Across Paris

halfsoul द्वारा

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Vivir en París tiene sus complejidades, sobre todo para Astrid, una novata fotógrafa, la cual dedica la mayor... अधिक

Sinopsis
Prólogo
01. "Oportunidad"
02. "Mal día"
03. "Esperanza"
04. "Desesperación"
05. "Connor Hurst"
06. "Encuentro"
07. "Exposición"
08. "Decepción"
09. "Confesión"
10. "Pensamientos"
11. "Cena"
12. "Arrepentimiento"
13. "Amistad"
14. "Rechazo"
15. "Sentimientos"
16. "Declaración"
17. "Nuevo plan"
18. "¿Celos?"
19. "Ceremonia"
20. "Grosero"
21. "Inseguridad"
22. "Playa"
23. "Fotografías"
24. "Opciones"
26. "Antiguo novio"
27. "Regreso"
28. "Pájaro"
29. "Oficial"
30. "Sorpresa"
31. "Desnudo"
32. "Antes"
33. "Descubrimiento"
34. "Entrometida"
35. "Pelea"
36. "Cumpleaños"
37. "Pinturas"
38. "Viaje"
39. "Nuevo pintor"
40. "Robert"
41. "Intrusa"
42. "Heridas"
43. "Carta escrita a mano"
44. "Para siempre"
Epílogo
Agradecimientos
00. "El principio de una historia"

25. "Confusión"

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halfsoul द्वारा

25

Los ojos de Astrid se abrieron. Miró a sus dos lados y Connor ya no estaba con ella abrazándola. Se removió un poco de la cama acomodando su vestido y agudizó su oído al escuchar una hermosa melodía a unas habitaciones de distancia. Dio un bostezo y se levantó de la cama con pesadez en sus pasos, dirigiéndose hasta el comedor en el cual Connor la estaba esperando con una sonrisa. Observó la mesa decorada y sintió como su corazón sonreía ante el gesto tan romántico que Connor había hecho.

—Cada día me sorprende más, profesor que los clichés sean lo suyo—le sonrió, acercándose hacia él.

Los brazos de Connor se detuvieron en su cintura, acariciando ésta con sus pulgares. Se acercó hasta su oreja, para susurrarle:

—Baila conmigo—pidió, besando el lóbulo de su oreja.

Asintió mientras la canción de Ed Sheeran comenzaba a sonar por toda la sala. Connor desplazó sus manos hasta su cintura, atrayéndola más a él y ella pasaba sus manos por detrás de su cuello uniéndolas. Se concentró en sus ojos y su hermoso color que poseían. Los pulgares de Connor acariciaron con cuidado su cintura, mientras tarareaba la canción en su oído dulcemente. Era todo lo que pudiese esperar de él en esos momentos, para ser sinceros.

Le dio un giro y la apegó nuevamente a su cuerpo, siguiendo con el baile. Adoraba a Astrid, encontraba que mujeres como ella era asombroso de encontrar, sobre todo para un hombre de casi treinta años. Recordaba la primera vez que se conocieron, como los ojos de Astrid miraban asustada a los suyos... Era adorable, sobre todo cuando se ruborizó por primera vez, aquellas eran las veces en la cual más añoraba con besarla. También recordó la primera cena que tuvieron juntos y lo nerviosa que estaba ella. Sonrió mientras acariciaba sus pómulos.

¿Hace cuánto tiempo que no bailaba de esta manera con una mujer? Posiblemente hace muchos años, y había sido diferente cuando estaba con una mujer de la cual no tenía ningún sentimiento, pero Astrid, con Astrid era todo diferente; cuando se miraban era diferente, cuando se abrazaran era parecido a un beso; se entregaba todo lo que necesitaba expresar. No eran tantos los días que habían pasados juntos, pero adoraba pasar tiempo con ella, se sentía vivo y feliz, muy feliz.

Sentir su piel en contacto con la suya era algo fascinante y realmente único, nunca lo había experimentado. Suspiró y apegó su frente a la suya mientras acariciaba su espalda de arriba abajo, suavemente.

Astrid le sonreía ampliamente mientras seguía moviendo sus pies y acariciaba el cabello de Connor. La última vez que bailó de esa manera fue con Colin, hace unos años, cuando su madre se había casado y se necesitaban pareja para su amigo, acepto sin prejuicio, era solo un baile. Pero esta vez era más que diferente, sobre todo al sentir la presencia de la persona que tenía su corazón bombeando tan rápidamente y a sus ojos brillar. Desde que Connor Hurst había respondido su mensaje todo había sido más que diferente, ya sentía algo fuerte en su interior y cuando lo vio por primera vez aquella chispa se expandió aún más.

