Perverso

By RanBauer

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Primer libro BDSM. Cuando el curioso Gael acepta mudarse a la ciudad en donde vive su padre creyó que era un... More

Desafío
Maestro
Entrenando
Rutina y odio
Debo reconocerte
Silencio absoluto
Con todo mi corazón
Castígame

Hazme olvidar

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By RanBauer

Dos días después de aquella visita Gael por fin le dio una respuesta afirmativa a Cristóbal quien de inmediato se lo comentó a Eduardo, sirviendo de intermediario ya que el muchacho se negaba a hablar con su padre.

—Me alegra que estés de regreso Gael, Eduardo se había puesto de pie para saludar con un abrazo a su hijo, gesto que en nada conmovió al obstinado muchacho que devolvió el abrazo de una forma, aunque algo mecánica, fue socialmente aceptable.

—Tu socio y yo acordamos trabajar en paz, Gael se acomodaba en la silla frente al escritorio de Eduardo mientras daba a su padre los pormenores del arreglo al que llegaron ambos hombres, —Así que pierde cuidado conmigo, seré lo más suave que pueda con ese frágil hombre.

El tono sarcástico hizo suspirar con fastidio a Eduardo.

—Gael, solo intenta conocerlo, él no es un mal tipo.

La mirada cansada de Eduardo hizo considerar su postura a Gael.

—Mira hijo, Eduardo cruzó las manos por debajo de la barbilla —yo no he sido un maldito buen padre, pero eso no significa que no te quiera. Por favor mírate, eres un hombre independiente, y tu madre hizo un estupendo trabajo contigo.

Gael lo observaba curioso, él sabía que su padre lo quería, era solo que no tenía ese apego por él.

—Solo quiero que, si llego a faltar, a mi verdadero legado no le falte algo. Tu eres por mucho lo único bueno que he hecho en esta vida.

Eduardo cerró los ojos evitando las lágrimas. No quería ponerse sentimental y hacer pensar a su hijo en un tipo de chantaje emocional.

Pero eso estaba muy lejos de ser así, ya que Gael podía ser joven, pero era comprensivo.

—Tranquilo papá, pondré de mi parte para no buscar más problemas con tu socio.

Eduardo asintió tranquilo y mientras acordaron el regreso de Gael a la empresa.

Las cosas en la firma marchaban mejor desde su regreso. Acatando ambos hombres el trato acordado, ya que si bien no eran amigos, al menos eran cordiales entre ellos.

Los clientes estaban creciendo en número y Gael cumplía de forma puntual las entregas de trabajos así que se permitiría una salida a su club favorito.

Desde hacía días ya se sentía ansioso por relajarse con un buen momento y dejar que otra persona se hiciera cargo de él, por eso reviso su correo y verifico que el maestro no envió mensaje alguno cambiando su cita.

—Buenas noches Samael, Carter saludó al bello chico de negra cabellera y ropa entallada.

Toda su vestimenta era conservadora considerando que en el club la desnudez parcial era algo común.

—Chico, estás vestido para matar. La mirada divertida del recepcionista recorrió con picardía la silueta del muchacho.

Una risilla sonó en la garganta de Samael. — ¿Qué dices Rolando, tiene razón tu novio?

Samael miraba juguetón al Dom que apenado habiendo sido pillado por los chicos viéndole su trasero bajaba la mirada juguetonamente.

—Yo, yo creo que su señor será muy feliz hoy y por cierto aún no ha llegado, pero ya no debe tardar, le recomiendo que se apure y no lo haga esperar, pues el maestro odia la impuntualidad, sonrió Rolando.

Satisfecho y contento se despidió de la pareja, los cuales le agradaban sobremanera.

Desde la subasta rápidamente había corrido el rumor como reguero de pólvora que el maestro ya tenía un sumiso propio y ese era Samael. Por eso al entrar al club las miradas y murmullos le siguieron, ubicándolo rápidamente casi en la categoría de celebridad.

Los demás Dom lo miraban con deseo, mientras los sumisos le transmitían cierta envidia y respeto por haber logrado lo que nadie había creído posible.

Eso de alguna manera hacía sentir orgulloso y le daba una sensación de seguridad al muchacho.

De inmediato entró a su departamento y se lavó a conciencia, pronto se colocó el liguero y nada más, tal como lo había pedido el maestro. En la parte superior el collar y su hermoso y característico antifaz de piel labrada.

Sintiéndose un poco cohibido y excitado por su desnudez salió del cuarto para dirigirse al privado de su señor.

