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By is-disastrous

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๐ข๐ง๐ญ๐ซ๐จ๐๐ฎ๐œ๐ญ๐ข๐จ๐ง
vol 4 โ”€โ”€ ๐๐‘๐„๐’๐„๐๐“ ๐ˆ๐’ ๐‚๐”๐‘๐’๐„๐ƒ
o. born under a bad sign
i. bright hope
ii. gather up the killers
iii. no quarter
iv. where we belong
v. midnight whisperings
vi. i hear you knocking
vii. nest of cobras
viii. voodoo in my blood
x. all gods of agony feast on tragedy
xi. lullaby of the darkness
xii. queen death
xiii. a spirit here that won't be broken
xiv. the feast of all sinners
๐š๐ฎ๐ญ๐ก๐จ๐ซ'๐ฌ ๐ง๐จ๐ญ๐ž
Extra. โ€• while you were sleeping

ix. smoke and mirrors

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By is-disastrous

capítulo nueve: humo y espejos


El silencio de la casa la abrumaba; había aprendido a desconfiar de él. Por lo que apresuró en hacer todo el movimiento posible para que este no la consumiera. Dentro del dormitorio se encontró terminando de acomodar las pertenencias de sus padres que Hayley y ella habían decidido quedarse, no eran muchas, en su mayoría eran fotos y uno que otro peluche infantil que les traían pequeños destellos a su imaginación sobre su acortada vida con ellos. Sin embargo, la joven se detuvo tan pronto como un libro pequeño de cubierta de cuero madera oscura encontró al fondo de la caja.

Una vez en sus manos lo abrió con suma curiosidad; Hayley no le había hablado sobre aquel libro pero supuso que se trataba de otro álbum con más fotografías. La sorpresa fue cuando descubrió en la primera hoja amarillenta de aquel pequeño libro que se trataba de un diario perteneciente a su fallecida madre biológica, Alice Labonair-Morganson.

Su quijada cayó, pasó el dedo índice dibujando aquellas letras corroídas por el tiempo y la humedad plasmadas sobre la hoja. De todas las cosas que podía imaginar, un diario escrito por su madre, no era una de ellas. La joven dejó caer su cuerpo sobre el borde de la cama cuando pasó a la primera página de los escritos, sus ojos siguieron la primera línea de lectura.

Febrero. 21, 1991

Ahogó un sollozo en sorpresa posando la mano derecha sobre su boca. Aquella primera entrada estaba fechada meses antes del nacimiento de las gemelas.

         ―Los Crescents están nerviosos, la población de vampiros empezó a aumentar con gran notoriedad. Benjamín y yo intentamos entablar lazos con su cabecilla, Marcel Gerard. Queríamos que entendiera que Nueva Orleans es de todos, y que podíamos convivir entre especies. Marcel aceptó nuestra propuesta, sin embargo, los lobos están todavía en contra de la idea de convivir con los vampiros. Somos enemigos naturales, ¿seremos capaces de coexistir y encontrar la paz?

En sus ojos vidriosos solo había ternura y tristeza cuando la primera lagrima cayó formando un círculo oscureciendo esa sección de la hoja. Sintió como su garganta se retorció y como el nudo que se había formado con rapidez amenazaba con ascender. 

Alexandra mordía el interior de su boca para cuando pasó los ojos sobre la última oración. Recuerdos de un pasado no tan distante comenzaron a rellenar su mente; de como ella alguna vez, en conjunto a Marcel y Jackson, intentaron lo mismo. Coexistir con sus enemigos. Y aún lo intentaban, a pesar de que la alianza en la que se hallaban en ese momento era a cambio de demandas entre los líderes, de alguna manera lo habían consolidado, aunque habían alguna que otra queja por parte de los lobos. En ese momento se sintió tan cercana a sus padres, pues habían pasado por las mismas retadoras circunstancias.

Pasó a otra entrada que destacaba una fecha esencial que hizo que su boca se resecase en el proceso de lectura.

Junio. 6, 1991.

         Son hermosas. Las niñas más hermosas que he podido imaginar en mi vida están dormidas junto a mi en este momento, pero debía escribir sobre esto, quería plasmar lo real que ahora todo se siente. Llegaron a nuestras vidas en un momento en que la manada necesitaba buena fortuna, y mamá siempre a dicho que los niños traen buenos presagios, espero que sea así. Mi dulce Andrèa, que el sol sea tu guía durante sus brillantes días y mi valiente Alexandría, que la luna siempre ilumine tu camino en las largas noches.

Lágrimas caían por sus mejillas sin detenerse. Ante las palabras ofrecidas en su nombre pensó en las que durante las noches de angustia y pesadillas Mariane Deveraux solía repetirle: Mientras la luna te alumbre, los monstruos que yacen en la oscuridad se mantendrán alejados. Habían pasado años desde la última vez que pensó en la mujer que la había criado, desde el nacimiento de Morgan si llegaba a recordar bien; Alexandría rememoraba el temor que tuvo al saberse con un bebé, su propio hijo. Eso nunca lo imaginó, todo lo contrario, cuando solía darle una mirada a su provenir solo veía un futuro oscuro e incierto. Pero cuando vio el pequeño rostro de la persona que había habitado en ella durante nueve meses, en ese momento entendió que la luz arribaba a ella.

Morgan se había convertido en su luna, apartando todos los demonios de los que su mente estaba plagada.

Pasó varias páginas, las entradas se saltaban entre días y semanas, pero una entrada con una fecha en particular que databa días después de su nacimiento, sin embargo, fue su contenido el que capturo su atención.

Julio. 6, 1991

          Casi un mes a pasado desde la masacre en el Bayou, aunque Benjamin y la actual Regente lo dieron a conocer como 'incidente' esta lejos de ser así. Esa noche un diluvio de sangre cubrió cielo y tierra, pero así como vino en minutos, se fue de igual manera. Benjamin tuvo miedo de que se supiese la verdad y que afectase a Alexandría en un futuro, por lo que le pedí a Ysabelle que tuviese una visión, y fue así como el presagio de que mi hija estaba destinada a repetir la vida de su antecesor; que su futuro incierto estaría plagado de oscuros augurios cayó sobre mi. Por eso le pedí a la única persona en quien confió que dividiese su poder, la vinculase a otro ser viviente, así su poder no se manifestaría erráticamente.

Alexandra tragó grueso pero en su mente no había más que confusión y sorpresa. La vinculación de los alfas, pensó. Esa fue la primera prueba de que Alexandra y Jackson estaban vinculados por un antiguo ritual de magia representacional; el cual prometía el corazón, cuerpo y alma de estos; haciendo uno el reflejo del otro. Mary le había dicho que esto solo se hacía cuando los alfas estaban realmente comprometidos el uno con el otro, y estaban dispuestos a recibir los daños de su contraparte. Ahora comenzaba a entender, Jackson había sido el recipiente de su poder durante muchos años, y ahora él ya no estaba.

El poder comenzaba a desbordarse.

No obstante, la mente de Alexandra quedó enredada en un nombre en particular «Ysabelle», la pregunta de quien era esa persona se sumó a las muchas otras que la joven loba tenía, pero nadie estaría para responderlas, pues los involucrados ya no se encontraban en el plano de los mortales y los que les sobrevivían, carecían de las respuestas correctas.

La vibración de su celular la interrumpió de seguir divagando entre sus pensamientos; al tomarlo observó el nombre del remitente de aquel mensaje corto pero conciso.

Necesito que vengas.
Layna.




━━━━━━━━




Recorrió la quietud de la casa habitación por habitación en búsqueda de las niñas. Después de la intromisión de Dominic y sus brujos la noche anterior, Hayley aún sentía en el aire los restos del aura y aroma a muerte. La fría sensación que cubría a la instalaciones del complejo le traían los pelos de punta, estar en aquel lugar le abrumaba en demasía.

―¿Hope? ―llamó, asomando la cabeza por la puerta de la habitación principal; recordaba haberlas visto jugando a los pies de la cama antes de que ella bajase para prepararles algo de desayunar. La habitación principal estaba semi oscura, con apenas una rendija de las cortinas abierta y todos los veladores encendidos, pero sin rastro de las niñas.

Se dirigió hacia las escaleras, bajando los peldaños de a dos y prácticamente saltando en el último; en la mesa del patio se percató de que se hallaba la caja que habían decidido quedarse y que Alexandra, más temprano, había dejado antes de salir en un asunto que marcó como importante. Se acercó dispuesta a recogerla y guardarla finalmente, pero tan pronto como colocó sus manos alrededor del cartón, sintió un estremecimiento que recorrió la espalda, haciéndola temblar.

―Estaba jugando con ellas. ―Hayley dio un respingo, girando sobre sus talones y llevándose una mano al pecho. Morgan estaba detrás de ella, su camiseta de rallas rojas tenue y blanquecinas hacían conjunto con su short de jean, en su mano izquierda sujetaba una varilla de madera que seguramente había encontrado en el suelo.

―Me asustaste, cariño. ―jadeó sonriéndole y colocándose a su altura ―¿Hablas de Hope, dónde está? ―preguntó, pasándole una mano por el cabello.

―No, ellas ―respondió Morgan, mirando por encima de su hombro ―. Me dijeron que habían pasado una noche lejos de casa; así que por eso decidí invitarlas y jugar con ellas. ―los ojos de Hayley vagaron de un lado al otro, mientras la tomaba en brazos.

―¿Dónde está Hope? ―cuestionó y Morgan rápidamente señaló el vestíbulo que conducía al balcón interno. La acomodó mejor contra su cadera y luego procedió a ir hacia el vestíbulo. Allí, había una pequeña mesita que Freya había hechizado y que contenía la pieza de la mandíbula que Hayley había conseguido de sus padres; para mayor protección, estaba dentro de un círculo de sal que impedía que cualquier se mágico pudiese extraerla .Su hija estaba allí, dando vueltas alrededor de la mesa, ladeando de un lado al otro la cabeza.

Pero eso no la alarmó.

La mandíbula que se movía dentro del círculo, cómo si quisiese salirse, eso sí le puso los pelos de punta.

―Hope. ―llamó, acercándose hacia ella ―¿Qué está pasando? 

