No te enamores de Ada Gray (L...

By FlorenciaTom

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Ada Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo c... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Final de la primera parte
SEGUNDA PARTE

Capítulo 29

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By FlorenciaTom

Capítulo 29.

MAX.

Lo único que hacía para soportar el dolor de perderla, era beber, beber y fumar cómo un maniático sin control. Cómo si un estado de ebriedad pudiera evadir mis ganas de ir a buscarla y hacerla mía otra vez. Carajo.Tres meses sin ella, sin sus labios rosados, delicados y sus preciosos ojos grises que me hacían temblar cada vez que me los clavaba. Mis manos extrañaban el contacto con su cuerpo, con su rostro de porcelana y que quizás, les faltaban días de sol.

Pero lo que tenía cómo favorito eran sus enormes ojos intensos y enmarcados por las pestanas más largas y naturales que podía poseer una mujer sin maquillaje. Me sentía descolocado cada vez que la veía, cada vez que besaba su cuerpo y ella se estremecía bajo mi contacto. Aún sigue vigente tu rostro en mi cabeza. Ada Gray tenía una belleza que ahora sí, tenía explicación: nariz respingona, pómulos marcados y su piel tan suave cómo una pluma.

Bebo otro sorbo de mi wiski y lo apoyó en la barra del bar.

La extraño tanto. Se me llenan los ojos de lágrimas. Aún no puedo creer todo lo que hemos vivido juntos y que las cosas hayan terminado así, de aquella forma tan brusca. Si tan sólo hubiera sabido que ella era la hija de Afrodita...

Si tan sólo fuera una simple humana...

Bebo otro sorbo. La música del fondo retumba sobre mi pecho. Necesitaba un trago y quizás, a alguien que me hiciera olvidarla. A alguien con quién follar porque sabía que aquella noche no dormiría. No duermo desde su partida.

Trabajar, eso es lo que había hecho todo el día, estaba rodeado de personas que trabajaban en los restaurantes, con la intención de ver si todo marchaba bien. Pero la soledad me golpeaba por las noches y su recuerdo me torturaba de una forma tan intensa que aquel vacío en mi pecho se abría y no pretendía cerrarse.

Todo lo relacionado con lo laboral marchaba bien, los empleados estaban conformes con los pagos, los horarios y los veía contentos, satisfechos, luego de hacer las mejoras que Ada me había indicado y que había seguido al pie de la letra.

Todo gracias a ella. Todo me recordaba a ella.

Maldita sea la hora en la que me enteré que era hijo de Hades. Desde supe la historia del rapto de Perséfone, tuve la sensación de que lo nuestro podía llegar a funcionar. Obviamente que la mujer fue raptada contra su voluntad por mi padre (el cual nunca había visto en mi vida, pero sabía de sus intenciones). Yo no iba a secuestrar a Ada y llevarla al Inframundo, lo que menos quería era eso.

Incluso temblé cuando Ada me mencionó que yo no era humano. Tuve terror, incertidumbre y no sabía cómo afrontar aquello. Esa noche me había vuelto loco y la había dejado ir. Cómo un imbécil.

Obviamente que ella no sería capaz de arrastrarme al Inframundo. Yo no quería estar allí y Ada no sería capaz de eso ¿o sí? Bebí otro trago, inquieto.

Pero, un mensajero de mi padre se me apareció a la edad de quince años y me mencionó una profecía que, hasta el día de hoy, no podía descifrar: “La astucia, la inocencia y la belleza se enamoraran perdidamente de lo oscuro, de lo prohibido y de aquel fruto nacerá la copia exacta de la seducción y el juego. La copia exacta de la perfección. La cual pagará el karma de las que ustedes hoy odian”.

Años que intentaba descifrar a qué hacía relación aquella frase y continuaba perdido cómo aquel día que la escuché.

