Todo había pasado demasiado rápido.
Su boca se cubrió de sangre y empezó a caer por su barbilla. El tiempo parecía haberse detenido para ella mientras miraba el cielo estrellado.
Bajó su mirada lentamente percatandose de aquella pluma negra y supo al instante quien había provocado esto, pero esa no era su preocupación ahora.
También había visto la lanza clavada en el lado izquierdo de su pecho.
Su cabeza se movió lentamente al sentir como la había atravesado y su cuerpo se fundió con el miedo y los nervios. Sabía cuales iban a ser la consecuencias de sus actos pero la aterraban. Tomó la lanza con su temblorosa mano y la sacó de un tirón salpicando aún más el suelo con su sangre.
-¡NO!-un solo grito llenó toda la sala. Alcina se levantó del suelo tras el empujón que la había dado-. ¡¿POR QUÉ LO HAS HECHO?!-entonces se dio cuenta del arma. Elizabeth la levantó dejándola ver la empuñadura-. Ancestral....-susurró mientras la menor asentía.
-An...cestral.-la tiró al suelo y sujetó su herida tosiendo la sangre que se acumulaba en su boca. Se arrodilló en el suelo del dolor y sintió al momento los brazos de su amada aferrándose a ella.
-¡No! ¡Elizabeth!-la colocó en su regazo y trato de parar el sangrado.
-¡MAMÁ!-las tres gritaron queriendo ir con ella, pero Urias las detuvo por orden de su tío. Gritaban y suplicaban que las dejarán ir con ella mientras sus ojos se cubrían de lágrimas, pero Heisenberg sabía lo grave que era el asunto.
-Llevatelas de aquí.-dijo seriamente intentando ignorar los gritos de dolor de sus sobrinas mientras intentaban liberarse. Se acercó con pasos lentos a su hermana y a su cuñada viéndola-. Cina...
-¡Callate! ¡Ella estará bien!-juraría que era la primera vez que veía a su hermana llorar y por ello sabía el dolor que ella misma estaba pasando pues la vida de su pareja se estaba desvaneciendo entre sus manos-. Por favor Elizabeth... No me dejes.-suplicó sintiendo como su respiración era más lenta.
-Perdoname...-dijo en un susurro sosteniendo su mano.
-No tenías que haberlo hecho... No debiste...
-Jure protegerte....-la miró a los ojos-. Y no.... dudaría nunca en.... hacerlo.
-No va a aguantar mucho.-Karl se arrodilló a su lado-. Alcina.... Ha perdido mucha sangre esta vez.-murmuró quitándose las gafas mientras miraba a su compañera.
-Lo sé.... ¡Ya lo sé!-sollozó acunando el rostro de su cervatillo.
-Alci.... No quiero.... No quiero dejarte.-colocó su mano en la fría mejilla de ella-. Me gustaría vivir tantas cosas a tu lado.... Quiero seguir contigo...-Heisenberg las miró pensativo.
-Hay una manera.-miró a los ojos esperanzados de su hermana-. Pero tendrá que pasar lo que nosotros y no sabemos si podrá con ello.
-No ¡No voy a transformarla!
-¡Es lo único que podemos hacer!-gritó de vuelta haciéndola ver la realidad-. O le dejas morir ahora... O dejas que se convierta. Tendrías que hacerlo tarde o temprano si pretendías pasar toda la eternidad con ella.-Alcina dudaba, sabía lo doloroso de ese proceso y ni siquiera podía contar con que ella sobreviviera a él.
-Esta bien.-accedió al escuchar latidos más débiles.
-¿Tienes cadou?
-Lo usé todo para crear a los moroaica.
-Entonces...-sacó un estuche con agujas-. Tendrás que darle del tuyo.-asintió dejando que la sacara sangre, varias jeringas enteras para inyectarselas a la humana-. Tranquila rubi, pasará pronto.-dijo al pincharla-. Solo podemos esperar.
La pesadez en su cuerpo era cada vez mayor, sentía que no aguantaba más con el peso de su alma y sus ojos empezaron a cerrarse mientras dejaba de escuchar ruidos a su alrededor.
-Te iubesc.-dijo sin siquiera escucharse a si misma mientras se dejaba llevar.
-Eli... