Perverso

By RanBauer

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Primer libro BDSM. Cuando el curioso Gael acepta mudarse a la ciudad en donde vive su padre creyó que era un... More

Desafío
Maestro
Entrenando
Rutina y odio
Hazme olvidar
Debo reconocerte
Silencio absoluto
Con todo mi corazón

Castígame

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By RanBauer

—Gael tu padre nos ha invitado a cenar.

La llamada había sacado de su estado de ensoñación a Gael que pronto sonrió al ver el nombre de su pareja en la pantalla de su teléfono.

—Hola guapo, sí, ya me dijo mi papá, me llamó hace un momento y creo saber que quiere.

Cristóbal detectó un poco de duda en esas palabras.

—Lo vas a hacer bien, Gael, Cristóbal se recargó en el respaldo de su sillón y subió las piernas al escritorio, —Eduardo jamás soltaría la dirección a un imbécil, ni siquiera porque este sea su hijo.

Gael rió por lo bajo, pues sabía que Cristóbal usaba un doble sentido juguetón.

—Bueno resulta que mi padre pudo prever que el vicepresidente es un abuelito sabio el cual me ayudará en caso de presentarse alguna situación para la que no tengo experiencia.

Una carcajada salió del pecho de Cristóbal.

—He oído que al dichoso vicepresidente le gusta tirarse niños.

Mientras observaba un retrato en su escritorio de Gael acariciando una tortuga, Cristóbal sonreía de oreja a oreja.

Amaba ver esa imagen de Gael feliz como un niño viendo de cerca algo fascinante, con la luz del atardecer que acariciaba esa blanca piel, tornándola brillante y delicada.

Los reflejos naranjas y dorados se reflejaban seductores en los cabellos del joven. Mientras sus diminutos shorts y su pegada camiseta torneaban su esbelta y grácil figura.

—Te amo, ven pronto a casa.

La voz imperante de Cristóbal sacó un suspiro a Gael.

—Te amo y eso quisiera, pero debo dejar unas gráficas en edición, así que creo te veré en un rato por la oficina. Gael juguetonamente añadió —Y quizás podríamos tener un poco de acción en tu oficina.

Aquella propuesta hizo que la erección de Cristóbal gritara ¡firmeees, ya!

—Bueno, debo admitir que el maestro quiere castigar a cierto niño arrogante.

Gael se estremecido ante esa aseveración. —Mmmm, amo tus castigos.

Una hora después Gael pasaba por la oficina de un ocupado Cristóbal.

—Hey guapo, que concentrado estás.

Cristo levantó la mirada y mostró la más encantadora sonrisa a su novio.

—Hola precioso, alejando un poco su silla palmeo sus piernas con sus manos indicando que Gael se siente en su regazo.

Dando saltitos de emoción el joven hombre corrió hasta su pareja para posicionarse en ese lugar y besarlo apasionadamente.

— ¿Cómo estás de tiempo?...

Gael besaba el cuello y recorría la mandíbula rasposa de Cristóbal, haciendo que este se excite.

—Mmmm, tengo tiempo para un muy buen polvo, anda, Cristóbal palmeo el trasero de Gael, —pon seguro a la puerta y desvístete.

Gael sin chistar corrió a hacer lo que le ordenaron, mientras Cristóbal sacaba lubricante y condones.

—Hoy quería que me la metas sin condón y me marques— un pequeño mohín hizo que la cara de Gael pareciera la de un niño.

—Compórtate, un azote cayó recio sobre el turgente y pequeño trasero, haciendo que Gael gima, — en la oficina no me gusta joder sin condón, odio verte incómodo.

Gael admitió que su pareja tenía razón. Así que con delicadeza y todas las ganas de provocar a Cristóbal, el muchacho empezó a prepararse exponiendo su trasero mientras se dilataba, y haciendo gestos de infinito placer.

Cristóbal gruñía y acariciaba su bien dotada polla, sólo con ver esa imagen sería capaz de venirse.

Ante esa posibilidad mejor se acercó hasta Gael, quien de inmediato alejo sus manos, dejando a la vista de Cristóbal su delicioso y brillante agujero ya listo para ser llenado por la agresiva y ruda polla.

Cristóbal de inmediato tomó su erección por la base y empezó a acariciar el borde del ano de Gael, provocando que el muchacho busque empalarse.

Una palmada más hizo gemir a Gael, —Compórtate muchacho — al decir esto de inmediato lo penetró provocando una oleada de placer en ambos cuerpos.

Cada uno gemía y jadeaba de manera diferente, pero la sensación era la misma.

—Más duro, lléname, suplicaba Gael mientras Cristóbal se deleitaba tomando entre sus manos la pequeña cadera y nalgas de su pareja, las cuales el manoseaba a su antojo.

