El infierno tiene un solo bañ...

Από Mila_Burton

2.3K 514 813

Camila Pardo era una joven adinerada cuya vida perfecta envidiaríamos tú y yo. Casa de ensueño, amigas con es... Περισσότερα

1. Cuando la vida cierra una puerta... ¡te da un portazo en la cara!
2. Quien bien te quiere, te hará llorar
3. Al bagazo, poco caso
5. Cuando pase el temblor
6. Al caído, caerle
7. Más vale sola que mal acompañada
8. Para una buena hambre no hay mal pan
9. El que es agradecido se gana lo que está escondido
10. Agarrando el toro por los cuernos
11. Recoges lo que siembras
Epílogo

4. Dios aprieta... y los mete a todos en un pequeño apartamento

206 43 131
Από Mila_Burton

Camila se aferraba con fuerza al cabecero de su cama mientras su papá le halaba los pies. El pobre hombre ya no sabía que hacer y hasta había pensado en que debería haber una app que con algún tipo de luz centelleante hipnotizara a los adolescentes para que hicieran lo que se les ordenara. Seguro si alguien desarrollaba algo así, podría dominar el mundo. La joven ya había empacado sus cosas con la vista nublada por las lágrimas, pero cuando se enteró de que no podía llevarse su cama fue como si le anunciaran el apocalipsis.

—¡Pero, papá, es que no entiendes! ¿Cómo puedo dejar acá mi cama? ¡Mi camita diseñada por la mismísima Zaha Hadid! ¿A quién se le ocurre semejante sacrilegio? —chillaba la muchacha con toda la fuerza de sus pulmones.

—Cami, pero ¿a quién se le ocurre que una cama tan grande cabe en otro lugar que no sea esta habitación?

—¿Cómo así? ¿Acaso es que al sitio que vamos es muy pequeño? —preguntó desconcertada sin soltar el mueble. 

—Pues... sí, no... es decir, obviamente vamos a un lugar más pequeño que esta casa...

—¡¿Qué tan pequeño?! —interrumpió la joven aterrorizada.

—Hija, aún no conozco el sitio, pero sé que vamos a estar cómodos. Suelta ya la cama y vámonos, ya tengo todas las maletas en el carro. 

Camila se imaginó el huevo con ruedas lleno de maletas hasta en el techo y se aferró con más fuerza a su exclusiva pieza de mobiliario, o como ella le llamaba: la última porción de dignidad que le quedaba. 

—¡Suelta ya! —Los niveles de frustración que estaba alcanzando Sebastián llegarían pronto a alerta roja. 

—¡Pero se va a quedar solita acá! ¿Quién me la va a cuidar? 

—¿A quién?

—¡Pues a mi cama! Se va a llenar de polvo y perderá el destellito nacarado de la madera...

—No seas tonta, a la cama no le va a pasar nada.

—¿Pero cómo sabes? Los muebles se deterioran cuando se quedan sin el contacto humano. 

—No se va a quedar sola.

—¿Cómo que no? Si ya hasta tuve que llevar a Paolo donde Aleja para que al menos él no perdiera su estilo de vida...

—El perro escogió a tu mejor amiga, la cama no puede escoger. —Su padre le recordó que ya su Saluki había dejado muy en claro que la comodidad de la casa de Alejandra era mejor que cualquier cuchitril al que se pudieran ir a vivir Camila y su padre. 

—¡Ni me lo recuerdes! —se quejó, se aferró con más energía a la cama y lloró más fuerte.

Sebastián ya no soportaba más el comportamiento infantil de su hija, por lo que la soltó y exhaló con impaciencia. 

—Bueno, si te quieres quedar acá sin alimento, sin ropa, sin maquillaje, sin carro, sin tu perro y sin mí, pues allá tú —sentenció y salió enfurecido del cuarto de su hija.