Morgan se había removido entre sus brazos, forzando a la híbrida a ponerla en el suelo; tan pronto sus pies tocaron el piso, ella rápidamente se acercó a su hermana, aferrándose al borde de la mesa y observando la pieza ósea moverse con fascinación.

―¿Puedes oírlas? ―preguntó Hope. Hayley sólo oía silencio. Aunque no negaba que había algo en el aire que la inquietaba.

―¿Qué está pasando? ―cuestionó Klaus ingresando al pequeño vestíbulo también.

―Vengan aquí. ― indicó Hayley, tomando a las niñas de la mano y alejándolos de la mesa ―¿Qué escucharon? 

―Voces. ―respondió Hope.

―Deberías escucharlas, ―murmuró Morgan, mirando la mesa ―estamos conectadas a ellas.

―Sí ese fósil dice mentiras, con gusto lo lanzaré al rio. ―advirtió Klaus, acercándose.

―No ―determinó Hope con firmeza ―. No el hueso. Las brujas; los Ancestros ―levantó la cabeza, mirando el techo ―. Tienen un mensaje, un aviso.

―Es para mami. ―anunció Morgan, sentándose a los pies de la mesa y sacando de su bolsillo el soldadito de plomo para jugar con él.

Hayley y Klaus compartieron una mirada cargada de angustia absoluta. Por instinto, tomó con más fuerza la mano que sostenía de Hope.

―¿Qué aviso? ―cuestionó, arrodillándose frente a Hope y tomándola por ambas manos ―¿Qué les han dicho?

―Quieren que vaya a la iglesia St. Anne ―respondió frunciendo el ceño y ladeando la cabeza ― . Quieren que se reúna con ellos, hacer lo que ellos dicen e ir ahora.

―Mami debería ir ―exclamó Morgan ―. Debería antes de que el Hollow venga.




━━━━━━━━




La Catedral de St. Louis se alzaba frente a ella para cuando se vio subiendo por las escaleras que llevaban al ático; era una iglesia que había sido abandonada hacia algunos años y que el altillo de la misma había sido utilizado por Freya Mikaelson anteriormente como sitio personal. Cuando llegó a la parte de arriba se encontró con la mesa de trabajo más no había señal de Layna lo cual le extrañó, pues su amiga se la pasaba más en aquel lugar que cualquier otro, más su mente se concentró fue en la cuerda en la cual colgaban diferentes hojas con escritos y dibujos de símbolos. Eran partes de un grimorio. Alexandra se acercó lo suficiente para detallarlas pero fue espantada por el hecho de que desde una de las ventanas escuchó el graznido que pertenecía a un cuervo.

Colocó su mano en el pecho debido al susto.

―Para las brujas esas aves son símbolo de peste y calamidad ―habló una voz a su espalda. Alexandra se volteó con rapidez encontrándose con una persona que no esperaba volver a ver en un largo tiempo ―. Yo las veo como mis pequeñas mensajeras.

―Maxim... ―arrastró. El brujo que había pasado días buscando hasta por debajo de las piedras había salido de la nada así como desparecía; lo que la llevó a pensar en las palabras de Nathaniel; Maxim Dumont era como un fantasma.

―Lexi ―saludó adentrándose por completo al lugar sondeándolo. Su mirada cayó sobre el tótem que Freya había armado hacía unos días para descubrir las razones de porque el Hollow quería muertos a Klaus y Marcel. Maxim lo removió mientras Alexandra ya se encontraba de nuevo en la entrada del lugar, estaba cautelosa del brujo ―. Oí que has tenido unos días de infierno.

Hizo una mueca. ―He tenido mejores. ―soltó con sarcasmo a lo que él sonrió, ella lo observaba atenta ―¿Qué haces aquí, Maxim? ¿Dónde está Layna?

Alexandra miró a su alrededor, si la situación no se desenvolvía favorablemente, pelear ahí no era una opción adecuada.

―¿Mi hermanita? Ella está bien, tranquila ―suspiró cuando volteó a verla para observar como la ansiedad le cubría ―. No te preocupes, Lex. No vengo como el enemigo, ―negó con una sonrisa tratando de tranquilizarla, más solo la ponía más nerviosa ―de hecho, si lo ves como yo, solo he sido de ayuda para ti.

―Y te he devuelto tu voluntariosa ayuda ―respondió, Maxim asintió con la sonrisa aún dibujada en el rostro ―. Ahora, solo quiero respuestas, no pido mucho más.

―¿A cambio de qué? ―cuestionó con cierta burla ―. Ya tengo el grimorio de Arthemisa Morganson y el diario de Ansel. Por supuesto, ninguno de los dos me sirvió de algo. Bueno... ―ladeó la cabeza ―. Arthemisa me enseñó un par de trucos.

―¿Qué buscas, Maxim? ―interrogó finalmente. Alexandra jamás lo había cuestionado de las razones de porque él quería aquellos libros en especifico, pues ella había sido poseyente de ambos, y no había nada en particular que saltase a sus ojos ―¿Qué quieres en realidad?

El brujo suspiró cuando terminó de empujar hacia atrás el arco que formaba parte del tótem. ―Mis padres murieron cuando tenía cinco años, ―comenzó mientras le daba la espalda observando algunos objetos desperdigados sobre la mesa ―ambos fueron asesinados por un sirviente del Hollow ―confesó calmadamente. Cada fibra en el cuerpo de Alexandra se tensó ―. Cuando tenía once, los Ancianos del Aquelarre Francés llegaron a su veredicto en contra de los sobrevivientes de la familia Dumont. Sus hijos y los descendientes de estos, serían descomulgados y repudiados por las brujas de Nueva Orleans, ya sabes como es ―le dio una corta mirada a lo que la loba bajó su vista, recordaba más que bien esa parte de su vida ―. En ese entonces no entendía porque era culpa de las victimas haber sido asesinados, años después, la abuela Felicia me contó la verdad ―se volteó a verla ―. Mis padres eran adoradores de este ser que aclamaban como maligno, y en el momento de sus muertes, el Regente de los Nueve Aquelarres, William Dumont era el Sacerdotista del Hollow.

Alexandra tragó grueso cuando la entrada del diario de su madre le ocupó la mente. La palabra 'masacre' se instaló en el centro de sus pensamientos. Maxim se acercó hasta la ventana en donde aún reposaba el cuervo a la espera de una orden por su amo.

―¿Por qué... por qué no dijiste nada antes? ―preguntó entre titubeos. El brujo Dumont tenía el cuervo colgando en su antebrazo mientras acariciaba su cabeza con delicadeza ―. Pudimos hacer algo. Layna, tu y yo... ¿Esto lo sabe ella?

―Dicen que cuando un cuervo ve a una persona, nunca olvida su rostro ―la miró ―. Durante mucho tiempo aborrecí a mis padres, a este ente maligno al cual servían; pero sobre todas las cosas concentré mi odio hacia el Aquelarre ―explicó dejando el cuervo nuevamente sobre el borde de la ventana ―. La historia de las brujas no ha cambiado desde su inicio, seres absortos de sus ideales, con el deseo de obtener más poder de que se les confiere ―Maxim se sentó a un costado del ave ―. Debes recordarlo bien, después de todo, te iban a asesinar en orden de que su poder se mantuviese. Su estatus ―negó con burla ―. Me alegré mucho cuando supe que huiste.

Alexandra no tuvo que preguntarle como se había enterado, después de todo, Maxim Dumont siempre había sido una persona con el conocimiento adecuado en el momento indicado.

―Lo que hice fue retrasar lo inevitable. ―soltó con desganó. Aún así las brujas no se detuvieron, años después hubo cuatro chicas que ocuparon el lugar de las que lograron salvarse gracias a ella esa vez.

―Es por eso que hay que detenerlas, este circulo vicioso de poder debe romperse. ―aseguró con un ímpetu. El ave que se encontraba a su lado emprendió su vuelo tan pronto las palabras de Maxim fueron pronunciadas, todo instinto dentro de la loba se alarmó.

―¿Es por eso que apostaste por... Tristan de Martel? ―interrogó espetando el nombre con odio y repudio absoluto. Alexandra no había vuelto a pensar en el Conde de Martel desde hacía años ya, pero últimamente, con lo ocurrido con el Hollow; ese nombre se hacía cada vez más presente en su mente ―¿Él te prometió que erradicaría a las brujas por ti?

Una carcajada oscura y vacía se escuchó desde el fondo de la garganta de Maxim. Alexandra sintió una disconformidad parecida a la que había tenido cuando conoció a Dominic, aquella sensación de que no había nada en ellos.

―Tristan de Martel ―saboreó el nombre entre sus labios, luego de una mueca continuó ―. Él fue un medio para un fin ―suspiró ―. Me lo encontré en el sur de Francia, cuando buscaba información sobre una maldición que estaba escrita en el grimorio de mi padre; la Maldición del Hougarou. Él rápidamente se interesó sobre la historia y su posible desarrollo: se trataba de un arma que jamás debió existir, y que la naturaleza negó desde su creación ―se relamió los labios. Eran las mismas palabras que había declarado Lucien  Castle en su última conversación ―. Por supuesto, cuando años más tarde le entregué a Aya Al-Rashid esos documentos que hablaba sobre las dos variantes no calculables en Nueva Orleans, y que posiblemente una podía tratarse de este ser mítico que buscábamos, el Conde se vio bastante complacido con mi trabajo ―del bolsillo de su gabardina oscura sacó una sola hoja doblada y arrugada. Alexandra, con cautela, la tomó ―. Claro, a pesar de que mis informantes decían como te veías en tu forma lobuna, jamás pensé que de todas las personas que había en el mundo, serías tú, la amiga de mi hermanita, quien tuviera esas características.

Alexandra, con el ceño fruncido, bajó la mirada después de desdoblar el papel para ver las primeras líneas escritas en la hoja:

«Alexandra Labonair, nacida bajo el nombre de Alexandría Henriette Labonair Morganson.»

Miró a Maxim nuevamente. ―Oh, continua. La mejor parte está al final de la hoja.

Su ojos viajaron directamente hasta ahí.

