Enséñame a volar

By Idoia_G

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"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... More

Intro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 9

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By Idoia_G

Noto su cuerpo junto al mío, el roce de su piel, el sonido de los jadeos que salen de su boca, veo sus ojos cerrados sintiendo mis caricias, su espalda se arquea buscando que el roce con mi piel sea mayor. Ardemos juntos. Mi mano recorre cada centímetro de su piel, mi erección duele tanto que no puedo aguantar más.

— Necesito estar en ti Lola

— Y yo te necesito en mí. Hazme tuya grandullón.

Y la hago mía, ardemos entre llamas con un calor abrasador, es brutal lo que siento.

— ¿Javi?

Noto un golpe en el brazo, pero ahora no puedo. Ahora estoy con ella, estoy mejor que nunca.

— ¿Javi?, ¿Javi?

¿Qué está pasando? Lola de repente ya no está bajo mi cuerpo.

Me despierto sobresaltado y abro los ojos mientras jadeo.

— ¿Javi? ¿Estás bien? — Lola está a mi lado, con mi camiseta. Con la que se durmió anoche. Joder ¿Eso ha sido un sueño? Uuuuffff estoy fatal. Me levanto de la cama de golpe y me dirijo al baño. Miro hacia abajo y mi erección es enorme. ¡Qué vergüenza! He tenido un puto sueño erótico. Esa mujer me va a volver loco. ¡En mi vida! ¡Jamás! Jamás he tenido un sueño caliente con nadie. ¡Con nadie!

Entro en el baño, mi respiración está acelerada, no puedo controlarlo. Y mis partes íntimas me duelen, joder. No puedo salir ahí fuera y mirar a Lola a la cara. Me lavo la cara con agua fría y abro el grifo de la ducha. Necesito calmar lo que se ha despertado en mí. Jamás se me ha puesto tan dura. En la vida. Creo que tengo miedo de lo que esta mujer despierta en mí. No solo físicamente, que es brutal, si no en mi persona. Las ganas que me dan de escucharla cuando me cuenta sus cosas, la avidez que tengo por saber más de ella. De su vida pasada, de sus sueños por cumplir, de lo que espera de la vida. Tengo ganas de hacer que ella se sienta a gusto conmigo. Es la primera vez que quiero pasar más tiempo con alguien que no es de mi familia. Y de verdad que me da mucho miedo. Mucho, mucho. Me meto bajo la ducha y me refresco. ¡Dios, como lo necesitaba! Me seco y salgo con la toalla envuelta en mi cintura. Lola está sentada en la cama y me mira.

— ¿Estás bien? Creo que has tenido una pesadilla. Jadeabas mucho.

— Tranquila — madre mía, si supiese el tipo de sueño que tenía y con quien, saldría huyendo de aquí. Y no queremos eso ¿Verdad? No, no lo queremos. — Habrá sido una pesadilla. Pero no te preocupes. Estoy bien.

— ¿Seguro? Te he visto muy alterado al despertarte — me toca la frente y su cara refleja la preocupación — no tienes fiebre ni nada ¿No? — le agarro la mano para quitarla de mi cara

— No tengo fiebre Lola. Estoy bien. Solo quiero dormir, de verdad — La miro. Me tumbo en el sofá y cierro los ojos.

— ¿Vas a quedarte ahí? ¿No quieres volver a la cama?

— Mejor me duermo aquí ¿vale? No quiero molestarte si la pesadilla vuelve — Abro solo un ojo, la miro para comprobar si la he convencido. No lo parece la verdad.

— ¿Seguro? No sé. ¿Sueles tener pesadillas normalmente?

— ¿Qué? No, no suelo. Pero bueno a veces igual las tengo y no lo recuerdo.

— Vale. Esto... me voy a la cama. Si necesitas algo dímelo ¿Vale? — su voz es triste. Como si realmente le diese pena que me quede en el sofá. Viene de dos saltitos hacia el sofá y me da un beso en la frente — Descansa grandullón.

