Secuela de Orgullo Y Prejuicio

By NohemiOrtega

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Está historia no es mía, pero me ha encantado y me gustaría compartirla. Todo le pertenece a Jo Darcy (seudó... More

Palabras de la autora
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capitulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64: CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
ATENCIÓN
Editando.

Capítulo 48

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By NohemiOrtega

"Por ti seré mejor de lo que soy" Il Divo.
"Mi querida Lizzie:
Creo que Kitty es la criatura más feliz del mundo, desde que recibió la propuesta de casamiento del joven Barton, no hace más que reír. No es que dude que esté enamorada, pero sospecho que, en el fondo, parte de su felicidad se debe a casarse antes que Mary. Me has preguntado cómo van los planes de la boda y puedo asegurarte que está todo organizado y no es necesario que vuelvas antes desde Bath, aunque conociendo tu terquedad, no servirán de mucho mis palabras.
Deseo que estén gozando de buena salud. Charles ha estado resfriado y se lo contagió a Beth. Espero que sigas disfrutando de las cosas tan interesantes que me contaste en tu carta y, Lizzie, deja de hacer sufrir a tu esposo con el Sr. Thorton. Recuerda lo mal que te sentiste tú culpa de Caroline. Cuídate mucho. Nos vemos pronto. Jane."
Elizabeth terminó de leer la carta de su hermana y salió el dormitorio en búsqueda de su marido para contarle las novedades. Entró en la pequeña biblioteca de la residencia alquilada en Bath para encontrarse a su esposo totalmente concentrado en la escritura de una carta.
Se paró cerca de él al notar que no se percataba de su presencia.
-Sr. Darcy, lo veo muy preocupado. Espero que no esté escribiendo sobre negocios, sabe que están
prohibidos- dijo retándolo y sentándose cerca de la pequeña mesa que servía de escritorio.
-Te aseguro, Lizzie, que no son negocios lo que me tienen preocupado- respondió sin levantar la vista mientras cargaba la pluma de tinta y terminaba de firmar la carta.
Ella se quedó mirándolo con intriga y nerviosismo.
-¿Sucedió algo malo?- preguntó al tiempo que él sellaba la carta.
-Me temo que sí- respondió, mostrándole el diario que estaba sobre la mesa.
Elizabeth leyó rápidamente el titular, llevándose la mano a la boca en un gesto instintivo de sorpresa e inquietud. Napoleón acababa de escapar de la isla de Elba. Esto sólo anticipaba una nueva disputa.
-¿Le escribes a Richard?- preguntó casi sin necesitar respuesta de parte de él.

-Sí, por más que pidió su baja, si el conflicto se agrava, le pedirán que se aliste nuevamente.

-Confiemos en que no se llegará a la lucha- le dijo acercándose a él para apoyar su mentón sobre la

cabeza de Darcy.

-Eso espero. Conoces que mi mayor temor sobre el matrimonio de Georgiana siempre fue este.

-Cariño, Georgie estará bien, es una mujer y sabía qué podía esperar de la profesión de Richard. Además,

no es seguro que lo vayan a llamar- dijo en intento de apaciguar los temores de Darcy, besándolo en la

frente.

Darcy se dejó consolar y, por un largo rato, sólo estuvieron así. La mejilla de él sobre el vientre abultado

de Lizzie, sus brazos rodeándola y ella acariciándole los cabellos.

-Discúlpame, no te pregunté qué venías a decirme- le dijo levantando el rostro y mirando hacia arriba.

-Nada importante, sólo noticias de Jane. Quieres volver a casa, ¿verdad?- le preguntó procurando adivinar

lo que querría su esposo.

-Tal vez no sea nada...- comenzó a decir y abandonó la frase a la mitad.

-...pero estarás más tranquilo si estás cerca de Georgiana- finalizó ella la oración que había dejado

inconclusa.

Darcy asintió.

-Prometo que nos vamos después que te lleve al recital que querías ir. No te lo negaré sabiendo lo mucho

que te gustaría asistir.

-Está bien. No tienes que esperar, podemos irnos cuando te guste. He tenido suficiente de Bath...por este

año- agregó, corriéndole el pelo de los ojos.

-Noté que has disfrutado de los placeres de Bath, supongo que tendré que traerte seguido.

-No muy seguido, tal vez una o dos veces al año- le respondió con una sonrisa.

Darcy se levantó de la silla y la tomó del mentón para besarla. Nos iremos después del concierto. No tengo intenciones de llegar a Pemberley antes de la carta que

acabo de escribir.

