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By PlanetButterfly01

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PRELUDE
Boo
Guilty
Curiosity
Forgiveness
Game
Somebody
Mine
Dream
Maybe
Secret
Jealousy
Within
Frozen
Bath
Walk
Idiot
Real
Sex
Thanks
Ghost (Extra)

Touch

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By PlanetButterfly01


Despedí a Normani y Dinah con más pesadumbre de la habitual. Había estado dos horas seguidas rehuyendo de la mirada juzgadora de Lauren, a sabiendas de que inevitablemente debería afrontarla. No podía huir de ella por más tiempo.  Me dejé caer en mi cama para empezar a contar los segundos que tardaría Lauren en aparecer. No había transcurrido ni un cuarto de minuto cuando sentí un peso hundiendo el lado contrario de la cama. Mi cerebro se transportó a aquellas tediosas tardes de estudio en mi habitación, donde llegaba a detestar a la morena por instantes con sus constantes reclamaciones a mi extraviada concentración. ¿Qué culpa tenía yo de que a Mendeléiev se le hubiese ocurrido organizar todas las sustancias químicas puras en una tabla? Si tan aburrido estaba hubiese aprendido un nuevo idioma o a tocar un instrumento. A mis diecisiete años prefería pasar la tarde en el patio trasero con el cachorro de pastor alemán negro que me había obsequiado Lauren para enseñarle algún truco, aunque ambos terminábamos rodando en el césped y con las reprimendas de mi madre de fondo.

- ¡Karla! – Me llamó por sobre los ladridos de Thunder.

- ¿Qué pasa?

- Aquí está Lauren. – La ojiverde se asomó por detrás del hombro de mi mamá y sonrió cuando me vio acostada en la grama, con el perro babeándome la cara.

- ¡Camz, tenían que esperar por mí! – Dijo antes de salir corriendo en nuestra dirección con la emoción de una párvula.

No había nada más doloroso que recordar esos días de felicidad teniendo el amargo conocimiento de que ella seguía perdida en una línea atemporal. Me quedé mirando absorta los detalles del techo como si fuesen una verdadera obra de arte, pero en realidad buscaba desesperadamente una distracción ante la presencia de la mayor. Estrujé mis manos en un acto nervioso que también venía cargado de mi poca resistencia al frío. Lauren apareció en mi campo de visión, asustándome lo necesario para dejar escapar un gritito de sorpresa que murió en mis cuerdas vocales cuando sus orbes iridiscentes colisionaron con los míos. El oxígeno comenzó a extinguirse lánguidamente en mi sistema respiratorio hasta convertirse en una pausada exhalación que se colaba por entre mis labios. Las pinceladas ocres que rodeaban sus pupilas titilaron en un torrente de preocupación. Me sentí fatal por corromper la belleza de esos fanales con mis decisiones. Se inclinó aún más sobre mí y quedó tan cerca de mi rostro que mi corazón se removió incómodo, quizás porque la temperatura descendía con su proximidad.

- No seas terca, Cabello. – Su voz me provocó una arritmia momentánea. Debería hacerme un chequeo para descartar cualquier problema cardíaco. – Vas a perder todo un año.

- Tú lo vales. – Me limité a contestar.

Se quedó en silencio por más tiempo del que me gustaría, dado el caso de que me estaba sometiendo a un escrutinio casi agobiante. Empezaba a asfixiarme con mi propia respiración mientras más segundos pasaban sin obtener una réplica de su parte. Sus dedos contornearon la línea de mi mandíbula y, por primera vez desde que era un espíritu, su toque no me congeló. Al contrario, parecía que habían vertido una caldera de hierro fundido en mis entrañas. Siguió el inocente recorrido hasta llegar a una de mis mejillas que apretó con cariño. Siempre habíamos mantenido una amistad de mucho contacto físico, no obstante, mi cuerpo nunca había reaccionado así. En realidad, estaba siendo muy hipócrita. Llegaron a mí los recuerdos de cuando Lauren me estaba enseñando a nadar en la piscina de su casa. Mi abdomen se contorsionaba cada vez que sus manos me tocaban para ayudarme a flotar o cuando me sostenía entre sus brazos si estábamos demasiado profundo y yo no alcanzaba el fondo de la alberca. En esa corta etapa de mi vida culpaba a las hormonas por esas reacciones físicas, pero lo curioso es que sólo me sucedía con Lauren. Meses después tuve mi primer beso con Austin Mahone, involucrándome en una especie de relación que caducó a los quince días. Esas dos semanas se caracterizaron por extensos monólogos dedicados a auto alabar sus capacidades artísticas y deportivas, el enojo de mi mejor amiga cada vez que él se apropiaba de mi boca en un espacio público y de mis deseos de reventarle la cara cuando lo hacía. Para Austin el hecho de ser mi novio le otorgaba total derecho sobre mi cuerpo, sin embargo, no podía estar más lejos de la realidad. El único beneficio que obtuve de ese fiasco sentimental fue la eliminación de las descargas eléctricas que me propiciaba el toque de la morena. Volví a experimentar esas confusas sensaciones unos años más tarde durante una fiesta universitaria cuando la mezcla de agave destilado y cebada fermentada se apoderaron de mi sistema nervioso. Sí, en la adolescencia no era fan de la Química, pero a mis veinte años era capaz de construirle con mis propias manos un altar a los químicos responsables de crear el alcohol.