Se levanta y se va. Me quedo tirado en el sofá, cierro los ojos, pongo mi brazo sobre ellos y suspiro fuerte. Tengo que controlarme con ella. Ella solo quiere ser mi amiga, disfrutar de la vida y jamás se fijaría en un viejo carca como yo. Así que, si realmente quiero que se quede en mi vida, aunque sea como amiga y sea una tortura, mi cuerpo debe aprender a controlarse un poquito. Me quedo dormido por fin y descanso.

Abro los ojos, siento que el sol me da en la cara de lleno y no veo una mierda. Estoy en el sofá y la espalda me duele horrores. ¿A quién se le ocurre dormir en un sofá de mimbre? Pues a mí, por imbécil.

Me meto en la habitación para coger mis cosas y vestirme. Tendremos que irnos en breve si queremos ver las tortugas antes de irnos de Maui. Miro a Lola, sigue plácidamente dormida, con la sábana enredada en su cuerpo. La camiseta se le ha subido y tiene el trasero al aire. Me estoy poniendo malo otra vez. ¡Esto no va a salir bien! Es una mierda.

— ¿Lola? — me recoloco la erección y me dirijo al baño. Oigo su gruñido y como se despereza con un bostezo — Hay que levantarse, si quieres ver la tortugas antes de irnos, tenemos que desayunar ya — Me estoy cepillando los dientes cuando Lola entra en el cuarto de baño estirándose.

— Buenos días grandullón — me da un beso en mejilla y se dirige al váter. Se baja las braguitas y se pone a hacer pis ¡Está haciendo pis mientras me cepillo! ¿Pero qué?

— Lola, esto... me estoy cepillando – La miro a través del espejo.

— Muy bien grandullón. Hay que ser aseadito en esta vida — Se ríe, abre los ojos que aún los tenía cerrados y me mira a través del cristal — ¡Mierda!

— Sí, mierda. ¿Podrías...

— No me he traigo el cepillo de dientes —me corta sin dejarme acabar — ¿Te importa si uso el tuyo? — se levanta y tira de la cadena sin ningún pudor. Se sube las braguitas y dejo de mirar. ¡Joder! Yo no puedo ver esto.

— Eeehh... si, puedes usarlo, pero...

— Gracias. Avísame cuando acabes. Voy a cambiarme mientras.

Y sale del baño. ¿Pero qué acaba de pasar? Actúa como si lo que acaba de pasar fuese lo más natural del mundo. Y no lo es. Quizá con una pareja que llevas un tiempo y convives, puede, pero no para mí. Debo hablarlo con ella más tarde. Termino y me voy al salón a desayunar. Hay frutas variadas en la cocina, varios zumos naturales e infinidad de dulces y bollería. Perfecto para Lola.

Lola sale del baño y se une a mí, se sirve un zumo, se pone en un plato las guarrerías más grasientas de la cocina y se sienta a mi lado.

— ¿Qué tal has dormido la segunda vez? — su mirada es tierna y no puedo evitar sentir calidez.

— Bien. No he vuelto a tener sueños raros. Todo correcto. Aunque la espalda me mata.

— La próxima vez, no seas cabezota y duermes en la cama — ¿Próxima vez? No — a tu edad no puede ser sano dormir en un sofá y menos ese sofá — lo señala

— ¿A mi edad? — le pregunto con algo de enfado. me acaba de llamar viejo en toda mi cara.

— A los 39, grandul...

— 38, tengo 38 — le digo exasperado sin dejarla acabar.

— Bueno sí, a los 38 ya no eres un adolescente que puede dormir en cualquier lugar.

— No soy un viejo. Puedo dormir donde me plazca. Que el sofá sea una mierda no tiene nada que ver.

— Tranquilo — levanta las manos en señal de rendición — no te quiero llamar viejo. Pero eres mayor. ¡Perdón! ¡Perdón! — creo que ha visto mis ojos llenos de ira y no me ha dejado hablar, porque le iba a decir cuatro cosas — Más mayor que yo. Eres más mayor que yo. No te ofendas, ohú, no sé explicarme. Pero hasta yo tendría dolores de espalda en ese sofá. No te enfades — se levanta y viene hacia mí, poniendo morritos. ¡No me jodas! ¿qué me da para que me ablande de esta manera al poner esa cara? Se sienta en mi regazo. Y ya sé que he perdido cualquier batalla que quisiese librar — Porfiii, no te enfades conmigo — lo dice con un tonito como de niña pequeña. Y listo, le sonrío. No puedo hacer más

— Me vas a volver loco Lolita.

