Enséñame a volar

By Idoia_G

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"Si a mis 38 años, soltero, friki y hogareño me dijesen que mi vida iba a cambiar radicalmente en un segundo... More

Intro
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítlulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 2

38 18 30
By Idoia_G

Soy el comandante de cabina de una aerolínea internacional y esta tarde viajamos a México DF, en este caso en vuelo directo, así que me esperan casi trece horas de vuelo. Es una pasada para la gran mayoría, pero, en realidad, no es para tanto. Además, Bryan, mi compañero desde hace siete años y yo estamos más que acostumbrados. Para nosotros está chupado. Llevo en la compañía unos trece años y desde hace siete pedí mantener siempre el mismo compañero de vuelo. Digamos que soy algo maniático y no me gusta volar con personas extrañas, me pongo bastante nervioso. El resto de la tripulación me dan un poco igual, siempre y cuando respeten mis cosas. Pero aquel con el que debes trabajar codo con codo, me gusta, que siempre sea el mismo. Coger confianza. Ya sabes, esas cosas.

Entro como siempre en la terminal corriendo. Con la hora pegada. Mi madre siempre me enseñó que hay que llegar puntual o incluso antes de tiempo a los sitios, pero, mi reloj interno siempre decide jugarme malas pasadas y hacerme llegar a tiempo tirando a tarde. En la puerta ya está Bryan y toda la tripulación.

Hoy nos acompañarán Laura, Sandra y Carlos, que yo conozca. Tres azafatos bastante idiotas, bueno Carlos no me cae del todo mal. Creen que por ser azafatos son modelos o algo así y van a triunfar como la coca cola. Nada más lejos de la realidad. Sandra y Laura son muy estiradas, llevan tanto maquillaje encima que podrían contaminar el océano atlántico entero ellas solitas, si el avión se cayese al mar. Vale, olvida esto último ¡Joder! Qué mal rollito. Cruzo mis dedos. Y luego está Carlos, oh, el pobre Carlos. Le tratan como el tonto, aunque yo pienso que de tonto no tiene ni un pelo, es gay perdido, pero aprovecha para tocares el culo o las tetas a todas. Vamos que para mi que le da a la carne y al pescado.

El resto de los azafatos, tres chicas y dos chicos más, no los he visto en mi vida. Y el tercer piloto que nos acompaña, pues... ni idea también. Al ser un trayecto de largo recorrido somos tres pilotos en lugar de dos. Suele ser el de apoyo, actúa un poco como ingeniero y nos da soporte y nos suple si necesitamos ir al baño o cosas así. Somos pilotos, no máquinas programadas para estar 16 horas sin mear.

— Buenas tardes. —Saludo, por educación y esas cosas a todos en general.

— Hola Comandante —La voz de pito de Sandra, siempre la primera, la más educada y las más... da igual. —Parece que hoy ha llegado pronto —se mira el reloj. - Lo que decía, estúpida perdida.

— Si bueno, alguna vez tenía que pasar. —Me repatean estas cosas de la gente ¿ves? Les encanta judgar y decidir si haces las cosas bien o mal. Y creen conocerte sin tener ni idea de nada.

— Javi —Bryan es el único que me trata más cercano. Nos llevamos bien y le respeto. Es un gran piloto y una bella persona. Un golfo redomado, pero... a mí no me afecta. — ¿Cómo se presenta el vuelo?

— Parece que tranquilo, la verdad. —Miro el reloj. — Vamos a entrar ya.

Entramos en el avión y como siempre me gusta dar un discursito. Para animar al personal y que todo salga bien. Reviso que todo esté en su sitio.

— Buenas tardes a todos. Soy el comandante Javier González. Nos acompañan en cabina el piloto Bryan Marques y el otro piloto el señor... —Miro los papeles que suelo llevar siempre para saber con quién vuelo —Joaquín Rivera. ¿Correcto? —Miro al señor Rivera que me asiente y me sonríe. —Perfecto. Pues una vez presentado, tengo la hoja con los nombres y posición de los TCP aquí —Levanto la hoja —para poder orientarme si algo pasa. Os deseo a todos un buen vuelo. Si tenéis cualquier problema o necesitáis algo de mí, no dudéis en comunicaros conmigo. —Noto algunas risitas en el fondo. Es normal, este discurso no es necesario pues la información del personal de vuelo de hoy la tienen todos ellos. Siempre nos mandan un correo previo a todos. Pero me quedo más tranquilo haciendo las cosas a mi manera. —Gracias por vuestra atención.

