Atracción mortal.

By andreawoon

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Dereck Jones y Hailey Williams en un mundo perfecto, jamás hubiesen coincidido. Él no tenía nada, ella poseí... More

Dedicatoria.
Personajes
Prólogo
2.- Escape.
3.- ¿Alianza?
4.- Cobardía.
5.- Contra esquina.
6.- Culpas.
7.- ¿Otra vez tú?
8.- Muffins.
9.- Sentirse bien.
10.- Consecuencias.
11. -No es un error.
12.- Quedarse o escapar
13.- Permitirse confiar.
14. -Muffins y algo más
15.- Si eres importante.
16.- El chico que quiero ser.
17.- Más que una fachada.
18.- Un sitio seguro.
19.- Era cuestión de tiempo
20.- Sueña conmigo.
21.- Merecedor de más.
22.-No sería capaz.
23.-Rayo de luz.
24.- Falsa esperanza
25.- Respuestas
26.- Ojalá pudiera
27.- Romper el silencio
28.- A la luz.
29.- Liberación
30.- Darle el poder.
31.- Usar la razón.
32.- Deseos
33.- Tener un lugar
34.- Sellwood.
35.- Ser capaz.
36.- Son solo mentiras.
37.- ¿Ahora qué?
38.- Serie de malas decisiones.
39.- Cumplir el propósito.
40.- Culpas
41.- Aceptar la realidad.
42.- Familia.
43.- No es el final
44.- Fuego extinto.
45.- Paraíso
46.-Parte de algo.
47.- Lo que siempre merecí.
48.- Perdonar
49.- El chico real.
50.- Crear arte.
51.- Enfrentamiento
52.- Apagar el dolor.
53.- Un futuro grande.
54.- La vida más bonita.
55.- El ser real.
56.- Los infiernos no son para siempre.
Epílogo.
Extra 1.- Mi paraíso
Extra 2.- Lo mejor del mundo.
Extra: Jayden Lewis.
Agradecimientos
Secuela Extra
HISTORIA NUEVA: JAYDEN LEWIS

1.- Dejar de ser.

11.9K 569 32
By andreawoon

«Una historia no tiene principio ni fin: uno elige arbitrariamente ese momento desde el que mirar hacia atrás o desde el que mirar hacia adelante «.

—(Graham Greene, El fin del romance)

Mi espalda choca contra la pared, la primera ola de dolor llega, cierro los ojos con fuerza antes de deslizarme hasta el suelo.

Elevo los brazos por instinto, cubriéndome el rostro y la piel de los brazos arde cuando el material del cinco choca contra ella con salvajismo.

La sensación no se detiene, me hago ovillo contra la pared intentando aguantar, porque sé que inevitablemente va a cansarse y entonces me dejará en paz. Los insultos llenan mis oídos, las palabras hirientes dejan sensaciones más dolorosas que los golpes que el hombre frente a mí deja contra mi cuerpo.

Cuando creo que el dolor no va a detenerse, despierto.

Estoy agitado, con la respiración entrecortada y los ojos aguados. Maldigo en voz baja antes de decirme a mí mismo que solo fue un sueño.

Excepto que no lo fue.

La escasa luz de la habitación me permite ver los moretones de mi piel, paso las yemas de los dedos sobre el brazo, no fue un sueño, fueron recuerdos de lo que la noche anterior había ocurrido.

Son las cinco de la mañana, aún tengo el tiempo suficiente para dormir porque el curso escolar no comenzaba sino hasta el día siguiente, pero sé que será imposible volver a conciliar el sueño, así que me levanto.

Bajo a la cocina intentando no hacer demasiado ruido. El mal sueño me ha dejado una sensación agridulce en la boca, abro la nevera y tomo un poco de agua, lo fresco del líquido me alivia.

Regreso a la habitación, aún con el vaso de agua en mis manos. Me cambio la ropa y me aseguro de que la chaqueta cubra por completo los moretones antes de salir de casa. Tengo la mercancía conmigo, ir a Sellwood tan temprano era la mejor opción, no había posibilidad de que nadie te atrapase.

El clima es frío, la ciudad de Portland se caracterizaba por poseer un clima que no superaba los 23 grados, era lo más cálido que podías llegar a experimentar. Y cada que había días como este, recordaba a mamá.

