31 Días [COMPLETADA ✔]

By Camila__Mendiola

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¿Sabes? No todo en él fue siempre oscuridad y perversión, como todos, Henry había tenido una linda infancia l... More

Antes de leer.
P r ó l o g o
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15 [Final].
E p í l o g o
Agradecimientos.

Capítulo 8.

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By Camila__Mendiola

Siete días: una semana y dos días sin comer, con una sed enorme, dolor en todo el cuerpo y expidiendo un horrible olor a orina. A este punto ya me había dado por vencida; pero entonces, escuché pasos por las escaleras, después la puerta se abrió y las luces se encendieron, yo apenas abrí los ojos.

Pff, que peste —dijo Henry al entrar a la habitación— ¿Tienes hambre? —traté de que mi voz saliera para decir que sí, que me moría de hambre, pero apenar y salió un pequeño murmuro inaudible de mi garganta, así que me limité a asentir con la cabeza.

Dejó la comida y una bolsa plástica que traía en el suelo para sacar las llaves de las esposas y quitármelas, mis manos dolían mucho más que antes y lo peor de todo era que ambas estaban lastimadas, una por un corte y la otra a causa de las esposas. Traté de sentarme en la cama, lo cual me costó un poco pero al final pude lograrlo; Henry me entregó un plato de fruta picada y un vaso con jugo de uva. Así que sin decir más, tome el plato y comencé a comer, tenía demasiada hambre y dolor de cabeza.

—¿Ves los beneficios que pierdes al no saber escoger lo que te conviene? Puedo golpearte cuando yo quiera y no me importa verte así, en cambio, si haces lo que yo quiero, puedo ser yo de ayuda —su mano se acercó a mi cabeza y acarició mi cabello, yo tenía mucho miedo.

Sentía demasiada ansiedad, temor, enojo, furia y tristeza.

Quiero irme, quiero irme ya.

—Te traje algo —se inclinó un poco hacia el suelo para alcanzar la bolsa plástica—. Ten, lo que me pediste.

Tragué el trozo de kiwi que estaba masticando y le quité la bolsa de la mano para abrirla, dentro de esta había tres libros, un cuaderno y un bolígrafo. Quería decirle algo, pero mi voz no salía así que carraspeé la garganta, rogando que con solo esa acción mi voz saliera.

—¿Por qué me das esto? —logré decir apenas en un susurro—. Te desobedecí, tú me dijiste que si te desobedecía no me merecía nada —se encogió de hombros.

—Hoy es un día especial, supongo, tómatelo como un regalo de mi parte.

—¿Por qué?

—Hoy es tu cumpleaños número diecinueve.

¿Mi cumpleaños? ¿El mío verdaderamente o el de Lauren? No lo sabía con certeza, suponiendo que él siempre me hablaba como si fuera Lauren, me atreví a preguntarle:

—¿Qué día es hoy?

—Siete de marzo.

No podía creerlo, esa era la fecha de mi cumpleaños. Por un momento pensé que por fin me trataría como la persona que realmente era, que por fin se había dado cuenta que yo no era Lauren y que tal vez, solo tal vez; con ese hecho me dejaría libre. Así que para aclarar mis dudad, decidí preguntarle algo más:

—¿Es el cumpleaños de Lauren?, perdón, ¿Mi cumpleaños?

—Sí, Lauren, es tu cumpleaños.

¿Esto era una jodida broma? ¿Me estaba queriendo ver la cara de estúpida? Nunca me permití creer que las coincidencias existían, me parecía una superstición absurda que la humanidad se había creado un día cualquiera, pero ahora, después de lo que me dijo Henry pues... estaba dudando sobre lo que creía.

¿Hasta ese era el grado de cinismo en el que él era capaz de llegar? No solo había encontrado a una persona con un casi parecido idéntico al de su novia fallecida, sino que también se había esmerado en que la fecha de su cumpleaños fuera la misma. Esto era absurdo, completamente absurdo.

—Preparé una cena, bueno, en realidad ordené comida —con su dedo índice enganchó un mechón de camello que se había puesto en mi cara y lo dejó detrás de mi oreja—. También te daré pastel.

