31 Días [COMPLETADA ✔]

By Camila__Mendiola

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¿Sabes? No todo en él fue siempre oscuridad y perversión, como todos, Henry había tenido una linda infancia l... More

Antes de leer.
P r ó l o g o
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15 [Final].
E p í l o g o
Agradecimientos.

Capítulo 5.

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By Camila__Mendiola

Un día nuevo comenzaba y con eso un día más de este encierro que no sé cuánto duraría. Pasé toda la noche despierta tratando de pensar en una manera de poder escapar de aquí, las opciones eran mínimas considerando que no tenía nada que pudiera ayudarme. Dormí tan solo una o dos horas ya que había tenido una horrenda pesadilla de la cual ya no había logrado volver a conciliar el sueño así que me quedé mirando el techo hasta que supuse que ya había amanecido, las esposas ya estaban molestándome de más contando que mis manos estaban comenzando a cansarse gracias a la posición en la que se encontraban; traté de acomodarme pero fue una tarea inútil ya que siempre volvía a la misma posición de antes.

La puerta de la habitación se abrió, y el repentino sonido de la madera gastada que hizo al abrirse me sobresaltó un poco, él traía en sus manos bolsas, trapos, un trapeador y un recogedor de mano, la comida que me iba a dar ayer la tiró por el enojo, así que iba a limpiarla.

—Buen día —traté de hablarle, tenía hambre, sed y ganas de ir al baño, él no me respondió —Disculpa, ¿Podría ir al baño? —pedí, él me miró por un par de segundos donde parecía que me lo negaría pero después se acercó a mí y me quitó las esposas.

—Bueno, haz tus necesidades y vuelve a la cama —ordenó, desabroché mi pantalón y cuando estaba por bajarlo mi mirada subió a la de él, quien no dejaba de mirarme.

—No puedo hacer si me estás mirando —negó, su vista no se quitaba de mí, sin más, rápidamente bajé mis pantalones y mi ropa interior, sentí un enorme alivio al orinar. Al terminar, subí mi ropa y sentí como él se acercaba a mí, me llevaba nuevamente hasta la cama y cuando estaba por alzar las manos —¿Me podrías cambiar de posición? En verdad me duelen los brazos y hombros, por favor —supliqué y él asintió, me tomó de las muñecas y las ató a los costados de la cama, mínimo ya tenía los brazos abajo —¿Me podrías dar agua? —hablé de nuevo y él pareció molesto con tanta petición —Perdón, no quería molestarte —me miró a los ojos y con una mano acarició mi mejilla

—No eres molestia, mi amor —dijo mientras caminaba hacia la puerta, salió y unos minutos después volvió a entrar —Aquí está —me tomó de la barbilla con delicadeza y me acerco el vaso a los labios.

—¿Puedo saber tu nombre? —pregunté después de tragar el agua, debía descubrir si él era Henry.

Él esbozó una sonrisita cómplice.

—Mi amor, soy Henry —dijo él como si fuera demasiado obvio.

Bien, duda aclarada: si era Henry.

Objetivo: Salir de aquí antes de que las voces de las que me habló Clara le dijeran que me asesinara.

Entonces, volví a soltarle otra pregunta tratando de que mi voz no fallara en el intento.

—¿Puedo hacerte más preguntas sin temor a que me vayas a golpear? —necesitaba asegurarme de que cumpliera con su palabra, nunca antes había sido violentada por nadie —ni siquiera por mis padres— y no quería que esa horrible experiencia se repitiera.

—Eso fue un impulso, yo jamás te golpearía, eres mi todo —respondió cual psicópata.

—¿Me amabas mucho, verdad? —me referí a Lauren.

—Te amo mucho, Lauren —acarició mi rostro.

—¿Soy tu todo? —él me dio una sonrisa.

—Sí, lo eres.

—¿Y por qué me tienes aquí encerrada? —contesté tajante, él dudó en contestarme.

—Porque si mi todo se va yo quería destruido, así que mejor juntos, como siempre lo habíamos planeado después de la boda a escondidas —sentí miedo.

¿Dijo boda? Al parecer con Lauren ya tenía historia.

—¿Boda?

—Sí, nos casamos a escondidas de nuestros padres cuando tenías diecisiete y yo dieciocho —acercó su mano a mi pierna y comenzó a acariciarla.

