Hola Mi Diosa

By Kuroashi6

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Ella, una chica con un metro con setenta centímetros de altura, cabello negro como la noche, tez blanca y uno... More

PRÓLOGO
DIA UNO
DIA DOS
DIA TRES
DIA CUATRO
DIA CINCO
DIA SEIS
DIA SIETE
DIA OCHO
DIA NUEVE
DIA DIEZ
DIA ONCE
DIA DOCE
DIA TRECE
DIA CATORCE
DIA QUINCE
DIA DIECISEIS
DIA DIECISIETE
DIA DIECIOCHO
DIA DIECINUEVE
DIA VEINTE
LAS NACIONALES
DIA VEINTIUNO
DIA VEINTIDOS
DIA VEINTITRES
DIA VEINTICUATRO
DIA VEINTICINCO
DIA VENTISEIS
DIA VEINTISIETE
DIA VEINTIOCHO
DIA VEINTINUEVE
DIA TREINTA
DIA TREINTA Y UNO
DIA TREINTA Y DOS
DIA TREINTA Y TRES
DIA TREINTA Y CUATRO
DIA TREINTA Y CINCO
DIA TREINTA Y SEIS
DIA TREINTA Y SIETE
DIA TREINTA Y OCHO
DIA TREINTA Y NUEVE
DIA CUARENTA
CARTA DE ATENEA
MILLER JAMES
DIA CUARENTA Y UNO
DIA CUARENTA Y DOS
DIA CUARENTA Y TRES
DIA CUARENTA Y CUATRO
DIA CUARENTA Y CINCO
GABRIEL Y ATENEA
DEREK CLARK
DIA CUARENTA Y SEIS
DIA CUARENTA Y SIETE
DIA CUARENTA Y OCHO
DIA CUARENTA Y NUEVE
DIA CINCUENTA
UN MES
NOSOTROS DOS
UN DIA, JUNTOS
ADVERTENCIAS
EPÍLOGO
ANUNCIO

EXTRA UNO

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By Kuroashi6

Omnisciente

La fuerte tormenta acompañada de un viento que azotaba fuertemente la ciudad entera era el clima de la noche. Gabriel, el cual particularmente se había ido a dormir temprano estaba soñando profundamente mientras que por otro lado su hermana menor estaba abriendo la puerta principal de la casa con suma cautela, eran casi las doce de la madrugada, quizás faltaban unos cinco minutos pero allá afuera de la casa parecía que había un diluvio torrencial.

Mientras tanto Isabella abría la puerta lentamente, rezándole a cualquier ser supremo para que las bisagras no fallaran y chirriarán en ese momento inoportuno, le dio una rápida mirada a la persona enfrente de ella y la dejó entrar a la casa, dicha persona prosiguió a quitarse los zapatos y tenerlos en su mano.

—No hagas ruido, mis padres y hermanos duermen —advirtió Isabella.

La otra persona solo asintió.

La oscuridad de la casa era iluminada por la linterna del celular de Isabella mientras está dirigía a la otra persona hacia el segundo piso donde estaban los dormitorios, iban con cuidado, rezando para que ningún miembro de la familia se levantará en ese instante pero al parecer los seres supremos no estaban de su parte y un fuerte y estruendoso trueno resonó por todo aquel manto negro de nubes grises.

En la habitación correspondiente de Gabriel, el chico se removía inquieto y medio despierto ante tal bestial trueno pero solo se acomodó de costado y volvió a cerrar los ojos en un intento de conciliar el sueño otra vez. Pero la curiosidad por saber la hora fue más grande y encendió la pantalla de su celular para ver qué este dictaba las doce horas de la madrugada con siete minutos pero no vio sólo eso en la pantalla, también vio un mensaje de aquella chica responsable de su nerviosismo al estar cerca de ella. Leyó mentalmente el mensaje y sonrió ampliamente al ver la imagen que acompañaba al mensaje de texto; era una foto de Atenea, su reflejo se podía apreciar en un espejo de cuerpo entero al igual que él podía ver el rostro de la chica debido a que el celular estaba situado a un lado del rostro de ella cuando tomó la fotografía con la cámara trasera. Ella llevaba un pijama corto que hizo que la sangre de Gabriel le subiera hasta su rostro, sonrojándose tontamente pero no lo podía evitar, ella era completamente hermosa.

Pero algo hizo <<clic>> en su cabeza. No había respondido el mensaje de la chica debido a que se había quedado dormido, se maldijo mentalmente y contestó el mensaje diciendo que se veía completamente hermosa y otros halagos más. Dejó el celular en la mesita de noche y se volvió a acostar, listo para dormir pero escuchó perfectamente cuando su puerta se abrió así que se levantó abruptamente mientras se sentaba en la cama. Un relámpago iluminó el lugar y el visualizo la figura de una chica.