Con la mirada baja esperó quieto delante de la puerta.

No tardó mucho cuando unos pasos le alertaron avisando que alguien se dirigía hasta ahí.

Su corazón palpitaba y su piel quemaba.

—Buenas noches bonito, la voz profunda, gutural y fantasmal de su señor hizo sonreír a Samael quien siempre se mantuvo mirando al suelo.

La mano del hombre acarició con cariño la negra cabellera.

—Buenas noches maestro.

La voz aniñada de Samael hizo sonreír al maestro.

El maestro abrió la puerta y se hizo a un lado para darle paso a su niño. —Pasa cariño.

Samael sintiendo la mirada de su señor, contoneó más el trasero que desnudo exhibía un voluptuoso par de rosadas nalgas.

El maestro rió por lo bajo. Y sin considerar le dio un fuerte azote dejando enrojecida la piel del culo de Samael quien gimió.

—Eres perfecto cariño.

El maestro cerró la puerta tras de sí mientras con su mano izquierda comprobaba que esta atrapaba a la perfección aquel trasero.

—Soy todo tuyo señor, la actitud de Samael estaba lejos de ser sumisa en ese momento, pero no le importó quebrantar algunas reglas si con eso conseguía que su señor le azotara una vez más.

Y no sé equivocó, su cuerpo vibró al sentir otro azote.

Sintiendo la piel de sus posaderas demasiado caliente, dejó escapar un gemido.

Samael con la mirada baja alcanzó tomar la mano de su señor. Y con la actitud más sumisa y sensual dirigió esa mano a su boca, humedeciendo un dedo y después otro.

Continuó chupando mientras su maestro lo miraba a través de esa máscara siniestra. Sentía su gélida expresión mientras el muchacho degustaba aquella mano.

Sin más oportunidad el maestro sacó el dedo de la boca de Samael, y colocándole la correa en la cadena lo guió a la cama.

El maestro se sentó mientras Samael excitado y con su polla erguida permanecía frente al imponente hombre, sintiéndose morbosamente expuesto.

De manera ruda el maestro lo tomó con ambas manos del trasero el cual aún dolía por los azotes recibidos.

—Hoy voy a disfrutar de ti.

El maestro recorría el curvilíneo trasero frotando con las manos ambas nalgas, las cuales separaba, pellizcaba y acariciaba.

En un momento Samael gemía... —Maestro me voy a correr.

Y es que el maestro acariciaba de manera tortuosa no solo el esplendido culo, ahora también le brindaba atención a la brillante polla que ya escurría líquido transparente el cual el maestro esparcía con su dedo gordo por la extensión del pene de Samael.

—¡Eres espléndido!, toda una joya.

El maestro también disfrutaba de ese dulce sumiso. No era arrogante, no era petulante, y lo mejor, en el tiempo que estuvieran juntos en escena, era suyo totalmente.

De pronto uno de los dedos del maestro recogió las gotas del líquido pre-seminal de Samael, y con ellas jugó en la entrada del estrecho ano del muchacho.

Samael gimió levantando el trasero como una gata en celo.

—De rodillas niño, la voz gutural emitió aquella orden y de inmediato Samael obedeció, ansioso por saber cómo su maestro quería ser complacido.

El maestro soltó su cinturón, abrió el cierre de su pantalón y dejó salir una imponente polla de casi veintidós centímetros, la cual Samael veneró tomando con las dos manos.

Aspiró el aroma de su señor...

Varonil

Limpio

Suyo.

Y sin más cerrando los ojos engulló toda esa longitud, esperando no ahogarse en el proceso.

Un ronco gemido escapó de la garganta del maestro quien de inmediato empezó a joder aquella sensual boca, tomando por los cabellos a su pequeño incubo como empezaba a llamar a Samael.

Las caderas inquietas del maestro se mecían necesitadas mientras sus manos sujetaban el rostro del muchacho que con la vista color miel, observaba cada mueca que hacia su señor.

En recompensa por tan buen trabajo oral una ráfaga de semen caliente llegó hasta la garganta del muchacho.

—Tómalo todo mi dulce incubo. Samael limpió a conciencia aquella enormidad, disfrutando plenamente ese sabor, amargo, salado, perfecto.

Relamiéndose los labios miró seductoramente a su señor mientras observaba cada movimiento que su señor hacía, esperando ansioso la siguiente orden.

El maestro le hizo una seña con la mano, palmeando la cama para que Samael se acostara en ella.