«Posee la 'Escencia' poder pasado desde su antepasado, Andorra. Lo que la hace la primera licántropo con genes brujiles capaz de conservar ambos. Su pelaje blanquecino en su metamorfosis lobuna resalta entre los demás, pero lo singular son su ojos, mientras los demás licántropos presentan sus ojos ámbar con vetas en dorados sin importar la jerarquía, los de la reina Crescent son de una tonalidad azulada. La razón es desconocida.»

Alexandra mordió su labio inferior cuando terminó de leer, ahora entendía aún más que el Conde supiese tantas cosas de ella. Maxim Dumont había sido el espía entre sus conocidos. El hombre con las respuestas que ella buscaba tan desesperadamente.

Homo Lupus Strega ―pronunció después de un silencio finito. Alexandra despegó la vista de la hoja en sus manos ―. Es el nombre con el que se le conoce a las personas que han presentado un caso similar al tuyo. Por supuesto, ninguna logró desarrollarse de todo, pues las reglas de la naturaleza son básicas, por un poder pierdes el otro ―se colocó de pie ―. Pero tú fuiste la excepción, todo gracias al linaje donde provienes.

Ante las palabras recordó las que Josephine LaRue una vez le entregó, aquellas que no entendió y que quizás jamás comprendería, pues antes de que la Regente le pudiese contar otra cosa, pereció bajo la mano de Dahlia. Sin embargo, seguía sin deducir que tenía que ver, en particular, ella con el Hollow y aquel ser místico que le sucedía. La cantidad de información era abrumante para que fuese dada de aquella manera, sin respiros de por medio.

―No, no entiendo... ―resopló ―¿Por qué le dijiste a Tristan que creías que yo era ese ser mítico: «La Bête»? ―interrogó lo que había analizado de las palabras que recordaba del antiguo vampiro, pues si algo le había resaltado, era el hecho de que el signo distintivo en ese ser apodado como «bestia» era el azul en sus ojos. Alexandra era la única licántropo viviente que los había presentado hasta ese momento.

―Oh, yo no le dije eso ―negó con firmeza mientras fijaba sus ojos en lo que se podía ver de la ciudad por el desgastado y sucio vidrio ―. Solo le di pistas sobre lo que conocía, él armo sus propias suposiciones.

Alexandra arrugó el papel en su mano cuando la mano que lo sostenía se formó en un puño. ―Jackson murió por culpa de las suposiciones que implantaste, Maxim. ―espetó entre dientes.

Maxim la miró luego de que rodase los ojos.

―No puedo controlar lo que los demás crean, Lexi ―respondió restándole importancia ―. Al fin y al cabo, todos somos arquitectos de nuestra propia destrucción ―Alexandra dio un paso al frente cuando vio al brujo alzar ambas manos, la joven se detuvo lo suficiente como para que lobo dentro de ella no terminará por salir. El enojo de repente burbujeaba, y había un susurro en su mente que le repetía una palabra: mátalo ―. Hey, no te descuides, tienes esa mirada asesina y así es como lo invitas a entrar.

Pronto la confusión la cubrió, y se notó en sus ojos. Maxim se relamió los labios.

―Se que estas infectada por el Hollow ―señaló la pulsera de cuencas que colgaba alrededor de su muñeca, la cual Freya le había encantado para que el Hollow no se metiese en su mente ―. Y como bien sabrás, se alimenta de pensamientos negativos y deseos oscuros suprimidos. Así que con esa sed de sangre, solo lograrás atraerlo más. ―explicó.

―En realidad sabes mucho sobre este ser... ―afirmó para cuando se detuvo y ladeó su cabeza ―¿Eres un Seguidor, no es así? 

Maxim sonrió ante el hecho de que dedujese aquello por la historia contada, tenía que aceptar que Alexandra era una persona con una mente afilada, sacando lo importante de lo que le decían y haciendo las preguntas adecuadas. Ella realmente no dejaba de sorprenderle con el paso del tiempo.

―En realidad prefieren ir por el nombre de Acólitos, pero si, me infiltre entre su grupo ―resopló cuando se colocó de pie sacudiendo su gabardina oscura ―. Después de todo, cuando logré confirmar de que el Hougarou en realidad era el Hollow, pues no podía esperar a unirme a las personas que buscaba traerlo de regreso.

Alexandra tensó la mandíbula, ahora entendía muchas de las acciones que Maxim Dumont había cometido a lo largo de los años, el repentino interés en ayudarla, era una simple pantomima. Él tenía su propia agenda, una que parecía afectar a todos los demás. Las palabras de Vincent le llegaron claramente a su mente: El Hollow promete cosas que solo un milagro puede cumplir.

―¿Y qué fue lo que te prometió? ¿Eliminar a las brujas? ¿Erradicar a los Ancestros de una vez por todas? ―atacó rápidamente ―. Nunca lo cumplirá, solo te esta usando para su propio beneficio. ―Maxim sospesó las siguientes palabras a decir.

Sin embargo se vio interrumpido cuando el bolsillo zúmbate de la chaqueta de Alexandra no dejaba espacio para que la conversación continuase. La loba, con pesar, sacó el celular hallándose con el mensaje de emergencia de Hayley que sugería de que fuese a la Iglesia St. Anne, pues los Ancestros estaban nuevamente conectados al plano viviente y demandaban su presencia.

La impresión no tuvo cabida ante la noticia.

―Creo que la fábula tendrá que finalizar en otra ocasión. ―para cuando Alexandra alzó la mirada, el joven Dumont se hallaba con un cuervo sobre su antebrazo nuevamente. No tuvo ni que preguntar que le había dicho el ave, pues Maxim siempre estaba una cabeza adelante de todos.




━━━━━━━━




Como resultaba cada vez más habitual por esos días, tomar una decisión era una situación cada vez más complicada y que requería una minuciosa revisión de los detalles hasta el más mínimo para finalmente convencerse de que era o no lo correcto. Todos caminaban en una delicada línea en medio de un vacío abismal de desinformación; en tiempos pasados, los Ancestros querían muerta a Hope mucho antes de su nacimiento siquiera, y ahora la usaban como mensajera personal, lo que probablemente indicaba que también ellos estarían desesperados por acabar con el Hollow.

Klaus había estacionado el auto frente a las escalinatas de la iglesia. El motor aun rugía. Todo en aquella ciudad parecía remontarse a la vieja y maldita iglesia de St. Anne, el lugar que más aborrecía.

A pesar de que no deseaba entablar una conversación con los seres que probablemente lo matarían una vez cruzase las puertas, si quería respuestas; y aún tenía entre sus labios las palabras que le había dicho a Elijah aquella mañana cuando este salió en búsqueda de una parte de los restos del Hollow, Alaric Saltzman, un antiguo enemigo y quien ahora dirigía una escuela para jóvenes super dotados ―seres sobrenaturales― se había ofrecido de llevarles. Niklaus le había hablado de construir puentes en forma de alianza en lugar de quemarlos tan pronto como podían, pues para ese momento, necesitaban más amigos que enemigos.

Salió del auto dirigiéndose hacia las escalinatas. Los años habían transcurrido también para el edificio, que había vuelto a recuperar su esencia inicial; Marcel había desmantelado el gimnasio y la había reformado para convertirla nuevamente en la iglesia del padre Kieran que alguna vez fue.

―¿Klaus? ―interrogó la voz de Alexandra a sus espaldas tan pronto el híbrido finalizó de pisar el último escalón. La lluvia tenue que caía sobre ellos había humedecido el cabello de la castaña dejándolo ver más oscuro de lo que realmente era, lo que le hizo pensar que había venido caminando ―. Hayley me escribió dijo algo de los Ancestros, ¿es cierto lo que hizo Elijah?

El híbrido bajó la mirada por un momento, su hermano realmente se estaba encargando de la situación, sin embargo, lo estaba haciendo de la misma forma que él lo haría y no de la forma en que el diplomático de los Mikaelson lo haría. Niklaus realmente no apreciaba la ironía en aquel momento.

En un silencio, confirmó la cuestionante de la chica. Alexandra resopló, y palabras demás no hicieron falta para cuando ambos se sumergieron dentro del sitio.

―Cuanto silencio. ―comentó Alexandra una vez que ingresaron. Todo estaba a oscuras a excepción de las ventanas; los vitrales le daban tonalidades rojizas y proyectaban sombras sin forma en el suelo.

―No descartemos la posibilidad de que sea un trampa, ¿de acuerdo? ―interpeló mientras miraba a su alrededor ―. Las brujas de Nueva Orleans han odiado a mi familia por siglos.

―Bueno, si de algo estoy segura, los brujos protegen a los suyos y más si tienen un poder superior ―murmuró Alexandra mientras caminaban por el estrecho camino que se formaba entre las hileras de bancas; cada paso significaba desbloquear viejos recuerdos y no era capaz de mirar hacia el altar sin poder revivir el día del nacimiento de Hope, aún podía ver el cuerpo de su hermana sobre la sacristía ―. Y para nuestra desgracia, eso incluye a las niñas, son su legado, y por eso estamos aquí. 

Los Ancestros habían mostrado tantas facetas, que ya no tenía ni la más mínima idea de que creer al respecto.

―Ellas son muy diferentes a una adivinadora del Barrio Francés ― debatió Klaus ―. Pero ahora que hablamos de ellas: sería mejor recordarles a estas almas olvidadas que mis hijas son menores y que la próxima vez que quieran hablarles, primero deberán pedir mi permiso. 

―Será divertido cuando empiecen a salir con chicos. ―Alexandra rodó los ojos, riendo.

―Oh, no para nada; seré un perfecto caballero y si sus pretendientes no cumplen con mis expectativas, los confinaré al sacerdocio ―aseguró a lo que la joven negó. No porque no creyese que el híbrido no fuese capaz, ya que lo creía muy capaz ―. Oh, aquí vamos, ―comentó volviéndose hacia el altar; por una de las puertas habían salido un grupo de brujas que se detuvieron junto al altar ―. Chicas de la Cosecha, presumo. Supongo que vendrán a hablar en nombre de los Ancestros.

―Sí es que vienen en paz. ―replicó una de las jóvenes.

―Eso depende de ustedes, ¿no es cierto? ―expuso Klaus.

