Una perfecta confusión

By america65_

11.3M 1.2M 5.4M

«Conocerte fue descubrir un género musical diferente al que suelo escuchar, pero que al final me terminó gust... More

Sinopsis + Advertencias de contenido
01. Me declaro a mi crush (sale mal)
02. Hetero, pero no mucho
03. Somos novios, pero no homo
04. Hola Dios soy yo de nuevo
05. Girl crush
Para ti, algún día
06. El señor de las aves te bendiga
07. Edward Cullen no me claves los colmillos
08. Escribiría un libro sobre ti
09. Miren Amiano ataca de nuevo
10. Los novios se llaman por apodos melosos
10. Los novios se llaman por apodos melosos
Para ti, algún día
11. Viviría por ti
12. RIP Yo
13. Hola, suegrito
13. Hola, suegrito
14. Sin cambios
15. El primero
Para ti, algún día
16. Mi primera cita (spoiler: mando a mi cita al hospital)
16. Mi primera cita (spoiler: mando a mi cita al hospital)
18. Los muros se caen
19. Cobarde
20. Una confusión
Para ti, algún día
21. Mentiroso
22. Valientes
23. Merecerse
23. Merecerse
24. Finales e inicios
25. Una perfecta confusión
Para ti, algún día
Epílogo
Para ti, ahora
YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS (reactualización)
Extra
Extra II
Extra III

17. La excepción

247K 29.2K 176K
By america65_

—¿Es el fin del mundo?

Me sobresalto cuando escucho la voz de mi mamá y me asusto aún más cuando ella asoma su cabeza por la puerta de mi habitación. Estaba demasiado concentrado en la lectura que me perdí por un momento de todo lo que sucedía a mi alrededor. Qué raro se siente decir eso, sobre todo porque nunca creí que leería un libro por voluntad y sin que me pagaran por ello.

En mi defensa, no tenía nada más qué hacer. Las tareas las hice en la escuela por Edward y terminé de ver el anime que tenía pendiente en la casa de papá antes de pedirle que me trajera, así que, luego de hacer relativamente todo lo que hago en un día, tenía la noche libre. Además, no voy a mentir, me hacía ilusión saber de qué trataba el libro y desde que empecé a leer la primera página por simple curiosidad, no he podido parar. Me siento como Sam de ¡Carly cuando leyó un libro por primera vez.

Dejo el libro que Edward me ha regalado sobre mi cama, y, con las cejas juntas, me volteo hacia mamá.

—¿De qué estás hablando? —intento saber.

—No lees. —Señala con su dedo el libro del cual ya he leído poco más de cuarenta hojas—. ¿Qué mosca te picó? ¿Debo preocuparme?

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, indignado. ¿Está diciendo que es el fin del mundo porque estoy leyendo un libro? ¿No me cree lo suficientemente capaz de leer por cuenta propia? ¿Acaso duda que, su hijo, el que detesta los libros porque se duerme, esté leyendo porque quiere? ¿O es que..? Okey, mejor me callo, no haré dramas, esta vez ella tiene razón, es extraño verme con un libro, lo sé a la perfección. Aun así, está hiriendo mi inexistente orgullo lector.

—No me picó ninguna mosca porque sí leo —me defiendo a lo que ella entrecierra sus ojos, incrédula—, bueno, los mangas tienen dibujos, pero también texto, así que sí lo hago. —Sus ojos se achican aún más. Resoplo—. Me lo regaló Edward, por eso estoy leyendo, ¿contenta?

Mariel, la que tanto ama joderme, sonríe complacida, como si su plan inicial hubiera sido ese: descubrir por qué estoy leyendo. No sé qué tienen las mamás con querer saber los chismes de sus hijos, sin embargo, no la juzgo, yo también haría lo mismo. Sería de esos padres que quieren saber todo hasta con screenshots, no por ser sobreprotector, sino, porque soy chismoso. Aunque dudo tener hijos.

—¿Y te está gustando? —inquiere acercándose a mí y sentándose a mi lado.

Asiento.

—Es bastante divertido —contesto casi de inmediato—. Además, es mucho más fácil de leer porque Edward ha dejado notas por todos lados —sonrío en tanto digo eso y tomo el libro otra vez, abriéndolo en una página al azar para mostrárselo—. Mira, "¿quién más se confunde con cartas? Me recuerda a alguien cof tú cof".

Trato de imitar la voz gruesa de Edward, pero en lugar de parecer la voz de él, parece que estoy intentando imitar a Santa Claus con fuertes problemas respiratorios por inhalar el humo de bastantes chimeneas.

Jo, jo, jo, feliz navidad, jo, jo, jo joder estoy mamadísimo, me quitarán un pulmón, pero estoy mamadísimo.

Me rio en mis adentros por mis estupideces, pero me detengo cuando mamá enseria su rostro. Me alarmo. ¿Dije algo malo?

—¿Qué? —le pregunto al no entender su cambio repentino de humor.

—No preguntaba si te gustaba el libro —me hace saber provocando que la vea desconcertado. ¿No es lo que quiso decir? ¿Entonces? Entre mi confusión, ella agrega—: Preguntaba si te gusta Edward.

Casi me ahogo, casi.

«¿Que si me gusta quién? ¿Edward? Ja, ja, qué graciosa mamá, no vas a hacer que pase por la etapa de la confusión de nuevo cuando ya la he superado. No volveré ahí».

Carraspeo. ¿A qué viene su pregunta en este momento?

—¿Puedes repetir lo que dijiste? Me pareció oír que preguntaste si yo, el que solo está siendo amable, gusta del chico que también está siendo amable —ironizo.

—¿Lo sabes verdad? —menciona ignorando mis palabras. No respondo porque no sé de qué demonios me está hablando—. Que él gusta de ti —aclara—. Te trata de una manera especial.

