courageous| neville longbottom

By SolinneGarte

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Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas. Ambos se... More

introduccion
prólogo
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐔𝐍𝐎
capítulo 1
capítulo2
capitulo 3
capítulo 4
capítulo 5
capítulo 6
capítulo 7
capítulo 8
capítulo 9
capítulo 10
capítulo 11
capítulo 12
capítulo 13
capítulo 14
capítulo 15 (parte 1)
capítulo 15(parte2)
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐃𝐎𝐒
capítulo 16
capítulo 17
capítulo 18
capítulo 19
capítulo 20
capítulo 21
capítulo 22
capítulo 23
capítulo 24
capítulo 25
capítulo 26
capítulo 27
capítulo 28
capítulo 29
capítulo 30
capítulo 31
capítulo 32
capítulo 33
capítulo 34
capítulo 35(parte 1)
capítulo 35(parte 2)
capítulo 36 (parte 1)
capítulo 36 (parte 2)
capítulo 37
𝐀𝐂𝐓𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒
capítulo 38
capítulo 40
capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
Capitulo 44
Gracias por su apoyo.

capítulo 39

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By SolinneGarte

Maratón por el cumpleaños de Nev (1/3)

Debí haber subido este capítulo ayer, pero se me había borrado:(

━━━━━━━※━━━━━━━

—¡Ron, sal del baño! —grita Ginny desde el pasillo, aporreando la puerta con fuerza. —¡Llevas ahí dentro una eternidad!

—Puedes usar el baño de arriba. —le recuerda mi hermano con un gruñido.

Fleugggrrr lo está usando, y para cuando termine su rutina de belleza se nos llegará la hora de la cena. —exclama sin dejar de golpear la puerta con los puños. —¡Ron!

—¡Maldita sea, ya voy!—gruñe Ron desde el interior del baño.

Ginny suelta un grito de frustración, pasando su peso de una pierna a la otra y sujetando la toalla en su brazo. Nos lanza una mirada extrañada a Hermione y a mí.

—¿A dónde van con esas toallas limpias? —pregunta elevando una ceja. —Creí que Charlie ya se había bañado.

—No son para Charlie, son para Harry. —le respondo.

La puerta del baño se abre de golpe, y Ron sale apresurado, poniéndose las calcetas con una mano y sosteniendo sus tenis con la otra.

—¡Al fin! —exclama Ginny, le da un empujón para apartarlo y cierra la puerta detrás de ella.

—¿Harry ya llegó? —pregunta con clara emoción. —¿Cuándo llegó y por qué no me habían dicho nada?

—Llegó en la madrugada, al parecer él y Dumbledore fueron no sé qué lugar antes de venir aquí. —le respondo encogiéndome de hombros. — Está quedándose en la habitación de Percy.

Sin esperar nada más, y sin haber terminado de colocarse los tenis, Ron sale precipitado hacia las escaleras.

—Ron, no lo vayas a despertar todavía. —lo regaña Hermione, mientras lo seguimos de cerca. —Déjalo descansar...

Apenas unos segundos más tarde, se escucha un ruido semejante a un cañonazo cuando la puerta de la habitación se abre de par en par. Para cuando llegamos, Ron ya está descorriendo las cortinas, permitiendo la entrada del sol deslumbrante.

—¿Qué pa...sa? —murmura Harry, cubriéndose los ojos con una mano y buscando sus gafas con la otra.

—¡No sabía que ya habías llegado! —exclama Ron exaltado, y le da un manotazo en la coronilla a Harry.

—¡No le pegues, Ron! —lo regañamos Hermione y yo al mismo tiempo.

Harry se pone las gafas con los ojos entrecerrados, claramente cegado por la luz. Ron lo mira con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Nunca había estado mejor. —contesta Harry, frotándose la coronilla y se deja caer de nuevo sobre la almohada. —¿Y tú?

—No puedo quejarme. —responde mi hermano; acerca una caja de cartón y se sienta en ella. —¿Cuándo has llegado? Sophie acaba de decirme que estabas aquí.

—Sobre la una de la madrugada.

—¿Cómo se han portado los muggles contigo? —le pregunto, cruzando por encima de la cama para sentarme junto a él.

—Igual que siempre. —contesta, mientras Hermione se sienta en el borde de la cama. —Apenas me dirigen la palabra, pero yo lo prefiero así. ¿Y tú, Sophie? ¿Cómo estás? Anoche olvidé por completo que habías estado en San Mungo.

—Mejor ahora, el único recuerdo que me queda de esa noche es una hermosa cicatriz en la espalda. —le respondo, e intento levantarme la blusa para enseñársela. —¿Quieres verla? Es preciosa, tiene forma de medialuna.

—No, gracias. —murmura mi amigo. —Te creo que es preciosa sin necesidad de verla. ¿Qué tal has estado tú Hermione?

—Muy bien. —responde mi amiga, escudriñando el rostro de Harry como si éste estuviera incubando alguna enfermedad.

Sé perfectamente que está preocupada por la reacción de Harry a la muerte de Sirius, pero Harry no parece tener ganas de hablar sobre ese, o algún otro tema deprimente.

—¿Qué hora es? ¿Me he perdido el desayuno?

—Por eso no te preocupes, mamá va a subirte una bandeja. —le respondo. —Dice que estás desnutrido.

—Bueno, ¿qué ha pasado? —pregunta Ron, sin poder contener su curiosidad.

—No gran cosa. ¿No sabes que he estado todo este tiempo encerrado en casa de mis tíos?

—¡Anda ya! —protesta Ron. —¡Sophie dijo que fuiste a no sé dónde con Dumbledore!

—Bah, nada emocionante. Sólo quería que lo ayudara a convencer a un antiguo profesor para que aceptara un empleo en Hogwarts. Se llama Horace Slughorn.

—¡Ah! —dice Ron decepcionado. —Creí que...

Hermione le lanza una mirada de advertencia y mi hermano rectifica.

—Ya me imaginada que se trataría de algo así. Ahora que no está Umbridge es evidente que necesitamos otro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? Cuenta, cuenta, ¿qué tal es?

—Pues mira, parece una morsa y fue jefe de la casa de Slytherin. ¿Te pasa algo Hermione?

Mi mejor amiga lo observa como a la espera de que nos extraños síntomas se manifestaran en cualquier momento. Cambia rápidamente su expresión y compone una sonrisa poco convincente.

—¡No, qué va! Y... ¿crees que Slughorn será un buen profesor?

—No lo sé. —responde Harry. —Pero no puede ser peor que la profesora Umbridge, ¿no?

—Yo conozco a alguien peor que ella. —tercia una voz desde el umbral. Ginny entra arrastrando los pies, con gesto de fastidio y el cabello seco. —¡Hola, Harry!

—¿Y a ti qué te pasa? —le pregunto confundida. —Creí que te ibas a bañar.

