ANTE TI, SOY

By apbooks9

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PAUSADA. SIN FINALIZAR Romance Histórico situado en principios del siglo XIX. Año 1820 Inglaterra Cadence Mil... More

Bienvenidos
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 17

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By apbooks9

El sol veraniego de la mañana repiqueteaba sobre el cristal de la ventana entreabierta, se colaba entremezclado con la brisa matutina y acariciaba el rostro encolerizado de Drake que repasaba aquel papel una y otra vez mientras acariciaba su barba, pensativo.

— ¿Qué más? —Cuestionó Byrion a un distraído Drake que apenas podía concentrarse en recordar lo que le había pedido apenas instantes antes.

—Ya te lo dije: arreglar los papeles de su reclamo, organizar el viaje a Londres y... ¡Es que aun no entiendo cómo puede afirmar estas barbaridades! —Se interrumpió a sí mismo mientras lanzaba el mensaje de Cadence sobre el escritorio y se ponía de pie para caminar de un lado a otro de la habitación.

—Deja de darle importancia... —Dijo Byrion en media sonrisa. — ¿Qué esperabas? Que te dijera: Sí, acepto su propuesta forzada de matrimonio y gracias por obligarme a cambiar mi vida por completo... —Su mueca de risa irónica rebasó a Drake que volvió a coger el papel y con ímpetu lo sacudió.

—"Ser miserable y vil" ¿Yo? ¿Merezco estas palabras? "Me empeñaré en ser la peor de las esposas..." ¿Acaso cree ella que no lo es ya? ¡Si es el peor de los partidos de cualquier ser humano que no desee vengar la muerte de un ser amado! Si esa es su idea, no tendrá que esforzarse en absoluto...

—Claro que no, muchacho —intervino Diane —Por eso te he dicho que dejes a esa señorita en paz...

—Jamás... es que yo he domado muchas fieras, Diane. Tú lo sabes más que nadie en este mundo. He enfrentado a las serpientes más venenosas, he dormido entre escorpiones y arañas, he enfrentado caimanes y cuántos más... Te aseguro que no será una mujer capaz de doblegarme, mucho menos una que pretende ser algo que no es.

Byrion se había recostado en el sillón con los brazos cruzados sobre su pecho, disfrutando del espectáculo y tejiendo sus propias profecías.

—Querido amigo, te hemos perdido...

— ¿Qué dices? —Respondió iracundo

—Tanta importancia le das a sus palabras que hasta parece que de verdad te importa. Toma lo que te interesa de ella y ya.

— Sin dudas es lo que haré, pero más allá de cualquier otra cosa, será mi esposa y merezco su respeto... —Diane suspiró y Byrion lanzó una carcajada. —Repasemos las tareas porque esta conversación solo me hace perder el tiempo. Haz lo que te encargué y paga lo que sea necesario. Quiero casarme lo antes posible y luego de que hagas eso, averigua lo que sea, lo que sea de Miller.

— ¿Miller? ¿Acaso no ibas a dejar ese asunto en paz?

—De momento, pero con una esposa tan amorosa no debo descuidarme y francamente él no es de mi agrado. La última vez que nos cruzamos no fue muy amable.

— ¿En qué estás pensando?

—No lo sé... Ya sabes que estas personas adineradas siempre tienen algún secreto escondido que puede servir.

— ¿Te parece que el que descubrimos no es lo suficientemente comprometedor?

—Sí, pero debe haber algo más y eso de momento no me serviría, pues el acuerdo con mi prometida es que guardaré silencio.

—¿Y vas a cumplirle?

—De momento sí.

—Muy bien. Para eso tendrás que dame más tiempo.

Drake asintió aunque de inmediato volvió a releer la carta y maldecir por lo bajo.

—Diane, voy a salir.

La anciana miró el reloj de la sala y apenas marcaba las once.

— ¿Dónde vas?

—A despejar mi mente, organizar los próximos pasos y domar a la fiera. —Respondió mientras tomaba un estuche, buscaba su levita y el sombrero.

El caballo sudaba por el galope desenfrenado, azuzado por las ansias de Drake, bajo un sol que pegaba en la hierba verde como un manto dorado, acompañado por los pájaros que entonaban su melodía matutina escondidos en las arboledas junto al polvoriento camino. A lo lejos vislumbraba los tejados de las casas y ya imaginaba el bullicio de la ciudad.

Se detuvo intempestivamente y mientras el caballo se movía impaciente y nervioso, tanto como él, sus pensamientos volvían al armario una y otra vez. Aquel lugar oscuro, que olía a orín, a soledad, a terror. Su sangre hervía dentro de sí mismo, inspiró profundo intentando que el aire golpeara su cuerpo con fuerza y aliviara tanto pesar.