El viaje a Londres fue cansador, pero hasta para Jane fue difícil de esconder la excitación. Su padre había

accedido a que viajaran a la ciudad para comprar sus ajuares, pero con la compañía de su madre. Algún

precio deberían pagar por tanta alegría recibida.

El Sr. Bingley las llevó en su carruaje sin poder dejar de mostrar la felicidad que le provocaba poder viajar

con su prometida y cortejarla en la ciudad. El carácter bondadoso de Charles le impedía darse cuenta que

para sus hermanas era un verdadero fastidio toda la situación.

-¡Oh, querido Sr. Bingley, estamos llegando!- exclamó la Sra. Bennet más alterada que las jóvenes al

comenzar a transitar las callejuelas de Londres.

Pronto llegaron a la casona de Gracechurch donde los Gardiner los esperaban con el té preparado.

Las muchachas subieron a cambiar sus ropas de viaje y Charles se disculpó por no quedarse más tiempo,

prometiendo regresar para la cena con su amigo Darcy.

-Jane, debo confesarte que estoy muy nerviosa- dijo Lizzie cuando se preparaban para la cena.

-¿Por qué?- preguntó extrañada.

-Por ver a Wi...Al Sr. Darcy- respondió ruborizándose un poco. Su hermana la miró sin comprenderla.

-Desde que te comprometiste, no ha pasado más de un día sin que hayas visto a Charles. Yo llevo

semanas sin verlo. ¿Y si conoció alguna dama de sociedad, más bella y rica? Pudo haber cambiando de

opinión y entonces...

-¡Basta, Lizzie! Realmente debes estar muy enamorada del Sr. Darcy- la interrumpió riéndose- Es la única

forma que me explica que te comportes tan irracionalmente. Si no he calculado mal, en estas dos

semanas, has recibido unas diez cartas de tu prometido, creo que es una clara forma de demostrar que no

dejó pensar en ti.

Elizabeth sonrió, sabía que la amaba, se lo dejaba traslucir en las palabras de cada carta que le había

escrito. Aún así, el saber que su tía se oponía, que ella no poseía fortuna alguna ni la educación que se

esperaba para una señora de la posición de Darcy, hacía aflorar sus temores.

-Jane, ¿te gustaría que Charles te besara?

El rostro de su hermana mayor se llenó de color y los ojos se le abrieron como platos.

-Lizzie, ¿por qué me preguntas eso?

-Sólo es curiosidad.

-Bueno, yo...Me parece...- comenzó a balbucear tímidamente.

-Jane- la miró con severidad al notar el nerviosismo.

-Está bien, sí...me gustaría. Los otros días, cuando fuiste a ver libros a la biblioteca y nos dejaste solos,

pensé que lo haría. Estuvo tan cerca.

-Es que los dos demasiado tímidos- reflexionó Elizabeth en voz alta.

-Lizzie...¿el Sr. Darcy...y tú?

-¡Oh, Jane! ¡Sí!- exclamó con una gran sonrisa.

-¿Cuándo? ¿Dónde?- preguntó incrédula.

-El día antes que se marchara. Cerca del arroyo, fue a buscarme y sucedió.

¡Fue perfecto! Tan perfecto que ahora no puedo pensar en otra cosa.

-¡Lizzie!- exclamó en forma de reproche.

-Eso demuestra que nunca seré una dama. Lo único que pienso es que esta noche lo veré y todo el

tiempo estaré deseando que me bese.

La Sra. Bennet irrumpió en la habitación con sus nervios alterados.

-¡Niñas, todavía no están listas y sus novios ya están aquí! Es de muy mala educación que no hayan

bajado. El Sr. Darcy hace quince minutos que espera.

-¡Mamá! ¿Por qué no me avisaste?- preguntó Lizzie con reproche.

-Porque llegó demasiado temprano, no es de buena educación ni llegar temprano ni llegar tarde.

Elizabeth terminó de acomodar rápidamente su último mechón de pelo y bajó lo más decorosamente que

podía. El corazón le latía alborotadamente y las manos le sudaban al entrar al salón.

Darcy estaba parado de espaldas a ella, con una mano apoyada sobre el alféizar de la ventana y la otra

en su espalda, observando hacia la calle.

-Srta. Elizabeth- saludó Charles- Se la nota más descansada.

-Gracias, Charles- respondió Lizzie mirando en dirección de su prometido, que cuando escuchó el saludo,

giró para verla.

Se acercó donde ella y la saludó con una reverencia.

-Srta. Elizabeth, es un gusto volver a verla. Me alegra que esté bien- la saludó con una pequeña sonrisa.

