Mediados de Diciembre de 1976
Después de eso, sucedió a menudo. Él nunca lo iniciaba; no necesitaba hacerlo. Sirius se le acercaba. Remus se encontraría a sí mismo en un salón de clases vacío, o en su baño compartido - una o dos veces Sirius incluso se deslizó silenciosamente en la cama de Remus, lanzando un hechizo de silencio antes de forzar sus hombros hacia abajo y pasar sus manos sobre el cuerpo de Remus, temblando de deseo. Sin embargo, nunca bajo las sábanas, eso sería gay. Sirius salía corriendo tan pronto como terminaba.
Casi siempre sucedía con prisa. Remus sabía que esto era en parte por la vergüenza. Pero también sabía que era porque ambos lo necesitaban desesperadamente, cuando estaban juntos, sus cuerpos vibraban con el deseo mutuo.
No siempre era igual. A veces eran confiados y audaces, otras veces eran tímidos y uno de ellos necesitaba el aliento del otro. A veces ni siquiera se trataba sobre venirse, y simplemente se limitaban a besarse, o al menos, a la idea de besar de Sirius, que era brutal, feroz e ingrata. Los labios de Remus se sintieron chamuscados, quemados en carne viva, durante días y días.
Después no hablaban de ello, pero, si el tiempo lo permitía, se sentaron separados el uno del otro e invariablemente compartían un cigarrillo, en silencio hasta que estuvieran listos para volver a caer lentamente en sus bromas habituales. Remus sentía en esos momentos que Sirius probablemente hubiera preferido estar con otra persona. Una novia o, peor aún, James.
No soy el que él quiere, se dijo Remus, lastimosamente, solo soy el que está aquí. La peor parte era que sabía que eso era suficiente para él. Si Sirius solo se le acercaba en la oscuridad y el silencio, que así fuera. Era mejor que prescindir de él. Cómo si alguien como yo pudiera tener a alguien como él.
Tenía que compartir, por supuesto. Ya fuera el deseo de Sirius ocultar lo que estaba pasando, o simplemente su incapacidad de mantenerse comprometido con una persona, la cosa era que después de Avni hubieron otras. Un desfile de muchachas bonitas, brillantes y alegres; Florence, Daisy, Tessa y Eunice. Remus no pensaba que ninguna de estas citas fuera seria, y al menos al principio, no le reprochaba a Sirius su diversión. Nunca pedí ser nada más, se dijo.
Y a Remus le gustaba que fuera privado. Nunca había sido alguien a quien le gustara la atención, y pensó que incluso si era un hecho que lo que fuera que él y Sirius estuvieran haciendo no era diferente de lo que Sirius hacía con cualquiera de las chicas con las que se había apegado, entonces Remus probablemente seguiría prefiriendo que James y Peter no lo supieran. Tal vez podría hablarles de Grant, algún día, eventualmente, pero no de Sirius. Era demasiado complicado.
Le gustaba saber que él y Sirius podían estar en una habitación llena de gente, y nadie tenía ni idea de lo que habían estado haciendo la noche anterior, o incluso dos horas antes. Le gustaba salirse con la suya. Le gustaba ver a Sirius con una chica, y pensar no me importa, luego me pertenece.
Después de todo, se le permitió ser feliz. Se le permitió tener algo para sí mismo, especialmente porque, en otras áreas de la vida de Remus, las puertas se estaban cerrando y se le estaban yendo cosas.
Hubo otro ataque de hombre lobo durante la luna de Diciembre, que cayó a principios de mes de ese año. Los testigos describieron a más de una criatura: trabajaban como una manada. El ministerio fue puesto en alerta máxima y toda la escuela estaba hablando de ello. Los merodeadores no lo mencionaron cerca de Remus, ni siquiera Sirius. No podía culparlos; les habría mordido la cabeza si alguien hubiera intentado simpatizar o ser amables al respecto.
Aún así, tuvo que aguantar a todos los demás; todos los demás estudiantes de la escuela que habían empezado a usar joyas de plata o hablar sobre la mejor manera de defenderse del ataque de un lobo.
