31 Días [COMPLETADA ✔]

By Camila__Mendiola

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¿Sabes? No todo en él fue siempre oscuridad y perversión, como todos, Henry había tenido una linda infancia l... More

Antes de leer.
P r ó l o g o
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15 [Final].
E p í l o g o
Agradecimientos.

Capítulo 9.

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By Camila__Mendiola

Segunda semana, creo que hoy era lunes, el día después de mi cumpleaños. Ayer —después de haberme encerrado nuevamente en el sótano— Henry se había ido a desaparecer los cuerpos de sus padres tal y como lo hizo con el doctor.

Esta vez, ya no me había puesto las esposas; el silencio que reinaba en la habitación era frustrante, me desesperaba a cierto punto. Pero todo esto era mejor que pasar un solo segundo con ese maniático. El silencio se había vuelto uno de mis mejores amigos, me hacía entrar en un bucle de pensamientos de los cuales era difícil salir, recostada en mi cama; mirando el techo la imagen de mis padres vino a mi mente.

No se merecían esto, ellos eran buenas personas que no le hacían ningún mal a nadie. No se merecían estar sufriendo por su hija desaparecida.

¿Hasta cuándo? ¿Cuándo será el momento en el que pueda salir de aquí?

Lágrimas comenzaron a dejar mis ojos mientras caían por mis mejillas, un sollozo involuntario salió de mi garganta ¡¿Por qué yo?! ¿Cuál fue el mal que yo hice para merecer esto? No era justo. La puerta se abrió así que me obligué a dejar de llorar, no quería que él me viera débil; así que helé mi expresión lo más que pude para verme fría.

—Preparé el desayuno.

—No tengo hambre, prefiero quedarme aquí sola.

—Definitivamente no te quedarás aquí, ayer no comiste casi nada, hoy no harás lo mismo.

—Ya te dije que no tengo hambre.

—¡Maldita sea, Lauren! —gritó— No hay ni un solo día en que te esmeres en joderme la maldita existencia con tus protestas.

—Si tanto te molesta que me la pase protestando y quejándome, libérame, así ya no sería ninguna carga para ti.

—Ya te dije que no haré eso, Lauren.

—¡Y aquí va ese maldito nombre otra vez! —grité, ya me había hartado—. ¡Entiende de una puta vez que yo no me llamo Lauren! ¡Ella está muerta desde hace un año!

Su mano impactó en mi mejilla sana con una fuerza brutal como siempre solía hacer cada que me golpeaba, esta vez mi rostro no cambió en lo absoluto, me mantuve con la expresión seria y las lágrimas, por muy impresionante que fuera, esta vez no invadieron mis ojos como siempre.

El dolor se estaba volviendo parte de mí.

Con un movimiento lento volví a girar mi cabeza ya que con el golpe se había girado al lado contrario y me mantuve con la expresión fría, no iba a darle el gusto de que me viera débil; eso se había acabado.

—¿Por qué te esmeras en herirme? —habló con la voz débil, pareciera que iba a llorar—, por favor deja de decir esas cosas ¿Acaso ya no eres feliz conmigo? —y pasó: Henry se estaba derrumbando frente a mí— ¿Ya no me amas?

—Henry yo...

—Es por ese chico ¿No? —preguntó, su voz había tomado un tono amargo—, aquél con el que estabas cuando te traje aquí.

—¿Matthew?

Matthew...

Había olvidado por completo que aquél día Matthew se encontraba conmigo ¿Qué habrá sido de él? ¿Estaría buscándome? Si me había confesado ese mismo día que me quería significa que le estaba comenzando a importar ¿No es así?

Entonces me vino una idea a la cabeza que quizás, solo quizás lograría hacer que Henry perdiera un poco el interés en mí y dejara de "importarle"; tal vez con eso lograría hacer que dejara de prestarme tanta atención.

—Sí, todo es por él —dije refiriéndome a Matt—, porque lo amo como nunca podré amarte a ti jamás. Tú no me importas.

Traté de hacer que mis palabras sonaran lo más hirientes posibles para hacerlo entrar en razón, y si, tal vez me estaba ganando otro golpe pero dudo que lo haga estando en ese estado de vulnerabilidad. Su mirada pasó de ser una llena de tristeza a ser una de completa confusión, al parecer no estaba entendiendo mis palabras.

—Mientes.

—No miento Henry —busqué su mirada hasta que sus ojos conectaron con los míos, era hora de lanzarle un último golpe— Matthew es al que yo amo, no a ti.

