Thunderbolt | แดธแต’หข แดถแต˜แต‰แตแต’หข แตˆแต‰หก...

By JoaquinGabaldon

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DISTRITO 5
โชง ๐•Œ๐•Ÿ๐•  โชฆ
โชง ๐”ป๐• ๐•ค โชฆ
โชง ๐•‹๐•ฃ๐•–๐•ค โชฆ
โชง โ„‚๐•ฆ๐•’๐•ฅ๐•ฃ๐•  โชฆ
โชง โ„‚๐•š๐•Ÿ๐•”๐•  โชฆ
โชง ๐•Š๐•–๐•š๐•ค โชฆ
โชง ๐•Š๐•š๐•–๐•ฅ๐•– โชฆ
LOS TRIBUTOS
โชง ๐•†๐•”๐•™๐•  โชฆ
โชง โ„•๐•ฆ๐•–๐•ง๐•– โชฆ
โชง ๐”ป๐•š๐•–๐•ซ โชฆ
โชง ๐•†๐•Ÿ๐•”๐•– โชฆ
โชง ๐”ป๐• ๐•”๐•– โชฆ
โชง ๐•‹๐•ฃ๐•–๐•”๐•– โชฆ
โชง โ„‚๐•’๐•ฅ๐• ๐•ฃ๐•”๐•– โชฆ
FIN DE LOS JUEGOS
โชง ๐”ป๐•š๐•–๐•”๐•š๐•ค๐•–๐•š๐•ค โชฆ
โชง ๐”ป๐•š๐•–๐•”๐•š๐•ค๐•š๐•–๐•ฅ๐•– โชฆ
[B] Thunderbolt segรบn BrantSteele

โชง โ„š๐•ฆ๐•š๐•Ÿ๐•”๐•– โชฆ

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By JoaquinGabaldon

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¡ ATENCIÓN !
Capítulo largo, se recomienda leer cuando se tenga tiempo.

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Dedicado a cowglikeme

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‎‎╔══⠀ JOAQUÍN⠀GABALDÓN⠀ ══╗
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⠀⠀⠀⠀⠀𝔼staba solo.

Dejé los cuerpos de Volta y Wright en su sitio para que los aerodeslizadores se llevaran sus cadáveres. Pero me ha sorprendido, e incluso hecho gracia, que usaron una sola pinza: pescaron el cadáver de Volta, lo empalmaron en el de Wright, y entonces se los llevaron.

Me senté en una roca a lavarme la herida que me hizo Alexandrite en el rostro. No tenía medicina especial para ello y por tanto no me podía atender demasiado... hasta que recordé que la mochila de Volta se quedó hasta arriba del peñasco. Suspiré: no tenía muchas ganas de gastar mis pocas fuerzas en otra subida, pero realmente no perdía nada en ver qué traía Volta consigo.

Además, mientras subía, pensé que este podría ser un buen refugio temporal. Aruval tendría que batallar exactamente lo mismo que yo para ascender, y no creo que me busque él aquí.

Que la verdad no pienso esconderme de él. Para nada. Es más, me encantaría cruzármelo pronto, pero no antes de recuperar energías. Ahora, otra cosa es que los Vigilantes nos lo permitan, claro. A veces apresuran la batalla final, a veces le dan más largas.

Vi la mochila de Volta: considerablemente grande, un poco más que la mía. Estaba embarrada de lodo, como si hubiera intentado camuflar la tela blanquecina, y tenía algunas descocidas. Me senté a los pies de un árbol y empecé a revisar su contenido.

―Basura ―dije cal poner a un lado unos guantes de lana―, más basura ―el envoltorio de una barrita de cereal―, vaya: algo bueno ―y examiné ante la luz vespertina una navaja de bolsillo, la cual puse en el lado de las cosas que podrían ser útiles. Sentí algo de tela, grandecito, y entonces lo saqué de su mochila―. ¿Qué es esto?

Lo extendí con ambas manos en el aire y descubrí que era una especie de chaqueta hechiza. La base era de un traje como el mío, pero no veo de dónde pudo sacar... ¿y qué es esto de las mangas? ¿Tela anaranjada? ¿De dónde...?

No entiendo. El cuello de esta "chaqueta" tiene el distintivo color turquesa que le pusieron a los tributos del 4. A juzgar por el tamaño de este torso... ¡esto era parte del traje de Deucalion!

¿Qué...?

Las mangas anaranjadas... no, el Distrito 12 tiene distintivos negros, por aquello del carbón. ¿De qué distrito es el naranja...?

La chica del 6. Lo recuerdo perfectamente y no tengo dudas. Y no las tengo porque me acuerdo de su muerte: fue un cañón solitario y su rostro fue el único hace unas noches. Desconozco si la mataron o qué pasó, lo más seguro es que pudieron aprovechar antes de que el aerodeslizador viniese por sus restos, pero...

