He aquí una jodida cuestión ©...

By leyjbs

4.5K 525 264

SPIN-OFF #1 DE LA SAGA CUESTIONES CONTENIDO +18 Un huérfano rechazado por su condición Un tipo rico que lo mo... More

Sinopsis
Prefacio
1. ¿Por qué me siento así?
2. Amado espacio de descanso
3. Me estás jodiendo
4. ¿Qué es ser un cretino?
5. Huérfano
6. Canta para mí
8. Condiciones
9. El repartidor
10. Puedo solo
11. Pagar el precio
12. Sin memoria
13. Inflexible
14. Quédate
15. Midiendo límites
16. Todo tú me jodes
17. La liebre y la tortuga
18. P*tamente perfecto
19. Hambre de ti

7. Por qué no me gustan las compras

167 27 24
By leyjbs

Rolan

¿Por qué no me gustan las compras? Tener que hacer fila, elegir qué llevar, recorrer interminables pasillos sin saber qué echar al carrito, aguantar el calor, el contacto con la gente, son cosas que no soporto por mucho que me preparo mentalmente para hacerlo. Incluso para pagar mis tarjetas recurro a Rosaline, dándole un monto considerable a modo de pagarle el favor.

Por eso cuando entramos a este pequeño supermercado, a regañadientes soporté acompañar a Tyler que, para mi desgracia, al elegir lo que va a meter en la canasta se pone a comparar precios hasta encontrar el que se ajuste a su módico presupuesto. Llevamos en esto diez minutos y ya me quiero largar. Estamos por el pasillos de los alimentos refrigerados, yo atrás mientras él se inclina a revisar qué leche llevar.

—¡Joder! Escoge la que sea, hombre —reniego, estresado, moviendo el pie en un tic de ansiedad.

—Te dije que te quedaras en el auto, el trato es que fueras mi chofer, no mi escolta —habla, sin dejar de ver las etiquetas de los precios.

—Me estresa esperar en el coche —revelo, cruzándome de brazos, ejerciendo presión por lo irritante de esta situación.

A ello no responde, me ignora por andar revisando precios. Miro al techo, resoplando absorto por esto. Si continuo esperando a que escoja lo más barato nos va a dar la noche. Gruñendo frustrado, doy zancadas de vuelta a las cajas para tomar un carrito. En orden voy por cada pasillo, tomando cada cosa que considero es necesaria para suplir un mercado. Detergente, blanqueador, jabón para ropa, luego jabón corporal, shampoo, papel higiénico, dentífrico y así paso a la siguiente sección, metiendo de todo un poco. Llegando al último pasillo que es el de los alimentos refrigerados ya tengo el carro casi repleto; hasta frituras, golosinas y jugos he metido. Cuando llego Tyler sigue tan sumido ahora escogiendo la mejor mortadela para sándwiches que no se da cuenta de que llegué.

—Mete eso al carrito —exclamo, captando su atención. Al verme por poco sus párpados desaparecen detrás de sus ojos. Quedó tan pasmado que le cuesta reaccionar—. Vamos, hombre, que no tengo todo el día.

—¿Qué? ¡No! —protesta. Exhausto suelto un suspiro, mandando la mano al rostro rogando paciencia—. No tengo dinero para pagar todo eso.

—Lo pagaré yo, así que pon eso en el carro que no tengo todo el día —rebato, advirtiéndolo con entereza. Niega, espantado por esa atribución que me tomé.

—No, no, en serio que no voy a aceptar eso —continúa, absteniéndose a que le ayude, aunque la verdad lo hago para salir de este maldito lugar.

—Okay, pues entonces te aguantas.

Haciéndolo a un lado, agarro varias cosas de esta sección, echándolas al carro sin pensar. Tyler se interpone en mi camino, pidiendo que no lo haga, cosa que paso por alto. De ahí voy a la sección de carnes donde le pido al que da los cortes un kilo de cada cosa.

—¡Joder!, no como carne —rezonga Tyler tras de mí, por poco sacándome de quicio porque odio que me mienta.

—Mientes, el otro día dejaste el plato limpio cuando te invité a comer ese pedazote de carne que te tragaste sin protestar.

Ante eso no dice nada porque el dependiente se nos queda viendo sonso, muy atento en la conversación mientras corta y muele la carne. Apenas me entrega la carne y el pollo, pide el medio de pago. Rebusco mi billetera en el bolsillo delantero del pantalón para extraer mi tarjeta y dársela.

