Enséñame a volar

By Idoia_G

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"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... More

Intro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 10

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By Idoia_G

            La cabeza me duele horrores. Abro los ojos y miro el reloj. Casi no lo veo, tengo pelo en la cara. Mucho pelo. ¿Qué? Me muevo y Lola está abrazada a mí. Sus brazos me rodean y sus piernas se entrelazan con las mías. Mi brazo rodea sus hombros y el otro lo tengo encima de mi vientre. Me desprende un calor agradable que me llena hasta el alma. Y su pelo huele tan rico. Ahora que lo pienso es la tercera vez que me despierto de esta manera con Lola y no me agobia. Bueno técnicamente la segunda, porque ayer en realidad me desperté con ella y con un sueño tórrido. Y acabé terminando de dormir en el sofá. Pero me doy cuenta de que me gusta despertarme así. Y además me encanta que vuelva a llevar mi camiseta puesta.

Alguna vez he dormido con mujeres. Muy pocas, porque no suelo ligar, no tengo rolletes. Hace al menos dos años que no paso la noche con una mujer. Y no repetí con ella porque me aburrí mucho. Nunca he estado con una mujer que despierte mis instintos como lo hace Lola. Siempre he tenido una cita agradable, la he llevado a casa, te despides con un beso casto y después de cuatro o cinco citas, pues, duermes con ella. Tengo sexo mediocre, porque tengo claro que el sexo que yo he conocido es mediocre. Encima, debajo, sin besos guarros ni palabras obscenas. Sobre todo, si comparo mis experiencias con las de mis hermanos. Y cuando he visto que es una pérdida de tiempo, he decidido cortar por lo sano. Es cierto que yo no soy excesivamente cariñoso. No me gustan las muestras de afecto en público, no soy detallista, no soy de regalar cosas. Y bueno como ya sabes soy un tío bastante parco en palabras. Por eso digo que con Lola estoy descubriendo algo nuevo en mí. La dejo acercarse, tocarme, besarme la mejilla, la he tocado yo e incluso me he permitido abrazarla. ¡Yo!

La postura en la que estamos la he tenido alguna vez con mi sobrina cuando se ha quedado a dormir. Pero es que la he criado yo, prácticamente. Es mi bebé. Y con Lola, me salen los mismos gestos de cariño. Aunque mis partes bajas indican que no es el mismo tipo de cariño. Anoche me emborraché. No fue una locura, pero, para mí, fue un desfase. Me bebí tres copas y un chupito y hoy la cabeza me va a explotar. Descubrí que le gusto a Sandra, una de las azafatas, me dijo cosas que no llegué a comprender o no recuerdo perfectamente y prefiero no pensarlo. Y descubrí que Lola siente algo por mí. No sé lo que es. Pero hay algo que le molestó en mi actitud con Sandra. No sé si fue porque Sandra me besó el cuello o porqué, pero Lola estaba a la defensiva. Defendía su territorio. Era como esas gatas salvajes que sacan las uñas para defender lo que es suyo. Espero que lo suyo sea yo y no esté montando una juerga en mi cabeza y luego no sea nada. Sandra es un cañón de tía. Lo digo enserio. Es un pibón, pero su actitud hacia Lola no me gustó. Dio a entender que Lola es una calientabraguetas. No sé si la movieron los celos o la envidia. Porque Lola podría tener a cualquiera comiendo de la palma de su mano.

Pi

Pipipi

Pi

Pipipi

— mmmmm — Lola se mueve bajo mi abrazo — ¡Apaga eso!

Apago el despertador y Lola se gira un poco estirándose. Se despereza y abre los ojos. Su cara aún está en mi pecho. Al verme sonríe, ilumina todo el cuarto con esa sonrisa y noto calor. En todo el cuerpo. Ella me da un suave beso en el pecho y mira hacia mi cara de nuevo.

— Buenos días, Lolita.

— Bueno días grandullón.

Me acerco un poco y le dejo un suave beso en la mejilla, me queda muy cerca de la comisura de su boca, pero Lola no parece notarlo.

— ¿Cómo estás borrachín?