—Esa era la intención. —dice Ginny, desplomándose en la cama de Harry. —Pero ella me detuvo, me está volviendo loca.

—¿Qué ha hecho esta vez? —inquiere Hermione, comprensiva.

—Abrió la puerta del baño cuando me iba a bañar, por fortuna todavía tenía la ropa interior puesta. —gruñe malhumorada. —¡Dijo que tenía unos productos para el cabello que yo parecía necesitar! Como si hubiera algo malo con mi cabello.

—Ya lo sé. —la consuela Hermione. —Es muy creída.

—¿No pueden dejarla en paz ni cinco segundos? —murmura Ron enfadado.

—Ella sólo quería ayudar, trata de agradarte. —comento negando con la cabeza.

—Eso, defiéndanla. —nos espeta Ginny. —Ya sabemos que ustedes nunca se cansan de ella.

—¿De quién están...?—comienza a preguntar Harry, sin comprender la situación.

Pero la respuesta llega antes de que termine la pregunta: la puerta del dormitorio se abre otra vez, Harry instintivamente tira de las sábanas y se tapa hasta la barbilla, con tanta fuerza que Hermione y Ginny resbalan de la cama y caen al suelo. A mi me manda contra la pared.

En el umbral está Fleur, con su belleza impresionante. Alta, esbelta, con una cabellera rubia larga que irradia un débil resplandor plateado. Lleva una bandeja de desayuno llena a rebosar.

—¡Hagy! —exclama con una voz gutural. —¡Cuánto tiempo sin vegte!

Entra majestuosamente y se dirige hacia mi amigo; detrás de ella aparece mamá con cara de malas pulgas.

—¡No hacía falta que subieras la bandeja, estaba a punto de hacerlo yo! —refunfuña.

—No hay ningún pgoblema. —replica Fleur, y deja la bandeja sobre las rodillas de Harry.

A continuación se inclina para plantarle un beso en cada mejilla, Harry se pone colorado.

—Tenía muchas ganas de veglo. ¿Te acuegdas de mi hegmana Gabgielle? Sólo sabe hablag de Hagy Potteg. Se alegagá mucho de volveg a vegte.

—Ah, ¿también está aquí? —pregunta Harry con voz ronca.

—No, tontito, no. —contesta ella con una risa cantarina. —Me gefiego al pgóximo vegano, cuando nos...¿Es que no lo sabes?

Fleur abre muchos sus grandes ojos azules, y mira con reproche a mamá.

—Todavía no hemos tenido ocasión de contárselo. —se defiende ella.

Fleur se vuelve bruscamente hacia Harry, y al hacerlo le da de lleno en la cara a mamá con su cortina de cabello plateado.

—¡Bill y yo vamos a casagnos!

—¡Oh! ¡Felicidades!

Fleur se inclina y vuelve a besarlo. Yo ahogo una carcajada al ver la expresión que pone Harry, parece estar ardiendo por dentro.

—Últimamente Bill está muy ocupado, tiene mucho tgabajo, y yo sólo tgabajo media jognada en Gingotts para mejogag mi inglés, pog eso me pgopuso venig a pasag unos días aquí paga conoceg a su familia. Me alegé tanto de sabeg que ibas a venig... ¡Aquí no hay gan cosa que haceg, a menos que te guste cocinag y dag de comeg a las gallinas! ¡Buen pgovecho, Hagy!

Y dicho eso, se da media vuelta, sale de la habitación como si flotara y cierra la puerta con cuidado.

Mamá no puede contener un despectivo: ¡Bah!

—Mi madre no la traga. —aclaro en voz baja, negando reprobatoriamente.

—¡Eso no es verdad! —me corrige ella con un susurro cargado de enojo. —¡Lo que pasa es que opino que se han precipitado con este compromiso, nada más!

—Hace un año que se conocen. —interviene Ron, que parece hipnotizado y tiene la vista clavada en la puerta que Fleur acaba de cerrar.

—¡Un año es muy poco tiempo! Pero yo sé por qué lo han hecho, no vayan a creer. Es por la incertidumbre que nos crea a todos el regreso de Quién-ustedes-saben; así que, como la gente piensa que mañana podría estar muerta, se precipitan a tomar decisiones a las que, en otras circunstancias, dedicarían un tiempo de reflexión. Pasó lo mismo la última vez que él se hizo con el poder: todos los días se fugaba alguna pareja...

—Papá y tú, por ejemplo. —le recuerdo con picardía.

—Sí, pero nuestro caso era diferente. Su padre y yo estábamos hechos el uno para el otro. ¿Qué sentido tenía esperar? —argumenta mi madre. —En cambio, Bill y Fleur... A fin de cuentas, ¿Qué tienen en común? Él es una persona trabajadora y realista, mientras que ella es...

—Una fastidiosa. —sentencia Ginny asintiendo con la cabeza.

—Una chica muy talentosa. —la corrijo frunciendo el ceño. —Y Bill tampoco es tan realista que digamos. Es un rompedor de maldiciones, ¿no? Le gusta la aventura, el glamour...

—Por eso le atrae tanto Flegggrrr...—concluye mi hermana, exagerando el sonido tanto que parece que va a soltar un escupitajo.

—No hagas eso, Ginny. —la reprende mamá mientras que Harry y Hermione se ríen. —Bueno, será mejor que siga con lo mío. Cómete los huevos ahora que están calientes, Harry.

Y sale del cuarto con gesto de preocupación. Ron sigue atontado y mueve la cabeza a intervalos, como un perro que intenta quitarse el agua de las orejas.

—¿No se acostumbra uno a ella viviendo en la misma casa? —le pregunta Harry.

—Sí, claro, pero cuando te la encuentras por sorpresa...

—¡Qué patético! —bufa Hermione. Se aleja cuanto puede de él a grandes zancadas, y al llegar a la pared opuesta, se cruza de brazos y lo mira.

—No querrás que se quede aquí para siempre, ¿verdad? —pregunta Ginny con incredulidad

—A mí me cae muy bien, Fleur. —opino, encogiéndome de hombros. —No me importaría que pase más tiempo con nosotros. Es muy divertida cuando la conoces.

—Sólo te agrada porque te regala productos para el cabello, y te enseñó a maquillarte. —ironiza Ginny, mirándome de forma desaprobatoria. —No te das cuenta de que sólo lo hace por lástima, eres su proyecto de caridad.

—Sólo es amable, si dejaras de comportarte como una envidiosa te darías cuenta de que no es tan mala persona como la pintas.

Mi hermana niega con la cabeza.

—De todas manera mamá hará todo lo que pueda para impedir que se quede, me apuesto lo que quieras.

—¿Y cómo va a impedirlo? —pregunta Harry.

—No para de invitar a Tonks a cenar. Me parece que alberga esperanzas de que Bill se enamore de ella. Y yo también lo espero, preferiría mil veces tener a Tonks en la familia.