La muchacha lloriqueó por otros cuantos segundos hasta que la rabia que la embargaba la hizo patalear sobre su colchón. Pegó un grito de frustración que habría alertado a los vecinos, si no fuera porque las casas se encontraban separadas por varios metros de distancia; y gracias a que por lo general a los vecinos no les importaba más de lo que ocurría dentro de sus cuatrocientas paredes, no hubo llamados a la policía o peor... a un exorcista.

Sin embargo el grito hizo que Camila se sintiera un poquito mejor. Se sentó al borde de la cama y acarició la suave y nacarada madera, sintiendo muchísimo más dolor del que le produjeron las palabras superficiales de Thiago. Después de todo, camas como la suya solo había una pero hombres como su ex desafortunadamente eran una plaga.

Después de unos cuantos suspiros, se dijo a sí misma que seguirse lamentando era un sin sentido. Bien decían que no se debe llorar sobre la leche derramada, y las metidas de pata de su mamá ya habían derramado hasta una vaca entera. Mejor se levantó y le dio un último beso a su cama, sin sentirse ni un poquito estúpida por aferrarse a algo material de esa manera.

Su papá la llamaba desde afuera a punta de pitazos que la sacaron de la ensoñación en la que entró al ver por última vez su sala vacía. Ya Sebastián había vendido casi todos los muebles o las cosas que tuvieran algún valor, y con eso se pagó un curso para obtener el diploma como entrenador personal. Si tenía que buscar trabajo, lo mejor sería que fuera en algo que le gustara. El resto del dinero lo guardó en un fondo para la universidad de Camila, que empezaba el otro año, por lo que temporalmente estarían más apretados que de costumbre.

«Con que tengamos comida y salud», pensó y cayó en la cuenta de que sus pensamientos cada vez se parecían más a los de la gente pobre. Lanzó un beso al aire para despedirse de su casa y cerró la puerta tras salir. 

El huevito con placa estacionó en la esquina de un conjunto cerrado de edificios, mientras Camila verificaba si la dirección era correcta. Desde que Google Maps la había hecho llegar a lugares erróneos varias veces, había aprendido que el engaño no es exclusivo de los humanos. 

—Pues en teoría la dirección está bien... —le indicó a su papá mientras él corroboraba la nomenclatura en la portería del conjunto— pero por la entrada diría que esto parece más una cárcel que un buen lugar para vivir.

—Espera llamo a Cecilia para que me confirme...

Sebastián buscó el contacto de su prima en su celular y esperó a que le contestara la llamada. Después de charlar por unos cuantos segundos, la mujer le explicó que sí estaba en el lugar correcto y que los porteros ya tenían instrucciones de dejarlo pasar con sus pertenencias, aunque debía dejar el carro en el parqueadero de visitantes. Unos minutos después, Sebastián y Camila atravesaban con sus maletas menos pesadas la entrada del conjunto, luego de recibir las indicaciones para llegar hasta el apartamento 907 del bloque tres.  

El conjunto se componía de cinco torres de diez pisos cada una. La fachada era gris y tenía señales de humedad por todos lados. Camila observó los balcones por los que se asomaban algunas plantas, mascotas y a veces, ropa extendida. Era como un mundo nuevo para ella, ya que ninguna de las personas que había conocido sacaban su ropa a secar a la vista de todo el mundo. Cuando entraron al edificio, se detuvieron frente a la oxidada puerta del ascensor y esperaron a que llegara al primer piso en completo silencio. Cuando el aparato abrió su puerta, salió como disparado un perro que ladró como si hubiera visto al demonio. 

—¡Ay, perdón! Maluma no está acostumbrado a la gente y se me perdió el bozal... —Se disculpó una señora muy mal vestida que llevaba al perro de la correa. 

—Tranquila, los perros a veces pueden ser así —dijo Sebastián con amabilidad mientras Camila se quedó paralizada en un rincón.

