Entre tú y ella

By justAviles

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Conocí a Aim en el momento justo, ella me rescató de mi miseria, yo le di el cambio que deseaba, creí que eso... More

Booktrailer
Hasta la camisa
Tú mirada
Queriendo sin querer
No sabía
Me basta
Eclipse
Rabo de nube
Mar
Me Haces Bien
Con todo mi amor ❤
Me faltabas tú
Te abrazaré
Te Vi Llegar
Te vi llegar parte 2
Pacheco
Hipnotízame
Caída libre
¿En qué momento?
El faro
No existe
Estrellas Fugaces
Pasar página
Nos vamos juntos
El reloj cucú (capítulo especial)
Siempre a mí (capítulo especial)
Más allá (capítulo especial)
Hasta la raíz (capítulo especial)
Galería
Galería 2
Extra

Tecolotes

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By justAviles

Al día siguiente de mi cumpleaños Alan ya había decorado por día de muertos.

Ahora era una catrina la que me había metido un susto por la noche, también tuvo el detalle de colocar las calaveras que encontramos que hice en la primaria en distintas partes de la casa, lo cual con lo distraído que era me había hecho decir unas cuantas maldiciones cada que se me olvidaba que estaban ahí, pero se veía tan feliz tal cual como en septiembre que dejé que hiciera lo que quisiera.

De nuevo en la oficina se organizaron para poner una ofrenda que la verdad mi única participación en años anteriores había sido económica, era la forma más sencilla de deslindarme, pero en esta ocasión me nacía aportar algo más.

Así que después de casi 4 años laborando ahí me acerqué a mis compañeros, pocos se mostraron amables, era de esperarse siempre fui un huraño, en cambio, Sonia la recepcionista se alegró de que me uniera, era la típica chica amigable con todo el mundo.

Ese martes lo dedicamos a dejar puesta la ofrenda. Salí un poco más tarde de lo usual, agotado, pero podría decir que feliz.

Cuando llegué, había tres macetas de cempasúchil en el pasillo.

—¿Y esto? —pregunté con curiosidad, como ya lo suponía, Alan salió de la cocina.

—Sobraron en el trabajo y me dejaron llevármelas, si no tienes problema me gustaría poner una pequeña ofrenda—solo me alcé de hombros.

—No tengo inconveniente —me senté a la mesa, Alan me puso un plato de tortitas de carne y se sentó frente a mí.

—Mmm—expresó como si estuviera buscando las palabras correctas.

—¿Qué pasa?

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Quieres ponerle algo a tu mamá este año? —detuve mi bocado, miré hacia el refri donde alcanzaba a ver su foto, sonreí ligeramente.

—Supongo que si—Alan puso su mano sobre la mía en señal de apoyo y me sonrió.

—Bueno, entonces lo tendré en consideración —seguimos comiendo mientras me contaba lo que había hecho en el día de repente se detuvo olfateando.

—¿Te has vuelto sabueso?

—Creo que ya se te metió el espíritu.

—¿¡El espíritu¡? Sácalo de mí, ¡no quiero ser poseído! —soltó una carcajada.

—Me refiero al espíritu de las fiestas de día de muertos.

—Ah—exclamé aliviado —¿por qué lo dices?

—Porque hueles a cempasúchil y tienes petalitos en el traje—se levantó un poco para sacudirme.

—Estuve ayudando con la ofrenda de la oficina—me miró asombrado.

—¿En serio?

—Si.

—¿Y qué tal?

—Creo que fue divertido, aunque a mis compañeros no pareció que les gustara mi repentino interés.

—¿Acaso eres el tipo que siempre está encerrado en la oficina y apenas da los buenos días? —sonreí apenado.

—Un poco, en general evito involucrarme.

—Tampoco es que sea tan mala la convivencia, en el trabajo alguien decente debe haber.

—La hay, se llama Sonia, pero la verdad he evitado acercarme demasiado, no quiero malentendidos con Aim.

—Sinceramente, no le veo nada de malo.

—Con ella prefiero así.

—Hablando de compañerismo, el viernes voy a ir a una fiesta.

—¿Celebras Halloween?

—Solo es el pretexto —sonrió.

—Últimamente has ido a más fiestas.

—Estoy intentando retomar como era antes, solía ser muy sociable y convivía mucho, pero por mis conflictos comencé a aislarme, no sabes cómo extraño al antiguo Alan—le sonreí con comprensión.