— ¿Isabella? ¿Scarlett? —preguntó pero nadie respondió—. ¿Qué quieren? —volvió a preguntar.

—Guarda silencio —oyó el susurro de su hermana menor y su cuerpo se relajó.

Pero la voz se escuchó lejos, como detrás de la puerta y la silueta de la chica estaba a menos de metro y medio de su cama.

— ¿Qué haces aquí, Isabella? —preguntó Gabriel con seriedad.

Se inclinó sobre su cuerpo para poder alcanzar la lámpara de la mesita de noche y encender la luz, alumbrando tenuemente su alrededor.

— ¿Bella? —preguntó en un bostezo.

Al cerrar los ojos debido al bostezo sintió unas manos en uno de sus muslos y se sobresaltó apartando la mano abruptamente.

—Otras veces ruegas para que no quité mi mano y ahora tú la alejas, eres raro —escuchó la voz de ella.

Negó repetidamente, diciéndose mentalmente qué era un sueño y pronto despertaría, algo que obviamente no sucedió.

—Hazte a un lado, hace frío y quiero dormir —ordenó otra vez aquella voz tan parecida a la de ella—. ¿Honey?

—A-Atenea —susurró, sin creerlo todavía.

—No estás en un sueño, tonto. Soy real —susurró la chica y se inclinó levemente hacia adelanten, rozando su nariz con la de él.

Entonces Gabriel pudo apreciar el rostro de su amada. Sus ojos azules se veían brillosos debido a la lámpara de noche que se reflejaban en sus bellos ojos y su cabello azabache estaba suelto, tenía una sonrisa torcida como si se burlara de él. Le dio una rápida mirada a su cuerpo descubriendo que ella iba vestida con un pants algo calentitos debido al frío al igual que un suéter que la mantenía en una temperatura agradable para ella.

— ¿Qué haces aquí? —cuestiono el, todavía en shock.

—Tenia frío y que mejor que venir hasta donde ti para que me des calor —explicó ella.

— ¿Cómo entraste?

—Isabella.

—Lo debí de suponer —susurró él—. No tenías que venir desde tu casa hasta aquí.

—No debía pero yo quería y haga lo que quiero —se encogió de hombros.

— ¿Qué dirán tus padres? —volvió a cuestionar el chico.

—No se darán cuenta, bien —intentó tranquilizarlo.

—Es una locura, hay una horrible tormenta y tú viajas hasta mi casa solo porque tienes frío, ¿Sabes lo peligroso que es? —hablaba el con preocupación.

—Uh. Si no me quieres aquí dímelo y me voy —aviso ella con seriedad.

— ¡No es eso! —negó el.

—Cállate —ella tapo la boca de él con su mano y el emitió un gemido de sorpresa.

—Suéltame —dijo pausadamente y con estropeo debido a la interrupción en su boca.

— ¿Me voy? —preguntó ella.

—No.

— ¿A caso mi Honey necesita atención? —preguntó ella con malicia.

—S-Sí.

— ¿Quieres que te de atención?

El volvió a asentir sin poder hacer nada más. Ella se inclinó sobre su cuerpo y beso suave y brevemente los labios del chico mientras ella sonreía calmadamente, como si todo estuviera bien. El adoraba eso de ella.

—Vamos a dormir —susurró Gabriel contra los labios de Atenea.

—Bien —accedió fácilmente ella.

— ¿Está cerrada la puerta con seguro?

—Sí. Cuando entré lo hice.

El asintió y se acomodó a un costado de su cama, destapándose de su cobija calientita que lo mantenía en una temperatura agradable para él. Ella sin decir nada más se acomodó en el espacio que le brindo Gabriel.

— ¿Te puedo abrazar? —preguntó el con timidez una vez que ya estaban acomodados y arropados.

—Hemos follado antes y tú me pides permiso para abrazarme —se burló ella.

— ¡Atenea! —regaño él con su rostro sonrojado y escondiéndose entre las sábanas en un intento de ocultar su rostro rojo.

—No grites que nos oirán —recordó ella mientras reía brevemente.

—Es que tú —se excusó él.

— ¿Yo qué? —preguntó ella.

—Tu...

— ¿Soy hermosa? ¿Perfecta? ¿Insuperable? ¿Lo más bello que has visto en tu vida? Sí, lo soy. Eso y más —le interrumpió ella.

—Tienes un ego demasiado grande —acusó él en broma.

—No tan grande como tu p...

— ¡A-Atenea! —tartamudeo el con asombro ante la frase que ella diría pero el interrumpió.