Benditas gotas de tequila que se escurrían por el escote de Lauren aquella noche. Mi lado racional se había perdido en la tercera lata de cerveza que Dinah me había hecho vaciar en menos de diez minutos. Las paredes giraban estrepitosamente, sin embargo, mis ojos no se despegaban del movimiento envolvente de las caderas de la ojiverde. Nadie se atrevía a acercarse porque realmente era un pecado sacarla de su burbuja personal que llenaba el ambiente de un erotismo elegante. Era un estimulante visual que contrastaba con lo burdo del local. Lo poco que recordaba de aquel día era la espalda de Lauren mientras me arrastraba al baño.

- Estás muy borracha, Cabello.

- No más que tú, Jauregui. – Dejé caer mi cabeza en su pecho a la vez que ella me empujaba delicadamente contra una pared.

- Tienes unos labios muy bonitos. – Murmuró con la mirada clavada en esa zona específica de mi rostro. – Y me gustaría…

A ciencia cierta no sabía qué o quién la había detenido de seguir hablando. En mi mente se desarrollaba una nebulosa de pensamientos incongruentes. ¿Qué le hubiese gustado hacer a Lauren un año atrás? ¿A caso estaba intentando eso?

- ¿Querías besarme? – Pregunté  tan de repente que la chica abrió la boca sorprendida, como si acabaran de abofetearla por un asunto que se escapaba de su entendimiento.

- ¿De qué hablas, Camila?

- Hace un año, en la fiesta de Juno. – Sus facciones se contrajeron instantáneamente por la mención de mi amiga. Nunca entendería por qué la aversión de Lauren para con ella.

- ¿En el baño? – Asentí con la incertidumbre apoderándose de cada fibra de mi ser. ¿Cómo reaccionaría ante una respuesta afirmativa? – Estábamos muy borrachas, Camz, seguro imaginaste cosas.

- Puede ser.

No debería sentirme así, no obstante, la decepción se abrió paso como un ácido sentimiento en mi interior, resquebrajando las finas capas de ilusión que me había creado yo misma en menos de lo que dura un parpadeo. ¿Cómo podía anhelar el beso de mi mejor amiga? Teniendo en cuenta de que era Lauren Jauregui y media universidad de New York se arrastraba por un beso de ella, tenía lógica. Pero yo no podía sentirme igual que el resto. Era prácticamente mi hermana. El caos que se estaba desatando en mi cabeza no iba a ceder tan pronto, mucho menos teniéndola prácticamente encima de mí. Intenté escapar de su presencia pero supe que era una batalla perdida cuando su cuerpo aprisionó el mío contra el colchón.

- ¿Qué ocurre, Camz? ¿Dije algo que te molestó? – Negué con fuerza, rezando internamente para que se apartara. El destino estaba tomando mis esperanzas y despedazándolas bajo mi exhaustiva atención, lo noté en cuánto ella me colocó los brazos por encima de la cabeza, sujetándolo con una de sus manos. – No me hagas recurrir a mi técnica infalible.

- Ni lo intentes, Lauren. – Le advertí con la voz temblorosa.

- Entonces dime qué está ocurriendo aquí adentro. – Dio un ligero golpecito con su dedo índice en mi frente.

- Nada. – Me negaba a hablar.

- Atente a las consecuencias entonces, Camila.

Odiaba tanto cuando me llamaba por mi nombre. Cada vez que prescindía de su original mote, era una advertencia implícita. Tomé una bocanada de aire en el momento exacto que sus dedos conectaron con una de las terminaciones nerviosas responsable de hacerme estallar en carcajadas incontrolables que daban paso a un incómodo ataque de risas. Ella disfrutaba llevar a cabo aquellos atentados en mi contra. Alegaba que el sonido de mi risa le daba paz. Pero yo vivía la parte oscura de la historia: pasaba agónicos minutos para saturar correctamente el oxígeno en mi torrente sanguíneo y no sentirme tan mareada. Mi instinto de supervivencia me obligaba a respirar en el corto margen de tiempo que ella me regalaba hasta que mi rostro se tornaba lo suficientemente rojo como para instarla a detener semejante tortura. Hoy era la excepción. Había extendido el martirio más allá de lo tolerable.

