Dos horas después...
Peter y Dorcas se estaban besando, rodando hacia atrás sobre la hierba. Todos estaban borrachos, pero probablemente ellos eran los más borrachos.
— ¡Váyanse a una tienda, si van a hacer eso! — James les arrojó una lata de sidra vacía.
— ¿Te importa, Moony? — Peter salió a la superficie, rojo en la cara y con los ojos nublados — ¿Si vamos a la nuestra? Puedes acostarte con Prongs y Padfoot, ¿no?
— Oh, no te preocupes — Remus agitó una mano — Encontraré algún lugar. — Sirius todavía no lo había mirado, y tenía la sensación de que después de las revelaciones de la noche no sería particularmente bienvenido.
Peter y Dorcas desaparecieron, se oyeron unas risitas ahogadas dentro de la tienda, luego el silencio fantasmal y hueco de un hechizo silenciador.
—Puedes compartir con nosotras si quieres, Remus — Mary dijo, levantándose para irse a su propia tienda. Lily asintió.
— Sí, nuestra carpa es mucho más grande, ven con nosotras.
— Gracias chicas — sonrió, realmente estaba agradecido. — Vayan ustedes, todavía no estoy cansado. Creo que simplemente iré a caminar.
Se levantó, con los miembros rígidos y doloridos, y se dirigió al mar. Ahora el lugar estaba bien oscuro, lejos del fuego, pero Remus siempre había podido ver en la oscuridad. La marea estaba alta y más fuerte que nunca. Soplaba una brisa fría. Buscó un cigarrillo en su bolsillo trasero. Lo encendió e inhaló profundamente, cerrando los ojos, sintiendo que ahora realmente podía pensar.
Se alegraba de haberlo dicho, sin importar la reacción, pero aún consideraba irse. Ok, ninguno de las ellos quería patearle la cabeza, pero quién sabe cómo actuarían todos en la fría luz de la mañana, severos y sobrios. ¿Era mejor o peor que ser un hombre lobo?
Aún podría aparecerse, si quisiera; ir a buscar a Grant, tal vez. Remus sintió una oleada de culpa. No había pensado en Grant en un tiempo, tal vez en todo el año. El chico había sido muy amable con él; lo había acogido, y había estado dispuesto a alojarlo indefinidamente. También le había dado a Remus un excelente consejo, si tan solo Remus lo hubiera tomado. "Mantente alejado de los chicos elegantes."
— ¿Estás bien, Moony? — James se le acercó. Remus se volvió. Sirius estaba con él, luciendo avergonzado. Parecía como si James lo hubiera arrastrado contra su voluntad. Remus no se sorprendió.
— Estoy bien, — asintió. Le ofreció a James un cigarrillo. James negó con la cabeza.
— Solo... quería ver si estabas bien.
— Bien, gracias.
— Claro.
— Perdón si hice las cosas incómodas.
— ¡No lo hiciste! — Dijo James, un poco demasiado ansioso, como si hubiera estado esperando que Remus lo mencionara primero. Sirius hizo una mueca, pero solo Remus se dio cuenta. — Honestamente, amigo, nos alegra que nos lo hayas dicho, de verdad.
Remus solo asintió y miró hacia el mar, dando otra calada a su cigarrillo. Detrás de él, escuchó a James empujar a Sirius, obviamente tratando de que dijera algo tranquilizador y amistoso, pero fue en vano.
James habló de nuevo: — No te escapes, ¿de acuerdo, Moony?
Remus se volvió, arqueando una ceja. James estaba sonriendo. — Sí, sabemos cómo eres. Quédate, ¿ok? Todo está bien. Incluso a Pete no le molestó tanto.
— Pete — resopló Remus — está demasiado ocupado tratando de terminar lo que empezó.
— No puedo culparlo. — James rió. Tocó el hombro de Remus — ¿Quieres hablar sobre eso?