Aunque obviamente sabía cuál era la última palabra de la frase y admiraba con la naturalidad que ella iba a decir semejante cosa ante él, sin avergonzarse un poco.

— ¿De qué te sorprendes? Además ya te dije, si sigues gritando así se darán cuenta que no estás solo en tu habitación —se volvió a burlar ella.

El no dijo nada y simplemente colocó sus manos en la cintura de ella para después atraerla hacia él mientras él se acurruca en posición fetal y su frente toca los pechos de ella para después subir una de sus piernas justo en la cadera de ella para así abrazarla fuertemente al igual que sus brazos apretaba su espalda. Parecía un pequeño niño aferrándose a su madre.

—Pareces un niño pequeño —susurró ella contra el cabello castaño claro de él.

—Tu niño pequeño —corrigió el mientras se removía para acomodarse mejor en los pechos de ella—. Te quiero —le susurró el suavemente.

—Yo también te quiero —respondió ella mientras acariciaba suavemente el cabello del chico.

Ella no fue consciente del estado del chico pero él se había quedado quieto en su lugar sin poder mover un músculo debido a la impresión, jamás se imaginó que aquella chica a la que le mandaba cartas ahora estaba acostada junto a él en su cama mientras ella le decía que también lo quería, era algo muy inesperado para él. Su rostro se tiñó de rojo y su corazón latía exageradamente rápido.

—Atenea —susurró él.

— ¿Mmhh?

El levanto su cabeza y beso rápidamente los labios de la chica para después volver a la misma pose que tenía. El pecho de ella vibro brevemente debido a la risa corta.

—Descansa, Honey —susurró ella con un particular tono meloso.

—Tu igual, Mi Diosa —susurró Gabriel con sus ojos entrecerrados.

Aunque ella no tuvo que esperar mucho para que él se durmiera debido a que unos cortos minutos después el chico ya se encontraba dormido plácidamente debido a las caricias y susurros suaves brindados por ella. Y tampoco ella tuvo que esperar más tiempo para caer en los brazos de Morfeo con tranquilidad.

[...]

La puerta de la habitación de Gabriel produjo el típico sonido ante el golpeteo de los nudillos contra la madera delgada de esta, dicho sonido hizo que Gabriel se removiera un poco pero la voz de su madre llamándolo, hizo que se despertará pero lo que lo alertó sin duda alguna fue cuando intentaron abrir la puerta, su corazón sufrió un vuelco terrible al recordar rápidamente que aquella chica que lo hacía suspirar tontamente estaba dormida con él en su cama, eso sin duda alguna lo alteró y más porque el pomo de la puerta giraba repetidamente pero no se abría debido al seguro.

— ¿Gabriel? —llamó su madre con duda.

— ¿Mmhh?

—Ya nos vamos con tu padre —informó su madre.

Oh. Gabriel recordó que el día de ahora su madre se iría hacia un hotel lujoso y pasaría ahí dos días, eran unas vacaciones como para ellos. Mientras que sus hermanas se irían a quedar a casa de unas amigas durante los dos días, dejándolo a él solo en casa.

—Está bien —dijo el chico con pereza en un intento de recalcar su reciente despertar.

—Cuídate, te quedas solo en casa y tus hermanas ya se fueron —dijo su madre.

Gabriel lo pensó dos veces pero al final se decidió. Se levantó de su cama y arropo bien a Atenea debido a que esta estaba desarropada y estaba haciendo frío, demasiado para su gusto. Las cortinas tapaban toda entrada de luz haciendo que la habitación estuviera a oscuras y sólo había una vista tenue, Gabriel, rezándole a cualquier ser supremo rezo para que su madre no decidiera entrar a su cuarto aunque despedirse de ella era algo importante para él, así que abrió la puerta solo un poco para salir por el pequeño espacio que había hecho y su madre se quedó extrañada.

— ¿Qué sucede? —preguntó ella.

El solo movió su mano en forma de despedida para después abrazarla.

— ¿Por qué no hablas? —pregunto su padre el cual llevaba una maleta en la mano.

Gabriel hizo una mueca de cepillarse.

—No seas asqueroso, cepíllate —regaño en tono de broma su padre.

Gabriel emitió una risa breve.

—Ya nos vamos cariño, cuídate —su madre beso su frente.

—Nada de fiestas en esta casa, Gabriel —advirtió su padre mientras le daba palmadas en su espalda.

El asintió dándole a entender que no haría nada inconveniente. Se volvió a despedir de sus padres con su mano y entró a la habitación hasta que oyó cerrar la puerta principal y oír el motor del auto alejarse de la casa.