Me gustaría tener su seguridad de saber quién era antes y si hay alguna diferencia en lo que ahora era, El único conocimiento que tenía es que la versión de mi pasado que más recordaba de mí no deseaba traerla al presente.

—Es bueno que no pierdas tu esencia.

—Cambiando de tema ¿Al rato me puedes dar una foto de tu mamá?

—No tengo ninguna—le recordé

—¿Y las de tamaño infantil?

—¿Para qué la quieres?

—Tú solo dámela, confía en mí—me sonrió.

—Está bien, cuando acabemos de comer te doy una.

El misterio de la foto me tuvo intrigado hasta el jueves que supe de qué se trataba. En cuanto entre al departamento Alan se plantó frente a mí impidiéndome avanzar.

—Quiero comer, cambiarme...—empecé a reprochar, él puso su dedo en mi boca pidiéndome silencio.

—Antes de eso, cierra tus ojos y extiende tus manos.

—¿Para qué Alan? Necesito ir al baño.

—Deja de usar ese tono de niño berrinchudo y obedece—estuve a punto de decir algo más, pero Alan puso esa mirada de madre que te hace callarte, hice lo que me pidió.

Cerré mis ojos y extendí mis manos esperando, escuché que caminó hacia algún lado y cuando regresó sentí algo en mis manos.

—¿Ya puedo?

—Ya—me confirmó, despacio fui abriéndolos y cuando vi lo que tenía en mis manos me quedé boquiabierto, era un portarretrato mediano con la foto de mi mamá.

—¡Pero Alan! ¿Cómo le hiciste? —sonreía satisfecho al ver mi reacción.

—La mandé a ampliar, para poder ponerla en la ofrenda.

Sentía ganas de saltar por todo el departamento era lo mejor que había hecho por mí, contuve mis instintos de liebre, en cambio, me fui por los de oso, lo abrace muy fuerte siendo la única forma que encontraba de agradecerle, él me palmeo con suavidad mi espalda, pasados algunos minutos lo solté.

—Gracias Alan, en verdad jamás creí que tendría una foto así de ella, gracias —repetí una y otra vez, él solo puso su mano en mi cabeza acariciándola.

—¿No querías ir al baño? —me recordó mi urgencia.

—Es cierto, me estaba meando—le di la foto y salí corriendo.

En ese momento deseaba regresar a abrazar a Alan, simplemente las palabras no me bastaban para expresar lo que estaba sintiendo.

El viernes que era 30, el pre a Halloween, decidí quedarme en casa pese a ser invitado por los amigos de Aim a una fiesta, no solo era mi falta de interés de convivir sino también que ella no asistiría, no tenía caso ir con un montón de desconocidos que estarían bailando y tomando, dos de las cosas que evitaba hacer.

Pasé por una pizza y me preparé para pasar el resto de la tarde comiendo y viendo alguna serie, quizás ameritaba ver algo de terror, pero sin Alan no podía atreverme, así que me fui por algo cercano: zombis.

Más allá de la acción y la temática apocalíptica disfrutaba observar el comportamiento de los personajes, seguramente si él estuviera aquí podría tener un interesante debate y análisis, no podía evitar echar en falta su presencia.

No fue hasta pasada la 1 que hizo aparición, me había quedado en el sillón, quizás no de forma consciente, pero al final me había ganado el sueño, desperté cuando encendió la luz.

—¿Alan? —escuché que algo dejaba caer, aún trataba de enfocar así que no supe bien a bien que había sido.

—Madre de Dios, Marck. Casi me matas de un susto—dirigí mis ojos hacia él que tenía la mano en el pecho, le sonreí todavía medio adormilado.

—Lo siento, no quería espantarte.

—¿Qué haces aquí?

—Me quedé dormido viendo la tele—me estiré para despabilarme, en la pantalla se veían los créditos.

—Deberías ir a descansar—ya con los ojos más abiertos pude notar que tenía algo en la cara, me acerqué para poder mirarlo mejor.

—¿Estás pintado? —parecía ser que se estaba ruborizando, en su cara estaban dibujados unos bigotes a cada lado de sus mejillas y la punta de la nariz negra.

—Mis compañeras no me permitieron irme sin disfrazarme, fue lo único que se les ocurrió—me explicó.

Hice un esfuerzo por no reírme, pero fue inevitable, aunque debía admitir que si bien me daba risa se veía bastante adorable.

—Espera, quédate ahí.