La música estaba por terminar cuando Connor subió sus manos hasta sus mejillas, atrayéndolo hacia él en un dulce y profundo beso. Adoraba la sensación de sentir sus labios contra los suyos y la manera en la cual se movían en respuesta. Sus labios eran el lugar para que pudiese calmarse, era su calmante personal pero también una nueva droga que estaba adquiriendo en su organismo.

Connor acarició su mejilla con sus largos y finos dedos, de arriba abajo mientras su lengua y la de ella se unían en una perfecta danza. La adoraba, demasiado y solo quería que se quedase con él esa noche abrazándose o cualquier cosa. Se separó de ella, respirando agitadamente esperando que la música se terminara.

—Ha sido un buen baile.

—Mi parte favorita fue el beso.

—Cállate, Connor—rió, golpeando su brazo.

—Has dormido bastante. —Tomó de su mano para dirigirla hasta le mesa. Ella sintió, mientras se sentaba.

—Me he asustado y pensé que era el día siguiente.

—¿Te lo imaginas? Nos quedaría solamente un día, y un día no es suficiente—negó, sentándose frente a ella.

Astrid lo miró extrañada, sin recordar haberle comentado que los lunes no iba a la Universidad.

—¿Cómo te has enterado que no tengo clases los lunes? —preguntó.

—Olive—respondió—. Me lo ha dicho hace bastante tiempo...

«El único tiempo fue cuando estuvimos sin hablar...»

—¿Qué? Tú no hablas con Olive desde hace mucho.

—Cuando hablamos... Eh...

—Connor... —indagó, curiosa.

—Nada. Astrid, por favor disfrutemos de la cena—dijo, bebiendo del vino.

La morocha se levantó de su puesto molesta, caminando fuera de la cabaña.

Sentía como la impotencia se apoderaba de su cuerpo. En el transcurro que Connor y ella no habían hablado, Connor no había desaprovechado un minuto para hablarle y eso la enfurecía. Pasó las manos por su rostro, sentándose en una de las sillas disponibles. Connor pudo estar días sin hablarle, pero claro, hablar con Olive era más sencillo.

Cubrió su rostro con sus manos, sintiendo la brisa chocar contra su cabello y su cuerpo. No le apetecía entrar en ese momento, prefería pasar la noche afuera con una manta, o hasta que se relajara por completo. Le exasperaba hasta la coronilla que Connor hablara con Olive a sus espaldas, y que su amiga le comentara cosas sobre ella. Si bien en días anteriores comentó que no le importaba que hablara con Connor era que le desagradaba, provocaba sentimientos extraños en su interior; Olive sin duda tenía a todos los chicos que siempre había querida en la palma de su mano y los hombres caían como la lluvia torrencial de invierno.

Era sin duda era mucho más bella que ella, y le asustaba que Connor sintiera cualquier cosa por su amiga.

Tu inseguridad es ridícula, Astrid.

Sintió la presencia de otro ser a unos metros suyo. No volteó, se quedo petrificada mirando las olas chocando una contra otra y emitiendo el relajante sonido. Inspiró con fuerza por su nariz, mientras la brisa nocturna acariciaba su rostro y cabello, sacudiendo su melena chocolate hacia atrás. Era terca e impulsiva, eso le molestaba, pero era algo de ella que había adquirido con el tiempo y no podía borrarlo.

—Astrid, cariño. —La voz de Connor se mezcló con el aire, llegando a sus oídos y haciéndola estremecer—. Si, es verdad, hablé con Olive... pero era por esto—suspiró— para estar contigo.

Astrid tragó en seco. Connor continuó hablando.

—Si bien, sé que te molesta que hable con Olive quiero decirte que estas totalmente equivocada si piensas que sentiría algo por ella. Ni en broma—rio con gracia—. El punto es... Lamento no haberte hablado durante esa semana, pensé que tampoco lo querías y por eso no lo intenté.

La joven se levantó de su lugar volteando hacia Connor, el cual estaba mirándola fijamente con sus fríos y glaciales ojos verdosos. Relamió sus labios y pasó las manos por su rostro.

