ANTE TI, SOY

By apbooks9

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PAUSADA. SIN FINALIZAR Romance Histórico situado en principios del siglo XIX. Año 1820 Inglaterra Cadence Mil... More

Bienvenidos
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 25

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By apbooks9

La cena había transcurrido bajo un silencio funesto. Miradas esquivas y amenazantes, suspiros y resoplidos bajo la melodía de cubiertos rozándose unos a otros y un tenue susurro, punteado con risas burlescas y por momentos estruendosas. Law no había pronunciado palabra desde que había tomado su lugar, mientras en el extremo opuesto de la fastuosa mesa para dieciocho comensales, Drake hacía exactamente lo mismo.

La mesa claramente dividida por una barrera invisible, aunque tan inquebrantable como el acero forjado, se debatía entre quienes se sentían dueños y señores de todo, o al menos lo habían sido hasta aquel momento; sus invitados, y en el extremo opuesto Cadence y Diane que acompañaban silenciosas a la mirada hiriente y amenazante de Drake.

Caddy llevaba la espalda erguida aunque las mejillas le ardían. Podía sentir por momentos los ojos puestos sobre ella, luego las risas y susurros. Tragó el bocado de comida mientras se repetía a si misma todas las afirmaciones que Amy le había gritado aquella tarde y se convencía que con el tiempo la situación en la casa mejoraría.

— Señor Lexington... —Aquel llamado de voz seductora y atractiva, atravesó la barrera inquebrantable en apenas unos segundos y tan fácilmente como si de un papel se tratara, llamando la atención de todos, hasta de la propia Cadence, quien giró su rostro hacia la joven señorita que entre risos castaños, brillosos y colocados perfectamente en el costado de su esculpido rostro de labios delicados, se había atrevido a llamar la atención de su marido en medio de semejantes circunstancias. —Finalmente, ¿qué le han parecido los terrenos? ¿Ha visitado la ribera del río como le sugerí? —Caddy pestañeó ajena a lo que sucedía mientras Diane arrugaba la frente y ambas volvían sus ojos a Drake, quien limpió el costado de su boca y con una sonrisa afable y un tono elegante, respondió.

—Los terrenos son preciosos y amplios, la ribera con una arboleda majestuosa y claro que pude ver las garzas y los patos que mencionó. —Para completar el confuso cuadro donde todos los demás parecían ajenos, a excepción de ellos dos, la señorita sonrió con aquel par de pestañas perfectas.

—Sabía que aprovecharía el paseo, señor Lexington. Desde que estoy aquí molestando a mi tío, no he dejado de realizar aquella vuelta obligada.

—Lo imagino. —Drake replicó aquella sonrisa mientras respondía con su voz pausada y calma. Caddy, en cambio, sintiéndose completamente invadida por un ardor profundo y agrio que se apoderó de su estómago y cerró su garganta por completo, arrugó la frente al observar la comida, sintiéndose incapaz de incorporar un solo bocado más. Bebió un sorbo de agua mientras a través del cristal contemplaba a la señorita perfecta, sonreír ante algún comentario que Sarah Duddley hacía en su oído.

A pesar de que la barrera había vuelto a erigirse y los comensales continuaban como si nada hubiera ocurrido, Cadence volvía una y otra vez a la señorita y a Drake, que se había envuelto nuevamente en silencio y permanecía absorto en la comida.

Fue inevitable no tomar en cuenta lo que había sucedido y de alguna manera sorprendente y casi mágica, aquel hecho había flaqueado su orgullo y su estima propia, haciendo que inevitablemente comparara aquel vestido elegante, de colores vivos y telas de primera calidad, con el antiguo vestido que la acompañaba cada verano de los últimos cinco años. Tragó saliva mientras repasaba el peinado, comparando irremediablemente con su recogido modesto y simple; la piel de porcelana, la manera de sonreír y cada uno de sus gestos.

¿Acaso había perdido por completo la conciencia de quién era? No lo sabía, pero un sentimiento de compasión hacia sí misma, invadió sus pensamientos y sólo deseó retirarse del lugar. No pudo pensarlo dos veces y arrebatada en su propio derecho a huir de cualquier sitio donde se sintiera indefensa, se puso de pie haciendo que Drake tragara el bocado casi atragantándose y replicara lo más rápido posible, pero sólo oyó sus disculpas y vio la espalda de Cadence abandonando el comedor.