— No soy un borrachín, solo estaba un poco tocado. No acostumbro a beber tanto. Y menos algo que no sea cerveza.

— Y encima ligaste con Sandra — Noto que su voz cambia ligeramente. No sabría decir si a mejor o a peor. Solo que se tensa bajo mi tacto y que su voz cambia.

— No ligué con nadie.

— ¿Por qué no te das cuenta de que eres un hombre muy guapo? Todas las chicas dicen que les encantaría tener una cita contigo. Eres el sueño de cualquier mujer.

— ¿Lo soy? — no nos miramos, Lola mira a la nada con su cabeza apoyada en mi pecho y con su dedo dibuja círculos en mi abdomen. Me gusta la intimidad que se ha creado entre nosotros. Eso y que mi polla está dando brincos de contenta.

— ¡Claro que lo eres! — dice con tono exasperado — Javi, - se incorpora un poco - eres un tío que no busca pasárselo bien una noche. Seguro que eres el típico que organiza citas, con flores, música, las llevas a un sitio romántico o a dar un paseo y ver el atardecer. No eres el rollo de una noche sin más. Cualquier mujer quiere algo así.

— ¿Tú quieres algo así? — necesito que me de pistas de lo que quiere. Necesito que me de pistas de qué debo hacer a continuación. ¿En realidad me estoy planteando hacer algo de lo que quiera?

— Yo no soy mujer para esas cosas — Vuelve a apoyar su cara en mipecho. Cuando lo ha dicho antes había ilusión, como la de una niña pequeña, en su voz. No me creo que no le gusten esas cosas. Siento que tiembla un poco y noto la humedad que se genera entre su mejilla y mi piel. ¿Está llorando?

— ¿Por qué dices esa tenería? — intento incorporarla, pero se aferra a mi cintura y no levanta la vista.

— Ya oíste a Sandra anoche. Yo soy la chica para pasarlo bien. Unos bailes, unas copas, un par de polvos y listo.

— Sandra es estúpida y no te conoce — Me separo de ella bruscamente, Lola me mira. Veo sus ojos vidriosos mirarme, está a punto de romperse. — No te conoce — cojo su barbilla con mi mano — Tú eres tierna, dulce y te encantan esas cosas que has descrito. Lo he visto estos días. Y eres preciosa, podrías tener a cualquier tío a tus pies. A cualquiera.

— A cualquier no — las lágrimas rebosan por sus ojos y aparta la mirada de la mía. Con su mano se limpia la humedad.

— ¿Estás enamorada de alguien Lola? — Esto puede suponer mi decadencia, porque si Lola está enamorada de alguien que no la hace caso, yo no tengo nada que hacer. Y ahí sí, tendré que ser solo el amigo que necesita y estos momentos íntimos se acabarán — ¿Lola?

— Da igual, a él no le gusto. En Sevilla, antes de irme a Granada estuve con un chico. Se llama Gonzalo. Es el chico más guapo que conocía. Y es gracioso. Estuvimos liados un tiempo. Un año o así. Lo pasábamos bien, nos divertíamos. Yo quería más, pero él necesitaba tiempo para centrarse. Y lo hizo. Se fue a la universidad y se centró. Pero con otra chica. Me dejó diciendo que había encontrado una chica tranquila que le ofrecía estabilidad. Que yo no servía para relaciones. Que soy la chica divertida con la que pasar el rato. Y tiene Razón, Javi. No me asiento con ningún chico. Ninguno me da todo lo que quiero. O bueno, yo no le doy lo que realmente buscan.

— ¿Qué quieres Lola? — ella me mira, se tumba de nuevo en mi pecho.

— Quiero que me ofrezcan la luna. Pero quiero que lo hagan sin reservas. Quiero no tener que decirle al hombre que esté a mi lado lo que necesito, quiero que sepan lo que quiero. Quiero que me conozcan. Nunca se molestan en conocerme. Me ven divertida, graciosa y no quieren hurgar en lo que hay detrás. No se molestan en ver más allá. ¿Por qué tengo que ser solo para una noche porque me guste salir de fiesta? ¿o bailar? Estoy harta de que todos me tomen por tonta o por una guarra que se lía un día con uno y otro día con otro. Quiero divertirme sí, pero eso no quiere decir que no pueda querer tener un hombre que me quiera a mi lado. Quiero lo que todas las chicas anhelan. Amor del bueno, del bonito. Con citas, con risas, flores y todas esas ñoñadas que salen en la tele.