—¿Qué yo no quería hablar contigo? ¡Moría por hablar contigo! Pero tú fuiste el que puso aquella barrera entre tú y yo—recordó—. Fuiste tú el que me dijo que estaba mal, tú fuiste no yo. Colin sabía perfectamente lo deshecha que me encontraba cuando te vi ese día en la cafetería con una chica (la cual no tenía ni la menor y remota idea que era tu hermana).

Connor frunció el ceño, molesto y se acercó a pasos furiosos hasta la morocha.

—¿Es una broma, Astrid? ¡Aquello pensé que había quedado en el pasado! Yo maldecía todos los días por qué no te hablaba, lo hacía, créeme—gritó con fuerza—. No intentes aparentar que eres acá la víctima de todas, también me mandaste a la mierda el día que contestaste el teléfono y llamándome Robbie.

—¡Eres un mentiroso! No te mandé en ningún momento a la mierda, simplemente dije que era mejor que nos separáramos por un tiempo. ¡Estaba dolida, maldición!

—Por favor... ¿Y en el museo? Es que, ¡acaso olvidas tu falta de madurez al tratar de sacarme celos con tu mejor amigo! Me harta ese comportamiento.

Ella negó levemente, pasando por su lado.

—Iré a descansar.

Caminó por su lado, entrando a la cabaña la cual estaba en oscuras. Deslizó su mano afligida por su frente y siguió su rumbo hasta la habitación, ordenando su maleta. Las palabras de Connor en ella habían tenido un efecto contrario y demasiado fuerte, haciendo que las lágrimas dolieran y su garganta ardiese al tragar. Quería lucir indiferente e irse de allí.

—No, Astrid—irrumpió Connor, entrando en la habitación a grande zancadas. Pasó las manos por su cabello—. No me controlé, discúlpame.

—Tienes razón, actué así. No debes disculparte—aseguró, siguiendo ordenando su maleta—. Actué horrible. Como toda una egoísta, tienes razón.

—Ignora lo que te dije allá—dijo, soltando el aire molesto—. ¿Cuál es la verdadera razón por la cual quieres irte, Astrid? Explícamelo, por favor. Porque claramente no es por lo que sucedió allá afuera. Armas un problema cuando no lo hay, es como si buscaras una excusa para alejarte de mí.

Los dientes de Astrid atraparon su propio labio, pensando si debía o no quedarse. Volteó hacia él, mordiendo su lengua un poco nerviosa. Lo miró, analizando sus expresiones con una rápida mirada,

—Deberías estar con otra chica; alguien de tu edad, de más experiencia. Yo soy alguien de seis años menor que tú, soy todavía un niña a comparación tuya. Solo soy una distracción para el momento. ¿Por qué estar conmigo si eres apuesto como para atraer a personas de tu edad? —Sus propias palabras la atacaron a sí misma. Hace bastante que tenía aquella inseguridad, y por fin lo había revelado, dejando perplejo a Connor.

—¿Qué estás tratando de decirme, Astrid? Es imposible que alguien no guste de ti, mírate; eres hermosa, inteligente y realmente el tipo de persona con la cual me gusta disfrutar y no para pasar el rato—declaró—. ¿No puedes ver lo que yo veo? ¿De verdad careces de la vista necesaria para ver que la verdadera belleza está frente mío, luciendo tan insegura y destrozada que no puedo permitir que se aleje? Yo veo aquello, la veo frente mío luciendo triste y lamentándose por todo y pensando que vale poco cosa para el resto. Para mí no eres una pequeña distracción del momento, eres la mayor de las distracciones, de esas que te hacen olvidar hasta tu nombre y donde te encuentras. Eres sin duda la mejor de las distracciones y de aquellas que queremos pasar todos los días.

Una lágrimas cayó por la mejillas de Astrid, y Connor la apartó con un dedo. Tomó su rostro entre sus manos, mirando un melancólico semblante.

—No sé porque te valoras tan poco. Me duele que te valores tan poco, más de lo que crees—prosiguió Connor, sintiendo como su garganta le dolía al tragar—. Para mí eres más que una simple fotógrafa, para mí eres mucho. No sabes cómo mierda agradezco que me hayas enviado tus fotografías, no sabes cómo agradezco haberte encontrado en el museo esperando a que tus galletas bajaran, no sabes cuánto agradezco que estés pasando este fin de semana conmigo. Y no sabes, cuanto le agradezco al universo por haberte puesto en mi vida, Astrid.