Entonces, no pude evitar sentir la nostalgia creciendo por todo mi cuerpo: era mi cumpleaños, una fecha especial en la cual debería estar con mi familia. Entonces caí en cuenta de que el destino no era tan lindo como Matthew me lo describió aquél día de clases.

El destino no siempre te da cosas buenas, no te garantiza que todo en tu vida será color de rosa. Puedes ser la persona más buena del planeta y que en tu cuerpo entero no exista ni una sola gota de maldad o de querer lastimar a alguien y el destino siempre te traerá una cosa mala sin importar lo bueno que hayas sido. Porque sí, el destino también era cruel y despiadado hasta con la persona más inocente.

Pero solamente cuando te pasan esas cosas malas, entiendes de verdad lo que es querer valorar más tu vida y el querer a tu familia, porque siempre de las malas experiencias lo que se espera es que no volvamos a cometer los mismos errores pero, ¿Cuál había sido el mal que yo había cometido? ¿Cuál fue mi error? ¿En qué no cumplí para estar mereciendo esto?, supongo que a veces los obstáculos se te atraviesan sin ninguna explicación.

En fin, no me quedaba más que afrontar la situación.

Feliz cumpleaños a mí, me dije, y feliz cumpleaños a ti también Lauren.

—¿Cuántos años tienes tú? —pregunté tratando de que mi voz no se quebrara.

—Veinte, siempre fui un año mayor que tú —hizo una mueca y arrugó un poco su nariz— ¿Qué es ese feo olor? Huele como a orina.

—Porque lo es —solté sin más ¿Qué más daba? Ya no me importaba si se burlaba de mí—. Tú no aparecías por ninguna parte y yo no me aguanté las ganas de ir al baño.

—Ya veo —asintió con la cabeza—, de todos modos iba a llevarte arriba para que te dieras un baño.

—Pero no tengo ropa.

—Te compré un vestido, para que lo usaras hoy en la cena —sonrió con orgullo— después de todo, es una ocasión especial y quiero que te veas bonita.

El hambre se me había ido completamente así que dejé el plato de fruta a un lado y me crucé de brazos.

—¿Ya no tienes hambre? —negué con la cabeza—, bien, entonces vamos; te llevaré arriba.

Me tomó del brazo y me hizo levantarme de la cama, casi me caigo porque me jaló muy rápido haciéndome tropezar con mis propios pies. Caminamos fuera del sótano hasta llegar a la puerta del baño y, como la primera vez, me esperó afuera.

Me duché lo más rápido que pude, y no porque así lo quisiera, sino porque Henry golpeaba cada dos minutos la puerta diciéndome que me apresurara. Tapé mi cuerpo con la toalla y salí de la regadera, sobre el lavamanos estaba una bolsa la cual abrí, dentro estaba el vestido y entre otras cosas más que me había comprado.

—¿Ya estás lista? —preguntó con desesperación.

—Ya estoy por vestirme.

—Que sea rápido.

Comencé a vestirme, pasándome el vestido por sobre la cabeza, no pude evitar mirar mis piernas descubiertas: gran parte de ellas estaba con una combinación de morado y verde, los moretones por los golpes de la tabla definitivamente eran muy visibles; solté un suspiro y me dediqué a cambiar la gasa que tenía sobre mi mejilla tapando mi herida. No quería hacer nada hoy, quería quedarme en la oscura habitación hundiéndome en mis propios pensamientos pesimistas de la vida que habían surgido en mi estadía aquí. Sin embargo, sabía que si se lo pedía a Henry él no iba a dejarme.

Abrí la puerta, encontrándome con Henry en la puerta; mirándome de arriba abajo —lo cual me incomodó mucho— mientras que una sonrisa se dibujaba en sus labios.

—Te ves preciosa.

Pero yo no me sentía así, estar con un vestido frente a él mirándome constantemente me hacía tener mucha inseguridad y asco sobre mi persona, su mirada me hacía sentir una cualquiera que se vendía ante cualquier hombre; me sentía estúpida.

—Vamos, la comida está por llegar.

Me tomo nuevamente del brazo y me guió hasta el comedor de la casa, donde me encontré con una mesa bien puesta: en el centro la decoraba una especie de trinche con tres largas velas encendidas, había cuatro platos con cubiertos y también había cuatro sillas.

—¿Por qué hay cuatro sillas? —pregunté confundida—. Si solo somos tú y yo.