— Eso es bonito Lola. Pero deberías decirlo. Sobre todo, al chico que te gusta. Deberías decírselo a él.

— Se lo diré cuando sepa que siento de verdad por él. No quiero espantarlo. A este no. Quiero que se enamore de mí y enamorarme de él, de verdad. Quiero que esta vez sea perfecto, porque él es perfecto. Y no quiero abrumarle, ni cagarla con él.

— O sea, que sí hay un él. — Esto es más un apunte para mí, que para ella.

— Si. Hay un él. Y es el hombre perfecto para mí, o bueno, para cualquiera — se aprieta contra mi abdomen y yo me quedo quieto rígido. Porque ahora no sé qué hacer. ¿Qué haces con una mujer que te dice que está enamorada de otro mientras te abraza en la cama? Bueno tampoco es que hayamos intimado. Somos amigos ¿no?

— Será mejor que nos vayamos Lola. O llegaremos tarde — se separa de mí, despacio. Está dudando, su cabeza da vueltas a algo, pero no me siento con las fuerzas suficientes para enfrentar esto. No ahora.

Me levanto y me voy al baño para cambiarme y lavarme. Una vez lo he hecho salgo a la habitación. Lola no está. Imagino que se habrá ido para recoger sus cosas de la habitación. Llaman a la puerta, seguro que se le ha olvidado algo. Abro la puerta mientras me coloco la corbata del uniforme. Es Sandra.

— Buenos días Javi — me mira con sus ojos claros, muy intensamente. Mira por encima de mi hombro. ¿Busca algo?

— Sandra — No le digo más.

— ¿Bajas conmigo a desayunar?

— Iré primero a buscar a Lola a su cuarto. Es capaz de llegar tarde.

— Como quieras — hace un mohín. Cojo la maleta que ya tengo lista y las cosas que tengo por la mesilla. Miro que no me deje nada y nos vamos camino al cuarto de Lola.

Llamo a la puerta y abre una Lola con los ojos rojos, parece que haya estado llorando, al verme sonríe, pero su sonrisa se esfuma al ver a Sandra a mi lado.

— ¿Bajamos a desayunar Lolita? — Sandra se me adelanta. Yo la sonrío para relajar la tensión.

— Si dadme un par de minutos. Ya casi estoy — Dibuja una sonrisa que noto que es falsa y se mete al interior. Veo que aún le quedan cosas sobre la cama. Coje la ropa que tiene y la mete echa un gurruño en la maleta. Veo mi camiseta y noto que la coje delicadamente, como si fuese algo importante. La tiende sobre la cama, la estira bien y la dobla perfectamente para guardarla después — Listo. Ya estoy. ¿Vamos? — me mira con una sonrisa y sale de la habitación.

Desayunamos tranquilamente con los demás miembros de la tripulación. Incluido Felipe que está entre Laura y Carmen muy sonriente.

— Creo que han hecho un trío — Sandra nos dice en bajito a Lola y a mí. — ¿Y a ti, que te pasa? — se refiere a Lola.

— No la agobies quieres — le digo a la defensiva. Lola no se merece sus ataques. — Ayer ya la liaste bastante. ¡Déjala! — Sé que mi tono es tosco, pero necesito que sepa que se acabó meterse con Lola.

— No me pasa nada — Lola me agarra del brazo para que me calme. Y tiene razón, no debo montar numeritos. No me gustan en realidad.

— Sois tal para cual, chico. Que raritos. — se gira y se pone a hablar con un chico que también es azafato.

— ¡Qué humos! — le digo a Lola por lo bajito. Y consigo sacarle una sonrisa — Mucho mejor Lolita. Que nadie te arrebate esa sonrisa.

— Eres el mejor Javi.

— Tú eres la mejor Lolita — le guiño un ojo. ¿Tú quién eres y que has hecho con Javi? Tú guiñando un ojo, el mundo se acaba. Y me río solo.

