Una perfecta confusión

By america65_

11.3M 1.2M 5.4M

«Conocerte fue descubrir un género musical diferente al que suelo escuchar, pero que al final me terminó gust... More

Sinopsis + Advertencias de contenido
01. Me declaro a mi crush (sale mal)
02. Hetero, pero no mucho
03. Somos novios, pero no homo
04. Hola Dios soy yo de nuevo
05. Girl crush
Para ti, algún día
06. El señor de las aves te bendiga
07. Edward Cullen no me claves los colmillos
08. Escribiría un libro sobre ti
09. Miren Amiano ataca de nuevo
10. Los novios se llaman por apodos melosos
10. Los novios se llaman por apodos melosos
Para ti, algún día
11. Viviría por ti
12. RIP Yo
13. Hola, suegrito
13. Hola, suegrito
14. Sin cambios
15. El primero
Para ti, algún día
16. Mi primera cita (spoiler: mando a mi cita al hospital)
16. Mi primera cita (spoiler: mando a mi cita al hospital)
17. La excepción
18. Los muros se caen
20. Una confusión
Para ti, algún día
21. Mentiroso
22. Valientes
23. Merecerse
23. Merecerse
24. Finales e inicios
25. Una perfecta confusión
Para ti, algún día
Epílogo
Para ti, ahora
YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS (reactualización)
Extra
Extra II
Extra III

19. Cobarde

251K 29.3K 148K
By america65_

Si me detengo a pensar cuándo es que inició todo no voy a encontrar respuesta porque, si soy honesto, no lo sé. No sé en qué momento mis sentimientos comenzaron a cambiar ni tampoco recuerdo cuándo comencé a dudar de ellos. Todo este tiempo supuse que sentirme de esta manera no era nada de lo que debía alarmarme debido a que somos amigos. También supuse que, por la relación falsa que tenemos, sería normal confundirme.

¿En qué momento comencé a dudar?

¿En qué momento permití que mis sentimientos se vieran involucrados?

¿En qué momento me comenzó a gustar?

¿En qué maldito momento?

¿Fue antes o después del beso? ¿Cuando lo conocí o cuando tuvimos nuestra primer cita? ¿Cuando llegó a casa y me regaló una gallina de madera o cuando curé sus heridas?

No lo sé.

Ni siquiera entiendo la mitad de lo que siento y tampoco entiendo qué se supone que debo hacer con ello. Me obligué tanto a encerrar mis emociones que ahora que están libres ya no sé qué hacer. Nunca creí que lo aceptaría, creí que mantendría todo bajo llave porque sabía que si daba el siguiente paso, sabía que si me atrevía a decirlo en voz alta, tendría que hacerme responsable de eso y tendría que exponerme; tendría que exponerme a sufrir, a llorar, a la desilusión, al dolor.

Encerrar mis emociones para no exponerme no es algo que comencé a hacer apenas, es algo que he hecho desde hace mucho tiempo, desde que era pequeño. Encerraba lo que sentía para no salir herido, para convencerme que si no sentía nada entonces nada podía lastimarme.

El dolor es una emoción que no iba a permitirme sentir.

Cuando papá se fue de la casa era muy pequeño para entenderlo y para asimilar mis sentimientos, pero con el paso de los años, el sentimiento de culpa y duda se fue albergando en mi interior. Hubo muchas noches donde sentía que no era un buen hijo, que era insuficiente y que por eso mi papá prefería cuidar a otra niña. Las preguntas de ¿se ha ido por qué no se sentía suficiente con el amor que le dábamos? fueron incrementando e incrementando hasta que el vaso de agua se estaba rebasando y llegó un momento donde este no pudo soportarlo y explotó.

Explotó en miles de pedazos que intentaron lastimarme, que intentaron hacerme sufrir; sin embargo, recogí cada pieza fingiendo que no estaba herido y las uní para convencerme que todo estaba bien, que no sentía dolor, que no me sentía insuficiente, que no sentía nada.

Y así fue como todo comenzó, así fue como comencé a construir un muro entre mí, mis emociones y los demás, así fue como comencé a ignorar al mundo y como me aislé de él.

No obstante, a pesar de que lo intentaba con todo mi corazón, el sentimiento de insuficiencia estaba clavado en lo más profundo de mi pecho y aparecía cada tanto para recordarme que debía esforzarme aún más en ocultar mis sentimientos. En secundaria, por ejemplo, sentía que por más que me esforzara en la escuela no era suficiente, y me convencía de que en realidad era flojo porque la verdad es que no quería aceptar que, incluso poniendo todo mi esfuerzo, no alcanzaba buenas notas.

En el instituto repetí el mismo proceso y lo repetí tanto que en lugar de convencerme de que era un flojo, lo creí y comencé a comportarme como alguien desinteresado, como alguien que no le importaba ver una nota baja ni una tarea no entregada, estuve así por un gran rato y el sentimiento de inferioridad desaparecía poco a poco, pero todo comenzó a caer cuando mis demás compañeros hablaban sobre lo que iban a estudiar, cuando explicaban para qué son buenos, cuando tenían en claro sus metas y sueños, y yo, por otro lado, solo los escuchaba. Y comencé a sentir que no era suficiente de nuevo.

¿Cómo es que alguien que no sueña se iba a poner metas? ¿Cómo es que alguien que no sabe lo que quiere iba a decidir lo que hará por el resto de su vida? ¿Cómo es que alguien insuficiente será "lo suficiente" para ser alguien en la vida?

Jamás hablé de esto con nadie, ni siquiera con mamá que ya tenía muchos problemas como para que su hijo fuera una carga más. Solo me quedé callado mientras fingía que nada de eso me importaba y mientras asimilaba que lo mejor que podía hacer es ahogarme en silencio.

Toda mi vida he sido así. He sido de la clase de personas que prefieren callar y guardar todo lo que sienten porque no quieren ser una molestia, he sido de los que se conforman con la mínima muestra de cariño y no piden por más, he sido de los que encierran sus emociones por temor a ser heridos y he sido de los que no se atreven a soñar por miedo a fracasar.

Soy un cobarde.

Soy un tonto.

Soy insuficiente.

