✓ TRAIN TO BUSAN ⎯⎯ ꜱᴇᴏᴋ-ᴡᴏᴏ

Door OrdinaryRue

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𝘁𝗿𝗮𝗶𝗻 𝘁𝗼 𝗯𝘂𝘀𝗮𝗻 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 [TERMINADA] El miedo nos lleva al sacrificio de otros, pero e... Meer

𝐒𝐔𝐑𝐕𝐈𝐕𝐀𝐋 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐒
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Door OrdinaryRue

La intensidad de las luces blancas, el mortecino azul de las paredes y la discordancia del sonido de las máquinas. Insignificantes elementos que por separado serían imperceptibles, pero juntos alteraban los nervios de Sun-Hee, que frotaba sus manos, una junto a otra creando espuma entre sus dedos. El jabón se perdió en el desagüe, bajo un chorro de agua fría que contrastaba con el calor que emitía su propio cuerpo.

Un joven golpeó delicadamente el cristal que los separaba con el nudillo de su índice. Ya estaban listos para la intervención. La mujer cerró el grifo, sin separar sus oscuros, pero cálidos ojos de la mesa metálica que había en la sala contigua. Suspiró, y una mascarilla adornada con ilustraciones de flores le cubrió la boca y la nariz. Una chica a su izquierda fue rápida en ponerle unos apretados guantes quirúrgicos en las manos y, sin retrasarlo más, empujó con su espalda la puerta.

Un Pomerania había sido víctima de un accidente de coche, el pequeño cuerpo del animal apenas conseguía ocupar un cuarto de la mesa. Sun-Hee comprobó una última vez las constantes, estaba sedado, el latir era débil y las probabilidades de supervivencia mínimas.

— No te rindas y yo tampoco lo haré. —susurró fijando sus ojos en el animal, justo antes de hacer la primera incisión.

Un minuto en la mente de Sun-Hee eran en realidad horas en aquel quirófano, un lugar donde siempre había una vida que dependía de ella, de cada una de sus acciones y movimientos. Un reloj colgaba en la pared, y las manecillas avanzaban a una velocidad vertiginosa. No podía tener al perro en aquel estado por mucho más tiempo, pero aún no había acabado con sus múltiples hemorragias ni con las fracturas de sus costillas. Cualquier ser humano racional que hubiera puesto los ojos sobre aquel diminuto Pomerania de color canela, daría aquella batalla por perdida. Sin embargo Sun-Hee era obstinada, tanto que llegaba a ser irritante para cualquiera que se atreviera a discutir con ella.

Dos horas más y una esporádica hemorragia fue la que puso fin a todo. El monitor de las constantes hizo aquel horrible, sin embargo ya conocido, timbre agudo. Ya no había latidos.

Sun-Hee soltó el bisturí con fuerza. Una, dos, y hasta tres veces intentó reanimarlo, sin embargo ya nada podía hacer. 

Su pequeño cuerpo no soportó la sacudida del coche, conducido por un inconsciente hombre que erró al cruzar un semáforo.

— Hora de la muerte... —tragó en grueso, alzando sus vidriosos ojos hasta el reloj de la pared. Ahora las manecillas parecían escurrirse con lentitud— 21:47.

No era la primera vez que Sun-Hee abandonaba el quirófano con el sabor amargo de la impotencia y rabia invadiendo su paladar. No sería la primera vez, ni la última, que derramaría una lágrima por un animal fallecido bajo sus manos.

Se dejó caer tras su escritorio de caoba oscura, hundiendo sus finos y delicados dedos entre las raíces de su pelo. Las mismas manos que minutos atrás habían estado trasteando en el interior de aquel animal, ahora se aferraban y tiraban de esas hebras negruzcas que tenía.

— Maldita sea... —jadeó, y en su mente se empezó a formar la escena del diminuto canino, siendo arrollado por un hombre sin moral ni decencia.

Sun-Hee entró en una peligrosa espiral, donde sus pensamientos se alimentaban de la oscuridad de los otros, una y otra vez.

Había infinita belleza en su trabajo, pero como en todo, había una cara oscura.

La melodía de su teléfono, armoniosa y primaveral, ocupó cada esquina de su despacho. Con desgana quitó una de sus manos de su cabeza, y rebuscó entre su bata hasta encontrarlo.

— Diga. —consiguió responder, pero lamentablemente el tono de su voz era tan lúgubre que al otro lado de la línea se hizo un corto silencio. Ojeó la pantalla del teléfono leyendo "Yeong"en ella— ¿Qué ocurre?

Hizo su mayor esfuerzo para que una sonrisa surgiera de sus labios.

— Noona. —mencionó molesto el adolescente— Llevo horas llamándote. —la sonrisa de la mujer se evaporó, con la misma rapidez con la que había aparecido en un primer momento. Intentó responder sin embargo su hermano pequeño atacó de nuevo— Mañana es el partido, y por culpa tuya y de mamá podría perder el tren.