Suspiro y volvió a entrar a la habitación para ver como la chica se removía inquieta en su lugar mientras palpaba la cama en busca de algo o mejor dicho alguien, el chico sonrió ante la imagen tierna para él, se acercó hasta ella y acarició las mejillas de ella que hacía un puchero de reproche inconscientemente debido a que aún seguirá dormida. Atenea tenía el sueño pesado y muy pocas (casi nada) cosas la despertaban y una de ellas es dormir sola cuando ella es consciente que duerme con alguien más.

Gabriel dio media vuelta y entró al baño a cepillarse y bañarse con una sonrisa tonta mientras pensaba en la chica pero algo vergonzoso pasó para él, algo de lo que no tenía control.

Tuvo una erección pensando en ella.

Se sentía avergonzado ante tal cosa, apoyó su frente en la cerámica de la pared del baño y pensó que tal vez no era tan malo darse auto placer a sí mismo, no era un pecado, ¿cierto? Así que lo hizo, con su mano derecha acarició la longitud de su erección mientras ponía su antebrazo en la cerámica justo enfrente de su rostro y en este apoyo su frente mientras daba un jadeo al sentir el frío tacto de su mano en su erección.

Acarició lentamente su longitud mientras entrecerraba sus ojos y pensaba en ella, en sus labios, en la forma que estos se moldeaban en su longitud perfectamente, sus manos acariciando el cuerpo de él y lo bien que se sentía tener relaciones con ella, lo cálido y húmedo que era su interior, el rostro extasiado de ella al llegar al clímax, en la forma que sus uñas arañaban dolorosamente (y placenteramente) su espalda, dejando marcas que le encantaban ver en el espejo aunque después del éxtasis estas ardieran.

Inconscientemente los recuerdos hicieron que el ritmo lento en la que frotaba su erección se hiciera más rápido causando que el gimiera roncamente. Simplemente era algo delicioso recordar todas aquellas experiencias.

Con su dedo pulgar acarició su glande en movimientos circulares causando un mayor placer en él, estaba levemente encorvado y el agua que corría de la regadera hacía que el sudor que se acumulaba en gotas en su frente debido al calor interno hacía que desapareciera. Otro gemido pero un poco más alto salió de la garganta del chico, estaba a nada de tener un orgasmo con los simples recuerdos de la chica poseedora de ojos azules eléctricos y cabello azabache, se sentía algo sucio por hacer tal cosa con los pensamientos de ella pero esta sensación desapareció una vez empezó a entrar en calor.

—Atenea —gimió en alto antes del orgasmo.

Más suspiros hacían eco en el baño y su cuerpo tembló ante la sensación del orgasmo que lo recibió tan placenteramente con tan deliciosos recuerdos de ella, su mano se manchó del líquido blanco mientras la respiración agitada de él se trataba de controlar.

—Tanta proteína desperdiciada —escuchó una voz en tono lastimero—. Es una lástima.

Estaba tan ensimismado en su auto placer que no había oído cuándo la puerta del baño había sido abierta y tampoco cuándo el grifo del lavamanos había sido abierto y aún menos cuando abrieron la puerta corrediza de la ducha. Y ahora la tenía ahí, enfrente de él, cepillándose los dientes al igual que tenía poco de espuma en su boca y sorprendentemente el cabello de ella estaba arreglado (debido a que lo peino antes de cepillarse).

Gabriel sintió como el color abandonaba su cuerpo hasta ponerse blanco tal cual hoja de papel, la vergüenza lo inundó completamente y escondió su rostro rojo de la vergüenza de ella mientras se quedaba impactado ante la escena vergonzosa de que ella lo descubriera. Para ella no era vergonzoso ni incómodo, más bien era gracioso para ella al ver la vergüenza del chico. Cerró la puerta corrediza y solo entonces Gabriel pudo cerrar fuertemente los ojos dejando que el agua de la regadera recorriera completamente el cuerpo de él como si eso se fuera a llevar la vergüenza de él. Apoyo nuevamente su frente en su antebrazo y abrió sus ojos cristalizados debido a lo apenado que se sentía, quería llorar pero se contenía, volvió a cerrar sus ojos en un intento de hacer desaparecer sus lágrimas pero estás fueron traicioneras debido a que se deslizaron por sus mejillas confundiéndose con el agua de la regadera.

Se sobresaltó al sentir unas manos más pequeñas y suaves en su espalda.

—No te avergüences, Honey —apoyo su rostro en la espalda de él—. Es algo normal —depósito un corto beso en la ancha espalda de él— y no te debería de avergonzar, no te juzgaré.

El sintió su rostro arder y las lágrimas en vez de parar siguieron saliendo y con más abundancia. Ella sentía perfectamente el temblor de él debido a su llanto.

—No llores —pidió mientras sostenía al chico de los hombros para después darle vuelta hasta déjalo enfrente de ella.