―No queremos pelear ―insistió la primera bruja ubicada a la derecha ―. Sólo negociar. 

―Pero tú hermano nos mató a las cuatro ―añadió una segunda, bajando los peldaños hasta la primera hilera de bancas. Alexandra se congeló un momento rememorando el día en que Davina fue sacrificada en nombre de aquel acto de obtención de más poder y en el cual ella, años antes, también se vio amenazada ―. Así que olvídense de ser amigos.

―Consideren nuestros intentos de amistad nulos ―Klaus les sonrió con sorna ―. Ahora, ¿dónde están los Ancestros?

Las brujas regresaron por dónde habían salido y en pocos minutos trajeron una pequeña mesa con hierbas y cuencos de cobre. En el suelo habían trazado un círculo blanco y apostado candelabros con velas encendidas alrededor de ambos.

―Necesito un poco de tu sangre. ―anunció una de las brujas extendiendo un cuenco.

―Qué raro, no dijiste por favor. ―comentó con sarcasmo Klaus sentado en las escaleras que conducían a la sacristía.

―Sí quieren respuestas, necesitamos llevarlos con los Ancestros. Pero ya que no eres un brujo-

―Romperemos un poco las reglas. ―interrumpió Alexandra finalizando casi como un murmuro, sin embargo, frunció el ceño ―¿Cómo es que yo no tengo que hacerlo? Soy una bruja, pero no estoy anclada a esta tierra, por eso mi poder es errático.

―Eres una bruja nacida en suelo de Nueva Orleans, eso te hace posible hablar con los Ancestros ―explicó la misma chica a lo que Klaus seguía mirando todo con cautela ―. Sin embargo, él entrara con una fisura, esta unido por sangre a dos brujas; usaremos el lazo de sus hijas para conectarlo y presentarlo con los muertos.

Alexandra miró a Klaus y luego él de mala gana procedió a morderse la almohadilla de la palma; la sangre brotó de la herida rápidamente mientras ella apretaba sus dedos alrededor de la zona para que saliese aun más cayendo así en el cuenco que le ofrecían.

―¿Por qué tengo el presentimiento de que no nos han dicho todo? ―interrogó, acercándose a las brujas para entregarles el cuenco finalmente.

―Sólo una cosa, ―anunció otra bruja mientras todas se tomaban de las manos, ocupando la mitad del semi círculo ―esto dolerá un poco.

Tan pronto comenzaron a recitar el hechizo, Alexandra sintió un calor que le recorría los huesos como si estuviesen prendiéndola fuego por dentro. Gritó con agonía mientras caía de rodillas sin saber exactamente que parte su cuerpo dolía más; únicamente sabía que era agónico. Cerró los ojos un instante, apretando los dientes y al otro las brujas habían desaparecido al igual que el dolor. De hecho, todo a su alrededor lucía diferente, más apagado que antes e incluso más frío.

Lo sintió como un deja vú.

―¿Ahora sí puedo enojarme? ―cuestionó Klaus molesto mientras se ponía de pie.

―Tal vez después; ahora sólo concentrémonos en encontrar respuestas. 

―¿Y deambularemos en éste purgatorio? ―Klaus se aproximó tendiéndole ambas manos y ayudándola a pararse ―¿Rodeados de almas en pena? ―a sus espaldas, sus cuerpos originales seguían tendidos en el suelo; el hechizo había separado sus almas y ese había sido el dolor que habían experimentado.

―Las respuestas serán nuestra recompensa.

En el Purgatorio hacía frío y todo estaba bañado por una suave luz azul; por los vitrales se veían sombras oscuras que se movían desde el exterior y voces que susurraban; eran las brujas que se agitaban nerviosas en aquella prisión. Ninguno estaba seguro de que hacer ahora; sí salían probablemente estarían cometiendo un terrible error, pues ambos eran odiados por los seres que habitaban aquel lugar. Pero si se quedaban, quedarían varados allí. Aguardaron en silencio, cuidándose la espalda el uno al otro, vigilando las entradas. Todo estaba sumido en un silencio expectante.

―Alguien viene. ―susurró Klaus cuando logró captar un tenue ruido que poco a poco iba aumentando su intensidad. Y en efecto, una puerta se abrió y del mismo lado dónde las brujas había salido, emergió una figura que avanzaba hacia ellos. Alexandra había tenido que lidiar con ellos durante toda su vida; después de todo, desde que había fallado en ser una Chica de la Cosecha, estos se habían enojado lo suficiente como para que la quisiesen muerta. Y desde que había arribado a Nueva Orleans años después de aquel incidente, había tenido que lidiar con ellos más seguido de lo que hubiese querido. 

Y ahora se encontraba en su terreno de forma voluntaria.

―No estaba segura de que viniesen. ―habló la voz que le pertenecía a la figura frente a ellos. Klaus ladeó suavemente la cabeza hacía un lado, mientras apretaba la mano de Alexandra.

―Y las sorpresas siguen acumulándose ―murmuró Klaus; la reconocía, era una voz familiar ―. Espero que éste viaje sea productivo.

―Aunque no lo crean; lo será ―declaró con ferocidad. Frente a ellos, se encontraba una figura vestida con una larga túnica de cuero y una capucha que le cubría completamente la cabeza y una sombra oscura impedía que sus facciones fuese reveladas. Con delicadeza la capucha se deslizó hacia atrás, exponiendo a la pobre luz el rostro que acompañaba a la voz ―. Y ahora que están aquí, escucharán cada palabra que les diga, porque ahora soy lo único que se encuentra entre el Hollow y ustedes.

Una lágrima amenazó con caer sobre la mejilla de la loba cuando sus ojos llorosos se hicieron presentes. ―Davina... ―jadeó, sintiendo un vacío en el pecho. Esta vez no era una alucinación, era realmente ella, en el plano de los Ancestros, pero seguía siendo la Davina Claire que ella una vez conoció y quiso como familia. Recuerdos de que hacia unos días atrás había estado frente a su tumba, hablándole, golpearon su mente.

―Hola, Alexandra. ―saludó con una sonrisa en respuesta, un pequeño gimoteo se escuchó de parte de la loba, respiró hondo para no llorar al respecto. Davina transformó su rostro en nostalgia ―¿Y Kol? ―preguntó, mientras la sorpresa que adornaba los rostros de Klaus y Alexandra ―. No puedo ver más allá de Nueva Orleans.

―Me parece que está viajando por la Rivera Francesa, ―respondió Klaus juguetonamente; probablemente no esperaba tener que lidiar con ella directamente, o en lo absoluto ―aunque regresará tan pronto le diga lo linda que estás; la muerte te favorece. 

―Klaus... ―suspiró Alexandra mientras trataba de controlar la emoción. Durante todo ese tiempo había pensado en que quizás los Ancestros habían despedazado su alma o un destino peor le había aguardado. Aún recordaba las palabras que uno de los Ancestros, una mujer, le había ofrecido la noche de la muerte de la joven Claire. Ella pagaría por su traición ―. Detente.

―Con gusto lo haré, en cuanto nos diga algo que nos ayude ―replicó ―. Porque según recuerdo, cuando Freya la envío a ésta tierra de tinieblas, sus hermanos querían asesinarla.

―Quieren derrotar al Hollow, y yo igual ―intervino Davina ―. Y los Ancestros también; pero primero deben saber a que se enfrentan.

―Esta bien, Dav. ―suspiró tratando de concentrar su mente. Verla era una emoción fuerte, pero tenían problemas más grandes a los cuales enfocar su atención ―¿Qué saben del Hollow? ―cuestionó Alexandra, cruzándose de brazos; era mejor ser directa y evitar las inoportunas intromisiones de Klaus o de otra forma no obtendrían nada.

―Fue hace mil años, dos tribus rivales quisieron combinar su poder y creyeron que al unirse, entrarían en una era de paz y armonía, por eso realizaron una boda: dos brujos poderosos unidos en matrimonio para crear un solo aquelarre.

―Una boda de unión... como la de Hayley y Jack. 

―No me digas, ―intervino Klaus ―algo salió espectacularmente mal. 

―La pareja logró concebir un hijo, una niña, y por nueve meses, los brujos visitaron a la madre y usaban magia para darle a ese bebé un gran poder, esperando que se volviera un signo de prosperidad... ―continuó Davina sin prestarle atención ―. Pero no tenían idea de lo que habían traído al mundo. La llamaron Inadu y pronto vieron que era más fuerte de lo que imaginaron y que tenía un hambre terrible por más poder. Y así fue como nació el Hollow.

―Qué maravillosa historia para una noche de terror ―comentó Klaus―. Pero, ¿cómo la matamos?

―Creo que no lo entiendes ―replicó Davina, humedeciéndose los labios, y volviendo la vista hacia él ―. No pueden.

―Davina, aguarda, ―pidió Alexandra, interponiéndose entre ambos ―hay algo que no tiene sentido; sí ella era tan poderosa que hasta el día de hoy no puede ser destruida, entonces, ¿para qué estamos aquí? Las brujas dijeron que tendrían información útil, no entiendo.

―Los Ancestros querían que lo supieran ―respondió centrando su mirada en Alexandra ―. Que lo supieras.

La loba sintió en su la mirada de la joven Claire que algo no estaba bien, pero no había tiempo de cuestionar.

―Entonces, informales a los Ancestros que son una total pérdida de tiempo ―expresó Klaus con molestia mientras alzaba la voz ―. He vivido por mil años y no he visto nada invencible. Ni siquiera nosotros lo somos ―aseguró ―. Así qué, muy bonita la fábula, pero yo encontraré la forma de derrotar a ese patético fantasma.

―Fue su tribu quién la convirtió en eso, ―intervino Alexandra horrorizada por aquel infortunio ―su familia debió detenerla o al menos intentarlo...

―Sí, lo intentaron ―asintió Davina ―. Ellos sólo querían reparar el daño, pero eso fue el principio del fin; con el tiempo ella creció deseando más y más poder. Inadu controlaba toda forma de vida y su hambre era insaciable. Amaba el miedo que inspiraba en todos; su gente sabía que era cruel, insensible y vacía... y ésa última cualidad la definió. ―concentró sus ojos en Alexandra.

