Enséñame a volar

By Idoia_G

1.5K 453 678

"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... More

Intro
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 4

52 17 33
By Idoia_G

            Hoy tengo un vuelo cortito. Volaremos a Londres, estaremos seis horas allí y regresaremos de nuevo. Todo en el mismo día. Sencillo y fácil. Llego puntual a la terminal. Ya están casi todos. Pero no veo al nuevo piloto. Estoy bastante nervioso por saber quién es. No sé, quizá ya haya volado con él antes y me caiga bien. O puede que me caiga como el culo y entonces tengamos un problema. Pero prefiero no darle demasiadas vueltas. MI hermana Sofía, que es quien mejor me conoce, siempre me dice que le doy demasiadas vueltas a las cosas y que por eso me pierdo los mejores placeres de la misma. Puede que sea verdad, no sé.

No conozco a casi nadie de la tripulación. Está Carlos, el chico azafato. Pero no están la pesada de Sandra y Laura. Mejor porque son dos arpías de mucho cuidado.

— Buenas tardes — Saludo, miro y ni rastro del nuevo piloto. Miro mi reloj, quedan cinco minutos para que nos abran las puertas. Espero que haya llegado para entonces.

— Comandante — Carlos se acerca a mí y me saluda, con cortesía como siempre. Le asiento — ¿Conoce ya al nuevo piloto? —me mira. Todos saben que soy un maniático.

— No, no tengo el gusto.

— Ya... es el piloto... — mira en las hojas que trae —Luján.

— ¿Luján? No me suena de nada — niego con la cabeza. Seguro que es un inexperto. Siempre me tocan a mí los peores.

— Ya... dicen que es nuevo.

— ¿Nuevo? —Me froto la cara con una mano. Mierda, lo que yo te diga. Un tipo que no tiene ni idea de nada. Encima me tocará hacer de niñero y profesor.

— Si, eso dicen.

— ¿Tú lo conoces? —le señalo. Parece que no solo habla desde la ignorancia.

— No, en persona no. Pero me han dicho que...

En ese momento una chica viene corriendo hacia nosotros, pero a gran velocidad. Nos ve y mueve sus pies derrapando por el suelo hasta chocar conmigo. La mochila que lleva, cae al suelo. La agarro de los brazos para que no se mate y la sujeto. Consigo empujarla ligeramente para que se incorpore. Al incorporarla, me siento incómodo. Pero es la típica incomodidad de siempre. No es por el contacto con ella, si no, es más bien inquietud. Me siento inquieto con su contacto.

Es una chica joven, va con vaqueros rotos y desgastados, una camiseta rota de un grupo de música, supongo y unas converse. La mitad derecha de su cabeza está rapada y lleva varios tatuajes en uno de sus brazos. Pero en lo global, tiene un cuerpo muy bonito y la cara es muy bonita, a pesar del piercing de la nariz. Menuda personaja. ¿no sabe que no se puede correr de esta manera por el aeropuerto?

La chica se dobla por la mitad, poniendo sus manos en sus rodillas mientras respira con dificultad. Normal que le falte el aire, no tiene pinta de hacer mucho ejercicio, y se ha metido una buena carrera.

— ¿Se puede saber qué hacía corriendo como las locas por los pasillos? — la chica levanta la cabeza y me mira, arqueando una ceja. — ¿No sabe que no se debe correr por aquí?

— Perdón, yo...

— Da igual — le hago un gesto con la mano para que lo deje. No me voy a molestar demasiado, Estamos esperando que el nuevo piloto llegue y al final vamos a ir con retraso. Lo de esta chica en realidad, me trae al pairo — No se preocupe lo importante es que estamos todos bien ¿eh? — La miro a la cara. Me fijo en su pelo y sus ojos que me miran con curiosidad. Pelo ondulado negro azabache, muy brillante y unos ojos grandes y redondos color miel. Si no fuese por todos esos piercings que lleva en la nariz y en la oreja, sería casi perfecta. Bueno y por las pintas. Ni mi sobrina se viste así.

— Carlos, debemos entrar. — me dirijo al chico, que se adelanta para entrar y mira a la chica con una sonrisa.

— Señor yo soy... — Me giro sin dejarla terminar con la mano levantada.