—Pronto lo verás —esbozó una sonrisa llena de malicia.

Me sentó en una de las cuatro sillas y cuando pensé que se iría a hacer cualquier otra cosa o que iría a sentarse en otra silla a esperar la comida, me tomó de la muñeca y me esposó a un barrote de metal —que al parecer él había puerto— que estaba debajo de la mesa, sujeto de una pata a la otra.

—¿Es en serio?

—Te conozco, Lauren, sé que en un descuido que me de tu vas a intentar de escaparte.

Bueno, al menos no estaba diciendo una mentira; llevaba pensando eso desde el segundo en que me sacó del sótano.

—¿Ya me vas a decir por qué hay cuatro sillas?

—Oh, sí claro, casi lo olvido —sonrió con malicia—. Cierra los ojos.

—¿Tengo que hacerlo? —Henry rodó los ojos.

—¿Podrías solo hacer lo que te digo sin protestar alguna sola vez?

—Bien, bien, —cerré mis ojos— ¿Y ahora?

Escuché sus pasos resonar por el suelo de madera, después también como arrastraba las sillas hasta dejarlas no sé dónde.

—Abre los ojos, bonita.

Henry estaba sonriente detrás de las sillas mientras que en estas estaban sentados un señor y una señora.

—Mis padres querían estar aquí para tu cumpleaños, bueno, en realidad los amenacé por teléfono con ir a casa y sacarles los ojos si no venían.

Oh, pero claro, porque amenazar a la gente con sacarles los ojos era lo más normal del mundo; cualquier persona lo hacía —noten el sarcasmo, por favor—.

Eso, queridos amigos; era cinismo puro.

La mujer y el hombre estaban también atados de una mano a la mesa con esposas, con sacos cubriéndoles la cabeza.

—Mamá, papá ¿Recuerdan cuando me dijeron que Lauren había muerto y que no podría encontrarla? Bueno, aquí la tienen —jaló los sacos que les cubrían la cara, dejándome ver sus rostros; no decían ni una palabra, pues estaban amenazados.

Sus ceños estaban fruncidos, era obvio que ellos si se dieron cuenta de que yo no era Lauren. Henry les quitó el paño de la boca con los que los había amordazado.

—Hijo —habló su padre— ¿Sabes que... que ella no es Lau... —sus palabras quedaron en el aire, la escena que siguió a continuación pasó tan rápido que apenas y pude caer en cuenta de lo que Henry acababa de hacer.

Había subido su puño a la altura de la cara de su padre y lo dejó caer justo en su nariz, la sangre le comenzó a brotar; cayéndole por el cuello mientras que a su paso le manchaba la camisa blanca que llevaba debajo del saco negro. Su madre había soltado un chillido, llevándose la mano que tenía libre a la coba completamente asustada. Henry tenía la cara roja de la furia, de haber sido una caricatura juraría que ya también hubiera estado expidiendo humo de las orejar y la nariz.

—Ella. Sí. Es. Lauren, papá —hizo una pausa, pareció que iba a decir algo más pero en eso se escuchó que tocaron la puerta de entrada— ¡Ya voy! —gritó.

Henry volvió a dejar amordazados a sus padres y cuando pensé que iba a irse de largo para ver quien llamaba a la puerta, se detuvo frente a mí y también me amordazó.

—Si emiten algún sonido, los mato a todos —advirtió—. A los tres.

Y sin más por decir, salió del comedor con dirección a la puerta. Se escuchó el sonido cuando esta fue abierta, por un segundo pensé en mover la mesa para causar cualquier ruido o quitarme el pañuelo con la mano que no tenía encadenada a la mesa para gritar con todas mis fuerzas y llamara la atención de quien sea que estuviese afuera; pero no lo hice.

Y hasta ahora no estoy segura de porque no lo hice.

Tras unos minuetos después, Henry volvió con con dos bolsas que expedían un olor delicioso a carne.

—Llegó la cena, familia —alzó un poco las bolsas en el aire con emoción.

Al llegar de nuevo a la mesa, dejó las bolsas sobre esta y sacó la comida para después servirla en porciones iguales en cada uno de los platos; les quitó el pañuelo de la boca a sus padres con el cual no podían hablar y después también me lo quitó a mí, caminó nuevamente hasta llegar a su lugar y sentarse en la silla.