Frunzo el ceño. ¿Manera especial? ¿Ser amigable y amable es una "manera especial"? ¿No se supone que todo el mundo debe ser así, porque, bueno, se le llama ser educado? Entiendo que no todas las personas lo sean, pero él es así y no pienso dudar de eso otra vez. Estoy un poco cansado de esta situación. Justo cuando he aclarado mis sentimientos y me he convencido de que solo es un buen amigo, viene la vida a golpearme en la cara para decirme que dude por quinta vez en el día.

—Estás exagerando, tú y Jean están alucinando. —Hago un ademán con mi mano, restándole importancia y mi mamá me ve en modo así que no soy la única que cree eso. Chasqueo la lengua—. No quiere conmigo —insisto para que deje de mirarme de esa manera.

—¿Y qué hay de ti? ¿Qué sientes tú? —Se mantiene en la posición de madre cupido que intenta colaborar en la vida amorosa de su hijo.

«Oh shit, here we go again».

—Nada, no siento nada —digo tajante, regresando mi atención al libro—. Y no vamos a tener esta conversación mamá.

Suelto un suspiro, agotado. Ya tengo suficiente con Jean como para tener a mamá pisándome los talones con ese tema. Un tema que ya está más que superado y del cual no quiero volver a sacar porque entre más lo pienso, más me ilusiono y lastimo. No quiero pensar que sí hay posibilidades de que Edward sienta algo por mí para que, después, la realidad me caiga como un balde de agua fría. Ella nota mi cansancio por lo que solo se limita a asentir.

—Está bien. —Se levanta de la cama no sin antes darme una palmada en el hombro de forma reconfortante—. No hablaré de eso hasta que tú lo hagas, estaré esperando por si quieres hablarlo en algún momento.

«Morirás esperando porque eso nunca va a pasar».

—Gracias, mamá. —No sé por qué le doy las gracias, pero lo hago. Ella sonríe y camina hacia la puerta, hasta que parece recordar algo y se vuelve hacia mí.

—Antes de que lo olvide, es la quinta vez que te digo que no dejes papeles en tus pantalones. —Lleva sus manos hacia su cintura, poniéndose de jarras, regañándome—. La lavadora se llenó de eso y tu uniforme quedó sucio. Lo dejé en la lavadora porque lo lavaré mañana de nuevo.

¿Papel? Pero si no dejé ningún pap... Mierda. La puta hoja. La ardilla en mi cabeza deja de correr poco a poco y se detiene una vez que ha atado los cabos y comprende la gravedad de la situación. No le respondo a mamá porque ya estoy corriendo hacia el primer piso para buscar el papel en la lavadora.

«Manifiesto que el pedazo de papel esté en las condiciones suficientes para leer lo que dice, amén».

Ayer, por idiota, dejé la hoja que me tocó en el absurdo juego de confesiones en mi pantalón y olvidé por completo sacarlo de ahí porque estaba concentrado en la cita con Edward. No puedo creer que yo, el rey del chisme, el que está tan metido en las cosas que le intrigan que casi lo apodan tanga, haya pasado de largo el asunto de la confesión.

Soy un tonto, ¿cómo pude haber olvidado algo así? Vale, creo que tengo la respuesta: Edward. Culpo a Edward por hacer que solo me enfocara en él y en la cita.

Cuando llego al pequeño cuarto que tenemos para lavar la ropa, me acerco deprisa a la lavadora y la abro para rebuscar entre mi uniforme. Como ha dicho mamá, la ropa está lleno de pequeños rastros de papel, pero, para mi fortuna, parece que es papel de baño, al parecer también dejé otro tipo de papel en mi bolsa. Menos mal. Eso significa que hay posibilidades de que la confesión aún pueda salvarse. Busco entre las bolsas de mi pantalón y en una de ellas, la encuentro.

Sobra decir que está hecho un desastre, no porque esté mojado o algo así, al contrario, está un poco rígido porque la última función de la lavadora fue secar. Al menos no está hecho pedazos como creí que iba a estar. Trato de leer lo que dice, sin embargo, las palabras son casi imposibles de leer. Lo único que puedo distinguir es m, gus, her y dy.

M. Gus. Her. Dy.

¿Qué demonios significa eso? ¿Es una clase de insulto en algún idioma que desconozco o es alguna clase de invocación demoniaca? Suena mucho a ambos, algo tipo: "¡te odio, eres un mgus herdy!" O, "escucha las palabras de las brujas, mgus her dy, mgus her dy, mgus her dy".

Anulo cualquier maldición, por si acaso.

No puede ser algo así, deben ser las iniciales de algo porque las palabras no se ven juntas, se ven demasiado separadas, tal vez algo como:

Mario Gustavo Hernández Dylan.

O mi gusanoes hermosoy Dyoslosabe.

Agh, nada de eso tiene sentido.

¿De qué me sirve tener la confesión si ni siquiera sé qué quiere decir? Básicamente es como si no tuviera nada. Gruño con demasiada irritación. Si lo hubiera leído apenas llegue a casa o si lo hubiera guardado en mi escritorio esto no estaría pasando. Grandioso. Ahora me quedé a medio chisme.

Tiro la hoja al suelo en un acto de frustración y rezongo. Estoy un poco molesto conmigo mismo por no haber evitado esto, sin embargo, no tengo que alterarme de ese modo por algo que pudo haber sido una estupidez. Como había dicho, era un juego ridículo que nadie iba a tomárselo en serio, apuesto a que solo era una estupidez como la mía. Aunque, si pienso en la nota que Jean recibió... Okey, puede que yo haya sido el único tonto que no se lo tomó en serio, pero, ¿a quién se le ocurriría tomar con seriedad un juego tonto? Hasta yo que soy estúpido no lo hice.

Respiro un par de veces hasta que logro calmarme. Ya está, asunto resuelto, la hoja valió mierda por ser un idiota y no voy a regresar el tiempo molestándome por nada, lo mejor será dejarlo así, después de todo, no era algo significativo. Por mi bien, creeré que la hoja no decía nada importante.

