Enséñame a volar

By Idoia_G

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"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... More

Intro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 27

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By Idoia_G


— Lola ya me ha mandado la ubicación — Digo saliendo del baño de mi cuarto donde me esperan, Bryan y su mujer. Aún estoy en shock, aunque me vienen imágenes de su boda y de Lola y mías de anoche. Aún tengo lagunas, pero después de que Bryan me contase todo lo que él sabe, no puedo más que agachar la cabeza. No puedo hacer un puto agujero y enterrar la cabeza bajo tierra, porque no soy un avestruz, pero... es lo único que me apetece. Cojo la ropa que quiero y me encierro de nuevo en el baño. Me lavo la boca, es la tercera vez que lo hago. Me sabe a rayos. Puta marihuana. Bueno, igual el alcohol también influya. Me miro en el espejo y me veo el tatuaje. Es una pasada, la verdad. Es el dibujo que le hice a Lola en su truncada tarta de cumpleaños. Pensé que ni siquiera la había visto. Con todo lo que pasó. Fue nuestra primera discusión y también lo que nos unió aún más. Lola rompió sus barreras conmigo, se sinceró y ahora estamos juntos. Cometiendo "loladas" por donde vamos. Me rozo con la yema de mis dedos la frase. Es su letra. La frase que pone es "Déjame enseñarte a volar, para poder estrellarme contigo". Al paso de mi dedo la sensación es de ardor, escozor y a la vez, sé que la llevaré siempre aquí. En el corazón. Y eso lejos de horrorizarme, porque es bastante grande el tatuaje, me llena de felicidad. Es como si el espacio se llenase de luz.

Llaman a la puerta. Es Bryan, la abre y asoma su cabeza.

— ¿Puedo pasar?

— Claro — le abro más la puerta. Entra y cierra.

— Me gusta este Javi — señala el tatuaje — ¿Qué te ha dado esa mujer?

Le miro, tiene unos ojos marrones verdoso grandes, con largas pestañas. Y unos hoyuelos al sonreír que vuelve locas a todas las mujeres. Eso y sus raíces latinas. — No lo sé — le reconozco — solo sé que la seguiría al fin del mundo. Y que quiero que sea para siempre.

Veo que se pone una crema en la mano — Debes ponerte esto varias veces al día. Para que te cicatrice mejor — todos hemos cometido locuras este viaje.

— Te has casado ¿no? — veo que se tensa — ¿estás bien?

— Tío, es que ayer, estaba de puta madre. Cometí una locura, sí, pero, ¡Joder! Has visto a esa mujer. Es increíble hermano. Es guapa, divertida, extrovertida, una fiera en la puta cama. Pero cuando dije que sí ayer en esa capilla, lo dije sabiendo que al llegar a Berlín eso se acabaría.

— ¿Y? — noto que está poniéndose nervioso. Nunca le he visto así — ¿Ya no es así?

— No sé. Me estoy rallando tío. Ya no sé si cuando llegue a Berlín quiero que esto se acabe — se señala el dedo meñique donde ahora lleva un tatuaje también. Un hilo rojo que le cuelga.

— ¿Qué significa? — le pregunto.

— No lo sé. Ella se lo ha hecho igual, si nos damos la mano parece que los hilos se uniesen y fuese el mismo hilo. Pero eso es lo de menos. Me gusta esa mujer.

— La conociste ayer. Bebiste, Esto es Las Vegas. — Quiero darle un chute de realidad.

— Hermano — me abraza — Me encanta. Me gusta mil. Nunca he sentido la conexión que siento con ella. Con nadie.

— Bueno date tiempo, el tiempo habla por todos. Y solo él pone las cosas en su lugar. No quieras adelantarte a los acontecimientos. No te agobies antes de tiempo o harás algo de lo que te arrepentirás. ¿Cuándo volvéis?

— Esta noche. Yo al menos. Ella no sé qué hará. No lo hemos hablado.

— Bueno pues luego lo habláis. ¿Queréis quedaros aquí mientras voy a por Lola? Ya me encuentro bien — no es del todo cierto. Estoy bastante despejado, pero, la verdad es que tengo un cuerpo de mierda.