Y ahora que aparecía la hija de Afrodita, tenía miedo de que ella estuviera relacionada con aquella profecía y que todo aquello terminara en tragedia. El termino tragedia estaba relacionada a nuestra rama familiar de dioses y semidioses.

Era la primera vez que me relacionaba con una diosa, era la primera vez que tenía miedo de que Ada le sucediera algo malo.

—Mi intención simplemente es protegerla —mi voz suena profunda y mis pensamientos me juegan una mala pasada ya que había pensado en voz alta.

¿Por qué me enamoré de la hija de Afrodita? ¿Cómo permití que eso sucediera? Mierda. Le doy otro trago a mi bebida y paseo la vista por el bar. Hay algunas mujeres solitarias que me echan el ojo, pero yo no les hago caso. Hoy no. Hoy sólo muero por ella y su ausencia que me está destrozando.

—No me sorprende que Max Voelklein beba en un bar a estas horas de la noche.

Giró la cabeza en dirección hacia la voz y me quedó quieto al ver que Rose estaba sentándose a mi lado. Maldición.

Su cabello rojo fuego caía cómo cascada sobre sus hombros y tenía un abrigo de piel que le llegaba hasta las rodillas de un tono oscuro. Unos aretes resplandecientes y sus labios del mismo color de su cabello.

—Tendrías que ver tu cara. Es como si estuvieras viendo a un fantasma —se ríe por mi reacción y llama al barman levantando un dedo —. Un Sex on the beach, por favor —le pide y luego vuelve su atención a mí —¿Cómo has estado, Max?

Pestañeo un par de veces hasta que logro adentrarme en la conversación.

—Creí que estarías en Chicago —le digo, tratando de ocultar un poco mi frialdad.

—La universidad me ha dado vacaciones.

Por supuesto, que imbécil soy.

—Así que he regresado a New York porque un par de amigos me han invitado a pasar la navidad con ellos —me contó, como si saber de su vida me interesara —. Pasaré Año Nuevo con mi padre, así que estaré un tiempo largo por esta ciudad.

—Me alegra —solté, tajante.

—¿Sigues estando con mi hermanastra? —me preguntó con desgano, recibiendo su bebida y llevándose la pajita a los labios mientras esperaba mi respuesta.

Su pregunta abrió aún más mi herida.

—No. —espeté, con una sonrisa tensa.

Carajo, ahora la tenía más pegada a mí.

—Me alegra, esa chica es un caso perdido.

—Si tanto caso perdido es Ada ¿por qué estás enamorada ella?

Por poco escupe su bebida, ahogándose. Puse los ojos en blanco, fastidiado y no me quedó remedio que darle leves palmadas en la espalda.

—¡Veo que ella y tú hablaron demasiado! —exclamó, escandalizada —Te lo ha dicho. Maldita perra.

—No te permito que llames así a Ada —carraspeé, desconcertado.

—Es que —se quedó muda, tratando de buscar las palabras correctas —. Cómo demonios no enamorarse de ella si es tan...tan...Dios —ocultó su rostro en una de sus manos, tras lanzar un largo suspiro.

Me quedé mirándola, sin saber qué le pasaba.

—¿Sigues enamorada de ella? —pregunté, incrédulo.

—¿Qué si sigo enamorada?¡Es mucho más que eso! Ella es mi maldito amor no correspondido y siempre trato de acercarme y se aleja. Es imposible llegar a Ada, Max.

—Es imposible porque la acosas constantemente y de ella ya has oído un no —le recordé, molesto.

—Yo sé que le atraigo.

Me eché a reír involuntariamente. Su rostro fulminándome fue lo que me hizo calmarme.

—Rose, déjala ir —le dije, serio —. Ya escuchaste un no de su boca ¿por qué seguir insistiendo? Hay muchas chicas que seguro mueren por estar contigo.

No sé qué estaba tratando de hacer yo: si intentar alejar a Rose de Ada para que dejara de acosarla o tratar de eliminar a la competencia de la chica que amaba.