Caminó decidida a salir de allí, huir de aquellos pensamientos que no dejaban de molestar su orgullo, socavando viejas heridas y sacando a luz sus inseguridades. Prefirió obviar aquel apretado nudo que destilaba amargura y subió las escaleras hacia su habitación.

Cerró la puerta con impulso y el estruendo le hizo inspirar profundo y abrir sus manos al lado de su cuerpo, intentando calmar unos nervios repentinos y tan molestos como inentendibles. Su mente aturdida parecía correr más rápido aún que su capacidad de entender lo que acontecía y sus problemas parecían rodearla, quitando la tibia calma con la que solía tomar decisiones.

Odiaba aquellos días en que su estado de ánimo, sus deseos y sus odios se entremezclaban en una especie de desesperante e intolerable vendaval. Se recostó de espaldas en la cama mientras rememoraba las palabras de Amy, la posibilidad de que John fuera padre de aquel niño en camino, de las peripecias que estaría sufriendo Brooke si Robert así lo sospechaba y el dolor al ver la ilusión brillar en los ojos de su amiga.

John merecía un amor verdadero y posible, un amor límpido y sincero como el de Amy, pero había arruinado todo con aquella aventura prohibida que traía consecuencias y muchas. El problema principal era determinar si Amy sería capaz de amarlo bajo aquellas circunstancias.

Cadence arrugó su frente en aquel mismo instante preguntándose si ella sería capaz de vivir con semejante carga en sus espaldas. Tampoco sentía las fuerzas necesarias para decirle a ella, qué había sucedido entre John y Brooke, y mucho menos abogar por ella, quien bajo sus circunstancias y sabiendo de los sentimientos de Amy, se había atrevido a mirar a John. Resopló.

Tan complicada se había vuelto la vida alrededor, que hasta se había olvidado por momentos de pensar en sí misma. No era consiente de quién era, qué deseaba y a dónde iría. Todo había cambiado repentinamente. Las preguntas de Amy habían revuelto recuerdos y plantado inquietudes. Preguntas que habían estado allí en su corazón desde que podía recordarlo y que su padre se había encargado de dejarle muy claro que mejor era dejarlas cubiertas bajo piedras, enmascaradas con silencio y respuestas simples que recitaba de memoria cada vez que ansiaban salir por sus labios. Las había callado tantos años y ahora abarrotadas se enredaban unas a otras, llenándola de ansiedad.

¿Por qué su padre había asegurado que los Duddley no querían saber de ella y al mismo tiempo, Sarah afirmaba que no estaba al tanto de su existencia? Asi tampoco parecía conocer que su madre había contraído matrimonio con su padre. ¿Por qué lo habían hecho en secreto si de cualquier modo se apartarían de la familia? ¿Por qué insistía, casi desesperado, que no nombrara a su madre en casa de sus tíos? ¿Por qué había guardado la carta de su madre? ¿Por qué no se la había entregado antes y por qué su madre insistía que reclamara lo suyo? ¿Por qué le había escrito aquella carta, sabiendo de alguna manera que tendría que luchar por lo suyo?

Apretó sus ojos agobiados y una lágrima se volcó por su mejilla. Era demasiado para su mente lenta o quizás "inocente", como Drake solía llamarle. Su rostro pálido se contrajo y las lágrimas parecieron multiplicarse. Se sentía sola y perdida en un pozo oscuro, tan oscuro y siniestro que parecía una pesadilla.

La puerta chirrió a sus espaldas y oyó sus botas detenerse junto al umbral. Se acercó lentamente y en silencio, mientras Caddy intentaba secar sus lágrimas rápidamente.

Drake había ido tras ella un tanto preocupado por la manera intempestiva en que había abandonado la mesa.

Mientras subía las escaleras había establecido aquella sonrisa socarrona, y fijado en su memoria infinidad de argumentos para librarse de sus reclamos, quizás suponiendo alguna especie de enojo o preocupación de su parte; tal vez por insinuaciones respecto a algún comentario de su primo quién seguramente no desperdiciaba ocasión en sembrar la discordia; en su lugar, encontró su pequeña silueta recostada de lado sobre la cama, con las rodillas casi hasta el pecho y un silencio absoluto alrededor.

Tragó saliva y la observó un instante mientras su sonrisa se disipaba y la preocupación le asaltó. Se acercó lentamente y al ver su rostro inflamado de lágrimas, se acuclilló frente a ella, quien ante su presencia intentaba esconder o disimular.