—¡Ya basta! —tapó sus oídos con completa desesperación— ya basta, ya basta, ¡Ya basta! —repitió frenéticamente.

—Querías que te dijera la verdad y ahí la tienes, perdona si fue lo suficientemente hiriente para que no lograras soportarla.

—Ya para.

—De acuerdo —alcé mis manos, dando a entender que dejaría el tema.

Henry me miraba fijamente solo que esta vez sus ojos transmitían una emoción diferente al enojo que siempre frecuentaba: tristeza, nostalgia.

—Ven conmigo —su voz se escuchó demasiado calmada, lo cual me sorprendió—. Te mostraré algo.

No sabía si confiar en él, su tranquilidad me transmitía desconfianza; sin embargo lo seguí. Salimos del sótano; él me guiaba por el pasillo hasta que nos detuvimos en una puerta.

—¿Qué hay detrás de la puerta? —pregunté.

—Mi habitación —su mano cogió la perilla y le dio vuelta, empujó un poco la puerta hasta que se abrió un poco—, entra.

—¿Para qué?

—Sólo hazlo.

Empujé la puerta de madera hasta que se abrió completamente, mi mirada se comenzó a pasear por la habitación mientras que me adentraba poco a poco en ella, era grande, bonita, ordenada y sencilla, miré la pequeña mesa de noche donde lo primero que llamó mi atención fue una fotografía.

La observé detalladamente, era él, abrazando a una chica muy parecida a mí, sin problemas, ella debía ser Lauren. Me acerqué, dispuesta a coger la fotografía para apreciarla más de cerca.

—No la toques —demandó alzando su voz solo un poco, yo me asusté—, no toques nada.

No respondí, comencé a pasearme por la habitación, observando todo con detenimiento: un armario con puertas corredizas era el dueño de toda una pared, el escritorio donde estaba la foto tenía encima una pila de libros, había un par más con la diferencia de que estaban abiertos; también había una computadora conectada a una impresora y muchos plumones, lápices y bolígrafos. La cama era enorme y se veía esponjosa y cómoda así que no dudé en caminar a esta y sentarme, volteé hacia la izquierda encontrándome con un librero enorme que llegaba hasta el suelo, estaba lleno de, libros, comics y discos de vinilo; las paredes estaban decoradas con posters de bandas de rock y algunas fotografías.

—Es linda tu habitación —murmuré.

—Sí —se sentó a mi lado en la orilla de la cama—, te encantaba que los dos estuviéramos aquí, la mayor parte del día nos la pasábamos viendo películas o alguna serie.

—¿Dónde estamos?

—En la cabaña que construimos para los dos.

—¿Para los dos? ¿Vivíamos juntos?

—Íbamos a vivir juntos, después de que nos casamos a escondidas de nuestros padres decidimos que queríamos estar juntos siempre; por eso, con los ahorros que estaba juntando durante un tiempo decidí invertirlos en construir una cabaña. Tú querías que nos alejáramos del mundo así que por eso decidimos construirla en el bosque.

Bien, algo estaba sucediendo aquí: Henry se estaba portando amable, no me gritaba y respondía a las preguntas que le hacía sin molestarse; estaba en estado vulnerable, entonces debía sacarle el mejor provecho.

Su cuerpo se inclinó hacia atrás hasta que su espalda quedó sobre el colchón, me dio una mirada rápida y después me dijo:

—Ven, recuéstate conmigo.

Así que sin protestar, lo hice. Como dije, estaba vulnerable; no quería hacerlo enojar negándome a lo que me pidiera. Mi cabeza se giró un poco para mirarlo y él hizo lo mismo, el colchón se sintió suave en mi espalda, definitivamente era mucha la diferencia entre este y el que Henry me tenía en el sótano para dormir; involuntariamente solté un pequeño bostezo.

—¿Tienes sueño?

—No, para nada.

—Bien —él cogió mi mano no lastimada y entrelazó nuestros dedos, su mirada volvió al techo— ¿Sabes por qué hay nubes pintadas en la habitación? —preguntó mirando el techo, yo no me había dado cuenta de ello hasta que también giré mi cabeza para mirar el techo y, efectivamente; había nubes pintadas en este.

—No —giré mi cabeza para volver a verlo.

—Porque amabas acostarnos en el patio de tu casa a ver el cielo, era algo muy especial para mí, siempre que estábamos juntos yo no podía parar de decirte cuanto te amaba, te veía tan feliz a mi lado —y entonces quedé helada al ver lo que sucedió: una lágrima había caído de su ojo, no sabía que sentir.