Mordió su labio con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran por montones por sus ojos. Los acogedores brazos de Connor en envolvieron en su cuerpo,

—No entiendo porque mierda me haces decir esto—susurró Connor, aún con sus brazos envueltos en la anatomía de la chica—. Pensé que lo sabías. Pensé que sabías lo mucho que te quiero.

Astrid se separó un poco de su cuello, deleitándose con el brillo que poseían sus verdosos ojos y simplemente sonrió.

* * *

Si bien la discusión con Connor había quedado intacta, había algo que le incomodaba bastante... Había algo detrás de todo, pero no sabía a qué se trataba. Siguió observando las llamas del fuego, mientras abrazaba su rodilla, recargándose en ella. Cerró momentáneamente sus ojos, sintiendo como el calor calentaba su cuerpo helado. Connor se acercó a ella minutos después con dos tazas de té.

Depositó ambas tazas a una distancia prolongada para que ambos pudiesen tomar de la taza. Al dejar las tazas, acercó a Astrid a su cuerpo, envolviendo su cintura con sus brazos, mientras recargaba su anatomía contra el sofá. Recostó su barbilla en el hombro de Astrid y olió el dulce aroma que emanaba la morocha. Besó con delicadeza su cuello, haciendo que la respiración de Astrid se detuviese por un segundo.

En ese entonces, Connor decidió hablar sobre lo que le estaba inquietando:

—Quiero saber por qué te dan esos malditos ataques de pánico. Me matan por dentro.

Astrid se removió incómoda en sus brazos, mientras pensaba en la respuesta que le daría. Suspiró fuertemente por su nariz, como si el aire no ingresara más a sus pulmones.

—Pregúntame, ¿qué quieres saber?

—La primera noche que salimos juntos, te desmayaste en medio de la calle sin razón alguna. Pensé que te ibas a morir, sobre todo cuando comenzaste hablar cosas sin sentido y luego...

—Nos besamos, lo recuerdo perfectamente. —Astrid acomodó su cabeza en el pecho de Connor, mientras éste acariciaba su cabello con sus largos dedos—. Soy una persona bastante ansiosa y nerviosa, desde casi toda mi vida. Cuando llegué con mi madre a Francia ella no era muy buena conmigo, para nada, de hecho la etiqueto como la peor madre. Es un asco de madre—suspiró—. He tenido muchas decepciones en mi vida que me asustan demasiado y pienso: ¿si esto me sucede a mí? ¿si me dañan nuevamente? y ¿si todo es mentira y realmente están jugando conmigo? Entonces entrar ese factor de mierda.

—Astrid...

Ella alzó la mano, y siguió hablando.

—Mi madre nunca se ha preocupado por mí y tampoco sé si mi padre lo hizo alguna vez, no lo recuerdo; al parecer mi mente bloquea toda mi niñez en Italia. Mis especialistas dicen que en alguna etapa de nuestra vida probablemente sufrimos tanto que la mente crea una barrera para poder bloquear el dolor que hemos sufrido. Es estúpido—rio sin gracia alguna—. Las personas que conocí durante un tiempo decían preocuparse por mí y luego me daban la espalda, abandonándome. Era horrible. Cuando llegaste tú, pensé que te importaba, Dios fue tan extraño. Sentía que ibas a cuidarme, pero tenía miedo que todo fuera más que una distracción para el momento. Nunca nadie se había preocupado por mí que no fueran Olive o Colin.

Connor se aferró con más fuerza de su cintura.

—Tú te preocupadas por mí, maldición. ¡Pensé que estaba loca! No podía haber alguien tan apuesto y tan encantador frente mío, no después de las palabras que me decía mi madre. Pero cuando me dijiste al día siguiente que todo había sido un error... quedé devastada. Y al parecer mi madre estaba en lo cierto en una de sus tantas palabras; a nadie le importaría—dijo, secando sus lágrimas—. Luego fue Robbie esa tarde... Decía que lamentaba al chico que estuviese conmigo y dijo unas palabras no tan gratas—rió, escondiendo su rostro en sus manos.

—Astrid, quiero que sepas que el chico que esté contigo es el más afortunado de todos. —La muchacha volteó hacia él, mirando sus sinceros ojos que estaban clavados en ella—. Eres especial sin duda alguna y eres la mejor chica que he conocido en toda mi vida.

—Gracias—sonrió, torcidamente.

—¿Podría preguntarte algo más?

—Claro.

—¿Has tenido un novio antes? ¿No es cierto?

La sonrisa de Astrid se desvaneció por completo, transformándose en una expresión de horror.

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