Esta mañana después del susto de pensar que yo me había casado con Melodie, vomité. Por lo visto lo hice anoche al llegar también. Jamás he llegado al extremo de vomitar. Así que, anoche fue épico. Bueno eso lo dice, mi resacón, para el que me he tomado dos ibuprofenos y llevo bebiendo agua dos horas, que mi futura mujer esté en la cárcel y mi tatuaje. Creo que de aquí salen varios capítulos para un libro.

— Vale, mejor. Quiero aclararlo todo antes de irnos. No quiero que haya dudas, ni ideas raras. ¿No te importa ir solo? — Bryan me devuelve al baño en el que estoy.

— Sin problemas. Bastantes os dimos anoche.

— Lo pasamos genial hermano. Me alegro de haberte encontrado aquí. Y he disfrutado de verte borracho. Es una exclusiva y la tengo yo — se ríe.

Salimos del baño. Me pongo una camisa y me como un bocadillo con bien de grasa, me lo ha pedido Mel. Dice que esto empapa el alcohol y así la resaca me dura menos. Espero no vomitar en la comisaría.

El taxi que tomo huele a rayos, está sucio y el tío me mira raro. Además, me pica el tatuaje un horror. No quiero rascarme, pero ¡Joder! Esto es infernal. ¡En qué hora! Además, verás cuando mi familia lo vea. No sé si se van a reír de mí, si me van a insultar o si van a sorprenderse. Mi hermana Sofi y mis sobrinos, lo adorarán, porque es realmente bonito, pero también se van a reír de mí. Segurísimo. Llegamos a la comisaría, la dirección que me ha mandado Lola. Estoy nervioso. No sé, en qué estado me voy a encontrar a Lola.

Entro y para todo lo que he visto en Las Vegas, este edificio es deprimente. Mal cuidado, poco limpio y mucho personaje esposado. Llego al mostrador y una chica vestida de oficial me saluda.

— Buenos días — me dice en un inglés más chapucero que el mío. Increíble.

— Buenos días. Venía para recoger a Lola Luján.

— Oooh! ¡Lola! — teclea en la pantalla — Si, ¡Lola! — Lo de Lola se le da de lujo decirlo. Pero lo demás... en fin.

— ¿Y? — le azuzo un poco. Necesito que me dé una respuesta. Miro por encima de su cabeza, porque es bastante bajita y veo casi toda la oficina. Hay varias mesas con oficiales, en algunas toman declaraciones, o simplemente miran sus ordenadores. Pero parecen bastante aburridos. Pues como tú antes de conocer a Lola, grandullón. ¡Vaya! Hacía mucho que no te oía consciencia. Digamos que las drogas bloquean mis canales de entrada a tu cerebro. Además, me lo estaba pasando bomba. No quería molestar.

— Si, voy a por los papeles.

— ¿Qué papeles? — esta mujer me está poniendo nervioso. Ni siquiera sé si Lola está aquí. La mujer se da la vuelta y se dirige a una mesa donde un agente, bastante alto y moreno teclea en el ordenador. Escucha a la mujer y se levanta mirándome. Llegan los dos al mostrador y el hombre sale poniéndose frente a mí.

— Buenos días — me saluda en español, tiene acento latino, pero no sabría decir de dónde. Me mira de arriba abajo — Soy el agente Reyes. ¿Viene a recoger a la señorita Luján?

— Así es — respondo fingiendo estar tranquilo.

— Bien tendrá que rellenar algunos papeles y pagar la multa.

— ¿Una multa?

— Sí, una multa. Es lo que tiene saltarse las normas e infringir la ley. Dé gracias, de que esto se solucione con dinero — su tono es seco pero noto que en su cara hay un intento de sonrisa. No tengo claro el porqué de esta, pero ahí está.

— Vale, ¿de cuánto es la multa?

— Bueno por la tenencia ilegal de marihuana serían 2500 dólares y por desacato a la autoridad en estado de embriaguez son otros 2000 dólares. ¿Pagará en efectivo?

— ¿¿¿4500 dólares??? ¿De dónde saco yo esa cantidad? — Yo no tengo tanto dinero. La tarjeta de banco de mi cuenta normal está en España. No suelo llevarla en los viajes. Para ello tengo otra cuenta con algo de dinero. El suficiente para el viaje en cuestión. Y para este viaje hice lo mismo, pero quedarán 200 dólares, ya que nos gastamos casi todo en la juerga de anoche. Podría hacerle una transferencia, pero entre que serían tres días y que tendría que hacer cambio de moneda tardaría más. Y debemos regresar antes a casa.