Remus negó con la cabeza, mirando hacia abajo. Apagó su cigarrillo e inmediatamente encendió otro. Sirius quería uno, podía decirlo. Pero Remus se sentía beligerante y, a menos que Black lo pidiera, como un ser humano normal, no iba a conseguirlo.
— Gracias, James. — Remus dijo, deliberadamente, exhalando humo — Eres un verdadero amigo.
— Aún somos los merodeadores. — James sonrió, cansado. Bostezó. — Creo que me voy a acostar. ¿vienes?
— Voy a fumar otro, después de este. — Remus levantó su segundo cigarrillo.
— Yo también quiero uno. — Sirius dijo, con brusquedad. James asintió con la cabeza, reprimiendo otro bostezo y se alejó.
— No vuelvan apestando a humo de cigarrillos, ustedes dos. — Lanzó sobre su hombro, mientras caminaba hacia la fogata en el césped.
Remus volvió su mirada al mar, pero le entregó la caja a Sirius. Le oyó sacar un cigarrillo, encenderlo, e inhalar. Lo esperó.
— ... ¿Por qué dijiste eso? — Dijo Sirius.
Remus cerró los ojos y sonrió suavemente. No quería una pelea, pero estaba listo para una, siempre estaba listo.
— Porque quería. Solo quería que saber qué pensaban, de una forma u otra.
— Es como si... te hubieras lanzado y cambiado todo a mi alrededor. — No sonaba como si lo estuviera acusando. Sonaba herido.
— No quise hacerlo. — Dijo Remus.
— ¿Esperabas que yo también dijera algo?
— No, no esperaba nada. — Remus espetó. — En realidad, no tenía nada que ver contigo.
— Bien, bien. — Sirius levantó las manos en señal de rendición, todavía luciendo incómodo. — Tan solo... pensé que podrías haberme dicho a mí en primer lugar, eso es todo. Dada la... situación.
Esto tomó a Remus completamente desprevenido, y finalmente miró a Sirius.
— ¡¿Quieres decir que no lo sabías ya?! ¡¿Cómo podías no saberlo?!
— Dijiste que no lo eras. — Sirius se encogió de hombros. — Como yo dije que no lo era. Pensé que ambos estábamos en la misma página, eso es todo.
Remus encontró que su ira regresaba. Típico de Sirius, nunca piensa en nada más que en su propia gratificación personal, sin considerar ni una sola vez que alguien más podía llegar a tener sentimientos o pensamientos.
— Obviamente no lo estábamos. — Dijo con frialdad. — De todos modos, no veo como te afecta ahora. Si eso es todo lo que te preocupa, no lo pienses mucho. Estás a salvó conmigo. — Remus dijo, impasible. — No voy a contarle a nadie sobre nosotros y dudo que alguien sospeche de ti, teniendo en cuenta tu considerable historial con las chicas. No veo por qué te importa tanto lo que le digo a la gente.
— Me importa. —Protestó Sirius.
Remus cerró los ojos. Hace unos meses, eso habría sonado maravilloso. Pero Dios, estaba tan cansado.
— ¡¿Remus?! — Sirius sonaba medio molesto, medio asustado — yo puedo preocuparme por ti y no... ya sabes, no gritarlo a los cuatro vientos.
— Querer salir conmigo no es lo mismo que preocuparse por mí.
— ¡Remus! Maldita sea, solo porque yo no... no he llegado a donde tú estás, todavía. No significa que no tenga los mismos... uf, carajo. — Sirius maldijo por su propia falta de articulación.
— ¿Y todas las chicas? — Remus gruñó.
— Eso es... eso es diferente.
— Okay. — Remus suspiró, su voz vacía. Estaba dispuesto a dejarlo ahí. Sirius no lo estaba.
— No lo entiendes.
Remus no dijo nada. No veía qué tenía que entender. Solo tenía que ser el más fuerte de los dos.
