No te enamores de Ada Gray (L...

By FlorenciaTom

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Ada Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo c... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Final de la primera parte
SEGUNDA PARTE

Capítulo 13

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By FlorenciaTom

Capítulo 13.

Fui la primera en despertar. Amanda, mi compañera de cuarto, seguía durmiendo plácidamente y cada tanto la veía sonreír debido a algún sueño que yo desconocía.

El sol del amanecer ingresaba por la ventana, y las imágenes de la noche anterior con Max comenzaron a golpearme a medida que iba despertándome.

Eran las ocho de la mañana, me sorprendí, ya que no era habitual en mí despertarme tan temprano. Fui al baño, me lave el rostro, cepillé mis dientes y me di una ducha larga. Con la toalla en mi cabeza, me puse unos vaqueros azules ajustados y una camiseta blanca de manga corta. Cepillé mi cabello mientras me miraba al espejo.

El cuarto de baño de la habitación era pequeña, sin demasiado detalle y sencilla. Ducha, inodoro, etc.

Tomé uno de mis libros del curso de ingreso para adelantar algo, mis plumones y me encaminé hacia la biblioteca que quedaba en la última planta.

Antes de subir, cuando estaba a punto de subir un escalón, pensé que aún no había desayunado, así que fui a la primera planta y me compré un café junto unos panecillos rellenos. El día era maravilloso con su cielo azulq y sentía todo a mí alrededor se irradiaba de buen humor, había varios estudiantes en varias mesas en el enorme predio de la universidad, puestos de comidas internos y varias personas ya se encontraban estudiando con sus grupos de amigos.

Me sentí culpable por lo de anoche al instante, Max me había dado tantas cosas y yo me estaba comportando como una imbécil. Pero la idea de saber que alguien más quería mi puesto como sugar baby me estaba carcomiendo la cabeza. Quería que Rose desapareciera, quería que...

-¡Hermanita, que gusto verte!

Me sobresalté cuando el vendedor me estaba dando mi desayuno en su pequeño puesto. Me di la vuelta al escuchar su voz horrible y la vi allí, con un atuendo espectacular, pollera de tubo gris, zapatos altos y una camisa blanca. Su melena roja y llena de rulos que le llegaba hasta por debajo de sus enormes pechos me hizo reconocerla enseguida. Tenía unas carpetas abrazadas a ella y un pequeño bolso colgando en su brazo.

Ver a Rose me hizo temer lo peor. Era como si la hubiera invocado con mis pensamientos y me sentí la responsable de eso al instante.

-Dime por favor que eres una pesadilla de la que deseo despertar. Vete-mufé, pasando a su lado, con la intención de alejarme de ella.

-Tú también eres una pesadilla chillona y enana que me atormenta -coincidió, siguiéndome-, pero a partir de ahora tendremos que vernos la cara todos los días.

Me paré en seco al escucharla. Me di la vuelta para enfrentarla.

-¿A qué te refieres con eso, Rose?-palidecí.

-Max me consiguió una beca aquí para estudiar abogacía ¿No es genial? -se inclinó a mi oído, con una sonrisa-Tener un sugar daddy no es tan malo como creía. Él me ha contado que tú eres su sugar. Creo que a partir de ahora compartiremos pene.

Mi libro resbaló de mí mano y por poco suelto el café. La miré, espantada. Tomé el libro del suelo, nerviosa y la miré a ella, quien me estaba mirando como si estuviera disfrutando mi nerviosismo.

-Típico de ti, sacando todo lo bueno que hay en mi vida. Felicidades, Rose. Lo lograste-carraspeé, empujándola y marchándome lo más lejos posible.

La ira me carcomía por dentro y sentía que detrás de mí, ella permanecía radiante y con un rostro que demostraba el triunfo mismo.

Su existencia era una molestia para mí.