—Sí, seguro. —ironiza Ron. —Mira, a ningún hombre en su sano juicio puede gustarle Tonks estando Fleur cerca. Lo admito, Tonks no está del todo mal cuando no hace estupideces con su pelo, ni con su nariz, pero...

—No tienes por qué insultar a Tonks para enaltecer a Fleur, Ron. —lo regaño. —A ti no te gustaría que yo dijera que nadie te hará caso si Krum está cerca, ¿o si?

Ron frunce el ceño, y se cruza los brazos. Le lanza una mirada rápida a Hermione, pero ella finge no haberse dado cuenta.

—Sólo intentaba defender a Fleur.

—Puedes hacerlo sin insultar a Tonks. —opino. —Además, las dos son asombrosas a su manera.

—Pero Tonks es muchísimo más simpática que Fleugggrrr.

—¡Y más inteligente! ¡Es una auror! —tercia Hermione desde el rincón.

Suelto un gruñido, me dejo caer sobre la cama.

—¿Por qué jamás me escuchan? —me quejo, escuchando cómo siguen comparando a dos personas que no pueden ser más diferentes.

—Yo prefiero a Tonks. —insiste Ginny. —Al menos, con ella te ríes.

—Pues últimamente no está muy risueña. —objeta Ron. —Las últimas veces que ha venido a casa parece Myrtle la Llorona.

—No seas injusto con ella. —le espeto, incorporándome en la cama. —Todavía no ha superado lo que le pasó a Sirius... ¡Era su primo! ¡Hasta tiene problemas para metamorfosearse!

—¿Para...?—pregunta Harry, sin comprender.

—Ya no puede cambiar de aspecto como antes. —le explica Hermione. —Creo que sus poderes se han debilitado a causa de la conmoción, o algo así.

—No sabía que eso pudiera pasar. —comenta Harry.

—Yo tampoco. —admite Hermione. —Pero imagino que sucede cuando estás muy, muy deprimido...

La puerta vuelve a abrirse, y mamá asoma la cabeza.

—Sophie... no, mejor tú Ginny. —se corrige en un susurro. —Baja a ayudarme a preparar la comida.

—¡Estoy hablando con mis amigos! —protesta mi hermana, indignada.

—Ahora mismo. —ordena mamá, y se retira.

—¡Me hace bajar para no estar a solas con Flegggrrr! No le dice a Sophie porque sabe que las dos son mejores amigas y hablarán hasta por los codos. —rezonga Ginny.

Se aparta la larga melena pelirroja imitando a Fleur, y sale de la habitación pavoneándose y con los brazos en alto como si fuera una bailarina.

—No tarden mucho en bajar, por favor. —dice al marcharse.

Harry aprovecha el breve silencio para seguir desayunando, y yo me levanto de la cama para estirar las piernas. Ron me lanza una mirada de soslayo, y eleva las cejas en mi dirección.

—¿Qué? —susurro confundida.

—Pregúntale. —murmura, señalando discretamente a Harry.

Lanzo un suspiro resignado, y me vuelvo hacia mi amigo.

—Bueno, Harry...—digo con voz chillona. —¿Has leído El Profeta últimamente?

—Sí. —responde extrañado. —¿Por qué preguntas?

—Hay ciertos rumores... sobre la profecía.

—¡Chisst! —me corta Hermione, mirándome con ojos de advertencia.

—El Profeta tiene razón. —murmura Harry finalmente. Hermione pone cara de susto, y Ron y yo estamos asombrados. —Aquella esfera de cristal que se rompió no era el único registro de la profecía. Yo la escuché entera en el despacho de Dumbledore; fue a él a quien se la hicieron, por eso pudo revelármela. Según ella, al parecer soy yo quien acabará con Voldemort. Al menos, decía que ninguno de los dos podría vivir mientras el otro siguiera con vida.

Los cuatro nos miramos en silencio.

—Santo Merlín, Harry. —murmuro. —¿Tienes miedo?

—No tanto como antes. Cuando lo escuché por primera vez me quedé... Pero ahora es como si siempre hubiera sabido que al final tendría que enfrentarme a Voldemort.

No sé cómo lo puede decir así de tranquilo, si yo supiera que soy el elegido para derrotar al mago más tenebroso de todos los tiempos, probablemente empacaría todas mis cosas, me mudaría a México y me cambiaría el nombre a María de los Ángeles.

—Me pregunto si tardarán mucho en llegar nuestros TIMOS. —comenta Hermione, intentando cambiar el tema y aligerar la tensión en la habitación.

—No puede faltar mucho. Ya ha pasado un mes. —concluyo.

—Un momento. —apunta Harry. —¡Me parece que Dumbledore dijo que las notas de nuestros TIMOS llegarían hoy!

—¿Hoy? —exclama Hermione. —¿Hoy? Pero, ¿por qué no...? ¡Cielos, debiste decírnoslo enseguida!

Se pone se pie de un brinco.

—Voy a ver si ha llegado alguna lechuza.

Yo la sigo escaleras abajo, igual de emocionada que ella, pero menos nerviosa.

—¿Está segura de que esta mañana no ha llegado ninguna lechuza, señora Weasley? —pregunta Hermione por quinta vez, dando vueltas en la cocina mientras se retuerce las manos.

—Sí, querida. Me habría dado cuenta. —responde mamá con infinita paciencia. —Pero sólo son las nueve, todavía hay mucho tiempo para...

—Ya sé que fallé en Runas Antiguas. —rezonga Hermione con ansiedad. —Como mínimo cometí un grave error en la traducción. Y el examen práctico de Defensa Contra las Artes oscuras tampoco me salió como esperaba...

—¿Quieres hacer el favor de callarte, Hemione? ¡No eres la única que está nerviosa! —le gruñe Ron. —Además, cuando veas tus diez extraordinarios...

Las palabras de Ron quedan ahogadas por el grito que suelta Hermione. Está señalando la ventana de la cocina, en el cielo se ven cuatro motitas negras que aumentan de tamaño.

—Lechuzas. —digo con la voz quebrada, y corro hacia la ventana.

—Una para cada uno. —añade Hermione con un susurro que denota terror. —¡Oh, no! ¡Oh, no!

Suelto un quejido cuando Hermione me entierra las uñas en el brazo, y me aparto de ella para abrir la ventana de la cocina. Una a una, las lechuzas entran y se posan sobre la pesa.

Voy hacia ellas. La carta que va dirigida a mí está atada a la pata de la primera lechuza. La desato con dedos temblorosos.

Durante unos instantes ninguno habla, me cuesta horrores poder abrir el sobre.

RESULTADOS DE SOPHIA MURIEL WEASLEY

Astronomía: Aceptable

Cuidado de Criaturas Mágicas: Extraordinario

Encantamientos: Extraordinario

Defensa Contra las Artes Oscuras: Supera las expectativas

Aritmancia: Supera las expectativas

Herbología: Supera las expectativas

Historia de la Magia: Extraordinario

Pociones: Extraordinario

Transformaciones: Extraordinario

Releo varias veces la hoja de pergamino, y poco a poco me voy tranquilizando. La sonrisa en mi rostro es gigantesca.