Nos vamos al avión y después de 24 horas de viaje aterrizamos en Madrid. ¡Qué ganas de llegar a casa!

Veo que Lola está cogiendo sus cosas y me acerco a ella. Ha estado bastante callada. Sé que nuestra conversación y lo que pasó ayer con Sandra la ha afectado.

— ¿Quieres que te acerque a algún sitio? — noto que se limpia una lágrima, intenta fingir que no lo ha hecho y se da la vuelta para mirarme. Así que yo voy a fingir no haberlo visto.

— Sí, acércame a los trasteros, esta es la dirección — Me tiende un papel doblado. Se me había olvidado que Lola se está quedando a dormir en los trasteros donde ha guardado sus cosas mientras encuentra un piso barato de alquiler.

— Lola, por qué no hacemos algo mejor... - me asiente con la cabeza para que siga - ¿Cuánto pagas por el trastero?

— 50 euros al mes ¿Por? — frunce el ceño y me mira.

— ¿Por qué no te vienes a casa conmigo? Saca las cosas del trastero. Las metes en mi casa de la piscina. Es como mi trastero y te alquilo una de las habitaciones de mi casa.

— ¿Qué? No, no, no. Me buscaré un piso, tranquilo.

- Lola, no digo que no lo hagas. Te digo que en vez de alquilarle una habitación o un piso a un desconocido. Me la alquiles a mí. Vivo solo en una casa enorme, tengo habitaciones de sobra — La veo que empieza a pensárselo — tengo piscina... — la veo sonreír un poco — ¿Qué dices?

— No sé... sería raro.

— ¿Más raro que dormir en mi cama? —vale eso ha sido un golpe bajo. Lola me mira y sonría – Además si alquilas una habitación a saber a qué desconocido raro te toca aguantar. A mí ya me conoces.

— Vale. Pero tenemos que poner reglas.

— Cómo en toda convivencia. Cojamos tus cosas del trastero y ya negociaremos después de descansar — Le toco la punta de la nariz con un dedo y me giro cogiendo su maletilla y la mía.

El camino se hace ameno, los trasteros están cerca del aeropuerto, cargamos todo lo que tiene. Que son cuatro cajas con ropa, unos cuadros con fotos y algunos libros. El colchón lo dejamos allí tirado entre risas. Que se lo queden cuando deje el trastero el mes que viene. Total, es de segunda mano. Vamos a mi casa, llegamos bastante tarde ya, con ganas de cenar y descansar. Mi madre y Enzo están en el porche tomando algo cuando nos ven llegar. Mi madre me mira divertida y Enzo abre los ojos de par en par.

— ¿Lola?

— Hola Enzo. — Lola se lanza a sus brazos. — Me alegro de verte.

— ¿Qué haces aquí, con esas... cajas? — Enzo me mira a mí.

— Lola, se ha quedado sin alojamiento y mi casa es muy grande. Le voy a alquilar un cuarto. Le saldrá más barato.

— Y así tengo quien me lleve y me traiga del trabajo — Lola me guiña un ojo.

— Hola querida, soy Rosario, su madre — me señala — te vi el otro día por el ordenador.

— Sí, es cierto. ¡Encantada señora! Soy Lola – Lola le tiende la mano y mi madre se lanza a darle un achuchón y dos besos.

— Bienvenida. Vamos, os ayudamos con eso.

Todos cogemos alguna caja y nos metemos dentro.

— ¡Ven! - Enzo coge a Lola de la mano y se la lleva hacia dentro — Vamos a elegirte un cuarto.

Se meten hacia dentro y aunque Enzo es mi sobrino, no me gusta tanta cercanía con ella. Pero claro a ella le gusta otro. Y a lo mejor es hasta mi sobrino. La he visto muy contenta de verle. ¡Deja las paranoias! Lo que tienes que hacer es conquistarla, haz que se olvide del otro. ¿Y cómo hago que se olvide de otro? Dijo que es perfecto para ella. De verdad tío, eres muy tonto. No voy a discutir con mi cabeza y menos si se pone estúpida.

