No te enamores de Ada Gray (L...

By FlorenciaTom

18.3K 1K 80

Ada Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo c... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Final de la primera parte
SEGUNDA PARTE

Capítulo 30

294 18 1
By FlorenciaTom

CAPÍTULO 30.

Fue extraño ingresar al local de ropa del centro comercial y que sonara la canción de Becky G “Mayores”.

Me sentí extraña, aunque ya la había oído y la declaraba una de mis favoritas. Aunque Max y yo nos llevábamos más de diez años, no lo consideraba como una persona bastante grande para mí. Sólo que salía del rango de edad con los que solía estar. Yo y mi maldita costumbre de acordarme de él o intentar relacionarlo con cualquier canción que escuchara. Que conste que me estaba torturándome a mí misma.

Mientras buscaba algún vestido colgado que me llamara la atención para la fiesta de aquella noche, miré por alguna extraña razón hacia mi derecha y vi a la persona que menos esperaba encontrarme. 

—¿Miranda? 

Apenas pregunté, ella me miró un segundo con rostro serio hasta que sus ojos se volvieron tan grandes como platos. Estaba mirando vestidos al igual que yo, pero en las mesas de liquidaciones.

—Carajo —la escuché mascullar y empezó a escabullirse entre otras clientas.

Oh no, esta vez no se me iba a escapar.

Mientras pedía permiso para poder alcanzarla, vi que pretendía meterse en los probadores, pero la casé justo del brazo antes de que lo hiciera.

—Oh tía. Que agradable sorpresa —me dijo, con voz falsa y fastidiada por mi presencia.

Todavía recordaba cómo me había echado a patadas de su casa sólo por pedirle que me enamorara de un demonio. Yo también hubiera reaccionado así ante esa GRANDE petición.

Ella se zafó de mi agarre y me miró, con los brazos cruzados. Odiándome, claramente.

—Tenías razón —fue lo primero que le dije —. Max resultó ser el hijo de Hades.

—¡¿Qué?! —se escandalizó, pestañeando más de lo normal.

—Si te invito un café ¿lo aceptarías?

Se quedó pensando un rato largo, hasta que lanzó un largo suspiro de rendición.

—No sin antes elegir un vestido —me respondió, aflojando los brazos —. He viajado a Chicago porque la familia de mi mejor amiga tiene una fiesta navideña importante en un barrio privado y cómo ya sabes, estamos más solas que un perro y no tenemos con quién pasarla. Así que acepté hacerlo y pasaré la navidad y año nuevo en la ciudad—me explicó, sin ánimos en su voz.

—¿La familia que hará la fiesta es la familia Coleman? 

—Sí —frunció el entrecejo —¿Los conoces?

Wow.

—¡Sí! Pasaré navidad con ellos porque son la familia de Adam, mi amigo.

—Sabes que esto no es una coincidencia ¿no? —me aclaró, seria —. Veo que nuestras madres nos quieren juntas y que al menos, no pasemos las fiestas solas. No tengo dudas ni sospechas.

Pasé mi brazo por el suyo y la miré.

—¿Por qué negarnos al pedido de las diosas, entonces? —le sonreí, contenta.

El vestido que elegí me encantó, me pareció elegante y acorde a la ocasión. Era un vestido de dos colores, negro y rojo. De manga larga con los hombros descubiertos y negro, con detalle de encaje en la bastilla. La parte de abajo era de color rojo hasta más debajo de la mitad de los muslos y una bonita tela de encaje como decoración en los bolados de la falda. También compré unas medias largas y transparentes. Tenía unos zapatos que hacían juego y que había traído en el viaje.

Gracias a Dios, tenía suficiente dinero como para poder costearlo y que mi antiguo sugar se había encargado de depositar. Gracias Max, pero no era decisión tuya si tomaba un empleo de invierno o no. Me gustaba el dinero fácil, eso no lo discutía, pero más me gustaba ganarlo por mi propia cuenta. 

—Así que Max resultó ser el hijo de Hades —fue lo primero que me dijo Miranda apenas nos sentamos en la mesa de un Starbucks con vista al pasillo del centro comercial.

Pedimos un café con tostadas rellenas de jamón y queso, el cual comenzaba a derretirse en nuestros platos.

—Sí —confirmé, mirando y pasando mi dedo pulgar sobre mi nombre en el vaso descartable.

—¿Y continuar enamorada de él o esa noticia te asqueó tanto que decidiste alejarte cuanto antes? —me preguntó, curiosa—. Dime por favor que es la última opción.

Mi silencio fue la respuesta que ella necesitaba cómo para que hundiera su rostro entre sus manos y lanzara un gruñido.