—Cenemos —ordenó.

Y así lo hicimos todos, con la única diferencia que Henry utilizaba ambas manos para manejar los cubiertos mientras que sus padres y yo usábamos solo una. Tragué con dificultad un trozo de carne que llevaba ya mucho tiempo masticando, me había costado mucho cortarlo, pues cada que usaba el pequeño cuchillo la carne se movía por todo el plato.

El silencio era el que reinaba en la mesa, Henry nos miraba con entusiasmo; sus padres no despegaban la mirada del plato y yo, tenía la mirada perdida.

—Y ¿Qué tal te ha ido en tu trabajo, papá? —preguntó Henry llevándose el tenedor a la boca con un trozo de carne en él.

Fue hasta en ese momento en el que su padre levantó la mirada del plato y la dirigió hasta donde estaba él sentado, carraspeó un poco la garganta y después habló:

—Muy bien, hace poco invertí dinero para ayudar a una organización que le daba hogar a las familias más necesitadas.

—Claro —asintió con la cabeza, de una manera muy lenta— ¿Ayudas a desconocidos pero a tu familia no? Me sorprendes.

—No entiendo de lo que me hablas.

—¿No lo entiendes? Bien, te refrescaré la memoria —dejó los cubiertos a un lado, cogió la servilleta que tenía a un lado y se limpió la comisura de los labios, después, miró directamente a los ojos a su padre transmitiéndole el mayor de su furia— ¿Recuerdas lo que una vez me dijiste? "ya no te ayudaré con la busca de Lauren, desde ahora no te daré ni un centavo para continuar con su búsqueda. No perderé más el tiempo en buscar a alguien que ni siquiera está vivo", esas fueron tus palabras, padre.

—Hijo, no... —sus palabras quedaron en el aire cuando Henry lo interrumpió.

—¡No, papá! —dejó caer las palmas de sus manos en la mesa, golpeándola con fuerza; las venas de su cuello se marcaban tras su creciente enojo— ¡No quisiste ayudarme! Me diste la espalda cuando más te necesitaba ¡Sólo quería encontrarla! Fuiste un maldito egoísta. Nunca te importé y tampoco te importó Lauren, ella siempre me dijo que cuando yo no estaba tú te le insinuabas y tratabas de tocarla y que siempre cuando te detenía le decías que era una zorra, la insultabas y tratabas de golpearla. Por eso la dejé de llevar a la casa, no quería que estuviera con un pervertido como tú

—Henry, siempre me importaste; eres mi hijo y sobre lo de Lauren, es todo mentira.

—No seas hipócrita, nunca me quisiste ¿Crees que nunca te escuché quejarte de mí con mamá? ¿Cómo le decías que yo les había arruinado la vida? ¿Qué solo fui un error que se les salió de las manos de jóvenes porque ambos eran unos malditos adolecentes hormonales y se les olvidó cuidarse?

—Henry —comenzó a hablar su madre—. Esas cosas nunca fueron ciertas, solo estábamos bromeando.

—Por favor mamá, no te atrevas a decirme esa tontería porque tú más que nada deseabas que estuviera muerto. Me lo dejaste en claro en el hospital.

—Yo... No sé de lo que me hablas.

—¿A no? Entonces también déjame refrescarte la memoria. Cuando tuve el accidente y quedé en coma ¿Crees que no te escuché cuando me decías que esperabas que nunca despertara? Que estabas deseosa por que llegara el momento en el que el doctor llegara y te dijera que había muerto —hizo una pausa, mirándola fulminante—: Porque sí, estaba en coma, mis ojos estaban cerrados pero eso no quería decir que no pudiera escuchar lo que a diario me decías.

Sus padres se quedaron en silencio, yo no me había atrevido a decir nada; había quedado estupefacta ante aquellas confesiones que había soltado Henry ¿Sería cierto lo que especulaba en contra de sus padres? La decisión con la que pronunciaba cada palabra y el enojo que transmitían sus ojos cuando los miraban me hacía pensar que sí.

—¿Saben que es lo que tenemos en común? —se pasó una mano por el cabello—: El odio, eso es lo que tenemos en común. Porque yo los odio a ustedes y ustedes me odian a mí.