Mamá suelta un suspiro de alivio al ver mi rostro, y me arrebata el pergamino para verificarlo ella misma.

—¡Cinco extraordinarios! —dice con orgullo, abrazándome de forma sofocante. —¡Has conseguido nueve TIMOS y cinco extraordinarios! ¡Ni siquiera a Bill le fue tan bien en su época!

—Yo sólo he suspendido Adivinación y Astronomía. —murmura Ron, contentísimo. —Y he sacado un extraordinario en Herbología. No me ha ido tan mal, ¿verdad?

—¡Enhorabuena! —murmura mamá, alborotándole el cabello a Ron y mirándolo orgullosa. —¡Siete TIMOS! ¡Más de los que consiguieron Fred y George juntos!

—¿Y a ti, Hermione, cómo te ha ido? —le pregunto a mi amiga con vacilación. Ella sigue mirando el pergamino con rostro serio.

—No está mal. —responde en voz baja.

—No digas tonterías. —salta Ron, se acera a ella y le quita la hoja de las manos. —Ajá, nueve extraordinarios y un supera las expectativas en Defensa Contra las Artes Oscuras. Y estás decepcionada, ¿no?

Hermione niega con la cabeza, pero no resulta tan convincente.

—¡Bueno, ya somos estudiantes de ÉXTASIS! —me alegro, sonriente. —¿Alguien quiere galletas de chocolate?

No salimos de los límites del jardín de La Madriguera durante el resto de la semana. Pasamos la mayor parte del día jugando Quidditch, dos contra dos (Harry y Ron contra, Ginny y yo; Hermione es bastante mala así que prefiere hacer de árbitro)

El resto del día me la paso charlando con Fleur, (sus consejos para el cabello son mejores de lo que pensaba), o visitando a Charlie en su habitación de enfermo.

Mi hermano sólo duró dos días tendido en la cama, al tercero ya estaba intentando desgnomizar el jardín. Obviamente mamá dio el grito en el cielo cuando lo vio lanzando todos esos gnomos, y lo envió derechito a su habitación, no sin antes regañarlo como cuando era chiquito.

—No puedo creer que todavía me trate como si tuviera 5 años. —gruñó mi hermano, dejándose caer de mala gana sobre la cama. —Soy un adulto independiente ahora, no puede controlarme.

—Exacto, ahora díselo a ella en la cara. —lo animé, sonriendo burlona.

Charlie puso cara de horror.

—No, gracias.

Hoy es sábado por el mediodía, y Neville llegará en cualquier momento para que podamos ir juntos a casa de los Owen, en Londres muggle.

Estoy tan entusiasmada por el viaje que muy apenas pude dormir un par de horas. Me pasé toda la mañana limpiando compulsivamente en un intento de calmar mis nervios.

—Y tegminé... ¿te gusta? —me pregunta Fleur con timidez, pasándome un espejo de mano para que pueda ver el maquillaje que me ha hecho.

Es sencillo, natural y muy precioso.

Sólo me he maquillado dos veces en toda mi vida, y jamás le había puesto tanto empeño, pero Fleur es una experta en todo lo relacionado con la belleza femenina. Cuando le pedí ayuda con mi peinado y maquillaje, poco le faltó para ponerse a llorar de la felicidad.

—Es asombroso, Fleur. —le digo con sinceridad, sonriendo fascinada. —Me encanta.

Ella aplaude contenta antes de comenzar a sugerir un sinfín de opciones para mi vestimenta.

Esta vez tengo que rechazar sus sugerencias, no es que no ame todas y cada una de sus ideas, pero jamás he usado zapatos de tacón tan altos como los de ella.

Lo más probable es que termine de nuevo en San Mungo antes de que pueda llegar siquiera a la cocina.

—¡Sophie, Neville ya llegó! —grita mi madre desde la planta baja.

Me doy un último vistazo en el espejo, y seco mis manos en mi ropa con nerviosismo.

—Estás pgeciosa. —dice Fleur sonriendo, como si fuera una mamá orgullosa. —Diviégtete mucho, pero no aceptes bebidas de muggles extgaños. Y mantente cegca de Neville todo el tiempo, no es un chico muy intimidante, pero es alto... eso los ayudagá.

Sin poder evitarlo me acerco hacia ella para darle un rápido abrazo.

—Gracias, Fleur. —le digo sin dejar de sonreír.—Me alegra tenerte con nosotros, Bill es muy afortunado.

Fleur me observa por unos instantes antes de girar el rostro y cubrirse los ojos con las manos.

—Me hagás llogag. —murmura abatida.

════ ⋆★⋆ ════

La casa de la familia Owen se encuentra en un lindo barrio de Londres muggle, muy cerca de las calles principales. Es bastante acogedora, mucho más de lo que me imaginaba viniendo de muggles.

La madre de Finn es una mujer delgada, menuda y rubia, no se parece nada físicamente a su hijo, pero tienen la misma personalidad amable y alegre.

Y se nota que adora a sus hijos, incluyendo a Ophelia, aunque ella no se muestra tan agradable como suele ser, de hecho, parece que su personalidad cambia por completo cuando se encuentra en la misma habitación que la señora Owen.

Finn y Ophelia tienen un hermano menor de ocho años llamado Gale, es una personita adorable que comparte muchas características físicas con su madre, aunque su carácter es mas serio y reservado. Según Finn, él no ha demostrado poseer habilidades mágicas, aunque todavía albergan la posibilidad.

El señor Owen es la viva imagen de Finn y Ophelia, sólo que es menos alegre que ellos, de hecho, parece que Gale y él comparten el mismo carácter impasible.

—¿A dónde iremos primero? —pregunta Neville mientras caminamos por las calles de Londres.

Ophelia y Finn van frente a nosotros, guiándonos de forma experta.

Yo por mi parte, observo todo boquiabierta.

Aunque ya he visitado Londres muggle antes, pero siempre me sorprende la magia que transmite, incluso aunque no la posee en realidad.

—Iremos a nuestra tienda de discos favorita, está unas calles más abajo. —responde Finn educadamente, mirándolo por encima de su hombro con una sonrisa. —Sophie mencionó que te gusta mucho la música.

Los ojos de Neville se iluminan con emoción.

—Sí, me encanta. —dice fascinado. Se vuelve hacia mi con una sonrisa gigante. —Gracias por pensar en mí.

—Siempre pienso en ti. —le confieso sonriéndole de vuelta.

Neville me observa con intensidad, su mirada es seria pero amable, como si quiera memorizar el momento y mi rostro. Yo la sostengo durante un momento antes de apartarla, mis mejillas se tiñen de rojo.

En ese momento encuentro algo que me deja sin aliento.