Lo peor de todo es que el sentimiento de inferioridad se hace cada vez más presente y que Edward apareciera en mi vida solo fue el golpe final para dejar que este intentara dominarme de nuevo. Edward fue el que hizo tambalear los ladrillos del muro que me protegía, el que me hizo dudar y el que me hizo exponerme al mundo real. Y me duele ver cómo todo lo que he construido para no salir lastimado se derrumba mientras yo me quedo ahí, mirando, sin saber qué hacer, sin atreverme a moverme para no ser aplastado, sin atreverme a dar un paso para recoger los ladrillos y construir todo de nuevo.

Sin atreverme a hacer algo.

Aprieto los puños en tanto suelto la confesión a Jean y en tanto dejo mi corazón y miedos al aire. No sé cómo debo estar, pero supongo que debo verme lo suficientemente vulnerable para que él decida romper el espacio entre los dos en un fuerte y caluroso abrazo. Mi pecho duele y mi corazón se estruja contra él, siento que mis mejillas están húmedas y no es hasta que llevo una de mis manos a ellas para darme cuenta que he soltado un par de lágrimas. No sé en qué momento he comenzado a llorar, pero no me gusta. Nunca me ha gustado llorar en la escuela, no me importa hacerlo por alguien más, sin embargo, si es por mí, lo detesto.

Detesto notar que estoy indefenso.

Detesto darme cuenta que estoy expuesto.

Detesto sentir.

Y me detesto a mí por eso.

Tomo aire un par de veces, calmando la marea de emociones que quieren arrastrarme al fondo. En mi cabeza cuento hasta diez para estar concentrado en algo y no echarme a llorar. Al terminar me siento un poco más tranquilo, sin embargo, la presión en el pecho me sigue recordando que he dejado que todo salga a flote.

«Estás expuesto» me digo, «estás expuesto y estás jodido».

—Tenemos clases —le recuerdo a Jean, tratando de aparentar que ya ha pasado, pero la voz temblorosa me delata por completo.

Hago el intento por separarme, no obstante, Jean se aferra a mí, impidiéndome alejarme.

—¿Y cuándo te han importado a ti las clases? —brama—. Si no te sientes bi...

—Estoy bien, lo prometo —interrumpo más calmado y respiro—. A mí no me importan las clases, pero a ti sí, así que vamos.

Trato de apartarme sin mucho éxito porque él está abrazándome como si fuera una garrapata y yo un perro. En serio debo verme muy mal para que él esté abrazándome de ese modo, es decir, Jean no es de los que les gusta estar abrazando a las personas, a duras penas me saluda. Se va a arrepentir de esto después.

—Me importas más tú —me hace saber. Sorbo mis mocos y una sonrisa comienza a crecer en mi rostro. Jean parece darse cuenta de lo que ha dicho porque hace una mueca y me aparta de él con rapidez—. Qué asco decir eso en voz alta, por favor, finge que no he dicho eso.

Suelto una risa nasal. ¿En serio va a pedirme que olvide algo así de importante? ¿A mí? ¿El que le gusta joderlo con la más mínima cosa? ¿Quién me cree para pedirme eso? Alto, ¿ha dicho "por favor"? Lo repito, debo verme fatal, ¿debería aprovecharme de mi condición para pedirle dinero?

—Lo recordaré todos los días de mi vida, eso tenlo por seguro —me niego a su petición haciendo que suelte un gruñido, exasperado—. Y también te lo recordaré cada mañana —lo molesto aún más para que note que ya estoy mejor, que solo perdí el control de mis emociones por un instante.

Me gustaría decir que solo he perdido el control por un instante, pero es todo lo contrario. Dejé de ser el que está al mando de sus sentimientos y he sido desplazado a ser un simple tripulante perdido en el mar de sus emociones.

Jean bufa y me da un codazo en el estómago que me hace jadear.

—Lo dejaré pasar hoy porque estás como la mierda, pero lo vuelves a repetir y te golpearé el rostro —advierte. Lo conozco a la perfección para saber que sus palabras no son una simple amenaza, él sí que lo va a hacer y a este punto ni siquiera me importa si lo hace.

Podría provocarlo para que lo hiciera ya que yo no puedo golpearme.

—Gracias Jean —ignoro su amenaza, agradeciéndole por haberme apoyado en mi pequeña crisis.

—Voy a comenzar a cobrarte, te haré descuento de conocidos. —Ni siquiera hay un poco de diversión en su voz que me diga que está bromeando, al contrario, lo dice tan serio que le creo. Pongo los ojos en blanco—. ¿Quieres entrar? Podemos quedarnos aquí si así lo prefieres —me dice, refiriéndose a las clases.

Parpadeo, asimilando sus palabras. ¿Está sugiriendo que no entremos? Si me hubieran dicho que Jean me iba a decir que no entremos a clases me hubiera reído y no lo hubiera creído. Él no es de los que hacen eso, Oliver y Karla sí, pero él no.

Aunque quisiera decir que sí, no lo hago, sobre todo porque no quiero que él pierda clases por mí y porque yo tampoco quiero demostrar que estoy tan afectado como para no querer entrar a las últimas clases. Volteo a ver hacia nuestro alrededor para verificar si todavía hay personas en la cafetería, al mirar que sí las hay supongo que aún tenemos tiempo para entrar a la clase.

—Aún tenemos tiempo para llegar, podemos decir que te dolía el estómago o algo así —sugiero, mordiendo mi labio inferior para contener las ganas que tengo de decir que no quiero entrar. No quiero entrar porque no tengo ánimos y porque no quiero ver a Edward si soy honesto.

—¿Y por qué yo si has sido tú el que nos detuvo? —Arquea una de sus cejas.

—Perdón, pero yo iba a avanzar hasta que tú me detuviste —lo apunto con mi dedo—, así que cállate.

Jean aprieta la mandíbula, pero no se queja ni tampoco replica, al contrario, asiente con la cabeza y se levanta. Guau, si verme fatal era la solución para que él me tratara mejor debería ponerme de este modo más a menudo. Vale, es broma, no me gusta estar de esta manera, pero al menos puedo hacer chistes sobre eso.