Recojo la hoja de nuevo y, de mala gana, regreso a mi habitación. No voy a dejar que algo tan pequeño arruine el resto de mi noche, estaba demasiado bien leyendo el libro que Edward me dio antes de que mamá me dijera que dejé el papel en mi pantalón. Solo debo seguir leyendo e ignorar el asunto de la confesión. Algo un poco difícil considerando que soy de los que le dan muchas vueltas al asunto, juro que hasta tendré pesadillas con eso, ya puedo imaginar soñar a extranjeros insultándome o haciendo una invocación demoniaca con el mgus her dy. Agh, odio mucho esa parte de mí.

En el pasillo escucho con claridad que mi celular está sonando. Maldigo internamente y acelero el paso para llegar a tiempo aun cuando no quiero responder. La vida me ha enseñado en estos últimos segundos a no dejar las cosas para después porque luego me arrepentiré. Voy directo a mi escritorio y tomo mi celular entre mis manos. En la pantalla está la palabra "Edward" seguido de la carita feliz. Está marcando.

Mi corazón me da un vuelco de los nervios. Todavía tengo problemas con hablarle a través del celular, tal vez es porque escucho su voz más cerca de lo usual o porque soy un rarito que no está acostumbrado a hablar por el teléfono, no lo sé, pero, ¿qué tiene él con las llamadas? Dios, con lo poco que me gustan.

Solo voy a responder porque quiero saber cómo está, no he hablado con él en toda la tarde y claro que quiero saber si está bien. Con ese pensamiento acepto la llamada.

—Vi la nota y tus libretas, no tenías que hacerlo —me dice con la voz un poco extraña apenas contesto. Supongo que habla de ese modo por la gripe. ¿Habrá tomado algo para curarse más rápido? ¿Debí haberle llevado alguno de esos remedios caseros que hacen las abuelitas?

Ahora me siento mal por haberle llevado los deberes y apuntes y no por haberle llevado alguna medicina o remedio. Y la verdad es que la idea no pasó por mi cabeza e incluso si lo hubiera pensado no hubiera sabido qué llevarle. Espero que sí haya tomado algo y que ahora esté mejor.

Me siento sobre mi cama mientras imagino a Edward acostado en la suya, justo como lo encontré cuando fui a su casa. Puedo imaginarlo tomando las libretas en su mano mientras que con la otra sostiene el celular; el rostro un poco cansado y teñido de rojo por la posible fiebre, el cabello despeinado con algunos mechones cayéndole por la frente y los labios entreabiertos, soltando pequeños suspiros.

Trago duro.

—¿Andy? ¿Estas ahí? —me llama ante mi silencio.

—Sí, sí, estoy aquí —intento que la voz me salga natural—. Y claro que tenía que llevarte los apuntes, ¿sabes lo que podría pasar si míster responsable no entrega sus tareas? El universo iba a colapsar —bromeo tratando de quitarme la imagen de Edward acostado en su cama en mi cabeza.

Sal de mi cabeza, Eduardo. Si vas a vivir ahí todo el tiempo al menos paga renta.

—Gracias, Andy.

Hundo mis cejas. ¿Andy? ¿Por qué me dijo así? Ya sé que ese es mi nombre, no necesito que me lo digan, pero, ¿por qué no me dijo mon soleil? Ya me he acostumbrado tanto a que me llame de esa forma que es un poco extraño que me llame así. Exijo el apodo de vuelta de inmediato.

«¿Ya no soy mon soleil?», quiero decirle, pero me contengo. El pobre debe estar bastante mal como para que venga un dramático como yo a decirle eso.

—No es nada, sé que hubieras hecho lo mismo —me limito a decir. Edward también lo hubiera hecho, la única diferencia es que él no se cagaría del miedo por toparse con mi mamá. No como yo, que recé tres padres nuestros al ver a su padre—. Por cierto, conocí a tu papá, un poco aterrador la verdad, ¿fue lo mismo que sentiste cuando conociste al mío?

Él tose.

—¿Conociste a mi papá? —cuestiona sorprendido—. ¿Te dijo o hizo algo?

¿Por qué parece tan preocupado? Y a todo esto, ¿por qué su padre tendría que haberme hecho algo? Es decir, ¿sí podía hacerme algo? Y más importante aún, ¿todavía puede? Un escalofrío me recorre todo el cuerpo de solo imaginar mi tumba. Sé que su papá se ve amenazante, como cualquier papá, pero no sabía que sí podía serlo. Mi Andy dramático anda haciendo teorías en su cabeza de todo lo que podría pasarme mientras se caga.

—Eh, no, fue bastante serio, pero hasta ahí —explico para tranquilizarlo y para tranquilizarme a mí—. Hasta le mandó saludos a mi papá.

—¿Le dijiste quien es tu papá? —Eleva el tono de su voz.

—Sí, para que viera que no soy un desconocido. ¿Por qué? ¿Hice mal?

A este punto no sé si debo rezar o si debo empezar a ver la mudanza para cambiarme de continente o si es posible, de galaxia.

—No, para nada —farfulla—, solo que es un poco controlador, quiere saberlo todo. Es molesto, espero que no te haya atosigado de preguntas.

Respiro hondo, sintiéndome más aliviado. Menos mal que solo haya estado preocupado porque podía atosigarme de preguntas, porque si era por otra cosa, sí me mudaba de continente. Que sea atosigante no es nada del otro mundo (en comparación de las estupideces que estaba pensando) ni nada de lo que deba alarmarme por ahora, mi papá también fue así con Edward y hasta peor, por desgracia. Ya estaba imaginándome miles de situaciones en las que podría terminar tres metros bajo tierra. Lo dije antes y lo diré ahora, si moriré será bajo mis condiciones.

—Nop, tú tranquis.

