LA TEORÍA DE KIM.《version one》

Par Incompletelyrics

20.5M 1.1M 10.6M

Primer borrador disponible por valor sentimental. Gratuito. Versión fanfic. Portada Fanmade La noche en la qu... Plus

PRÓLOGO
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capitulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintisiete (Final)
EPÍLOGO
Agradecimientos

Capítulo Veintiséis

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Par Incompletelyrics

El siguiente capítulo presenta contenido que podría resultar fuerte y crudo. Por favor, mantener la discreción, objetividad y madurez al leerlo.

Os ruego no compartir textualmente la escena para evitar spoiler en redes sociales, o denuncias.  Deja que los demás también puedan descubrirlo. Si aún no has llegado a esta parte de la historia y vienes por "información", no olvides que no solo te subestimas a ti mismo sino también a mi trabajo.

Si eres sensible, sufres de depresión, o ansiedad, puedes saltarte el primer apartado. Se hará referencia a la escena para que puedas comprender el curso de los hechos.

Tu familia y tus amigos te aman. Si crees en Dios, no lo olvides. No estás solo, busca ayuda.

Yo te amo. Eres increíble y mereces todo el amor del mundo.







26.


2 de enero de 1987.
California.


La televisión en la esquina de la sala se había sintonizado en un canal que hasta hace poco no tenían en casa.

Y Taehyung, como el fanático de los dibujos animados que era, no pudo evitar quedar absorto en la pantalla con una gran sonrisa.

La situación le pareció hilarante; la película presentaba a un pequeño niño procastinador con su tarea durante Año Nuevo, eso le causó tanta gracia que su risa mientras veía la pantalla llamó la atención de su padre, quien bajaba por las escaleras extrañado de su comportamiento en medio de la oscuridad.

Kim Taehyung se reía mucho últimamente, no admitiría que estaba deprimido; era algo que en su tiempo ni siquiera era considerado válido o real, mucho menos, viniendo de un hombre adulto. Porque sí, él era todo un adulto ahora.

Tampoco hablaría sobre cómo las expectativas de lo que creyó sería su cumpleaños dieciocho habían caído en picada. Era tan fácil como decir que sus padres le recalcaron que ya tenía edad para mudarse lo más pronto posible. Y que eso sería lo mejor para todos.

O... el cómo al estar sentado en el centro, cuando sintió que no tenía a dónde ir, lo acorralaron entre varias personas para fastidiarle la existencia; aun cuando era alguien alto y fuerte que se defendió, tuvo claro que lanzarle de regreso el sobre con las fotos a Min había sido mala idea. Lo expusieron frente a toda la escuela, sí.

Esa idiotez conjunta no fue algo que le sorprendiera, él sabía que a muchos solamente lo hacían para sentir que encajaban, incluso si pertenecer significaba ser cruel. Pero comenzaron a joderlo tanto que hasta su solicitud universitaria se vio afectada.

La mañana de su cumpleaños, que era el trigésimo día de diciembre, lo golpearon tanto que sus pómulos se tornaron violáceos; y la sangre de su nariz manchó la nieve. Era una gran bienvenida al mundo adulto de parte de la vida para él.

Aun con todo eso, Taehyung siguió. Desorientado y bastante decepcionado con los acontecimientos, hizo lo más sensato que se le ocurrió, por lo que se arrastró a sí mismo al hospital del pueblo.

Un lugar que irónicamente en las demás líneas visitó en muchas ocasiones para cuidar de aquellos que le importaban; pero en esta, entró solo, con sangre seca todavía visible en su mentón, y moretones en la extensión de su cuello.

Para ser honesto, Taehyung creyó que un par de analgésicos, y el no arruinarle el año nuevo a sus padres con su presencia serían lo suficiente oportunos para pasar el rato. No esperaba que el médico le dijese que se quedara por más tiempo, y que él consideraba necesario hacerle un par de exámenes adicionales.

Por supuesto que intentó digerir con tranquilidad la sangre que le extrajeron, o que lo trasladaron a otra habitación, tampoco el hecho de que esos exámenes no bastaron. Lo gracioso de la historia era que después de semanas de escuchar a sus padres decir cuán enfermo estaba, ahora parecía ser literal.

No. Él no admitiría estar desesperado; porque aunque no quisieron decirle lo que estaba sucediendo sin presencia de sus padres, lo vieron con pena y él lo dedujo, como lo hacía siempre. Pero no quería escucharlo. Su juicio tenía anomalías que se multiplicaban, y su sangre también, aparentemente.

Así que esperó; amaneció en un nuevo año, y permaneció dentro de una habitación de hospital, escuchando a los enfermeros felicitarse, mientras él luchaba por asimilar todo de golpe.

El día pasó, por supuesto que no le importó firmar su propia salida, ya era inútil.

Quizá todo se derrumbó al mismo tiempo, o él era tan susceptible que parecía estar pagando algún pecado. Peor aún, comenzaba a pensar que estaba maldito.

Sí, estaba maldito.

Ahora, después de lograr regresar a casa, lo único que hizo fue sentarse en la alfombra, abrazando sus piernas contra su pecho mientras veía caricaturas. Feliz, porque aunque ese especial se hubiese estrenado hacía exactamente un año, al fin podía verlo.

—Taehyung... ¿Qué haces despierto aún? —le preguntó su padre. Pero el muchacho tenía la vista fija hacia el frente.

Esa risa, arrastrada y lastimera, que no fue capaz de contener hizo al mayor inquietarse. Se sentía un ambiente frío, acompañado de una bruma oscura que había penetrado en su alma, y la sala no era iluminada por nada más que el televisor.

—¿Aún? —murmuró—. No vine a casa en tres días, papá —su voz sonaba extraña, como la de aquel cuya garganta herida se rasgó por gritar angustiado.

—Hemos tenido muchas cosas qué hacer fuera, hijo, lo siento yo... —Intentó acercarse, el castaño le estaba dando la espalda, quieto, y él lo vio reír por lo bajo.

—No lo notaron porque... simplemente no estaban aquí, como siempre. Lo sé. ¿Qué tal las fiestas? Feliz año nuevo para ti, por cierto. —Taehyung negó con la cabeza—. No me sorprende. Dejar al enfermo y al lisiado sobrevivir por su cuenta —se burló en medio de un suspiro—. Clásico de ustedes.

—Escucha, no puedes solo asumir que... —Taehyung le interrumpió.

—Descuida... soy un adulto, entiendo lo que sucede. Solo me hubiera gustado que alguien contestara el teléfono cuando el hospital llamó.

—¿Hospital?

—Sí —le restó importancia alzando los hombros—. Pasé algún tiempo allí, pero estoy mejor.

Un escalofrío recorrió la espalda del mayor, cuando en lugar de molestarse se animó a sentarse en el sillón detrás de Taehyung, perturbado por su estoica expresión y lo crudo de sus palabras.

—De nuevo en peleas... Por favor, no busques más problemas, ya tienes suficientes.

—Claro... Siempre atraigo problemas —dijo riendo con fuerza e inclinando su cabeza hacia atrás, su tono de voz era ambiguo, sus palabras golpeaban al ser casi sarcásticas—. Oh, espera... ¡Ya sé! ¡Quizás el problema soy yo! —Sonrió pero era tétrico—. De todas formas me estoy muriendo, quizás el problema siempre estuvo dentro de mí.

—¿Qué? ¿Taehyung, estuviste bebiendo? ¿O de qué rayos estás hablando?

—Estoy... completamente sobrio, papá —divagaba, y tenía apnea al hablar. —No te asustes, no soy alcohólico.

—¿Entonces por qué hablas así?

Parecía que los alegres muñecos de la televisión le acompañaban al reír todos juntos de su desgracia.

Era cómico, sí, su padre no se atrevió a dirigirle la palabra en semanas por temor a las represalias de su madre. Y ahora, resultaba que quería hablar, justo cuando ya había tomado una decisión.

—Hace un tiempo tuve una revelación divina —ladeó la cabeza—, mientras hurgaba en tus cosas, lo confieso, en los cajones de abajo.

—¿Qué? No sé de qué hablas... —Él abrió los ojos sorprendido.  La idea era que nadie lo supiera; pero no fue así.

—También te vi disparándole a las aves desde la ventana.

—Escucha, solo fue una vez.

—Descuida, yo también oculto cosas. Pero ese no es el punto, sino... que me hizo sentir un poco de celos. ¿Sabes?

—¿Celos...?

No creyó que lo diría en voz alta pero los últimos años pensó mucho en matarse. De formas irónicas, con burlas a sí mismo, no le importaba bromear sobre eso, era absurdo pues nunca pasaría; tuvo ese pensamiento como una luz intermitente en su cabeza por algún tiempo, solo que ahora... esa luz se había quedado encendida.

—Sí... de la forma en la que todo terminó repentinamente para ellas... No lo sé.

—Solo estás cansado, Taehyung. La gente siempre tiene pensamientos así cuando no ocupan su mente en algo productivo. —El hombre negó al ponerse de pie. —No tengo cabeza para esto.

—He pasado mi vida entera con la mente ocupada, intentando serlo todo, hacerlo todo, y créeme... eso no hace la gran diferencia.

—No pienses más en esas cosas, ve a dormir. No te hará bien seguir aquí.

—Solo quería ver mi programa en paz. No pretendía hacer de esto algo teatral; simplemente no pensé que tendríamos esta conversación.

—¿Taehyung...?

—Silencio, estoy viendo televisión.

El mayor no supo contestar. Y le dejó sólo, a merced de sus ideas. Taehyung tragó con fuerza encogiéndose por un par de minutos.

¿Por qué sería necesario justificarse? ¿Por qué contar sobre los augurios de su cuerpo? ¿Por qué mostrar más vulnerabilidad? Nada de eso servía en el mundo real.

Él no era la clase de persona que apostara mucho por sus debilidades, se negaba a aceptar que las tenía. Tampoco buscó ser sentimental de alguna forma, esa idea de que "todo estaría mejor sin él" le parecía patética. Él no era relevante para el universo, nadie lo es, de hecho.

Aunque él no estuviera, el sol saldría sin falta en un nuevo día.

Su programa terminó exactamente a la 1:06 de la madrugada.

Y él exhaló con fuerza como si quisiera sacar todo eso que sentía en el pecho, cuando apagó la televisión antes de caminar con pasos ligeros hacia las escaleras, deslizando su mano extendida por el barandal con lentitud.

Bailando, consigo mismo y su cordura, en la oscuridad.

Se quedó quieto en el pasillo antes de observar con desdén la puerta blanca de la habitación contigua a la suya.

Seokjin era el único con el que creyó podría ser sincero. Y pensó que a lo mejor si hablaba con él todo estaría bien, decirle que huyeran juntos, que iban lograrlo. Podría haberle dicho que él pagó con sus ahorros la cuenta del médico porque quería ver a su hermano sano de nuevo incluso si Jin ya no lo quería.

Sabía que Seokjin no lo tomaría bien, y él no se lo reprochaba. Pero hacerlo le había costado su red de seguridad. Ahora ya no tenía dinero, ni ofertas, ni idea de cómo salvarse a sí mismo.

No pretendía seguir dañando a las personas a su alrededor, no.

Para alguien tan independiente como Taehyung, pensar en ser una carga le hizo sentir náuseas y deseos de arrancarse las uñas de la impotencia, de sentir su piel rasgarse al frotar con alambre de espigas puntiagudas sus heridas hasta que su carne se volviera en diminutos pedazos.

No quería. No debía. Pero más que eso, ya no podía.

Taehyung se acercó a su puerta y sollozó por lo bajo, sin atreverse a abrirla, o siquiera a tocarla.

—Jin... —musitó cuando su voz casi se perdió—lamento haberte decepcionado a ti.

Se dio la vuelta, sentía el cuerpo tan ligero que hubiese sido grato flotar hasta su habitación, en donde cerró la puerta con seguro al entrar.

Nunca reparó la ventana, ni la cortina; el frío que estos permitieron entrar, fue tan cruel, acorde con su alma turbulenta y aquella camisa de delgado lino blanco que era su favorita.

Un par de días antes cuando encontró el arma pensó que podía usarse para asustar a los tipos que lo molestaban; pero ahora, era más una herramienta.

Aún así era impaciente, ya lo había intentado una vez. La idea de agonizar tampoco le fascinaba.

No quería drama, despedidas incómodas o cartas trilladas en donde explicase por qué lo hizo. Él no haría de esto un estúpido evento.

No quería llorar. ¿Por qué sería necesario llorar?

Las expectativas de la vida eran muy altas y nunca podría llenarlas. Eso era todo. Él estaba muy equivocado, pensaba que era malo cuando en realidad sólo necesitaba amor.

En un sucio final, sacó el arma debajo de su almohada y la colocó contra su pecho quitando el seguro; pero dudó.

Tembló tanto porque no se sentía correcto, su corazón no tenía la culpa, era inaudito castigarlo por sus errores aún si su tórax se estremecía cuando pensaba en terminar.

Contuvo sus lágrimas cuando, poco a poco, sujetando el arma con ambas manos la llevó hasta su boca, en donde se sintió hipócrita al sentir el metal contra sus dientes en donde un hilo transparente de saliva se extendió al alejarla. Sus labios besados a la fuerza y las cosas que quiso decir pero nunca dijo, no eran los culpables.

Un exhale; su respiración tan pesada en medio de su propio dolor.

Finalmente, comenzó a respirar más lento cuando pensó que, en la consumación de sus decisiones, era su mente aquella que le orillaba a esto. No era ni la desilusión de un amor perdido, ni el rechazo de sus padres. Tampoco el futuro que se derrumbaba.

Era él quien ya no tenía voluntad.

Era él.

Incluso si podía hacer algo para detenerlo, buscar un nuevo camino, la posibilidad de salvarse estaba en sus manos; pero era su mente, era todo el conocimiento que le cegó.

Le hubiera gustado ser capaz de buscar redención; pero no la quería.

Nunca fue un vacilante, se negaba a serlo. Entonces, se colocó el fin en la sien, y esa mano que anotó tantas fechas en su calendario, fue la misma que jaló del gatillo.

Seco.

Seco y abrupto como el golpe de su cuerpo al desplomarse, con el arma cayendo en algún lado de la habitación cuando su espalda topó con la cama manchando las sábanas al deslizarse hasta que terminó en la alfombra.

La muerte es el máximo exponente de la fragilidad humana, porque se supone que los humanos deberían cuidar de sí mismos, y aun así se odian, desprecian tanto su fragilidad como para desear morir.

Esa madrugada en particular, poco antes,  Kim Seokwoo, entró a la habitación de huéspedes que había estado ocupando y se sentó en la cama consternado.

Él nunca fue partidario del favoritismo entre sus hijos. Sin embargo, no negaría que existía algo en Taehyung que nunca dejó de admirar. Además de tener esa sonrisa amplia que era idéntica a la suya como un digno representante de su apellido, su hijo menor, siempre tuvo la gran capacidad de ser coherente.

Por eso al escucharlo decir cosas sin sentido su voz le caló tan profundo que le dolió, dejándole con una irregularidad en el pecho al tragar y mucho en qué pensar al reflexionar que Taehyung nunca hablaba en vano, él era la persona más determinada que conocía.

No negaría que lo amaba mucho, a su manera, claro está.

Él lo entendió todo cuando esa corazonada que siempre tenía le obligó a caminar hasta su habitación matrimonial, a entrar apresurado a pesar de tener problemas con su esposa para buscar en el buró junto a su cama, en el último cajón, encontrándose este vacío.

Las palabras en su cabeza aparecieron como el sonido de Claro de Luna, notas fuertes, un tanto desesperanzadas. Y más que todo lentas como él para reaccionar.

Se quedó helado los segundos en los que dudó cuando el sonido fue tan fuerte que resonó por toda la casa. Y aunque corrió esperando solo ser paranoico, la puerta cerrada le hizo sentir que el tiempo se había detenido. Su esposa se despertó asustada, él apenas pudo articular sus palabras para explicarle cuando ella sintió que se desmayaría.

No sería la única; en contraste, Seokjin apenas comenzaba a levantarse de nuevo, tenía un rato despierto pero no le gustaba ponerse de pie, le hacía sentir inútil.  Era un joven, alguna vez fuerte, talentoso, cuya rodilla se había fracturado en muchas partes.

Kim Seokjin ya no era nadie.

Se removió incómodo como si supiera que algo estaba mal. Sintió náuseas, pero lo único que quería era seguir durmiendo. Se sentó a la orilla de su cama, buscando en la mesa de noche una de sus pastillas favoritas para dormir, pero no las encontró a su lado.

Le temblaban los hombros, la camiseta que tenía era inservible para abrigarlo. Sus músculos rígidos hicieron doler su espalda cuando enderezó esta y su alma parecía tener tanto frío que le era difícil respirar.

Se sobresaltó al escuchar la detonación que se sintió como un latigazo tan cerca quedándose en el aire, cuyo sonido hizo volar a las aves del árbol de enfrente y erizar su piel.

Ladeó la cabeza, contemplando con extrañeza la puerta antes de decidir ponerse de pie. Salió de su habitación por primera vez en semanas cuando escuchó golpes, siendo sorprendido por la escena en el corredor.

Sus padres parecían desesperados y Seokjin no alcanzaba a entender qué sucedía. O bueno, Seokjin desearía nunca haberlo entendido.