Imito su acción y también me levanto, ambos comenzamos a caminar hacia nuestros casilleros, todavía tenemos que ir por nuestras cosas antes de ir al salón. En verdad me sorprende un montón que Jean haya sugerido no entrar a clases, lo esperaría de cualquier persona, pero de él no, es un Edward 2.0, sin embargo, me alegra un poco saber que siempre puedo contar con él, incluso cuando no quiero contar con nadie.

—¿Qué vas a hacer ahora? —pregunta a mi costado.

«Eso es lo que me gustaría saber». Suspiro.

—No lo sé, no tengo ni la más mínima idea, ni siquiera estoy seguro de lo que siento, tampoco estoy seguro de querer sentir esto. —Chasqueo la lengua—. ¿Qué se supone que soy?

Él me echa una mirada de reojo.

—Un chico que le gusta otro chico y no hay nada de malo en eso.

Sonrío a medias.

—Lo sé, sé que no hay nada malo con eso —le doy la razón y me callo unos segundos para después decir—: Lo que no sé es qué haré con eso. ¿Me tienen que gustar todos los chicos?

Un escalofrío me recorre por todo el cuerpo. En serio que no tengo ningún problema con que me gusten los chicos, pero no me veo a mí diciendo que me gustan tooodos los chicos, en realidad, ni siquiera me gustan, sé que Edward puede gustarme y sé que es un chico, sin embargo, él es el primero, nunca me había sentido atraído por chicos, solo me había sentido así por chicas hasta que Edward decidió irrumpir en mi vida. ¿Qué soy? ¿Gay? ¿Bisexual? ¿Hetero, pero no mucho? ¿Qué otras orientaciones sexuales existen? Agh, esto ya no me está gustando.

—¿Sabes? —respondo ante su silencio—, creo que ya me estoy arrepintiendo de decir esto en voz alta, era broma, he confundido las cosas y...

—Andy, basta —me detiene otra vez, parándose frente a mí.

Tiene las cejas fruncidas y me da una mirada que me hace cagarme. Coloca sus manos sobre mis hombros, zarandeándome, como si quisiera que mi cerebro volviera a su lugar para que razone lo que estoy diciendo. Aprieto los labios.

—No quiero sentir esto. No quiero —soy honesto, hablando desde el corazón. Mis ojos arden y me fuerzo a retener las lágrimas que quieren salir de nuevo—. Estaba bien antes, estaba muy bien —me quejo en voz baja.

No quiero darme cuenta que no soy lo que creía que era. No quiero tener que descubrir lo que soy. No quiero que un chico me guste. No quiero seguir exponiéndome al dolor. No quiero hacerme ilusiones y creer que puedo gustarle a alguien cuando en realidad la otra persona no siente nada.

No quiero.

—Mira, si el problema por el que no quieres admitir lo que sientes es Edward, entonces díselo. ¿Y si él sí siente algo por ti?

—¿Y si no? —curioseo, nervioso.

—Estaré ahí para apoyarte.

—Gracias Je...

—Con un mínimo descuento.

En esta ocasión sí reconozco la diversión en su voz. Toco su pecho con mi puño en un suave golpe. Es un tonto. Me echo a reír de forma inevitable y por primera vez en el día me siento bien. Me siento bien porque sé que cuento con personas como Jean en mi vida. Me siento bien porque a pesar de que en esta clase de situaciones prefiero mil veces pasármela solo, me hace ilusión saber que puedo contar con la ayuda de Jean, para bien o para mal.

Aunque aún tengo miedo.

—¿En serio no vas a ser serio alguna vez, maldito ambicioso? —bromeo.

—El tiempo es oro y yo me lo tomo muy en serio. —Suelta el agarre en mis hombros para cruzarse de brazos—. Dejando eso de lado, sentir algo por alguien no está mal, reprimir lo que sientes sí que lo está. No soy psicólogo ni nada esas mierdas, pero por experiencia puedo decirte que no hay nada mejor que aceptar tus emociones —me aconseja.

—Pero van a lastimarme —mascullo.

—Sí, vas a salir lastimado —asiente a mis palabras—, y te van a herir y claro que te va a doler, no importa que reprimas todo lo que sientes, de alguna forma u otra saldrás herido y no por los demás, sino por ti mismo. —Me apunta con su dedo índice. Paso saliva por mi áspera garganta—. Sí, van lastimarte —repite, enmudeciendo unos segundos—, pero también van a quererte, apreciarte, amarte.

Lo que ha dicho va directo a mi pecho, como dagas, cortándome y abriendo mi piel, tocando un nervio que me quiere hacer llorar del dolor. Jean tiene toda la razón del mundo; van a herirme, pero también van a quererme. El problema es que yo solo quiero que me quieran, no quiero que me lastimen.

Y si no hago nada por dejar de aislarme no va a pasar nada, no van a herirme, pero tampoco van a quererme. No sentir nada por nadie y que nadie sienta algo por mí parecía ser la mejor solución a mis problemas, sin embargo, eso, en algún punto, iba a quebrarme.

Me limito a sonreír como respuesta y para él es más que suficiente. Continuamos caminando hasta que llegamos a los casilleros en los cuales todavía había un par de personas. Mis ojos van directo hacia el casillero número tres, el de Edward y me siento aliviado cuando no lo veo ahí. Todavía no me siento listo para verlo, no cuando aún estoy tratando de asimilar lo que siento.

No sé si Edward tiene alguna clase de poder que le diga que estoy pensando en él, pero mi celular vibra y sé en automático de quién es el mensaje. Al abrir WhatsApp y al ver su nombre en el último mensaje que recibí lo confirmo.

Edward:)

¿Todo está bien?

Ya han tardado...

Elmejorjaegerista

Yep, todo está bien, gracias.

Edward:)

Okey.

Nuestras respuestas son cortas y un poco frías a diferencia de las que solemos tener. Las mías son así porque soy un imbécil que no ha podido aparentar que todo está en orden y las de él porque creo que va a tratarme de la misma manera en la que yo lo hago. Y no se lo reprocho, merezco que me trate de esa forma también. Merezco que me trate mucho peor.