— Ya le he dicho que no pasa nada. Tenga más cuidado la próxima vez ¿ok? vaya a su puerta de embarque.

Me giro sin dejar contestara la chica y nos dirigimos a nuestra puerta, por el reflejo del cristal veo que la chica coge su mochila del suelo y nos sigue, resoplando y con cara de cabreo. ¿Nos sigue? Me espero hasta la puerta y una vez llego me paro en seco y la chica que ha ido detrás de mí todo el rato se choca conmigo de nuevo.

— Menuda manía tiene con chocarse señorita — Se lo digo con tonito — Esta puerta solo es para el personal. Los pasajeros van...

— Señorita Luján. — Paul Schmidt, uno de las jefazos de la compañía, se acerca a nosotros. — Veo que ya ha conocido al comandante González. Uno de nuestros mejores pilotos y quien le va a enseñar a ser la mejor. — Me tiende la mano y yo a él, por supuesto. Después se gira y la coge del hombro. — Cuando llegue a su puesto debe llegar cambiada ¿Lo sabía?

— Sí, señor, es solo que el ave ha venido con retraso y no me ha dado tiempo a cambiarme antes de llegar, pero ahora mismo en el baño lo hago — le guiña un ojo. Es andaluza eso seguro, por el acento y por su confianza. ¡Le ha guiñado un ojo al jefe! Él le devuelve una sonrisa. ¿Cómo? Pero esto que... ¿es? Entra corriendo hacia dentro y yo me quedo con el jefe.

— González. Sé que es usted un poco especial — me mira, se nota que no quiere ofenderme, pero la verdad es que nunca le he caído especialmente bien. Me tiene en la compañía porque soy bueno en mi trabajo, y a pesar de mi carácter, no doy problemas. Y menos de faldas, que son los más comunes y los peores — Pero le prometo que la señorita Luján es genial. La primera de su promoción. Acaba de terminar las prácticas en Málaga y ya que el puesto de su compañero está vacante, los jefes la han propuesto para ser su compañera. Tenga... — se rasca el mentón — paciencia.

— Sí, señor, pero no me gusta tener que ser la niñera de nadie. Ya sabe que...

— Lo sé, no se preocupe. Pero digamos que esto es un favor personal de las altas esferas. — me mira entrecerrando los ojos. De las altas esferas o de los bajos fondos, porque he visto como la miraba el culo mientras andaba hacia el baño, y también como la tocaba el hombro. Bastante sexual todo.

— ¿Cómo? Quiere decir que...

— Quiero decir lo que quiero decir. Y usted ya sabe de más. Déjelo correr. Tenga paciencia y estoy seguro de que el tiempo hará que le tome cariño a la muchacha. Ya verá que es encantadora.

— Sí, señor — Le tiendo la mano de nuevo. Encantador, seguro.

— Buen vuelo comandante. — El jefe se gira y se aleja sin decir más.

— Gracias Señor. — le grito, antes de que desaparezca de todo. Ahora me toca tener paciencia.

Me meto y voy hacia la cabina. La madre que me parió. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Esto no va a salir bien. No lo veo. Comienzo a notar el pulso acelerado, no me encuentro tranquilo. Carlos entra a la cabina.

— ¿Va a necesitar algo comandante?

— Mis dos botellitas de agua abiertas, como siempre — Y un tranquimazin, para los nervios. Algo me dice que esto me va a cambiar la vida. Es un pálpito.

— Las traigo en seguida. — Se gira y se choca de frente con la señorita Luján de nuevo. ¡Qué chica más torpe!

Entra y parece otra. Va con el uniforme de la aerolínea. Un traje chaqueta azul marino con las solapas ralladas en rojo. Se a repeinado el pelo con agua y se lo ha recogido en un moño tapando su rapado. Se ha quitado los pendientes de la cara y con el traje los tatuajes no se ven. Se ha maquillado levemente, pero le da una gran luminosidad a su cara y agranda sus ojos más. Realmente la chica es muy guapa. Si la hubiese conocido así, quizá pensaría distinto de ella. Pero, la realidad, es que, es un desastre la pobrecilla.

— Perdón — se disculpa ella.