¿Volta sabía coser? Si a duras penas podía sostenerte la mirada... No, no es posible. ¿Qué demonios...?

Esto tenía que haber sido obra de Wooly. No había a quién más señalar. Su compañera de distrito murió en el baño de sangre: vi a Tessen asesinarla. Wooly... ¡El Madeja estuvo hurtando el traje de los cadáveres e hizo un abrigo con ellos!

Ponlo de este modo: Distrito 8, encargado de los textiles de Panem. Wooly seguro trabajaba o estaba relacionado con alguna maquiladora de prendas, pues estoy convencido de que él nos puso la cobija en el puente para hurtar. ¡Perfectamente pudo rapiñar tela de otros trajes y hacerse prendas para abrigarse!

Y veo que lo ha hecho: la espalda de esta chaqueta tiene un cacho de tela verde, tono similar al melón, que presumiblemente le arrancó al chico del 11 para parchar un agujero.

Encontré un bote de antiséptico en la mochila de Volta, quién sabe de dónde lo sacó, pero eso no importaba por ahora. En ese momento mi interés era apretar el tubo blando y ponerme algo de pomada en la herida. ¿Pero de dónde sacó todo esto Volta? ¿Qué...? ¡Es que hasta trae vendajes adheribles!

La chaqueta hechiza con ropa de cadáveres, provisiones valiosas que no vendrían en cualquier mochila, ¡la propia mochila!... ¿De dónde diablos sacó Volta estas provisiones? No creo que de un patrocinador: ¿cómo apuestas por alguien que nunca hizo nada en sus apariciones en vivo? ¿Soltarías dinero por un tributo con una calificación de 1?

Oh, pero sí que había un modo de que haya conseguido esto. Lo he pensado justo cuando me aseguraba de cubrir la herida en mi mejilla con una venda.

Volta se alió con Madeja.

Es que no tiene más explicación. A ver: las provisiones pudieron habérnoslas tomado de las reservas de la Cornucopia, pero es que nunca vi en Volta un atisbo de agilidad como para hurtar en silencio. Eso le funcionó al Madeja indudablemente. Además, esa era mi gran explicación a por qué ella traía entre sus cosas algo que le pertenecería únicamente al niño que sabía coser. Y no, tampoco creo que se lo haya robado. La chica del 3 me demostró hace unas noches que el campamento de Madeja estaba bien protegido a base de trampas. Volta era incapaz de sortear algún obstáculo de esa clase.

Estos estaban aliados. Nadie me puede hacer cambiar de opinión. Y, ciertamente, me sorprendió que fuera así: ¿por qué harían alianza? Volta pudo haber visto en Wooly algunas habilidades para sobrevivir, pues sacó un cinco en su evaluación con los Vigilantes.

Pero, ¿qué tendría de bueno Volta para ofrecerle a él? Sinceramente no me lo puedo imaginar, por lo que dejo el tema por la paz.

Me dio hambre, así que me terminé de comer todo lo que traía la pelirroja en su mochila. Tampoco es que trajera demasiado: dos manzanas, una pata de pato grandecita y un puñado de galletitas de avena. Traía tanta hambre que esto no me bastaba ni como inicio. Me puse en pie y me interné entre los árboles del peñasco, en búsqueda de agua.

Afortunadamente la encontré: un estanque de buen tamaño, con un par de nenúfares flotando en calma. Llené mi botella y la de Volta con agua y las desinfecté con yodo. Mientras esperaba a que el agua fuera potable, me comí la otra manzana. Miré hacia adelante: un arbusto de bayas negras, pequeñas y redondeadas. Nunca fui mucho de esa clase de frutos, pues suelen ser ácidos y a mí ese sabor no me fascina. Aunque, claro, ahora mismo no estaba para ponerme exigente con la comida. Gateé hasta el arbusto y las tomé con una mano.

―Ew ―mascullé al ver mi mano, ya sucia, mancharse de negro azulado. Las solté y, parándome, caminé de vuelta al agua, donde metí las manos y traté de quitarme la mugre lo mejor que pude.

Esperé un poco más y pude tomar agua, así que seguí comiendo mientras descansaba bajo el cobijo de estos árboles. Mientras me alimentaba en silencio, pensaba en mis opciones respecto a Aruval.

Podría matarlo cuerpo a cuerpo, eso es verdad. Él y yo estábamos al mismo nivel de combate, por lo que yo apostaría a un cincuenta-cincuenta. Aunque, si él estaba maltrecho, pudiera verme favorecido. Yo estaba en buenas condiciones, ignorando la herida no mortal en mi cara.