— Hijo, me encanta esa chica. Me alegra que sientes la cabeza.

— ¡Mamá! Lola y yo somo amigos, compañeros de trabajo, nada más.

— Ya claro. Se te cae la baba.

— No es para mí. Le gusta otro. Yo solo soy su amigo. Punto

— Vale — Mi madre levanta las manos en señal de rendición — Eros te ha mandado unos tuppers de pasta. Los dejamos para que cenéis.

— ¿No os vais a quedar? — miro el tupper — hay cantidad de sobra para los cuatro.

— No queremos estorbar. Hijo — mi madre es perra vieja y va a ser difícil convencer de lo que su cabeza maquine. Además, que ya sabemos que, a mi madre, remilgos los justos.

— ¡Ya está! — Enzo sale con el brazo sobre os hombros de Lola que viene sonriendo. Y a mí me llevan los demonios. En serio, tengo que hacérmelo mirar. Lola y yo no tenemos nada. — Ha cogido el cuarto frente al tuyo. Es lista — la suelta y va hacia la nevera, saca unas cervezas y nos da una a cada uno — Es de los más grandes. Tiene vistazas. Y baño propio — Se gira y le guiña un ojo a Lola. — Lo malo es que estás en la planta de arriba en el ala de mi tío. Pero son los mejores cuartos. Y nadie lo usa cuando viene la familia.

Mi casa está distribuida en una planta baja con tres dormitorios, dos baños, el salón y la cocina. El jardín y la piscina. La parte de arriba está dividida en dos. Una con dos habitaciones abuhardilladas iguales. Una es la mía y la otra está vacía. Aunque ahora es de Lola. La otra zona se accede desde fuera y es una especie de salón de juergas. Tengo una barra de bebidas, una tele grande, una mesa de billar y un par de sillones. Juegos de mesa y cosas así.

Luego está el sótano. Ahí tengo un garaje con dos plazas, un trastero y dos habitaciones con un baño compartido extras. Hay un pequeño recibidor para las habitaciones. Son las más separadas de las demás y mis sobrios suelen usarlas con sus ligues. Yo les dejo hacerlo con la condición de que las dejen limpias y las mantengan bien.

Ponemos la mesa de la cocina y cenamos con una agradable charla sobre nuestro viaje.

— ¿En serio mi hijo ha hecho esnórquel y turismo? No te creo — mi madre se hecha la mano al pecho de forma dramática, me mira y se ríe.

— ¡Mamá! No es para tanto. Todo el mundo lo hace.

— Todo el mundo no eres tú tío. Eres un aburrido. Solo te encierras en tu cuarto y vas como mucho a la piscina del hotel. — mi sobrino como siempre tiene que dejarme como el culo. Le suelto una colleja

— No tiene nada de malo descansar en el hotel.

Lola se ríe con nosotros. Y yo cambio el gesto a uno más conciliador. Vamos que me quedo embobado como un gilipollas. ¿Por qué he tenido la estúpida idea de traerla aquí? Va a ser horrible. Ya le plantearé que siga buscando piso. Aprovecha para conquistarla, ¡tonto! Deja de insultarme, joder. Mi cabeza se está viniendo arriba.

— Bueno ¿quiere ver las fotos?

— Llámame Rosario y tutéame. Por favor enséñame esas fotos.

Yo resoplo. ¡Qué vergüenza! Así, pasan un par de horas. Lola enseña una foto, la explica, le cuenta mil anécdotas y a la siguiente. Mi madre está encantada, le gustan todas estas tonterías. Enzo las mira embobado, creo que le gusta Lola. ¿A quién no? Si es que es perfecta. Bueno tampoco es para tanto. Es que estas babeando con ella. ¡Olvídame cabeza! Pasamos el rato y la cena se acaba.

— Enzo, échame una mano a recoger.

Enzo se levanta y vamos a la cocina, nos ponemos a recoger y yo me pongo a fregar. Tengo un lavavajillas, pero fregar los platos a mano me gusta más. Sólo lo uso en las grandes reuniones familiares. Vamos, todos los domingos.

— Tío. Lola es la caña. Va a ser genial vivir con ella.