—¿No crees que ese consejo va más para ti que para mí? —soltó ella, en tono burlón

—A ella no le gustan las mujeres.

—Lo sé —aclaró, molesta —. Sólo le gustan los pitos.

—Le gusta mi zanahoria —musité en voz baja.

—¿Qué dijiste?

—Nada.

Mientras ella bebía y me hablaba de la vida que llevaba en Chicago. Saqué mi celular del bolsillo de la cazadora negra y no sé por qué demonios se me dio por ingresar a ver los estados de WhatsApp. La curiosidad mato al gato, y lo supe aquella noche.

Sentí una oleada de celos al ver que después de tres largos meses, Ada había subido una fotografía. Pero no estaba sola, sino con el idiota de Adam. Parecían alegres, comiendo palomitas y riendo. Riendo.

Me era más preocupante que estuviera riéndose con él que follando. Aunque lo último dolía el triple. Por impulso le envié un mensaje, pero no sé por qué terminó bloqueándome.

¡Ada Gray me bloqueó en Whatsapp! ¡Seguro estaría con él, follando y yo cómo imbécil pensando en ella!¡Mierda, mierda, mierda!

—¡Maldición! —carraspeé, pegando el vaso de vidrio contra la barra, furioso.

—¿Qué te pasa? —se sobresaltó Rose.

La miré a ella, en seco y no tardé en preguntarle sin pensarlo dos veces:

—¿Quieres follar?

———

La velocidad con la entró a mi habitación fue apasionante. Adam me lanzó a la cama sin decir palabra alguna. Estaba tan excitado, y no solo lo había notado por su respiración trabajosa, sino por el bulto que estaban escondiendo su pantalón gris de algodón. Me quedé tendida, en la cama, esperando a que se sacará la playera gris que combinaban con sus pantalones. No tardó en subirse arriba mío, apoyándose sobre sus manos que estaban a cada costado de mi cabeza. Que hermoso rostro tenía Adam. Cabello oscuro despeinado, ojos penetrantes y hoyuelos se formaban cada vez que sonreía. Cómo ahora.

—¿Así que somos unos follamigos?—me preguntó él con vos profunda y juguetona.

—No hay por qué ponerle título a lo que haremos—tomé su cuello entre mis manos y lo atraje a mí para besarlo.

Adam no puso resistencia alguna. Su miembro apretaba sin pudor alguno contra mi sexo y eso me prendió mucho. Solía dormir siempre en ropa interior, me resultaba cómodo rosar mí piel contra las sábanas. Y agradecí estar con un conjunto cómodo de Victoria’s Secret de color turquesa que había elegido por pura coincidencia. Cuando me acostaba con alguien planificaba lo que llevaría puesto, pero aquello me tomó desprevenida. Los impulsos siempre eran más excitantes que la planificación.

Adam enterró su rostro en mi cuello, al cual no dejaba de mordisquear, besar mientras hacía movimientos con sus caderas. Rozándonos, provocándome una horrible tortura.

Mi cuerpo estaba listo para que estuviera dentro, pero él seguía refregándose contra mí y apretando mis pechos con devoción. Cerré los ojos, al sentir como con sus dedos curiosos liberaban uno de mis pechos y se los metía a la boca. El contacto de su lengua me estremeció. Con su mano libre comenzó acariciar mis partes íntimas por encima de la tela.

—Ay mi Dios—musité, extasiada.

Adam sonrió contra mi pecho y continúo jugando con él.

—Por favor, follame—le susurré, con un hilo de voz.

—Será un placer.

Metió su mano en el bolsillo de su pantalón. No tardó en escabullir sus dedos sobre mi sexo y empezar a penetrarme primero con sus dedos y luego con su miembro viril. Adam comenzó a penetrarme mientras buscaba mis labios paga besarme, pero yo lo esquivaba como podía, ya que no quería ser besada aún. Sólo quería follar.

