Enséñame a volar

Bởi Idoia_G

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"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... Xem Thêm

Intro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 8

38 16 29
Bởi Idoia_G


            La luz me molesta en los ojos, me despierto con un olor dulce. Me voy a mover, pero noto calor y un peso sobre mí. Miro y veo que Lola está abrazada a mí, con su cabeza sobre mi pecho, babeándome. ¡Genial! Hecho la cabeza hacia atrás. Lejos de estar molesto o asqueado, me siento bien. Me gusta esta sensación. Podría quedarme aquí más tiempo. Todo el tiempo del mundo en realidad. Me incorporo un poco quitándome el peso de su cuerpo y me apoyo en el cabecero. Siento un frío anormal sobre mi piel. Miro el reloj, son las 8 de la mañana. Genial en España serán las 9 de la noche. Aprovecharé para llamar a mi madre. Traigo hacia mí el portátil que está en la mesilla, lo abro y llamo. En la pantalla aparece mi madre.

— Hola mamá —mi madre lleva sus gafas de pasta de siempre.

— Hola gordo. ¿Cómo estás por Hawái?

— Recién levantado, son las 8 de la mañana.

— Vaya se te han pegado las sábanas ¿Eh? — mi madre sabe de sobra que yo más tarde de las 7 de la mañana no suelo levantarme. Y es cierto, se me han pegado las sábanas. O Bueno las manos a la piel de Lola. Mejor no pensarlo, porque tengo una erección de caballo, en parte porque acabo de despertarme y en parte por haber dormido abrazado a una mujer, bueno a Lola.

— Sí, un poco.

— ¿Qué tal el vuelo? No me gusta que vayas a sitios tan lejos, son muchas horas. Y luego vienes con el cuerpo del revés.

— Mamá, no es para tanto — Entiendo su preocupación, pero me da rabia que a veces me saque estas cosas y me haga sentir mal.

— Déjalo en paz yaya — se oye la voz de Enzo de fondo.

— Tú sigue a tu videojuego y déjame hablar con mi hijo en paz.

De repente noto que la cama se mueve. ¡Mierda! Lola. Tendría que haberme ido de la habitación.

— ¿Hola? — mi madre saluda, miro por detrás de mi hombro y veo a Lola con pelos de loca, el rímel corrido pero preciosa de todas formas y sonrío como un estúpido.

— ¿Hola? — Lola me mira desconcertada.

— Perdona, tendría que haber salido. Pensé que no te despertarías. Es mi madre — miro a Lola y después la pantalla. Mi madre la sonríe y me mira.

— Mamá ella es...

— ¡Lola! — mi sobrino Enzo se asoma por detrás de mi abuela. ¡Joder! Qué vergüenza — ¿Te estas poniendo rojo tío?

— Déjame en paz.

— ¡Hola Enzo! — Dice una más despejada Lola mientras se restriega los ojos.

— Hola, yo soy Rosario, cielo. Un placer conocerte Lola.

— Es mi compañera, la nueva piloto.

— Oh, la sustituta de Bryan. Vaya.

— Oye Lola — Enzo se cuela en la conversación de nuevo — No nos habías dicho que trabajabas con mi tío.

— Ya bueno yo... esto — se está poniendo la pobre como un tomate. Menudo marrón.

— Bueno dejadla en paz. Voy a colgar. El vuelo ha ido bien y volveremos pasado mañana. Venga besos para todos.

— Pero hi...

Cuelgo, menudo marrón, menuda vergüenza y menudo todo.

— Lo siento. De verdad pensé que no te ibas a despertar todavía.