La última vez que vi a mi madre fue una tarde fría de diciembre, con la temperatura rozando los cinco grados y un frío que te hacía castañear los dientes. Apenas tenía cinco años, no entendía lo que estaba pasando, y nadie se molestó en explicármelo.

Tenía cinco años cuando murió, cuando lo único que dijo fue: "Se valiente" ¿Por qué tenía que serlo yo? ¿A caso ella no pudo luchar más por mí?

Tenía cinco años cuando mi infierno comenzó. Cuando entendí que estaría solo en el mundo, que no habría nadie que velara por mí, que tendría que arreglármelas solo porque la única persona que debía estar a mi lado, decidió abandonarme.

Han pasado trece años desde su muerte, trece años en donde he tenido que sobrevivir por mi cuenta, y vaya que lo estoy consiguiendo.

Son las seis de la mañana cuando llego al acostumbrado callejón, saco el cigarrillo de uno de mis bolsillos mientras espero que el chico al que debería entregarle la mercancía llegase. No faltaba mucho, acordamos vernos temprano y sabía que no tenía que preocuparme porque no llegara, nadie se atrevía a dejar esperando demasiado a su proveedor.

Suelto el humo retenido en mi boca, disfrutando de la sensación que me provoca el cigarrillo. Apoyo la espalda contra una de las paredes del callejón mientras me sostengo con un pie y el otro lo apoyo contra la pared.

—¿Tienes lo mío? —elevo la mirada, Daniel me observa con atención. Asiento, meto la mano en mi bolsillo buscando el pequeño empaque y lo tomo entre mis dedos.

Me aseguro que no haya nadie más que nosotros y extiendo la mano hacia él, Daniel deja el dinero en mi palma al mismo tiempo que toma la pequeña bolsa y se marcha dedicándome un asentimiento.

Me deshago del cigarrillo y camino del lado contrario. Nadie me presta atención cuando salgo del callejón. Nadie prestaba particular importancia a los barrios bajos de Portland. Todos estaban preocupados por sus propios asuntos, así que era el lugar adecuado para ganar un poco de dinero.

Paso la mano por mi cabello revolviéndolo antes de subirme a la moto. Me aseguro que no haya nadie detrás de mí, nunca se sabe cuándo un grupo de imbéciles está en busca de quitarle el dinero a alguna pobre alma descuidada.

Conmigo no era el caso, siempre estoy atento, sé que este mundo es peligroso y me gusta tomar mis precauciones. Me coloco el casco y avanzo por la calle, dejando atrás el sucio aroma de la calle Streetwood, el aire me golpea la piel descubierta y me reprendo por no haber cargado la chaqueta conmigo.

No debería ir a casa, es demasiado temprano y mi padre seguramente estaría ahí. Normalmente hacía lo posible por no toparme con él, iba a la escuela toda la mañana y luego me perdía entre los callejones de Sellwood, uno de los tantos barrios bajos que Portland poseía.

Muchos de ellos se caracterizaban por las peleas clandestinas, Northwest era el más conocido. Sin embargo, era arriesgado intentar hacer negocios en un lugar inundado de peleadores. Un mal entendido y podrías acabar en el hospital, o muerto.

A pesar de todo, valoraba mi vida.

Suspiro cuando estaciono frente a casa y observo el auto de mi padre. Me debato entre entrar o no, probablemente estaría ahogado en alcohol, con suerte lo encontraría dormido en el sillón de la sala y no tendría que tolerar sus insultos.

O bien podría regresar a Sellwood y volver al anochecer.

—Dereck —reconozco la voz de la señora Thompson, mi dulce vecina—. ¿Por qué no estás abrigado? Puedes enfermarte.

—Hola, señora Thomson —saludo—. Salí con prisa.

Me bajo de la moto, guardo las llaves en mi bolsillo y coloco el casco bajo uno de mis brazos.

—Que tenga buen día —camino el estrecho camino hasta llegar a la puerta, tomo una inhalación antes de meter las llaves en la cerradura y abrir.

Tal y como lo preví, mi padre está sobre el sillón dormido. La televisión suena a volumen alto narrando una pelea de boxeo, botellas de alcohol lo rodean por completo y no puedo evitar sentir que la decepción me invada otra vez.

A mis dieciocho años había aprendido a valerme por mi mismo, creo que es algo que ocurre cuando tu madre te abandona a los cinco años y tienes que vivir con un padre que pasa la mayor parte del día alcoholizado.

