31 Días [COMPLETADA ✔]

By Camila__Mendiola

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¿Sabes? No todo en él fue siempre oscuridad y perversión, como todos, Henry había tenido una linda infancia l... More

Antes de leer.
P r ó l o g o
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15 [Final].
E p í l o g o
Agradecimientos.

Capítulo 11.

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By Camila__Mendiola

Hoy era martes, esta era ya la tercera semana aquí. Después de presenciar la muerte de un chico inocente no había pasado mucho en estos días, la rutina era la misma: Henry venía a traerme la comida, yo trataba de no hacerlo enojar para no resultar herida —eso sí, ya no había sido violada de nuevo—, había logrado que me trajera algunas cosas cuando se encontraba de buen humor; por ejemplo: más libros para leer, un reloj con fecha y hora —de ahí el por qué sabía que día era hoy— y algo de ropa; tal vez no era mucho pero al menos era algo ¿No?

Últimamente me había estado sintiendo muy mal, tanto física como mentalmente; gran parte delas cosas —de las pocas que podía hacer en el día— se me olvidaban muy a menudo, el cuerpo entero me dolía tras dormir todas las noches en esa incómoda cama en la que los resortes se sentían más que nada, constantes dolores de cabeza también se sumaban a mi larga lista de quejas.

Estos días había extrañado mucho a mis padres, y no digo que no los haya extrañado ninguno de los días de las semanas anteriores porque eso sería mentira; claro que los extrañaba pero es solo que estos días que transcurrieron ese sentimiento creció mucho más. Debo decir que toda aquella esperanza que tenía de escapar ya se había esfumado, sin embargo, cuando se me presentara la oportunidad claro que la aprovecharía y trataría de salir de aquí.

Miles de preguntas se formulaban en mi cabeza: ¿Cómo estarían mis padres? ¿Mes estarían buscando? ¿Se habrán rendido? ¿Creen que estoy muerta? Esos eran solo algunos de los tantos cuestionamientos que me hacía todas aquellas noches en las que me resultaba imposible dormir; aquellos cuestionamientos que me hacían sentir que me ahogaba.

Últimamente también he estado pensando mucho en la idea de morir y todo lo que eso implica. Pienso mucho en el momento en el que los latidos de mi corazón se detengan, en mi último aliento de vida, se supone que cuando mueres es porque ya viviste todo lo que tenías que vivir, que lograste todo lo que te propusiste hacer.

Seré sincera... esa idea me asusta, me asusta mucho.

Estar atrapada aquí me hizo darme cuenta de que si muero ahora dejaré muchas cosas a medias en mi vida, no había terminado la universidad, no había viajado por el mundo como me lo había propuesto; tantos sueños que tenía, tantas metas; quería que mis padres se sintieran orgullosos de mí pero ahora todo eso quedo arruinado.

Ir a la iglesia con mis padres me enseñó que si eres fiel a Dios él te recibirá en su cielo maravilloso y celestial, pero, siendo sincera: últimamente estoy dudando que eso sea cierto, la simple idea de que más allá del cielo existe la vida eterna se ve tan lejana. Y no quiero dudar, no quiero dudar de cosas que algún día sí creí posibles; si Dios era bueno ¿Por qué quiso que esto que estoy viviendo me sucediera a mí? ¿Acaso era un tipo de prueba? ¿Había pecado tanto como para que me sucediera esto? Nunca lo sabría.

La vida es efímera, la muerte es eterna. Tu cuerpo se queda aquí, bajo la tierra mientras que los gusanos se comen tu cuerpo sin vida pero, ¿A dónde va tu alma? Supongo que es un misterio que solo los que habían muerto lograron resolver pero que desgraciadamente nunca nos podrían revelar. 

La puerta fue abierta, no me había dado cuenta de que lagrimas caían de mis ojos hasta que sentí el sabor salado de estas en mis labios; últimamente no me había permitido que Henry me viera débil, no había llorado frente a él desde aquella primera vez que me había violado; sentía que le causaba placer verme así: débil y herida.

—Hola, cariño —saludó sonriente.

No tenía ganas de hablar, me sentía débil así que solo me limité a darle una sonrisa falsa.

—Te traje la comida.

Dejó en la cama una bandeja con ensalada de pollo y un vaso de jugo de uva, sinceramente no tenía hambre lo cual era extraño porque ya era más de medio día y no me había entrado el apetito en ese transcurso de tiempo; sin embargo, me vi en la decisión de comer algo porque no sabía si mañana Henry despertaría con mal humor o sin ganas de verme y no viniera a darme de comer en días.

Después de todo, no era una experiencia que me gustaría que se repitiera.