Agradezco que las clases nos mantengan separados y agradezco aún más que al final del día él haya tenido que buscar al maestro encargado del periódico estudiantil para ver si ha sido aceptado, al menos me lo he sacado de encima por hoy. No voy a negar que me moría de las ganas por decirle que sí iba a quedar en el periódico y que si quería yo podría ir a ver con él, pero no me sentía bien para hacerlo, en las clases solo estuve presente porque no tenía de otra, no obstante, lo único que quería era que terminaran para poder ir a casa y soltar todo lo que no había podido soltar.

Cuando estoy casa siento que ya puedo echarme a llorar y que ya puedo soltar todo lo que he contenido en el día.

Apenas subo los escalones y llego a mi habitación, me tiro en el suelo y me rompo en lágrimas. Soy de los que se echan a llorar con cualquier mínima cosa, pero no de los que le gusta llorar por sus problemas ni por lo que sienten. Jamás he sido la clase de persona que disfruta hacer eso. Ni hoy ni nunca, sin embargo, hoy he decidido romper con ese pensamiento y decido romperme.

Hoy decido dejar de contenerme.

Suelto pequeños sollozos en tanto las lágrimas mojan mi rostro por completo. Estoy llorando y no solo por Edward, sino por todo. Parece que estoy descargando en lágrimas todo lo que no he podido sacar en estos años, todo lo que he tenido que soportar, todo lo que he tenido que retener, todo lo que he tenido que callar.

Lloro por haberme encerrado, lloro por el Andy que no entendía nada de lo que pasaba en su vida y que creía que la mejor solución era aguantar, por el Andy de diez años que se preguntaba por qué no era suficiente y por el Andy de ahora que se lo sigue preguntando.

Lloro por las veces en las que papá no venía a visitarme y por los momentos en los que me decía a mí mismo que no era ausente, que solo me daba mi espacio, por las veces en las que me convencía que no necesitaba de él y que estaba más que suficiente con la mínima muestra de cariño.

Lloro por la envidia que sentía cuando veía fotos de Instagram de Luna en fechas especiales, por la envidia que sentía de ella al ver que tenía lo que yo no, por las navidades en donde pedía de regalo que en la mesa fuéramos tres y no dos, por el día de mi graduación en secundaria cuando solo obtuve una felicitación en llamada y un maldito reloj de parte papá cuando lo único que quería era que tuviera tiempo para mí.

Lloro por mi mamá, que tuvo que criarme sola y amarme el doble para llenar el vacío que alguien más dejó, lloro porque se merecía un mejor hijo, uno que no le causara tantos problemas, uno que se esforzara sin importar los resultados.

Lloro porque no puedo ser más valiente, porque no puedo expresar lo que siento, porque no puedo ser mejor.

Lloro por ser yo.

—Andy. —Escucho que mamá llama por mi nombre detrás de mí. Me paralizo, pero incluso así, no puedo dejar de llorar—. ¿Qué sucede?

Noto la preocupación en su voz, ella no tiene ni la más mínima idea de lo que siento ahora ni lo que he sentido en todos estos años. Para Mariel, su hijo es alguien que supo tomarse la separación de sus padres de la mejor manera y sí, sí supe llevarlo. Lo que no supe fue acostumbrarme a la ausencia del que se fue. No supe por qué decidió dejarme hasta después de unos años cuando ella mismo me lo contó, pero eso seguía sin explicar por qué se había alejado, y no hablo de una forma física.

Para Mariel, Andy es un chico que no debe tener ningún problema y que todo en su corazón debe estar bien. Y no es su culpa por pensar eso, fue la mía porque yo fui el que decidió que ella creyese eso.

Mi mamá se agacha para estar a mi altura y no espera más tiempo para envolverme entre sus brazos y abrazarme. Por un momento me siento como si fuera un niño de nuevo, como si volviera a tener diez, como si el Andy que necesitaba un abrazo en ese tiempo estuviera siendo consolado. Vuelvo a sentirme protegido, como si nada malo estuviera pasando.

—Siempre he respetado tu espacio y lo seguiré haciendo. Pero espero que también sepas que, sin importar si el mundo está en tu contra, yo estoy de tu lado. Siempre. —Besa mi frente y aferra sus brazos en mi cuerpo.

Trato de sonreírle entre las lágrimas, pero lo único que consigo es una sonrisa que no logra completarse. Debería decirle lo que siento, después de todo, ella siempre sabe qué decir y cómo animarme. Debería decirle, pero solo me basta que me abrace para saber que sin importar lo que pase, ella estará conmigo.

Nos mantenemos así hasta que por fin logro calmarme y mis lágrimas dejan de caer. La presión en el pecho que estuvo jediéndome desde la mañana se ha detenido, parece que lo único que necesitaba era descargar todo. Sin darme cuenta, el vaso de agua que volví a construir, explotó otra vez, y explotó en serio y con muchísima más potencia que antes.

La música que mamá tiene para las llamadas se hace presente en la habitación y oigo cómo ella maldice. Se separa un poco de mí para sacar su celular y de reojo veo que la palabra "trabajo" aparece en la pantalla. Mi mamá bloquea el celular y hace el intento por abrazarme otra vez, pero la aparto.

—Contesta —le digo.

—No, que se jodan, mi hora de trabajo ya pasó. Ahora tú eres mi prioridad.

Esta vez logro completar la sonrisa que se forma en mi rostro.

—Mamá, contesta —insisto—. Estoy mejor, lo digo en serio. Podemos hablar después, ahora solo quiero estar solo, por favor.

Suplico en voz baja. Sé que ella quiere ayudarme y que quiere saber por qué me he puesto llorar como un bebé, y valoro muchísimo que quiera apoyarme, pero en estos momentos solo quiero estar solo; necesito digerir mis emociones yo solo.

A regañadientes, asiente, dándome otro beso en la frente antes de levantarse.

—Haré tu comida favorita, ¿te gusta la idea? —pregunta intentando animarme.

Mi sonrisa se amplía.

—Sí, mamá, gracias. Bajaré a ayudarte.

Vuelve a asentir y contesta la llamada, cerrando la puerta detrás de ella. Una vez que estoy solo en esas cuatro paredes, mi sonrisa se borra de nuevo.