—¡Cállate, Maluma! ¡Perro pendejo! Mejor me lo llevo, ¡hasta luego! —se despidió la mujer y dejó solos a los recién llegados.

—Cami, se va a cerrar el ascensor —dijo Sebastián mientras sostenía la puerta para que el aparato no se cerrara—. ¿Qué pasa? Tú nunca le has tenido miedo a los perros...

—A los perros con pedigrí, querrás decir... ¿Le viste la cara de asesino a esa bestia con sarna? —dijo la joven después de entrar al aparato y que la puerta se cerrara.

Sebastián contuvo la risa mientras el ascensor pasaba por el segundo piso.

—Ay, Cami, no puedo creer que pienses que son más confiables los perros en el estrato seis...

—Pues no, pero ¿quién me garantiza a mí que acá vacunan a los perros? Si no tienen ni para tener una secadora de ropa, seguro no tienen ni para unas buenas vacunas. Es más ¿por qué tienen perros? Seguramente comen solo las sobras de...

—¡Llegamos! —exclamó el hombre cuando el aparato se detuvo en el noveno piso y la puerta se abrió. A veces su hija podía ser muy molesta, comparando estilos de vida y juzgando solo por la posición económica. ¿Pero cómo podía culparla? Su madre siempre hacía comentarios despectivos hacia la gente, y desde que la niña tenía uso de razón le había enseñado que el valor de una persona se mide por sus posesiones y su rango social.

Sebastián suspiró y esperó que esa experiencia al menos lograra darle un toque de humildad a su hija, que seguía quejándose de los perros pobres a medida que recorrían el pasillo hasta el apartamento de los Rodríguez Tovar. 

Cecilia salió a su encuentro justo cuando los recién llegados estuvieron en la puerta, y se sorprendió al notar la alegría que le daba ver a su primo y conocer a su hija.

—¡Sebas! —Lo abrazó—. ¿Encontraste fácil el apartamento?

—Sí, aunque nunca habíamos venido por estos lados...

—Me imagino. Y esta muchacha tan bonita debe ser Cami, ¿no?

—Camila. —Afirmó la muchacha con sequedad—. Mucho gusto, ¿Cecilia?

—Sí, hija, pero puedes decirme Ceci, con confianza —respondió la mujer con una amplia sonrisa y sin molestarse por el tono algo grosero que la otra había utilizado—. Pero sigan, que ya la familia los está esperando. 

Sebastián sintió una calidez en el pecho al escuchar la palabra «familia». Desde que se había casado con Fabiana, había perdido todo contacto con sus familiares y a veces eso podía ser bastante solitario. 

Los tres entraron al apartamento y casi llenan la sala. Camila giró su cabeza a la izquierda y la derecha y le pareció estar parada en la habitación de un hotel barato —aunque solo podía guiarse por lo que había visto en películas—. Sin embargo y a pesar de lo pequeño, el ambiente era acogedor, los muebles eran coloridos y tenían algunas manchas pero todo estaba bien organizado y había un olor muy agradable en el ambiente. 

Un hombre que se encontraba sentado en el pequeño sofá se puso de pie y dejó ver la mejor de sus sonrisas.

—Les presento a mi esposo, Ricardo. Lina y Luna fueron a pasear a Timoty Omelet.

Camila hizo un gorjeo al tratar de evitar reír. «¿Omelet?»

—Mucho gusto, soy Sebastián y ella es Camila. Muchísimas gracias por recibirnos en su apartamento, estamos encantados de estar aquí— afirmó Sebastián.

«Habla por ti», pensó su hija, pero sonrió cortésmente. 

—Encantado de conocerlos, aunque me gustaría haberlos conocido antes, y tener una casa más grande para hospedarlos... pero bueno, así sentiremos más el "calor de hogar" —dijo Ricardo y soltó una carcajada. Sebastián y Cecilia rieron con él. 