―¿Los mató... a todos? ―interrogó Alexandra con sorpresa y angustia.

―No porque le hicieran daño, o hayan sido crueles con ella, lo hizo por gusto. 

―Bueno, todos hemos tenido días malos. ―comentó Klaus.

―¿Crees que esto es un juego? ―debatió Davina frunciendo el ceño.

―No, pero todo esto es bastante tedioso ―replicó ―. Tal vez debas ir a la parte que nos sea de utilidad. 

―¿Quieres derrotarla? ―indagó la bruja caminando en su dirección ―. Sólo tiene una debilidad. ―respondió, pasando junto a Alexandra y quedando a una corta distancia.

―Ahora sí tienes toda mi atención. ¿Cuál es? ―cuestionó Klaus.

―Alexandra ―respondió Davina, volviéndose hacia ella ―. Mi último mensaje hacia ti fue: «L'appel du vide». El llamado del vacío. Y tú eres ese llamado, un Eco del Hollow, su más grande debilidad.

En ese segundo recordó las palabras que Kol Mikaelson le había transmitido antes de que Davina se sacrificara rompiendo aquel enlace con los Ancestros, palabras que Alexandra le buscó significado por los meses consiguientes más no encontró. Ahora comprendía, ella era el mito hecho carne y hueso. Miraba al suelo desconcertada.

―¿De qué demonios estás hablando? ―preguntó él con los dientes apretados y marcando cada palabra con énfasis.

―¿Sabes? Ya me cansé de hablar contigo. ―Davina se dio media vuelta, sujetando la muñeca de Alexandra y en un abrir y cerrar de ojos, habían abandonado el Purgatorio. La alfa volvió a su cuerpo con una profunda exhalación y un gemido de dolor; sentía entumecido los dedos y sentía como si hubiesen cosido su alma de nuevo a su cuerpo.

―¿Qué sucede, Dav? ¿De qué va todo esto? ―cuestionó, observando que a su lado, Klaus aun seguía inconsciente y probablemente atrapado en el mundo de las almas.

―Lo que se necesita para detener al Hollow...

―Necesitan a Klaus. ―interrumpió frunciendo el ceño.

― No, solamente a ti.

―Davina... ―suspiró pasándose las manos por la cabeza ―. No te entiendo. Dijiste que no había forma de detenerla, y ahora hablas de un mítico ser que resulta ser un Eco del Hollow y que además es su gran debilidad.

―Todo se resume al linaje, eso fue lo único que la detuvo. ―respondió la bruja arrodillándose frente a ella.

―¿De qué hablas? ―cuestionó con confusión.

―Cuando su maldad se volvió insoportable, las tribus se unieron en su contra; los Mayores capturaron parte de su poder pero aun así, Inadu seguía siendo muy fuerte. La muerte era la única solución.

―¡Eso! ―exclamó ―. Dime exactamente como pasó eso, su muerte.

Davina suspiró.

―Cuatro de los brujos más fuertes entregaron parte de su magia y la impregnaron en una fuerte hacha y cuando estuvo lista le encomendaron la tarea a su madre: aquella mujer que le dio la vida, ahora debía quitársela ―Alexandra tragó saliva. No pudo evitar pensar en el hecho de que ahora ella era una madre, el dolor que le causaría finalizar con la vida de su propia hija era algo que no podía ni imaginar ―. Pero antes de matar a su hija, Inadu lanzó un hechizo final, uno empoderado con su muerte: una maldición a todos los presentes, los ligó a la luna llena para que una vez al mes se transformaran en las bestias que usaron para cazarla.

Todas las leyendas hablaban sobre como los hijos de las tinieblas, aquellos que se alimentaban únicamente de sangre humana, seres que desataban el caos, habían nacido todo gracias a la sangre de una línea de doppelgänger alterando el equilibrio. Creados por protección. Pero lo poco que se sabía sobre los hijos de la luna, algunos hablaban de la leyenda de la Maldición de Sol y Luna, los licántropos habían emergido al mundo gracias a una maldición. Condenados a transformarse en un monstruo una vez al mes tras haber nacido en luna llena.

―Los... lobos, ella los maldijo ―Alexandra bajó la vista, mordiéndose el labio. Las historia de Tristan de Martel retumbó en su mente. La historia de la que apodaban «Reina», la creadora de la licantropía ―. Ella es el Hougarou. ―confirmó, Davina asintió lentamente. La sorpresa estaba marcada en el rostro de Alexandra. Después de todo, el que declaraban como charlatán y lunático, en realidad tenía toda la razón. Maxim Dumont siempre había sido el poseedor de la verdadera historia.

La pregunta del «cómo» no abandonó su mente.

―Llevas la marca de los Crescents, igual que ella, y su madre quién a su vez fue la primera de su especie ―declaró a lo que Alexandra se llevó una mano al hombro izquierdo, buscando con sus dedos por encima de su ropa la marca que había sellado su destino desde el primer momento ―. El poder de Inadu era tan grande que cuando se vio dividido, halló refugio en el ser viviente con mayor afinidad, su madre. De ahí nace la historia del Eco del Hollow ―Davina se detuvo ―. También fue conocida como Bèt Kre: una bestia que mató a seres a diestra y siniestra a lo largo de los siglos, pero que en realidad, mataba era a lo seres que estaban dispuestos a dar su vida para traer a su hija de regreso ―Alexandra tragó grueso ―. Los otros que presenciaron la maldición, huyeron, creando así las otras seis manadas. Pero fue la tuya la que empezó todo y sólo ustedes tiene poder sobre el Hollow, en especial, tú. El Eco de la Muerte.

Ahora comprendía la muerte que tempranamente había arribado hacia sus padres, y como era de sospecha para las hermanas Labonair, la insurrección no había sido el punto focal de sus fallecimientos. Richard Dumas se había vuelto en contra de los suyos cazando a los Labonair por ordenes del Hollow, para eliminarlos de una vez por todas de la faz de la tierra. Ellos eran una amenaza para el ser que intentaba resurgir.

―Por eso ha perseguido a los Labonair...

«―La tragedia siempre persigue a los Labonair», pensó en las palabras de Jackson.

―Ella te teme a ti en especial, quiere que mueras, y sí logra matarte, la sangre de los Labonair seguirá existiendo hasta que los haya eliminado a todos... ―se detuvo ―. Completamente.

―No... ―pronto los ojos le empezaron a escocer, mientras apretaba sus manos contra sus rodillas. Hayley, Morgan y Hope eran las siguientes de la lista, y eso jamás lo permitiría. No mientras ella pudiese impedirlo.

―Puedes protegerlas, pero tienes que confiar en mí. ―señaló sacándola de sus pensamientos. Habían sido cinco años de mucha tranquilidad y silencio; y Alexandra había aprendido a desconfiar de los silencios.

―Lamento todo lo que te sucedió, ―murmuró, tragando saliva; sentía la boca reseca y la garganta le picaba. La información que le habían tirado durante todo el día sin parar le comenzaba a revolver el estomago ―nunca quise que nada malo te pasase ―levantó la mirada para ver a la joven bruja a los ojos ―. Pero quiero que sepas que siempre confiaré en ti. Así que... ¿Qué hay que hacer? ―Davina sonrió cortamente.

―Los Ancestros no pueden verla, por lo que ha elegido a un huésped, sí la encuentras la derrotarás.

―¿Y cómo lo hago?

―Tú sangre, le hace daño, úsala ―respondió ―.Cuando su espíritu esté libre, usaré a Klaus para hechizarla y encerrarla. ―a su lado, aun Klaus permanecía atrapado en el Purgatorio; le hubiera gustado podido discutir con él la idea, pero no estaba segura de tener tiempo para ello.

―Alexandra ―dijo Davina, llamando su atención ―. Recuerda: tienes que confiar en mí.




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Alaric Saltzman les había dado una vital pieza de información, y una que ninguna esperaba recibir, al menos no Marcel: el Hollow había logrado manifestarse ante la contratista y amor fugaz de Marcel; Sofya Voronova y poseer su cuerpo, para así poder pasar desapercibida ante todos, recogiendo información sobre sí misma.

―Olivia Tierra Del Robles, ―otra pista que Alaric les había otorgado era que una de las piezas que buscaban se encontraba en posesión de la familia Del Robles, quienes la habían custodiado por años, pero que actualmente se hallaba extinta, por lo que el hueso debería de estar enterrado con junto al último miembro fallecido ―. Tierra. Ésta es la tumba que buscamos, ¿qué no venía en el epitafio?

―Mhm, ―asintió Marcel ―hazte a un lado. 

Contra sus deseos, Elijah se había tenido que aliar con Marcel para encontrar los huesos y todo el camino que habían recorrido no había sido más que un ir y venir de palabras hirientes, dónde ambos se demostraban que realmente no les importaba lo que ocurriese con el otro. Marcel introdujo su puño y su fuerza partió el material que recubría la tapa de la tumba; pedazos de concreto cayeron al suelo, aunque la estructura entera se desmoronó cuando utilizó su brazo como gancho.

―Helo aquí, el hueso ―dijo tomando del interior una tibia vieja y amarillenta ―. Ya podemos irnos. ―Elijah chasqueó sus dedos frente a él, interponiéndose en su camino y extendiendo una mano.

―Ahora, dámelo. ―demandó.

―Ni lo pienses. 

―No voy a pedirlo de nuevo ―insistió Elijah ―. Dámelo.

―Tú ya tienes uno, ―replicó Marcel ―lo más sensato sería que los dividiéramos, pero en manos de alguien en quién confíes. Así que... tendrás que confiar en mí, Elijah. 

Elijah obviamente, no estaba de humor para seguir esa clase de juegos de niños. Él sólo quería tener el maldito hueso en su posesión y poder marcharse de ese lugar, regresar con su familia y averiguar como demonios acabar con el Hollow; claramente, no tenía tiempo para berrinches. Con rápidos movimientos, aplastó a Marcel contra la pared opuesta de tumbas y lo sostuvo con una mano en el pecho mientras que con la otra desenfundaba la daga especial que Freya había creado y que era capaz de acabar con su vida. La había traído consigo por si se presentaba una ocasión de usarla.