Escucho cómo suspira después de responderle. Puedo entender su preocupación, estuve en la misma situación que él cuando llegó a casa de Alek. Solo quería que mi papá no dijera cosas innecesarias, por esa razón estaba tan nervioso, y eso que estuve ahí para poder intervenir, no sé cómo hubiera estado si Alek hubiera conocido a Edward sin que yo estuviera presente. Me muero. Pienso en algo para distraerlo, pero en eso mi mirada se detiene en el libro que me ha regalado. Bingo.

—Estuve leyendo el libro que me diste —comento para cambiar el tema y funciona porque Edward suelta una risita nasal.

—¿Te está gustando? Quiero una respuesta sincera —exige y, de forma atropellada, añade—: No, olvídalo, miénteme si quieres, pero no me digas que no te está gustando. Me dolerá menos saber que me estás mintiendo para no herirme a que me digas que el libro no es de tu agrado.

Sonrío. No soy el único exagerado y dramático en la relación. Edward me hace bastante competencia. Es más, él ganaría el premio al novio más dramático del año. Tengo muchas pruebas y cero dudas.

—Me está encantando —trato de tranquilizarlo con mi más sincera opinión—, ya pasé las primeras páginas. Es muy divertido. No puedo evitar pensar en nosotros —se me escapa decir. Del otro lado del teléfono no hay más que silencio de su parte por lo que corrijo mis palabras—. O sea, ya sabes, porque nos pasó algo similar, no por algo más.

Muerdo mi labio inferior, no lo decía solo por eso.

Básicamente el protagonista odia a su vecino y su vecino a él. Luego de que hicieran un proyecto escolar, su vecino pasó a la habitación del protagonista para tomar el trabajo que hicieron, pero el vecino se equivocó de hoja y tomó la carta que el protagonista había escrito para terminar con su novia. En conclusión, hubo una confusión con la carta, algo que nos pasó a nosotros también.

—¿Ya llegaste a la parte donde Finn le dice a Reese que todo este tiempo le...?

Le suelto un gran «shhh» para que guarde silencio. Es el primer libro que llama mi atención y que me entretiene de verdad como para que venga Edward a arruinarme el libro. Lo mato si hace eso.

—¡Cállate, Edward! —siseo, molesto—. No, spoilers no. Voy a romper contigo.

—Esa amenaza está un poco usada, ¿no crees? —pregunta, divertido. No puedo verlo, pero apuesto a que está sonriendo ahora mismo—. Sé más creativo.

Blanqueo los ojos.

—Terminamos. Adiós —advierto, aunque en realidad no pensaba hacerlo.

—¿Estás terminando conmigo? —cuestiona, indignado.

—Sí.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Ya lo pensaste mejor?

—Sí.

—¿Seguro que no quieres pensarlo mejor?

—Sí.

—¿O sea que estás diciendo que no quieres terminar conmigo y que quieres que sigamos juntos por mucho tiempo?

—Sí —respondo sin titubeos hasta que lo escucho reír y tengo que repetirme lo que ha preguntado. Idiota. Lo odio, ¿cómo hace para cambiar todo a su favor?— Espera, no, no estoy diciendo eso.

Su risa aumenta.

—Ya aceptaste, lo escuché a la perfección. No hay vuelta atrás, venía en las letras pequeñas en negritas cuando aceptaste ser mi novio. Es como la mafia, una vez que entras, ya no hay salida. Ni modo.

Sin poder evitarlo también me echo a reír, a veces él puede ser un tonto que dice estupideces como yo. Apuesto que, si no hubiera sido porque al inicio trataba de ser demasiado amable y no quería asustarme, me hubiera hecho firmar algo. Y qué bueno que no lo hizo, porque sí hubiera huido.

Aceptar ser su novio fue de las cosas más inesperadas de mi vida y de las que sin importar todo lo que hemos pasado, no me arrepiento. No sé si lo he dicho alguna vez, pero me alegro haberme confundido de casillero. Sí, a veces bromeo con que no quiero volver a meter la pata porque cuando la metí terminé de novio del "homofóbico", sin embargo, también me hizo conocer a un chico dulce, amable, divertido, que me saca de mis casillas, pero que también sabe cómo tenerme en sus manos.

Y pensar que todo esto terminará en una semana.

En una maldita semana.

No sé si estoy listo para decirle adiós a la cosa extraña que tenemos ni tampoco sé si esté listo para despedirme de Edward, o al menos no como amigo. Sé que podremos continuar llevándonos bien, pero no sé si él querría eso. ¿Y si solo quiere que nos hablemos en el poco tiempo que queda? ¿Y si ya no quiere que nos hablemos después? Uh.

—Hablando de vuelta atrás —murmuro, inseguro de preguntar sobre lo que pasará cuando esto acabe. Aun así, lo hago—. Mañana hacemos dos semanas lo que significa que nos falta una para, bueno, ya sabes. El punto es, ¿qué pasará después de que las tres semanas terminen?

No le pregunto lo anterior con ninguna mala intención, solo quiero saber lo que haremos después de que la relación falsa termine, quiero saber si Edward no quiere romper lazos conmigo así como yo tampoco quiero romper los lazos con él. Por mi parte, yo sí quiero seguir siendo su amigo, sin importar qué. Creo que ambos hemos descubierto que, pese a que tenemos pocas cosas en común, hemos conectado muy bien.

Edward vuelve a quedarse callado. Su silencio me incomoda un poco porque no puedo evitar pensar que he dicho algo que no debí de decir. Abro la boca para disculparme y decir que no es momento de hablar de eso, pero él dice:

—No lo sé. Pero salirme de tu vida no es una opción. En serio venía en las letras pequeñas. No vas a librarte de mí, O'Connell.

Sus palabras son más que suficientes para apaciguar cualquier duda o temor y para hacer que una sonrisa de oreja a oreja aparezca en mi rostro.

—Ni yo de la tuya —le sigo el juego—. Espero que tengas una caja de paracetamol porque me tendrás que aguantar por un gran rato.

—Una caja —repite en voz baja—. ¿Tan poco?

Hijo de su...

