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By mxdsarcasm

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Segundas Oportunidades - Segunda parte "El destino ya estaba escrito"
1. "De vuelta en casa."
2. "De regreso a la escuela"
3. "Primer día y un rumor"
4. "Reacción incorrecta"
5. "Es una ilusión... ¿o no?"
6. "Un desconocido conocido"
7. "¿Me buscabas?"
8. "Resignación, nunca"
9. "Pelea de gatas"
10. "Piensa en ponis"
11. "Una visita inesperada y una cruda verdad"
12. "Mentiras, mentiras"
13. "Un ángel guardián"
14. "Pensamientos góticos"
15. "Mensajes indiscretos"
16. "Te deje ir una vez, no lo haré de nuevo"
17. "¿Podré perdonarlo?"
18. "Misterio casi resuelto"
19. "Escapemos juntos"
20. "Un mal presentimiento"
21. "Un arcoíris sobre una tormenta no haría nada mal"
22. "Sentimientos"
23. "A esto se le llama amor"
24. "No son celos, es coraje"
25. "Quédate"
26. "Llamada cursi y un intruso"
27. "Incómodo"
28. "¡Rosa!"
29. "No tomate por hoy."
30. "Espero que le de sífilis"
31. "Mi primo... José"
32. "El cumpleaños de Amelia"
33. "¿Aburrido, McCann?"
34. "Es como si no te conociera."
35. "¡Somos jóvenes!"
36. "Podrías estar peor"
38. "Cariño"

37. "Pintando nubes"

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By mxdsarcasm

Capitulo treinta y siete.

Después del martes por la noche de mi breve visita al hospital y las promesas hechas, la semana transcurrió con "normalidad". Y con ello, me refiero a sin discusiones, y sin noticias acerca de Jason. Dejé de llamarle desde el teléfono de Liz, y a pesar de que mamá me había devuelto mi teléfono, no intenté contactarle. Porque, en el fondo, tenía fe. De que me buscaría, y juntos averiguaríamos la forma de cómo solucionar esto. Mi fe era un pequeño fuego que continuaría atizando hasta que mi brazo se cansara. Y el hecho de no saber de él, me lo ponía más difícil.

Estaba segura de que todo tenía explicación.

Él me buscará. Lo sé.

Recibí un mensaje de texto de Cassie, junto a fotos de su vestido de novia recién llegado de Nueva York, con varios emoticonos de corazones y fuegos. Su boda estaba planeada para llevarse a cabo en febrero, y me había hecho prometerle una y otra vez que Jason y yo estaríamos ahí como los padrinos. No pude mencionar nuestra situación actual, porque sería involucrarlos, y no podía correr ese riesgo. No sin hablar con él antes. Le contesto de vuelta, y guardo el teléfono, antes de que mi inquietud me llevara a preguntarle por Jason. Necesitaba saber que estaba bien, o la ansiedad me comería viva.

Por otro lado, estaba la escuela. Era mi último año, y quedaba solo un semestre para decidir qué haría por el resto de mi vida. Era demasiada presión en tan poco tiempo, y con todo lo que había pasado, estaba prácticamente parada sobre una rama vieja. Un paso en falso, y caería al precipicio. Suena exagerado, pero mis notas me lo gritaban a la cara.

—No puedo creer que ahora todas tus tardes consistan en pintar escenografías.

Liz llega a mi lado y se sienta con las piernas cruzadas, enseguida de una de las nubes de cartón forradas de tela que me tocó dibujar y pintar. Fue la opción que encontré más viable para poder salvar mi semestre; era esto o unirme a un equipo de deporte, pero mi rendimiento físico es el de una papa. Inexistente.

—No puedo creer que no me hayas dicho que conseguiste uno de los papeles principales de la obra. O que hicieras una audición para el club de teatro. O que cantaras.

—Lo siento, Mads, pero no quise molestarte con mis cosas. Además, no soy tan buena.

—Oh, cierra la boca. Te acabo de escuchar ensayando "There are worse things I could do", y me has hecho llorar. Cantas increíble.

—Oh, gracias. No sigas, que estoy pensando seriamente en cortarme el cabello como Rizzo.

—Estoy segura de que se te vería increíble. Pero, aún no me has dicho, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías de estar en tu casa?

—Oh no, mi tía tiene reuniones con su club de solteronas, las cuales son un poco indiscretas. No tenía ganas de escuchar por milésima vez la historia de cómo el tercer esposo de Betty se acostó con su vecina. Prefiero verte pintar nubes, es más divertido.

Arrugo la nariz, a la vez que saco una sonrisa, y vuelvo a mi trabajo con el pincel. Mi mano se comienza a sentir entumida por el tiempo que llevo en la misma posición, y mi espalda quiere pedir ayuda.