-Gracias, Sr. Darcy. Espero que usted y su hermana estén bien.

-Lo estamos- respondió intentando controlar su necesidad de poder tocarla.

Para Lizzie no fue fácil esa noche, pasó su tiempo tratando de ver señales en cada gesto o conversación de Darcy. Pero fue tan inútil y frustrante. Cuando ya no creía poder tener unas palabras con él a solas, se

acercó al piano para ayudarla con la partitura.

-Srta. Elizabeth, me preguntaba si no sería muy inconveniente, que usted viniera a tomar el té con mi

hermana.

-No sería inconveniente alguno, me encantará poder volver a ver a Georgiana- respondió con gentileza,

interpretando que Darcy tendría las misma ganas de disfrutar tiempo con ella.

A la tarde siguiente, después de una mañana de intensas compras, Elizabeth insistió en caminar hasta la

casa de su prometido. Cuando llegó a la dirección indicada, los latidos de su corazón volvieron a ser

irregulares al percatarse que esa magnífica casa, pronto estaría bajo su cuidado. No se creyó con fuerzas

para golpear la puerta de doble hoja, cuando escuchó unos suaves golpecitos en el vidrio de la segunda

ventana de la izquierda. Georgiana la saludaba con gran entusiasmo y poco después, Darcy se asomaba

detrás de ella.

No fue necesario que golpeara, unos segundo más tarde, cuando aún intentaba controlar su respiración,

una criada la recibía, tomando su sombrero y su abrigo, a la vez que otro sirviente, la conducía hacia la

izquierda, a la sala donde la esperaban los hermanos.

Pasó una gran tarde, conversando con Georgiana sobre los preparativos de la boda. La presencia de la

jovencita ayudaba a que no resultara incómodo hablar de ello frente a Darcy. Cuando creyó que no podía

ser más hermosa la jornada, Georgiana se excusó para buscar un libro que quería prestarle, y los dejó

solos.

-Tal vez te gustaría conocer la casa- dijo en tono de pregunta para romper el silencio que le siguió a la

salida de la muchacha.

-Sería muy agradable- respondió tomándole el brazo que ofrecía.

Caminaron por los corredores y Darcy se encargó de mostrarle cada rincón de su hogar. Al llegar a un

oscuro salón decorado en rojo, él le indicó un sillón para que se sentara. Él se sentó junto a ella y buscó

un pequeño objeto del bolsillo de su chaleco. Lizzie lo miraba llena de curiosidad.

-Elizabeth. Lizzie- se corrigió- Cuando llegué a Londres, me puse a pensar que no tienes un anillo de

compromiso.

-William, no tiene importancia- intentó decirle.

-Sí, claro que la tiene- aseguró, al tiempo que abría una pequeña cajita y exhibía un precioso anillo de oro,

con un zafiro de forma ovalada en el centro, rodeado de pequeños diamantes.

Elizabeth quedó enmudecida ante la belleza de la joya.

Darcy sacó el anillo fuera de su estuche con sus largos dedos un poco temblorosos y buscó la frágil mano

de Lizzie.

-Sé que no es el típico anillo de compromiso, pero perteneció a mi madre. Ella a menudo me decía que el

zafiro significa el cielo, el destino y la esperanza. Y yo tengo la esperanza que sea nuestro destino que lo

lleves siempre en tu mano- le dijo mientras se lo colocaba en el dedo anular.

Lizzie descubrió llena de vergüenza, que tenía lágrimas cayéndole de los ojos.

-Es precioso. Es demasiado.

-Nada es demasiado para demostrar lo que siento por ti- le respondió secándole las lágrimas con sus

dedos.

Elizabeth quedó paralizada ante el contacto de sus manos contra su piel y por un breve momento, dejó de

respirar cuando notó el cálido aliento de Darcy contra la piel de sus mejillas, las que besaba tiernamente.

Lizzie giró su cara en forma deliberada para que sus labios fueran atrapados por los de su novio. El beso

fue una mezcla de sensaciones, ansias, felicidad y deseo.

Poco después, Darcy insistió en llevarla a casa de sus tíos. Los Gardiner se habían hecho buenos amigos

de él después de la visita a Pemberley y tenían la costumbre de recibirlo en su casa desde la época de la

desaparición de Lydia, por lo que mientras Lizzie estuvo en Londres, no pasó una noche sin cenar con

ellos.

-Mary, ¿sabías que Jane y Elizabeth están invitadas al baile de los Hurst?- comentó la Sra. Bennet.

-Creo que ya me lo habías dicho- repuso la señora, pensando que era la quinta vez que su hermana se lo

recordaba.