— ¡Deberían encerrarlos a todos! — Escuchó a un quinto año decirle a cualquiera que quisiera escuchar en el comedor una noche. — ¡Mantenerlos encerrados, lejos de la gente normal!
— ¿Por qué no pueden etiquetarlos? — Avni susurró, la tarde siguiente, cuando ella, Sirius, Remus, Peter y Lily estaban viendo al equipo de quidditch de Gryffindor practicar. — Quiero decir, ya hay un registro, y pueden rastrear magos menores de edad, ¡¿Por qué no rastrear animales peligrosos?! No tiene sentido.
— No son animales — siseó Lily con los dientes apretados — Son personas.
Remus mantuvo sus ojos en el campo. Sirius también.
— ¡Dile eso a los Mundays! — Avni respondió, enderezando su falda y dándole a Lily una mirada superior — Dile eso a esta última pobre familia — Se acercó más a Sirius en el banco, abrazando su brazo. — Sirius, cariño, tengo frío...
— Entra, entonces. — Él gruñó, sacudiéndola sin dejar de mirar a James, gritando algo a su guardián.
— ¿Disculpa? — Avni frunció el ceño.
— Me escuchaste. — Sirius respondió, despreocupado — Lárgate.
Ninguno de ellos vio mucho a Avni después de eso.
Pero eso no impidió que otras personas hablaran. Remus tuvo que disolver su grupo de estudio temprano porque todos querían saber si podía recomendar algún buen libro sobre 'híbridos' y defensa contra criaturas oscuras. Al final, todo lo que pudo hacer fue decirles que hablaran con el maestro de DCAO, y si no querían ayuda con el trabajo escolar real, lo mejor sería dejarlo en paz.
Lily encontró a Remus trabajando hasta tarde esa noche en la sala común tratando de ponerse al día con el trabajo que se había perdido mientras estuvo en la enfermería después de la luna. Él estaba exhausto, dolorido y extremadamente idiota, pero ella se acercó y se sentó a su lado de todos modos, apoyando una cabeza en su hombro y un brazo alrededor de su espalda. Olía bien y le dio un suave apretón, suspirando suavemente contra su clavícula. Ella no habló, pero Remus siempre estaría agradecido por eso.
A mediados de Diciembre, las cosas empeoraron. Remus recibió dos cartas.
Querido Remus,
Espero que tu sexto año vaya bien. Odio ser portador de malas noticias, pero como ya sabrás, hubo un ataque durante la luna llena de anoche.
[Remus puso los ojos en blanco ante esto. ¿Por qué los adultos siempre pensaban que los adolescentes no leían las noticias? ¡¿Especialmente cuando estaban en medio de una guerra que los afectaba directamente?!]
No tengo ninguna duda de que la profesora McGonagall hablará contigo pronto, pero pensé en ponerme en contacto contigo. He estado hablando con Alastor Moody, que está preocupado por tu seguridad. Me dice que te quedas con los Potter todos los años en Navidad. Los Potter son gente excelente, y sé que James es un amigo cercano, pero, Remus, no se puede confiar en ellos para protegerte. Harían todo lo que pudieran, de esto no tengo ninguna duda, pero mi sensación es que si Greyback intenta rastrearte, entonces el único lugar donde no podría encontrarte sería Hogwarts.
No te estoy diciendo qué hacer, por supuesto. Pero te ruego que consideres tu propia seguridad y la seguridad de quienes te rodean.
Los mejores deseos,
L. Ferox
Bueno, Ferox le estaba diciendo claramente qué hacer, incluso si solo estaba pasando instrucciones de Moody. El corazón de Remus se hundió cuando terminó de leer esta carta, pero lo peor estaba por venir:
Señor Lupin,
Nos ha llamado la atención que en su decimoséptimo cumpleaños el próximo año, será mayor de edad según la definición de su sociedad.