—¿Qué es esa cosa tan increíble? —chillo encantada, señalando un extraño artefacto en la acera de enfrente. Es rojo, pequeño y de metal.

Finn y Ophelia se vuelven hacia donde señalo, claramente extrañados.

—¿Esa cosa? —pregunta Finn confundido. Yo asiento con rapidez. —Es una toma de agua para incendios.

—Me encanta. —digo sin apartar la vista del artefacto.

Sin esperar por ellos, camino hacia la otra acera, embelesada por estar cerca de esa toma de agua para incendios.

De pronto, una mano me jala por el brazo y detiene mi caminar justo a tiempo. Choco contra el pecho de Neville con un quejido y observo a un coche muggle pasar frente a nosotros, tocando la bocina ruidosamente.

—Eso estuvo cerca. —murmuro, llevándome una mano al corazón. —Vamos, Nev. Necesito una foto con esa cosa.

Neville no parece compartir mi fascinación por la toma de agua, pero me sigue de todas maneras.

—¿Y cuál es su función? —les pregunto a mis amigos mientras acaricio el artefacto rojo.

Finn y Ophelia comparten una mirada extrañada.

—Bueno pues... es una toma de agua. Está diseñada para proporcionar un caudal considerable en caso de incendio. —murmura Ophelia automáticamente, como si guardara la información en su cerebro. —Los perros también orinan sobre ellas... yo que tú no la tocaría tanto.

—Quiero una foto. —repito encantada, saco la cámara de Ophelia de mi bolsa de mano y se la entrego.

No sólo me tomo una foto con la toma de agua, también obligo a mis amigos a tomarse fotos conmigo. Los tres siguen sin comprender mi fascinación, pero al menos me siguen la corriente.

La escena se repite cuando conozco los semáforos, e incluso me tomo una con un oficial de tránsito (¡es un hombre que controla los coches!), también me tomo una fotografía con una ambulancia en movimiento, y trato de fotografiar el accidente de autos cerca de ahí, pero Finn alega que es de mala educación. Así que mejor poso delante de un coche de policías.

—Estoy segura de que a papá le encantarán estas fotografías. —digo emocionada mientras nos alejamos de la escena.

Neville me sonríe con ternura.

—¿Puedes regalarme una fotografía? —pregunta, algo tímido. —Quiero recordar la primera vez que conociste un semáforo y ocasionaste un accidente de coches.

—¡Oye, yo no ocasione el accidente! —me quejo, ofendida por la acusación. —El oficial fue el que se distrajo.

—Porque tú llegaste a pedirle una foto. —me recuerda él, alzado una ceja.

—No hay ninguna prueba de eso... o sí las hay, pero yo las tengo.

Neville suelta una carcajada, y niega débilmente con la cabeza.

La tienda de discos favorita de Ophelia y Finn tiene un lindo diseño rústico, en la entrada hay un pequeño balcón que es utilizado como cafetería, y está decorado con posters de bandas famosas y focos de distintos tamaños. El interior es igual de hermoso; tiene dos pisos y venden discos, libros y cómics, también varios artículos coleccionables.

El rostro de Neville es un verdadero poema, está boquiabierto y sus ojos brillan fascinados. Supongo que yo tenía la misma expresión cuando descubrí todas esas cosas muggles en la calle.

Sonrío orgullosa de mi misma, sabía que este lugar le iba a encantar.

—¡Oh, ven Neville! Te encantará ver esto —lo llama Ophelia, siguiendo el plan.

Finn y yo esperamos a que ellos se alejen para observar una pared llena de fotografías de famosos que han visitado la tienda, y después huimos hacia el segundo piso.

—De acuerdo, tenemos máximo 10 minutos antes de que Neville se aburra y decida venir a buscarnos. —calculo rápidamente, siguiendo a Finn por los pasillos. —Hay que encontrar ese disco ya.

Es una completa fortuna que Finn haya trabajado aquí todos los veranos desde hace 4 años, pues conoce a la perfección la distribución de la tienda.

Me sorprende la gigantesca cantidad de géneros musicales que existen, desde pop, rock, country e incluso algo llamado mariachis. Pero me ofende muchísimo no encontrar ni un solo disco de Las Brujas de Macbeth.

—¡Bingo! —exclamo victoriosa, sosteniendo el pesado disco de vinilo entre mis manos. —Voodoo Lounge, The Rolling Stones. Es momento de huir.

—Tu amigo tiene buenos gustos musicales. —comenta Finn mientras nos formamos en la fila para pagar. —Y es un gran chico, a Ophelia le cae muy bien.

—Neville es increíble. —digo de acuerdo. —Es una de las mejores personas que conozco.

—Hola, Finn. —murmura una chica, pasando frente a nosotros. Viste el uniforme de los empleados de la tienda, su cabello es castaño y su estatura es muy similar a la mía, lo que hace que automáticamente me caiga bien. —Me alegra que nos visites este verano. Te echamos de menos en la tienda, un chico llegó a ocupar tu lugar pero es un completo patán.

Finn se vuelve hacia ella abruptamente, mirándola con los ojos abiertos de par en par, le regala una sonrisa que luce forzada. De hecho todo su rostro parece doloroso de ver, su incomodidad se transmite.

—Ma-Marina, hola. —balbucea, sonriéndole de forma antinatural. —Bueno verte es.

Se queda quieto por un momento, analizando sus palabras y luego abre los ojos horrorizado.

—Es verte bueno. —se corrige de forma espantosa, sacude la cabeza. —Es bueno verte.

La chica, Marina, suelta una carcajada. Claramente divertida con la situación.

—Verte bueno también es. —dice de forma burlona. —Hasta luego, Finn.

Mi amigo y yo observamos a la chica irse, perdiéndose entre los pasillos de la tienda.

—Eso fue incómodo. —murmuro sin poder evitarlo. —¿Qué te sucedió?

Finn deja salir un suspiro se frustración, y se talla el rostro con una mano.

—Me sucede siempre que estoy cerca de Marina, simplemente me convierto en esta persona balbuceante y penosa de ver. —dice contrariado. —Y no es sólo con Marina, cada que una chica que me gusta me habla, yo... entro en pánico.

—Pero conmigo lo hacías muy bien. —lo animo, recordando que hace unos meses él y yo intentamos salir. —Te salía natural, lo de coquetear y todo eso. A mi me conquistaste en su momento.

—Pero contigo era diferente, tú nunca me pusiste nervioso.

Elevo una ceja en su dirección.

—No sé si sentirme ofendida por eso, o alegrarme de que me tenías confianza.

Finn suelta una risa, y niega levemente.

—No me refería a eso. —se corrige. —Contigo era sencillo, no tenía miedo de mostrarme tal cual soy. Se sentía como si tú fueras...

De pronto, se detiene por completo. Su rostro adopta una mueca horrorizada.