— No pasa nada preciosa. — Carlos se dirige a ella saliendo de la cabina y la chica sonríe.

— Perdón por llegar tarde y con estas fachas. — Me sonríe. Y quiero sonreír y ser educado, pero... estoy de mal genio ahora mismo. Por la situación, por como la he conocido, por el jefazo y por todo en general.

— No pasa nada. Soy el comandante González. — Le tiendo la mano, pero ella vuelve a sonreírme y se lanza a darme dos besos. Me parece de mal gusto quitarle la cara, pero... no será por ganas. Le devuelvo los besos de cortesía y al alejarse percibo un aroma avainillado, dulce, rico. Me gusta. La miro y su sonrisa me atrapa. Estoy como en shock.

— Soy Lola Luján. La gente me llama Lolita, pero no tenemos aún confianza ¿no? — me guiña un ojo.

— No — sé que sueno seco, pero no me gustan las personas que van tan directas y de graciosas. Ella borra la sonrisa de su cara y mira de nuevo al suelo.

— Ya. Lo siento de nuevo.

— Señor — Carlos entra de nuevo con el agua y se dirige a la nueva — Señorita, su cola.

— Gracias majete. — Le da una palmada en el brazo que casi desmonta al pobre chaval.

— De... nada —me mira y noto que quiere reír y no lo hace — Señor, es el momento del discurso. Ya están todos esperando.

— Bien — Salgo de la cabina y me pongo frente a la tripulación. Esta es mi tradición y todos los saben.

Espero a la señorita Luján y nada. No viene. ¿Esta es tonta? Me asomo de nuevo a la cabina.

— ¿Señorita Luján? — Ella levanta la cabeza.

— ¿Sí?

— Debe salir conmigo. Antes de cada vuelo, suelo dar un discurso para la tripulación.

— ¡Ah! Claro, disculpe — Termina su trago de cola y sale detrás de mí.

Me posiciono de nuevo.

— Buenas tardes a todos. Soy el comandante Javier González. Hoy nos acompaña el nuevo piloto...

Miro a la nueva —¿Dolores?

— Noooo —pone cara de espanto — solo Lola.

— La piloto Lola Luján. Bien. pues una vez presentado, tengo la hoja con los nombres y posición de los TCP aquí — Levanto la hoja — para poder orientarme si algo pasa. Os deseo a todos un buen vuelo. Si tenéis cualquier problema o necesitáis algo de mí, no dudéis en comunicaros conmigo — Seguro que muchos de ellos se saben esto de memoria como yo. Que no cambio ni una sola palabra. Siempre es lo mismo —Gracias por vuestra atención.

Me giro y entro de nuevo a la cabina. La nueva va detrás de mí. Me siento en mi sitio y ella lo hace en el suyo.

— ¿Ha viajado en este tipo de avión alguna vez, señorita Luján?

— ¡Dios! Llámame, Lola. — se ríe y hace aspavientos con las manos — Sí alguna vez he viajado en este tipo de avión. Estoy preparada para aprender del que dicen es el mejor piloto de la aerolínea.

— Dudo que digan eso de mí... señorita... Lola.

— Ya bueno... Tiene razón. Me dijeron que debía hacerle la pelota para caerle bien. Pero es una tarea super complicado ¡Ohú! — se abanica la cara con la mano — Es usted un hueso duro de roer.

— Bueno, reconozca que su entrada ha sido un tanto... accidentada conmigo — le levanto las dos cejas, quiero que el ambiente se destense un poco, pilotar con tensión, no es lo mío.

— Cierto. No me lo tenga en cuanta toda la vida. Mi madre siempre dice que las primeras impresiones siempre son una mierda. Así que olvidemos ese momento. ¿OK? — Me mira muy fijamente. Me intimida un poco, la verdad. Sus ojos brillan con mucha intensidad. Me está pidiendo una oportunidad y yo tengo que recordar que Bryan, ya no es mi compañero. Lo va a ser esta chica. Y debería darle esa oportunidad.

— Está bien señorita... Perdón, Lola. — Me asiente y comenzamos el vuelo.