—¡Taehyung! —reprendió su padre—. ¡Abre la puerta ya! ¡Taehyung, abre la maldita puerta! —Golpeaba la madera de la misma, e intentaba girar el pomo sin conseguir resultados.

—¡Taehyung!  Por favor, ¡sal ya!—rogó ahora su madre, y Seokjin pasó su vista de él a ella sin entender la situación.

—Llama a los bomberos —dijo severo—, busca la llave. No lo sé. ¡Voy a tirar esa jodida puerta! —El mayor de todos se pasó las manos por la cabeza frustrado antes de moverse a su habitación apenas dándole importancia a Seokjin de pie en el pasillo.

El castaño no podía caminar bien y se sostuvo del barandal para intentar llegar hasta la habitación de su hermano.

—¿Mamá...? —dijo confundido al verla llorar golpeando la puerta—. Mamá, ¿qué sucede? —No contestó y eso lo hizo desesperar—. Mamá, ¿¡qué sucede!?

—Tu hermano... —tragó saliva a la fuerza, no pudo seguir hablando pero Seokjin supo qué era eso que ella fue incapaz de pronunciar.

Seokjin sintió los jugos gástricos de su estómago quemarle por dentro cuando la náusea lo invadió de nuevo. Taehyung no, él no.

Trastabillando llegó a la puerta, pudiendo mantenerse de pie con dificultad para golpear esa madera con tanta fuerza que creyó que sus brazos se romperían.

Él lo escuchó, tenía la certeza de que había sucedido ya, pero se negó a creerlo.

—¡Taehyung! —le llamó desesperado cuando su rostro se volvió rojo e incluso las venas de su cuello y frente se marcaron—. ¡Podemos arreglarlo! ¡Puedo ayudarte! ¡Lo juro! —Su voz tembló—. Te lo juro... Taehyung, soy yo. Ábreme la puerta.

Su madre estaba llorando y su padre regresó por el pasillo con el manojo de llaves para quitar seguro a esa puerta que separaba a Seokjin de la única persona que amaba sin ningún pretexto en el mundo.

Cuando la puerta se abrió y Kim Seokjin finalmente pudo entrar, contempló con horror la escena que más temía. En las cortinas, la alfombra, la sangre por todos lados.

Más que eso, su hermanito de ojos abiertos, con parte del cráneo expuesto y su cabello castaño manchado de carmín oscuro de donde un rojo vivo fluía, pintoresco en contraste con su piel.

Su madre gritó horrorizada, recargándose en la pared presa del pánico. Su padre, a quien difícilmente se le veía ser emocional, se movió veloz hasta el teléfono de su habitación; esto no era verdad, los paramédicos llegarían pronto, todo estaría bien.

Y Seokjin, el insensato, el impulsivo Kim Seokjin, intentó correr hacia el interior de la habitación, tropezando, casi dejándose caer en el suelo para llegar al castaño sin importarle mancharse las manos de sangre.

Se arrastró, atrayendo el cuerpo hacia él.  Y lo abrazó con pesar colocando la cabeza del chico sobre su regazo como cuando eran pequeños para verlo detenidamente.

—Taehyung, todo estará bien —dijo desesperado aunque era inútil—. Aguanta un poco. Eres fuerte. Prometo que seré buen hermano, lo juro, te estuve esperando para comer pastel por tu cumpleaños. No me dejes, por favor. Lamento todo. Te necesito aquí, vamos, tú puedes —su voz apenas se escuchó por la angustia en ella cuando musitó—: Por favor, no podré seguir sin ti.

Kim Taehyung, la persona más seria y reservada del pueblo. Aquel reconocido por su inteligencia, tenía ligeramente abierta la boca, como si hubiese intentado decir algo, sin siquiera poder sacarlo.

Al creer en los finales imposibles, se le da tanto valor a idealizar, que se olvida que la realidad es muy diferente a lo que se piensa. Y es esta, la que supera a la ficción.

Quizás en todas las otras líneas, "muerte" fue el nombre que se le dio a la ausencia de Kim Taehyung cuando en cada una de ellas se marchó en el tiempo para intentar arreglar el destino de todos. Así que tenía tantas formas de "morir" que sería imposible contarlas.

Sin embargo, en la primera, su tiempo de partir no era solemne, sino violento, como sus pensamientos.

Esa inteligencia de la que siempre alardeó, fue lo que terminó por matarlo. Y tal vez así era con todos los genios. Kim Taehyung se negó a vivir como un enfermo, en todo el sentido de la palabra.

Habiendo tantas variables; tomó la más humana, quizá la más asquerosamente predecible.

Los insensatos dirán que no tuvo razones suficientes, dirán que es cliché, que es barato. Pero la simplicidad, a veces es más importante que las expectativas.

Al final... la realidad está gastada, y aun así es todo lo que queda.

La vida es hermosa, sí; pero también es cruel, cruda. Te desgarra y espera que los momentos de luz que te brinda sean lo suficientemente fuertes como para hacerte desear seguir vivo.

Se subestiman las emociones de los hombres y se cree que basta con ser inteligente para ser feliz, basta con ser exitoso para no agonizar a cada respiración, como si no fuera defecto divino el necesitar aspirar a brillar.

Los humanos... en su mayoría crecen sin esperanza. Sujetos a cumplir expectativa tras expectativa incluso si eso significa perder la razón. Como máquinas, después de todo, una máquina no debe tener entendimiento propio, solo debe ser capaz de cumplir con lo que se le ordena.

Ser... eficientemente desdichado.

Algunos logran vivir en paz con eso, porque es así cómo debe ser. Otros... simplemente no pueden, aunque estén conscientes de que es lo más sensato.

Quizá dentro de cada humano existe algo oscuro. Un lúgubre pensamiento que le lleva a sentarse en el borde de la desolación y de pensar en llegar al final repentinamente. Ese algo, llamado entendimiento, es una condena.

El saber y el sentir nunca fueron amigos.

Es imposible negar que todas las almas están fragmentadas. Y los pedazos son capaces de rasgar la voluntad humana, lentamente, mientras le hacen sangrar un poco más a cada respiración.

Para la familia Kim, todo pareció ir más rápido a partir de ese momento en el que su escepticismo les fue arrebatado.

Desde las luces de las patrullas de la policía en el exterior de la casa reflejadas por las ventanas, hasta los paramédicos intentando levantar a Seokjin quién preso del pánico se negó a soltar el cuerpo de su hermano.

Las personas en el vecindario salieron de sus casas mientras murmuraban con horror, viendo el cuerpo cubierto que se llevaron y al chico ensangrentado al que obligaron a subir a la ambulancia por el estado de shock que tenía.

Enero nunca se vio tan vacío para Seokjin.

El sol ya no lo acogía; lo último que creyó vivir fue tener que vestir ese traje caro que no pudo usar para el baile por su accidente en el funeral de Taehyung, y que de los dos trajes que compró, el otro lo portara su hermanito dentro del féretro.

Incluso se burló porque el suyo no le quedó bien pero se ajustó perfectamente a Taehyung.

Su madre parecía desconsolada; sus alaridos eran tan fuertes que dolían en todo el camposanto llenos de culpa y de impotencia, mientras se escondía en los brazos de su padre, quién negaba con la cabeza igual de dolido.

Seokjin, cuya expresión se había vuelto fija, solo veía hacia el frente sin soltar una sola lágrima. Pensando en que sería buena idea pintar flores en su lápida, para que siempre luciera hermosa. Y aun cuando le dolía demasiado apoyar la pierna, se mantuvo de pie durante toda la ceremonia; su espalda, erguida; con la cabeza en alto mientras sus padres lloraban.

No lloraría porque sabía que Taehyung no habría querido eso.

No lloraría porque le parecía hipócrita.

Seokjin se reprochaba el haber estado a su lado todo el tiempo; y no detenerse ni por un segundo a pensar en alguien además de sí mismo. Porque no le importó su sufrimiento, le dio tan poco valor al que la vida de su hermano que se desmoronaba y no se perdonaría el haberlo hecho.

Se repitió a sí mismo una y mil veces que lo dejó caer. Pero en realidad, Seokjin también estaba sangrando, era muy difícil salir de sus batallas internas para luchar con las de alguien más.

No existen culpables en los deslices de la mente. Son batallas personales en las que solamente se puede sobrevivir y no subestimar otras luchas que acumulan memorias para no morir.

Y Taehyung, en especial, era sus mejores recuerdos. Era la fila fuera del arcade en la madrugada para ser los primeros en jugar con la nueva máquina del centro. Todas las tardes perdidos en las hojas secas, las novias de Seokjin que quisieron ganarse a Taehyung con regalos pero que nunca lo lograron, y esas constantes quejas cada vez que Jin lo molestaba.

Su amor era... eran las peleas de sus padres. Era Seokjin tapándole los oídos a su hermano para que no escuchara los insultos, y así luego poder decirle que subieran a jugar al ático, que sería más divertido esconderse. Y en especial, ese chocolate que alguna vez no se comió porque con sus monedas solo le alcanzaba para comprar uno, el cual cada día eligió dárselo a Taehyung.

Siempre tuvo un complejo de guardián muy grande, no lo negaría.

Para un pequeño Taehyung era triste que sus padres no estuvieran en casa, él siempre fue diferente, incomprendido; pero Jin... él sabía que sus padres pasaban tanto tiempo afuera porque si no trabajaban así de duro no habría nada para cenar. Y elegía callar para no ser un estorbo. Ambos crecieron así, con la ferviente necesidad de dar todo para no ser una carga, de ser los mejores para dejar de ser nadie.

Su familia nunca fue perfecta, y esa estabilidad que en sus veintes gozaba apareció solo hasta años después cuando sus padres finalmente maduraron o... ellos aprendieron a percibir solo lo bueno.

Mucho antes de eso, Seokjin se esforzó por crecer muy rápido; quizá por eso se llenó de miedo y odio, porque desde muy joven tuvo que ver la crudeza de la vida.

Pero Taehyung... él era su niño. Y no pudo cuidarlo.

Seokjin amaba el béisbol, el sol y a su hermanito. Ahora, no tenía ninguna de esas cosas.

Si tan solo se hubiera quedado esa noche en el bosque, su hermano estaría con él; pero no lo hizo y Taehyung ya no estaba.

La familia Kim regresó a casa la tarde del tres de enero con un integrante menos en su familia.

Sus padres apenas se hablaron cuando ambos se acomodaron frente a frente en la mesa de la cocina. Y Seokjin, caminando apenas, regresó a su habitación.

En lugar de ir hacia su cama, se dirigió a la ventana, la cual abrió para sentarse en el balcón por primera vez en mucho tiempo, observando con tristeza las primeras hojas verdes, en las ramas de los árboles cuando el invierno comenzaba a marcharse.

Con ese rayo de sol, que por primera vez en algún tiempo le calentó el rostro como intentando abrazarlo, recargó su cabeza en el marco de la ventana y juntó sus párpados en medio de una respiración que quiso poder contener por siempre.

El aire que hizo volar las hojas, sopló con fuerza, y Seokjin no pudo evitar sentir que sonaba como un silbido, como si lo estuvieran llamando; pero era absurdo pensarlo.

Solo entonces, Kim Seokjin, el insensible, sintió una lágrima quemarle la mejilla mientras se deslizaba por esta.

Se cubrió el rostro con ambas manos cuando no pudo resistirlo más y finalmente comenzó a llorar desesperado, ahogándose con sus propios sollozos, sofocado con el peso de lo que no hizo y presionando sus mejillas hasta que su piel se tornó roja.

Quizá debería haber sido un poco más directo, decirle que él también sufría; porque ahora Taehyung ya no estaba y nada cambiaría eso. Y le molestaba pensarlo, irse era la cosa más egoísta que su hermano le había hecho, cerraba los ojos, y lo veía muerto, jamás olvidaría eso. Lo dejó solo. Estaba enojado con un difunto aunque era estúpido estarlo.

Se había librado de esta existencia de mierda dejándole todo ese peso moral a las personas a su alrededor. Seokjin sabía que era completamente tonto pensarlo así, pero estaba adolorido, se sentía desamparado.

«¿Qué demonios pensabas, Taehyung?» reprochaba Seokjin.

Se nace para sufrir, y se sufre porque es inevitable.

Elegir la muerte requiere mucha valentía, es tener nervios de acero para unirse a lo desconocido, nadie puede juzgar a los que se van; pero quedarse... los que se quedan padecen la angustia de la ausencia eterna cada día, cada vez, un poco más.

Los que se quedan jamás admitirán lo mucho que desean olvidarlo. Son los que siguen con su vida y en medio del día se detienen preguntando de pronto, "¿dónde estás?"

Enfrentarse al dolor y burlarse de este toda una vida es la victoria más grande del que sufre.

Quizá los humanos son irrelevantes para el universo; tan vasto y extenso; pero para otros humanos igual de insignificantes, el calor, y la compañía de otros lo es todo.

La vida no es mala; es incomprendida. Y quedarse, es valentía en su máxima expresión.

Seokjin nunca flaquearía para seguirlo. Pero no pudo evitar sentir que...

—Ojalá hubiera sido yo.



...

Condado Mariposa, California.
1 día antes de.

Las campanas colgadas en el balcón de la casa parecían martillar sus tímpanos cada que resonaban por el viento, y esas cuerdas en sus muñecas comenzaron a molestarle tanto que despertó asustado.

Cuando Jeon Jungkook abrió los ojos por segunda vez en ese día realmente no esperaba encontrar que el techo tenía moho. Uno que no había notado antes y en el que no se habría fijado de no ser porque era lo único que podía ver.

Las horas se movían veloces y era un poco difícil de explicar, aún más por el hecho de que se encontraba inmovilizado con los pies juntos y una cuerda que le mantenía sujeto de las muñecas al viejo librero en el ático.

Se escuchaban muchas ambulancias en el exterior y era poca la luz de día que la pequeña ventana en una de las paredes permitía entrar.

No tenía idea de lo que hacían los Kim en la carretera batallando por conseguir un taxi que les llevase al hospital. O los motivos por lo que el traidor pensaba tomar sus cosas y largarse del pueblo. Lo único de lo que tenía certeza era de que su colapso no había sido bienvenido por todos.

Esto se le había salido de las manos, sí, pero nunca busco herir a nadie. Sin embargo, ahora no podía detenerse a pensar en los demás.   

La noche se acercaba y él apenas estaba consciente de en qué línea se encontraba.
Por lo que debía comenzar preguntándose cómo terminó encerrado en primer lugar.

Entonces, ¿qué hacía Jeon Jungkook encerrado en el ático como un fenómeno que debían mantener oculto? Eso podría justificarse un par de horas atrás. 

Contarlo en orden sería demasiado fácil. Lamentablemente, sus recuerdos no comenzaban cuando abría sus ojos. No, su mente estaba mezclada con todo su ayer.

Y cuando comenzó a ser consciente se vio así mismo con un elegante traje.

El sonido del cuarteto de cuerdas siempre le gustó mucho. Era limpio, sofisticado y algo doloroso, al igual que los delirios que se habían convertido en su compañía constante.

Cada centímetro de su cuerpo dolía al punto en el que era incapaz de moverse. Y sus respiraciones tan pausadas que, en sincronía con los latidos de su corazón, podía escuchar como si estuviera rodeado de eco.

Sentía el sonido de la música penetrar en su pecho, estaba muy nervioso. Nunca creyó que su madre se casaría de nuevo y el solo estar ahí hacía sus piernas temblar mientras caminaba por el hotel.

Estaba arreglándose, las ansias le hicieron comerse las uñas al no saber cómo actuar frente a los otros padrinos. Es decir, todos eran amigos de Seokjin, le llevaban muchos años y él casi no hablaba inglés.

Claro que estaba nervioso, por alguna razón no podía actuar correctamente. Bueno, era obvio que no podía estar del todo cómodo, Jungkook durmió mucho tiempo y en medio del trance, sabía que estaba delirando en sus recuerdos, o quizás otra línea, aun así, no podía evitar sentirlo tan real.

No, él no estaba en el hotel de la boda de su madre, sino en una casa que necesitaba pintura, en la afueras de una vieja California del 86.

La primera vez que despertó en ese día comenzó a removerse consternado cuando volvió a tener noción de su entorno físico. Su tiempo era valioso y verlo en retrospectiva le ahorraba mucho.

Así que bien, horas antes de estar cautivo había parpadeado sin poder moverse.

Este era... el preludio de su fuga.

Jungkook abrió los ojos, incómodo, apenas pudiendo discernir en dónde se encontraba. No había nadie para decirle el día, ni cuántas horas habían pasado. Pero ya estaba despierto, y lo único que tenía era mucho dolor acompañado de un sabor metálico en su boca.

Todo a su alrededor se sentía extraño y sus vellos estaban erizados por aquel frío que era realmente incómodo.

—Sé que estás molesto, pero convertir esto en un alboroto no hará que Taehyung regrese. —Escuchó decir—. No llamarás a la policía por un disparate.

Las voces venían del pasillo, la puerta entreabierta hizo que fuera posible escuchar aunque estaba demasiado mareado como para entender lo que decían.

—¿Y qué esperas que haga? —Oh... era la voz de un hombre adulto—. ¿Que me quedé tranquilo mientras un impostor estuvo "pasando un rato" con mi hijo?

—Hace dos días estabas feliz de que estuviera aquí.

—Hace dos días tu hermano estaba a salvo, y no teníamos miedo de encontrarlo muerto —respondió molesto—. Jin, hace dos días ese tipo no era sospechoso por su desaparición. ¿Cómo estás tan seguro de que tu hermano no está enterrado en el jardín justo ahora?