—¿Cómo si yo fuera qué? —pregunto confundida, sin entender el ritmo de la conversación.

—Como si tu fueras mi hermana. —murmura asqueado. —Me sentía seguro hablando contigo porque me recordabas a Ophelia. ¡Todo este tiempo intente salir con mi hermana!

Una señora muggle que está formada detrás de nosotros nos da una mirada extrañada, y arrastra a su hijo por la tienda, apartándose de nuestro sitio.

Por mi parte, sigo sin entender del todo lo que sucede.

¿Finn es incestuoso?

¿O sólo se sentía seguro conmigo?

—Tengo que olvidar eso. —sentencia sin dejar de negar con la cabeza. —Le diré a Marina que vaya por un helado conmigo.

Y sin decir más abandona la fila, y camina hacia donde Marina desapareció hace un momento.

Pero no alcanza a dar más de dos pasos, y se regresa cabizbajo.

—¿A quién quiero engañar? —se lamenta, volviendo a la formarse en la fila detrás de mí. —No soy valiente, jamás podría hacerlo.

—¡Oye! —lo regaño, y le doy un golpe en la coronilla. —No digas eso, claro que eres valiente. ¿Qué es lo que te asusta? ¿Qué te rechace?

Él asiente luciendo avergonzado.

—¿Y qué si te rechaza? En la vida nos van a rechazar un millón de veces y no por eso nos vamos a rendir y dejar de intentarlo. —le respondo, intentando darle ánimos. —Si te rechaza pues ni modo, la vida sigue. No puedes vivir la vida sin correr ni un solo riesgo porque entonces no estarías viviendo, ¿no crees?

—Sí, tienes razón. —murmura, analizando mis palabras.

—Además, si te rechaza no la volverás a ver hasta el próximo verano, para entonces ya se habrá olvidado de lo que sucedió. —le recuerdo con una sonrisa. —Aunque dudo que pueda decirte que no, eres prácticamente perfecto.

—No lo soy...—murmura sonrojado, pero mi cumplido parece hacerlo sentir mejor. —¿Sabes qué? Tienes razón, al diablo con el miedo.

—¡Así se habla! Ahora dame esas cosas, yo las pago por ti. Ve a buscar a tu chica.

—¿Ya? —pregunta aterrorizado. —¿No crees que es muy pro...?

—¡Finn! —le advierto mientras me muevo para pagar.

—Tienes razón, ya vuelvo. —dice animado, toma un largo suspiro antes de perderse por los pasillos.

El chico detrás de la caja registradora tiene una mirada amenazadora e intensa, eso y sumando su evidente atractivo, me resulta intimidante.

Y la situación empeora cuando me percato de que no sé cómo usar el dinero muggle.

Así que mientras veo como pasa los artículos por una cosita rara brillante (con la que también quiero tomarme fotos, pero decido no hacerlo), estoy entrando en pánico.

—Jamás pensé que vería a Sophia Weasley en una tienda muggle. —murmura el chico, sorprendiéndome.

¿Acaso el señor no-me-mires-a-los-ojos-porque-soy-muy-guapo-y-misterioso me ha llamado por mi nombre?

Y no sólo eso, ha dicho muggles.

—Disculpa, ¿te conozco? —pregunto confundida, dándole una sonrisa de disculpa.

El señor ojos-penetrantes-y-claramente-escorpio suelta una risa seca.

—No, claro que no lo haces. —dice con ironía, como si supiera algo que yo no. —Son 15 libras.

Yo regreso mi mirada al dinero dentro de mi bolsa, intentando recordar lo que vi en Estudios Muggles durante mi tercer año.

—¿Qué sucede Weasley? —pregunta el señor sin nombre, sonriendo de lado. —¿Tú papi traidor a la sangre no te enseñó cómo usar el dinero muggle?

—¿Qué demonios te sucede? ¿Quién eres y por qué me conoces? —le pregunto, dejando de lado la amabilidad y exigiendo una respuesta.

El acosador sexy e idiota abre la boca para responder.

—¡TOMMY!

Me giro sobre mi eje para ver a Ophelia acercándose a nosotros, sonriendo de oreja a oreja y mirando al demente misterioso con absoluta adoración. Neville va detrás de ella, y luce muy confundido.

El chico suelta un quejido, dejando de lado su máscara intimidante. Ahora mismo parece que quiere esconderse detrás de la estantería más cercana.

—¿Lo conoces? —pregunto sin entender la situación.

—¡Claro! —dice Ophelia con obviedad. —Es mi primo Tommy.

—Soy Thomas. —le corrige él, poniendo una mueca malhumorada. —Me llamo Thomas, no Tommy. Te lo he dicho mil veces, Ember.

Ophelia sonríe aún más, y niega con la cabeza como si la situación le diera demasiada ternura.

—Para mi siempre has sido Tommy, el pequeño y dulce Tommy. —dice con adoración, y poco le falta para inclinarse y pellizcarle la mejilla. —¿Cómo está Theo? No lo he visto en todo el verano, y tampoco me ha escrito.

—Theodore está en casa, cumpliendo el papel del hijo perfecto. Y ayudando a su papi a recuperarse.

El rostro de Ophelia pierde el color por completo.

—Oh... ¿el tío Magnus está herido?

Thomas entrecierra los ojos, y me lanza una mirada rápida.

—No es tu asunto, Ember. —murmura finalmente, y se vuelve hacia mí para terminar de cobrar. —¿Vas a pagar o qué?

Ophelia se adelanta, sacándome del problema y pagando los productos por mi.

—Nos vemos, Tommy. —se despide Ophelia, sonriendo débilmente. —Saludos para el tío Magnus.

Tomo las bolsas de papel que contienen nuestros artículos, y me dispongo a girarme. Una mano me sostiene del brazo.

—Nos vemos, Sophia Weasley. —murmura él, sonriendo de forma ladina, ardiente y espeluznante al mismo tiempo.

—Adiós... Thomas Nott.

Thomas Nott, hermano de Theodore Nott, es apenas un año mayor que nosotros. Su padre es un reconocido mortífago que yo misma herí en el departamento de misterios hace un par de meses. Creía que en estos momentos se encontraba en Azkaban, pero ahora veo que no.

Se hablan muy pocas cosas de Thomas Nott en Hogwarts, la mayoría del tiempo pasa desapercibido, y no, no es porque no llame la atención (el chico tiene un atractivo difícil de ignorar), es porque él se ha encargado de que hablen lo menos posible sobre su persona.

Fred y George intentaron jugarle una broma cuando él estaba en tercer año, y a la semana siguiente los ratones con los que mi hermanos practicaban en Transformaciones amanecieron desmembrados.

No me sorprende que Thomas sepa mi nombre o conozca a mi familia, pero sí lo hace que siquiera se haya dignado a dirigirme la palabra, o que este trabajando rodeado de muggles.

—Eres prima de los Nott. —le digo a Ophelia, más afirmando que preguntando.