— Ya veremos — le miro de reojo mientras el seca los platos que voy fregando. — Se quedará aquí de momento. Pero creo que tiene pensado buscarse un apartamento en Madrid.

— Pero no puedes consentirlo. Debe quedarse aquí — ni siquiera me mira al hablar.

— ¿Te gusta?

— ¿Lola? Me encanta. Es una tía genial, divertida, le gusta la fiesta y encima está cañón. Lo tiene todo.

— Ya. Ella piensa que Eros y tú, sois muy guapos. — quiero ver que intenciones tiene mi sobrino sin que se dé cuenta.

— ¿En serio? Bueno somos super parecidos a ti.

— También piensa que sois geniales. El otro día quedó para desayunar con Eros.

— Sí, Eros me lo dijo. Como es nueva en la ciudad, le echó un cable.

— Ya, bueno ahora que vive aquí podrías enseñarle el pueblo e invitarla a salir.

— ¿Yo? Sí, claro, estaría bien. Además, ya he conseguido la financiación para el local de al lado de la abuela. El tío Germán me va a conseguir las licencias para la obra y me vendrá bien contar con una chica que le dé un buen enfoque al negocio. Me da la impresión de que soy un desastre para esas cosas.

— Vaya, eso es genial pequeñín. Seguro que Lola estará encantada. — Se me va de las manos. En realidad, no sé si a Enzo le gusta Lola, tengo claro que son de la misma edad, y bueno será fácil que se relacionen. Céntrate en conquistarla, petardo, y deja de encaramársela a cualquiera. Eres terco de la hostia. Además, como detective soy lo peorcito que hay.

— Lola estará encantada de ¿qué?

Lola aparece por la puerta de la cocina con algunas sobras de la mesa y más vasos.

- Mi tío quiere que te enseñe el pueblo y esas cosas.

- Genial. Tengo muchas ganas.

Suena mi teléfono que está sobre la encimaera y se ilumina con el nombre de Sara. No voy a cogérselo ahora que tengo las manos mojadas. Además es tarde.

- Es Sara tío – Enzo se ha asomado para ver el nombre.

- ¿Sara? ¿Quién es Sara? – Me pregunta Lola.

- Sara es la chica con la que salí a correr el otro día.

— Ah sí, la recuerdo – pone mala cara, creo que no le gusta mucho. Lo noté el otro día también - ¿Siempre sales a correr con ella?

— Bueno yo salgo solo, luego me la encuentro cerca de su casa y vamos hasta el centro del pueblo. Tomamos un café y luego corremos la vuelta.

— Y acabáis aquí — señala la cocina — tomando otro café.

— No, no me gusta demasiado el café. Y además me gusta tomarlo solo. El otro día fue una excepción. Suelo volver solo de la carrera.

— Yo siempre he querido correr ¿sabes? Quizá pueda irme contigo.

— ¿Has corrido alguna vez? — niega con la cabeza — Ya, lo temía. Yo corro mucho. Sería demasiado para ti. — Veo su cara de decepción. ¿Quizá podrías modificar tu rutina y así pasar más tiempo con ella? — Pero... si quieres — la miro fijamente — podríamos empezar con un circuito sencillo y más corto y que vayamos alargándolo poco a poco, conforme vayas cogiendo resistencia.

— ¿Lo harías?

— Claro — Por ti haría muchas cosas Lola. Pero obvio eso no se lo digo.

— Genial — se lanza sobre mis brazos y de forma automática me sale abrazarla y besar su cabeza.

— Vaya, hola. — Sara aparece en el umbral de la cocina. Lola se tensa en mis brazos y se separa de mi despacio.

— ¡Sara! Vaya que sorpresa – trago saliva. No me la esperaba y además no tengo excesivas ganas de verla. Miro de reojo a Lola que se pone a secar cacharros.

— Sí bueno. Recordé que hoy volvías del vuelo y pensé pasarme a saludar. Te he llamado, pero no cogías el teléfono, pero como he visto luz, he llamado por si acaso.