Los ojos levemente enrojecidos de él la miraban directamente a ella pero tampoco evitó bajar un poco más su vista hasta los pecho descubiertos de ella (debido que se encontraba completamente desnuda) y se regañó mentalmente por hacer tal cosa.

—No llevas ropa —susurró él.

—Y es porque vengo a bañarme también —informó ella.

Él se inclinó un poco debido a la presión que ella ejercía sobre sus hombros, le dio un beso en su frente mientras acariciaba con sus pulgares las mejillas de él con ternura.

—Que no te avergüence nada conmigo, ¿bien? —beso la punta de la nariz de el—. Ahora hazte un poco para atrás que quiero ducharme.

—Oye —protestó Gabriel cuándo ella lo jalo de la mano para apegarlo al cuerpo de ella.

Beso suavemente los labios de él mientras sus manos envolvían la ancha espalda del chico. El soló suspiro ante tal acto, sin duda alguna la amaba.

— ¿Tus padres no se enteraran? —preguntó el.

—No, Jayden me cubre —sonrió ella contra sus labios.

—Mis padres tampoco están así que te puedes quedar, si quieres obvio —habló rápidamente el.

—Uh. Ya lo sé —respondió ella con tranquilidad.

— ¿Ah? ¿Cómo sabes? —es estaba desconcertado.

—Isabella —respondió ella y el asintió.

La ducha prosiguió con una que otra risa y toqueteo con besos de por medio pero sin pasar a mayores.

Y por raro que fuera ella terminó de bañarse primero y el todavía que quedó en la ducha, era de más decir que le encantaba estar debajo de la lluvia superficial. Terminó de ducharse y prosiguió a vestirse.

Bajo los escalones de la escalera hasta llegar a la cocina y vio a Atenea sentada comiendo, esta llevaba simplemente una camisa de él (que particularmente a él ya le quedaba muy grande y pues a ella el doble) y su ropa interior de encaje (prácticamente solo llevaba la parte inferior) que esta se dejaba ver debido a su color rojo intenso y por la transparente camisa blanca.

— ¿Cocinaste tan rápido? —preguntó el.

—No. Tu madre dejó hecho el desayuno para ti e Isabella lo hizo para mí excusándose que era para ti cuando te diera hambre otro rato —explicó ella.

Él llegó y la abrazo por la espalda, ella sonrió y tomó un poco de su desayuno con el tenedor y lo llevó hasta la boca del chico el cual acepto gustosamente el desayuno.

—Tu hermana cocina rico —halago ella y el asintió—. Desayuna bien.

El frunció el ceño.

— ¿Hay algo en particular por lo que deba desayunar bien? —preguntó.

—Necesitas mucha proteína, al igual que fuerza. Me preocupó por ti y del estado que quedarás porque ahora otro quedará inválido —insinuó ella con coquetería.

— ¿Por qué? —preguntó un poco juguetón.

—Tendremos un juego previo hasta que ruegues para que te folle —avisó.

El trago grueso al ver que ella no bromeaba. Se sentó a comer entre bromas con ella aunque inconscientemente él había colocado la mano en el muslo de ella dejando suave caricias. Él estaba sentado a la derecha de ella.

—Me encantan tus muslos —halago él.

—Yo igual.

— ¿A ti también te gustan mis muslos?

—No. A mí también me gustan mis muslos.

El rodó los ojos ante tal muestra de su egocentrismo.

—Te adoro —le recordó el.

—Yo también —beso la punta de la nariz de él.

—Ya sé que tú también te adoras —específico él.

—No, tonto. Yo también te adoro a ti —dijo ella suavemente—. Carajo, cuesta más decirlo qué pensarlo.

El ruido metálico del tenedor contra la cerámica del piso hizo eco en toda la cocina. Ella se agachó a recogerlo y el no pudo evitar seguirla con su mirada el trayecto de ella, no pudo recoger el tenedor así que se bajó de su asiento y se hinco para recoger el tenedor. El ante tal escena no pudo evitar tener el pensamiento de ella practicándole sexo oral. Sin duda alguna estar con Atenea lo pervertía de alguna manera.

— ¿Qué piensas? —preguntó ella todavía hincada.

Sintió un tirón en su entrepierna al ver cómo ella estaba hincada cerca de él mientras levantan un poco su cabeza para mirarlo a los ojos, la vista sin duda alguna era tentadora y excitante.

—Sí que resultaste ser un chico con muchas necesidades sexuales —dijo con burla—. Tienes suerte que yo te complazco.

Sintió otro tirón en su entrepierna al ver como ella se acercó hasta sus piernas juntas, sujeto las rodillas de él y abrió estas para tener un mejor acceso, con sus manos acarició su erección que empezaba a doler para el chico.