Abro el refrigerador, no me sorprendía no encontrar más que un par de trozos de piza de la noche anterior. Las tomo con pesar y me sirvo un vaso de agua. Meto las rebanadas al horno y programo el tiempo para que se calienten, le doy un sorbo al vaso disfrutando de lo refrescante que me parece el líquido.

Cuando el horno emite el sonido característico de que ha terminado, saco el plato y voy a mi habitación, el único refugio en esta casa.

Reviso el celular, varios mensajes de Colton se leen en la parte superior de la pantalla.

"Esta noche en donde siempre ¿te unes?"

Le doy un mordisco a la pizza antes de responder.

"No se pregunta, ahí estaré."

Observo el reloj de la pared, son cerca de las cuatro de la tarde, probablemente pueda hacer un par de cosas antes de ir a casa de Colton. Me termino las rebanadas de pizza y bajo de nuevo para colocar los trastes en el fregadero. Han pasado cerca de veinte minutos desde mi llegada, pero cuando volteo, mi padre no está en el sillón, antes de que pueda preverlo, un golpe seco a mi costado me sobresalta.

Aprieto los dientes al ver a mi padre tambalearse a mi costado. Extiende la mano en mi dirección y sé exactamente lo que quiere.

—Hoy no tengo nada —mascullo.

—No intentes pasarte de listo conmigo —advierte—. Sé qué haces buen dinero con tus mierdas.

—Pues son mis mierdas —reto—. Por lo tanto, mi dinero.

Cruzo por su lado, sin embargo, no me permite avanzar. Me toma del brazo con fuerza haciéndome voltear, cuando me tiene de frente sus manos se colocan a los costados de mi cuerpo, me empuja hacia atrás hasta golpear mi espalda con el umbral de la puerta.

Parece que no ha tenido suficiente con la golpiza de la noche anterior.

Retengo el quejido de dolor y lo siento meter su mano en mi bolsillo, en un par de segundos tiene el dinero en mano.

—¿No que no tenías dinero? —inquiere enseñándomelo. Intento arrebatárselo, pero la palma de su mano golpea el costado de mi rostro. —. No vuelvas a mentirme.

Se aparta, guardando los billetes en su bolsillo y retengo la palabrota que amenaza con salir de mis labios.

Estiro la espalda, lo sobresaliente del umbral ha dejado una sensación de ardor en la zona, el golpe seguramente dejará un moretón, al menos esta vez no será visible.

Regreso a mi habitación, tomo la chaqueta y las llaves de la moto y bajo otra vez. Mi padre se mantiene con la mirada fija en el televisor y ni se inmuta ante mi salida abrupta de la casa.

Llego antes de la hora acordada a la casa de Colton, mi amigo me recibe con una sonrisa.

—Sé que la puntualidad y tú son mejores amigos, pero cada vez me sorprendes más —bromea abriendo la puerta por completo y permitiéndome el acceso.

Colton Harrison era todo lo opuesto a mí. Capital del equipo de futbol en la escuela, padres casi millonarios, una casa que parecía mansión y un nerd en las calificaciones.

Yo, en cambio, Dereck Jones, era el fracaso hecho persona. Padre alcohólico, con la economía apenas suficiente para alimentarme, calificaciones por los suelos, más de una advertencia de expulsión y metido en negocios turbios como todos lo decían en la escuela.

Aunque exageraban en eso último. No es como si me hubiese convertido en un mafioso a mis casi diecinueve años.

—Mis padres están fuera, así que he organizado una fiesta —informa.

—Con tu mensaje creí que te referías a otra cosa —confieso.

—Si te decía de una fiesta, es imposible que vinieras —la diversión se adueña de su mirada—. Ya que has venido con mucho tiempo de anticipación, serás de ayuda.

Ruedo los ojos.

—La señora Harrison se volverá loca si ve esto —señalo los cartones de alcohol, me inclino para tomar uno y busco un abridor en la cocina. Abro la botella antes de darle un largo sorbo.

—Oh, Dereck, procura no hacer negocios en mi casa —advierte señalándome—. No quiero problemas.

—¿Qué hay de hacerlo en el jardín?

—Jones, no me hagas patearte el trasero tan temprano —reprende—. Nada de vender esas cosas en los límites de mi propiedad.

—¿Qué mierda contigo, Colton? —inquiero entre risas—. ¿Desde cuando hablas como agente inmobiliario?