—¿Qué estás tratando de decirme, Eduardo? ¿Me estás diciendo insoportable? —Inflo las mejillas en señal de molestia.

—No y deja de inflar las mejillas —pide causando que deje de hacerlo. Esperen, ¿cómo mierda sabe que lo estoy haciendo? Volteo a ver hacia todos lados por inercia—. Lo haces cuando te enfadas —aclara.

¿Lo hago? ¿En serio? ¿Y se ha dado cuenta? Ni siquiera yo había notado que lo hago.

—Eres muy observador, ¿no?

—Solo con lo que me gusta —murmura causando que la piel se me erice y que las mariposas golpeen mi estómago como si fuera un saco de boxeo.

Boom, ¿oyeron eso? Fue mi corazón explotando en miles de pedazos porque no pudo soportar tantas emociones encontradas.

¿Acaba de decir que me observa porque le gusto? ¿Edward dijo eso?

«No te lo dijo a ti, tonto, no te ilusiones, está jugando, ¿por qué diría que le gusta un chico como tú?».

Y, de nuevo, mi corazón explota en más pedazos, pero esta vez porque la realidad le recuerda que deje de pensar estupideces. Que deje de creer que es posible que alguien como él quiera con alguien como yo. Que deje de pensar que existe una oportunidad. Me trago la ilusión apenas me digo que estoy sacando las cosas de contexto e intento unir las piezas de mi corazón.

—¿Te gusta ver a las personas inflar sus mejillas? —respondo a duras penas con otra pregunta porque su comentario me ha descolado tanto que no sé qué más decir. Además, mi mayor modo de defensa es esquivar las cosas y ocultarlas con humor.

—Andy, ¿en serio? —se ríe y no sé si lo hace por mi pregunta o por la forma en la que he evitado sus palabras.

—No juzgo tus fetiches, todos tenemos —continúo con el mismo juego esperando que él también lo haga y que se olvide de las palabras que ha soltado.

—Tenemos —hace énfasis en esa palabra, cayendo en mi juego (o fingiendo caer). Acto seguido, se aclara la garganta—. ¿Tienes fetiches?

Lo primero que hago es festejar en mi interior porque no ha mencionado nada referente al "solo con lo que me gusta", posteriormente, me quedo callado por su inusual pregunta. ¿Fetiches? ¿Qué es un fetiche en primer lugar? Lo dije solo para quitármelo de encima, pero lo cierto es que no tengo ni la más mínima idea de qué significa esa palabra. Según yo, estaba relacionado con las cosas extrañas que te gustan a un punto que ni tú entiendes, según yo. Bueno, creo que si es así entonces no tengo ningún fetiche. Aunque por alguna razón me llama demasiado la atención las manos de las personas, en especial las de él. Pero eso no es un fetiche, ¿verdad? Solo me parece atractivo.

Es decir, me parece atractivo que las manos tengan anillos y que los dedos sean largos, no sé, es... ¿porque se ve bien estéticamente hablando? No sé cómo explicarlo, pero me gusta. Me di cuenta de eso cuando él puso su mano sobre mi muslo. O sea, no quiero decir que me gustan las manos de Edward porque me gustó cuando agarró mi muslo, quiero decir que... Agh, ¿por qué estoy pensando en eso en este momento?

—No —respondo rápido después de haberlo pensado.

—Mentiroso —acusa—. Tus orejas están rojas, ¿no? —interroga sin ocultar que la situación en la que me ha puesto le ha parecido divertida. Por inercia, llevo mis manos a mis orejas, cayendo en su juego, otra vez—. Te llevaste las manos a las orejas, ¿cierto?

Estoy comenzando a pensar seriamente que él ha puesto cámaras en mi habitación porque no puede ser que me conozca tan bien como para saber lo que estoy haciendo. ¿Soy muy predecible?

—Dime la verdad, ¿pusiste cámaras en mi habitación?

—¿Eso quiere decir que tengo razón y mentiste cuando dijiste que no tienes fetiches? Si tienes fetiches dilo sin pena, no voy a criticarte, al contrario, ¿quieres saber cuáles son los míos? —inquiere con diversión.

El corazón se me acelera y juro que, si no fuera porque estoy sentado sobre la cama, ya me hubiera ido de culo contra el piso. Catalino, cálmate parfavar.

—Te voy a colgar —amenazo, nervioso.

—Hazlo —reta.

—No, te colgaré porque quiero no porque me lo pid...

Y me cuelga.

Aprieto el celular con fuerza y lo retiro de mi oreja para ver la pantalla y comprobar si es cierto que el muy descarado se atrevió a colgar justo cuando yo iba a hacerlo. Me siento humillado al notar que efectivamente, me ha colgado. Frunzo los labios.

¿En serio? ¿Eduardo Catalino se atrevió a colgarme? ¿A mí? ¿Esquiusmi?

¿Quién se cree para dejarme con las palabras en la boca y con las ganas de colgarle? Igualado.

Marco su número de inmediato para reclamarle. A mí nadie me cuelga, mucho menos cuando yo pensaba hacerlo. El tono de llamada suena una, dos, tres, cuatro... las suficientes para desesperarme y para alimentar a mi indignación. No solo se atrevió a colgarme, también se atreve a hacerme esperar.

«Andy, no mates a Edward, tú no eres así, mírame. Andy, mírame», repito mirando mi reflejo en la ventana de mi habitación.

Cuando mi paciencia estaba a punto de colapsar, el descarado acepta la llamada.

—¿Quién te crees que eres para colgarme? —le echo en cara, totalmente molesto.

—Marque uno para hablar con Edward —menciona con la voz fingida, tratando de sonar como las contestadoras automáticas. Hago un esfuerzo sobrehumano para no colgarle sin antes reclamarle—, marque dos para decirle que es el chico más fantástico que ha conocido, marque tres para enviarle un beso de buenas noches.

Ruedo los ojos.

—Uno.

—Usted ha elegido la opción tres. Gracias por su respuesta.