— Lo sé — me da con su dedo en mi nariz y se ríe. Se levanta de nuevo y continuamos con el desayuno.

Salimos del bungalow, me da pena dejar este lugar. Ojalá algún día vuelva. Porque aquí he descubierto cosas de mí que no conocía. He descubierto lo que es el deseo carnal por alguien. Pensé que eran invenciones de la gente y de los libros para obligarnos a consumir todo lo relacionado con el amor. Pero he aprendido que lo romántico también existe. He aprendido que puedo sentir ese deseo que siempre pensé que no era para mí. He descubierto que me gusta pasar tiempo con Lola. Que es una niña tierna, segura de sí misma, divertida y abierta a conocer. Es una niña que está deseando descubrir el mundo y lo que tiene para ofrecerla. Que está necesitada de cariño del bueno. Porque ¿ir a buscar cariño y compañía con un tipo como yo es raro? Pero he descubierto que tengo ganas de ser cariñoso con ella. No sé, quiero seguir explorando todo este descubrimiento y que me lleve a donde me lleve. Aunque acabe exhausto o con el corazón roto. Pero quiero vivir todo lo que no me he permitido vivir en todos estos años. Quiero soltarme la melena y aprender a volar de verdad. Aunque tenga que estrellarme en el camino. Quiero conocerme de verdad, saber quién soy realmente. No el hombre que he creado para tener calma y una vida tranquila. Creo que me estoy volviendo loco, pero me gusta.

Nos vamos a la reserva de tortugas, hay algunas muy grandes, con más de cien años de vida. Lola le hace fotos a todo y yo me descubro sacando el móvil y haciéndole fotos a las tortugas, a los paisajes que vemos y a ella. Tras un par de horas nos vamos y abandonamos Maui, con un sentimiento entre la necesidad de volver y la tristeza de lo que dejamos atrás.

Llegamos a nuestro hotel de nuevo. Me voy a mi cuarto y Lola se dirige al suyo. Quedamos más tarde en bajar a la piscina del hotel y tomar algo de sol. Mañana temprano sale nuestro avión y esta noche deberíamos descansar. Me cambio de bañador, cojo el libro que aún no he empezado y la toalla. Bajo a la piscina y Lola ya está sentada en una tumbona. Me hace un gesto con la mano para que vaya con ella. Y yo voy, obvio ¿No? Me siento en la tumbona de al lado y llamo al camarero para pedir una bebida.

— Un san Francisco sin alcohol por favor.

— ¿Y la señorita?

— Yo lo mismo que él, pero con alcohol. Gracias — se baja las gafas y me mira. — ¿Existen los cocteles sin alcohol?

— Deberías probarlos — se lo digo sonriendo, pero así a lo mejor no se pillaría las cogorzas que se pilla.

— Nooo, ¿qué gracia tendría eso?

— Puedes beber algo que es similar en sabor, pero, al día siguiente no te deja resaca. Evita muchas borracheras.

— Ya — veo que tuerce el gesto y se pone seria, como si estuviese pensando. — últimamente se me va un poco la mano sí. A lo mejor podría probarlos.

— ¿Por qué?

— Por qué ¿qué?

— Porque bebes tanto — llevo desde la otra noche queriendo preguntárselo — tienes algún problema personal que te lleva a esto.

— No... bueno — baja la mirada al suelo y el camarero nos trae las bebidas — Los últimos meses no han sido boyantes para mí, bueno ni la vida, la verdad. El alcohol me hace olvidar. Un poco.

— Puedes hablar conmigo, quizás hablar con alguien te ayude ¿Tus amigas? — levanta la vista y me mira

— No, ellas no están para perder el tiempo con mis tonterías.

— ¿Tonterías? Nada que te tenga triste son tonterías Lola — Esta Lola no la conocía. Descubro una Lola triste, que su vida no es tan de color de rosa como te vende a simple vista.