—Papá, es solo un chico. No es malo, jamás haría algo para dañar a Taehyung, lo sé.

—Seokjin, ¿dónde está tu sentido común? Realmente esperaba más de ti.

Uhm... entonces se trataba del Señor Kim peleando con su primogénito. Seokwoo y Seokjin.

—Esto no es sobre mí.

—No creas que no sé lo que sucedió contigo; pero debiste haber superado ya esas etapas. Entiendo que por eso quieras encubrir las malas actitudes de tu hermano, pero no es correcto. ¡Mira a qué nos ha llevado!

—¿¡Vas a joderme con eso mientras Taehyung está desaparecido!? ¡Eres un padre terrible! —Seokjin no terminó de hablar. La mano de su padre se estampó contra su mejilla con tal fuerza, que resonó por el pasillo. 

—No te atrevas a decir nada —le reprendió—. Ustedes dos me da asco.  Aparentemente no crié a un degenerado, sino a dos.  —Seokjin volvió la vista a él, cansado, e impotente. 

—No estoy encubriendo nada, simplemente estoy actuando como cualquier persona razonable.

—¿Razonable? ¿Algo de esto te parece razonable? 

—Papá —le dijo firme—, no echaré a la calle a una persona herida, mucho menos en plena nevada, por una tontería de un resentido con demasiada imaginación.

—No sé qué sucede, no te obligaré a decirme, pero no lo quiero aquí. Desde que llegó todo ha sido problemas, y ahora tu hermano está quién sabe dónde por su culpa.

Hubo silencio, Seokjin no respondió de inmediato; él, que conocía a medias tantas líneas, seguía siendo incapaz de culpar del todo a Jungkook.

—Está bien —dijo con pesar—; pero deja que pase la tormenta. Yo me encargo de hacer que se vaya. 

«—¡Seok, baja ya! ¡De prisa! —Se escuchó desde el primer piso de la casa».

El mayor negó con la cabeza ante la voz de su esposa, viendo a Seokjin sobre el hombro antes de marcharse.

Jungkook escuchó los pasos por las escaleras, y supo que ambos habían bajado cuando el pasillo volvió a quedarse en silencio. Pensó en seguirlos, pero ahora admitiría que bajar no fue su mejor idea.

Observó a su alrededor al darse cuenta que se encontraba en la habitación de Seokjin y tenía el cabello pegado a la frente por el paño húmedo en esta.

Se sentó en la cama confundido, fijándose en la ventana antes de colocarse los primeros zapatos que encontró. La luz del sol era tenue, había dejado de nevar violentamente, y la hora del reloj en la cómoda le hizo saber que pasaba de medio día.

¿Cuánto tiempo había transcurrido? No lo sabía, lo último que recordaba era haberse desmayado cuando sintió que moriría ante la mirada de todos.

Claro que no supo lo que sucedió después, no conocía los estragos que su energía había causado en el día ausente.

Jungkook decidió levantarse, no tenía sus muletas y  sin el yeso era difícil avanzar. Apretaba los ojos adolorido al moverse.  Apenas logró bajar por las escaleras; fue todavía peor cuando notó al padre de los Kim voltear a ver inquieto a su hijo mayor.

Todas las líneas parecían haber regresado a su lugar, dejando a la familia con migraña y los latentes deseos de ahorcarse entre ellos como efecto colateral.

La escena de los tres mayores frente al televisor hizo que su respiración se agitara al acercarse tan solo unos pasos y ver las noticias de última hora, no del noticiero local, sino de una cadena nacional.

No habían tenido electricidad por horas y finalmente podían tener noción de lo que pasaba afuera.

"En este momento, los ojos de todo el país se encuentran sobre el Condado Mariposa, una pequeña comunidad en el Estado de California, luego de que en horas de la madrugada de ayer se registrara una gran explosión que comenzó un incendio dentro de una bodega ubicada en inmediaciones del bosque que rodea el lugar..."

El teléfono había sonado pero todos estaban demasiado enfocados en las imágenes de los policías corriendo por el bosque como para prestarle atención. Seokjin se volteó, ver a Jungkook de pie le causó impresión por un segundo; pero eligió ignorarlo cuando caminó hacia el teléfono para contestar.

Jeon Jungkook ya no sabía qué era real. Ni en qué línea estaba. Por eso pensaba desordenado, y sus recuerdos iban de atrás hacia delante, en sentido contrario.

Avanzó un poco más respirando agitado porque sabía que esto tenía que ver con él. Las manos le temblaban y no era capaz de saber si era un delirio más.

"...Se registraron múltiples heridos que fueron atendidos por los cuerpos de socorro y trasladados hacia el hospital local".

Tragó saliva pesadamente, más cuando Agustus se acercó a ellos desde la cocina, asustado. Sí, querían matarse y aún así estaban encerrados todos juntos. Para mala suerte del Kim mayor, habían necesitado muchas manos para sobrevivir a oscuras en medio de la helada y con un hombre inconsciente a media sala.

"Dicha explosión causó una falla eléctrica que duró horas para las regiones del límite; pero que se mantiene hasta este momento en el centro del Condado. Debido a las bajas temperaturas que azotan al sector, los habitantes de esta región están siendo evacuados hacia áreas aledañas del Estado para resguardarse del peligro que representa la falta de electricidad en sus hogares durante la tormenta".

Era demasiado para procesar, las imágenes se movían rápido. Las personas estaban intentando salir del pueblo mientras los paramédicos hablaban a los entrevistadores para contar lo difícil que era trasladar a los heridos cuando las calles estaban cerradas por la nieve.

Se le aceleró el pulso, sin proponérselo comenzó a respirar más rápido causando que la luz de la sala parpadeara y la señal de la televisión se volviera irregular mientras se mostraban varias tomas del pueblo.

Semáforos estropeados era igual a accidentes viales, gente utilizando la oscuridad para saquear tiendas en el centro, el pánico por la escasez de alimentos, la policía antimotines en las calles y la milicia en la entrada de la ciudad. Un completo descontrol.

Vio la fecha de hoy... ¿Veintinueve? No. ¿Había pasado más de un día inconsciente? Porque era demasiado para un día. ¿Qué era? Simplemente caos.

"...Estamos en vivo desde el lugar de los hechos, en donde se atribuyó dicha explosión a un colapso de la planta eléctrica durante la tormenta; sin embargo, oficiales del ejército se encuentran en estos momentos peritando la zona luego de que se catalogara presuntamente, como un acto terrorista. Las autoridades aún no han dado declaración del caso..."

—Oh, por Dios... —dijo Jungkook llamando la atención de los demás.

Tenían cintas amarillas enredadas en los árboles y los camarógrafos luchaban por intentar acercarse mientras uniformados les impedían el paso.

—No puede ser... —murmuró Min.

Era el bosque. Era su maldita bodega en el aserradero.

Sin embargo, no fue eso lo que le impactó. Sino las imágenes de las personas identificadas por los paramédicos que mostraron a varios hombres heridos para buscar familiares, entre ellos, a la sombra que lo seguía.

Sí, lucía demasiado sospechoso. La señal se perdía por momentos, apenas se distinguía a los militares evadiendo la cámara y muchos mirones alrededor siendo alejados por la policía.

Jungkook sabía que era por él. Taehyung nunca quiso contarle exactamente qué era lo que hacía cada vez que desaparecía pero un colapso que le dejara más de un día inconsciente debió ser uno exponencialmente fuerte para causar esa magnitud de daño. Pero era difícil saberlo, el estabilizador del techo se había fundido tras el colapso y ahora era incapaz de regular la electricidad del chico.

Su corazón latía demasiado rápido, como un motor cuyas revoluciones comenzaron a subir. Maldición, él no quería esto. Él solo quería tener una vida feliz en medio del bosque, le gustaba la vida de un joven en el pasado con el pintoresco pueblo de locación.
No los habitantes asustados que buscaban refugio porque si el frío empeoraba la falta de electricidad podría matarlos llenándole de culpa.

No, Jungkook no quería esto. Solo quería ser feliz como los demás. Pero era imposible.

Las fotografías de los identificados seguían apareciendo y ninguna era de Taehyung. Entonces temió porque la única explicación lógica era que estaba muerto y él se negaba a aceptar eso, faltaban días.

No, no podía. ¡No podía! Y no lo haría, este experimento de mierda había arruinado lo único bueno que le pasó en la vida, se mareó tanto que el aire le faltó.

Inestable.

El peligro estaba en él, Jungkook era nocivo  y no lo sabía, pero los otros... empezaron a notarlo.

Agustus le vio con desconcierto cuando comenzó a ahogarse, Jeon se tapó los oídos porque sintió que su cabeza estallaría cuando sus rodillas temblaron.

Seokjin alzó la cabeza exaltado, negaba de ojos abiertos sujetando el teléfono.
—¡Encontraron a Taehyung! —gritó y la televisión falló—. Está herido...

Respirar; las cargas eléctricas en la respiración de Jungkook aumentaron en cada exhale. Agustus frunció el ceño al mismo tiempo que la televisión parpadeó enloquecida al igual que la luz del exterior.

Había pasado el suficiente tiempo cerca de ellos como para saber lo que sucedería. ¿Era una... sobrecarga?

De ninguna maldita manera. Min le vio apretar la mandíbula y se aproximó hacia los señores Kim.

—¡Cuidado! —gritó Agustus sin pensarlo, antes de empujarlos hacia un costado cuando sucedió exactamente lo que temía.

Entonces, la pantalla de la televisión se rompió de golpe en medio de un estallido que repercutió en las bombillas y ventanas de la casa, haciendo a cientos de pequeños vidrios volar sobre sus cabezas por todo el lugar.

Seokjin, quién ni siquiera pudo colgar el teléfono, se quedó con la espalda pegada la pared y un poco de sangre en la mejilla cuando una esquirla lo hirió mientras todos veían desconcertados a Jungkook.

Bueno, eso explicaba que le temieran. Retrocedió un poco, estaba muy asustado, Jungkook no era malo, en su defecto, era muy ingenuo.

—¿Qué eres tú? —había murmurado el padre de los chicos con una mueca de desdén que rechazaba al chico.

El castaño mayor temió, tragó saliva pesadamente, su padre tenía razón. Pero a Jeon no le importaban las acusaciones, se veía perdido, sudaba y era incapaz de hablar correctamente. Se sostuvo del respaldo del sofá con ambas manos cuando comenzó a desvariar, antes de que todo se pusiera negro para el de nuevo.

Lo que sea que Taehyung hubiese hecho, había roto a su querido chico experimento.

—No lo toquen... —murmuró Min ante la mirada consternada de todos—. ¿Me creen ahora?

Nadie contestó, Agustus sabía que Jungkook podría matarlos, todos los demás parecieron estar de acuerdo por lo que terminaron envolviéndolo en la alfombra para moverlo.

La única razón por la que no terminó en la calle fue porque un buen Seokjin se opuso, y siendo el más fuerte de los tres hombres, cargarlo hasta el ático era una buena opción para mantenerlo oculto mientras pensaban qué hacer con él.

Al final, abrir la boca podía joderlos a todos.

Jungkook no pudo oponerse a cuando Seokjin dejó caer su cuerpo en el suelo del ático, y le desenvolvió para poder sujetarle los pies usando guantes de látex evitando el contacto con su piel, le tenía miedo; esa cuerda que Seokjin usó para atarlo, se sintió igual que la corbata contra su cuello cuando comenzó a sentirse ajeno al acercarse a la habitación del novio en el hotel acomodándose esta, con la corriente que le quemaba debajo la espina dorsal.

Es decir, él sabía que no debería estar rondando pero quería tener una charla seria con Seokjin antes de la boda. Ser condescendiente y decirle que estaba feliz por toda la alegría que le había causado a su madre.

Jungkook era infinitamente bueno, y originalmente por un momento pensó que tener una familia no sonaba tan mal. Quiso acercarse para tener una conversación sincera, de esas sentimentales que no admitiría eran muy propias de él.

Pero se acercó a esa puerta y escuchó al gran Kim Seokjin que se mostraba tan amable con él, burlándose de la situación, diciendo que había sido una pérdida de tiempo buscar internados todo el año para el desviado problema que venía atado al amor de su vida porque ella se había negado a separarse del chico.

Porque hacía algún tiempo había dejado de recordar con tanta fidelidad a Seokjin diciendo que cuando él era joven, a los maricas se les ataba a un poste para alinearlos con el bate y que ahora él tenía que lidiar con un problema de estos.

Todas sus emociones estaban mezcladas, tanto como sus memorias en las líneas y él pensó que el amable entrenador no podía ser capaz de tener tales prejuicios sobre él.

Alto, no. Seokjin no era su entrenador, era el jefe de una compañía. ¿Cierto?

No... ¿Era su capitán del equipo? ¿El hermano del chico con el quería casarse, tal vez? ¿Qué tal, el esposo de su madre? ¿En dónde estaba? No lo sabía. ¿Por qué si era su amigo le amarraba las manos mientras le pedía perdón?

La mente de Jeon Jungkook era como un péndulo, balanceándose de un recuerdo a otro sin fin. Si bien los demás habían regresado a ser racionales a la línea que les correspondía, Jungkook, no pertenecía a ese lugar.

Su mente quería regresarle a su línea pero las limitaciones físicas y espaciales se lo impedían.

Agitó la cabeza viéndose los zapatos caros, recordando que le habían hecho quitarse la argolla de la oreja para la ceremonia y que estaba cansando de tener que soportar a ese imbécil.

El odio siempre viene de la desilusión y ese instante en el que pensó que podían ser felices se evaporó. Llamarlo inmaduro hubiese sido muy hipócrita; aun así, realmente no se detuvo a pensar en su madre. Y egoísta o no, estaba harto.

Ni siquiera tocó la puerta, giró sobre sus pasos hasta buscar regresar a la habitación de la novia, tropezando con las flores del pasillo y buscando no llorar.

Ese Seokjin original, en medio de su ignorancia pensó que mantener alejado a Jungkook de las multitudes lo mantendría a salvo de vivir lo mismo que su hermano. Pero nunca supo expresarlo y en ese momento había sido muy difícil de comprender para él.

Cuando Jungkook se dejó caer en el sofá de la habitación de la novia, volvió a removerse tenso. Apretó los ojos, mareado, cuando se dio cuenta de que estaba en el suelo del ático de los Kim, en realidad.

Pasó inconsciente mucho tiempo y le dolía el estómago como si tuviera una gran úlcera por dentro.

Bien, tenía que empezar de nuevo desde este momento en el que era medianamente consciente.

Las campanas colgadas en el balcón de la casa parecían martillar sus tímpanos cada que resonaban por el viento, y esas cuerdas en sus muñecas eran tan gruesas que le dolía que roce con su piel.

En la parte de abajo de la casa, Seokjin se debatía mentalmente en si debía hacer algo o no, dejando su martillo y clavos en la mesa del comedor.

En su ausencia, sus padres y la señora Min se habían marchado para buscar a Taehyung en el hospital sin importarles la tormenta. Cuando Seokjin bajó al primer piso, no encontró a nadie más que Agustus intentando recoger los vidrios en la sala.

—Mierda —dijo negando con la cabeza, tenía puestos sus anteojos además de un gorro—. ¿Dónde están todos?

—Se fueron, necesitan autorización para poder examinar a Taehyung —dijo impaciente Min—. Me dijeron que me quedara en caso de necesitaras ayuda con él.

—Tengo que alcanzarlos —le dijo sin siquiera poder verlo—. La puerta del ático está bloqueada por fuera, no habrá problema.

—¿Clavaste la puerta? —cuestionó pero Seokjin no se atrevió a responder.

—Escucha, no importa lo que pase —le dijo a Min—. No lo dejes salir. ¿De acuerdo?

—¿De qué servirá encerrarlo? Tenemos que entregarlo con la gente del gobierno. No lo sé, los militares o algo

—¿Y según tú, esa es una mejor opción? ¿Eh? No, ya basta, ya has tenido demasiadas "buenas ideas".

—Jin, sabes lo que tenemos que hacer —le respondió este.

—¿Que no era tu amigo? ¿Ahora quieres delatarlo?

—Lo es... pero no es seguro para nadie que él esté aquí —dijo haciendo dudar a Seokjin.

Ya no había verdades ocultas entre ellos, ambos eran tan similares por dentro; y quizá por eso, a pesar de todo, se entendían.

—No podemos, eso pondría en un riesgo más grande a mi hermano. Y no solo a él, sino a todos. ¿Quieres terminar encerrado de nuevo?

—Tenemos un arma expansiva mortal allá arriba. ¿Entonces qué sugieres, Seokjin? ¿Que juguemos al ajedrez con él? No está en nuestras posibilidades controlar a un experimento.

Seokjin volteó a verlo, parándose firme y rompiendo uno de los cristales en el suelo con su pie.

—Sugiero que te mantengas al margen —le dijo serio—. No quería decirlo frente a mis padres, puedes quedarte aquí por respeto a tu abuela; pero esto ya no te incumbe. No sé cómo controlarlo, pero algo se me ocurrirá.

—No me jodas con eso. Olvida lo que pasó la noche del apagón. Nada de eso es real, lo único que importa es que...

—Los dos sabemos que es real —le interrumpió—. No aquí, pero en algún lugar... —frunció el ceño— todo fue nuestra culpa. Y no será así de nuevo.