No podía darse el lujo de dejarse llevar por el enojo o la zozobra, debía concentrar sus esfuerzos en no cometer errores, en sus próximos pasos, sus planes, la oposición y la oportunidad que se le estaba presentado. El fin justificaba los medios y si para ello debía desposar a la solterona insoportable, lo haría sin si quiera titubear. Ya sabía de sobra que para controlar una serpiente, debes tomar su cabeza; ella no era muy distinta y sus debilidades estaban a flor de piel: un corazón bondadoso y entrega absoluta a quienes amaba. Sonrió mientras retomaba el camino.

Cuando inspiró profundo y estiró su levita, estaba de pie junto al enrejado de los Miller, aguardando que lo anunciaran. En la mansión se veía movimiento y si cerraba sus ojos un momento podía percibir la voz de la señorita Jane, por lo que supuso que se encontraba en el jardín y no muy lejos del ingreso.

—Señor Denson, la señorita no lo esperaba, pero está dispuesto a recibirle, sólo deberá aguardar un momento en la sala.

Asintió a las palabras del mayordomo, y se sentó en el mullido sillón de aquella amplia habitación, resguardada del sol y la preciosa vista del jardín por el pesado cortinado carmesí.

A pesar de la espera interminable se encontraba cómodo, determinado a que todo saliera según sus planes y nada se opusiera a que en escasas semanas se encontrara en Londres en la próspera fábrica de carruajes.

No había movimientos de los demás familiares, a excepción de una campanilla insoportable que no había dejado de zarandearse en alguna habitación del primer piso, generando un movimiento constante de empleados que parecían desesperados por culminar con aquel calvario.

Luego de aguardar al menos una hora y que la campanilla comenzara a exasperarlo, se puso de pie y caminó de un lado a otro, miró el reloj de pared y resopló. Estaba fastidiado y su estómago gruñía al unísono con el cólera que lo invadía. Estaba seguro que aquella espera desmedida no era sino la fiera que mostraba la sombra de sus garras. Se detuvo haciendo que los tacos de sus botas golpearan uno al otro y dando una rápida mirada a la escalera, corrió escalones arriba de dos en dos.

Cuando arribó al primer piso, asomó su cabeza por el balcón y buscó aquella esquina donde había velado por ella la noche que se conocieron. Claro que no le fue difícil ubicar su ventana y escondiéndose entre las sombras de los rincones, arribó frente a su puerta.

La doncella golpeaba insistente y tal cual lo sospechaba, la solterona asomó su nariz respingona.

—Disculpe señorita, pero su tía no ha dejado de llamar una y otra vez...

—Es su jaqueca. —dijo rodando sus ojos. — ¿El señor aún espera?

—Sí señorita, está sentado en el sillón. Qué pena con él, debería atenderlo...—Drake afiló su mirada y al mismo tiempo sonrió.

—Claro que no. Va a cansarse de esperar y si insiste le dices que estoy indispuesta, que me duelen los callos de los pies. —Rose rio y Caddy replicó.

—Señorita, no tiene callos en los pies... ¿cómo voy a decirle algo tan grosero?

—Tú se lo dices y si puedes describirle mi pie sudado y maloliente, mejor —Rose contuvo una carcajada mientras ella la azuzaba para que hiciera el mandado.

Cuando la puerta se cerró, Caddy corrió a la ventana y pegó su nariz al cristal para vislumbrar la entrada principal de la casa, aguardando la huida despavorida del pretendiente, pero la puerta se entornó nuevamente.

—Rose, ve ya... —Dijo volviéndose sobre sus pies y frente a ella Drake cerraba cuidadosamente, ponía la llave y la guardaba entre sus ropas. — ¡¿Qué hace aquí?! ¿Cómo se atreve? Es que no tiene vergüenza. ¡Salga de mi habitación de inmediato! —Masculló aguantando el deseo de gritar pero inmóvil ante su presencia. Claro que él cruzó sus brazos en la espalda y avanzó lentamente en su dirección.

— ¿Pensaba dejarme esperando mucho más? —preguntó con tranquilidad.

—No me siento muy bien...