—¿Qué vas a hacer Marck? —corrí a la habitación por la cámara que me regaló y regresé.

—¡Di miau!

—¿Qué...? —ni tiempo le di de procesar, le tomé la foto, salió con una cara de completa confusión.

—Esto será mi tesoro más preciado.

—¡Marck! —se quejó con un puchero, el cual aproveché para tomarle otra—¡Marcos! —me gritó.

—Ya está bien, dejo de molestarte—noté la bolsa que había junto a su pie—¿Qué es eso?

—Dulces—al escuchar esa palabra me agaché a tomarla, pero con una sorprendente velocidad él la tomó primero.

—Que habilidades tan felinas.

—¿Qué pretendías a hacer?

—Ver que traes.

—Son mis dulces.

—No seas envidioso, por cada dulce que no me des vas a subir 5 kilos—le advertí.

—Para lo que me importa, toda mi vida me hicieron compartir con mi hermana ¡Esta vez son solo para mí!

—No te pongas Macario—me miró confundido.

—¿Cuándo dejé de ser Alan? —solté una risa.

—¿No conoces la película de Macario? —por su expresión supe que estaba tratando de acordarse, pero al final negó con la cabeza —¡Es cultura general! Es más, veámosla ahora.

—¿Ahora? Pero si ya casi son las 2 de la mañana—reprochó.

—¿Mañana trabajas?

—Pues no realmente, solo haremos la exhibición de la ofrenda.

—¡Ahí está!

—Está bien, veámosla pues.

Le puse la película, era una de las que más me gustaban al igual que a mi mamá, ya tenía tiempo que no la veía fue agradable hacerlo con Alan, cualquier cosa era más interesante con él, ya que siempre daba su punto de vista convirtiendo el momento en un interesante intercambio de opiniones.

Después de ver la película se resignó a darme algunos dulces de su bolsa que había estado abrazando durante todo el rato, solo escogí unos cuantos para que no se emberrinchara más.

Al día siguiente Alan se fue a medio día y de nuevo me quede solo, aproveché para pensar donde quedaría bien la ofrenda, la mejor opción fue la mesita de centro que arrime hacia el librero que había debajo de la ventana, acomodé las macetas que había traído Alan el otro día, y puse la foto de mi mamá, era lo más que podía hacer ya cuando él llegara me diría que más poner, me senté en el sillón a ver el celular.

Me topé con unas cuantas publicaciones de amigos cercanos de Aim en su perfil donde la felicitaban y le deseaban lo mejor, se me hizo extraño.

En esa semana apenas habíamos hablado, como que en esta ocasión nuestra forma de arreglar los problemas no había sido igual de eficaz que siempre, aunque había tratado de comunicarme con ella en esos días, lo único que había conseguido era saber si iría a la fiesta de sus amigos o no, tal vez se trataba algo del trabajo, no debía ser demasiado importante, sino ya me hubiera dicho aunque cuando decidió estudiar la maestría, no me entere hasta que casi la lleve el primer día tras eso me prometió hacerme parte de las decisiones que tomara, así que dejé de darle vueltas al asunto.

Alan llegó casi en la noche, para mi fortuna con comida porque me había dado flojera cocinar, también trajo pan de muerto lo cual era lo que más disfrutaba de noviembre, nos sentamos a comer lo que trajo.

—Ya está el espacio para la ofrenda— comenté.

—Si ya vi, está bien el espacio.

—¿A quién le pones ofrenda tú?

—Pues acostumbramos a ponérsela a mis abuelos paternos, ellos fallecieron muchísimo antes que naciera, creo que solo Gus los llego a conocer muy bebe—me contó.

—Yo nunca supe de mis abuelos de ninguna parte.

—Cuando mi papá cuenta cosas de ellos me dan ganas de haberlos conocido, con mi abuela materna la relación es muy lejana. También le ponemos a una tía que falleció hace algunos años, en realidad no era muy cercana si la veíamos una vez al año era mucho ¿Quiere saber por qué le empezamos a poner ofrenda?

—Cuéntame—pedí.

—Era prima de mi mamá, pero nunca fue santo de su devoción. En su primer año de fallecida mi mamá no le puso nada, entonces por esas fechas empezó a oler a tabaco justamente del que ella fumaba.

Me asombró escuchar eso.

—¿Eso es posible?

—Tampoco lo creía, nos revisó de cabo a rabo y no miento con eso, para comprobar que ninguno hubiera fumado, lo cual sería algo muy tonto de nuestra parte y hasta suicida—me reí ante su comentario.