-Espero que los adorables vestidos que se hicieron en Meryton sean los suficientemente hermosos para la

sociedad londinense. Si no, tendré que sugerirles a sus novios que podrían regalarles algunos. ¿Ha visto

usted el anillo exagerado que le entregó el Sr. Darcy? Prefiero el simple anillo de un diamante que tiene

Jane, es menos ostentoso- parloteaba sin frenar para respirar, ante el claro disgusto de todos los

presentes.

A Lizzie le preocupaba el trato despreciativo con el que solía hablar de Darcy, pero también la

tranquilizaba, que rara vez se atrevía a usarlo frente a él.

La noche del baile, Elizabeth estrenó un vestido azul de seda, con encaje de adorno y mangas

abullonadas. Hasta ese momento, era el vestido más costoso que utilizaba y no podía ocultar su alegría al

notar que la elección del color combinaba con su nuevo anillo. Las dos parejas compartieron coche y fueron acompañadas por la Sra. Bennet que debía custodiar la

reputación de sus hijas mayores.

Louisa Hurst y su esposo, los recibieron con simulada cortesía. Caroline estaba allí y se comportó

exageradamente amable con Jane. Desde que Charles se había enterado del plan para separarlos,

intentaba interpretar el papel de "hermana" perfecta, preocupándose porque Jane estuviera cómoda.

Elizabeth no tenía la misma suerte, los comentarios irónicos y ofensivos para con ella, continuaban, pero

se cuidaba de decirlos frente a Darcy.

-Srta. Elizabeth, que vestido tan bonito al estilo típico del campo- le dijo en tono de cumplido pero con la

intención clara de burla y menosprecio.

-Tal vez es demasiado sencillo para la ciudad, pero me complace que haga juego con mi anillo de

compromiso- respondió haciendo gala del zafiro que la acompañaba en su dedo anular. Creía que ese

pequeño gesto sería suficiente para tener sus comentarios hirientes alejados de ella por el resto de la

noche. Pero se equivocaba.

La gran lucidez de Lizzie notó que Darcy había pasado escaso tiempo con ella durante la velada. La invitó

a dos danzas y conversó un rato con Jane, ella y Bingley. El resto de la noche, estuvo en conversación

con distintas personas y no la presentó a nadie en especial.

-Imagino que Darcy ya la presentó a Lord Warburton. Un excelente caballero, fue compañero suyo en

Eton y es de sus amigos más cercanos- comentó Caroline en su habitual tono mordaz.

-No, no lo hizo- respondió intentando ocultar su disgusto.

-Bueno, no es nada. Supongo que lo hará en otra oportunidad. Lady Catherine está en la ciudad, me

enteré que no lo ha invitado ni una vez a visitarla. Seguramente está enfurecida por haberla desobedecido

y para esta altura toda la buena sociedad conoce su descontento- agregó, sabedora que estaba tocando

un punto débil en la muchacha.

-No sabía que se encontraba en la ciudad.

-¿No se lo ha dicho? ¡Ups! Lamento ser tan indiscreta.

-Discúlpeme, Srta. Bingley, creo que mi hermana me está llamando- le contestó alejándose de ella.

-¿Qué sucede Lizzie?- preguntó Jane cuando la vio con el semblante perturbado aún por las palabras de

Caroline.

-Nada, olvídalo- respondió intentando fingir una sonrisa.

-Srta. Elizabeth, ¿puedo tener el gusto de presentarle a mi primo, Thomas Bingley?- interrumpió Charles

con un muchacho de unos 23 años que tenía el "sello" Bingley en el cabello.

El joven inmediatamente comenzó a platicar de forma continua y amena, recordándole a Elizabeth el

carácter amable de Charles. Por un momento, olvidó los insidiosos comentarios de Caroline, pero también

notó la diferencia entre Charles y Darcy. El primero estaba feliz de poder introducir a su novia a todos sus

allegados. Darcy se había mantenido lejos de ella y parecía avergonzado de su presencia.

-¿Quiere?- preguntó el muchacho interrumpiendo sus dolorosos pensamientos.

-¿Si quiero qué?- preguntó avergonzada.

-Reservarme el próximo baile.

Antes de responderle, miró en dirección de su prometido, preguntándose por un momento, si sería

correcto. Lo vio en un círculo de hombres que fumaban y discutían acaloradamente, mientras él la

observaba de reojo, imperturbable.

-Será un placer- respondió Lizzie al notar que él volvía la vista en otra dirección como si ella no estuviera

allí.