—En este momento tenemos problemas más graves, Jin.

—No —se acercó un poco—, no "tenemos". Nosotros no tenemos nada que hacer juntos. Si quieres ser útil vigila a Jungkook, pero si no, vete. ¿Querías librarte de la mierda de mi familia? Bien, hazlo. 

—¿Quieres ser bueno con él ahora? ¿Después de todo lo que causó? ¡Él es un peligro! Y estará mejor lejos de aquí con personas que sepan...

—¡Esas personas van a matarlo! ¡Eres iluso al pensar que no nos matarán también a nosotros! —gritó pero estaba muy cansado, no admitiría que lo decía porque Jungkook era su amigo—. Escucha, me interesa una mierda todo este asunto del viajero en el tiempo y los recuerdos de la dimensión X o lo que sea. Lo quiero lejos, sí, pero no por eso voy a joderle la existencia a todos. Yo no soy tú.

—¿Qué?

—Me jodiste a mí,  y a Taehyung. ¿Crees que mis padres están tranquilos después de lo que dijiste? Tu maldita boca terminó de jodernos.

—¡Pues perdón por no saber reaccionar a mi cerebro volviéndose agua! Pero no fui yo el que hizo que Taehyung terminara en cuidados intensivos. Vienes aquí intentando ser el héroe cuando la realidad es que solo estás asustado de hacer lo correcto como siempre —Seokjin lo empujó.

—Escúchame bien porque solo lo diré una vez más —Seokjin avanzó para encararlo diciendo—: nosotros no vamos a entregar a Jungkook, ni a la prensa o al ejército. ¿Entendido?

April Min frunció el ceño al negar con la cabeza, Seokjin se estaba encariñado con Jungkook, era obvio, y eso afectaba su razonamiento básico. 

—Oh... me sorprende lo sentimental que te has vuelto.

—Al menos yo acepto la mierda que soy; no como tú, aparentas ser bueno con todos cuando lo cierto es que sacrificarías a quién sea si tuvieras la mínima oportunidad de salvarte. Lo harías incluso solo para satisfacerte.

—Nosotros... no somos tan diferentes, Jin.

Seokjin solamente suspiró en respuesta, porque él tenía razón. Tomó su chaqueta del perchero antes de caminar hacia la puerta. No lo odiaba, solo no sabía cómo cargar con todo.

—Mi hermano me necesita —dijo cuando volteó a verlo cansado, quitándose los anteojos para dejarlos en la mesa de la entrada—. Solo intenta mantenerte al margen —terminó antes de salir.

Agustus Min le vio marcharse. Se sentía profundamente ofendido. Le había dicho una y mil veces a Seokjin que lo mejor sería devolver a Jungkook de donde había salido. Pero claro, como siempre, no lo escuchaba.

Sin embargo, pensó en que Jungkook encerrado no presentaba ningún problema, cosa que logró tranquilizarlo un poco; pero su paz no duró mucho cuando el sonido del impacto de muchas cosas cayendo que venía desde arriba le alertó.

Se levantó sobresaltado cuando el ruido volvió a repetirse acompañado del arrastrar de madera contra madera.

Jungkook sabía que si anochecía la oscuridad iba a joderlo, así que empujaba con los pies una pared mientras buscaba tirar abajo el librero que le mantenía cautivo.

Finalmente, y después de muchos golpes, este cedió al inclinarse hacia un lado permitiendo que al caer la soga que le sujetaba se saliera del paral.

Odiaba la sensación de la cuerda contra sus dientes pero fue lo único que le quedó cuando pudo llevarse las manos hasta la boca intentando desatarse cuando mordió un extremo de esta y comenzó a jalarlo.

Jungkook no entendía una mierda de lo que estaba pasando, así que cuando logró quedar libre de las manos, se apresuró a desatar sus pies. Estaba tan asqueado por lo sucedido que no le sorprendió que al precipitarse por llegar a la puerta del ático esta se encontrase cerrada por fuera.

Agustus subió lentamente las escaleras solo para notar la pequeña puerta ser empujada. Y a esa tabla de madera clavada que le sellaba totalmente.

Jungkook no podía pararse correctamente pero pateó con la pierna que no le estorbaba buscando quebrar el seguro; pero fue inútil.

—No lo intentes —dijeron desde el pasillo.

—¿Agustus? ¡Estoy atrapado! ¡Agustus, ayúdame! Sácame de aquí.

—No puedo —le respondió con pena viendo hacia el techo—. Estarás mejor así.

—¿Cuánto tiempo estuve...? —Observó a su alrededor, la tarde había caído.

—Lo suficiente —dijo con pesar. Pero no había preocupación en su voz sino... indiferencia.

—¡Puedo explicarlo! Alguien, por favor, ¡ayuda!

—No hay nadie más aquí, se fueron —se quedó callado un par de segundos—. Se fueron porque eres peligroso.

Se escuchó otro golpe, Min avanzó un poco; Jungkook podía verlo por las ranuras de las tablas.

—¡Déjame salir! ¡Yo no hice nada! Prometo que no sucederá otra vez.

—Jungkook... no mientas. No sabes cómo controlarlo. Tú nunca has sabido cómo controlar tus impulsos.

—No soy un monstruo —dijo casi con deseos de llorar.

—Lo siento, pero es tu culpa... —dijo con ambigua voz.

—¡Agustus! ¡Déjame salir! —gritó desesperado pero ya no obtuvo respuesta. Min se dio la vuelta y regresó por las escaleras sin saber qué más hacer.

Jungkook intentó buscar entre las cosas del ático algo para iluminar el lugar porque a cada segundo se hacía más difícil ver; pero los paneles del lugar se habían fundido y la única linterna que encontró no tenía baterías.
Entonces pensó, ¿qué haría un lunático en esa situación? Así que sí, la única ventana lució prometedora.

Su mente estaba perturbada, de todas formas, él seguía siendo la persona más creativa y destructiva de todas. Y estaba orgulloso.

¿Lo veían como un monstruo? Bien, él podía ser uno. 

Jungkook tomó un libro, el más pesado que encontró y lo lanzó contra esta para romper el vidrio.

Terminó de quitar los pedazos del marco cuando se asomó, estaba bastante alto y su pierna no servía. Sin embargo, dadas  las circunstancias, no le quedó de otra más que tomar esa misma soga que lo mantuvo cautivo y atar esta a una viga de madera en el techo para sujetarse cuando pasó su cuerpo por el pequeño espacio.

Se le rasgó un poco la chaqueta, que no era suya (la chaqueta de mezclilla que había traído con él del futuro se había perdido hacía mucho tiempo), cuando se deslizó poco a poco y estuvo tan cerca del suelo como la cuerda se lo permitió, se dejó caer en la nieve, adolorido.

¿Realmente pensaban que podían encerrarlo? Por favor, si en algo era experto era en fugas.

Agustus escuchó el estruendo y se asomó a la ventana de la cocina, desde dónde pudo observar a Jungkook en el exterior, arrastrando consigo las luces del borde del techo.

Quiso correr hacia él pero algo dentro de él le hizo detenerse cuando un frío le recorrió la espalda.

¿Por qué tendría que detenerlo? No era algo propio de él mismo seguir las palabras de los demás.

Frunció el ceño mientras veía a Jeon quejarse adolorido en la nieve. Agustus Min se vio las manos, nadie se había percatado de que se había cortado al empujar a los señores Kim.

Jungkook sabía que su madre iba a regañarlo por jugar en la nieve tan tarde, aunque no recordaba tanta nieve en Busan, así que se levantó al percatarse de que estaba en otro vecindario, quitándose de encima los adornos en los que se había enredado.

Sabía que lo mejor sería ir al hospital para encontrar a Taehyung y era todo lo que le importaba. El otro lo vio tambalear por la acera hasta que la espalda de Jungkook desapareció de su campo de visión.

El último rayo de sol terminó por llevarse su falsa bondad.

—Por tu culpa ya no sé quién soy —murmuró Min.

Así que tomó una decisión esperando a que fuera prudente salir de la casa de los Kim sin detenerse a pensar más en ellos.

Negó con la cabeza, a la mierda todo. Seokjin tenía razón... no todos estaban perdidos. Min no tenía que joderse junto con ellos. ¿Cierto?

El chico podía ser mortal, Agustus no pretendía morir por él. Además, tener a Jungkook oculto era un delito federal. Tampoco iría a la cárcel por un amor que ni siquiera era suyo.

Romeo y Julieta era la historia más famosa de Shakespeare, él la citaba mucho; pero a criterio de Agustus, Hamlet siempre fue mejor, y se ajustaba más a lo que sentía en ese momento en el que se debatía en ser o no ser... un desertor.

Así que esperó un par de minutos y luego salió corriendo hasta su casa. Entró velozmente. No le importaba su carrera, le importaba estar vivo. Y  no encontró mejor salida que... si no puedes contra ellos, úneteles. Así que subió a su habitación completamente convencido de marcharse.

Le importaba una mierda. Todos se podían ir a la mierda. Las líneas de tiempo podían joderse junto con todos los demás; pero él no.

Lo estaban tratando como si fuera un mentiroso, y él no había hecho absolutamente nada. ¿Y qué si pasó antes? O bueno, en otro lugar. O... ¿Tiempo? No entendía esa parte, ni le interesaba entenderla; pero joder que él no había cometido los errores de su otro yo, y aún así le juzgaban.

Las líneas en su cabeza se habían separado, y aunque estaba lúcido, consciente de su realidad, de todas formas quería irse. Tenía que hacerlo, y ya había anochecido.

Probablemente debería haber detenido a Jungkook pero... ¿A quién le interesaba?

¿Por qué tendría que quedarse? Su vida era un asco, todos a su alrededor lo eran, incluso él.  Así que tomó un bolso de tela que usaba para viajar antes de comenzar a buscar su ropa por el suelo; toda su habitación estaba vuelta un desastre al igual que su casa.

Buscó con la vista su libro predilecto, que era una antigua biblia, en un rincón y se movió hasta ella para tomarla; sus hojas estaban pegadas, por lo que tuvo que romperle la pasta.

Sólo entonces pudo sacar el dinero que había ocultado por años, porque desde niño siempre pensó en algún día largarse.

Guardó el dinero, junto con un poco de ropa y un cuaderno de trabajo para no volverse loco en su bolso y tomó una gran bocanada de aire al sujetar el tirante con fuerza.

—¿¡Agustus!? —Escuchó un gritó que le llamaba desde el primer nivel de la casa. Tragó saliva, entonces bajó veloz por las escaleras encontrándose con su padre.

—No tengo tiempo para esto —le dijo pasando a su lado para dirigirse a la salida. Pero el mayor le tomó del brazo causándole molestia a lo que reaccionó soltándose de su agarre violentamente para verlo.

—¿¡Qué diablos pasó aquí!? —Min padre lo vio desconcertado, su hijo jamás se había atrevido a faltarle el respeto, mucho menos a golpearlo—. ¡Te estoy exigiendo una explicación!

—¿Es lo primero que haces? Después de semanas lejos —respondió a la defensiva—, piensas que tienes el derecho de gritar, de hacer todo un escándalo cuando es obvio que estamos jodidos. Mentiste todo este tiempo. ¡No tienes derecho!

—Vi las noticias, ¿en qué te metiste? —reprochó con el ceño fruncido—, hay policías caminando por todo el bosque y esa maldita bodega es propiedad nuestra. Mis clientes comenzaron a llamarme como locos. —Más sorprendido que indignado, se fijó en su bolso—. Estoy seguro de que tus idioteces nos metieron en esto y tú... ¿Estás huyendo?

—¡Sí! ¡Estoy huyendo y qué! ¿Qué harás al respecto! ¿¡Qué otra cosa podrías hacer para que te desprecie más!? ¡Ustedes lo sabían!

—¿¡Saber qué cosa!?

—¡No finjas inocencia, si la abuela lo sabe significa que tú también! —Le apuntó con el dedo—. Viajar en el tiempo... ¿Te suena familiar? Ustedes siempre han estado perdidos... pero yo no.

No supo reaccionar, sus acusaciones le impactaron porque él había intentado olvidar eso por años.

—Tú no lo entiendes —le dijo de pronto asustado.

—Entonces, dime la verdad. ¿Qué es lo que te preocupa? ¿¡Qué sabes!? ¿¡Qué me ocultaste!?

—Estábamos enloqueciendo, no queríamos eso para ti... —no podía contarle, se le cortó la voz cuando intentó hablar—queríamos protegerte. 

—¿Protegerme de qué?

—De ser igual que ella. 

Min apretó los ojos. Era tan curioso que lo habían ocultado tan bien de él que todos esos conocimientos habían llegado a las manos correctas. Es decir, si nunca se hubieran involucrado con los Kim, su secreto habría muerto como eso, un secreto.

Kim Taehyung no encontró nada; el conocimiento lo encontró a él.

Y Agustus ni siquiera lo sabía, lo único que le importaba ahora era irse. Estaba cansado de considerarlo su padre, le dio la espalda para salir, no sin antes respirar profundamente y decirle—: No hay una sola persona en el mundo que me importe menos que tú, Jihoon.

April Min tenía una sola misión en esa línea de tiempo como cada una de las piezas. Él debía dejar su casa y su familia para que todo volviera a repetirse aunque no sabía que sus acciones estaban escritas.

Él sabía que vendrían por ellos, era obvio, y su instinto de supervivencia era lo que terminaba de cerrar la historia. Porque así, en una segunda línea, buscaría refugio lejos, muy lejos, en una Nueva York que le ocultaría por algún tiempo.

Y del amor prohibido que allí tendría, nacería la variante que enviaba de regreso a Jungkook. Él no lo sabía, era una pieza más que el destinó usaba para jugar.

En ese momento, mientras buscaba marcharse, tomó una moneda de su bolsillo acercándose a un teléfono público esperando que funcionara.

Insertó la moneda en la ranura antes de marcar el número, para cuando la línea se abrió tragó saliva convenciéndose de que era lo mejor.

—Estación de policía, si diga.

—La explosión va a repetirse en el centro del condado —dijo con voz dura—. Tenemos explosivos en todo el lugar —y luego colgó.

Él quería irse, y qué mejor que desviar toda la atención a un lugar lejano a su ruta. ¿Qué mejor que enviarlos al epicentro? Un lugar que un Jungkook confundido atravesaba en ese momento hasta llegar al hospital.

Si lo atrapaban por hacerlo colapsar no sería su culpa, ¿cierto?

Seokjin no quería escucharlo. Bien, era tiempo de que tomara responsabilidad por sus palabras.

Ser o no ser... un desertor. Quizá ese siempre fue su destino.

...

La aglomeración en las rutas que conducían hacía el centro se encontraba presa del pánico.  Fue casi tortuoso tener que evitar a la multitud que se movía alebrestada por las calles.

En el centro de la ciudad, la situación no era favorable para nadie. Mucho menos para Jungkook que caminaba mareado chocando con las personas.

Era su primer día de escuela, y su madre le dijo que si se sentía nervioso contara a las niños a su alrededor para calmarse; pero no servía de mucho si las multitudes siempre le resultaban abrumadoras.

Así que solo tenía que ser amable con los otros niños y respirar. Su madre lo recogería pronto y todo estaría bien.

Aunque claro, considerando que tropezaba con las personas que corrían afligidas por el centro en plena evacuación sería difícil.

«No, no, no. Por un demonio, Jungkook. No estás en la escuela», se dijo a sí mismo. «California, estás en California».

No podía dejar que sus recuerdos lo consumieran o todo terminaría de joderse.

Así que avanzó contra todo pronóstico en medio del caos y la destrucción hasta que logró llegar al hospital.

No muy lejos al sur, Seokjin caminaba de un lado a otro en el pasillo. El hospital era el único lugar con su propia fuente de energía, por fortuna para los heridos y enfermos que allí convalecian.

La sala de espera era dolorosamente tediosa, sumada a la paranoia de los pueblerinos que comentaban alarmados entre ellos.

Seokjin sentía que su cabeza pronto estallaría. Sus codos se sostenían sobre sus rodillas mientras él intentaba esconderse o ser capaz de arrancarse los oídos para no pensar más en su entorno.

Sus padres se estaban encargando del papeleo y él cuidaba la puerta de la habitación de Taehyung sin poder acercarse; pero ellos tardaban mucho, por lo que decidió ir a buscarlos.

No mucho después Jungkook entró temblando por la entrada principal del hospital. Abrazándose a sí mismo y arrastrando la pierna al avanzar.

Había muchas más personas de las que se imaginó. El piso parecía mojado por la escarcha, buscó con la vista, preocupado, hasta que pudo ver a la distancia un cártel que señalaba el camino hacia urgencias.

Ya no quería hablar con nadie porque eso lo confundiría más, así que caminó buscando por los pasillos hasta que en uno de ellos se encontró con los señores Kim a la distancia.

Seokjin alzó la cabeza, y negó, inconforme, al reconocer a Jungkook quién caminaba agitado hacia ellos.

—Min hijo de... —murmuró. Así que se puso de pie antes de acercarse a él para tomarlo del brazo y arrastrarlo evitando que sus padres lo vieran. —¿Qué haces aquí? —dijo molesto.

Lo observó, Jungkook parecía normal. Algo pálido y con los labios temblorosos; pero todo normal, como quién no era una arma eléctrica humana.

—¿Dónde está? —dijo el pelinegro.

—Ni siquiera lo intentes, no vas a verlo. ¿De acuerdo?