Me giro y entro en la cabina. Bryan entra detrás de mí y el tal Joaquín también.

— Menudos melones tiene la pelirroja ¿La has visto? —Joaquín le dice a Bryan, mientras le da un codazo.

— Sí, claro, esas tetas las han visto hasta los de la limpieza del aeropuerto.

— ¿Es tan golfa como me han dicho?

— Mucho más. Se ha tirado a todo ser heterosexual de la plantilla. Bueno menos a Javi. —Me giro y le veo que me señala.

— No es mi tipo. —No necesita mayor información. Sé que soy algo cortante pero, la verdad, es que me da igual.

— ¿En serio? ¿No es tu tipo? Pero si está tremenda. Me habían dicho que estabas soltero. ¿Eres gay? —otro cotilla de mierda. ¿por qué la gente no se mete en su vida? ¿tan aburridos están?

— Estoy soltero Joaquín, no soy gay, pero no me van los rollos en el trabajo.

— Ni fuera de él —Bryan se ríe.

— Buff, pues tú te lo pierdes —Ese es el nuevo.

A ver, no me importa que la gente sepa que yo no soy el típico piloto que se tira a todas las mujeres que se encuentra. Eso se lo dejo a Bryan. ¿Pero por qué siempre me cae la pregunta de si soy gay? O te tiras todo lo que tiene falda o eres gay. Ya está.

— Mejor, más para los demás. —Bryan se ría.

Entra la azafata que se hará cargo de nosotros durante el vuelo. Me levanto y le tiendo la mano. Es muy guapa, pelirroja, pequeñita, de ojos marrones. Claramente está operada de los pechos. Parece que va a explotar la blusa. Pero parece simpática.

— ¿Comandante? —ella toma mi mano con seguridad y una sonrisa en los labios —Soy Gema García. A su servicio —me hace una reverencia, como si estuviésemos en la edad media o algo así.

— ¿Se ríe de mí, señorita García? —le retiro la mano.

— ¿Qué? —se queda seria de golpe —No, no, yo...

— Tranquila —Le doy un golpe en el hombro —Es una broma. Llámame, Javier.

Ella resopla, se había puesto pálida. Pobrecita. Siempre igual. Vienen, me vacilan, los vacilo y a otra cosa. Veo por el rabillo del ojo como los otros dos la miran con lascivia. Vaya par de salidos, aunque es de la que deben haber estado hablando antes. La que ha pasado por todos.

— Quiero agua en la cabina, dos botellas, que vengan ya abiertas por favor. La dejas allí —señalo un lateral con unas bandejas para el caso. —De comer no quiero nada antes del vuelo, pero mi comida está rotulada con mi nombre en la nevera 3 del fondo. tráemela en... — miro mi reloj — cinco horas. Si necesito más la llamaré.

Ella me mira fijamente. Asiente con la cabeza.

— ¿Siempre es así? —Le pregunta la pelirroja por lo bajo a Bryan

— Te he oído, ¿sabes?

Se queda blanca. Se calla y apunta lo que quieren mis compañeros. Sale por la puerta. Bryan se parte de risa.

— Deberías ser más agradable con los chavales. Algún día, te van a escupir en la comida. —Bryan me conoce bien y sabe lo escrupuloso que soy a veces. No siempre soy escrupuloso. Solo con la gente extraña.

— Gracias, me das la tranquilidad que necesito para el viaje.

— ¿Lleváis mucho viajando juntos? —Vaya, parece que Joaquín va a ser, "el cotilla" oficial este viaje.

— Siete años —respondemos a la vez. Nos reímos y seguimos a lo nuestro.

Llega el momento del despegue, las azafatas hacen sus discursos típicos y realizando las maniobras para indicar lo que deben hacer a los pasajeros. Tras estas indicaciones, ponemos el avión en marcha y despegamos.

¡Buen Vuelo!

Llegamos a México DF después de casi trece horas de vuelo, el vuelo ha ido sin incidencias. Me levanto del asiento y me estiro. Siempre lo hago es como un ritual.

— ¿Vamos? —Bryan sale el primero después de que los pasajeros hayan abandonado el avión.

Salimos, nos despedimos de los TCP y bajamos.

— ¿Qué os parece —Es Joaquín —si esta tarde, vamos a una fiestecita de un amigo mío?

— ¿Tienes un amigo aquí? —Bryan parece interesado.

