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Día 11
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Este sentimiento, ¿cómo podría llamarse?
No estaba asqueado, tampoco estaba feliz; un pequeño dolor en la cadera lo despertó a las cinco de la mañana, ahora tratar de dormir era un reto porque lo primero que vieron sus ojos al abrirse fue el rostro de Dazai frente al suyo, durmiendo plácidamente. La piel de ambos descubierta, apenas cubierta por una sabana de la cintura para abajo, las piernas de Dazai estaban entrelazadas con las de Chuya quizá para evitar que en algún momento se fuera.
¿Quién va a querer irse con este estúpido dolor?, pensó mientras entrecerraba los ojos.
Sintió el frío recorrer la parte desnuda de su cuerpo, su mente automáticamente hizo un recuento de las veces que lo habían hecho: primera, se quedaron dormidos un rato y pasado un tiempo, Dazai despertó queriendo más; segunda, Chuya se cansó y le dio la espalda; tercera, siempre la vencida, a Dazai no le importó que estuviera de espaldas.
Su mirada viajó lentamente al torso del castaño, unas cicatrices apenas visibles llamaron su atención. Recordó entonces, que durante el segundo turno, Dazai retiró vendaje de su piel. ¿Por qué tendría algo así? Si se ponía a analizarlo, desde que lo conocía, siempre notó que el vendaje sobresalía de su cuello y manos, ¿era por su trabajo?
Se encogió de hombros, tal vez si le preguntaba directamente obtendría respuestas vagas. Intentó darse la vuelta para continuar durmiendo, pero Dazai lo aprisionó más de las piernas y en un abrazo.
-¿Te divierte verme dormir? -susurró adormilado.
-¿Qué mierda...? -respondió confundido- Déjame voltear, tengo frío.
-Te estoy abrazando, en un rato se te pasará.
-¡Eres muy caluroso para mí! -intentó alejarlo colocando las manos en su pecho.
-Que molesto...
Dazai se giró encima de él de manera forzosa, aprisionando a Chuya y ocasionando que este lo mirara con enojo.
-¿Qué haces...? -respondió aguantando la respiración.
-Relájate, ¿por qué complicas esto? -dio un pequeño beso en su cuello.
-¿No estás satisfecho? Oye, déjame dormir... solo quiero dar la vuelta, mi cuerpo está entumecido.
-¿Sabes que después de la primera vez es difícil aguantarse?
-¡No fue tu primera vez!
-Pero la tuya sí, y tu cuerpo me dice que aún quiere seguir intentando.
-¡No! -logró empujarlo un poco- Escucha, necesito dormir. No puedes tomarte tantas libertades...
-De eso se trata nuestro acuerdo -interrumpió-, ¿recuerdas? Tu y yo, viviendo como la pareja común y corriente que somos. Teniendo mucho sexo y siendo felices con eso. Anda, Chuya, ¿no quieres? -su voz fue dulce, apenas queriendo convencerlo.
No podía negarse, no precisamente por el trato. La verdad era que el cuerpo de Chuya se estremecía en cada pequeño roce que tenía con el cuerpo del castaño; sus besos le hacían sentir que su piel se quemaba, sus caricias le erizaban la piel... odiaba ese sentimiento.
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Once de la mañana, sus ojos estaban pesados. La habitación aún permanecía a oscuras, pero cuando pudo moverse libremente se dio cuenta que Dazai ya no estaba ahí.
Extendió su brazo izquierdo, el derecho lo mantuvo recostado sobre su pecho sosteniendo la sabana que lo cubría. Luchó consigo mismo para mantenerse despierto, su mirada vagó por la habitación: las cortinas eran negras, razón por la que la luz del sol no pasaba; enfrente de la cama estaba el tocador y la puerta, del techo colgaba un equipo de luces y ventilador en aspas.
¿Así que esa era la habitación de Dazai?
Soltó un suspiro y levantó la espalda, estiró sus brazos y se mantuvo sentado un buen rato, cubriendo su rostro con las manos. Aún no podía creerse que había terminado cediendo al castaño, aún no podía creerse que estaba sentado sobre la cama de ese ser tan molesto, y lo peor de todo, que habían hecho lo mismo sin parar por cuatro veces.
Resignado se levantó de la cama, sus pies descalzos tocaron el suelo frío, pudo ver en sus piernas pequeños mordiscos. Apretó un poco los labios y caminó hacia el espejo del ropero.