— ¿Fantasías sexuales? —preguntó ella.

— ¿Ah? —preguntó el con duda.

—Que si tienes alguna fantasía sexual —explicó mejor ella.

El negó.

— ¿Te puedo amarrar y tapar tus ojos? —preguntó ella con inocencia.

— ¡Que! —jadeo él.

— ¿Sí o no?

Él se removió, la idea lo excitaba demasiado y ella lo supo inmediatamente.

Se levantó y lo jalo hasta la habitación de nuevo, él se dejó hacer, además comía rápido y había terminado su desayuno y ella estaba más tranquila. Lo sentó en la cama y él se quedó ahí sentado mientras ella buscaba algo en un pequeño bolso que Gabriel ni siquiera había visto antes, del bolso sacó un trapo de color azul eléctrico y lo amarraba alrededor se sus ojos, eso inquietaba a Gabriel ya que no podía ver lo que sucedía a su alrededor, solo escuchaba los movimientos de la chica.

— ¿Te incómoda? —preguntó ella.

—No, solo es extraño —confesó el—. Continúa —pidió.

—Avísame si te sientes incómodo —pidió ella y el asintió.

Después de breves segundos oyó el ruido de algo metálico que chocaba entre sí, se puso nervioso, muy nervioso. Sintió cómo ella tomaba sus muñecas y las llevaba hasta detrás de su espalda para luego sentir el frío metal en su piel caliente debido a lo que sucedía, jadeo levemente y después escuchó un <<clic>> perfectamente, entonces supo que ella lo había esposado y eso de cierto modo hizo que su erección se pusiera más rígida.

—Atenea... —susurró— tócame, hazlo —pidió.

Ella solo seguía acariciándolo y agradecía que el chico no se hubiera puesto camisa, siguió en su trabajo de acariciar al chico mientras dejaba besos húmedos y chupetones en el abdomen trabajado de este, lamia lentamente el cuerpo de él y lentamente le empezó a quitar el pantalón al chico, dejándolo en bóxer.

—Te ves tan bien —halago ella.

Lo ayudo a levantarse de la cama y lo sentó en una silla donde se volvió a hincar y le quito el bóxer. El miembro erecto de él estaba tenso debido a la excitación que sentía, las venas se marcaban en su miembro y Atenea inconscientemente se relamió los labios, se acercó hasta él y le dio una lamida desde el inicio de su miembro hasta la glande donde con su lengua acarició específicamente esta zona en movimientos circulares haciendo que el soltara gemido suaves, tales sonidos excitaban a la chica.

Volvió a repetir una y otra vez la acción, con su mano masajeaba el inicio de su miembro mientras que con su boca chupaba y jugaba con su glande, chupaba de este como si de un exquisito dulce se tratará, eso hacía que el chico temblara de placer. Sacó el miembro de su boca y con su mano se dedicó a masturbarlo suave y tortuosamente, su boca daba lamidas con experiencia sobre su glande que goteaba líquido pre seminal, él quería tomar su cabello y jalarlo para mostrarle el ritmo que necesitaba pero las esposas se lo impedían, necesitaba tener un orgasmo.

—A-Atenea —susurró.

—Dime, ¿qué quieres?

—Orgasmo, quiero tenerlo —jadeo.

Estaba a poco de tener el orgasmo cuando ella se detuvo abruptamente y él se confundió.

—Tendrás tu orgasmo cuando yo lo diga y autorice.

Dios mío. La voz demandante de la chica hizo que Gabriel solo se excitara más, sin duda alguna aquello le generaba un gran deseo sexual, quizás siempre había sido su fetiche: que Atenea lo sometiera ante ella.

—Atenea —gimoteo al no sentir atención de su parte.

Escucho como ella reía pero después sintió un líquido algo espeso cubrir su miembro. Minutos después sintió la lengua caliente de la chica recorrer toda la longitud de su miembro mientras quitaba aquel líquido y hacía sonidos del placer ante lo que probaba.

— ¿Qué es? —preguntó el mientras sentía como aquel líquido volvía a cubrir su miembro.

Echo su cabeza hacia atrás al sentir la cavidad bucal de la chica envolver el miembro de él mientras seguía produciendo esos sonidos de placer y satisfacción dejando ver y escuchar que lo que ella estaba haciendo lo estaba disfrutando.

— ¿Qué e-es? —preguntó otra vez.

Sintió cómo la boca de la chica dejaba de jugar con su miembro y eso lo desconcertó pero supo rápidamente porque lo había hecho, sintió los labios de ella besándolo apasionadamente los labios de él y entre besos el chico soltaba suspiros de placer. Por otro lado ella sonreía al escucharlo, no negaría que amaba los sonidos placenteros que salían de las cuerdas vocales del chico, simplemente era una maravilla escucharlo.