Camino con parsimoniosamente hasta quedar junto a su señor el cual viéndolo delante de él, no pudo ignorar ese lujurioso pequeño cuerpo que se ofrecía voluntariamente.

El maestro pasó su nariz por el cuello de Samael aspirando el aroma de este, tan dulce, tan suave.

—Aaah, señor, más. Juegue conmigo, soy suyo.

La voz de Samael clamaba por más de aquel hombre mostrándose en una calma algo tensa.

A través de aquellas cuencas oscuras del antifaz de calavera, el maestro observaba complacido al joven que sin pudor alguno ofrecía su cuerpo en un estado de estupor que contenía lujuria y sexo.

—Como has sido un niño bueno, te compensaré, acuéstate y ofrece lo que tienes para mí, pero no podrás correrte, créeme valdrá la pena.

La voz profunda hizo feliz a Samael al escuchar aquella promesa y esa obscena petición.

—Gracias mi señor. Samael obedeciendo se abrió de piernas quedando quieto, no quería arruinar ese momento, tratando de recordar todos los consejos tan útiles del manual.

El maestro bajó hasta la polla de Samael, la cual era más pequeña que la de él.

Aspiró el aroma de su dulce incubo.

Sin esperar mucho, el maestro engulló gustoso aquella polla, disfrutando plenamente de recorrer con su lengua la brillante y lisa cabeza, —delicioso mi niño.

Samael gemía muy bajito, pero era una tortura sentir aquella calidez recorrerlo, aquella lengua jugar con cada parte de su pene y sin poder liberarse eyaculando en un intenso orgasmo.

Lento...

Tortuoso...

Eterno.

No tardó mucho hasta que su maestro le dio la orden...

—Córrete, demuéstrame cuanto te gusta lo que te hago y cuanto lo quieres.

Ante esa orden Samael liberó su abundante y espesa semilla como si fuera un adolescente, dejando escapar un gemido lastimero de puro placer.

El semen de Samael se estancó en su estómago plano, blanco y suave y el maestro lo recogió con la lengua, la cual probó mientras otra parte la escupió en el expuesto trasero de Samael, quien con las rodillas al pecho sintió esa viscosidad entre sus nalgas.

Un suave gemido escapó de su garganta.

—Hermoso...

El maestro examinaba como si se tratase de mercancía aquel esplendido cuerpo. Y sin perder tiempo ahondó más en su interior con un largo dedo índice.

Samael cerraba los ojos al sentir un poco de vergüenza, como si de esa forma pudiera ocultarse de aquella mirada evaluadora.

—Abre tus ojos, no dejes de mirarme. El maestro observaba con lujuria aquel cuerpo expuesto solamente para él.

Samael observó a los ojos a su maestro, sintiéndose como un pedazo de carne que solo sirve para dar placer pero no era del todo cierto... su maestro lo estaba mimando, lo estaba llevando a la cumbre del placer y su cuerpo y mente parecían por fin sincronizarse en esa experiencia casi mística, pues estaba el hecho de no solo obedecer, sino controlar las reacciones de su cuerpo.

El maestro seguía explorando a aquel delicioso muchacho. Su dedo recorría las paredes del interior y pronto logró meter tres dedos.

Le excitaba ver ese cuerpo tan pequeño y tan abierto para él.

—Estás listo, mi niño.

Colocándose delante de aquel agujero, el maestro tomó su polla por la base, y la dirigió hasta la entrada de Samael.

—Debe de entrar por tu estrecho culo, una risa ahogada salió de aquella garganta, como si fuera un vano intento por tranquilizarlo.

A Samael se le secó la boca de pronto al ver esa monstruosidad imponente delante de su agujero, y tuvo miedo de ser rasgado de forma brutal.

Un empujón despacio sorprendió a Samael, quien sintió el tirón y ardor en sus músculos y vio por sí mismo como esa enorme polla entraba en su trasero.

La sola imagen lo excitó más aún.

Los jadeos del maestro no se hicieron esperar mientras aquel pene era enterrado lentamente hasta la base en ese estrecho trasero y de esa forma empezó un delicioso vaivén, metiéndola lentamente y sacándola aún más despacio.

—Vamos mi dulce incubo, devórame. Y al decir esto ambos en una frenética danza de caderas se entregaron hasta que en sincronía explotaron en un intenso orgasmo, quedando saciados hasta la médula.

Ambos comprendían que era sexo llano y puro; sexo y placer.

Abrazados en la cama, uno al lado de otro, el maestro paseaba su fuerte mano por los costados de Samael que yacía lánguido, agotado y bien follado.