—Chicos de escenografía, pueden tomar un descanso. Nos vemos en veinte minutos.

—Oh, gracias, todopoderoso —murmuro para mí.

Me pongo de pie y me dirijo casi corriendo hacia el pasillo de la escuela para estirarme un poco. Eran las tres de la tarde de un viernes, lo que significa que la escuela se encontraba casi desierta, a excepción de las personas del teatro y los esclavos salvando el semestre, como yo.

Estando en el pasillo, y sin aviso previo, siento un tirón sobre mi brazo y mi cuerpo hacia una dirección sin darme tiempo a reaccionar, y en instantes todo está oscuro. Cuando escucho una segunda respiración, mi cuerpo se alarma y me quedo estática, estoy dispuesta a gritar a modo de auxilio cuando una mano cubre mi boca mientras me aprisiona contra un muro. Las luces se vuelven a encender, y deja al descubierto la identidad del sujeto extraño, que retira su mano y me sonríe abiertamente.

—Jason...

—Hola, nena.

Puedo ver su cara a centímetros de la mía, iluminada por la luz del área de lo que parecía ser el cuarto de limpieza. Llevo una mano a su rostro, el cual no había podido sentir en días, y la espera había sido realmente eterna pues sus ojos se cierran ante mi toque. Y ahora solo lo que quiero hacer es besarlo e irme con él a donde nadie nos encuentre.

— ¿Cómo estás?

—Han sido días difíciles sin saber de ti. Me tenías preocupada.

—Hemos tenido peores —sonríe, y no puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mi rostro. Me sentía emocionada de saber que estaba bien, que mi mamá había cumplido la promesa de no seguir con la denuncia en su contra, a pesar de que tuviera que prometer que me alejaría de él.

—Tenía miedo de no volverte a ver.

—Oye, cariño, aquí estoy. No tienes nada de que temer. Ya te he dicho que no vas a librarte de mí tan fácil.

Me saca una sonrisa, las lágrimas se acumulan dentro de mis ojos. Coloca sus manos a ambos lados de mi cara y me besa, haciéndome sentir que el tiempo que estuvimos separados realmente se sintió una eternidad. Se aleja de mí cuando necesitamos coger aire, y aprovecho para unir nuestros labios de nuevo, con desesperación, pasando mis manos hacia su cuello y de ahí a su cabello, aprisionándolo contra uno de los estantes del pequeño cuarto, con la suficiente fuerza para tirar unos limpiadores de la repisa, provocando ruido. Suelta una pequeña risa y cubro su boca con una de mis manos, callándolo.

—Me tenías muchas ganas, señorita Butler —murmura, con una sonrisa burlona.

—Cállate —lo jalo de nuevo hacia mí, besándolo con más intensidad. Lleva sus manos hacia mis muslos y aprovecho para enredar mis piernas en su cadera, dejando escapar un pequeño gemido cuando me pega contra la puerta.

—Te extrañe demasiado —susurra, dejando de besarme.

Pero al parecer estaba demasiada nublada por la lujuria, ya que respondo, casi arrancando los botones de la camisa que traía puesta, aún con mis piernas enredadas en sus caderas: —Cállate.

Cuando procedo a besarlo de nuevo, se detuvo, mirándome sonriente, con el cabello despeinando y sin camisa.

—Solo me quieres para eso —me susurra, burlesco, con ligera indignación falsa—. Te amo —siento ganas de golpearlo y responderle, pero él me calla, volviéndome a besar, dejando que todo lo que sentíamos en ese momento fluyera, después de tanto.

*

—¿Por qué no me habías buscado? —le pregunto, mientras veo como abrocha los botones de su camisa. Pasa una mano por su cabello revuelto, peinándolo hacia atrás y luego se sienta conmigo en el suelo, recargando su espalda y su cabeza en uno de los estantes.

—Lo siento, no era mi intención preocuparte. Se me hizo demasiado arriesgado, necesitaba que las cosas se calmaran un poco en tu casa —con una mano agarra uno de los mechones de cabello y lo pasa detrás de mi oreja—. Por cierto, ¿Cómo va todo?

—Bueno... Le prometí a mamá que me alejaría de ti a cambio de que retiren las acusaciones en tu contra.

Bajo la vista. Con una de sus manos toma mi mentón y me obliga a mirarlo.

—Hey, no pasa nada. Está bien.

—¿Bien? No es justo que me obligue de esta manera.

—Tendrás que cumplir con eso por lo pronto. Vamos a aguantar un tiempo así, sin vernos, ¿de acuerdo?