Cada embestida me tenía más cerca del orgasmo y lo único en que pensaba era qué bien se sentía concentrarse en eso y no en mí corazón roto por culpa de Max.

Max.

Reprimí cualquier pensamiento que me llevara a pensar que él me estaba follando y no Adam. Aunque debía admitir que aquel chico tenía lo suyo. Era fuerte, musculoso y sus movimientos eran tan esquicitos que me encandilaban. Dios mío, que bien follaba.

Adam y Ada.

Max y Ada.

No sabía qué sonaba mejor.

A la mañana siguiente me desperté sin necesidad de despertador. Adam continuaba en mi cama, durmiendo boca abajo y con la cara pegada a la almohada. Tuve la tentación de acariciarle el cabello, pero reprimí ese deseo por miedo a despertarlo. La luz del sol ingresaba por la ventaba, aunque continuara nevando y los árboles se tiñeran de blanco. Miré el reloj de mi celular y eran las nueve y media de la mañana. Para mí, al estar de vacaciones, era temprano. Me senté y pegué mi espalda contra el respaldo de la cama, tapando mi pecho desnudo con las sábanas blancas.

Miré a Adam dormir, aun sintiendo mis ojos pesados. Le toqué el hombro y al ver que aún seguía durmiendo, me acosté encima de su espalda. Lo sentí removerse debajo mío.

—Dime que lo que siento en mi espalda son tus pechos contra mí y que no es un sueño —balbuceó, con los ojos aún cerrados y apenas separando los labios.

Acerqué mis labios a su oreja.

—No es un sueño —le aseguré en un susurro, sin poder evitar embozar una sonrisa pícara.

Se dio vuelta rápidamente sin bajarme y me quedé encima de su pecho. No sé si era la única que lo notaba, pero me fascinaba la voz ronca que tenían los hombres apenas se despertaban. Era como algo irresistible para mí.

—¿Qué hice para merecer semejante mujer en una misma cama? —me sonrió y me dio un beso fugaz en la punta de la nariz.

—Aprobar los exámenes del cuatrimestre —le recordé, con mi mentón apoyada contra mis manos sobre su pecho—. Perdón, ambos aprobamos.

—¿Quieres festejar con sexo duro?

—No veo por qué no.

…..

—Invitamos a muchas personas para esta noche, pero nos faltó alguien en particular —nos comentó la señora Coleman, mientras desayunabamos animadamente en uno enorme comedor de la casa.

—Varios invertirán en la universidad privada a la que asisten ambos y es por eso la insistencia de que todo salga perfecto —agregó su esposo, quien estaba sentado en la punta de la mesa.

—¿Y quién faltó en invitar, mamá? —le preguntó Adam.

—A Maximiliano Voelklein.

Mi respiración se detuvo.

¿Había oído bien? Adam y yo intercambiamos miradas, preocupados.

—La familia Voelklein siempre ha invertido en educación y al ver que el señor Walter Voelklein se encuentra en Argentina, hemos decidido invitar a su hijo.

Se me cortó el hambre, dejando los cubiertos sobre la mesa y sin poder dar crédito de lo que había oído. Si tanto los dioses querían alejarnos ¿por qué estábamos predestinados a encontrarnos?

La mano de Adam tomó la mía por encima de mi regazo y le dio un ligero apretón.

—He perdido el contacto de Maximiliano y me han comentado que tú lo conoces, Ada —la señora Coleman se dirigió a mí y yo levanté la vista rápidamente —¿Tú tienes su número de celular? No quiero molestar a la señora Voelklein con aquella pregunta, debe estar ocupada —se echó a reír.

Follando con su sugar, seguramente, pensé. Creí que sería una fiesta distinta, una despreocupada pero al saber que la presencia de Max estaría aquella noche, comenzaba a ponerme nerviosa. No sabía cuando se me presentaría la oportunidad de verlo de nuevo. Jamás que creí que se tratara de aquella noche.