- ¡Lauren, para! – Chillé con la poca fuerza que guardaban mis pulmones.

- Dime en qué pensabas. – Ella también sonaba agotada, aunque no tanto como yo.

- ¡Lauren!

- Es tu última oportunidad – Se inclinó hacia mi oído, pausando las cosquillas. – Lo tomas o lo dejas, Cabello.

Su gélido susurro calentó hasta mi última célula. Una ironía que alguien cuya existencia no estaba científicamente demostrada me hiciera sentir viva con un simple gesto. Sacudí la cabeza de forma negativa; ni en un millón de años me expondría a tal bochorno. Prefería morir ahogada antes que confesarle a Lauren que deseaba besarla. Cerré los ojos al sentir sus manos en mi abdomen una vez más.

- Tranquila, no lo haré. – Volvía a erizarme los vellos de la nuca con sus sutiles murmuros chocando en mi piel. Ella estaba construyendo, sin siquiera ser consciente, una maldita montaña rusa con mis emociones. – Pero me duele muchísimo que no confíes en mí como antes.

- No es eso, Lern. – Un hilo de voz se tejió entre mi boca y su melena castaña que caía en suaves bucles sobre mi torso.

- Habla conmigo, por favor. -  El pecho me dolió al escuchar la vulnerabilidad que emanaba de la morena.

- Si lo digo, no quiero que las cosas cambien entre nosotras.

- Eso no sucederá. – Enredé mis dedos en su cabello, instándola a depositar todo su peso en mí. – Lo prometo, Camz.

- Vale. – Me tomé mi tiempo para encontrar la mejor forma de decir aquello, sin embargo, sonaba igual de raro de cualquier manera. – Quería saber qué se sentiría besarte. Cómo es besar a una chica.

Ella no se movió y temí que hubiese despertado de mi sueño o que, como había imaginado, mi confesión hubiese quebrantado las pautas sociales adecuadas en una amistad. Estuve a punto de dejar salir las primeras lágrimas cuando Lauren acunó mi rostro entre sus manos, uniendo nuestros ojos en un silente diálogo. Me moría por descubrir qué tendría ella por decir.

- ¿Estás dispuesta a que tu primer beso con una chica sea yo? Puedo acompañarte a una fiesta y encontramos a una rubia sexy para ti. – Rechacé la idea de inmediato. – Debes tener en cuenta que soy un espíritu descarriado que ni siquiera sabe qué está haciendo aquí.

- Ahora mismo deberías callarte y besarme.

No la dejé responder y tiré de ella con más impulso del requerido pero ya no podía sostener la vergüenza que me provocaba escucharla. Sus labios se posaron en los míos con un toque difícil de describir. Se sentía tan irrealmente real. La punta de su lengua pidió un permiso innecesario para colarse en mi boca y, en esa frívola fracción de tiempo, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. ¿Cómo había estado veintiún años malgastando mi existencia? ¿Cómo pude estar cuatro años diciendo que sabía besar cuando me estaban otorgando ahora mismo el placer de un verdadero beso? Mi labio inferior quedó atrapado por los dientes de Lauren, quien lo mordisqueó gentilmente hasta arrancarme un gemido de placer. Me retorcí, ansiosa por volver a besarla. El frío había desaparecido por completo y sólo quedaba una hoguera personal en lo que minutos atrás parecía el Polo Norte. Me aferré con fuerza a las solapas de su chaqueta, uniendo nuestras lenguas en una danza que debería ser ilegal. Fue ella quien cortó la unión, dejando suaves picotazos en el morrito que acababa de elaborar. No quería dejar de besarla. Nunca. Sus besos se extendieron por todo mi rostro para terminar en mi nariz.

- Wow, eso fue… Increíble. – Hablé con el corazón bombeando sangre a un ritmo inusual.

- Lo fue, pero cuando despierte te daré un mejor beso. – Barrió mis mejillas con las yemas de sus dedos sin saber que aquella frase duplicaba mis palpitaciones.

- ¿Lo harás? O sea, ¿despertarás?

- Ahora tengo otro motivo para hacerlo.

Me guiñó un ojo y me envolvió en un reconfortante abrazo, no obstante, me había dejado con tantas interrogantes como deseos de repetir aquel ensordecedor beso.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Hola, bellas criaturas del inframundo...
¡¡¡Hubo beso Camren!!! Debo confesar que la idea me frenaba al principio porque Lauren aún es un espíritu, pero ya lo necesitaba. Eeeeen fin, espero que disfruten el capítulo.
Xoxo💖

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