Así que resignada, cogí la cuchara y del plato untándole un poco de ensalada de pollo; me llevé el bocado a la boca y traté de reprimir una mueca. Últimamente en estos días en que Henry me traía la comida siempre tenía un sabor raro, al principio pensé que era porque él la preparaba y por no saber cocinar siempre le quedaba aquél sabor raro; pero después me di cuenta que no siempre él era quien preparaba la comida, sino que a veces también la ordenaba.

¿Eso era extraño? Yo creo que sí.

—¿Por qué siempre la comida tiene este sabor? —no pude evitar preguntar.

—¿A qué te refieres?

—No sabría decirte con exactitud el sabor, pero siempre es uno raro.

—No digas tonterías, Lauren.

—No son tonterías —protesté—. Es la verdad, la comida sabe raro.

—Bien —se levantó de la cama y me arrebató la bandeja de comida—, entonces creo que no tienes hambre —su voz tenía un ligero toque de molestia, sabía que ya lo estaba haciendo enfadar.

—Espera —logré cogerlo del brazo antes de que se fuera—, lo siento, déjame terminar la comida; prometo que ya no me quejaré.

No me gustaba suplicarle, para mí eso también era signo de debilidad.

Era increíble ¿No? Normalmente en estos casos, en los cuales te han privado de tu libertad, de ver a las personas que quieres y que además cada maldito día te hacen sentir como una mierda siempre te muestras débil, de una manera sumisa y todo para tratar de seguir un día más, unas horas más. Todo esto ¿Para qué? ¿Para qué esa misma mala persona te siga tratando igual? ¿Para qué algún día tarde o temprano te termine asesinando y después deseche tu cuerpo sin ninguna pisca de remordimientos?

Yo no era una persona fuerte, era débil en muchos casos; sin embargo las circunstancias en las que estaba me habían obligado a dejar todo eso atrás, debía ser fuerte porque a veces no mueres por una herida de cuchillo o bala; sino que también mueres por cargar con sentimientos negativos que siempre te carcomen por dentro y yo no quería eso para mí. Iba a ser fuerte, iba a luchar y no solo por mí; sino que también por todas aquellas personas que tanto amaba: mis padres.

—De acuerdo —accedió—, pero si te vuelves a quejar te prometo que no vendré a alimentarte en los que resta de la semana.

Vendré a alimentarte, ¿Ahora se creía que era un estúpido animal? Me obligué a mí misma a no responderle algún insulto o de manera sarcástica, sólo quería terminarme la estúpida comida de una buena vez para que se fuera y me dejara sola.

Entonces recordé el buen humor que tenía cuando entró a la habitación antes de que me quejara, una idea comenzó a maquinarse en mi cabeza; tal vez aún conservaba una pizca de ese buen humor, tal vez aún podía convencerlo. Era arriesgado pero ¿Qué va? Al menos debería intentarlo.

—Henry.

—¿Sí?

De acuerdo, su voz se escuchaba tranquila; esto iba marchando bien.

—¿Te puedo pedir un favor?

—¿Qué deseas? —me miró.

—Quisiera hacer una llamada —en segundos su sonrisa fue borrada.

Sabía que era ridícula mi idea ¿Quién en su sano juicio —bueno, no era como que Henry estuviera siempre en su sano juicio— dejaría que la persona que tenía secuestrada hiciera una llamada? Ridículo, lo sé, pero al menos debía intentarlo.

—No —respondió firme, sin embargo no me conformaría con esa respuesta.

—Por favor, solo quiero hablar con mis padres, no les diré nada, solo decirles que estoy bien —dije mientras me acercaba más a él, sabía que sería imposible convencerlo, así que usaría otras tácticas, las cuales no eran mis favoritas pero sabía que con eso tal vez lograría doblegarlo, comencé a besar su cuello y subí a su mandíbula—. Por favor —él comenzó a ceder ante mí, tal vez después de lo que planeaba me iría espantoso, sufriría consecuencias, pero mínimo lo intentaré.

—Veamos como piensas convencerme —dijo antes de lanzarse contra mí, era hora de retener mis lágrimas y aguantarme, me acostaría con él con tal de buscar ayuda, sentí como comenzaba a desvestirme y traté de no pensar, debía hacerlo.

[...]

—Tal vez mañana tengas tu llamada —dijo mientras se abrochaba los pantalones, no dije nada, sólo me limité a sonreír.

Me daba asco yo misma pero si quería convencerlo de que me dejara hacer esa llamada tenía que aguantarme, necesito salir, no pienso quedarme aquí otro día más.

