El vacío que llenas

By Elygweasley

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Jack está a la cabeza del nuevo orden y el libre albedrío una regla básica para que los humanos sean libres d... More

Capítulo 1: Prefacio
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 - Epílogo

Capítulo 16

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By Elygweasley


Un nuevo fin de semana llegaba y Dean estaba sentado en su sala con una botella de cerveza en la mano, su perro, echado en la alfombra a sus pies durmiendo mientras él pensaba en una manera de evitar que Castiel aceptara a Hans. Se decía a sí mismo que no permitiría que su mejor amigo estuviera con alguien que no lo tomaba en serio y que era un imbécil consumado.

Él merecía a alguien mil veces mejor que ese idiota.

Dean dio un trago largo a su bebida y maldijo cuando se dio cuenta de que ya se la había terminado. La dejó en la mesa de centro junto a seis botellas más vacías y abrió una nueva. Su perro levantó la cabeza y soltó un pequeño quejido, él lo acarició debajo de las orejas. Crowley se sintió satisfecho y volvió a acomodar su cabeza entre sus patas para seguir dormitando.

Se acomodó de nuevo en su sillón y bebió de su botella repasando las mil y una frases que le diría a Castiel sustentando las razones por la que no debía aceptar a Hans, cuando su móvil sonó haciendo un fuerte ruido en su estancia vacía. Su perro ni se movió cuando contestó la llama sin mirar quién lo estaba llamando.

—Dean —la voz gruesa de Castiel llenó sus sentidos de una forma que casi ya estaba acostumbrado, aunque el placer que las últimas veces le producía escucharlo o verlo no sabía explicar—, ¿interrumpo?

Dean que se sentía algo mareado por lo que había bebido no pudo evitar soltar lo que pensaba.

—No has salido con Hans —no era una pregunta sino una afirmación llena de satisfacción para él porque eso significaba que su amigo no había aceptado nada aún.

¿Por qué no están juntos aún? ¿Quién dejaría a un hombre tan magnífico cómo Cas un fin de semana solo?

—No —respondió con clara confusión en su tono— ¿Tendría que hacerlo?

—Es tu problema si aceptas a ese estirado —dijo ya sin filtro en su cerebro ni boca mientras daba un trago largo a su cerveza—. Eres un hombre inteligente que no necesita que le diga lo equivocado que estarías si lo aceptas.

—Estaría equivocado... —Silencio fue lo que siguió a esa frase.

Dean se sentía satisfecho por haberle hecho ver lo equivocado que sería estar con ese idiota y se daba palmadas a modo de felicitarse a sí mismo.

—Entonces si aceptara a... Hans sería un idiota ¿por qué...?

—Porque ese imbécil solo quiere acostarse contigo —la obviedad en su tono la recalcó con un bufido—. Eso es obvio y un hombre tan inocente como tú, no debe aceptar eso aunque se sienta solo y necesitado.

—Entonces, soy un inocente que cómo se siente necesitado y solo no debería aceptar acostarse con nadie.

—Exacto —Dean volvió a sonreír feliz de ver que su amigo comprendía muy bien—, tú no necesitas un hombre que solo quiera sexo para darte un hijo. ¡No! Tú necesitas solo a tus amigos que te protegeremos de todos los imbéciles que quieran aprovecharse de ti. Descuida, nosotros nos haremos cargo de ti.

De nuevo, silencio.

Dean bebió de lo último de la botella y abrió otra feliz porque su amigo escuchara y estuviera de acuerdo con su sabio consejo, muy ajeno al leve jadeo que se escuchaba en el silencio de la conversación.

—Dean.

—Dime, amigo.

—Eres un imbécil —eso hizo que Dean escupiera el trago que había tomado mojándose todo y haciendo que su perro saliera corriendo a un lado del sillón para evitar que el líquido helado lo terminara bañado más, el perro se sacudió y se sentó mirando algo malhumorado a su dueño soltando pequeños bufidos.

—Pero que...

No te has puesto a pensar que tal vez sí quiero tener "sexo" con alguien y no solo porque me sienta vacío, necesitado o solo, sino porque en realidad quiero tener sexo con alguien simple y llanamente porque quiero tener contacto íntimo con alguien? ¡Sentirme vivo! —el tono de Castiel iba subiendo y bajando a medida que la cólera le iba consumiendo— Y si quién me interesa no está disponible, ¡bien podía aprovechar con la persona a quién yo en realidad sí le intereso !—las palabras eran dicha rápidas y con ira—. Aunque sea solo para tener sexo ¡y que bien está dispuesto a donar sus espermas sin ningún problema! Aunque Hans sabe que no aceptaría que sea un donante. ¡Ah! y te llamaba por si querías venir a mi casa a pasar el rato, ¡pero creo que prefiero llamar a Hans y tener mucho sexo con él! —eso último, Castiel lo dijo gritando y luego colgó dejando a Dean entre angustiado y sorprendido.