—Henry —ahora si me atreví a hablar—. Creo que ya es suficiente —asintió.

—Tienes razón, esto no se trataba de mis estúpidos padres; se trataba de ti —se levantó de la silla mientras caminaba hasta donde yo estaba sentada—. Iré por tu pastel, cariño —me acarició la mejilla y después se fue a la cocina.

El ambiente tenso que se sentía por todo el comedor se esfumó en cuanto Henry desapareció pero fue remplazado por uno de incomodidad, no me atrevía a hablar con los señores sentados frente a mí pero me vi obligada a hacerlo cuando el señor me habló:

—¿Cuál es tu verdadero nombre, linda?

—Alice.

Ambos se miraron sorprendidos ante mi respuesta, no entendía porque, hasta que hablo la señora:

—¿Eres Alice Cooper?

—Sí, ¿De dónde saben mi nombre?

—Sales en todos los noticieros y en el periódico local, tus padres llevan buscándote toda la semana.

—¿De verdad? —la voz se me había cortado un poco mientras que las lágrimas amenazaban con salir.

Pobres de mis padres, debían estar muy preocupados por mí. Iba a preguntarles algo más a los padres de Henry pero en eso él entro de nuevo al comedor con un pastel en sus manos y una vela encendida sobre el mismo. Cuando llegó a un lado de mí, dejó el pastel sobre la mesa.

—Feliz cumpleaños, mi amor —sonrió—, pide un deseo.

Deseo volver a casa, pensé

Soplé la vela y Henry estalló en aplausos mientras dejaba un corto beso en mi sien, fue de nuevo a la cocina por un cuchillo y cuando regresó comenzó a cortarlo.

—¿Qué fue lo que deseaste, cariño? —preguntó con una sonrisa en su rostro.

No sabía si decirlo, no sabía qué efecto causarían mis palabras. A este punto tenía que ser cuidadosa con las palabras que escogiera para hablarle evitando que le enfadara conmigo y quisiera golpearme; en ¿Qué más daba? Era mi deseo después de todo, no tenía derecho de juzgarlo o enfadarse.

—Volver a casa —él soltó una sonrisita.

—Estas en casa —negué, dándole a entender que aquí no pertenecía.

—Por favor —rogué—. Déjame ir a casa.

—Eso es imposible, preferiría matarte antes que dejarte ir —dijo como si nada.

—Eres un psicópata.

Pero él ignoró completamente mis palabras mientras repartía el pastel, los minutos pasaron mientras todos comíamos en silencio como en un inicio hasta que el padre de Henry decidió romperlo.

—Hijo, debo decirte que esta ha sido una noche muy... ¿interesante? —dudó de sus palabras— pero tu madre y yo ya tenemos que irnos a casa ¿Podrías liberarnos?

—No pueden irse, no sin antes de que le de mi regalo a Lauren.

—¿Regalo?

—Sí, amor, te tengo un regalo —sonrió con malicia, sacando de debajo de la mesa una caja envuelta en papel de regalo que después me extendió—. Ábrelo.

Con el ceño fruncido y con mi mano que no estaba atada comencé a romper el envoltorio y una vez que terminé con este quité la tapa de la caja. Mi ceño se frunció aún más al ver lo que contenía: cuchillos, había dos cuchillos ahí; uno de carnicería y otro normal para cortar vegetales.

—¿Para qué querría yo cuchillos, Henry?

—Ya lo verás —se inclinó un poco hacia mí y cogió el cuchillo de carnicería, se levantó de la silla y caminó hasta donde estaban sus padres.

Se detuvo justo a un lado de su papá, mirándolo con malicia y; de la misma forma inesperada con la que vi las cosas cuando Henry se atrevió a golpear a su padre así había vuelto a ver esta escena: Él, en un rápido movimiento cogió la mano de su padre y la puso sobre la mesa con los dedos completamente extendidos y en un rápido movimiento; dejó caer la filosa hoja del cuchillo sobre su dedo índice, desprendiéndoselo de la mano.

Henry guardó el dedo en el bolsillo de su pantalón mientras que su padre soltó un grito desgarrador ante el dolor, la sangre carmesí le brotaba de la herida como si fuera un chorro de agua. Su madre había comenzado a lloriquear a su lado, temiendo por lo que su hijo fuera capaz de hacer.