—No tú también, Jin. Por favor.

—No tienes nada que hacer aquí.

—Necesito saber cómo está —su voz suplicante hizo dudar a Seokjin, quien comenzó a contarle.

—Aún no tiene horario de visitas, lo trasladaron hace poco de cuidados intensivos. Dijeron que en un par de horas podría entrar una persona a verlo, y será mi madre. Ella tiene toda la información.

—De acuerdo —dijo Jungkook intentando avanzar; pero Seokjin le detuvo de nuevo—. ¿Qué te sucede?

—¿A dónde crees que vas? —Negó indignado.

—Entonces hablaré con ella.

—No —lo vio extrañado—, escucha. Mis padres no se sienten cómodos contigo, y yo ya tuve muchos problemas intentando mantenerte con vida. ¿De acuerdo?

—No se trata sobre ellos o nosotros, se trata de Taehyung.

—Ese es el punto, no pretendo exponerlo a más daño.

—Necesito saber que está bien.

—¿No me estás escuchando o qué? —Parpadeó varias veces—. No está bien —dijo molesto, su voz preocupada hizo callar al menor—. Tiene quemaduras graves, no respira correctamente y apenas despertó hace poco.

—¡Necesito verlo!

—¡Él no está bien, Jungkook! ¡Entiéndelo de una buena vez!—gritó y lo empujó sin intención de hacerlo. El otro retrocedió y su  expresión le hizo sentir culpable cuando sus ojos oscuros se llenaron de desconcierto.

—¿¡Y me pides que me vaya!? —respondió indignado, las luces parpadearon.

Seokjin suspiró y apretó los ojos, los dos iban a odiarlo; pero era lo de menos.
—No hagas una maldita escena, Jungkook —dijo con voz leve—, respira o harás que todo en el hospital falle. Las cosas raras de tu cuerpo van a lastimarlo todavía más.

—¿Cómo sabes que...?

—Cada vez que te desmayas algo malo sucede. No hay que ser muy inteligente para unir los puntos. Recuerdo bien lo que pasó en la piscina, me dolía estar cerca de ti. O como el día en que yo veía el partido y los fusibles de toda la casa se fundieron. Maldición—se pasó la mano por el cabello frustrado, estaba tan cansado—, sé que eres tú, la maldita televisión explotó y fue por ti.

—Sí, es mi culpa. Lo sé, y lo siento, pero no hice nada por maldad. Lo que sucede es que...  —Seokjin lo calló.

—Escucha —dijo con el ceño fruncido—, no quiero explicaciones, no me interesa tu mierda. Necesito que te vayas, lo digo en serio. Te dejé encerrado por una razón, pero ya que estás aquí, significa que estás bien, y que puedes irte.

—Seokjin... —intentó decir.

—Jungkook, lárgate de aquí. Ya tenemos suficientes problemas como para que causes más. No sé qué eres, pero eres peligroso.

"Peligroso". No... otra vez esa palabra no.

—No puedes solo pedirme que haga eso, si me dejaras explicarte...

—No quiero, tuviste suficiente tiempo. Los dos, de hecho, y ninguno se dignó a decirme la verdad. Sé que piensan que soy un estúpido, pero como siempre, este estúpido se va a encargar de que no hayan más heridos.

—Yo tampoco sé lo que sucedió. Él me ocultó muchas cosas, yo...

—Ya dije que no me interesa —interrumpió y se cruzó de brazos—. Taehyung necesita descansar y no voy a arriesgarme a que causes otro apagón en el hospital y lo mates.

—No pasará, lo juro.

—¿Tu padre nunca te enseñó que no debes jurar en vano, Jeon?

—Corre más peligro si me voy.

—No es así. Encontraron a Taehyung cerca del bosque —comenzó a explicar—,  y la policía quiere interrogar a mi familia. Le pondrán custodia policial a mi hermano como si fuera un criminal. Tuvimos que llamar al padre de April porque el accidente fue en su propiedad y ahora lo están investigando también. Jungkook, esto no es un juego. Para ustedes fue muy fácil vivir en su pequeña burbuja de felicidad y aventuras —alzó las manos— pero, ¿qué hay de los demás? ¿¡Qué hay del daño que causaron!? Esto se termina aquí.  Piensa con la cabeza por un segundo, Jeon.

—Nunca quise que nadie saliera herido.

—Lo sé —dijo serio, con esa voluntad que le caracterizaba—, pero eso no cambia nada. Él hace cosas que no debería hacer por ti. Así que no me importa, te quiero lejos de él, y de mi familia, no te quiero en mi casa de nuevo. Hazte un favor y desaparece.

—Jin... sabes que no puedo dejarlo. Tienes que entenderme. Él es... —su voz se quebró— él es el amor de mi vida.

Seokjin se quedó callado algunos segundos en los que le pidió perdón desde el fondo de su alma. Lo sabía, él era coleccionista de sonrisas, y atesoró todas esas que su hermano mostró por amor; pero nadie nunca tiene ni suficiente vida, ni suficiente amor.

—Tú podrás conseguir otro amor —dijo con pena antes de negar con la cabeza —, pero yo nunca podría conseguir otro hermano.

Jungkook quería llorar y algo dentro de Kim dolió, incluso con sus errores, Seokjin viejo llegó a querer mucho al muchacho. No lo sabía con certeza y aunque le habría gustado tener el valor para preguntarle sobre esa sensación que tenía cuando estaban juntos no lo hizo.

—No me pidas que lo abandone, te lo suplico —dijo, y el mayor suspiró, no podía seguir siendo así de blando—. ¿Qué pasará cuando me busque y no esté?

—Le diré que no tuviste elección. ¿Sí? Sé que se molestará conmigo, sé que va a odiarme; pero le diré que peleaste y sufriste por su ausencia, le diré que lo quieres. Pero por favor, solo vete.

—No puedes cortarme de su vida como si fuera nadie...

—Ya lo hice. —Le dio la espalda—. Ahora márchate, o soy capaz de delatarte con los militares —comenzó a alejarse—. Incluso si con eso me jodo yo también... —musitó más para sí mismo que para el otro.

—Yo lo amo —murmuró Jungkook—. Solo quería estar cerca de él.

Seokjin sabía tanto de corazones rotos que no pudo evitar apretar los ojos y detenerse cuando sus hombros sintieron el peso de querer lo mejor.

—Oye —le llamó, volteando solo un poco para verlo de reojo y decir—, gracias por quererlo —antes de seguir avanzando por el pasillo.

Jeon Jungkook lo tomó con un nudo en la garganta. Y le vio caminar hasta que cruzó en la esquina dejándole solo, se observó los pies cuando bajó la cabeza.

Efectivamente, se estaba congelando. Ahora estaba como al inicio. Tenía puestos los tenis de Seokjin y le dolió saber que lo quería, como al mayor al que nunca quiso escuchar.

No lo culpaba por querer proteger a su hermano. Y tenía razón, así que por el momento todo lo que podía hacer era esperar.

Aunque sabía en qué habitación estaba Taehyung a pocos metros de él, caminó en sentido contrario para salir del hospital con la única certeza que tenía.

El amor duele.

Cuando salió se sintió apenado. El hospital... Su padre estaba muy molesto, por su culpa habían tenido que pasar Navidad en urgencias. Y Jungkook lo sentía mucho, así que pensó en que debía disculparse después de que le curasen el tobillo.

Se chocó con una enfermera y parpadeó confundido. Cierto, Jungkook ya no tenía doce años y no era Navidad.

Eso no era real aquí, pero , ¿acaso él sabía qué lo era? ¿Verdaderamente lo sabía?
No encontraba diferencia entre esta y millones de vidas más.

Se tocó el labio, en donde esa perforación que solo tenía en la segunda línea se encontraba y pensó que era una buena forma de saber cuándo estaba.

Es decir, no era su culpa. Esos esquíes no eran del tamaño adecuado para su altura, era obvio que iba a lastimarse; pero no fue capaz de mencionarlo porque le gustaba la emoción de su padre.

Por eso cuando salió a la nieve hizo un gran esfuerzo por mantenerse estable sobre estos mientras avanzaba.

Aunque claro, la policía que estaba acordonado el centro le hizo caer en cuenta de que había sucedido algo muy malo en el centro del Condado.

California.

«Jungkook estás en California» se repetía a sí mismo.

Caminó un par de metros más viendo a los antimotines calmar a las personas mientras patrullas rodeaban el lugar. Ya estaba oscuro y era difícil de ver más allá por la ausencia de iluminación.

Quiso alejarse de la multitud pero se sentía atrapado. Al dar un paso hacia atrás, su hombro chocó con otra persona.

—Quítate de aquí, vago —le dijo el hombre; pero no fue lo despectivo de sus acciones lo que le hizo voltear a ver, sino el hecho de que le habló en su idioma natal.

—¿Qué...? —murmuró por lo bajo cuando sus mejillas se sintieron calientes, volteando a ver de inmediato. Lo notó hablar hacia la mujer junto a él, seguro de que Jungkook no entendía sus palabras.

—Estos imbéciles están por todos lados —dijo y el pelinegro sintió que se desmayaría—. Este país definitivamente no puede ser peor.

—No molestes al chico... —respondió en el mismo idioma; Jungkook agitó la cabeza e intentó seguir caminando, porque al fin había aprendido lo peligroso que era relacionarse con su futuro—. Busquemos a la niña y nos vamos, no perdamos más el tiempo. Nos iremos a la ciudad vecina antes de que esto empeore.

Se quedó de pie en la cera solo unos metros a la distancia.
—Sí, hay que irnos, estoy cansado. Le diré a Yugyeom que la busque. A la zorra que criaste, no quiero ni verla a la cara —respondió con tanto asco que Jungkook sintió que su pecho se rompería.

Tambaleó y tuvo que sostenerse del paral de madera en una de las tiendas para no caerse. Volteó a ver, las piernas le temblaron mientras les veía de espaldas avanzar por el centro, con sus grandes abrigos y ser alcanzados por otro sujeto, parecido a él en altura, que probablemente en ese entonces tenía su misma edad.

Ese del que heredó los hombros, el caminar y que no le dio los esquís correctos.

«¿Qué hacen ellos aquí?» Pensó aturdido. ¿Por qué jodidos estaban sus abuelos en la ciudad?

Y él... se le revolvió el estómago, se parecía tanto a él de joven que le hubiese gustado arrancarse la piel. «¿Qué hace mi padre aquí?»

Comenzó a ahogarse; él sabía que pasaría de nuevo. Se sentó en la banqueta de la acera aunque estuviera mojada intentando no hacer cortocircuito.

Respiró, no quería que lo golpearan por no arreglar su habitación.

Respiró mientras las personas exhalaban con asombro cuando las luces parecieron destellar en la oscuridad por un segundo.

Respiró porque sabía que le dirían que no era lo suficientemente bueno aunque se esforzara haciéndoles la cena.

Se levantó de la mesa cansado luego de que tiraran el plato de arroz al piso; estar en medio de la discusión le hacía sentir impotente. Jungkook siempre se mostró maduro para cumplir con su demandas, para suplir cada uno de sus malditos caprichos; pero para ellos, nunca fue lo suficientemente maduro cuando se trataba de tener una idea propia.

Solo era un niño estúpido ante los ojos de muchos adultos que nunca supieron controlar sus emociones y ahora por su culpa él tampoco podía.

Tampoco podía controlar el pánico de los que corrían a su alrededor cuando estuvo seguro de que haría explotar todo.

Aún así colgó su delantal ignorando los reproches y caminó hacia su madre. Ella lo llamaba, estar a su lado era lo único que le hacía sentir seguro.

Respiró... con apnea estando aturdido y sin darse cuenta de que alguien frente a él le estaba hablando.

"Jungkook... hijo. Levántate, se hace tarde. Jungkook, arriba. Jungkook...".

Abrió los ojos con dificultad volviéndo a sí mismo, con los ojos llorosos. Estabilizandose por suerte o bendición.
—¡Jungkook! ¿¡Jungkook, qué te sucede!? —le gritaron—. ¡Están cerrando el centro, levántate ya!

—Sunhee... —dijo, apenas al verla, con náuseas cuando la imagen física de la chica no encajó con la suya mental.

—Jungkook, levántate —ella alzó la vista, volteando a ambos lados paranoica. Le extendió la mano, la cual Jeon dudó en tocar.

Respiró... Y se sintió cuerdo de nuevo ante la atmósfera de sirenas de las patrullas a su alrededor.

"—Este perímetro se encuentra bajo amenaza, tenemos que desalojar. —Se escuchaba decir a la policía".

Pasaban mil cosas dentro de él y mil más a su alrededor; pero después de todo, lo único que le quedaba era respirar.

Finalmente, Jungkook la tomó, usando su agarre como un pequeño impulso para ponerse de pie cuando todo se vio oscuro de nuevo.

Ella lo arrastró hasta una pequeña tienda de conveniencia, a dónde entraron veloces. Jungkook se sorprendió un poco al ver que tenía velas en los anaqueles que iluminaban tenuemente y parecía que habían movido varios estantes para usarlo como refugio.

Jungkook rogaba misericordia por todos los habitantes, quienes no tenían la culpa de lo que sucedía. 

En cuanto entraron, otras dos personas mayores se apresuraron a cerrar la persiana por dentro completamente.

—¿Qué es este lugar? —le preguntó a Sunhee.

—Es la tienda de mis tutores. En su casa no había electricidad, y las personas intentaron saquear todo. Tuvimos que quedarnos aquí.

—¿Saliste por mí?

—Sí —dijo seria—. Te vi desde afuera y no iba a dejarte solo en medio la revuelta.

—Lamento las molestias —dijo por impulso. Ella no le respondió, sino el dueño del local. 

—Descuida, Hijo —dijo él a Jungkook—, será mejor que esperes aquí, la locura... es contagiosa —dándole una mirada dura. 

Su semblante estaba serio. El anciano no se inmutó al ver a Jungkook, en su lugar, se asomó para levantar un poco la pestaña de una de las ventanas. Tenía un bate y mucha determinación al hablar.

Ellos hablaban en inglés, con un acento muy marcado en donde la pronunciación de la "R" era notoria. Era obvio que tampoco pertenecían allí, lo cual le pareció curioso porque eran tan religiosos como rudos aparentemente.

Jungkook agradeció en voz baja y fue apenas capaz de llevar su vista de regreso a su Sunhee.

Ella suspiró agobiada, colocándose la mano en la cintura haciendo a su vientre relucir todavía más caminando en círculos dentro de la tienda.

Jungkook la observó de pies a cabeza, con una sensación inexplicable carcomiendo su escepticismo.

—No creí que... —carraspeó con la garganta—. Tú te fuiste... ¿Qué haces aquí?

Ella sonrió un poco divertida con su expresión sentándose en una... ¿Caja? Era difícil saberlo por la poca luz.

—Anda, dilo. Sé lo que pensaste. No creíste verme "así".

—No puedo mentirte, ¿cierto? —Jungkook se pasó la mano por el cabello.

—Ya teníamos claro que no —dijo. Las líneas estaban en su lugar y ella había vuelto a ser tan dulce como siempre.

—Seokjin es el...

—Lo es —dijo con pesar—. Pero no lo sabe, por mucho que yo quisiera, ya no es problema suyo. 

Lee Sunhee había salido del hospital aturdida, culpable por su actitud y lo primero que recibió fue una cálida bienvenida de sus padres apareciendo de sorpresa en casa de sus tutores.

Ella sintió inexplicable temor al verlos. Quizá porque en ese momento aún estaba confundida por las líneas, lo que le dio la sensación de que... algo malo sucedería.

—¿Qué haces aquí?

—¿Aquí en el pueblo o aquí escondida?

—Ambos, supongo...

—Uhm... larga historia. Mejor... —se quejó del dolor en su vientre— omitamos esa parte.

—¿Qué te pasó en el ojo? —dijo Jungkook porque le había observado un moretón en su pómulo.

Ella desvió la mirada. Jungkook se sentó a su lado en el suelo, recargando la espalda contra el mostrador.

—Mis padres están en la ciudad —le contó alzando las cejas—. Y me dieron un gran saludo en el hotel.

—El bebé... No lo entiendo. Sunhee, tú te fuiste. Tenías que irte. —Era tan impactante para él ver a su madre embarazada.

—Tuve problemas con mi vuelo y mis padres se tomaron la libertad de venir por mí. Me obligaron a irme al hotel con ellos, trajeron a mi "novio" para disimular, luego, mi padre me... —tragó saliva— él me golpeó justo antes del apagón.  Me desmayé y al despertar todo estaba oscuro, entonces escapé y les rogué —volteó a ver a la anciana que se abrazaba con una manta en el otro extremo— que me dejaran quedarme con ellos un par de días más. Aceptaron... por esto —terminó señalando al golpe en su rostro—; pero todo se descontroló.

—Déjame ver si entiendo... ¿Tu padre te hizo eso? —cuestionó indignado.

—Sí... es por eso que estoy aquí. Me ocultaba hasta que se calmen. Pero la revuelta comenzó.

—¿Qué jodidos le pasa? —Negó—. Es un cobarde que... —Jungkook entendió lo que sucedería. Al fin entendía toda su mierda familiar.

Sunhee estaba sudando y se presionaba el vientre constantemente; pasó su vista sobre ella. Esas bromas que sus abuelos hicieron por años tuvieron sentido cuando la vio adolorida. Tarde o temprano perdería al niño.