Y vuelve a colgarme.

Respiro con fuerza, manteniendo el aire en mis pulmones durante unos segundos, y, cuando ya no puedo retenerlo por más tiempo, exhalo.

«Di sí a la vida, no a la muerte».

Mi orgullo está siendo aplastado ahora mismo así que ni loco volveré a marcarle, mejor voy a bloquearlo en WhatsApp como el adolescente maduro que soy.

Estoy a nada de entrar a WhatsApp, pero la verdad es que no importa si lo bloqueo o no, si le hago la ley del hielo o si voy ahora mismo a su casa para golpearlo con la almohada, mi indignación no va a calmarse hasta que no sea yo el que le cuelgue. Con la misma indignación de antes, tecleo su nombre en mi lista de contactos y toco su nombre para marcarle, por tercera vez.

A diferencia de ese rato, esta vez no tarda en contestar y mis reclamos tampoco tardan en aparecer.

—¿Me colgaste por segunda vez? ¿Es en serio? —Suelto un bufido—. Te juro que cuando te vea te voy a agarrar como trapeador, no, es más, como desatascador de baño. Y te juro por mi madre que cuando me beses, si es que me besas porque perdiste el maldito derecho Catalino de las Margaritas, te voy a morder para que te duela hasta el culo.

—Eh, ¿Andy?

El enojo que sentía se transforma en una mezcla de desconcierto y de preocupación. Me paralizo en mi lugar y cierro los ojos sin poder creer que esto me esté pasando. ¿Es que en serio no aprendo de mis estupideces pasadas? Jo-der.

Esa no es la voz de Edward, me cago en los miles de espermatozoides que no me ganaron y que me permitieron vivir.

—Tía Edna, lo siento muchísimo —me disculpo, apenado. Mi cuerpo se consume en calor por la maldita vergüenza y abro los ojos de nuevo para ver la opción de colgar en la pantalla de mi celular—. Saludos a la familia.

No espero respuesta de su parte porque le cuelgo con prisa. Llevo mis manos a mi rostro y me tallo a fin de que mi rostro deje de estar caliente. Estaba tan molesto que ni siquiera me fijé en marcar al número correcto. Presioné el primer nombre que apareció cuando escribí la palabra "Ed" en la lista de contactos y no me detuve a verificar si era Edward.

¡Qué pena! ¿Qué dirá mi tía Edna de lo que dije? Seguramente va a decírselo a todo el mundo. Dios, no puede ser. Trágame tierra y escúpeme en el inodoro.

Espero a que la vergüenza se me pase y busco el nombre de Edward en mis contactos porque si hay alguien que tiene la culpa de que le haya dicho esas cosas a mi tía, es él. Marco su número y esta vez reviso que sea la persona correcta.

Edward responde casi de inmediato.

—Acabamos de hablar y ya estás marcando otra vez, sé sincero, no puedes vivir un segundo sin mí, ¿verdad? —pregunta con egocentrismo.

Cuelgo, inflando mi pecho de orgullo por haberle ganado por primera vez. Conozco su truco, quería que yo le respondiera para así colgarme justo cuando estaba hablando. Podré caer una, o dos, o tres veces en sus juegos, pero no cuatro veces.

En la pantalla de mi celular aparece que Edward está marcando. Ahora quien le está rogando a quien. Lo pienso unos segundos antes de responder porque lo más probable es que quiera hacerse el indignado cuando yo soy la victima de todo esto. Resoplo hacia arriba moviendo algunos mechones de cabello y acepto la llamada.

—¿Me marcaste solo para colgarme? —me pregunta, ofendido.

—Sí, y te lo mere...

Para sorpresa de nadie, me cuelga. Agh, a veces es tan... es tan... es tan... ¡no sé ni qué expresión decir, pero me pone los pelos de punta! Rechino los dientes e inflo las mejillas.

Voy directo hacia WhatsApp y hacia su chat para bloquearlo, sin embargo, me encuentro con que él ya está escribiendo un mensaje. Tomo una bocanada de aire y espero a que termine de escribir para leer lo que dirá.


Edward:)

No infles las mejillas, ardillita.

Elmejorjaegerista

Sabes que otra cosa puedo inflar?

Edward:)

Qéu??¿

Elmejorjaegerista

Tu pómulo si me sigues molestandoOOo

Edward:)

Ah, el pómulo.

Elmejorjaegerista

Sí, qué pensaste?

Edward:)

...

Nos vemos mañana:)


Pero Catalinoooo, ¿en qué demonios estabas pensando, sucio?

Aunque trate de aparentar que estoy molesto con él, no puedo hacerlo. Rio mientras niego con la cabeza, es un tonto. Un tonto que saca lo peor de mí y que tiene la extraña habilidad de hacerme enojar y de reír en el mismo segundo. Bloqueo mi celular sin responderle. Giro la cabeza y encuentro a mamá asomándose por la puerta. Doy un rápido respingo que casi me tira de la cama y suelto un grito que pudo haber matado hasta a Juan.

—¡¿Qué haces ahí, loca?!

—Pero ojo, no sientes nada. —Sonríe inocente. Agarro una almohada y lo lanzo a su dirección. Ella logra esquivarlo.

—¡Mamá sal de mi cuarto!

(...)

—¿Estás seguro de esto? ¿No te sientes nervioso?

Edward me pregunta del otro lado de la línea. Me remuevo en mi lugar, acomodando los audífonos para poder hablarle. La verdad es que estoy bastante tranquilo a comparación de cómo creí que iba a estar. Sí estoy nervioso, pero nada que no pueda manejar.

—Estoy seguro de esto Edward, en serio, no estoy nervioso. Bueno un poco —me corrijo.

—Tranquilo, eres una buena cita, sé que Heather pensará lo mismo cuando llegue —me anima y sonrío.

—Aprendí del mejor —mascullo recordando las pocas citas que hemos tenido, pero que han sido de gran ayuda. Alzo la vista hacia la entrada del cine y la veo—. Te llamo después, Heather ya viene.