Wright ha dejado su arco y flechas aquí, pues todas se le soltaron del carcaj durante nuestra pelea y el arco lo soltó antes de que Volta lo arrastrara al precipicio. Fugazmente me cruzó por la mente la idea de recoger sus armas y tratar de usarlas, pero casi no le dediqué tiempo a entrenar con el arco, y seguramente Aruval superaría mis flechas con algún cuchillo volador.

La tarde se arrastró lentamente, tiñendo el estadio de un tono anaranjado. Me la he pasado sentado bajo mis árboles y procurando mi herida, la cual se ha comportado bastante bien, pues ya no sangra, y el antiséptico me reduce el dolor por ratos. Supongo que no me matará cerrar los ojos un rato, ¿no? Así que, trepado en un árbol muy bajito para mi gusto, pero con una copa ridículamente frondosa, me acomodé y descansé un momento.

«🌩️»

Caí de mi árbol y eso me ha despertado. Parece que me confié demasiado de sus ramas y terminé resbalando entre ellas, azotando boca abajo contra el césped. Sacudí la cabeza con frenesí para identificar algún posible peligro, pero parecía no haberlo. Me puse en pie, batallando por ver en la oscuridad en la que estaba hundido. Parecería tonto, pero iba palpando hasta dar con la base de un árbol y me recargué de él hasta ponerme en pie. Palpé y forcé mi vista para encontrar mi mochila. Di con el deslizador y la abrí para sacar mis gafas de visión nocturna.

Todo está mucho mejor así, pues ya era capaz de distinguir lo que había en mi entorno. Descolgué la mochila, me retiré el guan dao del tahalí y avancé hacia la zona donde combatimos Volta y yo contra los del Distrito 1. Alcé la vista al cielo en cuanto oí el instrumental del himno de Panem. No distinguí muy bien las caras por las hojas de palmeras y árboles que me tapaban la vista, pero tampoco necesitaba verlas: Wright, Alexandrite y Volta. Fin de la música y la arena oscureció de nuevo.

Bajé el peñasco con sumo cuidado y regresé al nivel de suelo. Un silbido de algo rasgar el cielo me ha llamado la atención, así que alcé la vista justo cuando llegué a una zona un tanto despejada: una... ¿estrella fugaz? Bueno, eso me pareció. Solamente he visto una, cuando era niño. Estábamos todos en el orfanato, alineados en el patio, esperando a que pasara el "espectáculo" más decepcionante de todos los tiempos.

Ha ido en dirección de la Cornucopia. Estaba por retomar la marcha cuando oí otros tres rasguidos en el aire. Otra estrella fugaz ha ido hacia la Cornucopia, pero dos apuntaban al peñasco que justo acababa de abandonar. Me detuve en seco al oír fuertes impactos en la lejanía. Que yo supiera, las estrellas fugaces nunca golpeaban contra el suelo.

No, lo único que lo harían serían los meteoritos, pero dudo que se atrevieran a tanto estos hijos de p...

―¡Au! ―gruñí cuando algo un tanto pesadito me cayó encima. Al rebuscar a mi alrededor, vi un nido de pájaros tirado a mis pies. Los huevos se han roto y exhibían a las criaturitas no natas ya muertas entre los pedazos de cascarón. Me sobé la cabeza e intenté no darle importancia. Seguramente la madre los tiró sin querer, o a lo mejor otro depredador causó eso. No tenía sentido ninguna de esas, pero tampoco me interesaba hallarle una explicación.

Avancé con rumbo hacia la montaña, ajustándome las gafas de visión nocturna. Mi caminado se tambalea a causa del terreno inestable, y fueron varias las veces en las que casi tropecé por raíces y deformaciones en la tierra. Ha llegado un punto en que oía unos estruendos aquí y allá, lejos de mí. Alcé la vista y distinguí en el cielo una parvada de aves volar hacia el sur de la arena.

Eso me da muy mala espina: en estos Juegos en particular, los pájaros volando así implicaba que algo iba a pasar.

Y, oh, vaya que sí estaba pasando algo.

Collic era un mago: ha deducido que las estrellas fugaces eran meteoritos estampándose contra la tierra.

Lo que no pude prever fue que esos meteoritos antecederían un terremoto brutal en el estadio.

El piso a mis pies se sacudía violentamente y aquellos estruendos distantes era más fuertes y más cercanos. Miré hacia atrás y observé justo lo que me temía: los árboles a mis espaldas estaban cayéndose estruendosamente, derrumbando todos los que tenían cerca.

Si no me moría aquí, sería un milagro, de verdad.