— ¿Qué ha sucedido? —cuestionó con voz firme aunque en tono suave. No quería turbarla aún más, pero sí dejarle en claro que como su esposo debía estar al tanto de todos los asuntos, incluyendo los que atañían a sus tristezas.

Caddy sorbió su nariz rápidamente e intentó incorporarse mientras movía la cabeza en negativa para quitar atención al asunto y hacerle saber que no era importante.

—Cadence... —Recriminó, casi suplicando, mientras estiraba sus manos rápidamente y tomaba las suyas, haciéndolas un panecillo y abrigándolas sobre su falda.

Aquel gesto la deshizo por completo y sólo atinó a estirar sus brazos y aferrarse a él, hundiendo su llanto en aquel espacio amplio y confortable entre su cuello y el hombro. Su corazón se desbarató allí, la angustia se volcó levantando su pecho casi a saltos, mientras él, silencioso y sorprendido, abrazaba su espalda, acariciándola suavemente y sintiéndose un bobo por no saber qué más hacer para consolarle. No quería arruinar todo con una de sus sandeces ni tampoco presionarla. Sólo se quedó calladamente y dejó que ella se desahogara.

El tiempo transcurrió en el más absoluto de los silencios, sintiendo la humedad de las lágrimas correr por su cuello y el sonido de su nariz al sorber sus mocos. Parecía una niña indefensa, tan pequeña y delgada que podía rodearla por completo con uno solo de sus brazos y aunque deseaba asaltarla con preguntas para saber la razón de su angustia, contuvo aquel deseo, esperando sus tiempos y disfrutando aquel momento de debilidad que de alguna manera la acercaba a él.

Cuando se repuso, lentamente se apartó. Drake conmovido por su dolor, apoyó la mano sobre su rostro cálido y húmedo, de ojos rojizos y tan brillantes como la más preciosa de las estrellas. Sus labios rosados se veían deliciosos y toda ella vulnerable. Tragó saliva al percibir su mirada triste y detuvo el deseo de besarla intensamente.

— ¿Puedes decirme qué ha pasado? ¿Qué te tiene así, tan triste?

—No sé si alguna vez podré confiar en usted, no sé si acercarme es lo más sensato, no tengo claro si esto será bueno o malo, pero necesito que me ayude. —Balbuceó, confundiendo a Drake, que permaneció callado, aguardando que terminara, ilusionado de alguna manera en que comenzara a acercarse y feliz de que pidiera su ayuda. Se sentía como un buen presagio respecto a su matrimonio.

—Claro —respondió con dulzura. Quería dejar claro que estaría allí para ella, para apoyarla, para consolarle.

— ¿Qué tan bueno es en su trabajo? —Preguntó mientras apartaba la mano de su rostro y carraspeaba con aquella altanería que ya le conocía. Él apretó el ceño ante su pregunta y perplejo respondió.

—El mejor.

—Muy bien. Quiero contratar sus servicios. —Drake se puso de pie y retrocedió un paso, mirando hacia la ventana y dudando sobre su respuesta. No esperaba nada de eso, había ablandado su corazón de fuerte hombre al verla indefensa y se había acercado como un bobo ante su fragilidad y aquel atisbo de cariño. Necesitaba recuperar compostura y tomar pose, volver a su lugar y ubicarse donde ella lo había colocado desde el primer instante: el hombre que había robado su libertad y se había convertido en su marido a la fuerza, que había comenzado a quererla, ansiando un pellizco de amor que tal parecía, jamás iba a suceder.

— ¿Cuál es el trabajo? —dijo con seriedad.

—Quiero saber todo sobre mis padres, sobre mi vida en sus comienzos. Quiero saber quién soy realmente, por qué estoy aquí ahora, por qué mi madre me dejó esa carta. Estoy repleta de dudas y obligada a estar aquí cada día, revolviendo todo mi dolor.

Drake se tomó unos minutos, enfriando su corazón y su mente, volviendo a ser el calculador que controla cada movimiento volviéndolo a su favor.

— ¿Y qué obtendría yo de esto? ¿Cómo piensas pagarme? —Había puesto las manos en la espalda y con suficiencia se había vuelto hacia ella que lo observaba expectante. Rápidamente iba a responder, pero él se adelantó.

—No me ofrezca dinero. No quiero más. Tengo más de lo que necesito.

— ¿Y qué podría ofrecerle? Sabe de sobra que no tengo nada más que esta herencia.