Si bien la ley del Reino Unido establece que todavía es un niño, se nos ha informado que sus circunstancias anulan esta legislación.
A partir del 10 de marzo de 1977, ya no estará bajo el cuidado del Reformatorio de St Edmund's Boys. Cualquier artículo o activo financiero que se mantenga en fideicomiso para usted le será devuelto a más tardar treinta días hábiles después de esta fecha. No debería ser necesario que regrese a las instalaciones.
Le deseamos lo mejor en sus proyectos futuros.
Sinceramente,
Sra. J. Orwell.
Mierda. Remus leyó esta carta solo una vez, luego la metió en el fondo de su baúl. No podía pensar en eso ahora.
Les contó a los merodeadores sobre la primera carta, omitiendo los detalles de Greyback, por supuesto. El tenía que hacerlo; No había otra forma de explicarles por qué no podía ir a Londres en Navidad. Más tiempo para la tarea, se dijo. Puede que no sea el único estudiante que se quede; los de séptimo año con los EXTASIS por venir podrían quedarse para aprovechar la sala común vacía. Probablemente podría disfrutar de una agradable Navidad en la biblioteca, si quisiera. Además, una cena de Navidad en Hogwarts no era nada para despreciar.
— No es jodidamente justo. — James despotricó cuando lo escuchó: — ¡No eres un peligro para nadie, la luna llena no es hasta el año nuevo!
— Sin embargo, es por lo de la manada — respondió Remus, aflojándose la corbata y dejándose caer en la cama. Había sido un día muy largo de lecciones y tenía por lo menos tres horas de tarea por delante. — Les preocupa que me capturen o que me una o algo.
— Pensé que le agradabas a Ferox — Sirius frunció el ceño, dejando caer su mochila descuidadamente en el medio de la habitación — Debería saber que nunca te unirías a ellos.
— Él lo sabe — dijo Remus — pero cree que podrían obligarme o... bueno, ninguno de nosotros sabe realmente lo que podría pasar si me encuentro con otro...
James, Peter y Sirius intercambiaron una mirada incómoda. Remus se quitó el suéter escolar que le picaba, para darles un momento para pensarlo. Cuando reapareció, su cabello burbujeaba con estática, les dio su mayor sonrisa.
— Está bien, de todos modos, realmente no me importa. Será genial tener algo de paz y tranquilidad; Espero con ansias unas vacaciones navideñas sin ustedes.
James se rió entre dientes y negó con la cabeza. Agarró su bolsa de lona marrón de quidditch.
— Ninguno de nosotros te cree, Moony. Bien, tengo práctica, luego una hora para la tarea, luego patrullar con Evans. — Cualquiera más podría haber desgranado esta lista de obligaciones con un aire cansado de martirio. Pero James parecía estar teniendo el mejor día de su vida. — ¿Te apetece, Black?
— No, estás bien, Prongs — Sirius negó con la cabeza. No había dejado de mirar a Remus desde que se desabotonó la camisa de la escuela. — Continúa, voy a adelantar la tarea de Encantamientos...
— Sí, claro — sonrió James — ¿Quién es esta noche, Florence otra vez? Nos vemos. — Bajó las escaleras con estrépito, silbando una melodía alegre.
Sirius se volvió hacia Peter.
— Puedes ir a verlo, Pete, si te apetece.
— No — Peter negó con la cabeza. Se veía preocupantemente cómodo sentado en su cama, apoyado en la cabecera con sus notas de Encantamientos esparcidas ante él.
— Oh, cierto, probablemente estás viendo a Dezzie?
— No — negó con la cabeza, lamiendo el extremo de la punta de su pluma — Ella tiene patrulla esta noche. Y ella dice que debemos tomarnos en serio nuestros estudios ahora que somos estudiantes EXTASIS... ¿Puedo hacer mi tarea con ustedes dos?
Remus y Sirius se miraron el uno al otro. Sirius arqueó una ceja. Remus se encogió de hombros. Sirius se levantó.