Termino la llamada guardando mis auriculares y celular en la bolsa de mi suéter. Acomodo mi cabello y tomo aire. Ella viene con la mirada perdida, como si estuviera buscándome entre todas las personas que están ahí. Le hago una seña con mi mano para que me vea y funciona. Sus ojos se conectan con los míos y sonríe en cuanto me ve.

Lleva el cabello suelto, unos pantalones flojos de color mezclilla, una blusa blanca corta y sin mangas, su bolsa en su hombro y tenis del mismo color que su blusa. Se ve linda, más que linda. Heather es sin duda la chica más preciosa que conozco.

—Hola, perdón por haber demorado, ¿esperaste mucho? —se disculpa cuando llega a mi lado y niego con la cabeza.

—Tranquila, yo acabo de llegar.

Asiente y ambos entramos a la sala de la película que habíamos elegido en la mañana. Enseño los boletos que compré antes de que ella llegara al recepcionista y, callados, vamos a los respectivos lugares que nos asignaron. En la escuela hablamos de lo que podíamos hacer en la plaza y a mí, el idiota mayor, se me ocurrió la maravillosa idea de venir al cine. No sé por qué lo sugerí ni tampoco por qué Heather aceptó, pero luego de elegir una película de comedia, aquí estamos. El peor lugar para salir con alguien según Edward.

Dice que es de los peores sitios porque no puedes hablar con esa persona hasta después de la función, además, que el constante ruido de las personas molestas como las que comen haciendo mucho ruido, las que se olvidan de apagar sus celulares y las que llevan a sus hijos, arruinan el ambiente. Yo no sé de esas cosas, pero Edward, el romántico escritor debe saber de lo que habla.

Y, como si Edward hubiera estado manifestándolo, así sucedió. Las dos horas de película fueron tan aburridas y fastidiosas que desee con todo mi corazón que se fuera la luz o algo porque la situación estaba siendo insoportable.

Primero, los niños de atrás se la pasaron golpeando nuestros asientos, luego, los chicos que parecían ser menores que nosotros por dos años no dejaban de hablar y de tirar palomitas a las personas, para rematar, los universitarios de adelante se estaban tragando frente a todos sin molestarse en hacerlo en silencio, sin olvidar que la película era un asco total y que, a mi costado, la expresión incómoda y adormilada de Heather fue directo a mi pecho. No miento cuando digo que veía mi celular cada dos segundos para ver cuánto faltaba para que mi tortura terminara.

Y es por eso que nunca, pero nunca, invito a nadie a salir. La vida siempre querrá joderme todos los planes, no importa quien sea la persona, ni tampoco el momento ni el lugar, siempre buscará la forma de joderme todo.

¿Es una indirecta de la vida tratando de decirme que la mejor solución es quedarme soltero el resto de mi vida?

A este paso creo que sí terminaré solo, pudriéndome en mi soltería.

Cuando las luces de la sala se encienden y los créditos aparecen en la película siento que voy a llorar de felicidad. Heather también se ve aliviada y los dos no tardamos en huir de ahí. Se supone que debía ser una buena cita porque Edward me "enseñó" las cosas básicas de las citas, pero en ningún momento especificó que solo funcionaría si él estaba presente.

No pienso contarle lo que pasó, quiero ahorrarme la humillación.

Una vez que estamos afuera del cine, nos sentamos en uno de los largos bancos de metal que hay, respiro para disculparme por la pésima cita, pero estoy tan avergonzado que no puedo hacerlo. ¡Es que fue una cita horrible! Ni las citas de Tinder deben ser así de feas.

—Lamento hacer que perdieras la tarde conmigo —Heather es la primera en tomar valor y en hablar. Gira su cuerpo para mirarme y la veo apretar su bolsa contra su estómago con fuerza—. Sé que debías tener más cosas que hacer y sé que pude haber hablado contigo por teléfono o en la escuela, pero no me sentía segura, lo siento mucho.

Pestañeo confundido. ¿De qué está hablando?

Recuerdo que dijo que quería hablar de algo urgente, pero no creí que fuera taaaan urgente, o que fuera siquiera peligroso como para decir que no se siente segura al hablar en la escuela o en una llamada. Me siento avergonzado por pensar en la cita y no por haber pensado en lo que puede estar pasando.

—¿Pasó algo? ¿Alguien te está molestando?

Ella niega con la cabeza repetidas veces.

—No, eso no, tranquilo, todo está bien. Yo... ay, no sé cómo decir esto, te juro que estuve practicando frente al espejo como mínimo una hora porque no sabía cómo soltarlo.

Se ve tan nerviosa que me preocupo. Nunca hemos sido grandes amigos, pero eso no quita el hecho de que me preocupe ver a alguien que se siente mal. Además, si ha decidido hablar conmigo es por algo.

—Vale, me estás asustando un poco. ¿Segura que estás bien?

—Sí... en realidad no —suspira—. Llevo peleando con esto desde hace un buen rato y eres el único que puede ayudarme. —Junto las cejas al escucharla. ¿Yo?— Intenté buscar información en Google, pero nada sirvió, solo tuve más dudas y luego tú sales con Edward y después estás en casa de Luna y... y...

Se calla luego de soltar todo de manera atropellada. Mis pensamientos se hacen un lío y mi cerebro casi hace cortocircuito. No comprendí ni la mitad de lo que dijo porque habló muy rápido. ¿Qué se supone que quiere decirme? Ella seguramente notó mi confusión porque respira y lo suelta:

—¿Cómo supiste que te gustaban los chicos? —inquiere, dejándome aún más confundido—. No quiero sonar ofensiva, ¿te estoy ofendiendo? Dios, qué tonta, mejor me voy, perdón.

Hace el intento por levantarse del banco, pero, entre la confusión y el querer ayudarla, reacciono con más rapidez y soy honesto con ella.

—No me gustan.