Sentía lastima, tristeza, dolor por él, Henry amaba a esa chica, pero eso no justifica esto, él estaba loco, era un enfermo, quisiera ayudarlo pero sé que eso sería como hacer que un pez respirara en la superficie: Imposible.

Entonces ¿Qué carajos le digo? Es el loco que me ha secuestrado y maltratado. Debería sentir odio en vez de pena.

—Las voces de mi cabeza me dicen que tú no eres ella, que debo dejarte libre o asesinarte —soltó un suspiro.

—Pero ¿Por qué no lo haces?

—Porque cuando te veo a los ojos me doy cuenta de que mienten, tú eres Lauren, tú eres mi chica. Créeme que a veces, cuando veo que te hago daño quisiera dejarte ir para que ya no tengas que soportar mi estúpido mal humor pero, siendo sincero; no me siento bien si no estás, no quiero estar solo sin ti —habló con tristeza, me acerqué y lo abracé, me sentía mal por él, pero ¿Por qué?

Él no es una buena persona, traté de que ese pensamiento se quedara en mi cabeza.

¿Cómo podrías hacerle daño a la persona que se supone que tu amas? Una persona que te ama no te secuestra, no te golpea, no te hace sentir que eres miserable con el pasar de los días; una persona que te ama se esmeraría por hacerte sentir bien, por tratar de quitarte las inseguridades, por hacerte sentir querida. Lo que a Henry le sucedía no era amor ni ningún tipo de cariño, era una obsesión nada sana para él; el no aceptar que su novia había muerto era lo que tarde o temprano lo terminaría destruyendo.

Él solo se haría caer por el vacío de su propia perdición.

—¿Por qué no puedes amarme a mí? ¿Qué tiene él que yo no? —preguntó refiriéndose a Matthew— ¿Cuándo fue que me dejaste de amar?

No sabía que decir, las palabras se habían esfumado de mi cabeza; lo único mejor que se me ocurrió hacer ene se momento fue evadir sus preguntas.

—¿Podrías darme algo de comida? —asintió, así que resignado, se levantó de la cama soltando un muy sonoro suspiro.

—Vamos.

[...]

No sé qué hora era cuando escuché el chirrido de mi puerta, alguien estaba entrando en la habitación lo cual me preocupó; estaba segura de que ya era más de media noche y se supone que a esta hora Henry debería de estar durmiendo.

Gran equivocación. Pues era él quien entraba por esa puerta, no se encontraba bien; o al menos, eso parecía pues se venía tambaleando y casi tropieza con sus propios pies en un par de ocasiones. Me senté en la cama, apoyando mi espalda contra la cabecera.

—Henry ¿Qué haces aquí? Deberías estar durmiendo.

—¿Por qué no puedes amarme como a él? —arrastró las palabras: estaba borracho.

¿Cómo a él? ¿Acaso se refería a Matthew? ¿Enserio seguía con lo que me dijo esta mañana?

—¿De qué estás hablando? —caminó hacia mí hasta sentarse conmigo en la cama.

—Ámame, Lauren —se estaba acercando mucho, invadiendo mi espacio personal.

—Henry, estás borracho —nuestros rostros estaban solo a centímetros, estaba incómoda— ¿Podrías levantarte? Esto es incómodo.

—Te amo mucho, Lauren.

Y me besó.

Me había tomado tan desprevenida que no supe cómo actuar por un par de segundos, entonces, cuando vi que comenzaba a quitarse la chaqueta entré en pánico y logré reaccionar.

—Henry —pronuncié apenas en un susurro— Henry ¿Qué estás haciendo?

—Hoy serás mía.

—No...

Las palabras quedaron en el aire cuando Henry volvió a besarme, me había tomado de las piernas y me jaló hasta quedar otra vez acostada en la cama con él encima de mí; detuvo el beso un segundo para sacarse la camisa de encima y levantar mi blusa para intentar quitármela.

—No por favor —mi voz se quebraba, lágrimas se comenzaban a formar en mis ojos.

—Shh, cállate y coopera.

—No me hagas daño Henry, por favor.

Traté de luchar para que Henry no me quitara la blusa pero él termino por romperla con sus manos al ver que sacármela por la cabeza no daba resultados, estaba temblando; tenía miedo.

Esa noche Henry me violó, y lo hizo bajo los efectos del alcohol; no tuvo compasión, no escuchaba mis suplicas. Simplemente lo hizo, me había lastimado no solo físicamente sino también psicológicamente; me sentí usada.

Me sentí sucia.