Henry salió de la habitación no sin antes haber dejado un beso corto en mi frente, cuando al fin estuve sola me volví a poner mi ropa con rapidez mientras me lanzaba sobre la incómoda cama nuevamente; ahora que estaba sola me permití soltar unas lágrimas, me sentía patética.

El estómago me rugió en protesta por no haber desayunado ni comido en todo el día a excepción de los pequeños bocados que le di a lo que Henry me trajo, asomé mi cabeza hacia el suelo para ver si la bandeja con comida estaba ahí; afortunadamente así era. Así que, aguantándome todas las emociones que sentía en ese momento, me puse a comer.

De pronto un recuerdo con mis padres llegó a mi mente causando que mis ojos se cristalizaran y comenzaran a soltar lágrimas:

Era mi cumpleaños número doce, me había despertado con la ilusión de que cuando bajara a la sala esta estaría decorada con globos, serpentinas y luces de colores; que mis padres me estarían recibiendo con un pastel de mi sabor favorito y que los invitados estarían escondidos por toda la sala para después salir y gritar un alegre "¡Sorpresa!"

Nada de eso paso.

Mi sonrisa desapareció en el instante en que pise la sala, no había decoraciones, no había pastel de cumpleaños, no había invitados y sobre todo: mis padres tampoco estaban ahí. Con mi ceño fruncido caminé hasta la cocina en donde los encontré desayunando animadamente.

—Buenos días —mi voz tenía aún un ligero toque de esperanza de que recordaran que hoy era mi cumpleaños.

—Buen día pequeñita —saludó mi padre sin despegar su vista del periódico que sostenía en sus manos.

—Hola hija, siéntate, ahora te doy tu desayuno.

De acuerdo, no se acordaban; eso había roto mis sentimientos ¿Cómo era posible que no recordaran el cumpleaños de su propia hija? Prácticamente me la pase hablando sobre este día toda la semana, planeando cada cosa que quería hacer; tuve que contener mis lágrimas pues no quería que me vieran llorar y que después se sintieran culpables por no haberse acordado que era el cumpleaños de su hijita; no estaba molesta con ellos, sabía que también había sido una semana dura en sus trabajos; habían estado de un lado para el otro con enormes pilas de papeles en sus manos.

Ese día fui a la escuela con una cara llena de tristeza y aunque mis compañeros de clase si se habían acordado de mi cumpleaños y me habían felicitado, había dos personas importantes que no lo habían hecho: mis padres. Llegué a casa con la intención de encerrarme en mi habitación a llorar lo que restaba del día y no salir hasta mañana aparentando que nada había sucedido, sin embargo, mis planes fueron completamente cambiados cuando al abrir la puerta de mi casa mis padres me recibieron con una sonrisa enorme y un pastel en sus mano mientras que al mismo tiempo salían personas escondidas por entre los muebles.

—¡Feliz cumpleaños hija! —exclamó mamá.

—¿Qué...? —estaba atónita— ¿No lo habían olvidado?

—De ninguna manera nos olvidaríamos del cumpleaños de nuestra hijita consentida —dijo papá alegremente—. Discúlpanos si esta mañana te hicimos sentir mal pero queríamos que la fiesta fuera sorpresa.

—Los perdono porque son mis padres y los amo.

La fiesta transcurrió bien, me divertí mucho y reí todo el tiempo. Mis padres habían hecho mucho por mí y no tenía manera de agradecerles.

No se merecían esto, no se merecían estar pasando por esta angustia, por esta tristeza y desesperación. No quería que se sintieran culpables por esto, no quería que se atormentaran con la culpa si algo me llegara a suceder.

Ahí, sola, en una habitación; me dejé llevar por la impotencia que sentía, dejé que todas las lágrimas que había aguantado durante días salieran, me dejé llevar por la tristeza hasta que me quede dormida.

..............

Nota de Autora: ¡Hola! Sinceramente este capítulo es uno de los más especiales para mí porque hay un fragmento que escribí en base a un pensamiento que tuve y que me estaba atormentando mucho: la muerte; por un tiempo aquél pensamientos estuvo rondando mucho por mi mente, y no hablo de la idea del suicidio sino de la idea en la que simplemente tu corazón deje de latir, le tenía miedo a esa idea, tenía miedo de que al día de mañana mi vida se apagaría.

Ahora, que mi mente está más clara, me doy cuenta de que ese no debería ser el primer pensamiento que tenga presente, aún soy joven, debería de vivir mi vida al máximo para a la hora de morir no tener asuntos pendientes, los tiempos de Dios son perfectos.

Así que si tienes la oportunidad de hacer algo ¡HAZLO! La vida es muy corta para ponernos restricciones.

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