—Tengo todo lo material que necesito y no soy demasiado ostentoso. Tengo prestigio y trabajo, tengo el cariño de quien me interesa, a excepción del de mi esposa... Pues, eso es lo que deseo.—Dijo sin inmutarse. Era lo que más deseaba en el mundo. Anhelaba rozar sus labios más que cualquier otra cosa. Ansiaba percibir su calidez y sentir su sabor. —Es mi esposa y no puedo tratarla como tal, pues se niega a cumplir lo que juramos en el altar. Yo por mi parte, tengo curiosidad por saber qué se siente.

— ¿"Qué se siente"? ¿Es una broma? Jamás podría entregarme a usted.

—Es mi esposa y quiero su corazón, no es nada raro ni fuera de lo normal. Es lo único que puede ofrecerme y por la única razón que haría lo que me pide. Piénselo.

—Mi corazón... —dijo con ironía mientras se lamentaba —Es duro como una roca, está repleto de espinas y negado a oír sus palabras que sólo me generan desconfianza. ¿Cree que puedo obligarlo con el raciocinio a que lo ame, que se entregue a usted?

—Es su decisión. Las verdades que busca y a cambio, su corazón de piedra. —sonrió de lado como siempre hacía mientras tomaba la salida, cerrando la puerta tras de sí.

Iba a cobrarle su corazón por aquel trabajo. Ya estaban casados y condenados a estar juntos pese a quien le pese. Con el tiempo acabaría acostumbrándose a él y quizás llegaría a quererlo. Si ella no se inmutaba, no sentía, no le deseaba como él lo hacía; si no había otra manera de obtenerlo, entonces se lo cobraría. A cambio le daría su historia.

Caminó presto por el corredor, sintiéndose tan miserable y necio como ningún otro. Estaba enloqueciendo por cobrar un corazón, mendigando cariño y cayendo tan bajo como fuera, en pos de apaciguar el suyo que de solo verla se sobresaltaba. Se sentía descontrolado y fuera de todo argumento, colmado de sentimientos desconocidos y obstinados que calentaban su cabeza al punto de ser capaz de pedir algo semejante.

Había avanzado apenas un poco cuando oyó la puerta tras de sí.

—Acepto. —dijo a su espalda y con voz tímida.

Dio una pitada al cigarro y miró el polvillo en la ventana del que ahora sería su despacho. Una estrecha habitación aunque con gran ventanal, un escritorio, un viejo sillón color marrón desgastado, varios candeleros en las paredes y estanterías un tanto desvencijadas.

Había aceptado aquel minúsculo espacio por no contradecir a Cadence y acrecentar su malestar, pero maldijo a Law desde el instante preciso en que el mayordomo le informaba el lugar que le habían dispuesto.

El pábilo se zarandeó cuando Byrion y Diane cerraron tras de sí y al mismo tiempo se llenó de su voz.

—Vaya, vaya, vaya... ¿Aquí será nuestro lugar? ¿El escritorio del dueño de todo está en la parte trasera de la casa? Tuvimos que recorrer al menos dos corredores casi en completa oscuridad para poder llegar aquí.

—No digas nada. —Masculló y volvió a poner el cigarro en sus labios mientras Diane movía la cabeza en negativa para que Byrion guardara sus comentarios. Por las claras se notaba que Drake no estaba del mejor de los humores.

—Ahora que lo pienso, mejor así. Más lejos, más oscuro, más intimidad...

—Byrion... —le reprendió la anciana. —Ya cállate. —Aquella reprimenda hizo sonreír a Drake.

—Muy bien. Me limitaré a decir que no es de lo más confortable pero mañana mismo conseguiré que Rose lo deje impecable. —Diane sonrió y Drake replicó con curiosidad.

— ¿Rose? ¿Rose la doncella?

—Claro. Sé que no pondrá pretexto y es bastante detallista.

— ¿Por qué lo dices?

—No importa. Mejor te muestro lo que conseguí.

Dejó sobre el escritorio un sobre de cuero, en su interior varios papeles que Drake recorrió con sus dedos.

— ¿Qué es?

—No los leí, pero me aseguraron que los gastos de los últimos meses. Revísalos con detenimiento, quizás encontremos algo que pueda servirte.

— ¿Algo más?