El chico se relamió los labios en busca de sabor y supo que era Nutella.

—Sabe rico —dijo.

—Lo sé. Créeme que podría pasar todo el día haciendo esto —le susurró ella cerca de su oído.

— ¿Y qué te lo impide? —preguntó el, un poco más atrevido.

Ella sonrió y no respondió.

Siguió dejando besos húmedos sobre la mandíbula del chico para descender por el cuello y volver otra vez hasta su mandíbula, amaba hacer eso. Él se removía inquieto debido a que también la quería tocar a ella, quería que ella también recibiera placer pero para ella no había nada más placentero que verlo disfrutar a él.

Siguió descendiendo por su abdomen hasta volver a llegar a él miembro del chico con el cual volvió a masturbarlo con sus manos mientras tomaba el bote grande de Nutella y lo vertía sobre el abdomen del chico y su miembro para después ella comenzar a lamer suave y deliciosamente, la lengua húmeda y caliente de ella hacía movimientos circulares sobre la glande del chico para después empezar a chupar, lo que para ella era un rico dulce.

—Mierda —suspiró él.

Las lamidas empezaron a subir hasta llegar al abdomen firme de él y ahí ella dejaba chupetones más que visibles. El ya no se podía contener más, ¿hace cuánto fue la última vez que tuvo relaciones con ella? Una semana o una semana y media, no lo recordaba bien, lo único que sabía a la perfección era que en cuestión de escasos minutos iba a tener un orgasmo y la chica pareció leer sus pensamientos ya que volvió a meter su mi miembro en su boca y tomó un vaivén algo rápido mientras jugueteaba con la lengua la longitud de este.

Él se removió inquieto sintiendo su cuerpo entero temblar ante el orgasmo que casi tenía, estaba a tan poco que su vista se nublo de lágrimas de placer al igual que movía sus dedos en un intento de calmar la necesidad que tenía de sujetarla fuertemente del cabello, sus gemido y suspiros hacían eco por toda la habitación, sintió perfectamente como aquel característico escalofrío recorrió toda su columna vertebral que causó fuertes escalofríos en él, sintió su miembro tensarse el triple y su glande se sentía demasiado caliente, faltaba tan poco.

—Hazlo —susurró ella y eso fue lo último que necesitó el para tener su majestuoso orgasmo.

Dicho líquido blanco que Atenea recibió gustosamente en su boca para después tragarlo, no había que desperdiciar proteína. Se dedicó a lamer el miembro del chico hasta limpiarlo, la respiración de Gabriel era irregular y su cuerpo todavía tenía leves espasmos, ella sentía palpitar el miembro en su boca que todavía goteaba aquel líquido blanquecino, su cabeza echada hacia atrás con placer mientras seguía soltando sonidos placenteros. Pero un gemido alto y ronco escapó de su boca cuando ella empezó a jugar de nuevo con su lengua en movimientos circulares sobre su glande.

—A-Atenea —susurró en súplica.

—No hemos terminado, Honey —hizo saber ella—. Te dije que jugaría previamente contigo hasta que ruegues.

Un jadeo salió de él al sentir el dedo pulgar de la chica presionar su glande para después seguir haciendo movimientos circulares.

— ¿Te sientes bien? —preguntó ella.

—Mmm —respondió con un gemido.

—Al parecería lo disfrutas demasiado, ¿no es así? —preguntó ella, sonriendo de lado.

— ¡Agh! —se removió al sentir como ella volvía a presionar su glande.

Estaba sensible, muy sensible por el resiente orgasmo y ella estaba a punto de provocarle otro. Aumentó el ritmo de los movimientos de su dedo pulgar mientras que con su otra mano tomó el mentón del chico para levantarlo y hacer que su rostro quedara enfrente del de ella, se inclinó sobre el hasta que Gabriel sintió el aliento cálido chocar contra su rostro, en respuesta el entreabrió los labios y ella captó la indirecta. Lo beso suavemente haciendo que él se desespere, los movimientos rápidos del pulgar de ella y los besos suaves y lentos eran una combinación que hacían desfallecer al chico.

—Y-Yo... —la voz susurrante de él y el tartamudeo debido a la excitación hizo que ella lo volviera a besar.

Pero esta vez fue diferente, el beso era rápido y húmedo, necesitado. Sin dejar de acariciar rítmicamente la glande del chico, ella se despojó de su ropa interior quedando desnuda con solo la camisa transparente del chico cubriendo su desnudez. Con precisión se colocó sobre el miembro del chico, sin introducirlo dentro de ella, simplemente sus sexos se rozaban y lo húmeda que se encontraba ella hizo que el quisiera estar dentro de ella, con precisión y lentitud ella empezó a balancearse hacia adelante y atrás creando un vaivén placentero para ambos, el roce constante de sus sexos era completamente delicioso para ambos.