—En serio que no aceptaré eso —reniega una vez más el chico a mis espaldas.

Viro para enfrentarlo; retrocede un paso por mi imposición. Estoy tan cabreado que es inevitable que no lo exprese en el rostro.

—Entonces me haces de comer algo con esto, así dejas de sentir culpa. Ya deja el drama —zanjo, esperando que pare de protestar.

Teniendo el encargo, lo deposito en el carrito, yendo directo a caja a pagar el resto.

En total salieron cinco grandes bolsas, sin contar la de la carne y de los implementos de aseo. Ni siquiera me molesto a verificar cuánto fue la suma de todo. Entrego la tarjeta y la dependiente me factura. Con el mismo carrito llevo todo hasta mi coche. Tyler me ayuda a guardar todo en el baúl, callado, sumiso, apenado tal vez. Le podrá incomodar que corra con sus gastos, pero me jode más esperar a que escoja cada cosa. Al acabar, nos subimos al coche. No demoro en encenderlo y tomar la vía.

—De verdad que no debiste —murmura, entre apenado e irritado.

—Quería compensarlo, después de todo te lo debo por hacer que te despidieran, aunque sigo convencido de que te hice un favor. —Ojalá que con esto deje de sentirse así.

—Es que es mucho, no sé qué hacer con tanto —reniega, mirando por encima del hombro.

—Si es mucho trago como ballena, así que me haces de comer y voy a tu apartamento. —Doy una solución a su gran dilema, cosa que estoy seguro no va a aceptar.

—¿Que te prepare comida? —inquiere, impactado, viéndome con grande ojos—. Pero si tú tienes quien te haga de comer.

—Pero, ¡Dios! —Aprieto el volante. Imploro a quien sea que esté en el cielo por paciencia—. ¿No dices que es mucho para ti solo? —Le observo un instante, tan severo que retira la mirada, apenado a lo que alego—. Si vas a seguir con tu pendejada, te daré un golpe en la cara para que dejes el maldito orgullo. Lo que hice fue porque me nació, porque quiero compensar el fastidiarte las cosas en tu trabajo. —Suspiro, pensando si es correcto decirle lo demás... Al diablo—. Y también porque me castra hacer compras, más contigo que pareces abuela de ochenta escogiendo la mejor verdura.

Ante eso suelta una risa que ahoga enseguida. Al apreciar su sonrisa me es inevitable no contagiarme. Rio entre dientes, regresando la atención a la vía.

—Torr dice algo parecido cuando compro; que parezco un anciano con miopía y astigmatismo, revisando que lo que tengo en la mano sea un pepino y no un consolador.

Ella tiene razón. Rio con ganas por esa comparación. Tyler me sigue en mi burla. Más calmadas las aguas conduzco un poco hasta que recuerdo que debo llevarlo a su apartamento.

—Bueno, pues, dame la dirección de dónde vives —enuncio, interrumpiendo el momentáneo silencio.

Tyler queda impávido porque tal parece que no quería que fuera a conocer en donde mete la cabeza por las noches.

—Vamos, dime que no voy a andar dando vueltas con toda esa comida en el maletero —insto, checando si sigue con cara de menso, analizando si llevarme o no a su apartamento.

Al final da un suspiro absorto, desgonzando el cuerpo hacia atrás, rindiéndose a lo que pido. Pronto me da indicaciones de donde queda su apartamento, que es demasiado lejano para mi gusto. Teniendo clara la ruta en mi cabeza, conduzco a velocidad moderada, tomando atajos. Pongo algo de música para amenizar el ambiente, a bajo volumen.

—¿Cómo supiste que mis padres son dueños de una multinacional? —cuestiona, tomándome desprevenido cuando doblo la esquina para agarrar la doble calzada.

—Investigué —respondo de lo más natural.

—¿Cómo o con quién investigaste? —indaga, en un tono acusador que me alerta. Es obvio que no le gustó que meta mis narices en su vida; bueno, a cualquiera le disgustaría.

—Soy un futuro abogado, Tyler, tengo el don de la persuasión y lo usé con la vicerrectora académica para entrar en su oficina y revisar archivos de estudiantes.

—¿Y específicamente revisaste mi expediente? —acusa, volviendo el rostro en mi dirección, mostrándose muy desconfiado.