—¿Cuándo fue la última vez que me viste antes de traerme aquí? —pregunté tratando de buscar dónde me vio y porque carajos yo no me di cuenta.

—Fue cuando chocamos en la plaza, tú ibas saliendo de una tienda y yo iba a entrar para estar contigo, aunque guardaba mi distancia.

Me quedé helada, recordaba muy bien ese suceso: había pasado la primera semana que llegué a Carolina del Norte, hace un mes atrás:

Iba saliendo de la tienda con el regalo de papá, era perfecta esa corbata, linda y elegante, no iba viendo por donde caminaba y a causa de ello, choqué con alguien, alce mi mirada y vi un chico frente a mí.

—Lo siento —se disculpó el chico.

—No te preocupes, yo también tuve la culpa —me disculpé también, después, el chico solo pasó de largo entrando a la tienda y yo me fui a casa.

Entonces ese chico había sido él, quien desde la primera semana llevaba acosándome y yo no me había dado cuenta.

—Estoy hambrienta, ¿Puedes darme algo para comer? —pedí al escuchar mi estómago sonar.

—No, en este momento no, si no mal recuerdas, te castigué. Te portas mal, no hay comida.

—Pero tengo hambre —supliqué, pero él solo negaba, me miró a los ojos por última vez y se dirigió a la puerta para salir.

[...]

Han pasado horas, tengo hambre y quiero volver a casa.

¿En dónde estaré?

Quería escaparme, debía irme, pero el problema era ¿Cómo me quito las esposas? Tal vez si logro quitármelas, pueda huir, patearlo dónde más le duele y derribarlo, salir corriendo y pedir ayuda.

Miré mis manos.

Traté de comenzar a sacar mi mano de la esposa, pero no podía, me dolía demasiado.

Vamos, ahora más que nunca debo aguantar. Me animé.

Me acerqué la almohada y la tomé entre mis dientes, tomé aire y comencé a jalar.

El dolor era tan intenso, lentamente sentí como mis huesos eran aplastados. Mordía con más fuerza mi almohada, debía sacar mi mano, necesitaba hacerlo ya, pero dolía demasiado, las lágrimas comenzaron a hacerse presentes en mi rostro, comencé a llorar del dolor.

Miraba mi mano deformarse, pero no salía.

—Vamos, vamos —hablé en voz alta para mí misma, tratando de animarme y armarme de valor, sin más, de un solo jalón la sacaría, volví a tomar la almohada en mi boca y comencé a prepararme mentalmente.

1... 2... ¡3!

Jalé mi mano hacia mí con toda la fuerza que tenía, pero el dolor fue cruel, despiadado e intenso, sin poderlo evitar, dejé salir un grito que trate de amortiguar en la almohada.

Escuché pasos por las escaleras, maldije, todavía me faltaba la otra mano, miré mi mano libre, estaba morada y rojiza, mis dedos se miraban chuecos y el dolor no paraba ni un solo segundo.

—Traje un poco de... ¡¿Qué hiciste?! —exclamó Henry al ver mi mano, rápidamente se acercó a mí revisándola, solté un quejido en cuanto la tomo— ¡¿Por qué hiciste semejante idiotez?! ¡Te quebraste la mano! —dijo antes de salir corriendo, yo solo me quejaba del dolor, Henry al salir, dejó la puerta abierta, era mi oportunidad, comencé a jalar mi mano con fuerza, pero no salía, escuché los pasos apresurados de Henry, venía con un botiquín y comenzó a sacar cosas— ¡Te dije que no trataras de escapar! ¡¿Eres idiota?! —tomó mi mano con cuidado, vi como sacaba una jeringa y le añadía un líquido.

—No traté de escapar, quería moverme, mis brazos y mis hombros duelen, esta posición me lastima ya —estaba tratando de dejar de llorar, Henry acercó la inyección a mi muñeca y la aplicó.

—¡¿Me crees idiota?! ¡Sé lo que tratabas de hacer! —sentí temor, no quería que me golpeara.

—Lo siento —murmuré, de pronto, ya no sentí mi mano, no sentía dolor— Ya no siento mi mano, ¡No siento mi mano! —exclamé asustada, comencé a removerme en la cama y él me tomó de los brazos para frenarme.