[...]

Una semana después.

Ya había pasado otra semana y, sinceramente, fue peor que cuando pasó la primera. Después de aquella vez en la que fui violada por Henry todo se reducía a eso: gritos, golpes y súplicas que nunca eran escuchadas

Hoy no había salido de la habitación en todo el día, mi mano tenía un proceso de sanación lento pero ya me había quitado la venda y ya no dolía mucho, la herida que tenía en mi otro brazo ya había sanado y como era de esperarse, había dejado una cicatriz y si; también la herida en mi mejilla. Esa era la que más pena me daba, la que miraba con odio; era su marca. El maldito recordatorio que tenía de Henry estaba justo en mi rostro, donde todo el mundo podía verlo.

Estaba furiosa.

No podía seguir aquí un día más.

Henry emergió de la puerta, dejando que un poco de luz entrara a la habitación.

—Hola bonita.

Odiaba que me dijera así.

—¿Tienes hambre?

No respondí.

—La comida está servida en la sala, podríamos ver algo de televisión mientras comemos —fruncí mi ceño.

—¿En la sala? ¿Me vas a sacar de aquí?

—Solo para comer.

—¿Por qué?

—Protestas porque quieres salir de aquí y cuando te dejo salir aunque sea dentro de la casa ¿También te pones a protestas? Cada ver te entiendo menos.

No tenía caso que me opusiera a lo que él me dijera, si lo hacía, sabría que terminaría lastimada; así que por esa misma razón ya no contesté. Sin pronunciar ni una sola palabra, salí por la puerta pasándole por un lado a Henry, caminamos hasta que llegamos a la sala y nos sentamos en el sillón; sentí el metal frio de las esposas en mi muñeca lo cual no me sorprendió nada.

—Ahora vuelvo —y se fue para la cocina.

Yo por mi parte tomé el control de la mesita y encendí la televisión, no había mucho que ver más que el canal de las noticias locales así que le dejé ahí.

—... Así que si llegan a ver a este joven por favor llamen a las autoridades.

Terminó de pronunciar el hombre que daba las noticias ¿Había desaparecido otro chico además de mí?, de inmediato la foto del chico que Henry había raptado apareció en la pantalla junto a toda su información. Henry volvió de la cocina y dejó los platos de comida en la mesa mientras que al mismo tiempo se sentaba a mi lado.

—Una joven más, de diecinueve años de edad también lleva desaparecida dos semanas; responde al nombre de Alice Cooper.

Enseguida mi foto apareció en la pantalla junto a mi información.

—Que te parece —habló Henry— están buscándote, amor.

No dije nada, solo seguí observando la pantalla.

—Solo que se equivocaron en dos cosas —lo miré confundida.

—¿En qué?

—En que té te llamas Lauren y no Alice y que no desapareciste.

—¿A no?

—No, solo te traje a casa; conmigo, donde perteneces.

—Estás loco.

Y le di un bocado a la comida, la cual tenía un sabor muy extraño.

[...]

Desperté por un ensordecedor ruido, la noche ya hacía mucho que había llegado a nosotros; estaba segura que ya pasaba más de la media noche. Me pasé las palmas de mis manos por los ojos, tallándolos para quitarme un poco del sueño que aún llevaba conmigo encima.

Entonces un grito desgarrador me hizo dar un respingo, eso fue suficiente para lograr que el poco sueño que aún sentía sobre mí se esfumara por completo. Un grito más se escuchó por toda la cabaña, estaba segura de que si estuviéramos en una zona donde más gente habitara lo hubieran escuchado.

¡Basta! ¡Por favor! —se escuchó que gritó una voz.

¡Cállate! —esa era la inconfundible voz de Henry.

Y entonces se escuchó el golpe de piel con piel, las protestas también se habían detenido. Por un momento pensé que eso sería todo por esta noche pero me equivoqué, después de unos minutos, el estrepitoso ruido de una puerta siendo azotada me hizo dar un último respingo del susto.

Recosté mi cabeza nuevamente en la almohada y cerré mis ojos nuevamente, lo que sea que haya sido todo eso me había dejado asustada y confundida; estaba dispuesta a conciliar el sueño nuevamente cuando se volvieron a escuchar unos fuertes gritos peores que los primeros, seguidos con un ruido extraño, era como si estuviera una corriente eléctrica.

Me coloqué la almohada encima de la cabeza, tratando que aquellos terribles gritos de agonía fueran ahogados, cerré mis ojos otra vez; dejándome guiar por la tierra de los sueños.

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