— Ya bueno... son tonterías. Cosas de chicos. Ya sabes, rollos, novietes que te hacen pensar. Nada más. Da igual — de repente vuelve a sonreír y se pone la careta de felicidad que siempre lleva. Pero me encantaría que me confiara esos problemas y poder ayudarla. Porque me sale, quiero ayudarla.

— Lola — la agarro la mano y noto como se estremece con mi contacto, pero que no la retira — Quiero ser tu amigo. Puedes contar conmigo si lo necesitas. Sé que soy un borde y un antisocial. Pero tengo una familia enorme, unida y que siempre me han hecho que se me dé bien escuchar los problemas de los demás. Quizás no tenga las respuestas o las soluciones que necesitas, pero, puede que te ayude a desahogarte. A aliviarte.

— Joba Javi — una lágrima se le escapa de los ojos y se la limpia rápidamente — Eres un amor. Gracias — Me da un abrazo. Es un abrazo cálido, yo la rodeo con mis brazos y la aprieto contra mí. Quiero que note que puedo ser ese amigo. Sin darme cuenta me descubro acariciando su pelo y al separarnos le doy un beso en la coronilla.

— Vaya, parejita. ¡Qué bien os veo! — me separo de Lola y Felipe se sienta en la otra tumbona libre — Habéis estado muy desaparecidos. Nadie sabía dónde estabais.

— Hemos estado por ahí. No te importa — Lola se separa de mí, le da un trago a su coctel y se tumba a tomar el sol.

— ¡Joder! ¿Qué te he hecho yo para que seas tan borde conmigo?

— Simplemente eres un baboso y la gente como tú no me gusta un pelo.

— No me conoces de nada.

— Ni quiero, gracias — Lola se acomoda mejor en la tumbona sin ni siquiera mirarle. Felipe se levanta y se va por donde ha venido.

Creo que por como Lola le trata puede que en su pasado alguien con una personalidad parecida le haya hecho daño. Ya lo descubriré.

— No deberías hablarle así, el chico solo ha sido amable.

— Amable, mis huevos, va con retintín todo el rato. Ha intentado ligar conmigo, pasa de mis negativas, se lía con varias en el mismo viaje. No me interesa llevarme bien con alguien así. No quiero gente así cerca de mí. Gracias.

— Vaaale — me río — No lo pagues conmigo — me tumbo de nuevo, bebo de mi bebida y me pongo a leer el libro.

Así pasamos la tarde, comiendo sándwiches y mierda de picoteo que Lola va pidiendo. Nos damos un par de baños en la piscina y volvemos cada uno a su cuarto. Estoy sentado mientras sigo con mi libro que está muy interesante y llaman a la puerta. Es casi la hora de cenar, pero le dije a Lola que me apetecía cenar en la habitación para acostarme temprano y así descansar para el vuelo. Va a ser largo.

Abro y Lola se presenta ante mí. Lleva unos vaqueros cortitos vaqueros, una camiseta suelta de color rojo que se ciñe a sus curvas y le queda perfecta. Haciendo que sus pechos se vean espectaculares. El pelo suelto y una sonrisa... como siempre preciosa.

— Hola grandullón. ¿Estás seguro de querer cenar aquí?

— Hola Lolita, sí, estoy muy seguro.

— Genial. Yo bajaré con las chicas. Me han convencido para salir luego un rato. Me gustaría... — está nerviosa, lo noto. Se retuerce las manos y se muerde el labio inferior mientras me mira — Me gustaría que vinieses a tomar algo por favor.

— Lola, quiero descansar, en serio.

— Solo una copa, Javi. Solo una. Te lo prometo. Vengo a buscarte, bajamos nos tomamos solo una y subimos. Pronto. Lo prometo — vuelve a su carita con morritos. ¡Joder!

— Está bien. Una copa. Solo una, Lola – le pongo mi mayor cara de advertencia — Yo me la tomo y me voy, tú, verás lo que haces.

— Siiii — Da saltitos de alegría — Te vengo a buscar en un rato — me da su beso de rigor en la mejilla y se va, dándose la vuelta un par de veces para mirarme antes de desaparecer por el recodo del pasillo.