Bailaron una danza escocesa y le hizo reservar otra. La introdujo a un amigo de Oxford con el cual bailó la

siguiente danza.

La sala de los Hurst no era demasiado grande y había unas 35 personas invitadas, el calor y la falta de

aire se hacían sentir. Elizabeth se disculpó con sus nuevos conocidos y pidió a Jane, que conocía mejor la

casa, que la llevara a un lugar donde pudiera recobrarse. Pasaron cerca de Darcy, que las siguió con la

mirada un tanto preocupado.

-¿Seguro que estás bien?- preguntó Jane.

-Creo que sí, Jane. Pero debo hacer algo que me dolerá toda la vida.

-¿Qué pasa, Lizzie?- preguntó Jane, que se calló al ver que Darcy entraba a la pequeña salita aireada.

-Srta. Bennet, ¿sucede algo malo con Elizabeth?- le preguntó acercándose.

-Jane, déjanos solos por favor- dijo Lizzie. Jane accedió un poco angustiada por la expresión de su

hermanita.

-Sr. Darcy, me alegra tener este momento a solas. No es el lugar más apropiado ni tampoco el mejor

momento. Pero es lo correcto- dijo solemnemente.

-¿A qué se refiere?- preguntó.

-Creo que es mi deber devolverle el anillo que tan gentilmente me otorgó y desobligarlo de su

compromiso. Está claro que no es un vínculo de cual usted esté orgulloso y que sólo le traerá problemas-

dijo, haciendo un gran esfuerzo por sonar controlada y sin dolor. ¡Lizzie, no digas eso!- exclamó ofendido- No quiero que me devuelvas nada ni que me liberes de nada.

No sé de qué te ha llevado a pensar en eso.

-Está muy claro que me ha evitado toda la noche, no me ha presentado a nadie, ni disfruta de mi

compañía.

-¡Porque no hay nadie que merezca la pena presentarte! Además, te las has arreglado más que bien para

conocer a ciertos caballeros- le reprochó lleno de celos, acercándose hasta casi no dejar espacio entre

ellos.

-¡Esos caballeros no se avergüenzan de conocerme!

Entonces, la besó, tan apasionadamente como se permitió hacerlo.

-No me avergüenzo, sólo busco protegerte de gente que conozco y que no merece tener el placer de tu

compañía- le dijo al soltarla.

-Tenemos que volver, le concedí al primo de Charles el siguiente baile- dijo Lizzie luchando para

tranquilizar a su corazón que saltaba dentro de su pecho en forma incontrolada.

-Está bien, pero no prometas más. Ver que otro tiene el gusto de tomar tu mano me está enloqueciendo-

gruñó- Y deja ese anillo donde corresponde.

Mostrándoles a todos que, dentro de dos semanas, serás mía- dijo besándole la mano.

La noche del concierto en Bath, los hombres no tenían otro tema que Napoleón. Prácticamente hubo que

empujarlos dentro de la sala donde interpretarían a Beethoven. En el breve intervalo, Elizabeth

conversaba con otras damas que había tenido el gusto de conocer en su estadía cuando vio al extremo

del salón que el Sr. Thorton la saludaba cortésmente. Le devolvió el saludo y entonces, éste se acercó.

-Buenas noches, Sra. Darcy.

-Buenas noches, Sr. Thorton.

-¿Será mucho pedir que me llame Matthew antes que se marchen de Bath?- preguntó en forma galante.

-Pues entonces tendré que empezar hoy para complacerlo, me temo que nos iremos pronto.

-Sí, me encontré con su esposo, hablamos brevemente.

Elizabeth sonrió, su esposo siempre era breve en sus conversaciones, y ese defecto se incrementaba

cuando estaba enojado o celoso.

El intervalo se terminaba cuando el Thorton ofreció su brazo para escoltarla hasta su lugar.

-Entonces, creo que será nuestra despedida. Realmente espero volver a verlos- dijo sinceramente

Thorton.

-Será un gusto recibirlo en Pemberley- dijo Darcy, que llegó sorpresivamente hasta ellos y ofrecía su

brazo para Elizabeth.

Thorton inclinó su cabeza en forma de saludó y se dirigió a su asiento.

-Eso fue bastante mal educado- lo retó Lizzie- Estaba despidiéndose.

-Creí ser cortés al invitarlo- respondió en tono de inocencia.

-Siempre tan gentil con los caballeros que se muestran amables. Desde Thomas Bingley.

-Cielo, en realidad, desde Wickham- le susurró cerca del oído con su voz grave, mientras la música

comenzaba a sonar.

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