— Tengo euros en la cuenta señor, pero tendría qu...

— No aceptamos euros — no me deja terminar — Vaya a cualquier hotel o casino y cambie la moneda de su cuenta. Pero debo decirle que una cantidad tan elevada quizá tenga que hacerla en el aeropuerto o en las oficinas de aduanas.

— Pero podría perder todo el día en eso. ¿No tengo otra opción? — no puedo dejar a mi pobre Lola aquí todo el día pensando que la he abandonado. Además, necesito verla y saber que está bien. De repente se me ocurre que quizá, la mujer de Bryan pueda hacerme el favor de dejarme el dinero. de su ex prometido, que nos ha pagado tantos lujos. — Vale espere un segundo voy a ver si puedo conseguir el dinero.

— Bien.

— ¿Puede ir arreglando los papeles mientras? — le pregunto. El tipo me mira con una ceja alzada y asiente con la cabeza, pasándole unos papeles a su compañera del mostrador.

Marco el número de Bry.

— ¿Sí? — contesta.

— Bryan, soy Javi. — Que tonto ¿no? Seguro que ha visto mi nombre en la pantalla — Necesito un favor.

— Claro, tú me dirás

— Verás detuvieron a Lola porque por lo visto aquí en Las Vegas, poseer marihuana es ilegal. Y cuando la quisieron arrestar se opuso y les insultó. Creo. El caso es que necesito 4500 dólares para pagar la multa y sacar a Lola de aquí. Yo en la cuenta que me hice para venir aquí tengo 200, puedo intentar sumar 500 dólares, pero para conseguir el resto tardaría días.

— Claro, le pregunto a Mel. Yo no tengo un duro ahora mismo — oigo ruidos y cuchicheos. No sé en qué estado estarán estos dos, pues les dejé, con una conversación, que al menos yo, considero importante — Javi, mándame la dirección, vamos para allá.

— Joder, tío. Muchas gracias.

— Bueno eres un colega ¿no?, pues eso hacen los colegas. Hoy por ti, mañana por mí.

— Cierto, ya te la mando.

Le mando la ubicación y vuelvo al mostrador. La chica del otro lado me mira esperando mi respuesta.

— Tengo el dinero — le digo en inglés — mi amigo lo trae. ¿Podría ver a Lola?

La mujer desaparece del escritorio de nuevo y regresa con el agente Reyes.

— No puede ver a la chica hasta que no pague la multa.

— Pero ya traen el dinero ¡Por favor!... La marihuana era mía — ¿pero tú eres tonto o te lo haces? ¿Cómo que la marihuana es tuya? Ahora te van a meter a ti en el calabozo y entonces ¿Qué? ¡¡Cállate!! Me he dejado llevar por la desesperación. ¡Joder! No me juzgues tan duramente.

— Está bien — sonríe el tipo, es bastante atractivo. Se parece a los típicos galanes de telenovela que salen por la tele y las tías pierden las bragas por ellos — La dejaré verla. Pero solo porque esa chica es un encanto y porque no deja de hablar de usted. Además, me ha contado lo del tatuaje de anoche — ¿Ella se acuerda de los tatuajes? — ¡Sígame! Esperaremos a sus amigos en las celdas.

Llegamos a un sótano, está bastante en penumbra, aunque se puede ver. El agente Reyes abre la puerta y entramos a una galería llena de barrotes. Llegamos a la altura de una celda y veo que Lola está tumbada en un catre que tiene pinta de ser super incómodo.

— ¡Luján! — grita el agente y Lola pega un respingo y un gritito.

— ¡Joder! ¡Deja de pegarme sustos, Reyes! — se gira y me ve. Sus ojos se abren — ¡¡Grandullón!! — grita.

— Hola mi niña — le digo entre tímido y eufórico. El tal Reyes me abre la celda.

— Entra — me indica. Lo quiero hacer, pero ¿Y si es una trampa? ¡¡Eres un paranoico!! ¡¡Entra de una vez y besa a tu mujer!! Entro y Lola se lanza a mis brazos. Yo la aprieto fuerte contra mí.

— ¡Qué susto esta mañana mi niña, cuando me desperté!

— Oh, Javi. Yo también — estampa sus labios contra los míos y cierro los ojos para sentir con mayor intensidad el beso.