—Ya se confirmó el embarazo de la esposa de Hemingway. El hombre está como loco. Ha ido por ti a la casa y ya no sé cómo detener el asunto. Se mostró molesto porque lo dejaras sin resolver y juró difamar tus servicios en todo Londres. ¿Qué haremos?

—No me importa.

—Drake. No es bueno que ganes otro enemigo. Menos uno como él.

—No puedo resolver los asuntos de falda de su esposa. Se lo juré a Cadence y no puedo volverme atrás. No diré nada y tampoco moveré un dedo para proteger al sinvergüenza de su primo.

—Buscamos a alguien a quien cargarle el niño, y asunto solucionado. Lo que el viejo quiere es justicia, sanar su orgullo de hombre. Dale eso y fin del asunto.

—Eso es peor que todo lo demás. Que un justo, por miserable que fuera, pague las culpas de un pecador. No, claro que no. —Diane sonrió con alivio. Amaba que Drake fuera justo y sabio.

—No sé entonces qué más. De todas maneras buscará a alguien a quien encargarle el trabajo.

—Que lo haga. Si es alguien que me conoce, no se meterá en el asunto. —Se sentó en la silla y poniendo los codos sobre la superficie del escritorio miró a Byrion fijamente. Él enarcó una ceja, expectante ante lo que vendría. Esa mirada fría y acerada era sin dudas algo importante. —Ahora quiero que me cuentes de Johanne Duddley. —Byrion relajó su espalda.

—No me puse de lleno con ese asunto. No le di tanta importancia.

—Pues debes dársela. Es nuestro nuevo trabajo.

— ¿Cómo? ¿Quién nos contrata?

—Mi esposa. —Diane lo miró confundida. Byrion en cambio, sonrió.

—No trabajo de favor, Drake. Nuestra amistad prima sobre lo demás pero he pensado asentarme, buscar una casa para mí... —Diane sonrió y palmeó sus manos. Drake replicó mientras daba un golpe al escritorio.

—¡Hay una mujer!

—Shh... No hay nada. Sólo la vida que pasa frente a mis ojos.

—Está bien. Buena decisión, y no te preocupes que yo mismo voy a pagarte.

— ¿Entonces es por curiosidad tuya?

—No. Ella me contrató.

— ¿Te pagará con especias? —rio y Drake le lanzó el humo del cigarro en sus narices.

—No te incumbe. Sólo pon todo tu esfuerzo y tráeme algo pronto.

Suaves golpes en la puerta, distrajeron la conversación. Con desconfianza hizo señas a Byrion para que abriera mientras percibía su navaja en el lugar de siempre. Cuando las bisagras chirriaron, bajo la cálida luz de un candelabro, el rostro de la dama sonrió. Diane movió la cabeza en negativa mientras Byrion volvió sus ojos a Drake enarcando las cejas.

—Señorita Dankworth. —Se puso de pie mientras ella ingresaba. —¿Ha venido sola?

—Sí... disculpe mi atrevimiento. Supe durante la cena que se había instalado aquí y me atreví a traerle un obsequio.

—Con permiso, Drake. Iré a descansar. —Afirmó Byrion aunque él con la mirada le suplicó que se quedara, pero fue en vano.

Diane en cambio, se puso de pie con dificultad y se acercó a la puerta tomándola por la manija.

—Señorita, deje el regalo y será mejor que se retire a su habitación. Si alguien la encuentra aquí sin compañía, la convertiría en una mujer de mala vida. —Amber Danksworth la observó con odio e irguió su espalda mientras ignorándola, volvía sus ojos a Drake.

—Lamento si soy inoportuna, sólo he querido ser amable. —extendió el globo terráqueo y sonrió mientras se retiraba.

Cuando volvieron a quedarse solos y pudo oír los pasos alejarse, Diane se volvió a Drake y con voz calma aunque con autoridad, le advirtió.

—Ten cuidado, hijo. Esta mujer no tiene buenas intenciones.

Drake hizo un ademán con su mano, quitando importancia a sus palabras.

Ufff... pasó de todo!!!

Cadence está celosa y no se ha dado cuenta. Se está atreviendo a revolver los secretos familiares pero tan sola se siente que no ha tenido mejor idea que "contratar a Drake" OMG! Claro que él no iba a desaprovechar la situación, pues quiere probar esos labios que lo llenan de curiosidad, pero no tiene idea del alcance de sus sentimientos y lo que puede sufrir en el camino. Mientras tanto, hay una mujercita que viene a complicarlo todo.

Los leo! 

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