—Claro... ya lo oí. Le duelen los callos de sus pies adoloridos y malolientes... —La miró con el rostro preocupado mientras avanzaba un paso tras otro dejando prácticamente la espalda de Caddy apretada en la pared y con pocas posibilidades de escapatoria. Él sonrió ante su rostro aturdido y se inclinó levemente sobre ella. —Me ha turbado en gran manera y he venido a masajear sus pies adoloridos para aliviarlos con la habilidad de estas manos expertas en callosidades. —Caddy abrió sus ojos incrédula, con nulas posibilidades de retroceder pues la pared se lo impedía y su corazón latiendo prácticamente en su garganta. Rápidamente amagó con escapar, pero el brazo fuerte de él se lo impidió y el aliento agitado de sus bocas se entremezcló a escasos centímetros.

—No se atreva a tocarme. —Musitó mientras él respiraba trémulo ante sus labios. —Mis pies están en perfecto estado y jamás dejaría que usted los tocara con sus manos asquerosas.

—Lo sé. —Dijo enojado por la espera y su burla.

—Déjeme en paz. ¡Entrégueme la llave y salga de aquí de inmediato!—exigió.

—Búsquela. —Desafió él. —Si desea que me vaya, abra usted la puerta. —Drake levantó los brazos en alto apoyándolos en la pared sobre su cabeza y Cadence lo observó con odio, sopesando su atrevimiento y al mismo tiempo intentando controlar su orgullo férreo que sólo deseaba demostrarle que no sería él quien ganara aquella batalla. Los intentos por controlarlo se disiparon bajo su mirada provocadora y entonces dejando la razón y la cordura de lado, rodeó su cintura con los brazos y rebuscó en los bolsillos de su chaleco hasta que sus dedos encontraron algo en uno de ellos. La sonrisa de Drake se exacerbó cuando ella trajo el objeto frente a sus ojos y se detuvo en el brillo de su piedra. El anillo tenía tres hilos de oro retorcidos y en el centro un brillante. Drake descendió sus brazos tomándolo entre sus manos y lo ajustó alrededor de su dedo. Era un tanto más grande y giraba sin esfuerzo en su delgada mano. —Vine a traerle este presente a mi prometida. Un sello de nuestro acuerdo: mi silencio por una vil esposa, digna de mí—Hizo énfasis en aquellas palabras, aunque las había pronunciado con suavidad y hasta ternura.

—No lo quiero... —Quiso resistirse, pues aunque bonito y delicado, venia de aquel ser miserable.

—No le estoy preguntando. Es nuestro símbolo de compromiso, de este momento tan importante en que planeamos unir nuestras vidas.

— ¿Mientras me fuerza a estar con usted en esta habitación?

—Claro que sí. No me ha dejado alternativa, pues aunque deseaba hacerlo bajo las campanillas de la enredadera del precioso jardín, sus callosidades me lo han impedido. —Su sonrisa irónica volvía a fastidiarle y Drake sonrió, sabiendo que había logrado su cometido. Finalmente extendió la llave frente a sus ojos y allí Caddy se percató que siempre la había tenido allí. —Vendré en dos días. No le adelante demasiados detalles a su familia, lo haremos juntos ese día pues no quiero imprevistos. Ya estoy organizando nuestra boda y será muy pronto, no podemos perder tiempo.

Deseaba replicar, pero antes de intentarlo, él apoyó el dedo sobre sus labios y musitó.

—En silencio es más bonita y hasta agradable... —Sonrió de aquella manera provocativa y rápidamente abandonó la habitación.

Los pasos de John de un lado a otro del escritorio resonaban al compás del giro que hacía aquella sencilla circunferencia alrededor de su dedo, pero ella en silencio continuaba repitiéndose a sí misma que aquello era lo mejor, aunque no lo pareciera en absoluto.

Luego de su visita a Brooke, su corazón había quedado estrujado y compungido, pero más convencido que nunca que era lo mejor para todos, excepto para sí misma, claro estaba.

Apenas había explicado a su amiga lo sucedido con la carta con breves y temblorosas palabras; le había reprochado los encuentros con su primo y el involucrarla en semejante asunto, pero fue apenas terminó sus reclamos cuando le había visto caer casi desfallecida sobre la cama. Fue por sus lágrimas y dolor que terminó explicándole quién era Drake en realidad y sus condiciones por guardar silencio y enterrar el asunto.

El alivio inmediato en su mirada y que de rodillas suplicara su ayuda, había terminado de aseverar que no sería capaz de dejarlos a su suerte. Por consiguiente, no había tenido alternativa que finalmente contarle del robo de una carta íntima y privada que había dejado su difunta madre, razón por la cual, Lexington insistía en desposarla.