—Lo decepcioné, es entendible... —dijo pero su incomodidad era notoria.

—Eso no le da derecho,

—Lo sé, pero aun así... duele. No debí fallarle —dijo ella. Y Jungkook jamás creyó que alguien más sería capaz de sentirse igual que él.

Después del divorció su abuelo dejó de hablarles; a él no le afectó, le daba igual lo que un viejo avaro pensara; pero su madre... oh, ella la pasó mal. En ese entonces fue joven para entenderlo, pero cuando creció lo hizo.

Odiaba su apellido, odiaba pensar en tener que cumplir con condiciones para merecer amor.

Odiaba que su padre nunca sintió el mismo afecto por él y rechazaba a un Seokjin adulto porque no soportaría pasar de nuevo por eso. No necesitaba a otra persona que fuera a abandonarlo. Para cualquiera era tan fácil tacharlo de insensato, de malagradecido, por sentirse ajeno a ese Kim; pero la coherencia siempre ha sido algo que el trauma inhibe.

Ser un pequeño dispuesto a asistir las necesidades emocionales de sus inmaduros padres solo genera otro adulto miserable, como él mismo solía ser.

Lo cual era gracioso porque alguien con familia funcional jamás entendería cosas como ser egoísta para protegerse o el anhelar la aprobación de un padre despreciable.

Los niños felices no entienden lo que es descubrir  el amor por primera vez.

—Él es un... —intentó decir pero ella volteó el rostro—. Te entiendo, no quise molestarte.

—Descuida. Sé cómo son las cosas y no me molesta, soy capaz de tomar responsabilidad. —Se abrazó a sí misma—. Pero incluso yo sé que las cosas tienen un sentido lógico. Y hacer más grande el problema... justo ahora es innecesario. No necesito su opinión, necesito ayuda.

—Oye... —buscó su mirada— solo quiero que sepas que eres la persona más fuerte que conozco. No importa lo difícil que sea, estarás bien. No les temas, quizás ahora tengas miedo de lo que vendrá, nada de eso será fácil; pero sé bien que puedes con esto. Puedes y podrás.

Él hablaba genuinamente. Sunhee tenía todo un futuro infame escrito; pero no le temía.

—¿Por qué siempre eres tan dulce conmigo? —cuestionó volteando ligeramente para verlo, Jungkook sonrió, benigno.

—¿Por qué no serlo? Incluso en el fin de los tiempos... Al mundo le hacen falta más hombres encantadores. —No supo la razón, pero recargó su cabeza contra la pierna de la chica. Y casi por instinto, ella le tocó el cabello.

—Sonará sentimental... pero estoy agradecida de haber chocado contigo ese día—soltó de pronto.

—Tú y yo, tenemos la mala costumbre de encontrarnos, ¿no te parece?

—No creo que sea costumbre... tal vez sea suerte —dijo ella.

—Sí... tuve suerte de que fueras mi... —se quedó callado por un pequeño instante— amiga.

Jeon Jungkook no era la clase de hombre indiferente hacia la vida. Era demasiado sensitivo incluso sin proponérselo.

Estando ahí, pensó en que su madre jamás habló de eso. Quizá porque fue demasiado difícil para ella de asimilar, y al estar frente a las expectativas de lo que sería esa vida con ese otro hijo, saber lo que pasaría le quemó el pecho un poco.

Entendió el afán por casarse así de joven y los insultos que le escuchó recibir. No podía simplemente decirle que algo malo le sucedería, no lo sabía a ciencia cierta, tampoco era tan cruel para pensar en preguntar en el futuro.

Jungkook le pidió muchas veces un hermano a su madre cuando era muy pequeño, ella siempre se quedaba callada y después de tanto comprendía esos silencios; ahora parecía que por un momento lo tenía, así que le sonrió en medio de la oscuridad y atesoró ese sentimiento en secreto.

Sí, siempre quiso un hermanito para que lo siguiera. Pero un hermano mayor al cual seguir... por un segundo y aunque no podría tenerlo... le hizo muchísima ilusión.

—¿Jungkook?—le cuestionó cuando el otro divagó viendo al suelo.

—Sí, sí. Es... solo que pensé en demasiadas cosas de golpe —sonrió—, fue algo abrumador.

—¿Eso te pasa seguido? —le vio preocupada.

—Últimamente... sí, mucho. Creo que no sé en qué mundo estoy —dijo con gracia aunque era verdad.

Ella sonrió nerviosa, esto no estaba saliendo de acuerdo al plan, y ver a alguien que no le juzgara fue reconfortante. Jungkook, a diferencia de Agustus, no la confundía, en su lugar, le llenaba de mucha paz.

—¿Quieren un poco de café? —dijo la anciana, quién se había aproximado con un par de vasos desechables luego de darle uno a su esposo.

Jungkook sabía que era un error y de todas formas asintió porque no perdería la oportunidad de verla feliz antes de que su mundo se derrumbara.

—Sí, me encantaría —dijo al tomar el vaso, al igual que su madre, quién temblaba.

Su tutora le tenía un gran cariño, era evidente para Jeon cuando la mujer le puso la mano en la frente a Sunhee. La chica tenía fiebre.

Se mareó un poco y pensó en esa cafetería a la que les gustaba ir de noche en Busan. El lugar siempre estaba casi vacío por la hora, por lo que podían ordenar sin ningún problema.

Lo único que le faltaba para sentirlo habitual era abrazarla por la espalda, y avergonzarla frente al cajero como buen hijo adolescente con demasiada energía; pero no podía.

Era curioso pensar que en una noche tan fría, ambos estaban en el suelo del mismo lugar, como muchas de las noches que Jungkook pasó solo hasta el amanecer.

Salvo que no tenían café especiado en elegantes tazas, sino un poco de café de la cafetera que quizá era más agua con color que café en vasos de poliestireno.  También un pastelito, que no supo de qué sabor era pero que aceptó y dejó de lado.

Él la observó con ternura sujetar su vaso con ambas manos cuyos guantes protegían.

Ella tuvo errores, nadie nunca los justificaría; sin embargo, la complejidad de lo que significa la paternidad es algo para lo que ningún humano está preparado. Pues no solo se trata de instinto, sino también reconocer que cada acción afecta a tu alrededor, siendo padre existe esa barrera que se rompe en donde se deja de ser humano para ser padre; y aunque es lo correcto, no significa que sea justo. 

Ella asintió y se jactó un poco en su mente.
—Parece que no te vi en un mes y... cambiaron muchas cosas.

—Tú subiste dos tallas y yo tengo una pata de palo, si eso es a lo que te refieres... —se burló Jungkook. —Sí, han sido un par de días muy extraños.

—Si lo dices así suena mal...

—Lo siento, tengo que aprender a usar mi filtro verbal.

—Pero tienes razón, todo ha sido muy extraño. ¿Sabes?

—¿Por qué lo dices?

—Esto del embarazo es horrible... —dijo con gracia. Y él se apenó un poco.

—Dímelo a mí —intervino la anciana, quién la veía atentamente. Preocupada porque ella sabía que ese niño estaba en riesgo.

—¿Tienen un hijo? —cuestionó Jungkook.

—Teníamos, murió hace años antes de que lográramos cruzar. De Guatemala a California... es un largo camino.

Ella quiso seguir hablando; pero su esposo la llamó y tuvo que moverse velozmente a la ventana por el sonido de las sirenas que se hizo más fuerte. Habían comenzado a llegar militares al sector.

—El otro día pasé en blanco un par de horas —dijo Sunhee, él dio un pequeño sorbo a su café—, no lo sé, solo es extraño porque siempre estoy muy mareada. Además, cuando mis padres me vieron "así" casi les da un paro.  Te lo juro, quisiera enterrarme viva.

—Bienvenida al club de los fenómenos, siempre estamos mareados y amamos ocultarnos de nuestros padres.

—No bromees con eso, Jungkook —le dijo sonriendo de lado—, estoy hablando en serio.

—Oye, no me culpes —murmuró—. No tuve y no tendré a mi amiga por mucho tiempo... déjame atesorar este momento en el que puedo molestarte.

—Okey, okey. Olvidaba que eres un tonto.

—¿Ahora ya no soy dulce?

—No, eres molesto.

—Lo soy. Y a mucha honra, señorita. —Jeon alzó su vaso frente a ella para que al imitarlo ambos chocaran en un brindis.

El frío les azotó. Se quedaron callados un momento en el que se observaron fijamente como si los dos sintieran su pecho temblar, como si... supieran que se amaban de la forma más pura.

Jungkook se animó a extender su brazo para poder acariciar el de ella, en un toque suave que la hizo dudar y más cuando él le sonrió; esa sonrisa, su sonrisa, era una que ella veía todos los días frente al espejo.

—¿Por qué? —cuestionó Sunhee cuando la barrera entre ellos se hizo menos real. —¿Por qué estás aquí?

—No lo sé. Creo que... me he rendido —le dijo viendo hacia la ventana.

—Rendirse no es de valientes, Jungkook.

¿Era eso verdad? Siempre pensó que a veces, renunciar, significaba voluntad. Ahora simplemente no lo sabía. 

Todo su amor estaba al descubierto, no iba a negarlo. Y supo que aunque no lo intentó había construido un hogar, con todo el esfuerzo de sus manos; ser bueno era todo lo que quería.

Jungkook quería ser un héroe y aún no lo sabía.

Se sintió culpable por nunca volver a su año, y la idea de dejarla le rompió un poco; pero ella estaría bien con Jin y Jungkook se sentía parte del pueblo, ya había tomado la decisión de quedarse, nada lo cambiaría.

—Maldición, me tengo que ir —le dijo cuando se dio cuenta de la hora por el reloj del local, poniéndose de pie y dando un gran trago a su café para terminar este—. Tengo algo que hacer.

—¡Espera! ¿A dónde vas? Es peligroso salir, no quiero que te desmayes en la nieve.

—No puedo dejar que todo se termine tan fácil. Necesito intentarlo... es mi última carrera.

La vida siempre ha sido un gran partido de béisbol. Jungkook había fallado un par de tiros pero no perdería la final.

—¿Es por él, cierto? —Ella le conocía tan bien, que cada vez que había seguridad en su garganta era el apellido Kim lo que tenía en mente.

—Mañana es su cumpleaños y no creo que me dejen verlo, pero...

—Eso no te ha detenido antes, ¿o sí? —dijo con orgullo. Él negó viéndola desde arriba.Se acomodó  la chaqueta estirando sus extremidades. Estaba tan lúcido como no lo estuvo en horas.

—El dolor nunca me ha hecho menos soñador, me temo. 

—Ten cuidado —dijo el dueño del lugar al verlo de pie—, ven a buscarnos si tienes problemas.

—Gracias por cuidar de mi amiga —dijo él sinceramente, inflando el pecho con gallardía.

La anciana extendió una bolsa de papel hacia él.
—Chico, llévate eso —le dijo, señalando al pequeño postre en sus manos.

Jungkook aceptó antes de guardarlo en su interior, agradeciendo con una pequeña reverencia. Convencido de que incluso en el fin del mundo, la bondad es real.

Se atrevió a dejarle un beso en la frente a Sunhee.

—Hazlo, se hace tarde —murmuró ella cuando se sintió tan pesada, y le tomó del borde de la chaqueta por inercia, como si no quisiera dejarlo irse. Algo dentro de ella le decía que no lo dejara salir en la nieve pero no podía detenerlo.

—Adiós, Sunny, te veré... —le dijo y sonrió a medias a sabiendas de que después de hoy ella lo vería en unos largos quince años; pero que él jamás le vería de nuevo— te veré más tarde.

Tomó la bolsa, y caminó hacia la persiana que habían abierto un poco; aún cojeaba al moverse.

—Oye—le llamó ella—, córtate el cabello, ¿quieres? —le sonrió mientras se despedía de él con la mano. Esa sonrisa era una de las cosas que más le gustaba—. Adiós, Jungkook...

La piel de pelinegro se erizó cuando apenas volteó a verla para devolverle la sonrisa. El centro era difícil de atravesar pero... no le asustaba. Ni el devenir, ni los estragos de su mente. Como todo humano, él era capaz de avanzar incluso en la adversidad.

Cuando estuvo afuera del local, observó el cielo oscuro y las luces rojas con azul en el exterior le cegaron un poco.

—Adiós, mamá —dijo, y se despidió con los labios curvos, tirando del borde de su chaqueta.

...

No había pájaros que cantaran. Agustus sentía un extraño cariño por Taehyung, y más que eso, la incertidumbre no lo dejaba marcharse en paz.

De manera que, aunque sabía que no era correcto acercarse tanto, hizo una parada en el hospital antes de irse, aprovechando el desconcierto de todos en el que pasó desapercibido.

No, él no quería despedirse o algo por el estilo; quería la verdad. Así que preguntó en recepción por el nombre con el que habían identificado a su sombra.

—¿Alguna noticia de... —vaciló esperando no equivocarse— Park Jimin?

Contrario a lo que creyó, sí obtuvo una respuesta.
—¿Eres familiar suyo? —Él asintió—. Bien, necesito que me firmes un par de cosas y luego puedes pasar.

Quizá era el pánico o la necesidad de desalojar las camillas, pero le extendieron una forma en blanco, la cual llenó en todos los recuadros con datos alzar con total naturalidad. Tomándose la molestia de leer toda la descripción del hombre, el cómo había recibido un disparo en el hombro, en donde lo encontraron y que probablemente podría ser dado de alta pronto.

—Aquí tiene —dijo a la chica devolviéndole la hoja ahora llena.

—De acuerdo... —vio el nombre de la firma— pasillo dos a la derecha, tercera puerta. Intenta no hacer ruido para no molestar a los demás pacientes.

Agustus no perdió el tiempo cuando supo a dónde dirigirse. Avanzó un par de minutos hasta que se quedó frente al lugar indicado, el cual no estaba en el área de urgencias.

Se acercó a la puerta de la habitación, le causó curiosidad el joven cuyo rostro pudo reconocer con total claridad. Se veía terriblemente mal, estaba en cama e intentaba tomar la comida en el buró junto a él.

Tenía el brazo y parte del pecho vendados, el inmovilizador en su hombro cumplía su función bastante bien al limitar sus movimientos, por lo que le fue imposible alcanzar la charola.

Agustus pensó... que aunque quería irse no lo haría en blanco. Así que se acercó en total silencio mientras le veía.

—Lunático de los secuestros—dijo, no delataría conocer su nombre real—, es un gusto verte. —El otro alzó la vista de inmediato —. ¿Cómo te sientes?

—¿Qué quieres? —respondió a la defensiva, observándolo de pies a cabeza, desconfiado.

—Vine a terminar con esto...

—¿Vas a matarme entonces? Hazlo, por favor. Me estarías haciendo un favor.

—No me gustaría tener que hacerlo, pero no tengo opción —dijo Agustus acercándose lentamente. Su voz seria y su semblante duro hicieron al rubio alarmarse. Él lo notó y se burló—. Oye, oye, descuida. Solo bromeaba, no te haré daño, no es esa clase de visita.

—¿Entonces qué haces aquí?

—Solo quería tener una conversación tranquila. Respuestas. Ya sabes... de por qué hay un montón de policías queriendo interrogar a mi familia.

Sus acciones eran lentas, se acercó al buró juntó a la camilla para tomar la naranja de la charola después de verle visto batallar para alcanzar esta y luego comenzó a pelarla para que al rubio no se le dificultara comer. Además de quitarle a la sopa el plástico que la cubría.

—¿Por qué haces esto? —Jimin parpadeó incrédulo cuando el otro le acercó la charola a las piernas y se sentó en la orilla.

—No debería, eres un idiota que me colgó de cabeza y me golpeó.

—¿Pero...?

Min suspiró, cuando ladeó la cabeza divagando pensativo mientras le veía.
—Te tendré consideración basándome en que salvaste a mi amigo.

—Kim... —dijo preocupado cuando reaccionó—¿dónde está, Kim? El chico. Él... y la-la, la electricidad. Estaba muy mal. Se estaba muriendo. Kim estaba muriendo.

Min aprovechó para robarle un trozo de su naranja sin darle importancia que no le pertenecía.

—Tranquilo, Rubio. Taehyung está bien... bueno, algo así. Estuvo inconsciente casi dos días, pero despertó y según lo que sé, responde bien al antibiótico. 

—¿Yo... lo salvé? —Negó con la cabeza—. Pe-ero no pude hacer nada.

—Te encontraron en la nieve abrazado a él. Bueno... nunca dijeron que hubieses sido tú pero para mí es obvio. Y eso es suficiente .

—Menos mal —resopló con fuerza. Parecía un poco menos agobiado—. Pensé que él...

—Todos lo pensamos, creerme. Pero no, así que cambia esa cara de culpa, él estará bien—suspiró—, eso espero.

—Se nota que son grandes amigos... —se atrevió a decir.

—No, en realidad no me sorprendería que me odie.

—Pero acabas de decir que...

—Lo sé. Lo quiero, pero digamos que... tenemos "historia" —no estaba perdido, sino sereno. Ahora sabía que había algo muy peligroso en sus acciones, sabía de lo que era capaz—. ¿Sabes? Lo expuse frente a toda su familia, me besé con su hermano, echaron a su amigo por mi culpa, creo que también peleé con su ¿amiga?, aunque no recuerdo bien esa parte, así que ahora es probable que esté en muchos problemas por mí.