— No hagáis que me arrepiente. Dejad de hacer guarradas. — El agente nos grita, me separo un poco de Lola y la miro a los ojos donde reflejo todo el miedo que he pasado. Ella sonríe. Está muy pálida y tiene unas ojeras oscuras y muy pronunciadas.

— No vamos a volver a fumar hierba que no sepamos de donde viene grandullón. He vomitado mucho — lo dice mientras hace pucheros. Mira al agente que nos ha dejado la puerta abierta y se ha alejado un poco para darnos intimidad — Menos mal que el agente Reyes ha cuidado de mí.

Este da un bote sorprendido y nos mira. Sonríe y le guiña un ojo a Lola.

— Es un encanto — me dice Lola mientras entrelaza nuestros dedos y me lleva al catre donde estaba antes — me ha dado un remedio de su abuela contra la resaca. No sé qué lleva, pero es milagroso — esto último me lo dice al oído. Me siento en el catre y Lola se sienta en mi regazo abrazándose a mi cuello. Me comienza a dar muchos besos en el cuello y la mandíbula. Yo la acaricio el pelo y voy dejando besitos en su frente y su sien continuamente.

— ¿Estás bien, mi niña? — He estado tan preocupado. Bueno desde que me desperté.

— Si, bueno, he dormido casi todo el rato, y la verdad es que recuerdo poca cosa. Pero mira lo que tengo — se levanta la camiseta con su poco pudor de siempre. Y lo veo. Es un tatuaje en su costado derecho, tiene el mismo dibujo que yo le hice para la tarta y que llevo tatuado en mi pecho. Que debo reconocer que desde que he visto a Lola no me ha dolido. Creo que tenía mejores cosas en las que pensar. También tiene una frase tatuada con mi letra.

"Enséñame a volar, para poder estrellarme contigo"

Es la misma frase de la tarta. La beso suavemente en los labios y me levanto la camiseta. Le enseño el tatuaje que yo llevo en el corazón sin decir ni una palabra. Lola abre los ojos como platos. Parece que se le vayan a salir de las cuencas y roza con sus dedos mi piel irritada. Me escuece mucho el tacto, pero no quiero que ella lo note. A pesar de que odio los tatuajes, reconozco que este me gusta, me gusta donde está, lo que representa y, sobre todo, saber que llevaré a esta mujer grabada a fuego en mi piel y en mi corazón el resto de mi vida. Y ese pensamiento me hace tremendamente feliz.

— ¡Vaya! Esto no me lo esperaba. De hecho, no recuerdo habérmelo hecho.

— Yo tampoco. Bryan me ha dicho que ya nos lo contará todo. Está viniendo con su chica para pagar las multas. No tenemos suficiente en la cuenta.

— Tu amigo es un crack. Por cierto — su tono cambia a uno más serio y con un toque de tristeza — ¿Quién es la mujer con la que estabas cuando te llamé esta mañana?

— Oh — la miro y me río — Es Melodie.

— ¿La chica de Bryan?

— Sí, la misma — le doy con mi dedo en su nariz — Pero esta mañana al despertar no la recordaba bien. Luego he tenido muchos flashbacks de lo sucedido anoche, aunque aún me faltan muchas cosas que no sé si llegaré a recordar.

— Ya, yo tampoco recuerdo muchas cosas — apoya su cabecita sobre mi pecho y nos mantenemos así hablando de como la han tratado aquí esta mañana. Y la verdad es que creo que ha hecho amigos y todo. Porque mi Lola es así.

Al cabo de un rato estamos medio adormilados apoyados a la pared de la ceda de Lola. El agente reyes aparece por la puerta.

— ¡Venga tortolitos! Vuestros amigos ya han venido y han pagado la multa. Tenéis que firmar el papeleo.

Salimos a la zona donde los agentes tienen sus mesas. Seguimos a Reyes y nos sentamos en la suya. Bry y Mel ya han pagado y están detrás de nosotros. Me fijo y van con los dedos entrelazados y observo como sus tatuajes encajan perfectamente. Son preciosos. Tan finos, tan suaves y a la vez creo que simbolizan tanto. Me encantaría que mi amigo y esta chica se diesen la oportunidad de conocerse. Nunca se sabe, quizá, están hechos el uno para el otro. Tras el papeleo nos despedimos y salimos de allí. Esta noche Bryan se va para Europa y Mel no sabemos qué va a hacer.