Hubiera deseado guardar dentro de sí misma todo lo referente a sus asuntos personales, pero de todas maneras saldría a luz y el rostro de su amiga compungido hasta lo sumo ante la posibilidad de saberse descubierta por su marido, aseveraron que no tenía vuelta atrás el asunto del matrimonio.

Brooke, por su parte, había rogado y suplicado desde el primer instante porque le ayudara, jurando y perjurado que se alejaría de John definitivamente. No había tenido el valor de negarse, sus lágrimas desesperadas y sus advertencias sobre la suerte que correría su primo, volvían a resonar en su mente como una pesada responsabilidad imposible de eludir dejándole sin alternativa más que conservar firme el pacto que había hecho con aquel sinvergüenza.

— ¿Cómo no me lo has dicho antes? Esto podría ser un verdadero escándalo... Ha pasado tan poco tiempo y créeme que te desconozco. —Le reprochó su primo que se veía afligido y preocupado más aun de lo que le había notado en los últimos días. ¿Qué podía decirle? ¿Acaso informarle de la extorsión de un hombre para desposarla a cambio de salvar su vida? Brooke le había advertido que no lo hiciera, pues John era bastante impulsivo y no sabía cómo reaccionaría ante semejante problema. Ella sí: le impediría entregarse para salvarlo, enfrentando las consecuencias de sus actos a costa de su vida.

El silencio de John aguardando una respuesta luego de sus amonestaciones constantes ante el anuncio de su compromiso, lejos de aliviar sus preocupaciones, la empeoraban.

—No tuve demasiadas oportunidades, su propuesta también me sorprendió. Como estás mucho tiempo fuera de la casa no he podido hablar contigo y francamente creí que te pondrías feliz por mí. Has insistido hasta el hartazgo que me casara, que era importante que formara mi propio hogar. —Se le ocurrió responder para que el bullicio continuara, de todas maneras la decisión estaba tomada.

—Sabes que no así, no en estas condiciones. Apenas he oído de Denson y créeme que no confío demasiado en él. Hubiera deseado que abandones esta casa del brazo de un militar, de un burgués, de un heredero... no sé... de alguien que pudiera brindarte un buen porvenir. ¿Pero un comerciante de baja calaña? —Caddy rodó sus ojos recordando a la perfección a qué se dedicaba en realidad su futuro marido y conteniendo el deseo de decirle a John que si tanto le disgustaba, mucho más a ella misma, a quien pocas posibilidades de elección le habían dejado su escaso dominio propio y sus impulsos de hombre.

—Aún recuerdo tu insistencia porque me desposara, incluso con él mismo, ¿por qué ahora no estás de acuerdo? ¿Tengo casi veintiséis años y crees que podría casarme con un burgués? —Preguntó con ironía. —John resopló.

— ¿Crees que te hará feliz? —Hubiera deseado gritar que lejos estaba aquel sentimiento de todas las sensaciones que aquel hombre le generaba, pero solo asintió. —No hay entonces nada más que decirte, Caddy.

Él se detuvo en ella y no pronunció una palabra más, solo tomó el reloj de su bolsillo y miró con atención.

— ¿A qué hora llega?

—Pronto estará aquí.

No volvió a oírse el tono recriminatorio de John luego de su respuesta. Permaneció en silencio los siguientes quince minutos mientras revisaba papeles y bebía al menos dos copas de licor.

Caddy lo observaba con preocupación, no había notado su insistencia con la bebida tan temprano en la mañana y los resoplidos que realizaba al leer la correspondencia. Fijó sus ojos en su cabello desprolijo y en su moño torcido, de repente sintiendo el deseo de decirle que si su preocupación era ser descubierto, podía sentirse tranquilo que nada iba a saberse.

El golpe de nudillos en la puerta del lugar inevitablemente hizo que sus miradas se encontraran. La de él parecía decir: "¿estás segura?", la suya propia: "Claro que no". Pero ante el silencio y el anuncio del mayordomo, ninguno pronunció nada más y dejaron que todo siguiera su curso.

Segundos después, Drake aparecía tras la puerta y su primo se ponía de pie de inmediato al tiempo que el "Buenos días" de los caballeros resonaba en el lugar. Caddy se mantuvo callada y aguardó que John extendiera la mano a su prometido, quien sorprendiéndola por la espalda tomó su mano y dejó en ella un beso delicado mientras fijando sus ojos oscuros en los propios, pronunció un "Buenos días" casi murmurado junto a su oído, dando a entender que no dejaría pasar su falta de cortesía aunque claro que su sonrisa fastidiosa permanecía intacta.