Sintiendo el tacto suave, firme y posesivo de su maestro Samael se dejó mimar con aquellas caricias.

—Espero que tu día hoy haya sido bueno, mi pequeño...Un beso fue depositado en la coronilla de Samael.

—No puedo quejarme maestro, ha sido un buen día que ha culminado contigo.

Samael se apretujó más junto al enorme y fornido cuerpo mientras su mano jugaba con el denso vello negro que inundaba aquellos pectorales.

—Ah, mi dulce cachorro. Eres esa parte del día que me hace perder la razón.

El maestro envolvió en sus brazos al delgado cuerpo mientras sus enormes manos tomaron el firme trasero y lo masajeó hasta que Samael gimió y se empezó a restregar con necesidad, haciendo que el hombre ría complacido.

Vamos al cuarto de castigo, necesitas un poco de educación.

La emoción en la cara de Samael no pudo ser contenida, pues aun recordaba lo que el cuarto de castigos le había provocado en su primera visita.

El maestro caminaba imponente delante de Samael quien lo seguía sumisamente mientras su corazón parecía salir de su pecho por la excitación de no saber que esperar. Lo único cierto para él era que su maestro no le haría daño, sino todo lo contrario...

Lo llevaría al borde de la locura por tanto placer brindado.

Entrando a la amplia recámara que Gael recordaba, vio a varias parejas satisfaciéndose de varias maneras.

Una cama limpia con correas a los cuatro lados estaba dispuesta para ser usada.

—Acuéstate...

La orden imperante sonó en los oídos de Samael quien, con toda la sensualidad del mundo, se subió hasta ella exhibiendo el húmedo y dilatado trasero delante de su maestro.

Poco le importó que hubiera más gente delante de él observándolo desnudo y necesitado. Ya que su objetivo era provocar a su maestro, y si con ello se volvía un exhibicionista, pues no le molestaba en absoluto.

Samael se ganó una palmada en su rosado trasero por tentar a su señor, quien lo ató a la cama y pidió al verdugo (quien era el sujeto que les proporcionaba los artefactos para los castigos), una larga pluma de avestruz, la cual paseo por el desnudo cuerpo de su muchacho que para ese momento apretaba los dientes y retorcía los dedos de los pies con suma urgencia.

Muchas de las parejas ahí presentes dejaron de tocarse para ver al maestro y a su bonito sumiso sumergirse en un erótico juego de dolor y placer.

La polla de Samael estaba erguida otra vez y goteaba líquido transparente.

El muchacho gemía, mientras el maestro acercó un largo y grueso dilatador hasta su boca y luego de lamerlo de manera lasciva delante de Samael, lo metió hasta el fondo de aquel dilatado trasero, provocando que el muchacho gima y su cuerpo sea presa de una infinita necesidad de ser follado hasta la locura.

Muchos de los presentes se masturbaban y follaban ante la demostración del maestro y su sumiso, como si fueran espectadores de una película pornográfica de la mejor calidad.

El maestro empujó una vez más y justo cuando sintió que su pequeño demonio iba a alcanzar el orgasmo, sacó el dilatador dejando vacío a su inconforme sumiso el cual lloraba con frustración por no poder culminar.

Acercándose hasta él el maestro le susurró con esa voz gruesa amortiguada por la lujuria, —Te voy a soltar, y solo con una mano te masturbaras, no te atrevas a correrte sin mi permiso.

Samael asintió levemente. Su respiración era desacompasada. Su rostro y cuello color rojo producto de la excitación también se mostraban tensos tratando de obedecer aquella orden que sentía imposible e inhumana. Casi podía apostar Samael que muchos de quienes lo observaban esperaban que aquel sumiso salvaje o sin entrenamiento decepcionara a su maestro, pero eso le dio un motivo para superar las expectativas tan pobres que tenían sobre él.

Soltando al muchacho, este obedientemente se empezó a masturbar siendo plenamente consciente de que era observado no solo por su señor, sino por varios desconocidos con un rostro anónimo y eso disparó su libido a mil, pero ya se sentía hinchado y adolorido de la polla. Y cuando escuchó la orden de su maestro, de inmediato se corrió en uno de los más memorables orgasmos de su vida, gimiendo y dejando salir cuerdas gruesas de semen caliente que su maestro de forma lujuriosa recolectó con los dedos y se los dio a probar a Samael que hambriento los limpió degustándose el mismo en uno de los mas excitantes momentos de su corta vida.

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