A Dean la posible borrachera se le fue tan rápido que no supo cómo fue posible eso, pero lo era. Marcó el número de Castiel pero solo le diera al buzón de voz, así es que insistió mientras veía a todos lados pasándose las manos por la cara y el cabello despeinándose en el trayecto. Así es que se levantó y buscó sus llaves, zapatos y mirándose si estaba lo decentemente vestido cómo para salir y evitar ser detenido por un policía por atentar contra el pudor público. Se detuvo en la puerta de su garaje y una vez convencido de que no recibiría respuesta a las insistentes llamadas, con todo lo necesario para irse, fue a su auto se metió en él accionando el control remoto de la puerta y arrancó con dirección a la casa de Castiel. 

No podía permitir que su amigo aceptara a Hans ni siquiera como un deshago pasajero.

No, él no iba a permitir que cometiera el mayor error de su vida.


******

Decir que Castiel estaba molesto era sobrevalorar su estado de ánimo.

Caminaba de un lado a otro intentando comunicarse con Hans, pero por más que marcaba su este no le respondía así que cortaba y volvía a llamar sin mayor éxito dándose por vencido y dejando ya de insistir. Castiel, no entendía que le había hecho decir todas esas estupideces a Dean, pero con cada pensamiento sobre esa conversación solo lo dejaba mucho más furioso. De pronto, su móvil sonó y contestó sin prestar atención a quién llamaba, lamentándolo después al darse cuenta de que era la persona con quién no quería hablar para nada.

—Cas, por favor, hablemos —Castiel podía escuchar el ruido del tránsito de fondo y se dio cuenta de que su amigo estaba conduciendo, con seguridad en camino a su casa y eso solo lo cabreó aún más.

"Hablemos". No "Disculpa por ser tan hijo de puta"

Necesitó contar hasta diez y luego contar en reversa para poder responder.

—¿Qué? ¿Me quieres dar otro de tus maravillosos consejos?

—¡Cas! lo siento, yo...

Castiel tuvo la satisfacción de cortar la línea.

Sin embargo, volvió a sonar su teléfono y esta vez sí vio quién era. Sintió una satisfacción casi embriagadora al notar que ahora era Hans quién llamaba.

—Hola, Hans —mordió las palabras intentando no sonar molesto porque su amigo no tenía la culpa de nada.

—¿Es mal momento...? Porque puedo regresar.

Castiel que había estado caminando de nuevo en círculos por todo su salón se detuvo y miró hacia la puerta.

Una sonrisa cruzó su rostro.

—Estás afuera...

Colgó, fue a abrir la puerta y pudo ver a su amigo parado con el teléfono en la mano sonriéndole.

—Espero no interrumpir.

—Sabes, has llegado en el momento justo. Ya estoy harto de ir con cuidado y estoy seguro que es a ti a quien en realidad necesito en este momento —dijo justo antes de jalar a su amigo al interior, cerrar la puerta y besarlo con toda la rabia y cólera que sentía dentro, mientras lo guiaba hacia dentro de su casa quitándole la chaqueta en el camino.

Al diablo con todo.


******

Dean se demoró más de lo que pensó en llegar a la casa de Castiel porque parecía que todos los semáforos de la ciudad se habían puesto de acuerdo para estar en rojo y cuando tenía pase libre, había algún percance que le evitaba seguir su ruta. Apagó el motor y salió de su auto casi corriendo y tocó el timbre varias veces, pero nadie salió a abrir. Maldijo por lo bajo y tocó la puerta con el puño y nada, incluso grito el nombre de su amigo, pero nada. Caminó a un lado de la casa y se asomó por una de las ventanas que daba al salón y pudo ver que había dos botellas de cervezas y para su consternación vio una chaqueta en el suelo que estaba seguro se la había visto a Hans porque era una de cuero que casi siempre llevaba puesta.

¡Mierda!

Sacó su teléfono y volvió a marcar a Castiel, pero no contestaba, cuando agudizó su oído pudo darse cuenta de que el móvil de su amigo bien podía estar en el salón ya que se escuchaba un tenue sonido de llamada dentro de la casa. Colgó y volvió a marcar, pero nada, era obvio que el móvil estaba en la sala y no había nadie allí. Cortó la llamada molesto y fue a la puerta a porrearla de nuevo, porque no se movería de ese lugar hasta que su amigo abriera.

—Cas, vamos hombre, por favor, por favor, no me hagas caso, sabes que soy un idiota —dijo en voz muy baja mientras tocaba la puerta fuerte y tocaba el timbre con insistencia. Repetía una y otra vez la misma frase como si fuera una plegaría dicha a un ángel protector que en ese momento no se dignaba a escucharlo sino más bien a ignorarlo.