Tan sólo pensar en qué Max asistiría me dejaba con la boquiabierta. Me daba cosa negarme a la petición de la señora Coleman, quién era una de las cabezas importantes de la universidad.

—Si, tengo su número de celular—le respondí, con una sonrisa tensa.

—Oh, maravilloso. Él estaba al tanto de la fiesta pero seguro esperara una confirmación. Ojalá puedas convencerlo de venir.

—Si, no se preocupe. Me ocuparé de avisarle y que asista, señora Coleman.

—Llámame Magda—me corrigió, tras darme un guiño de ojo.

Encerrarme en uno de los baños para desbloquear a Max, apoyada contra la puerta con el móvil en mí oreja y con mí otra mano libre apoyada sobre mi frente, no era parte del plan. Cerré los ojos, deseando que no respondiera.

—Ada Gray, que hermoso es oír tu voz.

Abrí los ojos como platos al escuchar su voz. Una voz que creí que jamás volvería a oír.

—¿Rose?¿Qué haces con el móvil de Max?—puse toda mi voluntad para que mi voz no flaqueara.

—Lo encontré en un bar, bebimos un par de copas y ya sabes cómo terminan esas cosas—se echó a reír—. Pero, no te preocupes, lo he cuidado.

Mis labios formaron un puchero que me negué tener. Se me había secado la boca. No merecía enterarme qué él estaba rehaciendo su vida rápido. No así. No con ella.

—Veo que han follado—mencioné, fingiendo desinterés y sintiéndome descompuesta.

—¿Qué?¡No!—soltó rápidamente—La idea era eso cuando llegamos a su apartamento, pero el niño estuvo toda la noche borracho, llorando por ti, gritando tu nombre y lo único que me decía era cuánto te amaba ¿Sabes lo frustrante que es tratar de hacerle chocolate caliente a un hombre de treinta y cinco años? Hacerle cinco más y que no se duerma. Dios, tu hombre es frustrante.

¿Eh? No sabía si confiar en Rose con lo que acababa de soltarme. Pero estaba segura de que si algo hubiera pasado entre Max y ella, me lo hubiera refregado en la cara sin pensarlo dos veces.

—Ada, él te ama.

—No lo sé—conseguí decir, con la voz rota y al borde de las lágrimas.

—Lo vi mal, destrozado y jamás vi llorar tanto a un hombre por una mujer. Y eso que he visto llorar a mi padre cuando tu madre lo dejó—reprochó.

—¿Por qué me estás contando todo esto, Rose?

—Porque si no puedo ser feliz contigo, quiero procurar tu felicidad con otra persona.

Escuchar aquello de Rose me dejó petrificada.

—¿Qué le hiciste a la Rose que conozco?

—Maduró, supongo…—respondió, con una risilla—. Despertaré a Max para pasarte con él.

—No no—me apresuré a decir—. Dile esta información por favor, por parte de la familia Coleman.

Que Rose tuviera ese gesto tan memorable y tan bonito de tu parte me hacía pensar que ella, quizás, había cambiado de opinión a cómo debía tratarme y había logrado madurar como me lo había demostrado en aquella conversación por teléfono.

Mi mente estaba imaginando cómo se encontraba Max la noche anterior y oír que estaba destrozado no me trae alivio cómo pensé que lo haría sino más bien preocupación. Él no lloraba, era frío, y no solía demostrar sus sentimientos a la primera Pero quizás el alcohol ayuda a sacar esas emociones que tenía ocultas y así desahogarse. Cosa que no había hecho conmigo durante aquellos largos meses.

Pensar que Max estaría en aquella fiesta me ponía de buen humor y ansiaba con comprar un hermoso vestido para destacar.

No sabía por dónde empezar, ya que verlo luego de tres largos e interminables meses, me tenía emocionada.

Cualquier expectativa era bienvenida.

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