— Genial. Esto... Sara esta es Lola, va a vivir conmigo una temporada — Noto el desconcierto en la mirada de Sara. Obviamente no se lo esperaba. Es normal. Yo, no me lo esperaba.

Lola pone su sonrisa falsa de siempre. No sé si porque está a la defensiva o porque no le gusta Sara. Ya lo hablaré con ella.

— Encantada Sara — Lola le tiende la mano para saludarla.

— Lo mismo digo — Sara le acepta la mano y le responde con una sonrisa falsa también. Madre mía, menudo percal.

— Tío — Enzo se gira de la encimera, saluda a Sara con un hola bastante rancio y una sonrisa malévola en los labios — La yaya y yo nos largamos. Es tarde y en breve tenemos que estar amasando pan en la panadería — Me da un abrazo y se va - Sara — se la queda mirando y se mira el reloj — deberías irte. Mi tío está cansado y además Lola tiene que instalarse.

— Ya bueno eso lo dirá tu tío ¿no? — le mira con una ceja alzada. Sé que nunca ha hecho buenas migas con mis sobrinos. Bueno con mi familia en general. Menos con mi madre, aunque eso es porque mi madre tiene la esperanza de que seamos algo más. Mi familia cree que Sara va detrás de mí. Y aunque yo también lo creo, quiero pensar que es más importante nuestra amistad. Miro a Enzo.

— Sí, será mejor que os vayáis todos. La verdad, estoy reventado y Lola también. — Veo una sonrisa triunfal en la cara de Lola. ¿A qué juegan estas dos?

— Está bien. Nos vemos mañana. — Se acerca a mí y me da un beso, cerca de la comisura de los labios que no me gusta y le pongo mala cara. Ella sabe que eso no me gusta — Encantada Lola. ¿Te quedarás mucho tiempo por aquí? — Lola abre mucho los ojos.

— El tiempo que se tenga que quedar ¡Vaya preguntas tienes! — Mi madre aparece también en la cocina, se acerca a mí y me da dos besos y un abrazo. Luego se va hacía Lola. — Un placer verte en persona por fin preciosa. Pasaros mañana por la panadería, te haré unos bollitos riquísimos para que desayunes. — Le da un abrazo y un par de besos.

Se van todos por fin y nos quedamos Lola y yo solos.

— Bueno, voy a darme una ducha y a dormir. Estoy molido.

— Claro, yo haré lo mismo. — me guiña un ojo y sube hacia su cuarto. Justo enfrente del mío.

Acabo de ducharme. Me ha sentado de lujo. Necesitaba esto, relajarme y estar por fin en casa. Porque como en casa no se duerme en ningún sitio. Salgo al dormitorio y veo a Lola envuelta en una toalla minúscula revolviendo en mis cajones.

— ¿Se puede saber qué haces? — Lola da un grito y un bote. Se gira despacio. Lleva entre sus manos una camiseta mía, es algo vieja, pero me encanta. La compré en una convención de videojuegos a la que fui.

— Perdón, vine y estabas aún en el baño. Quería una camiseta para dormir, la que uso ya está sucia.

— ¿No tienes pijama? —me cruzo de brazos. ¿Por qué tiene que robarme?

— Sí, es solo que me gustan mucho tus camisetas — se suelta la toalla y esta cae al suelo. ¡Madre mía! se acaba de quedar en bolas en mi cara ¿Pero qué le pasa? Cierro los ojos y me doy la vuelta — Huele genial. Y bueno duermo mejor con una camiseta tuya. Así que, si no te molesta mucho. Quería coger otra.

Silencio

— Te puedes volver, ya me la he puesto. — me giro y está con mi camiseta puesta riéndose. Debajo sé que no lleva nada. Mi pequeño sable se ha despertado y está duro como una piedra tras esta visión — No sé, de que te avergüenzas. No creo que tenga nada que no hayas visto antes — Se acerca, se pone de puntillas y me da un beso en la mejilla — buenas noches grandullón — me mira de arriba abajo, incluido mi abultada entrepierna y se gira. Coge su toalla y sale de la habitación. ¡Mierda! No sé cuándo pensé que traerla aquí sería buena idea. Pero esto no va a salir bien. Nada bien.

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