Sirius continuó, una mano en el brazo de Remus. — Cuando pienso en mí con ellas, puedo... verlo, ¿sabes? Sé cómo saldrá todo. Sé lo que se supone que debo hacer. Cuando pienso en nosotros... ya sabes, nosotros en verdad. Tan solo... no puedo ver cómo termina. Intenté no pensar en eso mucho. Así que, sí, sé que he sido un idiota, pude haber manejado las cosas mucho mejor, pero te juro, no quería que terminara así. — Su respiración era superficial ahora, Remus podía escuchar su ritmo cardíaco aumentando por segundo — No quería que terminara en absoluto, para serte honesto.
Remus asintió. Apartó la mano de Sirius, suavemente, mirando al mar. Sabía que Sirius lo estaba observando, pero seguía mirando hacia adelante.
— Mira, Sirius, no quiero ser cruel contigo. Yo sí entiendo todo eso que dijiste. — Realmente lo hacía, ¿No lo había repasado todo en su propia cabeza? — Sé que no es fácil para ti.
Sirius soltó un suspiro aliviado ante eso, pareció relajarse un poco. Quizás estaban llegando a algún lado por una vez.
Remus continuó — Pero... es fácil para mí. Soy gay, ¿si? Sé que cuando empezamos dije que no lo era... bueno, no debería haber dicho eso, porque si lo soy. Y no estoy diciendo que tú también seas gay, o que tengas que serlo, ni nada, pero no podía seguir con eso sin que tú... Solo, no sé... sin que tú lo entendieras.
Sirius lo estaba mirando muy de cerca mientras decía esto, pensando mucho. Remus sabía cómo se veía cuando pensaba; cuando estaba resolviendo un problema. No se veía travieso, descarado o sarcástico, era solo una mirada profundamente solemne y seria. En realidad, era muy sexy, pero Remus trató de ignorar esa parte.
Finalmente, después de pensar, Sirius asintió brevemente.
— Ok entonces. — Dijo, simplemente.
— ¡¿Qué?! — Remus frunció el ceño.
— Joder, ya lo entendí. Mensaje recibido. — Sirius apagó su cigarrillo en la arena mojada.
— ¿Y qué? — Remus se quedó boquiabierto — ¿Dejamos las cosas como están?
Sirius se rascó detrás de la oreja, mirando hacia abajo, un gesto extraño y tímido.
— Preferiría que no.
— Preferirías que no. — Remus repitió, estupefacto.
— No. Quiero decir, si quieres que vaya diciéndole a todos los que conozco sobre eso, lo siento, pero no todos tenemos tantas bolas como tú. Necesito más tiempo. Pero... podría intentarlo.
— Podrías intentarlo. — Este no era para nada el resultado que Remus se había imaginado cuando comenzó la conversación. — ¿Qué quieres... ?
Sirius lo interrumpió, colocando una palma en la mejilla de Remus para girarla hacia él, y besándolo suavemente en los labios.
— Quiero decir que lo intentaré. — Dijo, mientras se alejaba. — Te extraño, Moony.
Oh, no puede ir y decir algo así... Remus lo agarró y y lo tiró hacia él. Era como el agua después de una sequía, un refugio en una tormenta: eran el punto quieto del mundo que cambia y todos los demás clichés estúpidos y descuidados que se te ocurran. Se besaron durante mucho tiempo, y cuando se separaron prácticamente estaban jadeando del alivio.
— ¿No más chicas? — Preguntó Remus, todavía sosteniendo a Sirius en su lugar, como si fuera a huir.
— No más chicas. — Sirius estuvo de acuerdo. — Veamos primero cómo resulta esto.
— Oh, encantador. — Remus lo soltó, satisfecho.
— Cállate. — Sirius le dio un codazo con el hombro, con las manos dentro de los bolsillos. — Vamos, volvamos a la tienda, ¿eh? Me estoy congelando.
Caminaron hacia las tiendas y hacia el fuego moribundo de espaldas al viento.
— Creo que estoy borracho — dijo Remus, tembloroso. Se sentía todo conmovido. — Tomo malas decisiones cuando estoy borracho.