Estoy mejor después de haber sacado todo, siento como si me hubiera quitado un gran peso de encima, sin embargo, ahora que conozco lo que siento y que no puedo negarlo ni tratar de convencerme de lo contrario. ¿Qué voy a hacer? Dios, por estas razones es que me obligaba tanto a no demostrar que algo iba mal. No importa que reconozca si estoy mal si no tengo soluciones para ello.

Okey, una cosa a la vez, no puedo manejar todas emociones al mismo tiempo. Dejaré el problema con papá y lo que he sentido para después, cuando lo hable con mamá. Sé que ella sabrá qué hacer. Solo no quiero pensar en eso en este momento.

Porque es algo que no podré solucionar de la noche a la mañana y si hay algo que me caracteriza es que soy un impaciente de mierda. Además, no es que minimice lo que siento, pero en este instante tengo un problema muchísimo más grande.

¿Qué se supone que soy? ¿Quién soy?

No mentía cuando le dije a Jean que no sabía lo que era, en verdad que no lo sé, siempre había creído que era heterosexual porque nunca me había gustado ningún chico, ni siquiera me sentía atraído hacia ellos. Sí, había uno que otro al que decía «qué guapo es» pero hasta ahí. Vuelvo a suspirar, aunque no me guste la idea creo que ya sé dónde puedo encontrar la respuesta. Seco mi rostro con mis manos y tomo mi celular de la bolsa de mi pantalón. Al tenerlo en mis manos voy directo hacia Google y tecleo:

¿Cómo saber si soy gay?

No obstante, no le doy a doy a buscar porque lo pienso mejor. No creo ser gay, no me gustan los chicos. Vale, Edward es uno, pero no es como si sintiera atracción por todos los chicos. Además, me gustan las chicas, no puedo negar eso, me atraen mucho. Entonces, se podría decir que... ¿soy bisexual?

Corrijo lo que he buscado en Google y cambio la pregunta por un: ¿Cómo saber mi orientación sexual?

Las páginas no tardan en aparecer y me abrumo con la infinidad de posibles respuestas, los muchos tests y cuestionarios que hay en Internet. Jesús, María y José, ¿por qué es tan difícil? ¿No sería más fácil solo decir «eh, me gusta una persona» y ya? ¿Habrá alguna orientación sexual así?

No me siento con muchos ánimos de seguir investigando, sobre todo porque ya estoy lo suficiente agotado mentalmente. Frustrado, me levanto de mi sitio y me echo sobre la cama. Todo esto comenzó porque comencé a sentir cosas por Edward, no le echo la culpa ni tampoco lo hago responsable, solo digo que tal vez, si no hubiera llegado a mi vida, no tendría que pasar por esto. ¿Y si en verdad solo estoy confundido? Porque, ¿en serio estoy seguro de que me gusta Edward? ¿O estoy confundiendo lo que siento? ¿Sí me gusta? ¿O solo creo que es una persona maravillosa?

Para empezar, ¿cómo sé que me gusta una persona?

Con Heather fue diferente, solo lo decía y ya, aunque creo que no lo sentía realmente. Me pasa todo lo contrario con Edward, con él no lo digo, pero creo que tal vez sí que lo siento. Lo siento porque cada vez que lo veo, mi corazón parece detenerse para acelerarse con muchísima más intensidad, la respiración se me entrecorta y las malditas mariposas en llamas hacen acto de presencia, jodiéndome. Lo siento en mi pecho y lo siento en lo más profundo de mi corazón.

Incluso si fuera de ese modo, necesito cerciorarme de las cosas. Tomo mi celular de nuevo con el corazón latiendo a mil por hora y escribo a toda prisa:

¿Cómo saber si me gusta un chico?

Esta vez le doy a buscar y no me abrumo por la cantidad de páginas que hay, lo único que hago es ignorarlas y toco la primera que aparece en la inmensa lista, ni siquiera me detengo a ver quién es el autor o si es seguro. Solo necesito leer lo que dice. Me brinco la explicación que da respecto a los sentimientos y voy directo hacia los puntos que el autor ha puesto, lo que me importa saber. Según él, si estoy de acuerdo con más de cinco puntos significa que sí me gusta. Veamos qué tal.

En el primero encuentro:

1. Te parece atractivo.

¿Edward me parece atractivo? La pregunta ofende, claro que sí, es muy guapo. Es imposible no sentirse atraído hacia él, en especial cuando tiene una linda sonrisa, unos ojos preciosos, una mir... Creo que me estoy desviando del tema. Sí, la respuesta es sí.

Leo el siguiente punto.

2. Todo te recuerda a él.

Me gustaría decir que no es así, pero incluso en la cita con Heather me la pasé pensando en él. Siempre que intento pensar en cualquier otra cosa, Edward aparece en mis pensamientos, incluso ahora. No sé qué me ha hecho, solo sé que se adueñó de mi cabeza y que sin importar lo que haga, él siempre está presente, tanto en lo que pienso como en lo que siento.

Bajo la vista hacia el tercer punto.

3. Sus mensajes te hacen suspirar.

Muy a mi pesar, asiento. No solo sus mensajes y sus llamadas, todo en general. Edward dice cosas muy lindas que me tienen suspirando y poniéndome rojo a cada rato. Él me pone de una manera que no sé cómo explicar.

Trago saliva, bien, vamos acertando tres puntos de ocho. Continúo leyendo.

4. Has descubierto que tienen muchas cosas en común y te encanta su forma de ser.

Ni siquiera puedo negar lo obvio, claro que sí. Nuestras personalidades son un poco distintas y son muy pocas las cosas que tenemos en común, pero nos complementamos muy bien. Además, es más que obvio que me gusta su personalidad, sí, es algo reservado, sin embargo, tiene todo lo que me gusta de alguien: es amable, lindo, simpático, divertido, coqueto, inteligente... Y podría seguir enumerando un montón de cualidades y jamás acabaría. Sí, me encanta su forma de ser.

Cuatro puntos de ocho.

5. Te proyectas con él a futuro.

Sí y mil veces sí. Es precisamente eso lo que más me asusta, quiero seguir a su lado, siendo amigos o lo que sea, no puedo ver un futuro en el que él no esté. Sí, me he dicho a mí mismo infinitas veces que después de que esto termine probablemente ni siquiera me hable y que debo hacerme a la idea de que eso real, pero solo lo digo para que, cuando suceda, no me duela, pero en el fondo y... no, en el fondo no, en la superficie de mi corazón sé la respuesta. Quiero a Edward en mi futuro.