—Tienes anestesia, para que ya no sientas dolor, calma —dijo mirándome a los ojos, poco a poco me fui calmando, me coloco una pomada y comenzó a masajear mi mano, parecía querer acomodar los huesos que pudiera, después de pomadas, pastillas y vendarme la mano, mi dolor se calmó.

—Suéltame, quítame las esposas, solo quiero moverme —rogué, él negaba con su cabeza—. Estaré quieta, prometo no hacer nada, simplemente no quiero estar solo en la cama y en esta incómoda posición —dije claramente mintiendo, no me iba a rendir, por supuesto que trataría de escapar, pero no ahora, debía idear algo más inteligente—. Me pongo de rodillas si quieres —dije mientras me ponía sobre mis talones en la cama, lo miré y traté de acercarme a él—. Por favor, quítame las esposas, me portaré bien, lo prometo —mentí.

—No, te quedarás ahí, ¿Crees que te voy a consentir después de esto? —me miró, me acerqué lo más que pude y lo miré a los ojos.

Debía usar las cosas a mi favor, acerqué mi rostro al de él y comencé a rozar mis labios sobre su mejilla.

—¿Sí? Por favor —supliqué, acerqué mis labios a los suyos, él estaba cayendo como yo quería así que sin más, dejé unos cortos besos en su boca a los cuales él correspondía.

Una de sus manos fue a mi mejilla y comenzó a besarme con fuerza, por más que quería pararlo, no podía y no iba a ser brusca, si no, todo saldría mal para mí.

Cuando por fin me soltó, tenía una leve sonrisita, su mano se dirigió al bolsillo de su pantalón y sacó unas llaves, las cuales introdujo en la cerradura de la única mano que tenía atada para liberarme, esta también estaba amoratada, pero solo dolía poco, él tomo mi mano y también trato de untar pomada para el dolor, coloco una venda.

—Gracias —dije mientras me acomodaba mejor en la cama, él solo me dio una sonrisita y se levantó, guardando las cosas en el maletín, cuando estaba por salir, tomó la bandeja en donde traía comida para mí, antes de que pasara lo ocurrido—. Espera, tengo muchísima hambre —hablé al ver que ya iba hacia la puerta.

—¿Crees que lo que hiciste fue gracioso? No te voy a recompensar por eso... El hecho de que me besaras no significa que me vas a tener haciendo lo que quieras a tu antojo. Si pensaste así, te estás equivocando —dijo antes de salir de la habitación con la comida, comencé a patear al aire, estaba frustrada.

[...]

Caminaba de un lado a otro, con la cabeza metida en un montón de cosas hasta que la puerta se abrió y me quedé quieta.

—Traje tu cena —me dejó ver la charola con un plato con fruta y yogurt, también había un vaso de leche—, sube a la cama —dijo y corrí a esta, me senté y él dejó la charola a mi lado, rápidamente tome el plato y comencé a comer como animal hambriento—. Calma, te vas a atragantar —advirtió, me detuve y limpié un poco de yogurt que había manchado un poco la comisura de mi labio inferior.

—Si no me hubieras dejado sin comer tanto tiempo —demandé, él solo se encogió de hombros.

—Es tu culpa —soltó sin darle importancia. Aclaré un poco mi garganta.

—¿Podrías darme un libro que tenía en la mochila? —él arqueó una ceja.

—¿Y cómo por qué crees que lo haré? —fruncí los labios.

—Bueno, solo quería ver si podrías, si no quieres no lo hagas —dije mientras tomaba el vaso de leche y bebía.

—Te lo traeré mañana, ahora duérmete —se levantó, sentí como si mi cuerpo pesara, no sé que me pasaba.

—¿Por qué me siento así? Tengo sueño —traté de levantarme de la cama, pero no podía.

—Por los tranquilizantes que le puse a la leche, es para tu mano, para que no te duela.

—¿Y si muero por sobredosis?

—Sé que no lo harás.

—¿Acaso eres médico?

—No, porque no terminé mi carrera —dijo mientras abría la puerta—. Ahora duerme, hasta mañana, mi amor.

Salió de la habitación con toda la tranquilidad del mundo mientras que yo caía en la inconsciencia.

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