—Atenea —rogó el chico.

Ella no respondió, se mordía el labio inferior para no soltar gemidos, a ella también le encantaba el roce de sus sexos, ella también estaba sonrojada debido a la excitación que cada vez crecía más y más. Se sostenía de los hombros del chico para tener más firmeza y empezó a aumentar el ritmo a uno totalmente desesperado, ella no pudo contener más los gemidos y entonces besó al chico para callar sus propios gemidos, mordió y chupo el labio inferior para proseguir a jugar con la lengua de él.

—Por favor —rogó él.

Ella tuvo que usar la mayoría de su autocontrol para no hacerle caso y siguió con la fricción de sus sexos, ambos estaban a poco de tener un orgasmo y los gemidos de ahora ambos lo anunciaban. Enterró profundamente las uñas en los hombros de él cuando el orgasmo concluyo en ella mientras tanto él estaba a casi nada, las piernas de ella temblaban pero sabía perfectamente que tenía que levantarse así que se levantó temblorosamente y con su mano continuo masturbando al chico.

— ¡Aghhhh! —se quejó el cuándo el anhelado orgasmo llegó hasta él.

Su respiración era irregular al igual que la de ella. Ella quitó la venda de los ojos del chico y uso el mismo trapo para limpiar el miembro del chico para después temblorosamente abrir las esposas que apresaban al chico.

Ella estaba exhausta, sus piernas seguían temblando y estaba débil, debido a eso cayó sentada al suelo mientras trataba de controlar su respiración.

—Vamos a bañarnos —sugirió Gabriel.

Ella no respondió, sus piernas seguían temblando y estaban débiles. Él sonrió de medio lado, aunque también se tambaleaba pero la resistencia que le dio los entrenamientos de basquetbol hizo que tuviera la fuerza suficiente para tomarla a ella en estilo nupcial y dirigirse hasta la regadera otra vez.

— ¿No que otro quedaría inválido? —se burló el mientras se reía.

La mirada fría que le dio ella hizo que el inmediatamente se dejara de reír y se calló inmediatamente sabiendo que ella le estaba haciendo una promesa con su mirada.

Cuando llegó a la ducha hizo que ella se colocará de pie mientras se sostenía de él para después abrir la regadera dejando que el agua caerá en sus cuerpos, llevándose toda suciedad, ella, que ya se había quitado la camisa del chico, se sostuvo más fuerte del chico.

—Sube —indicó el.

La tomó de los muslos y ayudo a que ella saltará para después enrollar sus piernas en la cintura del chico.

Ambos juntaron sus frentes.

—Te quiero, demasiado —susurró el contra los labios de ella.

Ella sonrió.

—Yo también lo hago, más de lo que debería —susurro ella.

Ambos dejaron que el agua siguiera el trayecto en sus cuerpos desnudos, limpiando la suciedad de estos.

—Sí seguimos así pensaré seriamente en comprar un departamento para los dos e irnos ahí los fines de semana —informó ella.

—No puedes gastar dinero en algo así —recordó el.

—Créeme que lo puedo gastar en eso y en más cosas.

—Es un desperdició de dinero —concluye el.

—No lo es. Gastar dinero en algo en lo que tu estés relacionado, nunca, jamás, será un desperdicio de dinero —tomó el rostro de él entre sus manos—. La mejor forma de gastar el dinero es contigo y en ti.

—No debes de gastar dinero en mí.

—Mi dinero, y yo decido gastarlo en ti, punto —ella se encogió de hombros—. Además aquel día vi algo que me interesó, era un Nintendo Wii SUPREME. ¿Te gustan los videojuegos?

—Sí, me gustan —declaró el con extrañes.

—Entonces te compraré un Nintendo Wii SUPREME —declaró ella como si fuese lo más normal.

El abrió exageradamente los ojos.

— ¡¿Qué?!

—No grites.

—No puedes comprarme algo así, es demasiado —trató de replicar.

—Ya lo dije y lo haré —explicó ella con sencillez—. Si quiero, lo hago, punto.

—Simplemente me conformó con que estés siempre conmigo y no me dejes —susurró el contra el hueco del cuello y hombro de la chica.

—No te dejaré —susurró ella y aunque él no lo notará, la duda se hizo presente en la voz de ella.

No estaba segura de hacerlo por cómo iban las cosas pero rezaba a cualquier ser supremo para poder quedarse con él y no dejarlo.

Ambos se querían pero ella seguía escondiendo cosas que con el tiempo tenía planeado contárselas, lástima que el tiempo le jugó una mala pasada.


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