—No sólo el tuyo, también el de otro par de personas de mi interés, entre esos tu amiga Torrance. —confieso, encogiéndome de hombros—. Quería saber si es verdad tantos rumores de que pasaba porque se las jalaba a los profesores.

—¡Ey! —protesta, dándome un golpe en el brazo tan fuerte que me deja doliendo. Furioso lo vuelvo a ver, topándome, para mi sorpresa, con un Tyler diferente, realmente molesto—. Vuelve a decir eso de ella y me va a valer verga que hayas sido bueno conmigo, te parto la maldita cara —amenaza, quitándome los argumentos para defenderme.

—No me vuelvas a pegar —indico, volviendo la vista al frente.

—Me vale una mierda; vuelves a decir algo así de ella y te pego, así me dejes hecho mierda también. —No le importa su integridad con tal de defender a los suyos. No me queda más que callar porque sí, me pasé al decir algo que me consta, no es verdad.

Lo que me jode es ver cómo la defiende, eso quiere decir que la aprecia bastante, puede que hasta la quiera como algo más.

—Solo repito lo que dicen las malas lenguas —me defiendo—, y comprobé que no es verdad tanto chisme.

—Más te vale. Ella está donde está por su propio esfuerzo. Los que dicen eso son una manada de idiotas envidiosos —rebate. Con un ademán de la mano zanja el tema.

—¿La quieres? —No puedo evitar preguntar. De solo pensarlo me cabrea bastante.

—Claro que la quiero, es mi mejor amiga —chanta, agitando la mano.

—Pero ¿la quieres como algo más?

Tyler me ve con extrañeza, mandando la cabeza hacia atrás.

—No, solo como mi amiga. —murmura, entornando la mirada—. ¿A qué viene la pregunta?

—Pregunto porque parecen novios, para todo se comportan como tal —reprocho, prestando atención a la vía. Estoy por llegar a la calle que me indicó donde queda su apartamento.

—Ajá si —zanja, incrédulo por esa excusa.

—Ajá, si ¿qué? —contrarío, demandante. Tyler me ignora, encogiéndose hombros.

—Nada, nada.

El resto de trayecto vamos en silencio. Estando por llegar, me da indicaciones de dónde parar. La calle es una zona residencial, la mayoría son edificios de apartamentos para la renta. Nos detenemos en uno cuya fachada es muy colorida para mi gusto, de un tono azul claro están las paredes pintadas, los marcos que adornan las puertas y ventanas son en adoquín. No es un lugar malo para vivir pero tampoco es que me guste mucho porque se nota que los espacios son reducidos.

Detengo mi coche justo al frente, cuyo porche cuenta con unas largas escaleras que guían a una puerta enrejada.

Desciendo seguido de Tyler, juntos vamos a maletera para recoger las bolsas. Cargo dos en una mano y dispuesto a tomar otro par el chico a mi izquierda se adelanta. Con el ceño fruncido le miro, más que nada porque trata de quitarme lo que cargo en las manos.

—Yo llevo eso, ya hiciste mucho por mí —expone. Enseguida me alejo, evitando que agarre las bolsas sobre mi hombro, que aferro del asa con una mano. Le veo con una cara, que lo hace alejarse temeroso.

—Eres un grano en el culo, ¿sabías? —chanto, cerrando la maletera con el pie, después de tomar las últimas dos bolsas.

—No te pedí que hicieras esto por mí —rebate, otra vez discutiéndome por lo mismo.

—Deja de ser malagradecido, mejor ve a abrirme la puerta que están pesadas las bolsas —mando, apuntando con la barbilla la entrada del módico edificio.

Resoplando, armando berrinche, dando pasos pesados se adelanta para abrir, luego de rebuscar las llaves en los bolsillos de su pantalón. Sosteniendo la puerta me cede el paso.

Hay un hall amplio, a la izquierda hay un pasillo con dos puerta. A la derecha hay otro, con dos puertas y las escaleras. Algo muy importante falta aquí

—¿Dónde mierda está el ascensor? —Arrugo la nariz siguiendo despacio al chico que me adelanta el paso, yendo a las escaleras.

—No hay. Toca subir las escaleras —avisa, mirándome por encima del hombro.

—¡¿Qué mierda?! Espero no toque subir hasta el último piso —protesto, recibiendo en respuesta una risa que me encrespa el estrés.