— Tranquilo — se pone de pie sobre el colchón y comienza a estirarse — He dormido genial — se pone de rodillas y me mira — me voy a mi cuarto a ducharme y cambiarme. En media hora estaré en tu puerta, tenemos muchas cosas que hacer. Entre ellas desayunar juntos ¿Recuerdas? Estoy desenado llegar al Buffet. ¡Qué hambre! — me da un beso en la mejilla y un abrazo que me dejan estupefacto y con cara de gilipollas como mínimo. Eso y un dolor ahí abajo que flipas. Porque se ha restregado contra mí casi como un gatito. Esto no puede ser sano. Lola se incorpora y se va hacia la puerta. Ni siquiera me sale una contestación, solo puedo mirar cómo se aleja con mi camiseta puesta, desnuda debajo y descalza. Coge su bolso, su vestido del suelo, sus zapatos y sale. Madre mía, madre mía. Una sensación de euforia me recorre todo el cuerpo, como cuando eres adolescente y vas a tener tu primera cita. Pues así. Una locura.

Me voy a la ducha, sobre todo para aliviar mi tensión y me visto. Una camiseta de manga corta y un bañador que parece un pantalón. Llaman a la puerta, debe ser Lola.

Abro y ahí está. Leva una pamela de paja, gafas de sol grandes, un Bikini minúsculo, de esos que llevan las influencers de hoy en día y una camisola blanca semitransparente. Me mira de arriba a abajo y sonríe. Va cargada con una bolsa grande que me da, nada más verme.

— Echa la crema solar, gafas de sol y el móvil. Nos vamos a pasar el día a Maui. Haremos noche allí. El avión sale en hora y media. Desayunamos y nos vamos — Se gira y me mira — ¡Vamos a pasarlo en grande! — La verdad es que una emoción indescifrable me invade, pero agradable.

— ¿Y si ya tengo planes? — me cruzo de brazos, quiero hacerme el difícil.

— ¿Tienes planes? — veo la desilusión de pronto en su mirada cuando se baja un poco las gafas y me mira por encima de los cristales.

— Puede — me hago aun más el interesante. Tampoco puede planear las cosas sin tenerme en cuenta.

— Oh — se acerca a mí, me coge de nuevo la bolsa de las manos — Lo... siento. Perdona, yo... — noto que le tiembla la voz.

— Lola, vale — la corto y le quito la bolsa de las manos — no tenía planes. Pero no te acostumbres a planificar cosas contando conmigo, pero sin contar conmigo. No me gusta.

— Mmmm vale ¿Entonces vamos?

— Siiii, vamos — lo digo con desgana, pero por dentro lo estoy deseando. No soy de los que les gusta hacer turismo, pero Lola lo hace tan ilusionada que es como regalarle a tu sobrino lo que más quería por navidad. No sé decirle que no. Ella da un brinco y salta sobre mí, se abraza a mi cuello y me da varios besos en la mejilla. Madre mía, qué calor me está dando de golpe — Vale, no te emociones tanto. Solo es una excursión — La separo de mí sujetándola con mis brazos.

— Si, perdona. Es que me hace mucha ilusión — De repente se pega a mí y grita — ¡Selfie! — levanta la mano con el móvil y nos saca una foto. La mira y mi cara debe ser un poema, claro, no me la esperaba — La próxima vez sonríes — me dice con reproche. Es increíble. Poco a poco siento una mezcla de rabia y entusiasmo. Van de la mano con esta mujer. Hace todo lo que no me gusta que una mujer haga y a la vez como que me entusiasma que lo haga. Cuando vuelva voy al psiquiatra. Esto es heavy.

Cojo y meto en la bolsa la crema, el móvil, dinero y documentación, una toalla y listo podemos irnos.

Vamos al salón principal donde algunos ya están desayunando. Saludo a Felipe que está en una mesa con las dos locas azafatas del avión, en la misma mesa. No pillo su rollo. Ellas están hablando tan tranquilas entre sí y Felipe nos echa una mirada que podría partirnos en dos.

— ¡Buenos días! — Lola les saluda tan tranquila. Deja las cosas en la misma mesa que ellos. Se gira hacia mí — ¿Me dejas sorprenderte?