—Entonces, tu tía se manifestó de alguna forma.

—Pues pareciera.

—Es extraño, nunca sentí que mi mamá me pidiera que le pusiera una ofrenda—reflexioné, para mi fortuna nuca había tenido experiencias paranormales por llamarles de alguna forma.

—Quizás te estaba dando espacio para que pudieras procesarlo, hablando de eso ¿Qué le gustaba comer?

—Interesante pregunta... —intenté hacer memoria, por nuestra situación económica nuestra alimentación no era demasiado variada, era difícil pensar en algo que le gustara, entonces recordé cuando mi hermano recibió su primer sueldo que nos invitó a comer—las tortas ahogadas—respondí.

—Entonces mañana las haremos creo que hoy vienen los niños así que dejaré dulces.

—¿Esos que no querías compartirme?

—Si, esos—dijo con un mohín—tú puedes ir a comprarlos cuando quieras, pero esas pobres almitas no—de cierto modo tenía razón, así que no reproché nada.

Luego de comer nos dedicamos a acabar de montar la ofrenda, solo dejamos el espacio para lo que pondríamos mañana, al terminar me quedé contemplando la foto de mi madre.

—Quedó un poco distorsionada, la verdad es que me sorprendió el trabajo que hicieron—comentó acerca de la foto, sonreí.

—Si es asombroso lo que lograron y no importa que se vea un poco así, el solo poder verla en un portarretrato me hace muy feliz, no tienes idea de lo mucho que te agradezco por eso.

Me puse de frente, lo miré, me acerqué hacia él y tuve el atrevimiento de darle un beso en la frente, sentí como se quedaba tieso, me aparté un poco, en su cara podía notar asombro, pero a la vez se asomaba una ligera sonrisa, antes de poder decir algo alguno de los dos, Alan recibió una llamada, en cuanto vio su celular se alejó y se acercó hacia la puerta.

—Voy a responder.

—¿Te vas a salir para contestar la llamada? ¿Acaso te dirán los secretos de estado?

—No tonto, también iré a la tienda para traer un Gerber para los bebés y otra veladora, dudo que esa alcance.

No espero que le dijera algo, tomó la llamada mientras salía, me causo curiosidad acerca de quien se trataba, las únicas personas que le llamaban eran sus hermanos y en general las pocas veces que le habían hablado había respondido dentro del departamento, bueno era su asunto.

El domingo nos dedicamos a terminar la ofrenda, preparó la torta ahogada que en mi vida había hecho una y a juzgar por su cara él tampoco pese a eso quedó muy bien, puso whisky que había comprado para su tía y cigarros, también consiguió un tamal verde y chicharrón prensado para sus abuelos.

—No tengo fotos de mis abuelos, están en casa de mis papas—comentó con ligera tristeza.

—¿Por qué no escribes sus nombres? Al menos así sabrán que los tienes presentes.

Con eso se le iluminó el rostro.

—Excelente idea.

Con eso quedo lista la ofrenda, me extrañaba verla en mi casa, mi mamá nunca fue de poner algo ni siquiera sabía si teníamos algún familiar fallecido, de hecho, poco sabia de mi familia, de mis abuelos o si acaso teníamos primos o tíos, ni Sergio ni yo supimos nunca nada.

Había pensado que sería un día difícil, pero a decir verdad era reconfortante ver la foto de mi madre en la ofrenda y creer que ella vendría, que estaría en el departamento que, aunque consiguió con su esfuerzo, nunca pudo conocer y me podría ver ahora de adulto, supongo que por eso en México era tan importante estas tradiciones, celebramos a nuestros seres queridos que se adelantaron y de cierta forma "compartimos" de nuevo con ellos.


Notas del autor:

Bueno esta capítulo quedó más como si fuera un especial de día de muertos en pleno febrero 😂 quitando eso, espero lo hayan disfrutado.

Como verán menciono una película llamada Macario está es del año 1960  basada en un cuento, si tienen oportunidad se las recomiendo ampliamente. 

El siguiente punto es que de nuevo les traigo un poco de información acerca de esta bella fiesta de día de muertos por si no están familiarizados con ella.

Y eso es todo, de nuevo les doy las gracias por votar y comentar cada capítulo, su apoyo es mi inspiración✨ 


Nos vemos la próxima semana queridos lectores ❤❤❤

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