¿Qué es lo que veía?
Una desgracia, una vergüenza, algo que jamás imaginó ver en su vida. La imagen que había en el espejo era de alguien que no reconocía.
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-¿Hmm? ¿Cómo vivimos Rimbaud y yo? Bueno... es una pregunta que puede tener muchas respuestas.
-Especificamente -sus ojos vagaban en lo profundo de la taza de té que tenía entre sus manos-, ¿tienen relaciones sexuales?
Verlaine se quedó en silencio por unos segundos, Chuya llegó a pensar que su pregunta había incómodado al contrario y se encontró pensando en mil formas para cambiar la conversación.
Sin embargo, Verlaine aclaró su garganta y decidió responder.
-¿Te está forzando a hacer algo que no quieres?
-¿Quién?
-Dazai-kun -el rubio miraba con sospecha-. Chuya, ¿hay algo que esté pasando?
-Nada importante, solo quiero saber si Rimbaud y tu mantienen relaciones sexuales -lo había dicho muy a la ligera, dándose cuenta, trató de sonar menos directo-. Quiero decir, tal vez es algo que Dazai y yo queremos hacer.
-¿"Queremos"? Es una palabra que no me suena convincente, pero responderé solo porque se trata de mi pequeño hermano en apuros -se puso de pie y caminó alrededor de la mesa-. No es algo que debas tomarte a la ligera, Chuya.
-¿Por qué?
-Dazai se ha acostado con una fila interminable de mujeres, deberías pensar en cuidarte. Tener relaciones sexuales entre hombres parecerá distinto entre hombre y mujer, pero al final somos humanos.
Verlaine dio una vuelta alrededor y se detuvo colocándose atrás de Chuya, poniendo sus manos en los hombros del pelirrojo.
-Debes estar seguro que lo quieres, si no, no tiene sentido que entregues tu corazón a alguien que no te acompañara durante el camino.
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Durante el camino...
¿Qué es lo que siento por él? Realmente nada, todo el día he tratado de evitarlo buscando reconciliarme conmigo mismo por lo que he hecho. No se trata de un pecado, pero no fue como lo quería.
Después de separarnos, ¿qué haré? ¿Vivir con el peso de haberme entregado a alguien por un mes? ¿No es eso algo insignificante? Eso...
¿Eso no me hace insignificante a mi también?
-Veo al pequeñín muy pensativo hoy, ¿dormirás temprano?
Dazai entró a la habitación sacando de sus pensamientos a Chuya, quien hizo un gesto de enojo y se volteó cubriendose con la sabana.
-Si, no quiero que molestes.
-Que grosero, hoy quería platicar contigo.
-Puede esperar a mañana, gracias a cierta persona me siento agotado.
-Me gustaría conocerte un poco más.
Chuya se mantuvo curioso, aquellas palabras lo habían sorprendido. Fingiendo dormir un rato, Chuya recordó que en la mañana el había tenido el mismo sentimiento, y para no lucir obvio, volvió a dar la vuelta observando la espalda de Dazai, quien aún estaba frente al ropero.
-Las vendas, ¿por qué las llevas?
-Porque -hizo una larga pausa, luego rio para sí-... es un secreto.
-¿Entonces es así? Bueno, buenas noches.
Otro largo silencio pasó, la voz seria y a la vez sin emoción de Dazai lo rompió.
-Cuando era más joven me gustaba practicar métodos de suicidio. El único rastro que queda de todo eso son las cicatrices, pero no tienes nada de que preocuparte.
Chuuya escuchaba con atención aún con los ojos cerrados. Su magnífico guardaespaldas había resultado ser un amante del suicidio.
-¿Lo sigues intentando?
-No porque se lo prometí. Soy un buen hombre y cumplo mis promesas.
¿Se lo prometió? Rápidamente supo de quien hablaba: de su pareja fallecida.
Chuya se mantuvo en silencio con los ojos entrecerrados, tratando de desglosar por su cuenta los motivos por los que esa persona trataría de cometer suicidio.
¿Se sentiría solo? ¿Aún después de mucho tiempo mantendría ese sentimiento que lo orillaba a querer acabar con su vida? Y si es así, ¿ahora estaría dispuesto a hacerlo para reunirse con la persona que siempre amó?
En su garganta una extraña sensación se hizo presente, un fuerte nudo que lo estaba obligando a querer llorar. Se forzó a cerrar los ojos, hundiéndose con rapidez en un largo sueño.