—No, claro que no —aclara, aliviándome un poco—. Toca subir hasta el antepenúltimo.

—¡Qué mierda!

Tyler vuelve a reír con ganas, ascendiendo ligero las escaleras. Me detengo antes de subir el primer escalón. Furibundo le reclamo con la mirada. Se detiene al estar en el primer descanso, aun burlándose de mi desgracia.

—Dale, deja de quejarte, es bueno para las piernas.

Ruedo los ojos, profiriendo un insulto entre dientes.

Sin más remedio, subo escalón por escalón, primero con demasiada fatiga, después con premura de dos en dos; no quiero quedarme toda la tarde subiendo putos escalones. Llegamos hasta el quinto piso, creyendo que escupiré los pulmones, en cambio Tyler está como si nada. Tengo que dejar de procrastinar o terminaré a mis treinta con un pulmón artificial.

Cruzamos un pasillo a la derecha, hasta el fondo, deteniéndonos en la última puerta donde Tyler deposita las bolsas a un lado para abrirla, cediéndome el paso para que entre.

No pierdo detalle de cada cosa que se cruza en mi campo de visión. El apartamento es pequeño, demasiado, creo que me daría claustrofobia estar aquí pues estoy acostumbrado a los espacios grandes. La ventaja es que tiene varias ventanas que dan vista a la calle, que por fortuna tiene abiertas, sin cortinas. No hay muchos muebles, si acaso dos sillones y una pequeña mesa. Todo es muy simple, sencillo y ordenado. Ubicando la cocina, voy allá para dejar los víveres, notando que la nevera es pequeña; es un cuarto de lo que es mi nevecón de dos puertas. Cuenta con alacenas de fortuna, una estufa con cuatro fogones, y justo al lado de la cocina un lavadero, con una ventana que da a la parte trasera del edifico, que colinda con el vecino. Hay ropa colgada en un tendedero de tres cuerdas, riéndome por toparme con su ropa interior.

Dejo las bolsas en el pequeño mesón con el que cuenta la cocina. Voy directo al lavadero para tomar uno de sus bóxeres, colgándolo en mi dedo índice, poniéndolo a girar.

—Interesante ver calzones al llegar —menciono, volteándome, justo cuando escucho que deposita las demás bolsas en el mesón.

Tyler se espanta, ruborizado y apenado viene a mí, intentando quitarme la prenda pero la alejo de su alcance alzando la mano en alto.

—Deja eso donde estaba —pide, algo nervioso, señalando hacia el tendedero.

Tomo la prenda en alto y, sin pensarlo me la pongo en la cabeza; el resorte se me ajusta bien.

—¿Cómo me veo? —le pregunto, alzando la barbilla, moviendo las manos en un ademán glamuroso, cual diva.

—¡Joder, Rolan! ¡Quítate eso de la cabeza! —exclama airoso, dando saltos para arrebatarme los calzoncillos.

Lo alejo tanto que me da espacio para girarme y correr hasta la pequeña sala. Justo cuando me viro para encararlo, me empuja, haciendo que caiga de sentón sobre uno de los sillones. No sé si es consciente de lo que hace; en un santiamén se me sube a horcajadas para quitarme la prenda de la cabeza.

Desde mi posición lo tengo en su máximo esplendor. Furioso, agitado, sonrojado, perfecto. Sin evitarlo, lo agarro de las caderas para que no se vaya. Solo hasta que siente mis manos, se da cuenta de lo que acaba de hacer; ya es muy tarde para que lo deje ir.

Pronto se intenta incorporar. Siendo más rápido le tomo del brazo, lo halo hacia mí. Llevando la mano atrás de su nuca lo acerco y teniendo a centímetros su rostro me quedo ahí, viendo sus labios, imponiendo con la mirada lo que deseo. No quiero ser el de la iniciativa, quiero que él venga a mí como en el último beso que nos dimos, que corresponda a este deseo, que sé que es mutuo, por mucho que se niegue.

Tyler, con las manos en mi pecho mantiene la distancia. Sus expresivos ojos celestes, temerosos, alertados, reparan en los míos como si buscara una respuesta clara de lo que quiere.

Empuñando su cabello, mando su cabeza hacia atrás, sin ser brusco. Pendiente de su reacción, procedo a acercar mi boca a su cuello y dar una ligera succión, después un beso, y otro más, llegando al borde de su mandíbula. Despacio voy a su oreja para atrapar el lóbulo con mi boca y saborearlo. Le respiro en el oído con la intención de estremecerlo, sonriendo orgulloso por cómo cierra los ojos y empuña mi camisa.