Estoy nervioso cuando Lola vuelve a llamar a la puerta. Nunca he ido a tomar copas con nadie que no sean mis hermanos o mis amigos cercanos. Y no sé si me voy a agobiar o si se van a burlar de mí. Porque sé que hablan de que soy raro, que soy esto y lo otro. Y no quiero que me juzguen. No quiero tomar de más y hacer el ridículo.

Lola aparece detrás acompañada de Carmen y otras dos chicas que reconozco, pero no recuerdo sus nombres.

— ¿Nos vamos? — Asiento, cojo el móvil y la llave. Salimos todos del hotel y una de las chicas se engancha de mi brazo, algo que me agobia bastante. Lola se gira y me guiña un ojo. Pero no me tranquiliza. Y así seguimos andando hasta la discoteca.

Entramos y todos vamos hacia la barra.

— Bueno, antes de nada. Es la última noche y propongo un brindis. ¡Camarero, chupitos de tequila aquí! – Una de las chicas intenta animarnos a todos.

— Esto... yo no quiero chupito — le digo a la chica que se ha colgado de mi brazo y no me suelta.

— Tranquilo, solo es un chupito — la chica me guiña el ojo y me siento realmente incómodo. Busco a Lola con la mirada, pero está enfrascada en una conversación con Carmen y ni me mira.

Nos sirven los chupitos y la chica que los ha pedido los reparte entre nosotros. Uno a cada uno, yo lo cojo. No quiero tomármelo, pero tampoco quiero quedar como estúpido y hacer el ridículo.

— Por Javi, porque haya muchas más salidas a las que nos acompañe — La chica del brindis levanta el chupito. Me acabo de quedar a cuadros. Ha hecho el brindis ¿por mí? Joder. La chica me mira y levanta sus cejas sonriéndome. Bien, un chupito no me va a hacer daño. Tampoco soy un crio que nunca ha bebido. Pero no me gusta estar rodeado de gente que no conozco y sentir que puedo perder el control en cualquier momento. Levanto mi chupito y brindo con ellas. Miro a Lola que no deja de mirarme con una sonrisa en los labios. Lola se acerca y se pone a mi lado, apoya el chupito en la barra y se lo lleva a la boca bebiéndoselo de golpe.

— Debes hacerlo así. Quien no apoya no folla. — Me lo dice de forma muy sensual, o al menos a mí me lo parece porque la piel de mi cuerpo se eriza. Me mira con sus dos ojos anclados en los míos. Apoyo el chupito en la barra y me lo bebo de golpe. Sin limón, ni sal, ni nada. Bajo el vaso y noto como el líquido pasa dejando a su paso un ardor y un calor horrible. Pongo la típica cara de asco que todos al beber esto. Todas lo ponen, incluida Lola. Después salta y me da un abrazo.

— ¡A desmelenarse grandullón! — pedimos unas copas. Yo me pido un Ron con cola. No suelo beber este tipo de bebidas alcohólicas, soy más de cerveza, algún vino en la comida o champagne para las celebraciones, lo típico. Pero un día es un día.

Estamos tomando las copas y las chicas se ponen a bailar como locas en la pista. Yo me quedo en la barra y las observo. La verdad es que parecen muy majas todas ellas. Nunca me había parado a hablar con ellas más de lo debido. Pero puede que ahora lo haga más seguido. Lola se lo está pasando bomba. Se nota su juventud en cada movimiento, se sabe todas las canciones que ponen. Las canta y las baila. Ahora suena una canción en español del Maluma ese creo. Es un baile no muy rápido y Lola comienza a contonear sus caderas de un lado a otro. Está con los ojos cerrados y recorre su cuerpo con sus manos. Yo no puedo apartar los ojos de ella y me viene a la cabeza el sueño que he tenido con ella esta noche. La chica que se agarró a mi brazo se aproxima a mí, moviendo las caderas al son de la música. Es Morena, pelo rizado y ojos claros. Es bastante alta, más que Lola y lleva un vestido verde botella completamente ajustado. Los pezones se le marcan a través del vestido, la verdad es que la muchacha es explosiva, ahora que me fijo. Sigue contoneándose frente a mí. Ve mi copa vacía en mi mano y la agarra. Se acerca a la barra y me pide otra.