Ya estamos en el hotel donde tenemos la reserva con el resto de la tripulación. Lola se está duchando y llaman a la puerta. Abro y nuestro jefe Paul aparece por ella.

— Eh... — miro a todos lados — ¿jefe?

— Hola señor González — me mira de arriba abajo. Yo ya me he duchado, pero solo llevo la toalla liada en mi cintura. No me ha dado tiempo a vestirme. Mi jefe decide que entrar es la mejor idea, yo no es que le deje, sin más, es que estoy como un pasmarote sin saber bien qué hacer — parece que se ha dejado el grifo de la ducha abierto — mira hacia la puerta del baño.

— Lola se está duchando, señor — No pienso mentirle. Me da igual si se acostó en el pasado con mi chica. Ella y yo vamos a casarnos y eso no puede ser un secreto.

— Oh, ya veo. Me informaron anoche de que el hotel había registrado una incidencia, porque por lo visto uno de mis empleados estaba haciendo cosas indecentes en la piscina del hotel. — ¡Mierda! Eso no me lo esperaba. — ¡Jamás en mi vida pensé que podría ser usted! — lo dice usando un tono de reproche. Y bueno no se lo discuto.

— Sí, disculpe. Me estaba bañando desnudo. No se volverá a repetir.

— Ya y ¿Lolita estaba con usted? — Ha baboseado ese Lolita y además me repatea que la trate tan íntimamente. Debería tratarla igual que lo hace conmigo ¿no? ¿Celoso? Sí, mucho.

— No señor — ni siquiera lo dudo, si quieren castigarme o amonestarme que lo hagan, pero a Lola no. — estaba solo.

— Ya veo. Entonces estaba usted teniendo relaciones con otra mujer que no era Lola, porque en las imágenes se le ve de espaldas y claramente mantiene relaciones sexuales en la piscina. — ¿¿QUÉ?? ¿Ha visto las imágenes de la piscina? ¡¡Mierda!!

— Sí señor. Estaba con otra mujer — bajo un poco el tono de voz, y lo digo dudando un poco. Ahora sí me acabo de meter en un buen lío — Le ruego que no le diga nada a Lola. Le haría mucho daño. Y es lo último que quiero. Además, fue un desliz sin importancia — Ya metidos en faena, mantendré la mentira hasta el final. Lo único que me importa es que Lola no esté en el ojo de mira de los jefazos y puedan despedirla. No me lo perdonaría.

— Bien. Los deslices nos pasan a todos — me repasa con la mirada de nuevo — aunque déjeme decirle que nunca se me habría pasado por la cabeza que era usted de esos. Tenía entendido que usted es un hombre tranquilo, que no se mete en líos y menos de faldas.

— Bueno señor, suelo ser discreto, pero tampoco soy un santo. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra ¿No? — Por favor, que se largue antes de que Lola salga del baño. No quiero que se entere de nada de esto.

— Bien. Mejor me voy. Y espero que cuide a la mujer que comparte su baño. Es demasiado buena para usted.

— Sí, señor — no pienso decirle más. Paul se levanta y se dirige a la puerta de salida, la abre y se gira hacia mí de nuevo.

— Debo decirle que su conducta de este viaje le traerá consecuencias.

— Sí, señor — ¡Dios, que se largue de una vez! Oigo que el agua se corta y me apresuro a cerrar la puerta.

— ¿Quién era? — Lola sale por la puerta del baño. Casi nos pilla.

— Nadie, el botones, se ha equivocado de habitación. Andaba algo despistado. ¿Te encuentras mejor? — le pregunto para desviar el tema.

— Sí, mucho mejor. Ese remedio del agente ha sido infalible. Pero tengo ganas de estrenar nuestros tatuajes antes de la cena con los tortolitos.

— ¿Estrenarlos? — Qué estará pensando hacer.

— Sí — se suelta la toalla que tiene liada sobre su pecho y cae al suelo. Y tengo la impresión de que sé, por donde va. Se acerca a mí, engancha el nudo de mi toalla y hace que caiga al suelo también. Me mira mientras se muerde el labio inferior y estoy perdido. No hay más dudas. Voy a amarla hasta quedarme sin aliento. Ya iremos a cenar después.

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