—Solo un beso basta para tenerte así —murmuro contra su oído, volviendo a atrapar su lóbulo para darle un chupón—, y sé que deseas sentir más que besos y caricias. Quieres sentirnos. —Mando la mano a su entrepierna, solo para comprobar, y en efecto, ya está erecto—. Solo date cuenta que igual que yo deseas esto.

Estando a punto de volver a probar de su cuello, Tyler se aleja, apoyando las manos en mi pecho, obligándome a que deje de agarrarle del cabello.

Se me queda viendo dudoso, apartando el rostro a un costado. Tensando la mandíbula, piensa en lo que quiere decirme, deseando poder leerle la mente para entender por qué pone tantas trabas para suplir una necesidad que es netamente sexual. Es innegable que quiere tener relaciones, pero que salga con eso del amor es lo que me pone de malas, y deseo que se dé cuenta que no necesitamos de eso para experimentar de lo glorioso que es el sexo.

—Yo... —murmura, cabizbajo, apartándose más, aunque no se atreve a bajarse de mi regazo.

Está como me gusta, sonrojado, tan duro que se nota a través de su jean. Pongo la mano sobre su miembro, tallándola de arriba abajo.

—Solo mira cómo estás. No puedes negarle al cuerpo lo que siente. —Continúo frotando hasta que aferra mi muñeca, apartando la mano. Se asevera, más resuelto a hablar.

—Por esto es que no quiero. Lo ves como algo físico, pero de acá estamos vacíos. —Señala su pecho, haciendo que vuelque los ojos.

—Otra vez con lo mismo, joder —protesto, pegando los brazos de forma sonora en los descansabrazos del sillón.

—Me atraes, Rolan, no lo niego —interviene. Con esas malditas palabras obtiene en entero mi atención—, pero no quiero hacerlo porque no estoy listo.

—¿Cómo que no estás listo? —Lo observo, ofuscado, casi airado—. Solo mírate.

—Podré ser evidente, pero no estoy listo —repite, sacándome ahora si el mal genio.

—¿Y por qué no estás listo? —pregunto, frotándome con una mano la frente.

Aparta la mirada, cabizbajo, más reticente que de costumbre, algo molesto por tener que dar la razón. Pienso y pienso, hasta que un clic activa mi pensamiento deductivo.

—Eres virgen —indago, aunque es más una afirmación.

Espantado, el aludido me vuelve a ver. Tenso, después suspirando, asiente, agobiado de revelar ese hecho.

—¿Ni siquiera te han tocado por el frente? —inquiero, entrecerrando los ojos. Enojado en esta oportunidad, niega con la cabeza.

Derrotado, me dejo caer, mandando la cabeza atrás, viendo hacia el techo. Esto es más jodido de lo que pensé. No sé lidiar con vírgenes porque son un dolor de cabeza. Con razón dice tantas idioteces sobre el amor y esas babosadas, porque quiere que su primera vez sea especial. Por un instante miro a Tyler quien se quita de encima, no alcanzo a ver su expresión. Me da la espalda, yendo a la cocina a guardar el mercado en la alacena.

Mando el cuerpo hacia adelante. De piernas abiertas, apoyo los codos en las rodillas, entrelazo los dedos y veo en dirección al chico que me metió en este debate mental. ¿Cómo concilio con mi cuerpo? Lo deseo como no tiene idea, lo quiero en entero para mí. No obstante... ¡Pff! Me lo pone demasiado difícil, más si pienso en lo que me dijo en la azotea de aquel parqueadero. Lo que le pasó con su expareja lo marcó, y que venga a jugar con sus sentimientos no es justo. Y no es que lo piense, el solo pretender que lo quiero para tener sexo y después botarlo cual desperdicio, no soy de esos, tengo principios y sé lo hecho mierda que es eso. Solo que me canso rápido de estar en eso de los mimos y las caricias; mucho dulce me da diabetes, soy propenso a las arcadas, me dan asco las muestras de afecto.

No sé qué hacer, me quiero ir, dejar este capricho atrás. Pero por otro lado deseo quedarme, experimentar con el chico virgen, probar de eso que él pide. Me sacudo los cabellos, exasperado por este enredo mental. ¿Qué hago? El estrés al no decidirme me entra tan de repente que me pone enseguida de mal humor.