—¡¿Qué es lo que te sucede, Henry?! —exclamó su padre.

—Me da igual lo que pienses, esto no se trata de ti; sino de ella —me señaló con el cuchillo en su mano.

—No por favor, no me lastimes —supliqué.

—No te lastimaré, cariño, te voy a conceder el deseo de lastimar —una sonrisa como la del gato de Alicia en el país de las maravillas se le dibujó en el rostro.

—¿De qué estás hablando? —pregunté con temor a la respuesta.

—Voy a dejar que lastimes a mi padre, ese será mi regalo de cumpleaños para ti.

—Yo no voy a hacer eso —dije totalmente horrorizada.

—Oh pero claro que lo harás, tómalo como una venganza hacia todo lo que trató de hacerte.

No podía, yo no era la clase de persona que hacía esas cosas ¿Qué importaba que el señor haya tratado de abusar de Lauren? Sé que eso estuvo mal pero a mí no me correspondía tomar cartas en el asunto y cobrar una "venganza" que no me pertenecía.

Eso estaba mal.

—No voy a hacerlo.

—¿Qué has dicho?

—Que no lo haré.

—Ya te dije que sí lo harás y si te resistes, te obligaré a hacerlo.

—No puedes.

—¿Quieres ver que sí?

Y con grandes zancadas volvió a mi lado, sacó la llave de su bolsillo y me quitó las esposas. De un solo tirón de brazo me puso de pies pero nunca soltó su agarre, con su otra mano, cogió el cuchillo normal de la cara y después me guió a empujones hasta donde estaba su padre.

—Míralo —me susurró en el oído—, este maldito trató de aprovecharse de ti ¿Acaso eso no te da ganas de sacarle los intestinos?

Noup, para nada.

—Ya te eh dicho que no quiero hacerle daño, Henry.

—Y yo te dije que te obligaría —me cogió de la mano que no tenía rota y me obligó a empuñar el cuchillo, su mano estaba encima de la mía apretándola con fuerza.

Guió nuestras manos hasta el pecho de su padre, enterró la punta del cuchillo poco a poco provocando que un quejido saliese de su boca.

—¿Te parece si lo movemos hacia abajo, cariño?

—Basta Henry, por favor detente.

—Nunca.

E ignorando mis palabras nuevamente, enterró un poco más del cuchillo en su pecho y después comenzó a bajarlo hasta que llegó a su ombligo; los gritos de dolor y agonía siempre estuvieron presentes, nunca los olvidaría.

Miraba aterrada el corte que Henry me había obligado a hacerle a su padre, la sangre le brotaba manchando por completo su ropa, su respiración se hacía cada vez más débil hasta que hubo un punto en el que dejó de moverse: había muerto desangrado. La señora no paraba de llorar mientras le lanzaba insultos a su hijo.

—¡Eres un maldito! ¡¿Cómo te atreviste a asesinar tu padre?! ¡Después de todo lo que hizo por ti ¿Y así es como le agradeces?!

—Cállate, mamá.

—¡No me voy a callar! Cuando logre salir de aquí ¡Le diré a la policía dónde estás, les diré que haces sufrir a una chica inocente que no tiene la culpa de maldita obsesión por tu novia muerta!

—¡Ya cállate! —y me quitó el cuchillo de las manos para empuñarlo él mismo y encajárselo justo en el corazón a su madre.

¿Hasta qué grado llega la demencia humana? El estar aquí me había dejado en claro que podía llegar a niveles inalcanzables, justo cuando reía que Henry había cometido algo de lo cual me dejaba sin palabras iba y hacía una completamente peor.

Esa noche, justo frente a mí, había asesinado a su madre y me había obligado a hacer lo mismo con su padre.

...

Nota del Autora: Lo sé, lo sé; estuve desaparecida por mucho tiempo JAJAJA pero aquí estoy de nuevo molestando con un nuevo capítulo<33 ¡HENRY ESTA LOCOOO! Debo ser sincera, este capítulo amé escribirlo; debo decir que es uno de mis favoritos jijiji ¿Qué les ha parecido a ustedes?

Voten y comenten UwU 

Las/os quiero<33, gracias por el apoyo.

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