—¿Por qué tanta sinceridad? —Al fracaso de científico loco le resultó curioso el tono de su voz.

—Oh, vamos... No actúes como si no lo supieras. No es como si reservarme algo cambie mucho el hecho de que sabes demasiado sobre todos nosotros. Nos seguiste por meses, la telenovela de nuestra vida debió ser muy entretenida para ti, estoy... poniéndote al día.

—¿Cómo lo supiste?

—Mis ojos funcionan perfectamente bien. Te vi afuera de mi casa... te vi en la escuela, sé que tienes fotos mías. ¿Con qué propósito? No estoy seguro.

—Solo hacía mi trabajo —desvió la vista a la sopa—, nunca pretendí involucrarme demasiado con el chico Kim y sus cosas. Ni con ustedes.

—Te creo, aun así fuiste de mucha ayuda. Es decir... salvaste a Taehyung y dejaste salir a Seokjin. ¿Fuiste tú, cierto? —No le respondió—. Para ser alguien tan ajeno... eres más solidario de lo que crees. Te ganaste mi duda.

—Oh... ¿Y por eso vienes a hablar conmigo?

—Sí, considerarlo... una única oportunidad de que seas sincero con alguien sobre lo que pasó.

—¿Ahora eres periodista?

—Soy guionista, de hecho. Otra clase de escritor; más depresivo... menos metiche; pero, haré mi mayor esfuerzo al escucharte.

Jimin pareció dudar; sin embargo, no tenía opciones sabiendo que estaba en muchos problemas.

—Mi equipo y yo... intentamos abrir una brecha espacio temporal —soltó ambiguo en señal de buena fe.

—¿Por qué? ¿Qué ganaban con eso?

Jimin se burló al negar con una sonrisa.
—¿Qué ganábamos? —Alzó la vista—. Todo —respondió ligero—. El tiempo, el espacio, el conocimiento... todo.

—Una ventaja sobre el resto de la humanidad... ¿eh?

—No una, miles.

—¿Y cómo resultó eso? ¿Su experimento funcionó en algún punto?

—Construimos dos alternativas. Una en el lago y otra en el aserradero...

—¿Por qué ahí? —cuestionó Min y lo hizo dudar en seguir hablando.

Decirle que la culpa era de su madre, que ella estudió ese lago por años, y que todos en su familia estaban un poco locos... no parecía ser correcto. No, decirle al chico que estaba emparentado con dos personas así de dementes no le pareció justo.

Agustus tenía razón y él lo había seguido por meses, cosa que lo hizo divagar.
—El aserradero por la ubicación —fue lo primero que se le ocurrió decir—, estábamos justo al centro de la energía. Y el lago porque su profundidad era ideal para comenzar.

Min no pareció satisfecho con su respuesta, torció el gesto pensando. Todo el ambiente se sentía incompleto para él.
—¿Qué es lo que hay más allá?

—¿Taehyung no te lo dijo? —Agustus negó, nunca supo de qué se trataba todo esto con certeza—. El lago es una puerta al pasado, un agujero de gusano, yo personalmente lo estuve monitoreando desde mucho antes. Es inestable, tiene corriente peligrosa, básicamente te envía de regreso a su origen.

—¿Y el aserradero?

—El vórtice... es una clase de puerta que utiliza toda energía a su alrededor para abrir brechas entre el espacio y el tiempo. Necesita demasiada corriente, por eso se alimenta del lago, Taehyung se aseguró de eso. También de la central eléctrica de la ciudad y de... —se quedó callado cuando algo encajó en su cabeza.

—... De Jungkook, ¿cierto? —dijo Min, directo sin dejar de verlo.

—¿Cómo sabes que...?

—Quiero creer que mi teoría de cómo funciona su cuerpo tiene sentido.

—Él es como un difusor que recibe las ondas... y luego las envía. El lago es la fuente principal de energía, las torres la dirigen y Jungkook... las amplifica.

—Por eso Taehyung usaba su energía para hacerlo moverse dentro de sus recuerdos. 

—¿Qué? —Park pareció confundido, Kim omitió ese detalle.

El pelinegro pensó en esa vez dentro de la piscina y en cómo fue que Jungkook colapsó. Nadie lo sabía, pero el campo electromagnético a su alrededor era algo que le había estado intrigando, tanto que incluso tuvo que pintar con su acuarelas un aura morada sobre la foto que le tomó para darse una idea de cómo funcionaba.

Él no era el mismo tipo de genio que sus antepasados, lo suyo siempre fue más abstracto.

—Taehyung... él intentó manipular la realidad de Jungkook. Usaba su estrés para hacerlo controlar sus memorias. Pero yo...

—¿Tú qué?

—Creo que no cambió nada, sino... mezcló todo. ¿No es así?

Park pareció meditarlo, era una gran paradoja, y este punto, comenzaba a dudar de qué cosas eran reales, o de... dónde estaba el inicio real.

—No es así de simple, ese es el problema; Jungkook y el lago tienen el mismo poder. Él tiene la ventaja de ser consciente pero sigue siendo igual de inestable, le hará daño a todo lo que esté a su alrededor.

—¿Entonces dices que Taehyung nunca supo lo hacía?

—No, no. Digo que lo descubrió en el camino.  Por eso... Kim lo estaba aislando. Él sabía que esto pasaría.

—¿Qué era lo que estaban haciendo en el aserradero? —No le contestó—. Cuando la electricidad se cortó, después de que entraron a mi casa sin importarles una mierda la tormenta.

—Buscábamos un inicio.

—¿Un inicio de qué, del tiempo, de esta mierda? —respondió ofuscado—, estoy harto de que mi cerebro se confunda. 

—El tiempo no es unilateral, me temo. Y no sé qué hicimos pero... ahora está dividido en muchos pedazos que no sé cómo unir. —Abrió los ojos grandemente—. Unir... —masculló.

Park alzó las cejas cuando entendió lo que Taehyung hacía. Quizá no era tanto por quedarse con él sino por mantenerlo a salvo. No sólo a Jungkook, sino a todos.

Si no sabía en qué línea estaba o cuál era real, romper el bucle sería mortal para todos.
Y al irse...lo descubrió. Por eso comenzó a decir cosas sin sentido. Por eso quería intentarlo otra vez

—Él sabe cómo termina... —murmuró.

—¿Qué cosa?

—Esta línea.

Ambos se vieron preocupados cuando un amargo sabor les invadió. ¿Cuántas veces habían vivido esto ya? No lo sabían.

Quizá había una tercera línea en donde después de que su amigo de intercambio se accidentara Agustus Min se marchaba a la universidad para no tener que lidiar con los estragos de la familia Kim, una vida donde dejaría su carrera a medias para terminar de sastre en alguna parte de Nueva York.

Pero estaban atrapados en la segunda, y él tenía pensado huir. De todas formas se uniría al ejército, y quizá no lo sabía pero desertaría porque su instinto le haría saber que en la primera murió en el campo.

Huir siempre salvaba su vida. Lo haría en este momento, y también en el futuro cuando terminara vagando por las calles.

Se enamoraría de nuevo, una y las veces que se repitiera. Luego sería echado de los brazos de su amada sin razón aparente. Porque él no podía ser para ella más que eso, un desliz.

Nunca supo que tuvo un hijo, quizá por haberse guardado el secreto de Sunhee, el destino lo jodió también.

No se había hablado mucho de su futuro, él nunca tuvo un destino en realidad después de vencer a la muerte en silencio y por cuenta propia, por eso era como una mancha al igual que Taehyung.

—Esta línea... —dijo confundido cuando Park sintió la necesidad de hacer algo al respecto.

—Acércate —pidió, a lo que el otro le vio desconcertado—, chico, acércate y busca bajo mi almohada.

Yoongi dudó cuando, con los ojos entrecerrados, extendió su mano para acercarla a la espalda del otro. La deslizó detrás de esta, para que al hacerlo pudiera sentir algo sólido.

Tomó el cuaderno y lo sacó observando con extrañeza.
—¿Por qué tienes esto tú? —dijo incrédulo al tener la libreta de Taehyung en sus manos. 

—No puedo seguir. La libreta de Kim, tienes que esconderla. Es evidencia, tiene muchas cosas que... maldición, si alguien sigue paso a paso las indicaciones podría pasar de nuevo.

—¿Qué caso tendría? Nada de esto ha salido bien.

—Esa cosa tiene más información de la que me gustaría admitir. Lo creas o no, un solo error y todo se va a la mierda. Taehyung es testigo de eso.

—Esto no me está llevando a ningún lado —dijo Min poniéndose de pie con la libreta en la mano—. Yo me largo, y tú deberías hacer lo mismo, he firmado tu salida, es probable que te den de alta.

—No puedo. Van a encontrarme. Ya vienen, lo sé, vendrán a buscarme —le confirmó el rubio.

—¿Quiénes?

—Teníamos un trato con el gobierno... uno que no incluía un escándalo a nivel nacional.

—Escucha, tienes que salir de aquí —le dijo a Park—. No estoy seguro pero han comenzado a rodear por completo el bosque. Lo que sea que esté pasando es malo, mucho.

—¿Por eso huyes?

—Sí, me iré antes de que cierren el pueblo. 

Park Jimin le observó caminar  hacia la salida, él entendía lo que sucedería. Y no hizo nada para detenerlo.

—Estamos atrapados de todas formas —murmuró cuando se quedó solo.

Cada uno era una arista diferente, que unía a los diferentes vértices de su historia, complementándose en perfecta armonía.

Por eso, el momento en el que Agustus Min salió por los pasillos del hospital y se colocó la capucha del sudadero antes de salir, coincidió con los pies de Jungkook, que sobre la nieve se deslizaban, doliendo al sentirse mojados porque esos zapatos dejaban al frío calar en sus tobillos.

El pelinegro, que simultáneamente se movía de regreso al hospital, caminando en contra de la gente que huía. Entró por el otro ala, y buscó por los pasillos, ahora cuerdo, no toparse con nadie de la familia Kim.

Él no sabía del grupo de vehículos militares que atravesaron la entrada del pueblo con la intención de buscar los vestigios de la investigación.

Agustus Min, en su lugar, lo supo porque él ya caminaba cerca del límite del pueblo en dirección a la estación de autobuses, mezclándose con las personas, cuando vio pasar la gran caravana de autos en dirección al pueblo.

El profesor Kim había sido dado como desaparecido y todo su equipo se encontraba recibiendo atención médica. Agustus tenía razón y los tenían identificados a todos, incluso a Jungkook.

Jeon avanzó viendo a todos lados, su mala suerte pareció jugar a su favor; pues se topó con los padres de los chicos en la cafetería del lugar, en la mesa del fondo hablando sin prestarle mucha atención a su entorno.

Él no los odiaba; pero les tenía un gran resentimiento.

Los evitó doblando la esquina, al acercarse a ese pasillo prohibido, encontró las sillas frente a ese vacías.

Kim Seokjin estaba demasiado cansado; pero era incapaz de dormirse o de marcharse. Por lo que en ese momento específicamente, se veía al espejo en el baño.

Era casi medianoche y las enfermeras le habían dicho que podría entrar a ver a su hermano hasta la próxima hora hábil del siguiente día. Y la espera iba a matarlo. Por eso respiraba jadeando con el rostro mojado en un intento de mantener su cordura, porque tenía miedo de que sus impulsos lastimaran más a Taehyung.

Ya sea... Seokjin en el baño, o Sunhee casi llorando en el piso de la tienda mientras temblaba sin poder moverse del dolor. Quizá un Agustus que en la fila para subir al autobús pensó raparse para no ser descubierto o... Jungkook entrando a la habitación de un Taehyung que dormía apaciblemente.

Todos se movían en simultáneo; en sincronía como ambas manos sobre un piano.

Sintió una punzada en el corazón. De esas que... no llamaría culpa, sino vulnerabilidad.

A diferencia de otros heridos, Taehyung estaba en una habitación solo para él. Lo vio con varios cables, y lo que parecía ser un monitor de movimientos cardíacos.

Caminó a él lentamente cerrando la puerta tras su espalda; Jungkook jaló una pequeña silla que estaba en la habitación, y la acercó para poder quedar junto a la cama, observándolo.

Taehyung tenía los ojos cerrados. Su cuello estaba lleno de gasa para proteger sus quemaduras. Las tenía por la extensión de su hombro escondiéndose por la bata, supuso que también en las piernas porque se encontraban cubiertas.

Y su hermoso rostro, ahora dejaba a relucir marcas moradas que iban desde sus ojos hasta los pómulos, además de tener los labios agrietados.

Era vano; pero no tenía mucho tiempo antes de que alguien regresara.

—Oye... soy yo —le dijo en voz baja—. Estoy aquí.  Tus padres no me dejaron verte... Por eso tuve que esperar hasta ahora. Si me ven aquí llamarán a la policía, creo. Y Seokjin... —se pasó la mano por el cuello— él también me odia.  Digamos que ya no soy muy bienvenido en tu casa; pero estoy aquí, es lo que importa.

La habitación estaba en silencio, no faltaba mucho para la medianoche; ese área del hospital nunca fue el más concurrido de todos.

Jungkook llevó una mano al cabello de Kim, ese desordenado y brillante que se encontraba encrespado... opaco, quemado.

Entonces, colocó ambos codos sobre el borde de la cama para sostener su frente cuando inclinó la cabeza, abatido.

¿Esto era lo que había al final? El ritmo cardíaco de Taehyung parecía ser como una canción de cuna en medio del silencio. Una tonada tenue, adecuada a la noche.

—¿Por qué están enojados... contigo? —musitó Taehyung, apenas, sin abrir los ojos.

El pelinegro levantó la cabeza sobresaltado, los orbes abiertos llenos de asombro.
—¿Estás despierto?

—No, genio... estoy hablando dormido —murmuró. No podía reírse, le dolía el tórax, aún así, esbozó una pequeña sonrisa cuando volteó a verlo.

—Búrlate todo lo que quieras, Kim —dijo con temblorosa voz—. Tus insultos me alegran la existencia.

—Si yo no me burlo de ti, ¿quién lo hará? Es un —se quejó apretando los ojos—, un trabajo de tiempo completo.

A Jungkook le hubiese gustado actuar como si nada hubiera pasado. Sin embargo, los estragos que la realidad causaron en él eran imposibles de esconder.

—¿Dónde estabas? —se animó a preguntar.

—Yo pregunté—tosió—primero. ¿Qué sucede con mis padres?

—Ellos... piensan que te hice algo malo. Saben que es mi culpa que estés aquí.

La voz de Jeon sonaba lastimera, pero a Kim le hizo gracia.
—No es tu culpa que esté aquí. Soy un adulto, puedo asumir... la responsabilidad de mis actos.

—No es eso... ellos saben que nosotros...

—¿Que somos... los hombres más derechos del mundo? —se burló—. De todas formas... se iban a enterar, ¿cierto? Al menos esta vez no estuve presente.

—¿A qué te refieres con... "Esta vez"?

No le contestó de inmediato, le costaba tomar aire. Se esforzó sobremanera para poder hablar sin hacer pausas.

—He pasado por eso antes —explicó Kim—, y ahora no me molesta. No tengo motivos para ocultarlo. No me importa, que lo sepan todos. Da igual lo que piensen. Es real ahora, y eso me basta.

—Te afectó a ti también, ¿cierto?

—¿Qué cosa?

—Los recuerdos.

—Oh... sí, son detalles —dijo en medio de un gran suspiro—. ¿Quién diría que es tan doloroso pensar en lo que pudo ser, no? Incluso si la respuesta no es buena.

—¿Qué pretendes, Taehyung? No puedes solo esperar a que...

— Oye, Jungkook... —le interrumpió—. ¿Sabías que casi no hay mariposas en invierno? Tienen que emigrar si no quieren congelarse... Se mueren con el frío.

—¿A qué viene eso? —dijo confundido.

—Quiero contarte la historia. —Juntó sus labios en una línea recta, vacilando en si debía hablar—. La que estuvimos buscando por meses... Y no sé por dónde comenzar... quizá diciendo que mi hermano estaba más jodido de lo que pensaba. Él es una constante.

—No hablemos de tu hermano. Es lo de menos pensar en eso.

—Ese fue mi error. Yo fui por ti y no a buscar el inicio. Pero ahora lo entiendo —se ahogó un poco—, si no prestas atención a los detalles, nunca entenderás la historia completa.

—No tienes que seguir haciendo esto.

—Volví para esto, así que repite conmigo, Jungkook, había una vez...

Docilidad... La docilidad para alguien como él era devoción pura.
—Había una vez...  —Tragó saliva con dificultad y ladeó la cabeza recomponiéndose un poco sobre la silla.

—Había una vez un viejo. De todos nosotros, mi hermano, es el único que llegó a ser viejo y maduro en todas las líneas que conozco.  ¿Sabes en qué lo convierte eso? —aclaró su garganta—: en el protagonista.

—No creo que la vida funcione así... —dijo muy a su pesar.

—¿Y qué tal si lo hace? Es un asco ser un personaje secundario de la historia principal—dijo—. Por eso nuestra vida fue una mierda.

—No somos secundarios, Taehyung.

—Aquí no; pero lo fuimos. —Era tan lento para hablar que parecía que escogía sus palabras cuidadosamente; más que eso, le dolía mucho el pecho al respirar—. ¿Nunca te dijeron en clase de literatura que las acciones del secundario complementan al principal? Lo hacen ser quien es, le dan un propósito sin recibir nada.