Se sentó a su lado y no soltó su mano ni un solo instante. Caddy se preguntó si acaso aquella era la mordaza o la cadena que la alejaba de su vida tal cual la conocía y la acercaba al suplicio de saberse casada con semejante bandido.

El carraspeo de John dio inicio a la conversación y Caddy no corrió sus ojos del asa de la taza que reposaba sobre el escritorio. Fijar sus pensamientos en el minúsculo detalle de la porcelana le ayudaba a conservar el control de la situación.

—Ya Cadence me ha comentado sobre su propuesta y el deseo de ella de corresponderle. Entiendo que nuestro último encuentro no fue del todo agradable, que quizás estaba exaltado por la situación comprometedora en que se encontraba mi prima, a quien amo con todo el corazón y de quien soy plenamente responsable. —Drake asintió y Caddy cerró sus ojos. Aquel cariño, aquel afecto, aquel cuidado valía cualquier sacrificio. De todas maneras no sería capaz de vivir sabiéndose responsable de que John cerrara sus ojos para siempre. —Por esto es que hemos tenido una larga conversación y no ha dejado de manifestarme que usted es capaz de hacerla feliz y yo deseo de corazón que sea capaz de mirar a mis ojos y tomar compromiso de caballero, que así será.

—Miller, soy un hombre muy sincero, no puedo estrechar la mano de quien no me cae en absoluto y por nuestro último encuentro diría que usted sería uno de esos casos, pero como ya lo ha dicho usted a pesar de que nuestro trato no ha sido el mejor, por amor a ella es que estoy aquí doblegando mi orgullo y extendiendo mi mano asegurándole que ella estará muy bien, que jamás le faltaré ni sentirá vergüenza por mi culpa. Cuidaré de ella con mi vida, se lo juro. —Mientras decía todo aquello, no dejaba de apretar su mano y entrelazar sus dedos. Los ojos de Cadence volaron allí y sus mejillas se ruborizaron ante la idea que John lo notara o se percatara de que sostenía sus manos con semejante vehemencia. Por la manera en que la presionaba hubiera jurado que estaba nervioso o concentrado y sus palabras se oían bonito. Hubiera asegurado que sonaba sincero, pero conociéndole, sus ojos volaron a la taza nuevamente y sólo admiró una vez más su capacidad para mentir.

—Muy bien. Creo que si nos simpatizamos o no, deja de importar. Sólo me interesa que lo que acaba de decir no sean meras palabras al viento, sino el compromiso de un caballero. —Drake asintió. — ¿Cuándo será la boda? ¿Cuántas participaciones?

—Oh no... no habrá festejo. —John apretó el ceño y miró a Cadence quien sólo enderezó su espalda y oyó atentamente los planes, pues de aquello no habían hablado en absoluto. —Haremos una ceremonia muy sencilla y luego nos iremos a Londres. Necesito hacer este viaje y no quiero irme sin ella.

— ¿Cuándo sería?

—Una semana o dos.

— ¿Tan pronto? Creí que soñabas con un bonito festejo, al menos algo íntimo. —Le cuestionó y Caddy apenas movió su cabeza en negativa.

—Será como lo planeamos. Una ceremonia sencilla y una cena en mi casa. —John carraspeó y remarcó las líneas alrededor de sus ojos intentando que su prima interviniera, pero ante su silencio, sólo asintió.

—Muy bien, si así lo prefieren no seré yo quien los haga desistir.

No había mucho más que hablar, Drake se veía decidido, Cadence no podía contradecirlo, y hasta pensándolo bien, era lo mejor. Menos fiesta, menos gentío, menos chismosas y menos dolor. Firmaría, acataría el compromiso y de una vez se largarían del lugar. Aseguraría el futuro de quienes amaba y era todo lo que importaba.

El matrimonio no tiene vuelta atrás, esta cercano y golpeando su puerta al mismo tiempo que una catarata de acontecimientos golpearán a sus vidas.

Veremos qué resulta de todo esto! No dejen de escribirme sus pensamientos, sus inquietudes, sus preocupaciones con este par y como creen que va a resultar todo esto...

Amo leerlos!

****

Buenassss! He llegado... Lamento por la larga espera pero una serie de inconvenientes de salud me ha impedido poder dedicarme a la escritura. 

Quisiera prometer que prontito tendrán capítulo, pero mi vida es bastante complicada de horarios y la verdad es que hoy por hoy es dificil tener ese instante especial de que los dedos se unan a la imaginación dejando todo plasmado allí como me gusta a mí.

Lo haré sin dudas lo antes que pueda.

Gracias por estar allí!

Los quiero infinitamente.

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