— Claro, no es mi primer viaje —Ya claro es lo más normal del mundo. Yo viajo mucho y no tengo amigos en todos los sitios a los que voy —Tiene una casita cerca del hotel donde nos hospedamos. Va a hacer una fiesta en la piscina de su casa y le dije que iría. ¿Qué decís? —Nos arquea ambas cejas.

— Por supuesto —Bryan nunca se pierde estas cosas.

— Conmigo no cuentes. —veo que ambos me miran —En serio, pero gracias. Es un honor que me hayas invitado. —En realidad me da bastante igual su invitación. No me gusta salir, punto. Y menos donde no conozco nada ni a nadie.

— De nada. Y ¿Qué vas a hacer?

— Eeeh, nada. Leeré un rato en la piscina y luego cenaré, me iré a la cama a descansar y ... no sé. Lo de siempre, supongo.

— Ya, claro, lo normal. —noto tonito de burla, pero me la pela.

— Sí —Sonrío y me dirijo adonde se encuentran los vehículos que nos llevarán al hotel.

Llegamos al hotel. Nos dan la típica bienvenida estúpida y me voy a mi habitación. Es bastante grande. Tiene una terraza que da a unas vistas impresionantes de la ciudad. La verdad es que desde que trabajo en esta compañía, los alojamientos son un lujazo. Siempre nos reservan los mejores hoteles.

— ¿Os veo mañana en el desayuno? —Les pregunto.

— Eeeh, supongo —Joaquín mira a Bryan —Depende como se dé la noche. —se ríe y le da un codazo a Bryan, intentando fingir complicidad.

— Yo estaré ahí. —Asiento a Bryan y me subo a mi cuarto.

Cojo el portátil. Siempre me lo traigo a los viajes para poder llamar a mi madre. Conecto el Skype y llamo. La pantalla se enciende y mi madre aparece con sus gafas de ver puestas. No sé por qué, pero siempre lo hace para verme por el ordenador. Ya me dirás que me va a ver mucho mejor.

— Hola mi gordito.

— Mamá no me llames así, ¡por Dios! —Siempre me ha llamado así, a pesar de que soy de todo menos gordo. De hecho, de pequeño, mi madre me daba vitaminas para engordar, porque no había manera.

— Uuuy ya está el sensiblero. — Eros aparece por detrás con un mandil puesto. Estudió en Nueva York alta cocina e hizo las prácticas con un chef de esos de renombre con no sé cuántas estrellas michelín. Vive con un par de amigos en Madrid, pero se pasa la vida en casa de mi madre cocinando. Para ella y para todos, porque siempre sobran tuppers. Trabaja en la cocina de un hotel cinco estrellas.

— Eros tú cállate, que te ganas una colleja. —mi madre y su característica colleja. La adoro.

— Ya estamos ¡Cuanta violencia! Por favor. —Levanta las manos en señal de rendición —¿Tío por donde andas hoy?

— México. ¿Tu, qué preparas?

— Bacalao a la bilbaína. Me está quedando que ni Arguiñano. Nos vamos a chupar los dedos.

— Guárdame un poco.

— ¿Ya estás pidiendo comida? Gordo, para cuando vengas, el bacalao está pasao. Ya si eso te dejamos del siguiente plato.

— Abuela, no seas mala que está trabajando.

— Eso mamá, no seas mala conmigo. Sabes que no me gusta estar tan lejos. —Le pongo morritos de pena.

— Pues hazte controlador. —veo que se cruza de brazos enfadada. Nunca le ha gustado que sea piloto. Dice que me juego la vida en cada viaje y que paso demasiado tiempo fuera. En parte tiene razón, pero a mí me encanta mi trabajo.

— Abueeela, a los controladores esos, los odian. Todo el mundo. ¿Quieres que odien a tu hijo?

— Eso, ¿Quieres que me odien? —le digo entre risas.

— Lo que quiero es que me des nietos. —Ya estamos con que si la abuela fuma. Que pesada. ¿No entiende que no voy a tenerlos, porque, tengo 38 años y sigo soltero?

Mi sobrino se mea de la risa. Se ha echado tan fuerte para atrás que ha estado a punto de caerse de la silla y mi madre. Zasca collejón.

— Abuelaaaaaa.

— Te aguantas. No te rías de tu tío. Algún día conocerá a alguien y me dará mis nietos.