— ¿Yo? — la miro. Me asustan estas cosas de ella. No me gusta improvisar, ni las locuras, me pongo nervioso si algo se escapa a mi control y una sorpresa no es control.

— Vengaaa — hace pucheros. Me estoy empezando a acostumbrar a sus irresistibles pucheros. Y digo irresistibles, porque para mí lo son. Aunque en general me sientan bastante mal, reconozco que no puedo negarle nada a ella. Debería aprender a decir que no.

— ¿Vale? — Da palmaditas y saltitos.

— Quédate aquí, yo cojo el desayuno.

¡Mierda! Va a coger toda la guarrería que vea.

— Sí, estás jodido — Felipe me mira.

— ¿Lo he dicho en alto? — me siento en una de las sillas libres.

— Sí. O eso o tus pensamientos atraviesan mis oídos.

— Ya.

— ¿No sabía que estabais juntos? — Carmen, creo, me lo pregunta.

— No están juntos. No viste como anoche ella bailaba con aquel moreno en la pista de baile — La chica dos, Laura, creo, se abanica con la mano — Parecía que iban a hacerlo en la pista. Que caliente.

— Ya bueno, chica, igual tienen una relación abierta de esas – me mira con una ceja alzada.

— ¿Con él? — me señala la chica 2.

— No están juntos — Felipe también opina — Una chica como ella no podría estar con un tío como él.

— ¿Cómo? — eso me ha tocado las narices — ¿Qué significa una chica como ella y un tío como yo? — sé que se lo pregunto de malas. Pero es que me toca los huevos.

— Bueno, no te molestes, pero, a ella se la ve una chica explosiva, fogosa, de esas que hacen todas las guarradas del mundo en la cama. Y tú —me mira por encima de las gafas — Seguro que eres un modosito en la cama. Ya sabes, el misionero y poquito más. Bueno lo que es más acorde con tu edad también.

— Eso es verdad — me señala con el dedo Carmen — Eres muy mayor para una chica como ella. Pero se os ve con tanta complicidad.

— ¡Estoy flipando! — mi tono es de cabreo.

— ¡Verás que Desayunazo! — Lola llega a la mesa con un plato enorme lleno de mierdas. Lo sabía. Mi cabreo no puede hacer más que crecer. De repente coge otro plato que llevaba debajo con todo tipo de frutas, de todos los colores.

— Las frutitas para mi grandullón que le gusta lo sano con mi toque especial. — me guiña el ojo y el enfado parece clamarse un poco — Y esta guarrada máxima para mí.

— Luego tendrás que hacer mucho ejercicio para quemar eso ¿no? — la chica señala el plato de Lola.

— Tú tranquila Laura, nos espera un día completito y lo vamos a quemar todo — me mira y se acerca a mi oído — y he cogido reservas en el bolso para luego. El café lo trae ahora el camarero — Se sienta de nuevo — ¿Sorprendido?

— Un poco sí. Gracias, me encanta el desayuno.

— Oye Lola — Laura, la chica 2, suelta con tono malicioso — ¿Qué tal con el moreno de anoche en la discoteca? Menudo bailecito os marcasteis — me mira a mí con una sonrisa estúpida. Pero a mí me bulle la mala leche y espero ansioso la respuesta de Lola. ¿celos, en serio?

— Uuuuf, ¿Wilson?, es dominicano, está aquí de vacaciones, baila de muerte — se abanica la cara con la mano, no debería, pero me siento ¿celoso?, no, celoso no, no sé, rabioso. Da igual — Pero como casi todos los que se te acercan en las discotecas es un baboso. Después del bailecito se puso pesado y me largué por patas. Por cierto, grandullón — me mira — quería darte las gracias por lo de anoche — se acerca y me da un beso en la mejilla. Felipe tiene los ojos abiertos de par en par, Carmen y Laura se miran y luego a ella. Creo que todos nos hemos quedado locos con esto. Yo quiero escapar de aquí. No me gusta ser el centro de atención. Lola se mira el reloj — Joder, no nos han traído los cafés y tenemos que irnos o llegaremos tarde y no quiero perderme nada. Bye chicos.