— Perdona, ehhh... pero no quiero.

— Me llamo Sandra, hemos coincidido varias veces. No te lo tendré en cuenta si bailas conmigo — me coje de la mano y se mueve.

— Yo... no sé bailar — me arrimo para decírselo al oído y ella aprovecha para agarrarme y pegarme a ella. Me estoy volviendo a agobiar. No sé cómo salir de esta sin parecer un imbécil — Será mejor que busques a otro para bailar.

— Pero yo no quiero a otro. Llevo un tiempo que quiero acercarme a ti — coge la copa que le tiende el camarero y me la da. Bebo, porque la boca se me ha secado y porque necesito apartarme de ella un poco — ¡Estás tan bueno! Y en la cama tienes que ser un diez — acerca su boca y comienza a darme suaves besos en el cuello. ¡Mierda! ¡Mierda!

La agarro por los hombros y la separo un poco —Oye, yo no quiero ser borde pero no quiero nada contigo —ella me mira con horror y se separa.

— ¿Entonces es cierto que Lola y tu estáis juntos?

— ¿Cómo? — ¿de que habla? — ¿Ella ha dicho eso?

— No, Lola no dice ni si sí, ni si no. Pero mírala está perreando con todo el que se le pone a tiro. Luego les dice que no y acaba durmiendo en tu habitación. Las chicas hablan ¿sabes? — vuelvo a beber, noto que empieza a subirme un poco la bebida, porque me tiemblan un poco las piernas — Nadie sabe el rollo que os traéis, pero todas queremos conquistar a un tío como tú.

— ¿Cómo yo?

— Chicos — Lola saluda de forma bastante cortante. Se ha acercado y ni siquiera me había dado cuenta, Sandra se gira hacia ella y al verla pone una sonrisa maliciosa.

— Hola Lolita ¿Qué tal tu perreo?

— ¿Perdona? Estaba bailando sin más — Lola se ha puesto a la defensiva y yo la verdad, estoy flipando porque no pillo este momento. No lo encajo. ¿Por qué discuten?

— Ya, lo típico ¿no? calentando al personal preciosa. Como siempre — ¿Cómo?

— ¿Qué insinúas Sandra?

— Yo no insinúo — y yo bebo más rápido porque me estoy agobiando y divirtiendo a partes iguales, la situación es un poco surrealista — Yo comento lo que veo. Las tres noches que he coincidido por ahí contigo, siempre haces lo mismo. Calientas al personal y luego te vas sin hacer nada.

— ¿Me estás llamando calientapollas?

— ¿Lo eres? — ¡Hostia! la Sandra como se las gasta. Yo me río porque menuda pelea de gatas en un momento.

— ¿Te ríes? — Lola se dirige a mí que ya estoy contentillo. Pero al ver su mirada cabreada me pongo serio de golpe.

— No. Lo siento.

— Eres un pelele Javi — Sandra me encara — ¿En serio te gusta esta chica? Yo soy más guapa y cien veces más madura que ella. Además, soy clara, me gustas y quiero sexo contigo esta noche.

Me acabo de quedar de piedra. Quieto, estático, las miro a las dos. Sandra me acaba de ofrecer sexo. Así, sin anestesia ni nada. ¡¡A mí!! Me bebo lo que me queda de copa que es más de la mitad, me giro y le pido otra al camarero. No quiero girarme, no quiero mirarlas a la cara. Yo no quiero sexo con ella. Quiero sexo con Lola.

— ¡Haz lo quieras Javier! — Ahora si me giro y veo a Lola totalmente cabreada gritándome a mí — Total tú y yo no somos nada. Puedes follarte a quien te plazca. ¿quieres hacerlo con ella? — señala a Sandra — Pues hazlo. Es buena calentando camas. — se caya y me reta con la mirada. Yo no entiendo nada. ¿Ella me está diciendo algo? ¿también quiere sexo conmigo? Porque no lo estoy pillando.

— ¿Quieres que responda algo? — Le digo no muy convencido. Lola se da la vuelta y se va hacia el baño haciendo aspavientos con las manos. Yo me quedo mirándola. El barman me da con la mano un golpe y le pago las copas. Me llevo la nueva copa a la boca y bebo casi la mitad del combinado.