Afiancé el guan dao y eché a correr hacia la Cornucopia. La montaña será mi peor opción, pues ya ha soportado un temblor, y presumiblemente no podrá con otro. Esquivaba árboles de caoba y bananos que caían a mis lados casi aplastándome. Salté a tiempo un tronco caído y roto en dos para retomar la carrera. Vi la Cornucopia y sus aguas mecerse vigorosamente, pero no alcancé a llegar

Algo se me abalanzó deliberadamente y me ha hecho caer sobre unas rocas, lastimándome la espalda.

¡Un maldito mono de mierda! ¡Tengo encima un mono!

El animal se veía en extremo violento y era increíblemente fuerte. Era un muto, no podía siquiera dudarlo: su fuerza física, su hocico más largo de lo normal y el hecho de que intentaba abrirme los brazos para arrancarme la carne a mordidas. Desesperadamente pataleaba y trataba de sacármelo de encima. Súmenle también el constante sacudirse de la tierra.

Por lo que ya iba siendo hora de sacarme del brazal la navaja de bolsillo de Volta y, sin dudarlo, desplegué la hoja y empecé a apuñalar el cuello del mono. Chirriaba de dolor con cada navajazo, pero no me detuve hasta que me soltó. Guardé mi arma en el brazal, detecté mi guan dao y fui por él.

Apenas lo toqué, vi una serpiente pitón reptando en la tierra húmeda entorno al centro.

No tengo tiempo para esta... ¡Dios mío! ¡No era una! ¡De pronto han caído de los árboles muchas más!

El por qué había tantas es un misterio que nada me importaba averiguar. Así fuertemente el guan dao y corrí hacia otra dirección. Intenté ir hacia el norte de la Cornucopia, cerca de donde maté al chico del 11. Recé con todo mi ser que no me estuvieran siguiendo, pero algo me hizo frenarme con los talones de modo casi cómico.

―¡Ahhh! ¡Maldición! ―no puedo evitar gemir de horror cuando tres arañas, del tamaño de un potrillo, se lanzaron de una gran telaraña en la pared rocosa de mi izquierda hasta mis pies. Eran exactamente iguales a la del Vasallaje pasado: sus colas de escorpión, esas patas del grueso de mis piernas, pero ahora agigantadas estúpidamente. Si se me echaban encima, era obvio que me descuartizarían en unos segundos.

Me miraban con sus horrendos cuatro pares de ojos, grandes y redondos como las bolas de beisbol (que conozco por las películas que luego nos llegan del Capitolio), y movían sus pinzas de forma asquerosa. Ni estando demente les lanzaría el guan dao, así que, dando un par de pasos en reversa, me giré y traté de huir en búsqueda de refugio. Un cocotero casi me aplastaba cuando regresaba en dirección al bosque, y, encima, avisté otro mono. Volteé instintivamente hacia la montaña: no sé por qué, no me lo pregunten, pero parece que nada peligroso se escondía por ahí.

«Quieren que vaya hacia allá. Quieren que entre en la cueva.» pensé en primera instancia. «Quieren que ambos entremos.» me corregí. Estaba plenamente convencido de que nos querían obligar a encontrarnos. Aruval seguramente ha pasado lo mismo que yo y ya ha de estar entrando.

Ante el recordatorio de que cerca me acechaban serpientes pitón, monos super fuertes y arañas sacadas de la más sádica mente de entre los Vigilantes, no dudé en meterme hacia la cueva. Empecé mi carrera hacia allá, cuidando no caer ante los temblores violentos del piso. Ya dentro del túnel de roca, me desplomé por el cansancio. Gracias a las gafas distinguí casi que una de cada bestia que me persiguió: la pitón se enroscó sobre sí misma y un mono se quedó en postura de pelear. Asustado, gateé un poco hacia atrás, antes de que una de las arañas empezara a tejer sus telas pegajosas en la boca del túnel. Esperé un corto momento y el temblor ha cesado. Seguramente ya estamos ambos dentro.

Obvio no me dejarán salir. Entré aquí para matar o para morir, no hay de otra.

Supongo que me regalarán, aunque sea, unos dos minutos para recobrarme, por lo que me siento y respiro con todas mis fuerzas. Tengo boca y garganta secas, así que me permito un trago de agua lento y delgado. Mi respiración empezó a regularse y me permití beber otro trago un poco más conciso. Recogí el guan dao, que solté en un estrépito tenue de metal, antes de pararme.

Me puse en pie y me levanté las gafas de visión nocturna un momento, pues me incomodaban un poco ya atrás de las orejas. Me metí los dedos entre el elástico y la piel y traté de sobarme, intentando aminorar la molestia para luego volvérmelos a poner.

Avancé oyendo los murmullos del revolotear de los murciélagos y algunas goteras en la lejanía. Alcé la vista y vi a estas ratas voladoras colgadas en el techo. Aún no se me quitaba la curiosidad de saber cómo lo hacían. Ojalá, si logro vencer a Aruval, pueda preguntárselo a la primera persona que vea. Sentí un poco más de frío conforme procedo.