Subía las escaleras del edificio con lágrimas en mis ojos. Cuando estaba enojada lo demostraba llorando, y no me gustaba hacerlo. Lloraba del enojo que me superaba de una forma inexplicable, demostrándome que detrás de la fragilidad se escondía la ira.

Sentía inconscientemente que Rose era mi competencia. Me daba igual si Max se acostaba con todas las chicas del mundo...y mi pregunta siempre era desde que lo conocí: ¡¿Por qué con ella?!¡¿Por qué con alguien que me complicaba la existencia?

A Rose la tenía entre ceja y ceja y todo tenía una explicación, tenía un motivo y su situación, que no me importaba pensar.

Me adentré en la silenciosa biblioteca, que más que una parecía una iglesia de tanto silencio. Era inmensa, los enormes estantes con libros de tomos gigantes, había variedades de lecturas al alcance de mi mano. En la entrada estaba una recepcionista que me pidió el carnet de estudiante, que no tarde en darle y me recibió con un buen día que tanto necesitaba.

Me senté en una de las mesas de madera oscura que estaba frente a la ventana que me brindaba una hermosa vista la ciudad, tanto que me obligaba a concentrarme en mis estudios y no en la preciosa postal.

Había varios estudiantes dispersos, un grupo de chicas que hablan muy bajito, estudiando y alguno que otro chico en alguna mesa, enfocados en sus lecturas. Era un hermoso sitio para encontrar la paz que necesitaba en aquella mañana horrible.

Mientras desayunaba, y tenía el libro abierto en la página donde había quedado mi última lectura, pude percibir que alguien tenía los ojos puestos en mí.

Levanté la vista un poco, y en la distancia, encontré a unos intensos ojos oscuros posados en mí detrás de sus lentes de lectura. Tenía el cabello como la noche, unos brazos enormes, debajo de una camiseta de manga larga gris. Sujetaban un libro y tenía a su lado un café, humeante. La luz del sol le pegaba a un costado del rostro.

Se me fue el aliento apenas lo vi y me sentí nerviosa al instante. Dios mío, que guapo era, era tan atractivo...tan...

Entonces me sonrió y yo por poco me desmayo, era una sonrisa tan perfecta como tan inexplicable y parecía pasar su tiempo libre en el gimnasio.

Si Max podía follarse a mi hermanastra...

Aparté la mirada del chico y busqué el número de Max en mi celular, el cual no tardé en llamar.

-Ad...

-Hola, Max. Me he topado con Rose y no ha tardado en escupirme en la cara que ella es tu nueva sugar baby -lo interrumpí en seco, sin dejar que me saludara -. Me encanta saber cómo te importa mi odio hacia ella. Tanto que no te das cuenta que me estás lastimando de una forma horrible.

-Ada ¿por qué me llamas a esta hora? Es temprano y es mi día libre -soltó, enojado y con aquella voz tan atractiva que un hombre tiene cuando se despierta, ronca y gruesa.

Supuse que seguía en la cama.

-Te importo tanto que decides follartela, sabiendo que te he prohibido que lo hagas. Y no sólo eso, sino que la amparas eligiéndola como tu segunda sugar baby -proseguí, en voz baja y haciéndome ojitos con el chico de la biblioteca que no paraba de mirarme -. Max, si a ti no te importa lo que me molesta, supongo que a mí tampoco deba importarme lo que a ti te molesta ¿no crees?

Su aliento golpeteó contra mi oreja y lo escuché maldecir por lo bajo.

-Ahora veo por qué odias a Rose, porque no cierra la boca -masculló, fríamente -. No quería que te enteraras por ella, sino por mí ¿podemos hablar personalmente o continuaras evadiéndome, Ada?¡Por Dios, madura!

-Cuando dejes de acostarte con mi hermanastra, hablamos. Adiós, amor.

-¡Espera, Ada...!

Corté la llamada, sin dejar de ver al chico que me estaba comiendo con los ojos. Si había algo que había aprendido de mi madre, era que cuando un hombre caía bajo los hechizos de la belleza...era una persona perdida para siempre.