Se pone las gafas de sol, el sombrero y se levanta, yo me levanto tras ella, cojo la bolsa y no les hago una peineta por educación le digo.

— Adiós, chicos. Que tengáis buen día.

¡Que os den pringaos! No tengo nada con Lola. No quiero nada con ella. Pero me jode que den por sentado que una mujer como ella no querría nada conmigo. Podríamos tenerlo. Claro que sí. Ella es preciosa, yo soy simpático cuando quiero y con quien quiero, soy hasta cariñoso. Salgo triunfante, agarro a Lola por los hombros y seguimos caminando, igual me he venido muy arriba, pero Lola no se queja, así que, ahí se va a quedar mi brazo.

Llegamos al aeropuerto, nos van a llevar en avioneta a Maui. Todo esto es impresionante. He venido unas tres veces a Hawái antes de esta y nunca he salido del hotel. Subimos a la avioneta y nos ajustamos los cinturones.

— ¿Cuál es el plan Lolita?

— Vamos a Maui, cogeremos un barco y nos llevan a hacer esnórquel en Turtle town, luego volvemos y he reservado en un bungalow para pasar la noche en una de las playas más bonitas del mundo. Ya lo verás. Lo he visto por internet — La veo que da palmadas como las niñas pequeñas. Está entusiasmada. No seré yo quien rompa su buen momento. Disfrutaré un poco. Al fin y al cabo, no lo hago nunca.

— ¿Veremos tortugas?

— Si, es uno de sus principales atractivos.

El viaje es corto. Lola va mirando por la ventana todo el rato y me da golpes en el brazo cada vez que quiere que me asome, porque debo reconocer que las vistas son espectaculares. Y sin ir pilotando se hace raro.

Bajamos y nos reciben dos mujeres encantadoras con dos collares típicos de la zona, nos los colocan y nos dan dos bebidas. Brindamos y las bebemos. Se acercan tres hombres más que son enormes.

— Buenos días, Señor y señora, González. Espero disfruten de la experiencia que los hemos preparado. Primero iremos al barco que está aquí cerca y haremos una travesía alrededor de la isla. Practicarán esnórquel donde podrán ver la flora y la fauna de la zona. Luego los llevaremos a una cala a la que solo se accede con el barco. Allí tienen preparado el bungalow privado. Estarán allí hasta mañana por la mañana cuando volveremos a por ustedes.

— ¿Ha dicho Señor y señora González? — le susurro a Lola solo para que ella me oiga.

— Bueno quizá les dije que éramos recién casados.

— ¿¿QUÉ??

— ¿Algún problema señor González? — el hombre que amablemente nos ha explicado todo esto, se dirige a mí. Yo estoy que me llevan los demonios. Pero a ver, quién se lo explica a él.

— No nada, todo bien.

— Bienvenidos a Maui. Espero y sea una agradable visita. Todos los recién casados que vienen coinciden en que es una experiencia perfecta para el momento que están viviendo.

— Si, no lo dudo — le espeto de mal genio. La madre que me parió. ¿Por qué me fio yo de esta loca? Si es que esto me pasa por tonto.

Suena el teléfono de Lola. Lo mira y yo lo miro por encima de su hombro y ¡Me cago en todo lo cagable y más! Es mi sobrino Eros. Lola le ha mandado nuestro Selfie.

— ¿Has escrito a mi sobrino? ¿En serio Lola?

— No te enfades grandullón — me pone una mano en el pecho y mi mala leche desaparece dando paso a un calor que se expande por todo mi pecho. Pero dura lo que ella tarda en quitar la mano. Y mi mala leche vuelve a su sitio — Dice que debes sonreír más. Lo mismo que te dije yo. No te preocupes, después de esta experiencia, verás como sonríes más a menudo.

