FINAL ALTERNATIVO
Para todas aquellas personitas que se han instalado en mi corazón desde el momento uno cuando comenzó esta bonita travesía. Eternamente agradecida por todo su cariño, no las merezco, las amo<3
Grace
Suspiro entre risas dejándome caer a su lado cubriendo mi cuerpo con las delgadas sábanas blancas.
Trato de mantener el ritmo inestable de mi respiración. Agitados, nos miramos el uno al otro tratando de idealizar el futuro que nos aguarda después de esto.
Han pasado muchos años desde la última vez que sentí temor al estar sin su cuidado. Sin sus atenciones, he aprendido a sobrellevar mis traumas y poco a poco tratar de superarlos.
Ahora, en este punto de mi vida, siento que lo puedo todo.
—Arriba grandote —deja su brazo sobre mi abdome y me aprisiona entre su cuerpo. Nuestras ganas son insaciables, no podriamos estar en una habitación a solas sin querer arrancarnos la ropa inmediatamente.
Él solo se queja diciendo que no quiere, que quiere quedarse todo el día aquí.
Se me sube encima otra vez en busca de mis labios los cuales besa sin piedad. Me estruja los pechos y no hace falta acomodarnos pues él ya conoce el camino para llegarme. Me veo en la necesidad de gemir cuando lo siento deslizarse con rudeza en mi interior. Me aprisiona las muñecas contra la cama y le escucho jadearme al oído —amor... —río.
—Que se jodan en la empresa, quiero disfrutar a mi mujer. —arremete confuerza robandome gemidos estridentes que revolucionan en mi interior y generan aquel calorcito delicioso que se forma en mi vientre.
Aferro mis uñas a su espalda y las deslizo sobre esta dejando marcas en su piel de las que nisiquiera se inmuta.
Me tiene presa del placer, sabe como moverse, sabe como me gusta.
Nos perdemos en la bruma de esa deliciosa unión en las entrepiernas, en como entra y sale y se mira brilloso rodeado de mi humedad.
Nuestra ronda de sexo matutino se prolonga dos horas más hasta que finalmente nos vemos en la necesidad de levantarnos. Nos "duchamos" juntos, cosa que es una total farsa pues terminamos haciéndolo otra vez.
Nos vestimos juntos entre toqueteos y nalgadas de su parte, mismas bromas que me explayan de felicidad.
Cuando yo termino de maquillarme y arreglarme el cabello, voy hacia donde él se encuentra y lo abrazo por detrás terminando de ayudarle a colocarse la corbata del traje italiano, hecho completamente a la medida.
Se ve malditamente caliente cuando va trajeado.
Tomo el saco perfectamente arreglado del perchero y le ayudo a colocarselo. Se perfuma y no puedo evitar el querer abrazarlo con fuerza, dejandome embriagar por su exquisito aroma.
Mi hogar.
Termino de colocarme las medias y el vestido, el cual me ayuda a subir del cierre. Zapatos, gabán, perfume y nos encontramos listos para bajar al primer piso.
—¡No, es mi fresa, no puedes comerte mi fresa! —escuchamos el reclamo de la melliza quien vestida con el uniforme del colegio, pelea con Zeus mientras el lobo solo la determina sentado junto a su silla— ¡Nani, dile que me devuelva mi fresa!
—No te la va a devolver, está en su estómago ahora. A menos que esperes a que vaya al baño. —le dice su hermano riendo, haciéndola enfurecer todavia más.
—¿Qué pasa por aquí? —cuestiono llegando, robandome la atención de ambos.
—Mami, Zeus se comió mi fresa, regañalo. —acaricio su cabello castaño perfectamente peinado en dos adorables colitas con moños.
—¿Donde estaba tu fresa para que Zeus la alcanzara? —Ari juega con sus manitas sobre su regazo tímida. Señala la silla contigua.
—Se la estaba enseñando... y se la comió.
Río inclinándome a besar su coronilla.