—¡Ada supéralo, está prohibido que te enamores de alguien que pertenece al MALDITO INFRAMUNDO!

—¡Lo sé! —exclamé, intentando bajar la voz para no llamar la atención de nuestro entorno.

—Por favor, olvídate de Max, tengo un mal presentimiento y no he parado de pensar en la taza y su contenido negro desde la otra vez que viniste a mi casa —insistió.

—Es fácil pedírmelo, pero más complicado es cumplir lo que me dices, Miranda —le dije, tratando de calmarla con todo aquel rollo —. Max, de todas formas, se ha enamorado de mí. Él me lo confesó.

—Ada, te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

—¿Eh? 

—¿Ves lo fácil que es decirlo? —soltó, con tostado en su boca—. Puedes escuchar y leer las palabras, pero es muy difícil saber si es lo que realmente siente.

—No me está gustando el camino que está tomando esta conversación, Miranda.

—Y a mí no me gustaría verte sufrir, tía Ada —relajó el gesto y me miró, apenada —. Deja de ser tan confiada y por favor, se más precavida.

La miré, algo triste. Sabía que podía llegar a tener razón, pero...estaba muy aferrada a Max y aquellos tres meses me habían golpeado tanto que no pensé jamás necesitar tanto a alguien.

Y mi único propósito en aquella fiesta era demostrarle lo que se había perdido. Si es que asistía.

Mientras continuábamos charlando con Miranda, me llegó una video llamada a mi celular de Adam.

—Discúlpame un momento —la interrumpí a ella.

Atendí, aún sentada en mi lugar. El rostro de Adam apareció en mi pantalla. 

—¡Hola, Adam! —lo saludé, con una sonrisa—. Estoy aquí con una amiga, me la he encontrado aquí, en el centro comercial—desvié la cámara hacia Miranda para mostrársela, quién primero sonrió con timidez, pero luego se acercó más a la pantalla con los ojos como platos.

—¡Dios mío, que guapo eres! —exclamó mudamente, cuando yo volvía la cámara hacia mi rostro.

—¡Hola chicas! —saludó Adam, agitando su mano —Ada, tengo dudas sobre lo que me pondré esta noche ¿crees que se me verá bien en esmoquin con una pajarita roja? Quiero que se entienda bien la temática navideña —se echó a reír.

—¡Por supuesto que sí! Un moño rojo se te vería fantástico y seguro a tus padres les gustara. Buena elección. Yo también opté por detalles rojos en mi vestido.

—Él se vería mejor en mi cama —murmuró Miranda, bebiendo un sorbo de café y hundiéndose en su asiento con los ojos desviados hacia un costado.

—Mi amiga me pregunta por aquí si estás soltero —le pregunté a Adam, sin miedo a que Miranda me matara por ello.

—¿Qué? ¿Una amiga tuya está interesada en mí? —preguntó Adam, avergonzado y con voz nerviosa. Desde la pantalla del móvil se veía que estaba ruborizado.

Le di el celular a Miranda, quién lo tomó con perplejidad y con las manos temblorosas.

—Hola —lo saludó miranda, acomodando disimuladamente su cabello con su mano libre y con una sonrisa nerviosa.

—Hola... ¿te gustaría ir por un café algún día? —le preguntó Adam sin rodeo alguno y con voz exageradamente seductora y profunda.

—¡Sí! —se aclaró la garganta y puso la voz más seria en vez de su pitido que la definía —. Digo, sí. No veo por qué no ¿Quieres mi número?

Luego de escucharlos despedirse, Miranda me devolvió mi celular y parecía demasiado contenta. Eso resultó contagioso, ya que no podía parar de sonreír por verla así.

—Dios mío, estoy fascinada con su sonrisa. Es muy guapo —me dijo Miranda, fascinada.

—Esta noche lo veras en la fiesta —le conté, apoyando mi mentón en la palma de mi mano.

—¿Ustedes dos tuvieron algo? —me preguntó, mirándome pensativa —Siento una gran conexión entre ustedes dos, pero...más él que tú.

Tragué saliva.

—Hemos follado unas tres veces —le conté, avergonzada —. Pero ha sido algo pasajero.

—No pretendo ofenderte con lo que te diré, Ada pero...Adam busca algo más que sólo un follamigos.

—No, imposible —le aclaré rápidamente y me incliné sobre la mesa —. Somos amigos y hemos tenidos encuentros, nada más. Él lo sabe.

—No te asustes, él no está enamorado de ti, pero sí se siente muy atraído. Es justificable ¿quién podría competir con la hija de la mismísima Afrodita? 

—Si tú estás interesada en Adam, me haré a un lado sin dudarlo —le dije, con la intención de tranquilizarla.

