Capítulo 4

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            Hoy tengo un vuelo cortito. Volaremos a Londres, estaremos seis horas allí y regresaremos de nuevo. Todo en el mismo día. Sencillo y fácil. Llego puntual a la terminal. Ya están casi todos. Pero no veo al nuevo piloto. Estoy bastante nervioso por saber quién es. No sé, quizá ya haya volado con él antes y me caiga bien. O puede que me caiga como el culo y entonces tengamos un problema. Pero prefiero no darle demasiadas vueltas. MI hermana Sofía, que es quien mejor me conoce, siempre me dice que le doy demasiadas vueltas a las cosas y que por eso me pierdo los mejores placeres de la misma. Puede que sea verdad, no sé.

No conozco a casi nadie de la tripulación. Está Carlos, el chico azafato. Pero no están la pesada de Sandra y Laura. Mejor porque son dos arpías de mucho cuidado.

— Buenas tardes — Saludo, miro y ni rastro del nuevo piloto. Miro mi reloj, quedan cinco minutos para que nos abran las puertas. Espero que haya llegado para entonces.

— Comandante — Carlos se acerca a mí y me saluda, con cortesía como siempre. Le asiento — ¿Conoce ya al nuevo piloto? —me mira. Todos saben que soy un maniático.

— No, no tengo el gusto.

— Ya... es el piloto... — mira en las hojas que trae —Luján.

— ¿Luján? No me suena de nada — niego con la cabeza. Seguro que es un inexperto. Siempre me tocan a mí los peores.

— Ya... dicen que es nuevo.

— ¿Nuevo? —Me froto la cara con una mano. Mierda, lo que yo te diga. Un tipo que no tiene ni idea de nada. Encima me tocará hacer de niñero y profesor.

— Si, eso dicen.

— ¿Tú lo conoces? —le señalo. Parece que no solo habla desde la ignorancia.

— No, en persona no. Pero me han dicho que...

En ese momento una chica viene corriendo hacia nosotros, pero a gran velocidad. Nos ve y mueve sus pies derrapando por el suelo hasta chocar conmigo. La mochila que lleva, cae al suelo. La agarro de los brazos para que no se mate y la sujeto. Consigo empujarla ligeramente para que se incorpore. Al incorporarla, me siento incómodo. Pero es la típica incomodidad de siempre. No es por el contacto con ella, si no, es más bien inquietud. Me siento inquieto con su contacto.

Es una chica joven, va con vaqueros rotos y desgastados, una camiseta rota de un grupo de música, supongo y unas converse. La mitad derecha de su cabeza está rapada y lleva varios tatuajes en uno de sus brazos. Pero en lo global, tiene un cuerpo muy bonito y la cara es muy bonita, a pesar del piercing de la nariz. Menuda personaja. ¿no sabe que no se puede correr de esta manera por el aeropuerto?

La chica se dobla por la mitad, poniendo sus manos en sus rodillas mientras respira con dificultad. Normal que le falte el aire, no tiene pinta de hacer mucho ejercicio, y se ha metido una buena carrera.

— ¿Se puede saber qué hacía corriendo como las locas por los pasillos? — la chica levanta la cabeza y me mira, arqueando una ceja. — ¿No sabe que no se debe correr por aquí?

— Perdón, yo...

— Da igual — le hago un gesto con la mano para que lo deje. No me voy a molestar demasiado, Estamos esperando que el nuevo piloto llegue y al final vamos a ir con retraso. Lo de esta chica en realidad, me trae al pairo — No se preocupe lo importante es que estamos todos bien ¿eh? — La miro a la cara. Me fijo en su pelo y sus ojos que me miran con curiosidad. Pelo ondulado negro azabache, muy brillante y unos ojos grandes y redondos color miel. Si no fuese por todos esos piercings que lleva en la nariz y en la oreja, sería casi perfecta. Bueno y por las pintas. Ni mi sobrina se viste así.

Enséñame a volarWhere stories live. Discover now