— Has hecho una buena elección — Sandra de repente se pega a mí y me acaricia el pecho con la punta de sus dedos. Está engatusándome, pero no me gusta. No siento nada. Me da pena por ella, pero no puedo dejar de mirar a la puerta por la que ha salido Lola. Me bebo el resto de la copa y me deshago de Sandra. Esta me agarra del brazo

— ¿Dónde vas?

— Con... Lola — arrastro un poco las palabras, porque la última copa me ha sentado fatal. Primero porque la he engullido por el estrés y segundo porque en muy poco tiempo me he bebido los tres copazos y el chupito. Y me baila la cabeza sola.

— ¿Pero si vamos a pasar una noche genial tú y yo?

— No, tú sí. Yo — me señalo el pecho — No. Yo mejor me voy.

Y dicho y hecho. Me voy por donde minutos antes se ha ido Lola. Al salir no la veo ¡Mierda! Vaya jaleo. Para una vez que salgo. Sabía que tendría que haberme quedado en el hotel. Tranquilo leyendo mi libro. Sin jaleos. Sin mujeres locas.

Me voy a la habitación y al llegar a mi pasillo ando haciendo eses. Porque voy perjudicado. En la puerta sentada en el suelo con los pies a lo indio está Lola. Me planto frente a ella.

— Hey — le digo. Estoy nervioso, como si fuesen a hacerme un examen para el que no he estudiado — ¿Qué ha pasado ahí fuera?

— Yo... — se levanta del suelo y veo que ha estado llorando. Me acerco y con las manos le limpio las mejillas húmedas y dejo mis dedos ahí, acariciando su piel — No tengo derecho a decirte con quien puedes o no pasar la noche. Lo siento. Puedes si quieres volver allí y estar con Sandra. Se nota que le gustas un montón. Lleva desde que la conozco hablando de lo buen piloto que eres. Y lo guapo que eres. Y es buena niñ..

— Ella no me gusta Lola — La corto. Sigo sintiendo el mareo, pero estoy lo suficientemente sereno para saber lo que hago. Y ahora quiero estar con Lola en mi cuarto. Aceptando lo que me quiera dar. Aunque solo sea una amistad. Lo prefiero a pasar veinte noches teniendo relaciones con una mujer. Porque con Lola he sentido más que con cualquier otra mujer en toda mi vida — No quiero acostarme con ella.

— Ya... bueno yo debería... — se aparta de mí y agarra mis manos con las suyas para alejarse — debería volver a mi cuarto.

— ¿No quieres dormir en mi cuarto?

— ¿Qué? — parece realmente perdida

— ¿Por qué estabas en la puerta de mi cuarto Lola? — ¡Dímelo! Dime que quieres lo mismo que yo. Que estás sintiendo lo mismo que yo. ¡Hazlo Lola!

— Yo me siento segura contigo — Noooo, eso no es lo que esperaba. Vale, bueno veremos a ver por dónde nos lleva esto. No desesperemos. No, no desesperamos, pero llevo dos días caliente como un volcán y me encantaría que ella estuviese en el mismo punto. Seguimos con las manos cogidas.

— Entonces ¿Quieres entrar? — la miro. Quiero pensar que mi mirada es lujuriosa, pero con el puntillo que llevo seguro que tengo más cara de baboso que de otra cosa.

— Si, quiero entrar.

Me giro y abro la puerta, al entrar me tropiezo con mis propios pies y caigo de rodillas al suelo.

— ¿Estás bien grandullón? — Lola enciende la luz y se planta frente a mí con su preciosa sonrisa.

— Estoy genial Lolita — me acerco a ella y la abrazo. Es la primera muestra de cariño real que tengo hacia alguien que no es de mi familia. Y me siento bien. Siento el calor de su cuerpo contra el mío.

— Bien vamos a dormir. Que mañana hay que madrugar. Y llevas una buena tajá.

— Esto es culpa tuya — y me río.

Y aunque no lo creas es liberador reírme. Y la escucho reírse y tirarse al suelo a mi lado. Parezco un crío.

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