El vuelo se da bien. La nueva es buena, aunque no quiero decírselo. No quiero que piense que me tiene en el bote. Y que se venga arriba y se relaje. Debe pensar que no es tan buen y que se esfuerce. Ya me ha dicho antes le jefe que es la primera de su promoción, pero está recién salida del horno y no puedo permitir que se confíe.

Salimos y me dispongo como siempre que venimos a Londres a ir a una cafetería que conozco. Buen café, buena comida y buen trato. Sobre todo, eso.

— Perdona Javier — Me giro. La nueva me ha llamado ¿Javier? Le frunzo el ceño — ¿Puedo ir contigo?

— ¿Dónde?

— Por ahí. No sé. No conozco Londres y mi opción era quedarme en el aeropuerto.

— Ya bueno es que yo...

— Porfiiiiii... — Pone sus manos juntas frente a su cara. ¿Me vacilas, estamos en el colegio? Se parece a mis sobrinos pequeños. — Porfiiiii

— Lo siento, pero no soy la niñera de nadie. — Me giro.

— Eres un Borde ¿lo sabías? — su expresión ha cambiado, no sonríe y además se cruza de brazos mirándome con frialdad.

— Sí. No me dices nada nuevo. Que tengas buena tarde Lola. Cuando tengas más de cinco años hablamos.

Me largo. Ni siquiera escucho lo que sé que me está diciendo. No me importa. He dicho que no haré de niñera y no lo haré.

Salgo del aeropuerto, me coloco mis gafas de sol y me dirijo a la cafetería. Tengo hambre. Entro y Lisbeth, la dueña se acerca a mi sonriendo. Tiene unos 60 años, es viuda y me recuerda a mi madre. Me abraza.

— ¡Good morning, my boy! — Me alegro mucho de verla. Realmente es de las pocas personas que me caen bien y que he conocido en mis viajes. Eso no suele pasar.

— Buenos días Lis, ¿Cómo le va todo?

— Oh, querido mío. Muy bien. Aquí me ves. Sigo en pie. — Siempre me dice lo mismo. De repente su hija, María, sale de la trastienda. Es una chica de unos 30 años morenita, pequeñita y sonriente. Pero me siento incómodo porque me tira la caña a menudo. Y no me gusta, me siento violentado con la situación.

— Hi, Javier — María me saluda. Su padre era español y las dos hablan bastante bien mi idioma.

— Hola María. ¿Cómo estás? — mira al suelo y se sonroja.

— Bien ¿Tú? Estas tan guapo como siempre. — Ya se arranca.

— Ya... eh... gracias. Lis — miro a su madre — ¿Qué tenéis para com...

— Ufff, casi ni te alcanzo — La nueva se coloca detrás de mí y sonríe. ¿Cuándo ha entrado?

— Ya... era la idea ¿Sabes?

— ¿Siempre eres tan borde? — me lo dice entre confusión.

— Esa pregunta me la has hecho antes. Creí que había quedado claro ¿no?

— Pensé que estabas de broma — mira por el lateral de mi brazo — Hola, soy Lola, su compañera.

— ¿Y Bryan? — Lis me pregunta mientras María le hace una inspección visual completa a la nueva. De arriba abajo. Menudo escaneo.

— Ha pedido el traslado a otra línea. ¿Puedo ver lo que tiene de comida?

— Claro my boy.

Trae dos cartas y nos acomoda en la misma mesa.

— ¿Es necesario compartir la mesa contigo? — Realmente me resulta muy molesta. Siempre sonriendo, siempre con buenas palabras. No me tiene miedo, o eso parece, y eso me echa para atrás. Eso y el acento. No aguanto a los andaluces. Van de graciosos siempre y la mitad de las veces te la acaban jugando.

— ¿Cuál es tu problema? Vamos a ser compañeros, comer juntos será casi nuestro día a día.

— No te flipes.

— ¿Has dicho... no te flipes? ¿Esa palabra la dicen los estirados como tú?

— ¿Estirado? Yo no soy estirado — la miro con mala cara. Será idiota. — Mejor no hables. Estás más guapa.

— Eso decía mi ex... — frunce el ceño como si estuviese pensando.

— Pues tenía razón.

— ¡Pero si no me conoces! — hace un mohín, resopla u se cruza de brazos.

— ¿Cuántos años tienes?