―No pienso confiar en nadie. ―siseó amargamente.

―Cuidado, ―advirtió Marcel sin inmutarse demasiado ―tú verdadero ser está surgiendo ―entre sus dedos acomodó mejor el mango de la daga mientras que su otra mano se afianzaba al pecho de Marcel ―. Sí, tú siempre finges, pero a la hora de la verdad, siempre serás un simpatizante de la violencia por siempre y para siempre.

Con un gruñido, Elijah apretó el pecho de Marcel y lo liberó, bajando el brazo amenazante con el que sostenía la daga.

―No estamos solos. ―anunció, retrocediendo.

Ambos se colocaron de cara a la entrada a la cripta, escuchando el eco que producía una serie de pisadas que aumentaban su intensidad a medida que se aproximaban. Frente a la entrada principal de la cripta se hallaba la estatua de un ángel hecha de cobre y con sus enormes alas extendidas, mientras la cabeza miraba directamente hacia el tragaluz del techo. Por el agujero se filtraba la luz del sol que proyectaba la sombra del ángel en el suelo. La sombra fue cubierta por un cuerpo que se colocó justo debajo del dintel. Sofya les sonreía con ironía. Alaric les había anunciado que había hecho explotar su auto cuando fue atacado, pero la versión de Sofya que estaba frente a ellos estaba intacta y sin una mota de hollín.

―Ustedes hombres, siempre están discutiendo, ―se mofó ―deberían dejar de discutir; al fin de cuentas, su premio es únicamente mío.

―Sofya ―llamó Marcel dando breves pasos hacia el frente ―. Sé que estás ahí.

―Lo está, ―asintió el Hollow ―es muy fuerte. Está luchando por sobrevivir. Pero como todos ustedes, no es nada comparada conmigo. Por última vez, denme lo que quiero.

―Ven por él. ― desafío Elijah.

―De acuerdo, ―asintió el Hollow encogiéndose de hombros ―sí están listos para morir. ―con simples movimientos de su mano, Elijah salió volando hacia un costado, impactando contra las tumbas, rompiendo las tapas en el camino, mientras que Marcel había intentado atacar directamente a Sofya pero ella también se deshizo de él. 

―Parece que el juego terminó. ―comentó, cuando Marcel salió despedido dejando caer el hueso.

―Aún no. ―Elijah se reincorporó lo suficiente para llegar a ver a Alexandra emerger por detrás de Sofya; el Hollow profirió un grito de dolor mientras se encorvaba hacia adelante, buscando desesperadamente cubrir con sus manos una herida que supuraba sangre a la altura de su cintura.

―¿Te dolió? ―en una mano, Alexandra tenía una pequeña navaja, cuya hoja estaba empapada en sangre ―. Era mi sangre. ¿La sentiste? ―El Hollow se echó a reír mientras se reincorporaba lentamente. Y nuevamente con un simple movimiento de sus manos, los lanzó y aplastó a Elijah y Marcel contra el suelo, inmovilizándolos. Sostuvo a Alexandra arrodillada frente a ella mientras su mano alzaba en su dirección, la loba se sostenía el cuello debido a que el ser le estaba aplicando fuerza con su magia. Una chispa de diversión se vio en los ojos azules inquietantes del Hollow.

―Quién te haya dicho como destruirme, omitió un pequeño detalle: para atraparme, necesitan liberar energía, como la que se obtiene al sacrificar la vida de un inmortal... ―burló mientras enfocaba su mirada en Alexandra ―. Así qué, ¿quién de ustedes morirá para atraparme?

―¡Nadie morirá hoy! ―exclamó Marcel entre dientes, mientras el Hollow volvía a aplastarlos en el suelo, enviando descargas de dolor.

Con una sonrisa los soltó. ―Bueno, entonces terminé. ―Sofya pasó a un costado de Alexandra no sin antes posar su mano en el hombro por un par de segundos, seguido se aproximó al hueso y lo tomó, para luego marcharse de la cripta. 

Elijah fue el primero en reincorporarse y se acercó a Alexandra, extendiéndole una mano y ayudándola a ponerse de pie. ―Alguien sí va a morir ―anunció entre tosidas desesperadas mientras Marcel se acercaba ―. Davina tiene a Klaus.

―Espera. ―dijo Marcel ―¿Dijiste Davina? ―suspiró sacudiendo la cabeza. Eso claramente no era un buen panorama ―. Sí los Ancestros necesitan un sacrificio para atrapar al Hollow...

―Davina no vacilará.

Tan pronto había abandonado la iglesia algo en su interior le decía que estaba cometiendo un error; haber dejado a Davina a solas con Klaus, en un estado de debilidad, había sido la peor decisión que alguna vez pudo haber tomado. Y ahora estaba en condiciones de confirmarlo. En el camino les explicó todo lo que Davina le había contado al respecto del Hollow, sus orígenes y su única, por el momento, debilidad. Le había sorprendido la prisa con la que Marcel conducía, aunque no estaba segura de que por quién se apuraba más: sí para ver a Davina o salvar a Klaus.

―Espera ―Alexandra frenó a Elijah una vez que ingresaron al recibidor ―. Será mejor que te quedes afuera. Ella culpa a los Mikaelson por todo lo que pasó; tú presencia... Sería mejor que te quedes aquí. ― insistió. Elijah acató sin rechistar, lo que resultó sospechoso pero no tenía tiempo para detenerse a pensarlo; cuanto más tiempo pasase, aumentaban las posibilidades de que llegasen tarde. 

Ingresaron a la sala principal de la iglesia; el interior estaba vacío, no había rastro de las jóvenes brujas que las habían recibido ni de Davina. Bajo el altar únicamente se hallaba el círculo blanco que contenía a Klaus, aun atrapado en el Purgatorio.

―¿Davina? ―llamó Marcel mirando a sus alrededores ―¿Davina?

―No me detendré, Marcel ―los dos se volvieron hacia el frente, descubriendo que había aparecido dentro del círculo, colocándose entre Klaus y la barrera ―. Sí no mato a Klaus, si no detengo al Hollow... Vendrá por ustedes y destruirá todo a su paso.

―¡Davina! ―exclamó Alexandra, dirigiéndose hacia ella ―. Por favor.

D, debe haber otro modo. ―intervino Marcel, hablando en un tono suave, y deteniéndola.

―No, he estado esperando el arma, pero ahora que estás aquí. ―alzó una mano y la protección del círculo se abrió lo suficiente como para absorber a Marcel en su interior.

―¡No! ―gritó Alexandra, intentando detenerlo, pero la barrera se había cerrado nuevamente rechazándola y empujándola fuera de sus límites. 

―¡Lo lamento! ―dijo Davina ―. Pero debe morir.

― No, no, no... ―murmuró Alexandra casi en suplica.

―¡Ya vivió diez vidas! ―insistió ―. Ya es más que suficiente. 

―¡Es el padre de Hope! ―exclamó Alexandra arremetiendo nuevamente contra la barrera. No tenía ni tiempo de usar sus poderes, de igual manera, no iba a poder doblegar una barrera que se sustentaba a base de la magia de los Ancestros ―. No puedes matarlo, es el padre de mi hija.

―Ellas te tendrán a ti, a Hayley ―replicó Davina ―. Pero si no detengo al Hollow, ¡morirán! ― Alexandra comenzó a sacudir la cabeza, estrellando sus puños contra la barrera ―. Puedes salvarlas, y a todos en Nueva Orleans.

―¡Marcel, por favor! ―persistió Alexandra con la desesperación apoderándose de su sentido común.

―¡Detente! ―las puertas del vestíbulo se abrieron de par en par, permitiendo la entrada de Elijah a la estancia ―. Esto no es por ti, es por tu rencor hacia mi.

―¡No tiene nada que ver contigo! ―debatió Davina ―. Sino de un sacrificio, de una muerte por el bien común.

―Mátame a mí. ―porfió Elijah con calma.

―Elijah, no... ―Alexandra intentó detenerlo, pero él se lo impidió.

―Si de verdad no hay otra manera... termina con esto.

―¡No, no! ―irrumpió Marcel volviéndose hacia Davina ―. Nadie va a morir. 

―Entonces lo haré yo. ―con sus dedos en forma de garra, Davina forzó a que Marcel cayese sobre sus rodillas y se sujetase al suelo con sus manos mientras forzaba a que sus colmillos saliesen involuntariamente de su boca.

―¡Davina! ―gritó Alexandra, golpeando la barrera con las manos ―¡Por favor detente! ―exclamó por encima de los alaridos de dolor de Marcel ―¡Me pediste que confíe en ti! ¡Pero no puedes hacer esto!

―Ya no importa si confías en mí: esto se hará te guste o no. ―espetó. Preso del dolor, el veneno comenzó a supurar de las encías de Marcel cayendo como gotas ácidas que al tocar el suelo dejaban una estela mortal. Eran espesas como la sangre.

―Davina... por favor. ―suplicó Marcel cuando las gotas comenzaron a movilizarse en dirección a Klaus; mediante magia, Davina generó un corte en la mano que se hallaba más cercana al suelo ―¡No tienes que hacer esto!

―¡Lo siento! ―se lamentó ella mientras la sangre de Klaus corría por su piel deslizándose al suelo ―¡Es el único modo!

―¡No! ―Alexandra sintió que su corazón se detuvo al tiempo que el eco de aquella voz aguda e infantil se elevaba por la amplia estancia, retumbando encada rincón. Ya presa del pánico y de la situación, temió volverse hacia atrás ―¡Prometiste ayudar!

―¡Hope! ―exclamó Elijah.

―Pero no nos ayudas. ―junto a la primera hilera de bancas, se hallaba Hope y aferrada a su mano iba Morgan; la mayor de las Mikaelson no portaba la cadena de plata que inhibía sus poderes ―. Nos estás haciendo daño y no vamos a permitirlo. 