—Eso que, no te esfuerces mucho pensando. No importa.

—Me importa a mí. —Apretó los ojos—. Porque he visto el pasado, el futuro, y sé que el principal no era yo.

—Lo que haya pasado en otras líneas ya no existe.

—No, Jungkook. Cada línea es independiente de la otra, incluso si están relacionadas. Por eso nos equivocamos, porque no modificamos nada, creamos muchas nuevas.

—Pero eso significa que... ¿la línea original está intacta?

—Eso creo, todo lo que ha pasado o pasará, sucede justo ahora, en diferentes líneas. Y lo curioso es que en todas, estoy en el hospital.

—Es un retraso en nuestro plan, ya tendremos tiempo para enmendarlo.

—Hay cosas que no ves. Es gracioso porque yo estaba muerto desde que esto comenzó, y tú también.

—¿Qué?

—Nadie sobrevive al ahogarse en el lago. Siempre ha sido así. Así que si el tiempo no se detiene es probable que te dieran por muerto, y si  la primera línea es... para dañar al protagonista, en este caso Seokjin, tendría sentido que eso pasara.

Cuando sus palabras parecieron más directas que delirantes, Jungkook frunció el ceño.
—En serio quiero golpearte por así de descuidado. ¿Qué estabas pensando? Desaparecer y luego esto...

—No fue mi mejor plan... —se burló— pero salió bien.

—¿Qué? No digas... —dijo con la mirada cansada—. ¿Dónde estabas? —volvió a preguntar, un poco molesto—. ¿Qué hiciste?

—Fui al futuro —soltó casi con orgullo—. Tantas veces que no lo creerías.

—Lograste que... ¿Lograste que funcionara?

—Sí —dijo a secas. No podía abrir bien los ojos, pero eso no impedía que sonriera, quizá feliz, quizá perdido. —Fui a buscarte a San Francisco.

—¿Cuándo?  —tartamudeó.

—En junio, te vi jugando béisbol. Eras... la clase de niño bien de la que te hubieras burlado, ¿sabes?

A Jungkook le dolió la cabeza de golpe, porque había un millón de junios y no sabía a cuál se refería. Y su yo original había llegado  a esa ciudad en Julio.

—¿Tú me viste?

—Sí, y a tu familia. Seokjin y tú se ven muy tiernos juntos cuando no quieren ahorcarse el uno al otro. Tu madre también, parecía más feliz. Todo esto y ellos aún siguen juntos... ¿Muy irónico, no?

—¿Por qué? —le cuestionó pero Taehyung lo evadió.

—También vi a Dominic, por cierto —dijo ignorándolo—. Me lo imaginaba más bajito. Quisiera poder reprocharte porque se supone que yo debería ser tu único novio genial, pero... él es un buen chico. Te daré créditos por eso.

—Estás así... y aún así tienes energías para celarme —le parecía todo tan inverosímil que apenas podía opinar—. No puede ser que pienses así. Pensé que lo odiabas.

—No lo odio y... es algo lindo, creo —sonrió de lado abriendo un poco los ojos para voltear completamente su cabeza hacia él.

—Ahora voy a ponerme celoso yo...

—¿Por él o por mí? —dijo por impulso, acusador sin despegar su vista del chico.

Jeon negó con la cabeza porque no le sorprendían sus reclamos.
—Por ti, obviamente.

—Eso me tranquiliza, tú sí eres mi Jungkook. No él suyo.

—¿Eso qué significa?  

Decirle, « una parte de ti no estaba lista para elegirme aún» no era buena idea. Decirle... «Porque hacerte elegir entre los dos sería condenarme a estar sin ti», era peor.

—Es una larga historia que no planeo explicar.

—No es justo que sepas todo y yo nada.

—Descuida, no hace falta hablar de más. Pronto todo estará mejor —se quejó cuando sintió el reflujo quemarle el esófago—. Lo arreglaré.

—¿Cómo? ¿Estás diciéndome que lo harás de nuevo? ¿Qué pasa contigo?

—Es por ti, por nosotros.

—¿Piensas que decir que hiciste esto por mí lo hace mejor? —Jungkook parpadeó incrédulo sino es que horrorizado.

—Son solo gajes del oficio, Jeon. No te escandalices.

—¿Cómo puedes decirme eso? Taehyung, ¿estás loco? ¡Estás mal!

La luz parpadeó y Jungkook supo que tenía que tranquilizarse.
—Gritarle al herido no ayuda a validar tu punto... 

—Lo siento —carraspeó con la garganta—. Intentarlo es un acto suicida. Vi las noticias, Kim. Había militares por todo el bosque, el lugar está destruido.

—Creo que superé mis propios límites de destrucción, bien por eso.

—¿¡Cómo es que estás tan tranquilo!? —Jungkook se puso de pie sin intención de gritarle pero alzando la voz de todos modos.

—Mi mente no es buena aceptando el fracaso. Esa es la desventaja de ser como yo. Nunca será suficiente, ni el tiempo, ni la atención, ni los logros. Siempre querrás más.

—¿Y qué sigue? ¡Este no es momento para reflexionar sobre la vida!

El pulso cardiaco de Taehyung se aceleró según el monitor cuando perdió finalmente los estribos.

—¿Sabes cuál es el maldito problema? —dijo incluso si todo su cuerpo se acongojaba del dolor—. Intenté dejarte ser feliz pero no funcionó. ¿Está bien? Porque fui, y me encontré con una línea, un futuro en donde tu familia te amaba, en donde había un chico dulce esperando por ti, un lugar en el que podías ser alguien. Y elegí dejarte allí, pero nos encerré a todos.

—¿Cómo es eso posible?

—Porque esta mierda debería haber acabado cuando te partiste la pierna, porque Seokjin y tu madre debieron tener una vida separados pero no fue así. No es así de simple. Y aunque cambie la historia, yo o alguna otra versión de mí te va a empujar a caer de nuevo.

Jungkook negó con la cabeza. Efectivamente, una vez más había llevado a alguien al límite. Tenía la maldición de enloquecer a todos a su alrededor.

—¿Otra versión de ti?

—¿Nunca te preguntaste cómo llegaste aquí la segunda vez? Huiste de casa, era de noche y yo recién había llegado a San Francisco, estaba oculto en el apartamento de Dominic cuando él escuchó gritos en el callejón, le dije que te ayudara. Luego él bajó y apareció para salvarte. La primera vez fue tu culpa, pero todas las demás él hizo que pelearas con Seokjin y fue por mí.

—Lo que recordé cuando estábamos en San Francisco... —negó con la cabeza—. Eso no es...

No lo sabía; cualquiera de sus vidas era ajena a él excepto esta. Incluso la que solía ser la primera... ya no se sentía como la más importante.

Al final, ¿qué parte de todo esto era real? Quizá solo los ojos de Taehyung rompiéndole un poco el pecho.

—Jungkook, escúchame, no puedo cambiar el origen porque eso nos dañaría a ti y a mí; pero puedo controlar el bucle. Mantenerlo intacto para que yo pueda llegar a ti antes que los demás. Y huir a donde sea que queramos hacerlo, antes de que todo lo malo suceda, como una vía de emergencia en la carretera —habló con tanta fuerza que hizo que sus heridas dolieran, así que se compungió sobre su cama cerrando los ojos—. Solo piénsalo, tú y yo, en alguna línea donde nadie se interese por buscarnos.

—Taehyung... —murmuró acercándole una mano al rostro—. No hables más, te hace daño.

—Solo necesito intentarlo una vez más. Una vez, y lo lograremos.

Jungkook suspiró. No quería que gastara sus energías en eso.
—Taehyung, ya no me explicaste lo de las mariposas...—le dijo con una mirada apagada—. ¿Las mariposas emigran? ¿Es lo querías decir, por eso quieres que me vaya?

—Tienes que prestarme atención, Jungkook. Debemos...

—No venía a pelear contigo, solo quería estar cerca de ti.... —confesó.

—Si te vas esta noche, estarás en Boston en un par de días. Sabes dónde está el dinero, y podrás esperarme hasta que vuelva.

—Tu plan es... enviarme lejos. ¿Eh? Estás más loco que de costumbre. ¿Estás seguro de que tu cabeza no está rota?

—Lo que sea que se haya roto en mi hoy...  no es importante. Tengo todo el tiempo del mundo para arreglarlo, y lo haré, no ahora, pero mañana... Mañana parece ser un buen día para comenzar.

—Mañana... —murmuró Jungkook dándole una vista a la bolsa en la mesa de noche—.No puedo irme esta noche ¿sabes qué día es mañana, cierto?

—No sé ni cuándo estoy, Jungkook.

—Es el día veintinueve, a las once en punto. Es por eso que vine. Tengo el honor de informarte que estás exactamente a una hora de cumplir dieciocho años.

—Error.

La habitación tenía una lumbrera tenue de la pequeña bombilla cerca de la entrada. Los ojos de Taehyung se habían acostumbrado y ahora podría abrirlos correctamente.

—¿A qué te refieres con "error"?

—Yo nací a las seis de la mañana, seis con un minuto. Así que aún faltan siete horas para que tenga dieciocho.

—30 de diciembre de 1968, a las 6:01 A.M. —Entrecerró los ojos—. Si me das tu lugar de nacimiento será información valiosa que me servirá más tarde...

—¿No empezarás con tus cosas... —tosió— raras del zodiaco de nuevo, cierto?

—No...—contuvo una sonrisa—no es necesario, todos sabemos que Virgo se lleva bien con Capricornio.

—Oh, dios. Yo no creo en esas cosas...

—No seas un cumpleañero amargado, Kim. —Tragó saliva pesadamente—. Mira, hasta te traje en pastel.

—¿Un qué?

—Un pastelito, como tú. Aunque justo ahora tú ahora eres uno quemado.

—Gracioso...

Jungkook lo sacó feliz de la bolsa y se levantó para que él pudiera verlo sin tener que moverse.

—¡Ta-da! —exclamó Jungkook, y luego recordó que estaba de incógnito en la habitación—. Ta-da —repitió susurrando cuando se animó a sentarse ahora en la orilla de la cama.

—¿Viniste a cantarme entonces?

—Sí... aunque no tengo una vela.

—El fuego y yo no nos llevamos bien de todas formas.

—Entonces asunto resuelto —aclaró su garganta antes de comenzar a cantar—. Feliz... feliz cumpleaños a ti... —dijo quedito, como si fuera un secreto entre ambos—feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños... —El secreto más hermoso de todos—. Feliz cumpleaños... pequeño Kim, feliz cumpleaños...

—Jungkook...—interrumpió de pronto—, yo me disparé —dijo sin flaquear cuando le vio dejar de aplaudir lentamente.

—A ti... —terminó de decir. Su expresión se llenó de horror y sus ojos profundos temblaron—. ¿Qué? —dijo incrédulo.

—Es la cabeza, yo... sé cómo termina esa línea —volteó hacia otro lado—. Y las demás.

La forma en la que hablaba logró asustar a Jeon. Este era su Taehyung... pero sus labios dudaban, en sus ojos no había luz, ya no estaba cuerdo.

—No digas... —Taehyung le interrumpió, con la mirada cansada. —Nada de eso es necesario. No ahora. Tú mismo lo dijiste... algún día lo arreglaremos pero hoy, tienes que descansar.

—Jungkook, ¿Por qué siempre te asusta la verdad?

—Me asusta tu voz.... —musitó con el ceño fruncido.

Jungkook se pasó las manos por el cabello, cuando el otro suspiró.
—Lo siento... es solo que—se burló un poco de sí mismo—, hice muchas cosas para volver aquí, tenía que decírtelo. 

—Y yo, vine aquí para ser el primero en felicitarte por tu cumpleaños.

—No puedes evitar el tema por siempre.

—Lo sé. Pero puedo hacerlo esta noche —le dijo poniéndose de pie.

—No puedo ser del todo optimista cuando estoy más quemado que el pastel, lo siento.

—Oye, no uses mis bromas. Para ser el nuevo protagonista... eres uno muy testarudo. —Le pasó la mano por el cabello con lentitud—. Es más, si tuvieras un programa de televisión se llamaría "Taehyung, que nunca cierra la boca".

—Sería un gran show... —se burló—podrías verme mañana a la misma hora.

Tragó saliva, se fijó en el rincón de la habitación, mientras recordaba las palabras de su madre.

—Tengo una idea —volvió a hablar Jungkook, antes de moverse rápidamente a la puerta, esta no tenía seguro por lo que tuvo que asomar la cabeza un poco y asegurarse de que no hubiese nadie afuera.

Jungkook caminó hacia la televisión de la habitación con intenciones de empujarla. Aunque esta era grande, estaba en un mueble con rueditas, por lo que no le costó mucho moverla para que quedara un poco más cerca de Taehyung

Luego la encendió, y rogó al cielo que el cable funcionase en el hospital porque de otra forma quedaría como un tonto.

—¿Qué intentas Jungkook?

—Nada, quiero tener un momento de paz.

—No creo que el hospital sea el lugar más pacífico del mundo en este momento.

—Por eso... nos vendría bien ver un poco de televisión, ¿no crees?

—Es una hermosa forma de decir que me calle.

—Si dejas de pensar tanto por un rato, yo estaría muy agradecido por eso.

Parecía que el universo sabía que sus intenciones eran buenas, así que logró sintonizar en uno de esos canales de repetidora, en donde toda la lista de especiales de las fiestas pasaban una y otra vez.

—¿Por qué te empeñas en hacer esto?

—Tú y yo... teníamos una cita pendiente, Kim. Nunca fuimos al cine, ¿recuerdas? Así que, o sigues hablando sobre tus teorías del tiempo como siempre o fingimos que estamos allí. Tú eliges.

—Pero...

—Taehyung, deja de pensar.

—No —tosió—, no puedo.

—Por mí. —Sabía que no debía, pero lo dijo—. Por favor. Ya no pienses más, por mí.

Jungkook no quería que siguiera hablando, lo amaba lo suficiente como para cuestionarse si su presencia le hacía bien al chico. Y no pudo contestarse que sí.

—De acuerdo —dijo Taehyung y supo que todos tenían razón.

¿Era un poco imprudente quedarse ahí por más tiempo? Tal vez. E igual de imprudente fue apagar la luz y desear que nadie intentara entrar.

Jungkook dejó el único canal que funcionaba en la televisión y se acercó para sentarse de nuevo en la orilla de la cama. La cual no era muy grande, pero en donde se recostó a medias contra los cojines de respaldo, con cuidado de no lastimar a Taehyung o tirar de los tubos de intravenosa que tenía.

—Me gusta esa película... —murmuró Taehyung—. Salió el año pasado... la televisión no funcionaba, y estuve esperando todo este año para verla.

—¿Te gustan las caricaturas?  —dijo Jungkook cuando le vio reír.

—Ese niño, Charlie Brown en especial, me resulta muy gracioso....

Si toda su historia estaba hecha a base de cursis escenas, a Jungkook no le molestaba agregar una más a la lista.

Pues, según su limitado conocimiento del amor joven, ahora le correspondía colocar el brazo por encima de los hombros de su cita y tomar un poco de su comida antes de robarle un beso.

Aunque claro, dadas las circunstancias, no podía hacerle presión al cuerpo del castaño o robarle la merienda de cumpleaños que ni siquiera podía comer por ahora. 

Jungkook no esperaba sentir a Taehyung recargar su cabeza con él. Y su alma no fue lo suficientemente fuerte para no hacerle respirar más lento cuando su mirada se volvió seria.

—Taehyung... ¿podrías prometerme que no lo intentarás de nuevo?

—¿Intentar qué cosa?

—Fingir demencia no sirve si ya eres un demente....

—Jungkook, necesito que te vayas —le dijo directo, seguro de lo que tenía que hacer —. Espérame en Boston y te alcanzaré cuando esto acabe.

—Lo haré, tú sanarás y te veré en abril. Pero Tienes que prometerme que te quedarás lejos de todo ese caos

—Jungkook... no funciona así.

—Dilo.

Aun cuando no quería ser dócil, Kim Taehyung, el incomprendido, se lamentó al ser incapaz de hablar en contra de los  deseos de su invierno.

—Lo prometo —exhaló con tal seguridad que cualquiera que le oyera admiraría lo sensato que era.

Excepto Jungkook, cuyos ojos se llenaron de  desesperación al saber que mentía. Después de mentirle a todos finalmente le había mentido a él.

Y lo supo, no solo por su voz o la quieta expresión que ya conocía eran parte de su juego. Sino por sus dedos cruzados, esos que quiso ocultar entre la sábana.

Quizá para los de buena fe significaba suerte; pero para alguien como Taehyung, incluso si era inocente, era sinónimo de falsedad. Sabía que mentía.

Justo en ese momento, la película se vio interrumpida por la nota de última hora del noticiero y Jungkook frunció el ceño.

Ese dilema moral que siempre lo acompañaba se volvió menos confuso cuando la línea entre lo correcto y sus deseos pareció inexistente.

—Sé que mientes —le dijo directo, pero Taehyung ni siquiera le vio.

—Silencio, estoy viendo televisión.

La luz es dulce para los perdidos, quienes encuentran redención ante los rayos de sol que alumbran su camino.

Trágico saber, que el amanecer estaba demasiado lejos de él.

—No, no lo harás —declaró con dureza cuando su corazón se rompió en millones de partes.

00:00

30 de diciembre de 1986.
La hora de la Hamartia.












¿Están listos?

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Manténgase con vida. J.S.

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