— 25 — me sonríe — ¿Y tú?

— Aparentas 10. —Miro la carta y noto su mirada puesta en mí. — ¿Qué?

— No me has contestado. ¿Cuántos años tienes tú? — la miro. No va a parar. Lo estoy viendo.

— 38. ¿Contenta?

— Muucho — Da palmaditas con las manos como si fuese una niña pequeña. No sé, si ella es así, o si se está riendo de mí — Gracias por hacerme tan feliz. Eres como Papá Noel.

— Dime que no has dicho lo que has dicho.

— Con un par de kilos más y barba darías el pelo. La edad y las canas las tienes. — se ríe. Definitivamente me cae fatal. Y es una vacilona, no me gusta nada.

— Eres imbécil — No suelo insultar a nadie, pero es que me saca de quicio.

— Y tú un borde. En paz.

Dejo de mirarla, María se acerca a nosotros a pedirnos la comanda, yo pido un plato combinado de pollo a la plancha y verduras de guarnición. La pesada, que así la voy a llamar, pide una hamburguesa, la más grasienta que hay.

Y se la ha comido. ¿Dónde lo mete? Jamás pensé que una mujer podría comer así. Se ha metido la hamburguesa con un montón de patatas para el cuerpo y como si nada.

— ¿Postre? — María vuelve de nuevo.

— Sí cheescake, la he visto en el expositor. ¿Es casera?

— Sí, La hago yo misma — me mira y me pone ojitos y una sonrisa. Veis Incómodo otra vez. Hoy me sienta mal la comida ¡ya verás! — ¿Quieres? —me mira con una sonrisa de oreja a oreja.

— No gracias. Yo solo un café.

— Solo largo, con azúcar moreno. Marchando. — Me sonríe de nuevo y yo intento responderle.

— ¿Cómo puede querer ligar contigo? Si tienes pinta de ser un soso.

— ¿Perdona? — la miro. Será descarada.

— Es verdad. ¿Tienes novia? ¿Mujer?

— No

— Lo sabía — me señala con un dedo — Hice una apuesta con mi amiga Marta. Ella trabaja de azafata y ha coincido un par de veces contigo. Dice que eres un soso y un aburrido.

— ¿En serio? ¿Y que más dice tu amiguita Marta? — esto es lo que no me gusta, que la gente habla, sin tener ni puta idea de quién soy.

— Bueno — se acerca cruzando las manos en la mesa y acercándose a mí. —dice que nunca te han visto liarte con nadie. Que no sales a las fiestas, que no bebes alcohol y no follas.

— ¿Qué? — me atraganto con mi propia saliva y toso. — ¿La gente habla esas cosas de mí?

— Bueno, somos una pequeña familia. Todos hablamos de todos. Menos tú. —me señala. Se separa y mira a María — deberías probar a follar a ver si te sale la escoba del culo un poco. Sé de una que se ofrecería voluntaria.

— Eres grosera y maleducada. Jamás me acostaría con María. No me gusta.

— Perdón — María aparece tras de mí, con los postres. Los deja en la mesa y se va corriendo, he visto asomar una lagrimilla por sus ojos. ¡Lo que me faltaba!

— Y encima mala persona. Sabías que se acercaba — la recrimino.

— No pensaba que fueses a ser así de directo. Cualquiera se habría callado y no habría dicho nada. ¿No te gusta María por ser María o por ser mujer?

— ¿Ahora crees que soy gay?

Alza una ceja — ¿Lo eres?

— ¿Es otra apuesta?

Asiente con la cabeza.

— Sois unos putos chismosos. No me puedo creer que esto me esté pasando. Yo no hablo, ni me meto con nadie. ¿Por qué la gente lo hace de mí?

— Porque eres raro.

Voy a contestar cuando suena mi teléfono, es mi sobrina Lucía la que me llama.

— Hola Cielo — Levanto la vista y veo a la pesada con los ojos de par en par. mierda ya tiene cotilleo. Pongo la mano en el altavoz —¿Te importaría dejar de cotillear mi conversación? — Me giro, miro de reojo y veo que se ha puesto a mirar algo en su móvil. — Perdona cielo. Dime

La oigo llorar al otro lado.