De pronto, la puerta se abrió y un despeinado Hans lo miraba con el ceño fruncido, el pantalón abierto de la cintura y parte del cierre, el cual dejaba ver la ropa interior del cínico, sin zapatos ni camiseta. Para él estaba desnudo y solo vio rojo. Sin pensarlo más, arremetió contra Hans sujetándolo del cuello mientras lo aprisionaba a una de las paredes de la entrada e intentando darle un puñetazo que solo dio con la pared de al lado provocándole un fuerte dolor en los nudillos, pero no le importó.

—¡Maldito, hijo de perra! ¿Cómo puedes aprovecharte así de él? —le gruñía cada palabra mientras intentaba ahorcar al tipo que para él se estaba aprovechando de su mejor amigo.

Sin embargo, Hans con una rapidez y una fuerza que lo dejó descolocado y desorientado, lo sujetó del brazo, le dio un volantín en el aire casi cinematográfico que lo hizo aterrizar en el suelo de la entrada fuera de la casa de Castiel. Dean soltó el poco aire que tenía en los pulmones y por un momento vio negro todo.

Cuando al fin pudo reaccionar, se dio cuenta de que seguía en el suelo, casi sin aire con un dolor en todo el cuerpo como si hubiera sido arrollado por un camión. Enfocó mejor la vista y se pudo dar cuenta que estaba de espalda al suelo con una sombra que lo asechaba desde arriba. Se movió un poco a un lado y necesitó cerrar los ojos con la terrible sensación de querer vomitar cuando sintió que todo le daba vueltas. Al abrirlos pudo ver, unos zapatos y parte de las piernas de alguien. Levantó la mirada y vio a Hans vestido y peinado mirándolo con furia contenida, sus puños haciendo tanta fuerza que las venas de sus manos saltaban por la presión.

Dándose cuenta de que sería inútil luchar contra un tipo que era obvio sabía defensa personal de alto nivel —y cómo no, si era un hijo de puta guardaespaldas profesional—, así es que decidió sentarse en el suelo de la calle y bajar la cabeza, porque sabía que no podría contra él y eso lo cabreaba y lo llenaba de humillación a partes iguales.

—Por favor, no le hagas daño —habló con voz baja intentando tragarse su orgullo magullado.

—El único que siempre le ha hecho y le sigue haciendo daño eres tú, Winchester —las palabras de Hans le caían como golpes certeros en el pecho cómo si por alguna razón toda la desdicha de Castiel fuera únicamente su culpa y algo dentro de él le decía que esas palabras eran muy ciertas—, así es que según lo veo yo, tienes dos opciones: Te levantas y peleas conmigo otra vez o te levantas, entras a tu auto y te largas. La decisión es tuya —lo escuchó respirar profundo y añadió—. Siempre ha sido tuya, Winchester.

Dean no queriendo comprender bien lo que le decía, decidió que si peleaba contra Hans, solo haría el ridículo. Él no era un luchador, nunca había tenido oportunidad de pelearse y las pocas que había tenido no fueron nada grandes, así es que con su nula experiencia en peleas, decidió que lo mejor era levantarse e irse y así lo hizo, aunque en su interior algo le gritaba que peleara con Hans que él tal vez no le ganaría, pero sí le dejaría ver que no le temía.

Porque no le temía, nunca.

A pesar de todo, se levantó y por un momento tuvo la clara idea de que él podría hacerle frente, sin embargo, decidió que si Hans estaba allí, era porque Castiel así lo quería y Dean no tendría derecho en mandar en la vida personal de su mejor amigo. Antes de irse quiso insistir que no lastimara a su amigo, pero sabía que él único que la había jodido fue él, ahora lo notaba, sin contar que la misma voz que lo estaba atormentado en ese momento le insistía que si Castiel estaba con Hans, era por su estúpida culpa porque solo dijo mierdas.

Respiró hondo y caminó hacia su auto sin mirar atrás, le dolía un poco el pecho, pero no estaba seguro si era por haber sido estrellado con fuerza contra el pavimento o por un sentimiento que se negaba a reconocer tercamente.

Al menos no a reconocer en voz alta ni mucho menos en su mente.


******

Castiel vio desde la ventana de su salón a Dean irse en su auto sin mirar ni una vez a su casa y por alguna razón eso le dolió. Hans entró y él solo fue a sentarse al sillón y beber de la botella que no había tocado.

—Se ha ido —la voz seria de Hans le dijo lo que él había visto.

—Yo, la verdad quiero disculparme...

Hans le levantó el rostro que tenía agachado debido a la vergüenza que sentía y pudo ver el rostro sonriente de Hans.

—Castiel, no tienes nada de qué avergonzarte. Más bien yo sería quién debería estar avergonzado por que estuve a punto de...