Los ojos de Cristóbal miraban con lujuria como su polla se enterraba en ese pequeño culo, y como el cuerpo de Gael se balanceaba de adelante hacia atrás mientras el rubio y largo cabello caía desordenado sobre los hombros y espalda del muchacho.

Cristóbal estaba seguro de que nunca se cansaría de saborear ese erótico pequeño cuerpo.

Gael juguetonamente recorría su polla al mismo ritmo que Cristóbal lo follaba, haciendo gemidos casi femeninos que tanto excitaban a Cristóbal.

Sin esperar mucho Gael se corrió dejando una estela blanca y espesa sobre el mullido sillón de piel negra.

Cristóbal no tardó mucho en llegar también hasta el orgasmo, sintiendo esos espasmos electrizantes recorrer sus bolas y su columna.

—Te amo Gael, estoy jodidamente enamorado de ti.

Cristóbal se había dejado caer sobre la espalda de su pareja mientras las réplicas de su orgasmo lo alcanzaban.

—Te amo Cris, y sé que nunca me cansaré de vivir a tu lado. Sus labios instintivamente buscaron los de Cristóbal, para sellar con un beso aquellas sinceras palabras.

Con un rápido movimiento Cristóbal salió del cuerpo de Gael, retirando el preservativo y anudándolo para deshacerse de él.

—Bueno hijo, la cena ha sido muy buena, y me alegra visitar su departamento. Debo reconocer que me agrada lo cálido que se siente aquí.

Gael escuchaba a su padre mientras ayudaba a Cristóbal a retirar los platos y cubiertos de la mesa.

—A nosotros también nos gusta mucho, y gracias por el bonito sofá que nos has obsequiado.

Eduardo rió mientras daba un sorbo a su café.

—En realidad es más para Cristóbal, ya que el pobre hombre va a portarse mal muchas veces y servirá para que no sufra tanto por ser castigado.

La pareja se miró con complicidad, mientras Eduardo ajeno e inocente seguía pensando que era un acto de bondad a su impetuoso amigo.

— Que bueno que ese sofá no habla, ya que verá muchos castigos. Cristóbal sopló en el oído de Gael quien se erizó al sentir el aliento de su pareja, a la cual ya había ruborizado.

—Papá, gracias por la oportunidad que nos darás en la empresa, dijo Gael tratando de desviar la conversación y disipar un poco su creciente excitación.

—No tienes que agradecer Gael, no podría estar más complacido en dejar la empresa en tan buenas manos. Eduardo miraba a la pareja que estaba sentada frente a él, tomados de la mano, era una escena hogareña, común y valiosa, —Creó que ambos son muy buenos en sus áreas, y como padre, saber que mi hijo tiene una pareja junto a él, es un descanso para mí. Eduardo sabía que tanto Cristóbal como Gael, tenían mucho camino que recorrer como pareja, pero eso no le preocupaba en absoluto pues conocía a su socio y sabía que este se encargaría de enseñar a su hijo quien era un aprendiz diligente.

Levantándose se despidió de ellos con un cálido abrazo.

—Los veré el lunes en la oficina.

Después de la cena de presentaciones para la empresa, la pareja regresaba a su hogar, ambos se veían regios en elegantes trajes de tres piezas.

Cristóbal, observaba cada movimiento de Gael, mientras este se desvestía. Deteniendo sus ojos en esos pantis femeninos que lo estaban haciendo babear.

Muchas veces estaba seguro de que Gael quería matarlo con la inocente sensualidad que el joven desprendía, pero que Cristóbal tanto disfrutaba.

Introspectivamente miraba como su vida se habituaba en una suave rutina hogareña con su ahora pareja.

El mandaba y Gael obedecía, siempre su lado dominante marcaba la pauta para la conducta de su pareja.

Gael también se acomodaba en la confortable seguridad de Cristóbal, quien dominaba todo espacio donde este entrara.

— ¿Qué te ha hecho sonreír?, preguntó curioso Cristóbal.

Gael se acercó lo suficiente para frotar su cuerpo contra el pecho duro de su hombre.

—Pienso en lo bien que nos hemos adaptado y en lo seguro que me siento junto a ti.

Cristóbal incapaz de resistirse para acariciar el cuerpo de Gael, pasó su mano por la espalda desnuda de este, mientras su intensa mirada azul devoraba a Gael.

—Tenemos toda una vida para disfrutarnos y explorar nuestro amor. Y créeme engendro, no me cansaré ni mucho menos me saciaré.

Gael sonrió al escuchar esas palabras apoyó su cabeza en el pecho de Cristóbal, mientras la rítmica de los latidos de su pareja sonaba en su oído.

Estaba seguro que nunca habría un sonido tan perfecto como ese latido que le acompañaría un largo tiempo, y lo escucharía acelerarse mientras hacían el amor.

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