No, no era "a ver si logro vencerlo". Es que estaba más que dispuesto a acabar con él e irme de aquí.

Reconocía cada vez más la salida: tampoco me la viví aquí, pero había algunas estalagmitas que recordaba de cuando mi última expedición con los Profesionales. Pude ver más y más la luz azulada que emitía el cielo: parecía que estaban preparando el escenario para el último encuentro. Me alcé las gafas y salí.

Siendo consciente de qué me iba a encontrar arriba, respiré profundamente, llenándome hasta el último centímetro cúbico de pulmón con oxígeno, y subí la escalera hasta la cima de la montaña.

―Veo que tú tampoco lo has pasado bien, ¿eh? ―solté al ver a mi oponente en tal estado.

Pálido, rasguñado, salpicado de lodo y con una gran mancha de sangre en el pecho del traje, Aruval ahí estaba, apretando un cuchillo con la diestra y, casi que ni dándome cuenta, soltó un grito de rabia y me lanzó el arma. Pude oír el cuchillo rasgar el aire conforme me tiraba a un lado.

Me alcé de inmediato en el momento en que oí sus pisadas fuertes correr hacia mí. Intenté darle con el pomo del guan dao, pero fue inútil. Presiento que lo previó, pues alzó la mano derecha y dio un poderoso machetazo con el arma que se sacó del tahalí. El impacto me jaló un poco el guan dao, pero intenté contrarrestar con un codazo en la frente de Aruval.

El problema empezó a surgir cuando me jaló de pronto el codo y me dio un puñetazo muy fuerte en las costillas. Hizo retroceder su brazo para darme un golpe más potente, haciéndome gritar. Intenté sacármelo de encima dándole un pisotón en el pie derecho. Sujeté mi arma con la intención de atacar, pero las manos de Aruval lo sostuvieron cerca de las mías y empezamos una batalla por el guan dao.

Confieso que me asustaba oírlo gruñir como una bestia endemoniada. Sus ojos, inyectados en sangre, ciertamente me estaban mermando un poco la calma. Pero no dejaré que se meta en mi cabeza y me sabotee, por lo que intenté retomar el dominio a base de pisotones, pero esa estrategia ya la quemé pronto, pues empezamos una especie de zapateo para ver quién le aplastaba al otro un pie.

Él sacudía el bastón de mi arma con fuerza, como si quisiera zafar mi agarre con las zangoloteadas. Una de esas me hizo caer sobre una rodilla, causándome una raspadura que pronto se pintará de rojo. Me reincorporé y continué en el tira y afloja.

Alguien tenía que dar el paso ventajoso, y dolorosamente ha sido él quien, soltando el guan dao, soldó sus dedos entorno a mi cuello y me propinó un cabezazo que hasta me reprogramó las ideas. Ha sido tal el golpe que me llevé las manos a la frente, dejando caer el guan dao con un pequeño estrépito.

Volví a gruñir de dolor cuando la cabeza férrea de Aruval se estampó contra mis dedos. Apretó con más fuerza mi cuello y noté una ligera dificultad para respirar, la cual aumentaba al afianzarse su agarre. Le di un puñetazo en las costillas izquierdas, pero tampoco es que le haya hecho mucho daño.

Tropecé con un pedrusco, lo que pudo haberme librado de Aruval de no ser que, torpemente, ha resbalado hacia delante. El mastodonte me cayó encima y su rodilla derecha izquierda aterriza justo en mi muslo derecho. Sufrí otro golpe en la cabeza, pero esta vez ha sido mi nuca chocar contra la roca fría.

Debía apresurarme y aprovechar que mi oponente estaba entorpecido por la caída. Recuerdo las lecciones de lucha a mano limpia que recibí en el Capitolio del instructor Kuai. Había una manera para hacer que su agarre se tornase contra él, pero necesitaba reposicionarlo.

Pataleé, abriendo las piernas cuanto podía, de modo que terminase Aruval arrodillado entre mis muslos y ahorcándome con toda su fuerza. Esto era peligroso porque pude haberme metido en mi propia tumba, pero es que era peor morir sin luchar. Moví la pierna izquierda, la flexioné, y traté de encajársela frente al torso, justo en su cadera. Vamos, Collic, no puedes fallar...

Conseguí un mínimo de oxígeno cuando metí mis brazos entre sus muñecas y empujé hacia afuera. Aunque tenía yo algo de fuerza, él era mucho más corpulento que yo, y, además, estaba entrenado para hacer esto sin fallar.