Cinco puntos de ocho y no necesito seguir leyendo para saber el resultado, la respuesta es más que obvia. No importa que intente ocultarlo, ni que trate de convencerme de lo contrario.

Me gusta Edward.

Me gusta el chico que ha fingido ser mi novio falso.

Me gusta.

Y me gusta mucho.

Pero, ¿qué se supone qué haré con esta información?

Estoy asustado, no quiero decirle. No quiero que, al decirle, me diga que lo lamenta mucho, pero que no siente lo mismo, que soy el único que ha confundido todo.

Y todavía más importante, aún hay un par de cosas que me gustaría poder entender de mí, hay muchas cosas que necesito saber, que necesito conocer. No quiero ir inseguro, decirle algo para después decir «fíjate que estaba confundido, no sentía eso». Necesito estar seguro, para no lastimarme y para no lastimarlo.

Por esta razón es que no quería mantener la guardia baja, por esta maldita razón quería negarme a la idea de un Andy gustando de un Edward.

Tomo mi rostro entre mis manos, agotado. Me gustaría poder dormir y despertar cuando todo lo que me inquieta esté resuelto, sería un sueño que las cosas se solucionen mientras dormimos, si fuera de ese modo nadie tendría que atravesar por ningún mal momento.

Regreso el celular al frente y salgo de la página en la que he entrado. Si mi mamá viera mi historial se reiría de mí para luego decir «te lo dije». No me lo diría de frente, pero sé que lo haría porque yo quiero hacer lo mismo con el Andy de esta mañana y de hace unos días atrás. Menos mal no hay una maquina del tiempo porque sería muy vergonzoso ver al yo del pasado.

Activo las notificaciones que había ocultado porque necesitaba un tiempo para mí y encuentro un mensaje de Edward entre ellas. Dudo en abrir porque después de admitir que me gusta no sé cómo comportarme frente a él, no obstante, Edward no se merece que sea indiferente. Abro el chat.

Edward:)

Sé que ha sido ayer, pero...

Feliz segunda semana de novios.

Mi corazón late a toda prisa.

Ni cómo negar que me gusta Edward. Estoy perdido.

Incluso sabiendo lo que siente, aún no sé qué es lo que él siente. Y no tengo el valor suficiente para hablarle de mis sentimientos ni tampoco tengo el valor para descubrir sus palabras. No soy tan fuerte.

Respondo el mensaje con igualmente y un sticker de corazón, no me quedo a esperar respuesta de su parte. Salgo del chat y bloqueo mi celular.

Con todo lo que he estado sintiendo y pensando se me había pasado que ya nos quedan unos días de novios. Hoy precisamente comienza la tercera, la última, semana. La semana en donde todo se terminará y donde se supone que todo volverá a ser como antes... A menos que haga algo para impedirlo o a menos que intente cambiar las cosas entre nosotros.

Solo tengo dos opciones, o comienzo a asimilar lo que siento y me armo de valentía para confesarme, teniendo en cuenta que él puede no sentir lo mismo y que de ese modo nuestra amistad también termine, o hago lo que siempre he hecho: fingir que no siento nada para que las cosas no cambien y nuestra relación siga intacta.

No importa cuál de las dos cosas haga, voy a salir herido de todos modos. Sin embargo, quiero elegir la opción que no me lastimará tanto.

Y todos sabemos cuál es.

El viernes pasa igual de rápido que el jueves porque al tomar mi decisión repito la misma rutina: evitar a Edward. Sé que se debió dar cuenta, sé que debió notar que no lo he tratado de la mejor manera y pese a que me recrimino por eso, todavía no puedo darle la cara. Edward no se lo merece, no merece que lo trate de esa forma tan horrible, él merece a alguien que tenga el valor de decirle las cosas a la cara, él merece a alguien que no huya cada vez que se siente confundido.

Merece a alguien que no sea yo.

Todos también han notado mi indiferencia y la ridícula distancia que he puesto, y cómo no notarla si es demasiado obvia. Incluso cuando él trata de decirme que ha sido aceptado en el periódico, creo que le doy una felicitación un poco borde. Incluso cuando habla con más personas, creo que he ocultado a la perfección mis emociones. Incluso cuando nos quedamos solos en la mesa de la cafetería, creo que mi silencio habla por mí. Pero tal vez, tomar distancia, sea lo mejor, para ambos.

Para que nadie salga lastimado.

En la tarde, sorprendentemente, hago las tareas, obligándome a mantener la cabeza ocupada, obligándome a no pensar en él y a no sentir nada, a ignorar todo. No para reprimirme, sino para no actuar de forma acelerada. He aceptado que, sin importar las cosas, no voy a retener lo que siento, sin embargo, si me dejo llevar por lo que siento, podría meter la pata. Debo tener un maldito control entre no apresar lo que siento con dejarlos hacer lo que se les dé la gana. Aunque parece que estoy reteniéndolos de nuevo.

Estoy haciendo lo mejor que puedo.

Paso la página de mi libreta de matemáticas cuando mi celular vibra en el escritorio y dirijo mi atención a él, en la esquina superior derecha hay una lucecita roja, anunciando que tengo un mensaje. Regreso mi vista a mi tarea. No voy a mentir, una parte de mí estuvo esperando a que un mensaje de él me llegara, pero la otra parte quería que Edward también mantuviera y respetara la distancia que puse, para que pudiera desacostumbrarme a él, para que tal vez me dejara de gustar y todo fuera más fácil para los dos.

Ignoro que mi celular ha vibrado y continúo haciendo mi tarea, no obstante, no logro concentrarme porque no dejo de ver la maldita pequeña luz roja que me tienta a abrir las notificaciones. Rechino los dientes y aprieto el lápiz que sostengo en mi mano con mucha fuerza. Okey, tal vez podía echarle un vistazo, solo para saciar mi curiosidad, probablemente ni siquiera sea Edward, no es como si quisiese que fuera él.