Al unísono, ambas levantaron un brazo apretando los puños y ejerciendo magia, una magia que se manifestó como un gran vendaval. Alexandra plantó bien los pies al suelo y flexionó ligeramente las rodillas para poder mantenerse en pie mientras a tientas buscaba a Elijah. El vendaval era fuerte, tan fuerte como sí se tratase de un huracán dispuesto a arrasar con todo a su paso. El viento comenzó a socavar en los cimientos del círculo que apresaba a Klaus y Marcel, debilitando la barrera hasta hacerla caer, una vez hecho, tanto como el círculo así como Davina habían desaparecido. Hope y Morgan corrieron hacía sus padres para abrazarlos con fuerza.




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La noche se cernía sobre el cielo encapotado de la ciudad, los truenos se escuchaban a la distancia más las nubes carecían de lluvia. Bajo aquel cielo conflictuado, se halló adentrándose al suelo que había renegado de ella, que la había condenado a no pertenecer a ningún lugar.

Giró en una de las calles en las que se alzaban diferentes mausoleos de distintos tamaños, solo el viento pasar entre las vacías calles era lo que le acompañaba aquella noche, pronto se halló en el lugar marcado como una equis. Al adentrarse pudo ver las diferentes nichos incrustados en la pared y como aquella cripta estaba en un estado decadente, abandonado. Los nombres sobre los recuadros de cemento estaban desgastados y se perdían la legibilidad. A excepción de uno.

IRHINA MORGANSON
1943 ― 2013

Se hincó frente al nicho mientras que con un cerillo encendía el velón que había traído consigo y que ahora se encontraba alumbrando el nombre gravado en la piedra. Seguido, cerró los ojos mientras extendía sus manos a los costados, luego de sus labios salieron las palabras pronunciadas suavemente:

Invoqué et memoriam contestatus. ―comentó a recitar repetitivamente. La llama que se hallaba consumiendo la vela pronto se avivó aún más hasta que un viento silencioso pasó revoloteando los mechones rubios de su cola atada.

―Layna Dumont... ―arrastró el nombre con siseo. La nombrada se volteó hacia la voz que pronto se hizo figura que le hablaba apacible ―. Esperaba por ti.

La fría aura que la rodeaba era sin igual, podía sentir como el miedo le calaba hasta los huesos, y la tenue luz azul casi violeta que bañaba el rostro la hacia casi imperceptible. El plano Ancestral solo podía definirse con una palabra: fantasmal. Layna Dumont jamás fue una mujer completamente devota a la brujería por razones familiares, por lo que cuando muriese, sabía que ahí no terminaría. Consagrada. Eso era algo que Layna jamás se permitiría, pues era bien sabido que al momento en que llegase a ese lugar, sus hermanos la despedazarían.

Layna entrecerró los ojos. ―¿Eres una de las Ancianas? ―interrogó mientras previamente analizaba a la mujer que había aparecido frente a ella en forma de una fantasma, o por lo menos, lo era en esencia. Eran años los que habían pasado desde la última vez que había visto a una, las últimas habían sido Bastianna, Agnes y por supuesto, Irhina Morganson.

Pero la figura frente a ella no se parecía a ninguna de ellas.

―Nunca lo fui ―negó con suavidad ―. Soy un Ancestro.

Los sentidos dentro de la bruja Dumont adormecidos despertaron de forma inquietante ante la confesión. Layna temió, pues al igual que su amiga, estos seres la habían renegado y la aborrecían. Pensó que el sentimiento era mutuo. Estos Ancestros, como solían llamarse, habían sido los demandantes de aquel destierro hacia los individuos que llevaran la sangre de William Dumont corriendo en su venas, y siendo una niña de la misma edad de Morgan aprendió el significado de la palabra odio.

Sus manos convirtió en puños cuando su alma se separó de su cuerpo al levantarse. Layna Dumont enfrentaba a aquel ser con el mismo odio que profesaba hacia el Aquelarre que los maldijo a una vida de sufrimiento; pues no había más deshonra para una bruja que cortar los lazos con la tierra que le provee su fuerza.

―Dices que me esperabas, ¿cómo sabrías que vendría? ―interrogó con cautela. Después de que cuatro brujas jóvenes fueran sacrificadas en orden para restablecer el vínculo con los Ancestros, este solo pudo enlazarse momentáneamente con Davina Claire hasta que Hope y Morgan lo destruyeron en la iglesia. Por lo que Layna sabía que ese momento la conexión con los Ancestros era tan débil como un cristal.

La mujer de cabellos oscuros y facciones definidas, le miraba fijamente con ojos lobreguez.

―La habilidad que se me fue concedida; «onomancia» me permite saber el pasado y el porvenir de una persona por su nombre ―explicó con brevedad. Layna no dudo de ello, pues su contraparte parecía saber todo sobre ella ―. Y tu nombre no es desconocido entre nuestros hermanos y hermanas.

Layna resopló, tenía una buena idea de la razón por la cual sabían su nombre.

―Entonces sabrás a que he venido, con exactitud. ―la mujer asintió sin inmutarse. Seguido se encaminó hasta el fondo del bóveda, donde la luz ya no daba con fuerza para detenerse delante de un nicho en el cual un nombre casi eliminado por la decadencia de la misma se encontraba tallado: Andorra.

Alexandría Morganson ―pronunció apacible, se dio la vuelta para mirarla mientras sus manos sostenía juntas al frente ―. La niña con la profecía pendiendo en su cabeza como una espada ―volvió la mirada sobre el nicho ―. Fue reclamada por nosotros por muchos años, pero las Ancianas a cargo fallaron innumerables veces en consagrarla ―contó con resignación. Layna apretó con más fuerza sus manos en forma de puño ―. Y ahora su destino finalmente se ha sellado.

Layna frunció el ceño. ―¿A qué se refieren con eso?

La mujer de cabellos azabaches la miró.

―El aura azul que una vez cubrió a la naciente, cubrirá a la renaciente ―presagió ―. Su destino se dicto en el momento en que fue concebida, y retazos de su futuro se vieron desperdigados en forma de acertijos ―Layna tragó grueso ―. Angelique Dumont-Labonair nació con el mismo dictamen en su futuro, cuando sus ojos abrió, la oscuridad residía en ellos ―expuso. La bruja Dumont se congeló ante las palabras ―. El sello pronto demandó a su Servidor, así como su antecesora, una bruja de sangre Labonair nacía de la oscuridad ―sus palabras eran frías y como si se trataran de un acertijo ―. Sin embargo, el Eco de la Muerte no la reclamó ―la miró con sus ojos oscuros ―. Y fue así como de la oscuridad que la originó, en ella también pereció.

Layna miró a la mujer; hablaba como si el pasado se volviese a repetir. ―¿Quieres decir que el Hollow será la muerte de Alexandra? ¿Qué morirá a manos de la oscuridad, como mi madre? ―interrogó con ímpetu. Layna quería no ser creyente de aquellos acertijos, pero ellos prácticamente resumían la profetizada muerte de su madre, y el futuro sombrío que le preparaba a Alexandra.

―El Sirviente es la llave y la cerradura; la puerta y el contenedor ―prosiguió sin dar respuesta a las preguntas de la bruja Dumont ―. El vacío que existe entre la Creación y la Destrucción; Bèt Kre ―dijo. Layna no recordaba las veces que había recitado esas palabras en su mente, aquellas sentencias que Tristan de Martel le entregó a Alexandra ocasionando más preguntas que respuestas. Nadie nunca pensó que eran parte de un acertijo ―. La naturaleza demanda su balance.

Eso congeló a Layna en su lugar. Demanda. Aquello le recordaba a lo aprendido en su niñez; como las brujas de Nueva Orleans obtenían poder, los Nueve Aquelarres practicaban magia Ancestral, lo que quería decir que su poder era obtenido a través del Plano Ancestral, de los que los antecedieron. Para que el poder siguiese fluyendo en la comunidad, ellos demandaban que se hiciese un sacrificio: cuatro jóvenes brujas seleccionadas cuidadosamente para dar como ofrendas a los Ancestros. Aquella celebración de ofrenda tenía un nombre; La Cosecha.

Ellos siempre demandaban el poder, y Alexandra era eso, una fuente de poder lo suficientemente grande para ser enviciada incluso por los muertos.

―Eres un Ancestro, el mayor de los enemigos para cualquier bruja que tenga poder, y ustedes no son extraños para cuando de asesinar a Alexandra se trata ―espetó. Layna dudaba de cada palabra que salía de la boca de la mujer, el prejuicio ya estaba hecho. La castaña esbozo una sonrisa ―. Así que seamos honestos, ustedes no quieren solo acabar con el Hollow. Quieren finalmente obtener el poder de una Morganson que no esta atada a las reglas de la naturaleza.

Hubo un silencio finito.

―Todos estamos atados a la reglas de la naturaleza ―aseguró ―. Una bruja nacida en luna llena bajo un diluvio de sangre; la naturaleza se manifestó en su contra. Lo que llegaba al mundo era una aberración ―destacó serena. Layna se mordía el interior de su boca, la veces que había oído que las brujas llamaban a Alexandra así eran suficientes como para que hasta ella se sintiese furiosa cada vez que lo hacían ―. Un error que originé, es un error que debe ser enmendado.

Aquello hizo fruncir el entrecejo de Layna; la mujer de cabellos azabaches pasó la mano sobre la inscripción del nicho. ―Alexandría Labonair es una maldición... ―con sus orbes oscuros miró a Layna por última vez ―... y por eso debe ser eliminada.

Jadeó en busca de aire.

Layna Dumont tosió un par de veces hasta que en su mano unas gotas de color escarlata mancharon su palma; eso era un aviso. Los Ancestros castigaban con la muerte a aquellos desterrados que deambulaban en el Plano, y ella solo había recibido una advertencia.

«―La matarán», se dijo a su interior con furor.




━━━━━━━━




―Papá no lucía muy contento. 

A modo de recompensa, Klaus, había abastecido a sus hijas con dotaciones infinitas de panecillos recién horneados con relleno de todos los sabores y variedades. 

―Bueno, quería ser él quién salvase el día ―respondió Hayley, mientras Hope se hallaba sentada entre sus piernas; era tarde ya y le peinaba el cabello antes de irse a dormir ―. Pero tanto como su padre, Alex y yo; estamos de acuerdo en que ustedes salvaron el día. Y es por eso que se merecen una dote de azúcar.