—Prepararé carne guisada con papas fritas ¿te apetece? —Esa voz...

Enfoco la cocina, de donde apenas se asoma Tyler, con cara expectante, aguardando por mi respuesta. ¡Puta mierda! ¡Son esos malditos ojos! Son la respuesta que necesito para no dar más vueltas.

—Sí, sí quiero —contesto. Me impulso hacia arriba al apoyar las manos en mis rodillas. Me yergo enseguida y voy a él a pasos firmes.

Si quiere una estúpida relación pastel no se la daré, eso será bajo mis términos.

Ingreso a la cocina; Tyler revisa las carnes, las separa en bolsas más pequeñas y las mete al refrigerador que apenas da para que las meta apeñuscadas. Aún sigue ordenando la comida en las alacenas. Por fortuna la mayoría son latas de conserva, alimentos no perecederos, así que le queda justo guardarlas fuera de la nevera, quedándole espacio solo para refrigerar hasta el bote de helado de cinco litros que no me di cuenta que empaqué. Las verduras y lo demás lo escogió él al inicio, así que no me extraña que para la carne que piensa preparar la acompañe con papas fritas.

Me siento al filo del mesón, cruzo los brazos y me quedo ahí, contemplando al chico que me tiene como un imbécil detrás de él. Está tan concentrado guardando cosas por orden que no le molesta que me le quede viendo. He notado cuando se encoge de hombros o se tensa cuando lo vigilo, es gracioso como se intimida con facilidad.

Cuando se estira para poner arriba de la alacena las cajas de cereal, ladeo la cabeza para apreciar su abdomen, que se descubre al subírsele la camiseta blanca. Me muerdo el labio, a tientas de interrumpirlo, pues me cala esa condenada V que enmarca su pelvis. No sé por qué una buena pelvis tonificada me prende demasiado. Detallo más cuando agarra otra caja para colocarla junto a la primera. Su playera se sube más, dejando ver su espalda, siendo una bendita epifanía lo que descubro.

Justo al inicio de sus glúteos se marcan unos hoyuelos, precisos para cuando lo tome de las caderas, clavar ahí mis dedos pulgares. ¡Esto es putamente sublime! Me muerdo tanto el labio que tengo que liberarlo para no lastimarme. Las manos me hormiguean ante esta nueva tentación. Achico los ojos y aprieto los labios en una reducida O, en ese gesto de ver la cosa más suculenta, sintiéndome tan afortunado. Hombres con un cuerpo así: solo uno en un millón.

Después de acomodar la última caja de cereal, prosigue con las latas de conserva, revisando cada una. No me fijé ni qué metí, solo cogí una lata de cada cosa y la eché al carro.

—Soy alérgico al maní —menciona, después de revisar un paquete. Se gira, por lo que tengo que disimular que me quedé botando la baba por él.

—Dámelo —pido, estirando la mano. Me entrega el paquete, estando a tientas de halarlo hacia mí.

No le gusta que lo trate a la fuerza, bueno, a cualquiera no le gustaría, pero es la única forma que sé para obtener lo que quiero. Por esta vez me abstengo para no dañar más los ánimos. Abro el empaque, yendo a la sala, dispuesto a ver televisión pero...

—¿Dónde carajos tienes el televisor? —exclamo, comiendo un puñado de maní con pasas.

—No tengo —responde, dejándome con la boca llena y solo una pregunta crucial.

—¡¿Cómo verga no te aburres si no tienes televisión?! 


•••

Este Rolan me recuerda a un comediante con sus "Dramas de la clase alta", la gente de Colombia me entenderá xD

Por lo pronto espero hayan disfrutado el capítulo, mientras uds. dejan sus comentarios y votos, iré a editar el siguiente. 

¡Saludos y gracias por leer!

Continue Reading

You'll Also Like

82K 8.1K 22
Esto es despues de los sucesos de la pelicula (Extremadamente Goofy 2) despues de que Max junto a su padre lograron ganar la competencia de Los juego...
128K 614 73
Compilacion de historias y relatos eróticos.
293K 19.2K 35
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...
42.4K 4.9K 26
Segunda temporada de El "dulce" esposo de un mafioso -Quienes son ustedes?- -Somos los que secuestraron a su marido, y aquí se lo devolvemos no lo q...