—No hagas corajes, mi corazón —Niall la levanta en brazos a lo que ella inmediatamente envuelve los suyos al rededor del cuello del castaño— sabes que papá te comprará todas las fresas que quieras.
—¿Para mi solita?
—Para ti solita. —Ari chilla emocionada repartiendo besos en los contornos del rostro de Niall, desencadenando su risa.
Me acerco sonriente a mi pequeño, quien yace de su lado de la mesa sentado, dibujando con un lápiz en mano mientras Ofelia les sirve más jugo de naranja.
—Gracias nani. —le dice este ganándose un beso de su parte.
—¿Qué dibujas bebé? —deja de hacerlo acercándose a mi para mostrarme.
—Las auroras boreales, mi profesora nos dejó escoger una imagen al azar. Tenemos que explicar que significa para nosotros.
—¿Y para ti que significan? —acaricio su cabello castaño pulcramente arreglado. Es idéntico a mi irlandés y sus ojos celestes denotan el interés que le tiene a lo que está por contarme.
—Una leyenda sami cuenta que un zorro cruza las mesetas árticas e ilumina el cielo con las chispas que se desprenden de su cola al arremolinarse la nieve. Es místico, mamá. —su emoción me contagia, comparto un par de teorías conspirativas con él antes de pedirles a ambos que terminen de desayunar. Niall y yo los acompañamos hasta que es hora de marcharnos.
Hablo con mi padre sobre los negocios que me tocan atender aquí mientras él se encarga del resto en Belgrado.
Todavía es peligroso para nosotros exponernos así, exponer a los niños y por eso decidimos cambiar radicalmente de residencia.
Después de nuestra boda volvimos a Dinamarca un tiempo. Papá nos pidió vivir unos cuantos meses en Belgrado en la organización, por seguridad. Hasta ahora no sabemos cuando puede ser el próximo movimiento de Maxim. Nos preocupabamos solo por nosotros hasta que descubrí que estaba embarazada.
Niall se volvió un sobreprotector al nivel extremo cuando lo supo. Estaba irradiando felicidad y joder, ¿Cómo no?
Después supimos que serían dos y no fue hasta el sexto mes cuando nos dieron la noticia de que serían mellizos.
Tres meses después de nacer y que Niall lo arreglara todo, tomamos a los niños y nos mudamos a Abu Dhabi.
Queríamos que nuestros hijos además de tener severa proteccion encima, crecieran como niños relativamente normales. Que fueran al colegio y descubrieran el mundo sin tener que esconderse de nadie. Ahora, después de cinco años sin intromisión alguna, podemos hacer cada día lo mismo de esta mañana.
Subir al coche, que nos sigan los escoltas y andar entre acertijos y adivinanzas en el trayecto de casa al colegio privado donde los mellizos toman clases.
—Sabah alkhayr ya ansat finjul. —saludan con entusiasmo a su maestra en cuanto llegamos con ellos tomados de nuestras manos.
—Me sigue sorprendiendo su fluidez con el árabe, me siento orgullosa de mis estudiantes estrella. —la mujer musulmana que se encarga de ser su institutriz escolar les pide que vayan entrando. Nos inclinamos para despedirnos, les deseamos un gran y provechoso día antes de verlos desaparecer de la mano en el aula.
—Señorita Finjul —comienza mi esposo estrechando su mano para seguir conmigo—, ha sido un placer saludarla.
—El placer es todo mío, nos vemos en después si alá nos lo permite —me mira— señora Horan —vuelve a estrechar mi mano y se dirige a Niall— señor Horan. —hace lo mismo.
Por consiguiente, abandonamos el área del colegio para así después dirigirnos hasta la respectiva empresa que nos pertenece y que después de haberme podido graduar de la universidad, he tenido el privilegio de dirigir de la mano de mi marido.
Las muestras de afecto en público aquí no son bien vistas, es por eso que mantenemos nuestra distancia al llegar todos los días. Cada quien se dirige a la oficina que le corresponde para así después vivirnosla de reunión en reunión.