Aclaro a lo que ella se mantiene en su lugar y frunce el ceño.

—Pero sales con Edward.

Ah, sí es cierto.

Carraspeo, pensando en cómo voy a arreglar esto y pensando en qué palabras voy a decirle para ayudarla con lo que sea que la está preocupando. A los ojos de ella y de toda la escuela, Edward y yo somos novios, así que si voy a responder a sus preguntas tendré que obligarme a ser el novio enamorado.

—Bueno... emm... No me gustan los chicos —repito otra vez—, jamás me interesé en ellos, pero él... —me callo, pensando en su rostro. Sonrío—... él es el único, y, cómo no iba a serlo si es lindo, me trata increíble, me apoya, siempre es atento conmigo, se da cuenta hasta de las pequeñas cosas —guardo silencio de nuevo al recordar todo lo que ha hecho por mí y del hecho de que sepa qué es lo que hago cuando me enfado. Paso saliva por mi garganta—. No me gustan los chicos, pero él es la excepción.

Heather suelta un «aww» que me recuerda que estoy hablando con ella. Me abofeteo mentalmente por eso.

—¿No tuviste miedo de salir con él? —cuestiona despacio, como si no estuviera segura de hacer esa pregunta. Me escudriña para ver si me he ofendido o algo y le sonrío para que vea que estoy bien con sus preguntas—. Lo digo por los rumores y por lo que los demás podían decirte.

¿Tuve miedo? Al inicio no, porque no sabía en qué demonios me estaba metiendo, pero la primera vez que tuvimos que fingir ante toda la escuela sí que lo estaba. Hasta quería salir corriendo.

—Sí, Dios, me estaba cagando el primer día —le digo soltando una risa nerviosa—, pero Edward estaba ahí, sosteniendo mi mano con fuerza. Y cuando las personas intentaron molestarme él también estuvo ahí, defendiéndome. Él... siempre ha estado ahí.

Mi corazón se acelera y tengo que decirme a mí mismo que solo estamos diciendo esto para ayudar a Heather, que no lo estamos sintiendo de verdad.

—Dios, se gustan tanto, me alegro mucho por ustedes. —Esboza una sonrisa ladina.

—¿A qué vienen todas las preguntas? —inquiero ignorando sus palabras.

Heather deja de sonreír y baja la cabeza.

—Bueno... Creo que quería identificarme contigo cuando vi que saliste con un chico sin importarte lo que los demás dijeran. Quería ser tú, quería tener tu valentía. —Muerde su labio—. Discutí con mis amigos por eso, pero lo cierto es que, no solo estaba defendiéndote, en cierta parte sentí que estaba defendiéndome también.

—No entiendo.

Debo parecer un tonto ahora mismo, pero es que no logro captar lo que sea que ella está tratando de decirme. Heather vuelve a tomar aire y alza la mirada hacia mí.

—Hay una chica que me gusta —suelta haciendo que me sorprenda. ¿Q ué?— Pero no sabía si me gustaba. Nunca me han gustado los chicos, pero quería convencerme de que era porque aún no encontraba al indicado, salí con algunos, pero no. No sentí nada con ellos. Pero con ella... Sí que lo siento, te pasa lo mismo con Edward, ¿no?

Me ve esperanzada, como si se reflejara en mí. Abro los labios para responderle, pero lo cierro porque no sabía qué responderle, todavía estoy procesando el hecho de que a ella le guste una chica. Se supone que debería estar herido o que debería dolerme el hecho de que le gusta alguien que no soy yo, no obstante, es lo mismo que ella ha dicho, no siento nada.

No siento nada.

Estoy confundido en estos momentos y no solo por su confesión, sino porque lo que tanto he estado evitando, vuelve a aparecer para matarme y llenarme de dudas. Muerdo mi mejilla interna y asiento.

—Sí, me pasa lo mismo con Edward.

Respondo como el Andy enamorado que Heather cree que soy.

Y tal vez, solo tal vez, el Andy confundido, el que no tiene en claro lo que siente, el que intenta convencerse de todo lo contrario, también ha respondido.  

***
Tengo muchos sentimientos encontrados, no solo por el capítulo, sino porque HOY LLEGAMOS AL MILLÓN DE LEÍDAS, AAAAAAAAH😭😭😭😭❤️❤️❤️

El 7 de junio decidí empezar la historia de Andy y Edward sin imaginar que habría tanta gente apoyando la historia y hoy, 19 de octubre, LLEGAMOS AL MILLÓN. Y SÍ, LLEGAMOS PORQUE ES EL LOGRO DE TODOS ❤️❤️❤️❤️

LO HE DICHO MUCHAS VECES Y LO SEGUIRÉ REPITIENDO HASTA QUE ME MUERA, si estoy aquí es por y para ustedes❤️❤️❤️ UN MILLÓN DE GRACIAS ❤️❤️❤️❤️

Haré un post más bonito hablando de esto más tarde porque ahora las lágrimas no me dejan JAJAJAJA pero hablando ya del capítulo, qué decirles amigas, I have no words JAJAJA Andy mijito, te amo

En otras noticias, si quieren leer el libro que Edward le regaló a Andy pueden encontrar la historia en mi perfil ❤️❤️

Ya no sé qué más decir, pero les mando muchos besitos y abrazos ❤️❤️❤️

Continue Reading

You'll Also Like

581 103 13
Rebeca no está dispuesta a caer en la trampa de la Navidad. Desde que perdió a su abuela materna, con quien vivió durante sus últimos años de vida, n...
2K 254 6
Flaca, No me claves tus puñales por la espalda tan profundo.
6.1K 839 31
Pablo, incita a sus amigos a entrar a la gran mansión que se encuentra en la colina más alta, retándolos a comprobar que no existen fantasmas viviend...
236K 27.1K 31
Biel Orionov es un adolescente sin propósitos ni sueños. No conoce el significado de la amistad, su familia nunca le ha demostrado afecto y, por much...