— Tío... — sollozos

— ¿Por qué lloras cielo?... respira.

— Tío, Miguel me ha dejado.

— Era un gilipollas.

— Tiiio

— Es la verdad Lucía, cuanto antes lo superes mejor. Hay mil tíos mejores que ese soplagaitas para ti.

— ¿Sí? ¿cómo quién?

— Yo qué sé. ¿Por qué no le preguntas a Enzo? Él es responsable y tiene amigos tranquilos.

— Tío conozco a sus amigos. Y... son aburridos, además todos me conocen desde pequeña y jamás se fijarían en mí. Les van con las tetas más grandes.

— No sé qué decirte, y deja de hablar de que tus tetas son pequeñas — noto la mirada de la pesada centrada en mí, miro de reojo, y ahí está, con las dos cejas alzadas. ¿No esperabas que hablara de tetas? Es lo que tiene juzgar a la gente. ¡Petarda! — ¿Quieres dormir conmigo hoy? — le ofrezco a mi sobrina. Sé que necesita un apoyo. Y por raro que parezca, le gusta refugiarse en mí.

— ¿Harías eso por mí?

— Claro cielo. Sabes que haría cualquier cosa por ti. Pero llévate pijama, odio que me cojas las camisetas para dormir. No me gusta. Te las llevas todas y no me las devuelves.

— Graciaaaaaaaas — Grita, me separo el teléfono del oído. ¡Joder! Que me quedo sordo. — Tranquilo ya estoy echando el pijama en la mochila. Pero duermo en la cama contigo ¿Sí?

— Vale, pero sin pegarte que me das mucho calor.

— ¿A qué hora llegas?

— Me paso a recogerte. Te llamo cuando llegue y te preparas. No me hagas esperarte como si fueses una reina. Llegaré cansado.

— VALEEEEEE — grita de nuevo, se ha enterado todo el restaurante de su vale. Lola me mira con una sonrisa divertida en la cara. ¡Mierda! — TE QUIEROOOO

—Y yo a ti cielo. Te quiero, un beso.

Cuelgo. Me giro y veo a la pesada mirándome con una ceja arqueada.

— Si hablas así a las personas que quieres, no quiero pensar cómo hablas a las que odias. Eres super borde.

— Listo, no te voy a escuchar más. Me largo. — Me levanto dispuesto a dejarla ahí.

— ¿Me vas a dejar aquí?

— Si

María se interpone en mi camino ¡Joder! ¿Hoy no me va a salir nada a derechas?

— Javier, ¿podemos hablar? — Joder. Hoy mi día de mal en peor.

— María, siento que hayas oído lo de antes, pero no voy a darte falsas esperanzas. No me gustas, de verdad que lo siento. Adoro a tu madre y quiero seguir viniendo a comer aquí. Pero nada más. — la cojo de los hombros.

— ¿Pensabas que pagase yo sola todo? — La pesada llega a mi lado alzando la voz.

— Eres una pesada.

— Y tú un borde miarma. En paz. Y ahora saca la pasta. Vamos a medias.

— ¡Dios! Me sacas de quicio. María pon la cuenta. — ella sonríe, mira a la pesada y me mira a mí y se va con una sonrisa en la boca. Son las mejores calabazas que he dado en mi vida. Sin bofetada ni nada.

Pagamos y nos vamos. Quiero llegar a mi casa ya. El vuelo de regreso lo pasamos en silencio. Llegamos y me largo sin despedirme siquiera. Paso de la niñata esta. Me ha amargado el día. No sé si aguantaré siendo su compañero. 

Continue Reading

You'll Also Like

530K 35.4K 40
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...
168K 9.6K 26
Alexander y Elena eran la pareja perfecta, pero, ¿esa perfección superaría todos los obstáculos? No sólo se trataba de amor, pasión y dulzura, ahor...
854K 47.2K 93
¿Caos? Que saben de caos, si nunca han visto a un diablo enamorarse de un ángel. Maximiliano O'Connor Walton, asesor universitario y dueño de una de...
793K 46.1K 55
Había una vez, un típico Doctor joven y bonito que se concentraba demasiado en su trabajo. Ella, típica paciente que se enamora de su doctor aprovec...