— No tenía ni idea. —balbuceó sincera. Pues desde que Sun-Hee se había mudado al centro de Seúl, dejando a sus padres y hermano menor en las afueras, eran contadas las ocasiones donde conversaban— ¿Necesitas transporte? —atropelladamente se quitó la bata cambiándola por su largo abrigo.

— Ya no, he conseguido que uno de los chicos del equipo venga hasta aquí. —soltó la última palabra con hastío. Yeong jamás había ocultado su desagrado por vivir tan lejos de todo.

— ¿Entonces, para qué me has llamado? —la chica se recostó contra el marco de la puerta, unos segundos más y ya habría empezado a correr hasta su coche.

Se escuchó un fuerte resoplido al otro lado.

— ¡Estaba preocupado! —gritó, lo que sin duda sorprendió a los que le acompañaban en el vehículo— Mamá fue al mercado hace horas y aún no ha vuelto, es raro y... Sun-Hee noona, no respondías al teléfono. —su hermana se enterneció. No siendo capaz de enfadarse con él al oír como había disminuido su voz, hasta el punto de convertirse en un murmullo dulce.

— Lamento lo ocurrido Yeong, llamaré a mamá en cuanto salga del trabajo ¿te parece bien? —cruzó el bolso sobre su pecho y cerró la puerta del despacho con delicadeza mientras esperaba la respuesta del menor.

— Sí. —musitó avergonzado— y... siento haberte gritado noona.

La gélida noche de Seúl envolvió a Sun-Hee en cuanto puso un pie fuera del edificio. Llevaba cuatro años trabajando allí, y aunque días como aquel conseguían partirle el corazón, también había otros que le hacían salir con una sonrisa resplandeciente.

— Suerte en el partido, hermanito. —arrugó su nariz divertida, consciente de lo poco, o nada, que le gustaba a Yeong escuchar ese diminutivo.

— No la necesito, pero gracias Sun-Hee noona. —se regodeó cortando la llamada.

Ella nunca perdía la oportunidad de encender la radio cuando estaba en el coche. Y aquella noche, aún estando inmensamente dolida por lo acontecido en el trabajo, no pudo evitar tararear y tamborilear sobre el volante su canción favorita cuando, por azar o destino, el programa decidió ponerla en ese instante. Poco a poco se le fue dibujando una tímida sonrisa en sus labios, y la felicidad pasó a sus ojos cuando empezó a canturrear el estribillo. Puede que no fuera la mejor acertando las notas, y que también desafinara a la mínima, no obstante cualquiera que la viera se sentiría irremediablemente prendado de ella.

Entre parada y parada se deleitó observando las hermosas luces de Seúl, todo era tan brillante, y aún siendo de noche los edificios y las calles seguían vivas. Una y otra vez elegiría a esta como su ciudad.

El manos libres de su coche empezó a sonar, apagando automáticamente la radio y cortando lo mejor de la canción. Qué si le molestó a Sun-Hee la interrupción, cuando estaba llevando su propio concierto dentro del coche, obviamente. De igual forma fue respetuosa y deslizó el dedo por la pantalla aceptando la llamada, de un número que no tenía registrado, y aunque ella no lo sabía, era de una cabina telefónica no muy lejos de donde se hallaba.

— ¿Sun-Hee? —la susodicha arrugó el entrecejo al oír la voz alterada de su madre— Yeong, ¿está contigo?

— Mamá, tranquila. —observó el semáforo, verde, volvió a mover el vehículo en dirección a su hogar— ¿Yeong? Estará a punto de tomar su tren, ¿por qué lo preguntas?

— Cariño, algo está pasando... —de repente se escucharon chillidos al otro lado, Sun-Hee sintió como un frío le recorría la columna, porque aquello era de todo menos humano.

— ¿Dónde estás? —estacionó de golpe a un lado de la carretera vacía, ahora que se percataba no era común ver aquella calle tan desolada.

— Eso no importa, debes ir a buscar a tu hermano. No dejes que suba al tren, llévalo a casa Sun-Hee, y... aléjate de la gente, es como si estuvieran perdiendo el juicio cariño. —la joven hizo caso inmediato y redireccionó su coche.

— N-no, no entiendo nada. —balbuceó tras dar un violento volantazo, por poco un hombre termina sobre su capó, casi le pareció que había intentado lanzarse premeditadamente sobre este— Mamá...

— ¡Sun-Hee! —los ojos de la chica bajaron por inercia a la pantalla donde estaba reflejado el número de teléfono— No te separes de tu hermano ¿de acuerdo? No creo que-

De golpe la llamada se cortó, y lo único que fue capaz de oír durante el resto del trayecto fueron las interferencias, mezcladas con los berridos y gritos que solaparon las últimas palabras de su madre.

poco a poco esto se pone turbio
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