Le hice una señal de que saliera afuera con la cabeza. Él lo captó al instante.

En un abrir y cerrar de ojo terminamos teniendo relaciones en uno de los baños que sólo estaba habilitado en caso de emergencias y que gracias a Dios estaba sin llave alguna. No tardó en quitarme la camiseta y yo la suya, besarme el cuerpo de una forma desenfrenada y yo de comer a besos su cuerpo tan ejercitado que me provocaba una gran excitación.

Me pegó la mejilla y las manos contra la pared, con toda mi parte intima humedecida. Se metió en mi interior, y si no fuera porque su mano tapó mi boca, hubiera largado un fuerte gemido. Cada embestida se sentía la gloria, apretaba mis pechos, me pasaba la lengua por la espalda desnuda y jalaba mi cabello corto y rubio mientras mordía mi oreja, haciéndome sentir deseada.

Me agradezco a mí misma cada vez que llevo un condón en mi bolso. Mejor condon en mano que nueve meses y un enano.

Me apretaba el culo, haciendo que entrara aún más.

-Dime tu nombre -me dijo, entre jadeos y embestidas-. Dios, eres tan hermosa ¿de dónde saliste? Pareces un ángel.

Logré embozar una sonrisa a pesar de mi boca pegada contra la fría pared con cerámicas blancas e inmaculadas.

-Ada -dije, en un murmuro fugaz mientras ahogaba un grito.

-Las personas de aquí tienen razón, eres considerada una de las chicas más deseadas de la universidad -confesó, casi sin aliento.

Mmm era bastante hablador y eso no me gustaba. Méteme el pito y calla el hocico, chico guapo.

-¿Ah sí? Que bien -fingí interés, mientras me metía los dedos en la boca y así, tocarme el clítoris para llegar al orgasmo.

-Dime que después de esto me aceptaras una cita -siguió hablando, apretando prácticamente los labios y dándome una descarada nalgada en el trasero.

Aquello me desconcertó.

-¡Hey! -me quejé, enojada y apartandomé en seco, sacando toda excitación de golpe-¡No puedes hacerle eso a alguien que apenas conoces, es de muy mala educación!

Se apartó, sorprendido, con su miembro erecto y los pantalones bajos al igual que su bóxer. Su cabello estaba despeinado y le daba un aire sexy.

-Lo siento, yo no...perdón -empezó a hablar tan deprisa y nerviosamente que apenas logré entenderlo-, es que eres la primera chica con la que estoy y en los videos triple X suelen dar nalgadas...lo siento...

Mi enojo se esfumó y mis hombros se relajaron, le sonreí para que la situación no fuera incomoda. Puse mis manos encima de sus brazos y lo miré.

-Tranquilo -le dije, con calma-. No es bueno que hagas eso, podrías asustar a la chica con la que desees estar, espera a dos o tres encuentros con ella para hacerlo. Realmente puedes espantarla y puede salir corriendo. Repito, no más nalgadas en encuentros casuales ¿entendido?

Me miró, arrepentido y asintió, apenado. Su expresión era similar a la de un perrito triste.

-Gracias por no salir corriendo, Ada. O mandarme a la mierda-me dijo, tímido.

Me reí. Aquel chico que me caía bien.

-No te preocupes, suele suceder -le contesté, subiéndome las bragas y el pantalón, el cual no tardé en abrocharme.

-¿Puedo invitarte a tomar un café para compensar esto? -insistió, con una sonrisa nerviosa de oreja a oreja.

Solté el aliento y le sonreí. Cuando estaba a punto de aceptar, el rostro de Max se me vino a la mente y todo rastro de buen ánimo se esfumó.

-Lo siento, pero debo estudiar. En otra oportunidad, puede ser -le dije, lamentándolo, realmente me caía bien.

Pero Max...Dios, no era fácil apartar de mi cabeza a ese hombre.