— Te diré una cosa: me olvidé de devolver ese libro a la biblioteca. Mejor vete y ... oh, Moony, ya que estoy en eso, ¿No había otro libro que me dijiste que debería...?
— ¡Oh, claro, sí! — Remus también se levantó de un salto, luchando por ponerse un jersey de lana limpio — Eh... es un título complicado, será mejor que te ayude a encontrarlo.
— Oh, entonces, ¿Quieres reubicarte en la biblioteca? — Peter preguntó, finalmente levantando la vista de sus notas.
— No tiene sentido — dijo Sirius, mientras ambos corrían hacia la puerta — No tomará mucho...
— ¿No tomará mucho tiempo? — Remus murmuró en las escaleras.
— ¡Tenía que decir algo!
Pasaron por la sala común sin interferencias, pero una vez que estuvieron afuera en los pasillos, estaban un poco perdidos.
— ¿Qué hay del piso donde está el baño de chicas...? — Comenzó Sirius.
— No. — Remus espetó.
— Bien. Er... El aula de Encantamientos está libre, creo. Los viernes, Flitwick termina temprano y no hay clubes.
— ¡¿Cómo sabes eso?!
— Oh, cállate y sígueme — sonrió Sirius.
Colocaron un hechizo de alarma básico en la puerta y empujaron un escritorio frente a ella por si acaso, pero los viernes por la tarde eran normalmente bastante seguros; todos querían fingir que las aulas no existían.
Después, se volvieron a vestir, se peinaron y se sentaron en el escritorio de Flitwick a fumar.
— Vamos a tener que ir a la biblioteca ahora. — Dijo Remus, soplando una cadena de anillos.
— No — Sirius negó con la cabeza — Solo diremos que no lo tenían.
— Bueno, eso estaría bien, excepto que en realidad estaba planeando hacer mi ensayo de Encantamientos esta noche...
Sirius rodó sus hermosos ojos y agitó su hermoso cabello. Remus luchó contra el impulso de suspirar.
El aula estaba en el mismo lado del castillo que el campo de quidditch. Podían escuchar el débil pero estridente sonido del silbido del capitán; de James en algún lugar detrás de ellos. Sirius exhaló humo con nostalgia. Remus se preguntó cuánto extrañaba jugar quidditch. Se preguntó si debería preguntar, o si eso sería demasiado.
— Moony, ¿definitivamente no vienes para Navidad?
— Sí. Debo confiar en Ferox. Él me conoce, conocía a mi papá.
— ¿Conocía a tu papá? Nunca nos lo dijiste.
— No tengo que contartelo todo — Remus dio un tic irritado, chupando fuerte su cigarrillo. — Trabajó con él, tuvimos algunas charlas al respecto, eso es todo.
— Bueno, si confías en él entonces.
— Lo hago. — Remus estaba consciente de su tono, pero no hizo nada para moderarlo.
— ¡Okay! Solo iba a decir… — Sirius tragó saliva — Bueno, quiero decir, yo también podría quedarme. Durante Navidad. En Hogwarts. Si te parece bien.
— Oh. — Remus frunció el ceño, lo tomó desprevenido y se volvió para mirar a Sirius. — ¿Quieres?
— No deberías estar solo, James tiene a su familia, y a Pete, si se desespera mucho.
— Sí, pero ¿no te esperan? ¿Los padres de James? Están locos por tí.
Vio la sonrisa de Sirius ante eso, un destello brillante de júbilo, que hizo que el corazón de Remus latiera más rápido.
— Pueden tener una Navidad en familia, por una vez, sin que yo me entrometa. Vamos, Moony, ¿No quieres compartir la sala común conmigo? Me callaré y te dejaré estudiar si eso es lo que realmente quieres.
Le dio una sonrisa tímida y Remus apagó su cigarrillo, se inclinó y lo besó con fuerza. Realmente todavía no se había acostumbrado a poder hacer eso.
— Como si quisiera eso — Dijo, alejándose, deleitándose con el cálido rubor en las mejillas de Sirius.