Capítulo 20

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Cadence aguardaba en el sillón mullido de la notaría, con su rostro más pálido que de costumbre y dos sombras violáceas bajo sus párpados, pues no había podido dormir más que dos horas escasas en toda la noche. Su mente confusa, infinidad de preguntas y cuestionamientos que nadie respondería, elucubraciones y entredichos que volvían una y otra vez, atormentándola; movimientos constantes de Drake en la cama y luego deambulando en la oscura habitación como un león que sólo desea atacar sin importar a quien, la habían abrumado a tal punto que se limitaba a arrugar la frente y las manos como si todo el mundo fuera acabarse en unos minutos.

Levantó la mirada y vio a su esposo apretar su puño una y otra vez mientras murmuraba algunas palabras a Byrion, de pie junto a la ventana. Se veía nervioso y algo exaltado, ansioso y al mismo tiempo, de alguna manera inexplicable, indefenso.

La manija de la pesada puerta se movió y luego del chirriar, tras ella dos rostros poco amigables. Drake enderezó su espalda y la respiración de Caddy se detuvo un instante mientras contemplaba atónita las facciones de aquella mujer.

Cuello largo y estilizado, rostro ovalado y labios gruesos, cabello castaño y algo entintado con finas líneas plateadas que se sujetaban en un perfecto moño. Era imposible negar el parecido o aquel lazo invisible que las unía indefectiblemente. Aquella idea le rompió el corazón una vez más, pues jamás había pensado en su madre como en aquel instante. De una manera inexplicable, deseó abrazar aquella mujer que se le hacía tan cercana, pues tomó conciencia que en realidad su madre no había sido para ella sino el recuerdo ajeno y el dibujo que había hecho a través de las palabras de dichas por su padre.

Sus ojos se humedecieron una vez más al hacer consientes aquellos pensamientos tan triste, y se sintió miserable bajo aquella mirada fría que la observaba con tanta atención como ella lo había hecho apenas unos instantes. El afilado borde de su mirada la retrajo, recordándole que no era amigable aquella reunión.

La habitación había quedado sumida en un silencio mortal, entre miradas recriminatorias y el dolor tan grande que los rodeaba apresándolos por completo. Cadence se puso de pie y casi a punto de extender su mano, percibió la presencia de Drake a su lado, escoltándola y de alguna manera, deteniéndola.

—Pensé que no tendríamos el desagrado de encontrarlos aquí. —La voz del señor Law intervino en tono de reclamo al notario, quien se limitó a enarcar su ceja e inspirar profundo.

—Señor Law, entiendo su incomodidad, pero es inevitable que bajo estas circunstancias las dos partes involucradas se encuentren presentes. —Extendió su mano para que ingresaran a la oficina y todos siguieron sus pasos

Se sentaron frente al viejo escritorio donde había extendidos infinidad de papeles.

—Muy bien, como han sido informados previamente, el motivo de la reunión es responder a la solicitud de la señora Lexington sobre los derechos hereditarios que posee. —Apenas había pronunciado el apellido Lexington, la frente de Law se contrajo y Drake se enderezó en la silla. Había ansiado aquel momento durante tantos años, había soñado con su mirada, con su rostro contraído y finalmente tenerlo allí, vivir aquel instante lo exalta a y al mismo tiempo era ese niño asustado y conmovido que se había escondido en el armario. Estaba seguro que nada volvería a ser igual luego de aquella reunión. Había despertado a la bestia, o al menos llamado su atención y debía estar más seguro y atento que nunca de cada paso que daba.

— ¿Derechos? —Interrumpió Sarah Dudley mientras hacía un gesto de claro desagrado. —Hemos vivido tanto dolor, tantas penurias por lo que mi hermana sufrió para que ahora aparezca una señorita de dudosa procedencia, con una carta que aún me niego a creer que ella haya escrito, afirmando ser su hija. ¡Dios bendito! ¡Someternos a esto es una completa locura! —Aquella catarata de palabras y frases pronunciadas con semejante indignación y odio, hundieron a Cadence en su silla como si de una niña se tratara, perdiendo dignidad y cualquier orgullo férreo que en algún momento hubiera jurado poseer. Sentirse tan indigna de reclamar lo que fuera, no hacía sino darle la razón a la señora: era una intrusa que no había visto si quiera el rostro de su propia madre, pero estaba allí reclamando dinero y propiedades. Al pensar aquello, claro que entendía la vehemencia de la señora Law y su nerviosismo. Hubiera gritado que no deseaba nada más que el placer de una taza de té oyendo recuerdos de su madre, o un simple paseo por el parque escuchando preciosas anécdotas de su niñez; pero supo de inmediato que no podía volverse atrás, pues ya había hecho su promesa a Drake y debía cumplirla por John, por Brooke.

ANTE TI, SOYWhere stories live. Discover now