Todos se sentaron en la sala y los adultos empezaron a hablar de cómo se acomodarían, cómo eran los horarios de todos y otros detalles sobre la convivencia a los que Camila no estaba poniendo mucho cuidado, pues un hombre panzón subido en una bicicleta estática había acaparado toda su atención.

—Ah, es el vecino de al frente que tiene plata para irse de rumba pero no para unas cortinas... —dijo Cecilia cuando notó que Camila miraba al hombre con una expresión de desagrado pero total curiosidad.

—¿Nadie le habrá dicho que lo pueden ver por la ventana? —preguntó Camila sorprendida.

—Estoy segura de que lo sabe pero le encanta deleitarnos con su barriga peluda todos los días sobre esa bicicleta. 

—Que igual y está dañada porque la panza sigue igual —rio Ricardo.

—¡Timoty! —Se escuchó un grito desde afuera del apartamento. 

Una joven delgada y vestida como para ir a una fiesta entró y olvidó saludar.

—Ah, la boba de Lina soltó al perro y salió corriendo —dijo la muchacha.

—Ese Timoty es un cansón —afirmó Cecilia—. Hija, mira, te presento al primo Sebastián y a su hija, quien será tu nueva compañera de cuarto.

Camila casi sufre un infarto al escuchar que no tendría un cuarto solo para ella, pero trató de disimular su molestia y le dio la mano a la joven.

—Mucho gusto, prima. Soy Luna, ¡encantada de tenerlos acá! —dijo con excesivo entusiasmo que a Camila le pareció fingido. 

—Mucho gusto.

—Lu, ayúdale a Cami... perdón, Camila a llevar sus cosas a tu habitación y se van acomodando. 

Las jovencitas dieron tres pasos por un pequeño y angosto pasillo y se encontraron con tres puertas cerradas. Luna abrió la que se encontraba a la izquierda y tomó de la mano a Camila para que entraran. 

—Bienvenida a nuestro cuarto. Este era de Lina, yo dormía en el otro pero ahora vamos a dormir las tres acá ¡va a ser como una pijamada todos los días!

La pequeñísima habitación tenía un camarote, una mesita de noche, repisas en las paredes, afiches de Karol G y de unos personajes asiáticos que Camila no reconoció, y un pequeño armario empotrado en la pared. 

Camila casi se desmaya al saber que no solo no tendría su propia habitación sino que tenía que compartirla con otras dos adolescentes con quién sabe qué mañas. ¿Dónde metería su ropa? ¿Sus cosas? De hecho ¿dónde se metería ella? En esa habitación no había ni lugar a dudas. Es que los baños de su casa eran más grandes, ¡por Dios! Por cierto...

—¿Cuántos baños hay aquí? —preguntó Camila con miedo al pensar que tal vez podría acostumbrarse a compartir el cubículo que llamaban cuarto, pero jamás podría compartir el baño con alguien. 

—Solo uno —respondió Luna y la visión de Camila empezó a nublarse, todo se puso negro, sintió un mareo y trató de acordarse de algún mal que hubiera hecho en su vida para estar pagando de esa manera. 

Hola!!!! Qué te pareció el capítulo? Espero que te haya gustado. 

Esta semana salieron los resultados de los que pasan a la siguiente etapa del ONC y esta historia sigue en concurso!!! Así que estoy super emocionada :)

Gracias por leer, votar y comentar <3

Συνέχεια Ανάγνωσης

Θα σας αρέσει επίσης

834K 50.4K 42
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
14.4K 776 34
"En algún lugar de un libro, hay una frase esperándonos para darle sentido a la existencia..." -Cervantes En esta sección encontrarás frases de libro...
265K 13.7K 61
Zarah era una sonrisa honesta. Aris nunca sonreía. Zarah era de colores. Aris era blanco y negro. Zarah nunca pensó que conocería a alguien como...
4.6K 460 22
Festejo mi primer K de seguidores con este concurso. Resulta muy sencillo: el límite máximo es de 20 palabras. ¡Animaos!