Hago un gesto de negación y me pongo de pie, cruzándome de brazos.

—No puedes pedirme eso.

Se levanta y coloca sus manos sobre mis brazos cruzados, jalándome hacia él.

—Solo es por un tiempo. Confía en mí.

Deja un beso en mi frente, mientras evito mirarlo. Pero mis ojos vuelven hacia él con mi cabeza ladeada cuando una idea cruza por mi mente.

—Estás tramando algo —afirmo.

Jason ladea su cabeza, esbozando una pequeña sonrisa. —Se puede decir que estoy cobrando unos favores. Te lo he dicho, no me alejaré tan fácil. Es todo lo que tienes que saber por ahora.

Antes de poder responder, se inclina hacia delante y me besa, dejándome en silencio por unos segundos, aturdida. Sabía lo que me provocaba, y lo usaba a su favor. Maldito.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Entonces dejo escapar una gran sonrisa de mis labios al saber que había esperanza. Al menos un pequeño destello de ella me bastaba. Lo abrazo, hundiendo mi cara en su cuello, como de costumbre, utilizando a favor nuestra diferencia de estatura. De pronto, vuelvo de golpe a la realidad. Saco mi teléfono del bolsillo de mi pantalón y reviso la hora.

—Oh, no. Tengo que irme. Tienes que irte.

En mi momento de apresuro, me detengo unos segundos para observarlo. Sus labios curveados hacia arriba, en una sonrisa discreta, me hizo sentir que todo estaría bien. Vamos a estar bien. Algún día.

—¿Sabes cuál es la salida, cierto?

—Al menos que la hayan cambiado de lugar mientras estábamos aquí, creo que sí.

Entrecierro los ojos. —Ja, ja, que gracioso.

Me sonríe en respuesta, tomándome de la cintura para besarme.

—Anda, ve a seguir pintando nubes.

—¿Cómo...?

Con su pulgar acaricia una de las manchas de pintura blanca que tenía en mi rostro, dedicándome una sonrisa tenue.

—Hasta pronto —digo, acercándome a sus labios para un último beso. Le dedico una última sonrisa, como sello de promesa que estaríamos bien.

Abro la puerta de manera cautelosa, volteando hacia todos los rincones del pasillo para evitar ser vista. Con una sonrisa en mi rostro, regreso hacia el auditorio, escabulléndome de nuevo a mi puesto, esperando no captar la atención del maestro de teatro. Pero, gracias a mis dos piernas izquierdas, tropiezo con un banco, y el señor Treaborn clava sus ojos en mí.

—Señorita Butler, el descanso terminó hace 10 minutos. ¿Me puede explicar cuál fue el motivo de su retraso y su sutil entrada?

Mierda. Miro hacia Liz, suplicando con mis ojos un poco de ayuda. Ella reacciona rápido y enseguida se dirige hacia su bolso, para luego estirar su mano y entregarme una caja de pastillas.

—Oh, Maddie, ten, el antidiarreico que me pediste.

Oh por Dios. El maestro abre un poco los ojos, sorprendido, pude notar en su rostro cómo procesaba la información, probablemente al igual que yo por la improvisación de mi mejor amigo. Procedo a responder, siguiendo el juego. —Muchas... gracias.

Y para hacerlo más creíble, tomo una de las pastillas y la coloco dentro de mi boca, tragándola con ayuda de un sorbo de agua. Rayos, esperaba no sufrir algún efecto secundario por consumir algo que realmente no necesitaba.

—Oh... no hay problema, si sigues teniendo el problema puedes retirarte a casa.

—No se preocupe, con esto estoy mejor, gracias —digo, tomando otro sorbo de agua para disimular en mi rostro la mentira que inventó Liz. Pero le estaba agradecida.

—Muy bien, todos sigan en lo suyo.

Me dirijo de nuevo a mi puesto, mientras Liz oprime sus labios, conteniendo las ganas de reírse. Pero su rostro cambia a una expresión de interrogación, mientras me observa de pies a cabeza.

—¿Qué?

—¿Por qué regresaste despeinada?

Mis mejillas se inyectan de sangre rápidamente, y basta unos segundos de intercambio de miradas entre nosotras para que ella saque su deducción y sus labios se transforman en círculo, pronunciado por lo bajo un "oh por Dios", a lo que no puedo evitar sonreír.

—Luego te cuento.

No podía disimular mi felicidad por más que lo intentara, y menos con mi persona de toda la vida. La esperanza volvió a iluminar mi vida, y me permitiría sentir esa alegría en mi interior. Porque si de algo me sentía segura, era de que las cosas mejorarían. Solo era cuestión de esperar. Y ser paciente. 

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