Sin tener un ápice de autocontrol, agarro mi celular y leo las notificaciones que hay en la pantalla.

Edward:)

Estoy abajo.

Ven.

¿Abajo de qué? ¿De qué está hablando? No entiendo lo que dice.

¿Se habrá confundido de persona?

En eso, como si Dios estuviera harto de mí y mi estupidez, hace que escuche el sonido del claxon de un auto fuera de mi casa. La piel se me pone como de gallina. No es él... ¿o sí? ¿Edward está afuera?

Me levanto de mi silla y al hacer a un lado la cortina de la ventana, lo veo ahí, entre la casi oscuridad porque el sol todavía se estaba ocultando, lo veo con una cara muy seria, con la ropa que parece ser su pijama y con los audífonos puestos. Edward está ahí. Su auto está aparcado frente a mi casa y él está fuera de su coche, apoyado en este, mirando directo a mi ventana.

Mirándome.

Trago saliva. Ni siquiera puedo fingir que estaba durmiendo o que no he visto su mensaje porque él me ha visto asomar la cabeza por la ventana. Qué idiota soy. Cierro la cortina y respiro un par de veces.

Necesito tranquilizarme. Edward probablemente ha venido porque está preocupado por la forma en la que me he estado comportando. Él no sabe lo que siento, no hay manera de que lo sepa y por eso no debo alarmarme. Solo tengo que dejar de ser un idiota y debo pedirle perdón por haberlo tratado de la manera en la que lo he tratado.

Me doy una mirada en el espejo para ver cómo estoy, mi rostro está pálido, mis ojos hinchados y la playera negra rota que me llega por debajo de las rodillas solo aumenta mi mal aspecto. No tengo tiempo para cambiarme ni para darme un baño o algo así, así que solo tomo un poco de perfume y lo rocío en mi cuerpo. Al menos voy a o oler bien.

Bajo los escalones, tomándome mi tiempo, ya saben, para poder prepararme para lo que sea que Edward vaya a decirme. Una vez abajo, me dirijo hacia la puerta y de forma sigilosa, la abro.

Él ya está ahí.

—Hola —saluda.

—Hola —respondo.

Ambos quedamos en silencio y me siento un poco extraño con eso, no me gusta la sensación de "comportarnos como desconocidos" aunque no puedo quejarme, he sido yo el que nos puso en ese punto. Se supone que debería invitarlo a pasar, pero la verdad es que no me siento seguro para hacerlo entrar. No cuando aún tengo dudas y cuando todavía soy incapaz de decirle algo que apenas he comenzado a descubrir.

Edward me da una mirada, escudriñándome y frunce el ceño al ver mi rostro. ¿Tan jodido me miraba? Bueno, de mi olor no podía decir nada, espero.

—¿Quieres pasar? —le pregunto.

Él niega con la cabeza.

—No quiero molestarte, solo quiero saber cómo estás —muerde su labio inferior—. ¿Pasó algo en la cita con Heather? ¿O por qué me tratas de esa forma desde ese día? Creí que todo salió bien y que querías que te siguiera ayudando con ella —traga saliva—. Dime, ¿hice algo malo o dije algo que pudo haberte lastimado?

La forma en la que lo ha preguntado me rompe. Me rompe porque la culpa azota mi cara con fuerza, he hecho que estos días él sienta que ha hecho algo malo cuando el único responsable soy yo. Solo trataba de evitar que él o yo saliéramos heridos, no quería que se culpara por algo que no hizo.

—No, no eres tú —me apresuro a contestar—. Dios, tú no has hecho nada malo. Perdóname si crees que ha sido así, perdóname si sentiste que era tu culpa, perdóname. Solo no me he sentido bien conmigo mismo y quería alejarme de las personas por un rato, es solo eso, pero ya estoy mucho mejor —aseguro, forzándome a sonreír—. Gracias por preocuparte por mí... ¿por qué estás viendo mis orejas?

Reprocho al observar que tiene sus ojos puestos en mis orejas. Edward aparta la mirada con un leve sonrojo.

—Para ver si estabas mintiendo —farfulla, dándome una pequeña sonrisa—. Lo lindo de ti es que pareces tener una alarma que lo dice todo.

—Mis orejas no son una alarma... ¿Y creías que te estaba mintiendo? ¿no confías en mí? Me dueles Catalino, me dueles —juego para alivianar el ambiente.

—¿Quieres que confíe en el chico que se inventó una religión? —alza su ceja, riendo. No me da oportunidad de responder porque se apresura a hablar—. Claro que confío en ti, solo estaba preocupado de que fuera yo el que te hiciera sentir mal.

Metí la pata con él y la metí en el fondo. Uh, ¿cómo pude haberlo tratado de esa forma?

—No pasó nada malo —repito—. Y tú tampoco eres el responsable, no hiciste nada en verdad, solo quería un poco de espacio.

Edward suelta un suspiro y lleva su mano a su pecho, aliviado.

—Me alegra oír eso. Bueno, no me alegra que te hayas sentido mal —se corrige con prisa—, me alegra no haber hecho que te sintieras mal. ¿Quieres hablar de eso?

Me quedo callado, pensando en mi respuesta. Es el momento perfecto para hablar sobre lo que he estado sintiendo, es el momento indicado para poder solucionar lo que me ha estado atormentando en estos días.

Es el momento...

—No, no quiero hacerlo —mi boca se mueve por mí—, pero gracias por haberte preocupado.

... pero estoy asustado. Muy asustado.

Edward asiente, comprendiendo que no quiero hablarlo con él. Respetando mi espacio.

—Si quieres hablarlo no olvides que estoy aquí para ti, mon soleil.

Y una vez más, caigo ante él y sus palabras, caigo ante lo lindo que es y ante la forma en la que me trata. Me he comportado como un tonto en estos días, y él, por otro lado, solo ha respetado mis decisiones, se ha preocupado e incluso ha venido hasta a mi casa para verificar que todo esté en orden. ¿Cómo no iba a gustarme?

Me arrepiento de haberle dicho que no quiero hablarlo porque sí, sí quiero hablarlo, sí quiero preguntarle si siente algo, y aunque sienta miedo, sé que él no va a lastimarme más de lo que ya estoy.