Agotador.
⛓♟⛓
El reloj marca las casi seis de la tarde, hablé con mi nana hace un rato. Dijo que los mellizos estaban en clase de piano después de haber ido por ellos acompañada por los escoltas que se le asignaron.
Muero por abrazarlos.
No falta mucho para que la última reunión de Niall termine, es por eso que decido dejar esto para mañana y cerrar el portátil después de bostezar.
Es temprano, tengo hambre y sueño.
No sería normal si no supiera que llevo más de seis semanas embarazada... otra vez.
He tenido ganas hasta de costurarme la lengua para no decírselo a Niall todavía. Su cumpleaños está demasiado cerca y quiero esperar a ese día para anunciarlo. Él anhela una familia grande y aunque hasta el momento solo me ha insistido dos veces para continuar con esto, sé que morirá cuando le cuente que me hice una prueba de embarazo hace unas semanas mientras dormía y no le dije nada.
Querrá matarme.
Pero valdrá la pena.
Fátma, mi asistente, toca a la puerta para después abrir a medias.
—Señora Horan, su esposo pregunta por usted.
—Iré en un segundo. —ella asiente y se marcha sonriente. Es bastante amable conmigo y eso que dicen que las musulmanas son amargadas. Todos aquí son muy buenas personas.
Me resigno a quitarme de encima esta pereza y encaminarme a la salida tomando mi bolso y mi abrigo.
Me encuentro a Niall esperando por mi mientras conversa amenamente con uno de sus socios que se despide en cuanto me ve. Me saluda y se marcha.
—¿Estas lista? —asiento queriendo prenderme de esos labios que tanto he echado de menos toda la tarde.
—Lo estoy. —caminamos juntos hacia el ascensor—. Oye bonito... —lo abrazo en cuanto las puertas metálicas se cierran.
—Nos arrestarían si me encuentran tocándote como quisieras en este ascensor esposa, tranquiliza esas hormonas. —ríe cuando golpeo su brazo.
—Sucio —río también—, no es eso.
—¿Entonces? —me abraza por detrás plasmando sus labios sobre mi cuello.
—¿Me llevas a comer helado de chocolate? —me mira extrañado queriendo reír de nuevo.
—¿Helado de chocolate?
—Sip.
—¿A esta hora mi amor? —asiento.
—Se me antojó. —me encojo de hombros.
—Escuchando eso realmente pensaría que estás embarazada —suelto una risita nerviosa y le golpeo el hombro.
—¡Que gracioso eres! —me muerdo el interior de la mejilla.
—Bien, todo el helado que desees, mi reina. —toma mi mano cuando las puertas se abren en el estacionamiento subterráneo. Los escoltas nos aguardan listos para partir, él toma sus llaves y abre para mi la puerta del copiloto.
Acordamos llevarles uno a los mellizos, sabemos cuánto les encanta atiborrarse de helado a estas horas.
Llevamos cosas para la cena y nos desplazamos de aquí y allá juntos como si fuéramos un par de adolescentes liberales.
—¿Cuándo me dejarás hacerlo? —pregunta abrazado a mi cintura mientras detallamos la vista en el muelle y yo ingiero mi helado feliz.
—¿Que? —me hago la desentendida. Sé a lo que se refiere.
—Vamos nena... —besa mi cuello poniéndome la piel de gallina—, déjame embarazarte...
Parece un niño pequeño pidiendo que le den su dulce favorito.
No te imaginas amorcito.
—Quizás lo deje como un regalo para ti.
—¿Cuándo? —pregunta emocionado.
—Más pronto de lo que crees bebé...
Le doy una cucharada de mi helado y beso sus labios con sabor a chocolate.
Realmente me doy cuenta que tomé la mejor desición de mi vida al casarme con este hombre que se ha convertido no solo en mi compañero de vida, sino más bien; mi mundo entero.
Fin.