Mi mano izquierda se aferró a su trapecio izquierdo y cerré los dedos diestros en torno a su muñeca derecha. Cuando sentí tenerlo listo, mi pierna diestra se alza mecánicamente hasta que la atoré bajo su axila. Sentí mi espalda deslizarse en la roca por el brusco jalón: pude vislumbrar su muñeca zurda doblada en una posición incómoda; señal de que lo hice bien.

Estábamos puestos perpendicularmente, así que procedí: mi pierna izquierda, de hacer presión en su cuerpo, pasé a moverla en un semi círculo hasta que la coloqué entre su cabeza y el bíceps izquierdo. ¡Ya lo tengo! De forma simultánea, le sujeté la muñeca derecha y empujé su cuerpo con mis piernas tan bruscamente como me fue posible.

¿El resultado? Ahora era yo quien dominaba el enzarzado. Tenía a Aruval en un agarre que, con algunos intentos, podría romperle el brazo.

Vi que sacudía la mano izquierda en un intento de librarse, así que crucé los tobillos, de modo que esa unión impidiera a su brazo de hacer algo. Tironeé con fuerza su extremidad atrapada con toda la intención de partírsela, y él se agitaba en pos de quitárseme de encima.

―¡GAHHH! ―grazné adolorido cuando sentí su dentadura clavárseme en la pantorrilla izquierda. ¡Perro maldito! ¡Suéltame! Sentí su mano libre bajo mi tobillo derecho y luego empezó a levantarlo con dificultad. Cada vez empeoraba el dolor de su mordida hasta el punto en que me dio miedo que fuera capaz de arrancarme el pedazo de carne que sujetaba entre dientes. Y es que subestimar la mandíbula humana era una crasa idiotez.

Ha conseguido zafar mis piernas y reincorporarse entre estas. No tenía sentido seguir con mi agarre porque sabía que era capaz de volverlo en mi contra, así que, apenas se arrodilló sobre la pierna izquierda, pateé su cabeza con mi talón derecho y le hice perder el equilibrio a la vez que lo solté. Una patada con ambos pies lo derribó, así que, sabiendo que debía volver a las armas, me puse a gatas, me paré y avancé velozmente hacia el guan dao.

Oí las pisadas de Aruval venir hacia mí justo en cuanto tuve el guan dao entre las manos, así que le hice creer que no reaccionaré. Fue de pronto que me reincorporé, extendiendo mi brazo con fuerza: el guan dao hizo un swing amplio que hubiera estado genial que diera en el blanco. Ha sido una jugada suicida, pues, en lo que intento recomponerme en postura de lucha, Aruval volvió a lanzárseme encima.

Nos oigo gruñir, jadear y maldecir entre dientes. Intentaba asfixiarme de nuevo, pero esta vez decido darle más uso al brazal en mi antebrazo izquierdo. Le di dos azotes en la nariz y conseguí que aflojase el agarre.

Este era el momento de que mi navaja viniera a salvarme, así que solté el guan dao, aprovechando el breve desliz de Aruval, y retiré con mi mano derecha la navaja del brazal. Desplegué la hoja y apuñalé a Aruval con fuerza. Intentó agarrarme la muñeca y evitar el ataque, pero ha sido un cincuenta-cincuenta: no lo apuñalé a la altura de los intestinos, pero mi hoja se enterró un poco en su cadera izquierda. Gritó de dolor, y lo hacía con más ganas cuando yo trataba de retorcer más y más la navaja en su herida.

Me dio un buen puñetazo en el pecho que hasta hizo mi espalda rebotar levemente el suelo, pero asestarle un nuevo golpe con el brazal en la mejilla izquierda me lo quitó de encima en conjunto con una sacudida de mis piernas. Me llevé una mano al esternón a causa del dolor, pero me forcé de inmediato a recuperar la ventaja ya mismo, así que me las arreglé para ponerme en pie, tropezando un poco, para recoger el guan dao.

Vi que Aruval se atrevió a sacarse mi navaja de la carne, por lo que no dudé en acercármele con el guan dao sobre mi cabeza, describiendo círculos tan rápido como puedo. Salto y giro sobre mí mientras intento un tajo descendente y luego otro. Aruval los consigue evadir y veo que es hora de replantear mi ofensiva. Mi arma sube, baja e intenta punzarlo, pero cometí un error garrafal al sujetar mal mi guan dao e intentar atacarle las piernas con un tajo de atrás hacia adelante.

Un dolor terrible me desgarró la espalda conforme mi navaja de bolsillo, en control de Aruval, cortó mi piel desde el omóplato izquierdo en una rasgadura no muy larga. De mis labios salió un grito que me lastimó la garganta y, por el dolor, hice los hombros hacia atrás. No obstante, apreté las mandíbulas y alcé el guan dao de modo que pude golpear a mis espaldas con el pomo. Aruval se puso a alaridar: creo, por su reacción, que he aporreado cerca del cuchillazo.