—La verdad es que creo que sí quiero hablarlo —menciono de repente—. Tengo algunas preguntas para ti.

Edward pestañea.

—¿Suéltalo? —me anima entre la confusión.

—¿Por dónde empiezo? —digo más para mí que para él. Muerdo mi mejilla interna y tengo que inhalar hondo para tomar valor—. Dios, es que... Jean, él, me dijo lo que decía la nota que le tocó en el juego —decido comenzar por lo que inició todo este desastre.

Me mira ceñudo.

—Creía que no podíamos decirle a nadie.

Exclamó el que me contó lo que decía su hoja.

—Yo también creía lo mismo —concuerdo con él—, también pensaba que no necesitaba decírmelo, pero él sugirió... —Edward me ve expectante y no me atrevo a soltarle lo que Jean dijo. Trago saliva—... algo que causó que todo comenzara a pasarme.

—¿Qué te dijo? —Esta vez, me ve preocupado. Y a este punto yo también lo estoy. Debí mantener la boca cerrada.

Bueno, si ya he iniciado a hablar lo menos que puedo hacer es terminar de contarle todo.

—Dijo que la nota decía que... —pellizco la palma de mi mano para no acobardarme—. Que al parecer le gusta su novio. Y en esa sala nadie tiene novio. Él me dijo que pudiste ser tú el que lo escribiera, o sea, que tú escribiste que te gusta tu novio —escupo la confesión en bajito, y luego, para quitarle menos peso, niego esa posibilidad—, pero le dije que no había manera de que fueras tú, que tú no pudiste haber sido porque no te gusto ni nada eso.

Mi corazón se acelera después de soltar eso. Ya está, lo he dicho, le he preguntado de forma indirecta si le gusto. Quiero desaparecer en este mismo instante.

Edward junta las cejas, desconcertado.

—Yo no escribí eso Andy.

Y parece que mi corazón deja de palpitar con su declaración. Él ha negado lo que estaba más que claro y ha afirmado lo que yo ya sabía, no le gusto.

Y es que, ¿cómo pude pensar que podía gustarle? No soy suficiente y nunca lo seré.

Lo sabía, yo he sido el único tonto que ha confundido todo. Dios, qué imbécil he sido.

«Tonto, tonto, tonto, tonto».

—¿No? —inquiero, deseando que diga que está bromeando, deseando que diga que sí ha sido él quien escribió eso.

—No, yo no lo escribí. —Termina por romperme.

«Te lo dije. Te dije que estabas siendo un tonto».

Tomo la perilla con fuerza y le sonrío, mostrando los dientes. «No demuestres lo que sientes, no lo hagas».

«No demuestres que te duele».

«No demuestres que estás roto».

«No demuestres».

—Lo sabía —le doy la razón—, sabía que no habías sido tú, es que era muy obvio, ¿cómo es que podrías sentir algo por mí? Suena ridículo.

Me echo a reír como si hubiera contado el mejor de los chistes para ocultar lo que estoy sintiendo en este momento, como si no estuviese sintiendo que mis ilusiones han sido aplastadas, como si no estuviese arrepintiéndome de haber dejar mis emociones al aire, como si no estuviese culpándome por haberme expuesto a salir lastimado.

Edward enseria su rostro.

—¿Y si hubiera sido yo el que escribió eso? —cuestiona dejándome confundido.

—¿Cómo?

—¿Y si hubiera sido yo? —repite de nuevo—. ¿Hay algún problema con eso?

Interroga, mirándome directo a los ojos.

Trato de mantener todo bajo control, pero dentro de mí hay una revolución de emociones que amenaza con tirar todo si no las dejo salir. Y es que quiero, en serio quiero, pero al mismo tiempo, quiero protegerme, incluso más después de haber escuchado que él no escribió eso. Sé que Jean ha dicho que no siempre podré protegerme, y que sin importar lo que haga van a herirme, pero prefiero ser herido por mí mismo que por Edward. Prefiero mil veces eso.

—Lo dices para fingir, ¿verdad? —pregunto, manteniendo mi sonrisa—. Para aparentar que te gusto delante de todos. No hay problema con eso.

Hago un ademán con la mano esperando a que él diga que sí, que lo hubiera escrito precisamente por eso, porque todo lo que ha hecho durante este tiempo es fingir y que quiere mantenerse de esa forma. Sí, él tiene que decir eso. Decir que no siente nada, decir que solo soy su oportunidad para dejar el pasado atrás. Edward tiene que decir eso, para confirmarme que soy un idiota, para dejarme en claro que me he equivocado al haber aceptado mis sentimientos.

Para terminar de romperme.

Pero Edward no dice eso, él dice:

—¿Y si no fuera por aparentar? ¿Y si en verdad me gustas?

Mi mente se pone en blanco y mi cuerpo se tensa. Él hace un intento por acercarse a mí, sin embargo, retrocedo un par de pasos. Edward nota lo que he hecho y también retrocede, manteniéndose fuera de casa. Intento respirar hondo.

«No digas eso... no me ilusiones».

«No me mientas... no me rompas el corazón».

—Si eso fuera así diría que me estás mintiendo o que dejes de bromear con eso —le advierto.

—No estoy bromeando con eso ni tampoco te estoy mintiendo. —Niega con la cabeza un par de veces—. Andy, en verdad me gustas.

Y cierro la puerta en su cara. Como el cobarde que siempre he sido. 




***
Qué puedo decirles gente, no sé JDJSJSJSJS

NOS LEEMOS EL PRÓXIMO AÑO¿??

Continue Reading

You'll Also Like

673K 95.3K 69
Isaac no conoce más allá del internado de monjas donde ha sido criado desde su infancia. Su padre niega que lo visite en vacaciones y su madre está i...
2K 254 6
Flaca, No me claves tus puñales por la espalda tan profundo.
451K 54.3K 71
Meredith desde que tiene uso de razón, conoce la existencia de Darek Steiner, aunque ha estipulado una regla bien marcada en su vida: NO ACERCARSE A...
581 103 13
Rebeca no está dispuesta a caer en la trampa de la Navidad. Desde que perdió a su abuela materna, con quien vivió durante sus últimos años de vida, n...