— Venga ya, pero si liga más el Manuel, que él, y eso que tiene trece años. — Eros se aparta de golpe evitando un nuevo collejón de mi madre. —Te dejo tío. Hoy la yaya tiene mal humor. — Se levanta y sale del salón.

— ¡Eso!, vete, a ver si vas a quemar la comida. —Mi madre vuelve a mirarme. — ¿Entonces el viaje bien, gordo?

— Sí mamá, el viaje bien. Estoy en el hotel.

— Muy bien hijo. ¿Y Bryan?

— Bien, se ha ido a una fiesta con otro compañero.

— ¿Y tú, por qué no has ido?

— Ya sabes que esas cosas no me gustan.

— Hijo, pero así...

— Sí, mamá ... — La corto —Ya sé que así no me voy a echar novia. Pero tampoco me interesa echarme una novia en México. La quiero cerquita de casa. Ya sabes para poder hacer nietos. —Mi madre se ríe.

— Ya bueno. ¿Y Sarita?

— ¿Qué le pasa a Sarita?

— Pues que quizá...

— Mamá, Sara y yo no tenemos nada. Sabes que no la veo de esa forma. Sólo es mi amiga. En el pasado éramos inseparables, pero yo no estoy atraído por ella. Lo sabes de sobra. —resolplo. A veces mi madre parece no querer entender que No es No. También para los hombres.

— Ya... pero ella te quiere mucho.

— Sí, y es muy pesada. No la quiero de esa forma. De verdad mamá, no insistas. Además, debo colgar. Tengo que pedir la cena.

— Vale, hijo, descansa. Mañana ¿A qué hora sale tu vuelo?

— A las seis de la tarde de aquí.

— Vale. Avísame antes de embarcar. Te quiero hijo.

— Y yo a ti mamá. —Le tiro un beso a la pantalla y mi madre hace que lo coge con la mano. La lleva al corazón y me lanza otro a mí. Hago lo mismo y cuelgo.

Pongo la televisión y pido la cena. Me la como y me acuesto. Siempre es lo mismo y aunque me gusta, me angustia un poco esa sensación de vacío que a veces se instala en mi pecho. Siento que me falta algo. Un rato más tarde caigo en los brazos de Morfeo.

Suena el despertador y me levanto. Me ducho, me pongo el bañador y bajo a la zona de piscina. Le mando un mensaje a Bryan para que baje a desayunar. Estoy pidiendo cuando Bryan se acerca con una morena de infarto a su lado. Pelo negro, ojos negros y unas curvas que marearían a cualquiera. No suelo ligar y no estoy interesado en hacerlo, pero tengo dos ojos para ver y muchas pelis guarras a mis espaldas.

— Buenos días.

— Buenos días, Javi. Esta es María.

— Hola, Un gusto conocerle —la chica se acerca a darme dos besos. Se los doy, por educación, pero odio que se tomen estas confianzas. Al retirarse me embriaga el perfume de la muchacha. Parece dulce y... caro.

— Lo mismo digo. —La chica lleva un bikini reducido a la mínima expresión. Tiene un cuerpazo, pero enseña demasiado para mi gusto, es como ye diría, vulgar. Ella me mira de arriba abajo y me sonríe. Me pone nervioso que me miren tanto. —Ya he pedido. Podéis pedir cuando me lo traiga el camarero.

Desayunamos tranquilamente mientras Bryan me cuenta que conoció a María en la fiesta de la noche anterior y entre unas cosas y otras, acabaron durmiendo juntos. Durmiendo lo que dice durmiendo lo dudo, conociendo la trayectoria de este truhan. Lo normal de estos viajes. Bryan liga y yo... me relajo. Además, este viaje podremos descansar poco porque la estancia es de solo un día. Generalmente n viajes largos estamos dos o tres días en el destino.

Me cojo un libro y me siento en una Hamaca a tomar un poco el sol y leer. En la tumbona de al lado Bryan está tumbado con María encima de él. Se van a quedar secos de tanto beso. Y además besos guarros, de esos que son todo lengua. ¡Qué ganas! (ironía). Nos pasamos toda la mañana así hasta la hora de la comida, donde coincidimos con varios azafatos del día anterior. Comemos con ellos. Todo muy agradable, hasta que llega la hora de recoger para irnos. Bryan se va antes que los demás con su ligue. Imagino que querrá despedirse en condiciones de la muchacha.

Y regresamos a España.

Como siempre en un vuelo normal y tranquilo.

Y con unas ganas enormes de dormir y llegar a mi casa a descansar.

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