—Dereck, estamos en último año, debes disfrutar un poco y no estar en esas mierdas —reprocha—. Un día de estos acabarás muerto.

—No exageres —mascullo—. Es la única manera de obtener dinero.

—Claro que no, puedes buscar un trabajo —sugiere acomodando las botellas en la nevera—. Será menos peligroso.

—¿Partirme la espalda trabajando para que luego mi padre me quite todo? No gracias —me delito son el sabor amargo de la cerveza en mi boca.

—¿Lo hizo otra vez? —inquiere girando hacia mí.

No necesito responder a eso. Él sabe perfectamente que es así. Algo que apreciaba de Colton es que no se inmiscuía en mis asuntos, sabía mantenerse al margen, sabía cuándo dejar de preguntar.

—Te mantienes solo, si dejas esa casa, podrías estar mejor —resoplo. —Sabes que yo...

—Tus padres no permiten que ponga un pie en esta casa cuando ellos están —le recuerdo—. Agradezco tus intenciones, pero no es tu problema.

Salgo de la casa. Lo escucho llamarme un par de veces más pero no hago caso. La amistad que mantenía con él era algo complicada, no les agradaba a sus padres, el único contacto que teníamos era en la escuela, y cuando sus padres estaban fuera.

Los señores Harrison no querían que un "pobre vago" como yo se juntara con el que podría ser el siguiente director de sus empresas hoteleras.

Voy a mi refugio, al único sitio en donde no me siento un completo fracaso: Sellwood.

—¡Jones, que sorpresa! —el sarcasmo es evidente en la voz de Flyn, tira el cigarrillo sobre el polvo y lo pisa—. ¿Qué te trae por aquí?

—Lo mismo de siempre —me bajo de la moto. Una pelea de boxeo se reproduce frente a nosotros—. ¿Hoy es buena?

—El gran Lewis —dice señalando la pantalla—. Es una máquina sobre el cuadrilátero.

Observo al hombre que señala, no era fanático del boxeo, nunca me gustó. Ni practicarlo ni mirarlo, pero los chicos de Sellwood parecían tener una completa adicción a ese deporte.

Acepto la cerveza que me ofrece, mientras mantengo la atención en el viejo televisor. Sonrío cuando noto la brutalidad con la que ambos hombres se golpean, bueno, al menos debe ser un buen método para descargar la ira.

—¡Así es! —Flyn grita con entusiasmo cuando el árbitro eleva la mano del "gran Lewis". Luego se gira hacia los otros chicos y extiende las manos hacia ellos. Varios billetes se dejan caer en su palma y el parece satisfecho.

—¿Tienes mercancía para mí? —inquiero.

—Podría darte algo —responde sin mirarme—. ¿Cuánto tienes?

—Nada.

Eleva la vista. Una sonrisa burlona aparece en sus labios y niega.

—Sabes cómo funciona esto, Dereck. No puedo darte mercancía si no traes nada. Lo siento amigo.

—Necesito dinero, Flyn—. Mascullo detestando sonar suplicante—. Un par de bolsas y ya está, prometo pagarte.

—Aquí no aceptamos caridad, Jones —responde con firmeza—. Vuelve cuando tengas como pagar.

Suelto una maldición, le doy la espalda y salgo de ahí antes de cometer una locura. Odiaba esto, odiaba el mundo en el que me había sumergido.

Apenas tenía dieciocho, ¿no se suponía que a esta edad es cuando la juventud se disfruta? No estaba aquí por gusto, una parte de mí sabía que debía alejarme, pero la otra me recordaba constantemente que este era mi lugar.

He pasado los últimos cinco años de mi vida intentando convencerme de eso, pero había algo que decía que no era verdad. Ese mismo algo que no me dejaba rendirme, eso que había estado conmigo desde la muerte de mi madre.

Ese algo que no he descubierto, pero que me hace saber que merezco más, mucho más que este infierno llamado vida. 

__________________________________________________________________________________

¡HOLA, HOLA!

Me emociona muchísimo empezar este proyecto, la verdad. Espero que estén tan emocionados como yo por esta historia. Para los que me siguen en Instagram ya saben que esta tiene relación con el libro "Contra las cuerdas", pero es totalmente independiente, así que no requiere de leer absolutamente NADA antes para entender. 

¡Gracias por todo el apoyo! 

Los días de actualización serán: Lunes, Miércoles, viernes y sábado, a las 4:30 pm. 


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