— Lo dudo Señora González — le digo con retintín.

— No es para tanto, eres un quejica. Pareces un niño de cinco años ahora mismo. Además, gracias a eso me han hecho una rebajita. Y piensa que una cama cuesta la mitad que dos — me guiña el ojo y sigue al hombre que se aleja de nosotros, hacia la playa. Y yo que soy un pringado de los pies a la cabeza, les sigo, calladito.

Llegamos a una especie de yate enorme, se llama Celine, blanco, majestuoso y nada más subir, dos señoritas con cocos en los pechos y una falda típica hawaiana nos reciben entre reverencias. Sí, lo sé, todo muy típico. Pero para los turistas esto siempre es así. Van a ser nuestras camareras durante el viaje en el barco. Parecen majas así que les sonrío, todo lo amable que me sale en esta situación. Nada más llegar a la cubierta hay una mesita con una cubitera y dos copas para champagne, nos llevan por la cubierta hasta llegar a un interior cubierto con una cocina y una especie de sala con sofás de cuero blancos. Todo es de primera calidad, brutal. Sigo enfadado, pero una sensación de euforia me recorre entero.

Las chicas se retiran, lola se acerca a la botella y hace amago de ir a abrirla. Me paro a observar la escena, ella intentando simplemente romper con sus uñitas el recubrimiento metálico, sin éxito. Me acerco y le quito la botella de las manos, ella me mira con su sonrisa siempre impuesta. Abro el recubrimiento y luego quito el corcho haciendo que parte del champagne se vierta. Lola me acerca en silencio las copas y las lleno.

— ¿Puedo proponer un brindis? — Lola está eufórica y me mira con tal alegría que en parte me contagia.

— De acuerdo — Me siento en los asientos laterales.

— Bien — se quita el sombrero dejando caer su melena — Javi, el día que te conocí, me caíste fatal. Ya me habían contado que eras rarito. Que no sales de fiesta, que no sueles hablar con casi nadie y en los muchos años que llevas en la compañía, no has hecho amistades.

— Bryan es mi amigo — me quejo. Vaya brindis de mierda, lo veo venir.

— Si, bueno, has hecho un amigo. No vas a las cenas de empresa, no compartes experiencias con tus compañeros. Eres un poco antisocial. Además de borde. Que conste que no me desanimó, pero el día que te conocí, todo se me vino abajo. Eras peor de lo que imaginaba — mientras habla está andando con pasitos cortos en círculos, alrededor de la mesa. No sé dónde quiere llegar, pero mi paciencia no puede con esto — Pero... — se frena en seco y me mira — el día que dormí en tu casa vi otro Javi. Un grandullón familiar, cariñoso con quien quieres, sonriente — me levanta las dos cejas y yo estoy flipando — y me gustó lo que vi. Siento la necesidad de hacerte ver que salir con los compañeros, beber de vez en cuando y cometer locuras es posible sin perder la serenidad ni la responsabilidad de ser tú. Tengo la impresión de que pilotas aviones, pero no sabes volar. Dejarte llevar por el viento. Y yo, Lola Luján Contreras quiero enseñarte a volar Javi. ¿Me dejarás?

— Yo... — no sé ni que decir, me he quedado en blanco, pero me encantaría dejarme llevar por ella y esa verdad se revela en mi mente de golpe — No me gusta perder el control Lola. Me gusta mi vida tranquila, donde sé que va a pasar, sin fiestas, sin trasnochar, sin desvelos, no sé.