Enderezarme me costó, y dolió, horrores. Lo vi quitarse el sudor de la frente y embarrar la sangre de su abdomen en el traje. Reconsideró el ataque, porque aprecié que no enarbolaba bien su navaja. Reforcé el agarre del guan dao.

―Mándale mis saludos a Tessen cuando llegues al infierno, hijo de perra ―escupí, no sé con qué agallas.

Me hubiera esperado perfectamente una tacleada de parte de Aruval, pero solamente recibí una navaja voladora que me ha pasado muy cerca. Yo me tiré para esquivarla por nada, pero de inmediato caí en cuenta de que era una trampa. Salió corriendo hacia el machete que quedó tirado a unos tres metros de nosotros. Resistí el impulso de querer atinarle con un lanzamiento de guan dao: sería desarmarme a lo idiota, le diera o no. Mejor opté por ponerme en pie y prepararme para otro duelo de armas.

Y así fue: tras intercambiar breves miradas, ambos hemos corrido hacia el otro con toda la intención de zanjar este duelo, yo con un caminar no muy sano. Estando ya cerca, salté un poco y traté de darle un tajo descendente. Se movió hacia mi izquierda justo a tiempo para intentar un machetazo, pero lo rechacé con el bastón de mi arma. Ataqué sus piernas, como intentando repetir mi hazaña contra el chico del 11, pero a este maldito se le ocurrió saltar con destreza y aterrizar un poco más atrás, recolocándose.

Intentó darme, pero un saltito de medio giro, en el que apenas alcé los pies, me bastó para abrir un poco el compás y soltarle un buen porrazo con el pomo empujando mi arma hacia Aruval. Lo bloqueó dándole un machetazo al extremo de mi guan dao. Estar de espaldas era malo, sobre todo porque me ha intensificado el dolor en la paletilla. Impulsé el guan dao hacia adelante, lo giré sobre mi cabeza con la diestra y, encarando a Aruval, lo coloqué en posición de ataque, sujetándolo por delante con la izquierda.

Precedió una secuencia donde, me di cuenta, perdimos toda técnica de combate que hayamos aprendido. Intentábamos simplemente matarnos a como nos era posible: nada de giros impresionantes del guan dao ni repentinos bloqueos con el machete e intentos de contraataque con estocadas inteligentes. Éramos dos animales con grandes cuchillos tratando de rebanar al otro de una bendita vez.

La punta de mi hoja ha pasado demasiado cerca de su cabeza. Pero, en ese movimiento tan errático de mi parte, Aruval consiguió hacerme un corte no muy profundo en el interior de mi muslo derecho. Mi grito resonó apenas el machete abandonase mi carne. Perdí fuerza en esa pierna y caí sobre la rodilla derecha, pero aun así conseguí impulsar el extremo inferior del guan dao hacia Aruval, pegándole moderadamente en la cadera izquierda.

Me doblé de dolor y recargué del bastón para apoyarme en él. Me dolían tanto mis dos mayores heridas que dudaba mucho poder seguirle el paso. Aruval tenía un cuchillazo, sí, pero yo tengo dos, y uno de esos es demasiado para que mi cuerpo lo resista mucho tiempo. Sentía mi cálida sangre correrme por la pierna y gotear flojamente hacia el suelo.

Alcé la mirada, pues oí una horrible carcajada de Aruval. No sé con qué ganas se está riendo.

―¡Date por muerto, Bellwater! ¡Ojalá y ese miserable anciano esté viéndote cómo mueres! ¡ESTÁS ACABADO! ―lo escuché burlarse de mí. No podía siquiera pararme recto, pero lo que sí pude fue mirarlo con los ojos inyectados en rabia.

Cómo me encantaría hacerlo callarse de una buena vez, pero me siento bastante maltrecho para siquiera amagar un ataque. No obstante, el fuego que ardía dentro de mí, alimentado por este arrebato de ira demoniaca, renovó mis fuerzas cual rayo golpeando la tierra.

―¡Hasta aquí llegaste, Bellw-AHHHHH!

La declaración de mi muerte fue interrumpida por su alarido de sufrimiento. Cansado de él, y más motivado para dar fin a esto, giré rápidamente el guan dao, colocando la punta hacia el suelo, y, tras pararme como buenamente pude, se lo enterré verticalmente en el empeine del pie derecho. La sangre saltaba a borbotones una vez saqué el guan dao, provocando un ruido asqueroso en el proceso.

―¡Vete al infierno, hijo de perra! ―le rugí con la furia acumulándose en mi pecho y saliendo en torrente por mis labios.