Sirius se rió y apretó su hombro rápidamente.
— Lo sé. Te prometo que esta no es una de ellas.
— Ok. Q— Confío en tí...
Desafortunadamente, encontraron que ninguna de las carpas estaba disponible. La tienda que Remus había estado compartiendo con Pete estaba bien y verdaderamente ocupada, por los sonidos de la misma. Sirius hizo una mueca y lanzó un nuevo hechizo silenciador sobre el que flaqueaba.
— Aficionados. — Él murmuró.
También lanzó un hechizo silenciador sobre la tienda de James y Sirius. Mary asomó la cabeza por la siguiente, riendo.
— ¡Son James y Lily!
— ¡¿En serio?! — Sirius se quedó boquiabierto. — Maldita sea. Quiero decir... wow, como que quiero entrar y estrechar su mano.
— Tengo la sensación de que sus manos están ocupadas. — Remus arqueó una ceja.
— ¿Quieres entrar conmigo, Remus? — Mary preguntó, achispada.
— ¿Qué hay de Sirius?
— Oh, claro... ugh bien, me quedaré con Marls. Buenas noches, muchachos. — Se arrastró por la hierba hasta la tienda de Marlene.
Sirius y Remus se miraron el uno al otro por unos momentos, antes de que Sirius entrara primero. La tienda de las chicas era mucho más cómoda que la de ellos, llena de mantas y almohadas y un colchón.
— Sabía que deberíamos haber hecho que las nacidas de muggles nos arreglaran nuestras tiendas. — Sirius refunfuñó, mientras se acomodaba. El colchón era viejo y se hundía un poco en el medio, enrollándolos de una manera casi cómica. Al final, la única forma de sentirse cómodo era acurrucándose como cucharas.
— ¿Está bien si hago esto? — Preguntó Remus, mientras pasaba un brazo alrededor de la cintura de Sirius.
— Por supuesto. — Sirius respondió.
— Podríamos dormir...
— Sonoro Quiescis.
— Ah, está bien...
Bien. Ha pasado un tiempo.
Después, Remus se sintió más despierto de lo que nunca se había sentido en su vida. Su cerebro estaba lleno de preguntas, declaraciones, pensamientos, palabras. Se sentía como si hubiese salido de su escondite, como si se hubiese quitado un disfraz que había usado demasiado tiempo. Quería mostrarle cada parte de sí mismo a Sirius; quería que Sirius lo viera.
— ¿Sirius?
— ¿Mmhh?
— Hay algo más que necesito decirte.
— Oh Merlín — gruñó Sirius, rodando sobre su espalda, adormilado — ¿Y ahora qué?
— Soy un... bueno, no tengo hogar.
— ¡¿Qué?! — Sirius abrió los ojos y se dio la vuelta de inmediato — ¿Qué?
— Desde que cumplí diecisiete. Ya sabes, soy mayor de edad ahora, así que...
— ¿Así que te echaron?
Remus asintió, contento de compartir el problema.
— Sí, así que una vez que Hogwarts termine el próximo verano, no tendré a dónde ir...
— Bastardos. — Sirius dijo enojado. Miró a Remus muy seriamente — Puedes quedarte conmigo y con James, en los Potter. No les importará, sé que no. Luego, cuando termine la escuela, encontraremos nuestro propio lugar.
— ¡¿Nosotros?! — Remus arqueó las cejas.
— ¡Sí! — Sirius respondió, feliz, cruzando los brazos detrás de la cabeza. — Será como en la escuela, tú, yo, James y Pete, todos juntos.
— Oh — Remus se dio cuenta de lo que había querido decir. — Sí, suena genial. Tengo un poco de dinero que Lyall me dejó.
— Pff. — Sirius respondió: — Tengo suficiente dinero para todos nosotros, no te preocupes por eso.
— Está bien — dijo Remus. — No me preocuparé.
— Vete a dormir — dijo Sirius — o estarás hecho polvo mañana.
— Está bien — repitió Remus, cerrando los ojos.