— Puedes seguir teniendo tu vida y dejarte llevar de vez en cuando. Te propongo un trato — asiento para que continue, no sé si quiero aceptar lo que diga, pero siento algo dentro de mí, que me dice que debo fiarme del impulso que me hace seguirla a ella — Tu vida en tu casa será tal como tú quieras, pero durante los viajes me dejarás mostrarte el lado más salvaje de la vida. En mi vida no he tenido muchos lujos. No he viajado a casi ningún lugar y me encantaría poder ver y disfrutar de los lugares a los que viajo. Y... — se quita las gafas y se acerca poniéndose entre mis piernas, el roce de su piel con la mía me produce un calor irracional y una sensación tan agradable, que la quiero conmigo para siempre. La sensación, digo — Por alguna extraña razón, que no llego a entender, me gustaría que fuera contigo. Quizá tu tranquilidad y sosiego me dan la paz que necesito cuando quiero hacer locuras y produce un inexplicable equilibrio en mi cabeza. ¿Entonces... aceptas? — levanta su copa y sin pensarlo si quiera levanto la mía y en mi rostro se dibuja una sonrisa sincera — Por enseñarte a volar, grandullón — chocamos nuestras copas y al mirarnos a los ojos, mis iris se enganchan a los suyos y bebemos sin dejar de mirarnos. Entre nosotros se acaba de establecer una extraña conexión, una conexión que tengo la sensación de que me va a traer cosas buenas, pero a la vez creo que puede hacerme perder la cabeza. Y me da miedo. Pero quiero vivir ese miedo — ¡Genial! ¡Comienza la aventura!

— Miedo me das Lolita — le digo mientras me río. Es una risa nerviosa por no saber, donde voy ni si sabré frenar la caída cuando venga.

De repente se sienta en mi regazo, pasa su brazo por detrás de mi cuello y todo mi cuerpo se tensa. Nunca he tenido tanta intimidad con alguien que no sea de mi familia, como para que se sienten así conmigo. Me parece una postura muy íntima. Una postura que no es acorde a mi relación con ella. Pero no soy capaz de apartarla, porque la calidez de su brazo, la sensación de paz que me transmite que ella esté así conmigo, me hace querer más. Sin ser consciente mi brazo rodea su cintura, mi mano sujeta de forma suave su cadera y miro su cuello. Siento su pulso ¿Estará acelerado como el mío? ¿Ella sentirá esta chispa entre nosotros cada vez que me roza? Noto como mi miembro se endurece bajo el bañador, me recoloco para que ella no se dé cuenta y salga huyendo. Bebe de su copa. La suelta y coge el móvil que ha dejado antes sobre la mesa.

— Vamos a hacernos una foto para inmortalizar el momento y así sellar nuestro trato. Luego te la mando a tu número para que también la tengas — sube el terminal y me distraigo un segundo con su olor, miro su cuello, estoy tentado de acercar mi nariz lentamente y olerla. Y quedarme eternamente en este olor — Listo — Lola me devuelve a la realidad. Ni siquiera he mirado. Ella mira la foto y sonríe — Ha quedado genial. Se gira, me da un beso en la mejilla, algo que se ha vuelto una costumbre en ella, y se levanta, dejándome una sensación de vacío que no he sentido nunca antes — Tengo muchas ganas de hacer esnórquel ¿Lo has hecho alguna vez?, yo sí y es brutal. Si en Tarifa es la caña, aquí seguro que es infinitamente mejor.

— Seguro que sí lo es.

Llegamos al punto donde nos dicen que debemos coger las gafas y el tubito y nos lanzamos al agua. Lola tiembla de la emoción. Estamos un par de horas dentro del agua, vemos infinidad de peces de colores muy vivos. Bancos y bancos. Y nos dirigen hacia una zona con corales. Son preciosas. Lola ha sacado una cámara acuática que por lo visto ha comprado y está haciendo muchas fotos. Yo estoy flipado con la cantidad de algas y corales distintos que hay aquí. No vemos tortugas porque no es la época nos dicen, pero en otras se pueden ver sin problemas y puedes incluso nadar con ellas. En la isla hay una reserva. Y el hombre nos indica que podemos ir a verla antes de irnos mañana. Está cerca de donde nos recoge el avión. Después de todo, recogemos y nos ponen rumbo al bungalow. Tengo muchas ganas de llegar porque estoy muy cansado, la verdad. Llegamos a un playa muy pequeñita y preciosa, bordeada por una frondosa vegetación, muy verde y con flores muy coloridas y de tamaños enormes. El hombre amarra la embarcación y nos dice que su mujer y él dormirán, al otro lado de la casa, en una cabaña más pequeña por si necesitamos algo. La cena la han dejado servida dentro del bungalow y tenemos bebida con y sin alcohol de sobra para los dos.