Me miró, pensativa.

—¿De verdad?

—Sin lugar a duda.

—Bueno, eso me pone contenta y me alegra saber que quizás, la hija de Cupido se anime a enamorarse de una vez por todas —sonrió para sus adentros —. Pero por favor, deja de pensar en tener un trio con Max y él.

Por poco escupo el café apenas la oí. Ay por Dios.

—¿Qué? —un calor inmanente subió a mi rostro —¿Cómo sabes eso? Yo...

—Puedo sentir desde aquí tus deseos más ocultos —me sonrió, maliciosa —. Sé que anoche has soñado cómo sería tener un trio con Max y Adam, pero no sé el contenido del mismo. Tampoco me interesa saberlo.

Por el amor de Dios, estaba completamente ruborizada.

—Recuérdame no volver a hablar contigo, Miranda.

—Eres una loquilla, Ada Gray. Igual que tu madre.

Regresé en taxi a la casa de Adam alrededor de las doce del mediodía. En todo el viaje pensé la charla con Miranda, la conversación por celular con Rose, mi no relación con Adam y la imagen de Max llorando por mí en la cabeza.

Quise aferrarme a la idea de que Max se había arrepentido, que había analizado la situación y que por fin dejaría de ser tan cobarde como para estar conmigo. Me resultaba tentador estar enamorada del mismísimo hijo de Hades.

Quizás por eso me había sentido tan atraída a la primera, porque amarlo para mí era un desafío y una barrera que quería romper. Si Hades y Perséfone habían logrado estar juntos... (no quiero justificar el maldito rapto), quizás nosotros seríamos la pareja después de ellos.

Tan sólo pensarlo me prendía fuego.

Y sí, mi mente me jugó una mala pasada y terminé teniendo un sueño bastante picante. Cosa que no quería recordar porque cada vez que lo hacía me ruborizaba y sentía un leve cosquilleo en mis partes íntimas. Dios mío, basta Ada.

 

Las nueve de la noche finalmente llegó, y con ese horario se le dio comienzo a la fiesta de la familia Coleman. Desde la planta alta podía oírse el vibrar de las canciones a medida que se reproducían. Un vibrar que atravesaba mi pecho.

Con mi vestido puesto, unos zapatos de infierno y un escote pronunciado, me puse el segundo arete en mi oreja derecha. Estaba lista, aunque, a último momento, elegí ponerme un labial rojo fuego.

Mis pestañas largas hacían más grande mis ojos grises. 

—Listo —finalicé, dedicándole una sonrisa a mi reflejo.

—Idéntica a tu madre.

Pegué un grito de muerte al cual callé colocándome las manos sobre la boca cuando vi la presencia de Rose detrás de mí a través del reflejo del espejo.

—¿Qué haces aquí?¡¿Cómo entraste?! —grité, aterrada, echándole una mirada fugaz hacia la puerta y cualquier abertura en la que pudiera ingresar con facilidad.

Rose tenía un vestido blanco hasta los pies, corte en V a la altura del escote y que le hacia una notable figura. Se sentó sobre la cama, cruzándose de piernas y apoyando sus manos sobre el colchón. El pánico me invadió.

—¿Sentiste alguna vez la presión horrible de guardan un secreto y no poder contárselo a nadie, Ada? —me preguntó, con un movimiento de cabeza, con gesto incrédulo.

—Rose, no te lo volveré a preguntar ¿cómo entraste? —me faltaba el aire.

¿Dónde estaba mi celular para mandarle un pitido de alerta a Adam? Dios mío. Cálmate Ada, intranquila no puedes pensar. Dios, mi maldito móvil.

—¿Y cómo tú puedes desatar la tristeza de Afrodita si llegas a pronuncias palabra alguna de aquel secreto? —continuó diciendo, ignorándome.

—¿De qué estás hablando?¿Qué sabes de ella? —la voz se me quebró.

—No nos han presentado como me hubiese gustado y también me detesto a mí misma por caer ante la belleza de la hija de Afrodita —sonrió sin mostrar los dientes.

—¿Qué?

Rose se puso de pie y retrocedí como autoreflejo.

—Un gusto Ada Gray, soy la hija de Atenea.

Continue Reading

You'll Also Like

361K 23.4K 37
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...
1.9M 133K 90
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
74.3K 3.8K 17
Para lenna el solo era el mejor amigo de su hermano aún si ella quería que fueran más. Para alessandro ella era más que que la hermana de su mejor a...
73.7K 4K 92
Enamorarse fue fácil. Lo que viene después es el verdadero desafío... Keeping 13 «Los chicos de Tommen #2», de Chloe Walsh.