Lo vio que no pudo terminar la frase y eso solo hizo que se sintiera mucho peor. Lo había atacado casi sin pensarlo al besarlo de la manera en que lo hizo, Castiel estaba lleno de frustración y no pensaba con claridad. De no ser porque Hans lo detuvo justo cuando Castiel le iba a quitar los pantalones, en este momento, ellos dos estarían en una situación más que incómoda, eso lo tenía muy claro.

Después de eso, ambos que habían estado ya en su habitación, se sentaron en su cama a charlar. Le había contado la conversación que tuvo con Dean y lo molesto que se sentía por la forma en que lo había tratado. Viendo en perspectiva, tal vez exageró y no notó que su amigo solo quería lo mejor para él, pero no podía dejar de pensar en que Dean era un idiota, peor aún porque lo había hecho comportarse como un imbécil con Hans.

—Lo siento —repitió sintiéndose estúpido.

—Castiel, si tú y yo vamos a tener alguna intimidad, será porque así lo quieras, no porque estés molesto con alguien o porque pienses que me debes alguna clase de retribución.

Los dedos de Hans le acariciaron la mandíbula y su mano ahuecó su rostro a un lado. Castiel cerró los ojos al sentir lo caliente del tacto de su amigo. La mano de Hans descansaba debajo de su oreja y sujetaba su mejilla de una manera tan tierna que le dolió el corazón por no poder corresponder a sus sentimientos.

Sintió el suave roce de los labios de Hans en un beso casto, tierno, como si hubiera sido el toque de una pluma que lo hizo estremecer, pero no de placer sino de una tranquilidad que no sabía que necesitaba. Él exhaló afectado por ese momento cálido y abrió los ojos viendo a su amigo que lo miraba muy de cerca, era como si mirara su alma y eso lo volvió a estremecer.

—Hans...

—¿Sabes por qué actuó así, Winchester?

Castiel no quería contestar y ni siquiera quería pensar en Dean.

—No importa.

—Sí, importa.

Pensó en la forma en cómo Dean había tocado la puerta y la impresión que le dio en que su amigo estaba dispuesto a tirar la puerta si no fuera porque era de madera gruesa, seguro que lo hubiera conseguido. Sin contar que tenía la loca idea de  haberlo escuchado claramente suplicarle en voy muy baja, como si hubiera estado susurrándole no al oído, sino a su alma que lo lamentaba. 

—¿Qué hubiera pasado si él te hubiera enfrentado? —Preguntó Castiel casi con miedo de saber la respuesta.

Hans lo quedó mirando por un momento y luego se encogió de hombros.

—Lo hubiera dejado pasar —respondió al parecer con sinceridad—. Porque si hubiera sido lo suficiente suicida cómo para enfrentarme significaría que él estaba preparado al fin para afrontar lo que siente, pero al parecer aún no está listo.

Castiel se recostó en su asiento, haciendo que la mano de Hans callera a un lado y solo se puso a pensar en que tal vez Dean nunca esté preparado para aceptar cualquier sentimiento hacia él ya que cómo era obvio, él era hetero.

—Él es hetero —sentenció en voz alta—, así es que creo que tus pensamientos sobre que esté interesado en mí están infundados. Solo es un buen amigo que...

—Está en el fondo del closet, Castiel —afirmó su amigo con voz cansada.

Castiel no pudo evitar reír.

—Ya, con mayor razón —dijo en un tono reflexivo que odió.

—Paciencia. Nos veremos otro día —le dijo Hans sonriendo y antes de irse añadió con una sonrisa más amplia—. Quizás sea buena idea que dejes a Dean que piense lo que quiera con respecto a los dos. Le vendría bien un poco de castigo, ¿no crees? —Añadió con un tono divertido que muy a su pesar rio estando de acuerdo—. Ahora descansa un poco.

Castiel estuvo de acuerdo y su amigo se fue dejándolo solo en su casa aunque ya mucho más tranquilo, se echó a lo largo en su sillón y miró a la nada recordando la forma desesperada en que Dean tocó a su puerta y cómo Hans que se había sentado en su cama a platicar de la razón de su arrebato, había comprendido todo sin siquiera reclamarle nada. 

Dejar que Dean se desesperara tocando fue idea de Hans así como la de salir casi desnudo a abrirle, sonrió al darse cuenta de lo obvio. Dean Winchester había estado celoso, eso lo tenía claro ahora.

El detalle real era ¿qué iba a hacer con esa información?

Allí estaba el asunto serio y no quería actuar precipitadamente ni mucho menos confrontarlo, tenía que saber qué era lo que su amigo quería, pero ser directo no le traería nada bueno, así es que decidió que por ahora, solo haría cómo si en realidad tuviera algo con Hans y ya vería si valía la pena luchar por un sentimiento que ni él ni Dean no sabían que sentían del todo.

Tal vez, ¿necesite que lo golpeen más fuerte para que reaccione?.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Castiel.

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