Desde su cama, Morgan rio. Sus mantas estaban todas cubiertas de migajas y tenía marcas de azúcar pulverizada y chocolate en las comisuras. Habían acondicionado la vieja habitación de Hope, removiendo la cuna y algunos muebles que no se usaban más a menudo y habían instalado dos camas pequeñas que se hallaban debajo de la ventana y de cara a la puerta escondida. Y en las estanterías, Hayley había colocado alguno de los viejos muñecos que habían decidido quedarse y uno que otro que le pertenecía a Hope para darle un toque más hogareño y no tan austero.

―Pensamos en que es lo que harían ustedes ―repuso Hope encogiéndose de hombros mientras se llevaba las rodillas al pecho echando la cabeza hacia atrás mientras su madre deslizaba el cepillo por su cabello ―. Y recordé lo que la tía Lex siempre nos dice: juntos somos más fuertes.

―Juntos ―repitió Morgan ―. Siempre y para siempre.

―¿Y la tía Lex? ―preguntó Hope mientras veía a su hermana atiborrarse de los últimos dulces que quedaban en el plato, verla la llevó a sonreír ―. Es la hora del cuento de la reina. ―Morgan, con sus mejillas rellenas, asintió repetitivamente concordando con su hermana mayor.

Hayley suspiró. Su hermana se esfumó tan pronto habían regresaron con las niñas al complejo, después de ello, Klaus le había explicado vagamente lo que había sucedido en la Iglesia y como ahora tanto ella, como su hermana y las niñas tenían un blanco pintado en la espalda. Por lo que asumieron que Alexandra había salido a despejar su mente, debido a que últimamente, las noticias que tocaban a sus puertas no eran otra cosa que pésimas.

―Listo ―Hayley ayudó a Hope a acostarse y la arropó con las cobijas  ―. Lex ha salido al ver al tío Nate, así que esta noche no podrá haber cuento ―luego inclinarse sobre ella, besándole la frente ―. Qué descanses, cariño.

Las niñas colocaron un semblante de tristeza pero se dieron por resignadas. Si Nathaniel había llamado debía ser algo con la manada, supuso Hope.

―Buenas noches, mamá. ―Hope envolvió sus brazos alrededor de su cuello, elevándose apenas de la cama para abrazarla; Hayley se aferró a ella, cerrando los ojos.

Cuando volvieron de la Iglesia, Hayley agradeció de que estuvieran sanas y salvas. Se habían escurrido del complejo, y para cuando Hayley se percató de que ya no se hallaban, temió por lo peor, por lo que se halló recorriendo la ciudad en búsqueda de ellas. Jamás se imaginó que las niñas serían las que terminarán salvando el día.

―Al parecer, alguien sí tiene poderes ―dijo volviéndose hacia la cama de Morgan y sacudiendo las migas; sonrió mientras se humedecía un dedo con su saliva y le limpiaba las comisuras ―. Por la mañana, tú mamá te hablará sobre los nuevos cuidados que tendremos de ahora en adelante y empezarás las lecciones con la tía Freya.

―¿Podré hacer lo mismo que Hope? ¿Curar animales? ―cuestionó alzando su cabeza mientras Hayley la cubría, esta sonrió. Era una niña muy noble y empática. 

Asintió. ―Pero hoy has tenido suficiente, ahora descansa. 

―Buenas noches, tía Hayley.

Morgan plantó un beso húmedo contra la mejilla de la híbrida y luego se abrazó a un peluche de lobo, dándole la espalda y mirando hacia la pared. Hayley se puso de pie y les echó una última mirada antes de bajar la intensidad de la lámpara, dejando apenas un capa de luz anaranjada que no resultaba molesta para la vista y luego salió de la habitación. Atravesó la habitación de Alexandra hasta salir finalmente al corredor. Alaric Saltzman había regresado hacía un rato luego de haber permanecido toda la tarde en observación en un hospital debido a la explosión de su camioneta. Lo encontró en el despacho junto a Klaus, compartiendo un vaso de bourbon.

―Espero que esas heridas no sean muy graves. ―comentó ingresando. Alaric se volvió hacia ella, con una sonrisa empática.

―Por suerte son simplemente raspones, aunque no escucho muy bien de un oído.

―Con los días se pasará ―explicó Klaus ―. Apreciamos lo que hiciste hoy.

―Con que no te acerques a Virginia, es más que suficiente para mí. ―murmuró Alaric, jugando con su vaso.

―Entonces tendré que cancelar mi viaje al camino de las memorias. ―ironizó rodando los ojos. Alaric dejó escapar una risita.

―Tienen niñas fantásticas ―comentó alternando la mirada entre los tres ―. He hablado con Hope hace un rato y es fascinante todo lo que sabe sobre magia y estoy seguro de que aprenderá mucho más con el tiempo, pero... de un padre al otro... no podrán permanecer encerradas por mucho tiempo.

―No son niñas cualquiera ―suspiró Hayley ―. Y tampoco pretendemos que estén encerradas para siempre; sólo que... el mundo no es seguro para ellas. Aún.

―Pero nosotros lo haremos seguro. ―replicó Klaus, dándole un sorbo a su vaso de cristal.

―No me cabe duda de que lo harán, pero creo que deberían saber que Caroline y yo tenemos una escuela ―continuó Alaric ―. Es para niños con poderes sobrenaturales, iguales a ellas. Nuestras hijas son felices ahí, aprenden a usar sus poderes para el bien, y aceptan su identidad sin miedo. ―Hayley sonrió, dejando caer su cabeza de lado.

―Eso... eso suena lindo. ―destacó.

―Hope y Morgan siempre serán bienvenidas.

Había visto crecer a las niñas únicamente con la compañía una de la otra; y para esa altura, Morgan era demasiado dependiente de Hope, a donde fuese ella, la seguiría. Y aunque era bueno para fortalecer el vinculo entre hermanas, no era bueno al mismo tiempo. Ambas estaban en edad de socializar con otros niños de su misma edad, expandiendo sus círculos sociales y adoptando costumbres del exterior. Tenía la sensación de que cuanto más pasase el tiempo, los problemas de los adultos pronto comenzaría a preocuparlas a ellas. Y ya había sido suficiente estrés haberlas visto enfrentar a los Ancestros por un día. 

Klaus se aproximó a Alaric, colocando una mano sobre su hombro. ―Envíales mis saludos a Mystic Falls.  

Klaus vio partir a Alaric desde el patio del complejo; y por un segundo se imaginó la vida de sus hijas en aquella escuela que les ofrecía todo lo que cualquier sobrenatural hubiese deseado en sus vidas, era un hermoso sentimiento. Pero ahora debían concentrarse en eliminar al ser que impedía que ese sueño se viese completado, introdujo su mano dentro de la chaqueta que portaba sacando el celular y revisando la pantalla del mismo; no había mensajes ni llamadas. Alexandra había salido tan rápido como regresaron al complejo, la loba no dio especificaciones, ni nada; solo salió. Klaus pensó en su momento de que se trataba a la información ofrecida por los Ancestros y el impacto de saber que el alma Davina Claire no había sido destruida, lo que la había puesto en ese estado casi catatónico.

Habían sido demasiadas sorpresas por un día.

Hola, te estas comunicando con Alexandra. En este momento no puedo atender tu llamada, pero deja tu nombre y mensaje después del tono, y me comunicaré tan pronto como pueda... ―escuchó cuando se colocó el dispositivo sobre su oído. Klaus resopló, no era una grandiosa idea que la Alfa estuviese por ahí divagando sin saber cual era el siguiente movimiento del Hollow. Y ahí su mente le trajo el primer pensamiento completamente negativo.

Este ser la había atormentado antes, ¿por qué no seguiría haciéndolo?

Todas las alarmas dentro de Niklaus se encendieron, entre una nube de pensamientos que comenzaron a llegar y le nublaron la mente, el híbrido se dio por enfilado en su búsqueda. Pero sus ojos pronto presenciaron la entrada de una figura que emergía dentro del pasillo que conectaba al patio, por un segundo el híbrido se tranquilizó, pues ya no había que preocuparse de que el Hollow estuviese asechando a Alexandra. 

Ese sentimiento se esfumó tan pronto la figura de un hombre se hizo presente delante de él, sus mechones dorados resaltaban lo suficiente como para darle un aspecto extranjero, tenía facciones fuertes y definidas, lo llamativo era el azul profundo que sus ojos resaltaban.

Niklaus dio un pasó al frente mientras lo veía fijamente. ―¿Quién eres? ―interrogó con cautela dispuesto a actuar en cualquier segundo que las palabras de su contraparte fueran abandonadas de sus labios.

El hombre esbozó una sonrisa.

―Supongo que soy el hombre más buscado de Nueva Orleans en la actualidad ―se relamió los labios. Klaus tensó la mandíbula. La serpiente escurridiza ―. Maximall Dumont.


⚜️。:*•.⚜️.•*:。⚜️

n/a: hellou huns💕 ¿cómo están todos? ¿cómo les esta yendo?

¡Feliz viernes! Les doy la bienvenida a otro viernes de actualización, estoy tratando de mantener la idea de actualizar los viernes para que mantengamos un ritmo de la novela y no pasen meses desde la última actualización.

Con respecto al capítulo, en realidad quería publicarlo el día del cumpleaños de nuestras gemelas, 6/06, pero decidí esperar y que las ansías no me ganaran. Para los que vieron la serie verán que me estoy tomando ciertas libertades y que algunas cosas no seguirán por completo la línea histórica, pues los licántropos no tuvieron casi protagonismo y yo quiero darle el lugar que se merece (esto haciendo lo posible sin salirme de las posibilidades del mundo de TOU)

En general, este capítulo fue difícil de escribir ya que conocerían el pasado de los Dumont's (que casi no han tenido actuación en la historia) pero que eran sumamente claves para este libro, sobre todo Maxim, y a eso le sumábamos el hecho de que conocerían el origen de la licantropía (aunque; spoiler: aún falta más)

Espero hayan disfrutado de la lectura, y como siempre aprecio todos los comentarios que me dejan. Así que sin más que decirles...

¡Nos estamos leyendo!

Stay tuned
🐺

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