Llegamos y Lola me dice que quiere dar una vuelta después de cenar. Que quiere ver la playa y lo que surja. Yo he brindado por dejarme llevar así que, no me niego. Aunque estoy muy cansado, me apetece ver qué más puede ofrecer este lugar. Una vez entrado en faena, ya un poco más, no me va a matar. Salimos a dar un paseo, la playa se ve espectacular. No hay luces, pero la luna se ve enorme y alumbra lo suficiente. Llegamos al final, que no debe de tener más de 500 metro de largo y veo una especie de entrada entre la vegetación. Alumbro con el móvil y le hago un gesto a Lola para que me siga. Ella se agarra con su mano a mi brazo y así andamos lo que se me hace como un kilómetro más. Hablamos de cosas banales, de sus gustos y cosas así. Y de repente una cascada enorme se abre ante nosotros con una especie de lago a sus pies. Todo rodeado de vegetación. Es impresionante, único. Realmente ahora me doy cuenta de cuantas cosas me he perdido por encerrarme en un cuarto durante mis viajes. Aunque reconozco que la mayor parte de mis compañeros salen de fiesta en lugar de visitar estas cosas. Pero, aun así, seguro que me he perdido infinidad de momentos como este. Busco a Lola con la mirada, está con la boca abierta, mirando todo con una fascinación capaz de contagiar a cualquiera. A mí el primero. Saco mi móvil y le hago una foto. A ella, fundida en este paisaje. Saco una botella de agua y me siento en un lateral, en la arena de un claro que hay. Lola me mira con su sonrisa de oreja a oreja y viene hacía mí, me fijo en sus curvas moviéndose al andar, en la ondulación de su pelo. Es increíble que no me haya fijado antes en estos detalles tan tontos. Se sienta a mi lado, su pierna roza la mía y vuelvo a tener que recolocarme, porque esta mujer me provoca de maneras que jamás, nadie, me ha provocado antes. ¡Joder! Al final se va a dar cuenta y voy a quedar como un salido de mierda. Y no quiero. Porque no soy un salido, pero me he dado cuenta de que necesito echar un polvo. Y eso nunca ha sido una necesidad para mí. Nunca.

— Madre mía, menudo sitio ¿Eh? — Lola me da un codazo.

— Sí, es increíble. Nunca había visto nada parecido.

— ¿Sabes que he sentido cuando estábamos paseando por la playa?

— Sorpréndeme — se gira, me guiña el ojo y me sonríe.

— Cuando era pequeña, como casi todas las niñas, soñaba con el día de mi boda. Raúl García era mi amor platónico. Y me imaginaba que nos hacíamos mayores, y nos casábamos. Sería una boda en la playa. Una playa como la de esta tarde. Cuando la he visto, se me han erizado los vellos del cuerpo y he sabido que cuando encuentre al amor de mi vida, me quiero casar en esa playa — gesticula y hace aspavientos con las manos de forma dramática — y ahora que hemos llegado hasta este rincón escondido he sabido a ciencia cierta. Que esta es el lugar y después de la boda, cuando cada invitado regrese a donde vaya a dormir, mi recién estrenado marido y yo vendremos a este lugar y me hará el amor de la manera más tierna que haya. Sellaremos nuestro amor aquí. En estas aguas — se pone de pie y comienza a quitarse la camisola, quedándose en bikini, mi libido se sube por las paredes, me contagia — entre estas piedras — camina hasta quedarse en la orilla del agua — y sabré que es para siempre. Porque un lugar como este es para siempre. — se mete en el agua y se lanza a nadar. Comienza a reírse y me hace pensar. ¿Yo alguna vez he soñado con casarme? Creo que no. ¿Es normal? Me levanto llevado por la visión de Lola en el agua, me quito la camiseta y me meto también en el agua. El agua está tibia, ni fría ni caliente, es perfecta. Nado hasta llegar a la altura de Lola, ella se frena y me mira. De repente y sin darme cuenta se lanza sobre mí para intentar hacerme una aguadilla, pero ¿es que no sabe que hago pie? Le sale el tiro por la culata, la cojo de la pierna, tiro de ella y entre risas la aguadilla se la hago yo. Comenzamos a perseguirnos, tirarnos agua y Lola no cesa en su intento de derribarme. Siempre, por supuesto, con un resultado funesto para ella.