Ella hace un sonido afirmando, pero aparta la mirada.

Tengo demasiadas preguntas en mi cabeza, me muero de ganas por conocer la razón por la que Ophelia Owen está relacionada con una de las familias mortífagas más peligrosas.

—Mi mamá era Magnolia Nott. —me explica sin mirarme a los ojos, está demasiado concentrada en sus manos. —Melliza de Magnus Nott, el padre de Thomas y Theodore. Pero mi madre era diferente a su familia, no creía en las ideas sobre la pureza de la sangre y todas esas tonterías. El tío Magnus y ella nunca se llevaron bien, pero aun así él me obliga a pasar las pascuas en su mansión del terror. Supongo que tiene remordimientos, después de todo mamá murió por su culpa.

Santo Merlín.

Neville y yo cruzamos miradas por un instante, los dos estamos demasiado impactados por la historia de Ophelia. De todas las cosas que me imaginaba sobre su familia, jamás creí que algo similar a esto había sucedido.

—Lo lamento mucho. —digo al final, sonriéndole débilmente. —Por lo de tu madre. Debió haber sido muy difícil perderla.

Ophelia asiente ligeramente, y luego sonríe con tristeza. Como si estuviera recordando.

—Tenía sólo nueve años, ella era mi mejor amiga. —susurra antes de sacudir la cabeza y poner una sonrisa más alegre, que de cierta manera se ve forzada. —Olvidémonos de eso, ¿saben dónde está Finn?

Finn vuelve varios minutos después, él siempre sonríe así que no resulta extraño que parezca tan alegre, pero en esta ocasión es diferente. Parece como si estuviera flotando de felicidad.

—¿Y bien?

—¡Dijo que sí! —exclama emocionado, sin poder contenerse.

Pasamos las dos horas restantes para la función comiendo helado, caminando por las calles de Londres y conociendo un sinfín de lugares que no sabía que existían, como la oficina de correos (¿por qué no simplemente usan una lechuza?).

Neville y Ophelia parecen haberse convertido en mejores amigos durante el poco tiempo que estuvieron solos, se la pasan riéndose todo el trayecto, platicando sobre temas de herbología y astronomía, e incluso comparten bromas privadas.

Me alegra que Neville este disfrutando del viaje, cuando lo comencé a planear temía que se sintiera un poco cohibido, pero parece que ha encontrado una gran amiga en Ophelia.

Finn, por su parte, no deja de hablar sobre su futura cita con Marina. Al inicio era divertido verlo tan emocionado, pero cuando se pasa dos horas hablando de lo mismo, comienza a resultar tedioso.

—¿Crees que debería regalarle flores? —pregunta en un susurro mientras buscamos nuestros asientos en las tribunas.

Ophelia y Neville están frente a nosotros, riendo en voz baja sobre alguna tontería que ella susurró.

En este momento les tengo envidia, ellos no tienen que soportar a Finn y su futura cita.

Además, quiero estar con Neville.

¡Hey, Ophelia! Es mi turno de hacerlo reír.

—Sería un buen detalle, seguro le gusta. —murmuro, más por obligación que por placer. Antes de que tomemos asiento me vuelvo hacia Ophelia. —Cámbiame el lugar o le diré a Ron que estás obsesionada con él.

Ella se gira con expresión confundida. —Pero no estoy obsesionada con él, ni siquiera lo conozco tanto.

—No, pero en cuanto le diga eso él se va a obsesionar contigo y te acosará todos los días en espera de que tú demuestres interés. —le digo con una sonrisa malvada, utilizando a mi hermano para librarme del suyo. —Ahora cámbiame el lugar, Finn me está volviendo loca.

Lia no parece muy contenta de tener que hacerlo, pero finalmente me cambia el lugar. Neville me sonríe al verme a su lado.

—Ya te extrañaba. —susurra, inclinándose hacia mi para que sólo yo pueda escucharlo. —Ophelia es divertida, pero habla demasiado y me cuesta seguirle el ritmo.

—Y yo que creí que ya me habías reemplazado. —le digo de forma burlona.

Él sacude la cabeza, y me observa claramente ofendido.

—Jamás podría reemplazarte, en ningún aspecto. —murmura con decisión. —Y no volveré a dejar que lo creas.

Tardo un momento en entender que se refiere a lo sucedido el curso anterior, todo el drama con Hannah Abbott y Montague. El mero hecho de recordarlo me hace sentir horrible y deprimida, como si fuera mi dementor personal.

—Sophie. —me llama Neville y sujeta mi mano. Yo levanto la mirada hacia él, luce preocupado. —Eso ya quedó en el pasado, ¿no es así? No merece la pena recodarlo, estamos aquí y ahora, y yo quiero estar contigo.

—Yo también quiero estar contigo. —murmuro de regreso, Neville se lleva mi mano a los labios y deja un beso sobre el dorso.

De pronto, las luces se apagan por completo. Y la voz de un hombre resuena por todo el lugar, dando comienzo al espectáculo.

—Por cierto. —murmura Neville en mi oído, creando una sensación que me pone los pelos de punta. —O-olvidé decírtelo, p-pero estás hermosa hoy.

Yo agradezco que no puede ver mi rostro en la oscuridad porque mi sonrisa es gigantesca y las mejillas se me tiñen de rojo.

—Bueno, es porque yo siempre estoy hermosa.

Él suelta una risa en voz baja. —Sí, siempre.

¿Recuerdan mi fascinación por la toma de agua contra incendios?

Bueno, pues queda completamente opacada por el circo, que se convierte en mi cosa muggle favorita.

Todo el espectáculo es increíble, desde el presentador que finge ser un mago pero que hace trucos parecidos a los que venden Fred y George en su tienda, hasta los trapecistas que obligan a Neville a cubrirse los ojos para evitar ver por los nervios, y ni hablemos de los domadores de animales, los payasos y los zanqueros.

Para cuando termina la función Neville y yo estamos tan impactados y cautivados que nos quedamos pegados a los asientos durante unos minutos, sin superar la belleza artística que acabamos de presenciar.

—Ehh, chicos. —nos llama Finn, él y Ophelia ya están de pie, con sus abrigos puestos y listos para salir. —¿Se encuentran bien?

—No, estoy alucinada. —murmuro, regresando mi mirada a la enorme explanada frente a nosotros.—Creo que necesitamos un momento.

Neville asiente débilmente junto a mí.

—Creo que están teniendo una revelación. —escucho que le dice Ophelia a su hermano—Es mejor que los esperemos afuera.

—El mundo mágico es una basura. —murmuro, sintiéndome indignada. —Nosotros no hacemos esta clase de arte, sólo luchamos con magos tenebrosos. ¿Qué tiene eso de divertido?

—Nada, no tiene nada de divertido. —opina Neville. —Yo también quiero ser un trapecista...