El chico pareció querer seguir insistiendo, pero sólo lo aceptó. Lo miré nuevamente cuando me terminé de vestir y fruncí el entrecejo.

-¿Tú y yo no nos conocemos de otro sitio? -le pregunté, mientras le se colocaba la sudadera por encima de la cabeza.

-No lo sé, yo también tengo ese presentimiento -me dijo, cauteloso -. Por cierto, mi nombre es Adam.

Después de toda la situación cochina que acabábamos de hacer, tenía la intención de estrecharme la mano. Aquel gesto suyo me hizo reír. Lo correspondí al instante.

-Un gusto conocerte, Adam -le dije, sin perder el buen humor.

Me regaló una sonrisa carismática que me derritió el corazón, me dio un beso en la mejilla con la intención de marcharse luego de mirar la hora en su reloj de muñeca.

-Debo irme, tengo que ir a comprar algunas cosas con mi madre. Insiste en comprarme ropa, pero yo me siento a gusto con la que tengo -me contó, colocando su mochila por encima del hombro.

-Lo hace porque te quiere, debes agradecerle todo lo que hace por ti -lo imité, tomando mi bolso.

Él abrió la puerta con cautela para no levantar sospechas y el pasillo estaba vacio.

-Márchate primero tú, que yo salgo en un par de segundos -le dije.

Él asintió, y con un saludo de mano y una sonrisa nerviosa salió hacia el pasillo y se marchó a paso trote. Si nos pescaban estábamos muertos.

Unos minutos después salí yo, por el pasillo a oscuras que daban a una escalera en la planta alta y así salir al corredor principal de la universidad. Pero, una sombra apoyada contra la pared me hizo parar en seco, sujetando mi bolso y libros con fuerza.

Tragué saliva al ver que Max estaba apoyado contra una pared, en posición relajada y cruzado de brazos, fumando un cigarro. El humo saliendo de su boca se perdió en el aire. Me sentí nerviosa al instante, el corazón me latía con fuerza mientras me clavaba sus ojos caramelo. Era lo unico que podía rescatar de su silueta negra debido a la falta de luz.

-Follar a la mañana es una delicia -soltó, en seco y con aire elegante. Mierda, estaba enojado, pero lo mantenía con calma -. Pero se vuelve algo exótico cuando se trata de follar con Ada Gray. Digamos que es un privilegio tener ese placer.

Agaché la mirada, sin decir nada. No era capaz de decir algo, no era capaz de musitar palabra alguna. Entonces, apagó el cigarro contra la pared y tiró la colilla en un tacho oscuro y alto más cercano. Dios, estaba tan nerviosa. Su presencia era intimidante.

-Un privilegio que esta mañana me han arrebatado -continuó diciendo, acercándose a mí con paso lento al borde de acorralarme contra una pared-. Un privilegio que me estoy perdiendo por ser un imbécil ¿Qué quieres de mí, Ada? ¿volverme loco? Aunque debo admitir que me lo merezco por follarme a tu hermana.

-Corrección, hermanastra -fui capaz de decir, en un pitido de voz y con el dedo levantado.

-Qué más da -dijo, con voz ronca -. No sé qué quieres de mí, acordamos follar y que yo te ponga en un pedestal con lujos que mereces. No esta novela mexicana.

-Pero te metiste con la persona que más detesto en este mundo y todo se fue a la mismísima mierda ¿no crees, Max? Si tú me jodes yo te jodo.

Pegó su frente contra la mía, inclinándose un poco y apoyando sus manos a cada lado de mi cabeza contra la pared. Soltó el aliento.

-¿Por qué odias a Rose? Parece ser buena persona, es algo torpe, chillona, pero creo que merece una oportunidad para salir adelante y ser alguien en la vida -insistió, mientras me miraba y acariciaba la mejilla.

Tragué con fuerza, supuse que debía decirle la verdad.

-Rose está enamorada de mí, Max -le confesé, finalmente.

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