Tras una hora en remojo en este perfecto lugar, nos salimos y caminados de nuevo para volver a la casa. Entramos y yo quiero dormir. De hecho, voy a caer rendido. Me acerco a la cama y me lanzo sobre ella. Lola se echa encima de mi espalda entre risas.

— Dios que cómodo eres.

— Gracias. Pero yo no estoy cómodo — me giro haciendo que ella se caiga a mi lado — Me voy a duchar y a dormir. Estoy molido.

— Perfecto, detrás de ti, me ducho yo. También estoy reventada.

Cojo el bóxer que eché en la bolsa y me voy a la ducha. La tengo que hacer algo fresquita, porque llevo todo el día bastante excitado. Y eso no puede ser bueno. Me ducho y me calmo. Voy a la cama, Lola está rebuscando en el bolso cuando salgo.

— ¡Me toca! —Lola se me te en el baño con gran efusividad.

Está un poco loca, pero todo el día me he dado cuenta a algo. Me gusta. Me gusta su locura, me gusta ella. Toda ella. Es guapa, es divertida, su cercanía me provoca sensaciones que no había sentido antes. Con nadie. Y me gusta esa sensación de frenesí mezclado con nerviosismo que me provocan sus roces. Pero Felipe tiene razón. Ella no es para mí. Ella es una chica normal, sociable, risueña y yo solo soy un viejo a su lado, borde, seco y antisocial. No habría por donde coger algo entre los dos. Pero esto no me va a impedir que seamos amigos y disfrute de este chute de felicidad que ella me provoca y me da. Algún día ella conocerá a ese amor de su vida. Le traerá aquí y le hará el amor. Y serán felices para siempre. Ella lo ha dicho. Y yo espero estar cerca para verlo. Porque realmente creo que ella merece la pena.

Siento movimiento a mi lado. Lola se ha tumbado a mi lado en la cama. La miro y lleva mi camiseta, la de la noche anterior, la que le dejé en el hotel.

— ¿No hay más camas?

— mmm... Nop — niega con la cabeza riéndose.

— Vale me iré al sofá entonces.

— ¿Qué? ¿Por qué? – me agarra del brazo.

— Porque no está bien que durmamos juntos Lola.

— Venga, somos amigos, anoche dormiste conmigo.

— Anoche estabas borracha perdida Lola.

— Ya — mira hacia sus manos y retuerce sus dedos — pero la cama es enorme, no nos rozaremos siquiera — Va, Grandullón — pone sus pucheritos de niña buena que me matan. Lo juro, me matan, literal.

— Vale. Pero tú en tu lado y yo en el mío — le señalo un lado de la cama. Debo dejarlo claro porque no quiero malos entendidos. Además, dormiré empalmado la mitad de la noche si está cerca. Y no quiero que lo sepa.

— Vale — se lanza sobre uno de los lados. Se tapa con la sábana — Buenas noche grandullón.

Me meto en la cama por el otro lado y me tapo. Es cierto que la cama es enorme y que si no queremos no tenemos que rozarnos.

— Buenas noche Lolita.

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