—Debemos huir, Neville. —digo fascinada, girándome hacia él. —Podemos huir y convertirnos en cirqueros, no tendríamos que preocuparnos por los TIMOS, o los EXTASIS, o conseguir un trabajo en el ministerio, ni tendríamos que pelear con magos tenebrosos nunca más.

Él asiente decidido, asimilando mis palabras.

—Sophie... pero le tengo miedo a las alturas. —recuerda consternado. —Jamás podría ser un trapecista.

—Y yo no tengo ningún talento, nadie querría contratarnos. —admito derrotada, finalmente lanzo un suspiro. —¿Sabes qué? Quiero más palomitas.

Abandonando nuestras esperanzas de convertirnos en cirqueros y huir del mundo mágico, nos ponemos de pie y caminamos hacia la salida.

Quedan muy pocas personas afuera, y la tienda de golosinas que está en la entrada se encuentra completamente vacía por lo que no tenemos que hacer fila.

—¿Quieres algo más? —me pregunta Neville, pasándome un cuenco grande lleno de palomitas de maíz.

—Uh, también quiero una de esas manzanas. —le pido emocionada, poniéndome de puntitas para poder ver.

Neville las pide también, y entre los dos batallamos un poco para poder pagarlas, a pesar de que Ophelia y Finn ya nos explicaron la forma en que funciona el dinero muggle.

—Mira, mira ahí está. —murmura una chica rubia parada a unos cuantos metros de nosotros. —Te dije que no se había ido todavía.

La chica y su amiga están mirando en nuestra dirección sin siquiera disimular, y cuando Neville y yo nos volvemos hacia ellas sueltan una risita irritante.

—Ve a hablarle, ya. —la anima su amiga, y le da un pequeño empujón hacia nosotros.

Neville y yo nos miramos extrañados, sin comprender la situación. La chica rubia camina hacia donde estamos, riéndose en voz baja y con el rostro completamente sonrojado.

—Hola. —nos dice.

Corrección, le dice a Neville.

Lo está mirando fijamente, y se acomoda el cabello con nerviosismo.

—Ehh... hola. —murmura él, lanzándole una mirada confundida. —¿Te conozco?

—No, no. —se apresura a decir la chica, cambiando su peso de una pierna a la otra de forma ansiosa. —Yo... bueno, yo estaba unas cuantas filas detrás de ti en la función, y... me preguntaba si podrías pasarme tu número.

Su amiga suelta una risa detrás de ella, que sólo sirve para ponerla más nerviosa.

Un momento, ¿esta chica acaba de pedirle su número a Neville?

¿Número de qué?

Neville parece estar igual de confundido que yo, aunque también parece avergonzado. Es evidente que esta chica rubia y guapa está coqueteando con él, o al menos lo planea hacerlo en un futuro cercano.

¿Por qué Neville es un imán para las rubias?

Vete de aquí, chica. Ya está apartado.

—¿Mi... número? —repite Neville con el ceño fruncido. La rubia asiente frenéticamente. —¿Mi número de qué?

—De teléfono, tontito. —agrega ella, sacudiéndose el cabello como hace Fleur.

Neville eleva ambas cejas.

—Bueno... yo no tengo uno. —murmura incómodo.

Se vuelve hacia mi con el rostro en completo pánico.

—Nosotros no somos de aquí. —lo ayudo, girándome hacia la chica con una sonrisa que parece más amigable de lo que en realidad es. —Somos de un lugar, muy, muy lejano de aquí. Y allá no hay te-teléfonos.

La chica pierde su sonrisa.

—Oh, vaya. Eso es una pena. —se lamenta. —Tú... bueno, tú eres tan guapo, y seguramente eres adorable. Traer a tu hermanita al circo es algo tan tierno...

Espera, ¿qué demonios acaba de decir?

—Yo no soy su hermana. —gruño, sintiéndome más ofendida de lo que jamás he estado. —¿Por qué demonios piensas que soy su hermana? Ni siquiera nos parecemos.

La rubia parece muy confundida. —Bueno es que eres tan pequeñita que yo...

—No debiste decir eso. —murmura Neville, negando con la cabeza y mirando a la chica como si sintiera pena por ella. —No le gusta que le digan que es pequeña.

Yo siento que estoy hirviendo por dentro.

¿Pequeña yo?

¿Pequeña yo?

Quiero decir, claro que sé que soy pequeña, pero no tienen que recordármelo a cada rato.

—Vámonos, Nev. —lo llamo, sujetando con fuerza las palomitas. —Y para tu información, no soy su hermana soy su...

—Novia. —termina Neville por mí, cuadra los hombros con orgullo. —Y no es pequeña, nosotros somos muy altos. Vámonos, Sophie.

Ambos abandonamos el lugar con la cabeza en alto y la espalda recta, como si fuéramos los reyes del mundo. Pero no tardamos ni dos minutos en echarnos a reír.

—¡Ni siquiera sé cómo funciona el teléfono! —admite Neville, riéndose a carcajadas. —¿Acaso para los muggles es normal pedirles su número a los extraños?

—Los muggles son tan extraños. —niego entre risas. —¿Y quién se cree que es para decirme pequeña? ¡Fui la más alta del curso en primer año!

—Eso fue hace cinco años. —me recuerda él, con una sonrisa de superioridad.

—No juegues con fuego, Longbottom. —lo apunto amenazadoramente antes de sonreír maliciosa. —¿Y desde cuándo volví a ser tu novia?

Él se queda pálido, y comienza a balbucear.

—Cr-creí que... que era una b-buena fo-fo-forma de terminar la conv... conversación. —murmura avergonzado, pasándose las manos por el cabello de forma nerviosa. —No l-lo decía literal...

Yo suelto una carcajada.

—Ya lo sé, Neville. —lo tranquilizo. —Puedes fingir que soy tu novia siempre que quieras, no me molesta.

Él sacude la cabeza con una sonrisa. —Lo tendré en cuenta para cuando quiera librarme de otra chica muggle.

—O quizá en el colegio también lo necesites. —opino. —No sé si lo has notado, pero la pubertad te dio un golpe de suerte. Eres bastante guapo.

Neville aparta el rostro, intentando ocultar su rostro ruborizado.

—Por favor, Sophie...

—¡Sólo digo la verdad! Vas a romper corazones este año, traerás a todas locas.

Él niega, sonriendo débilmente y mirándome a los ojos.

—A mi sólo me interesa una chica. —se corrige. —A mi sólo me interesas tú.

Ayuda, me muero.

En esta ocasión es mi turno de ponerme como tomate, y los latidos de mi corazón incrementan cada vez más mientras él me observa.

—Sabes que yo siempre he estado loca por ti. —murmuro avergonzada.

Neville sonríe victorioso.

—Eso es todo lo que necesito.

━━━━━━━※━━━━━━━
Holii, las siguientes partes del maratón las subiré mañana y el lunes.

Les mando un besito, gracias por leer.

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