Giré el guan dao con un movimiento diestro, apretando los dientes por culpa de mis heridas, y lo sostuve con la mano derecha por delante y la izquierda detrás.

Bajé la hoja hacia mi derecha y, con todas mis fuerzas, lo alcé mientras adelantaba el pie derecho: el bramido desgarrador de Aruval me confirmó que su brazo izquierdo ha sido amputado limpiamente de su torso. Oí la extremidad caer con un ruido seco a la vez que la sangre se regaba sobre el cruel suelo de piedra. No he tardado nada en bajar el guan dao sobre su hombro derecho, cercenándole el brazo que le quedaba.

Aruval entró en un shock brutal al ver sus brazos yacer a sus pies, dando ligeros espasmos de vida residual y salpicando su sangre. Me miró con horror y el rostro crispado: ya fuera el daño que han causado los cortes, o bien su orgullo, el cual ha implosionado a cenizas por ser derrotado por alguien a quien consideró inferior a sí mismo todo este tiempo.

De todos modos, le di una razón más para aumentar su estado de colapso mental: avancé unos pasos, sujetando firmemente el guan dao, y, estando ya cerca, abalancé el guan dao de derecha a izquierda con un solo tajo.

El sonido del metal cortar carne es lo único que se escuchó antes de que Aruval gimotease y se pusiera a gruñir de dolor. Un tajo rojo brillante en diagonal cruzaba su torso de lado a lado, un poco debajo de la cintura. Mascullaba con voz desesperada y hasta le vi derramar unas lágrimas. El cuerpo le temblaba por su respiración agitada, lo que terminó provocando que su ser caiga de espaldas, separándose en dos antes de aterrizar en el piso.

Se puse a hiperventilar antes de alzar la cabeza con las pocas fuerzas que le quedaban, y fue entonces que lanzó un débil alarido. La verdad es que sí resultaba asqueroso ver esto.

Sus intestinos, cortados, se han desparramado ambas mitades de tracto una vez se salieron de su abdomen, lo cual ciertamente me dejó muy repugnado. Las ganas de vomitar amenazaron cuando el estómago se le colgó ligeramente, resultando en algo asqueroso verlo palpitar en un charco de sangre que no hacía más que crecer. Le distinguí las costillas y parte de la espina dorsal. Estaba teniendo una pesadillesca y nada ortodoxa clase de anatomía humana.

Y, aun así, este bastardo no se moría.

Gimoteaba con debilidad y volteaba la cabeza hacia los lados, negando vagamente. No obstante, aún tenía vida suficiente para maldecirme entre dientes.

―Púdrete, Bellwater. Púdrete... ―pero enterrarle el guan dao en el cuello de forma perpendicular lo ha silenciado para siempre. Suspirando de cansancio y dolor, arrastré los pies hasta donde me dieron las fuerzas, las cuales se esfumaban de mi cuerpo cuales bocanadas de vapor.

Distinguí un cañonazo rugir en la arena. El último cañonazo que se disparará en los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre. Unas trompetas han entonado una breve melodía triunfal.

Por fin he escuchado el sonido que más ansié oír en estos doce días.

―¡Damas y caballeros! ―resonó la voz de Claudius Templesmith, completamente fuera de sí por la emoción― ¡Me enorgullece presentarles al vencedor de los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre!: ¡Collic Bellwater, del Distrito 5!

De pronto, cuando menos lo esperé, mis rodillas se volvieron de arcilla, debilitándose y haciéndome desplomar de cara contra el suelo.

Y entonces el entorno desapareció ante la oscuridad de mis párpados al cerrarse.

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11/03/2022

JAAASKAÑAJDSLAÑA

EL FIN DE LOS JUEGOS YA ESTÁ AQUÍ

ᵃᵃᵃᵃᵃᵃᵃᵃ qué emoción, qué alegría. Dios mío, por fin les traigo este capítulo que tanta ilusión me hacíaaaaaaaa

Ufffff, mijo Collic se las arregló pa sobrevivir porque es un pro y un auténtico superviviente.

¿Qué les pareció? Díganme sus opiniones sobre este INTENSO capítulo que hoy les he traído pa ustedes. ¿Bueno? ¿Malo? ¿Aburrido? Lemme know.

Tenía pensado publicar este capítulo y luego el 14, pero pues eso me habría hecho tardar más en actualizar, así que aquí tienen a Collic.

Estoy buscando un peluche de SUS verde pero aún no lo encuentro. Mas sin embargo sé que lo conseguiré.

Pues nada, ayer ya salió ya por fin el WWE 2k22 y está mil veces mejor que la cagada llena de bugs que es el 2k20, con lo cual, dicho tal, me desapareceré por un rato juas juas.

¡Adiós!

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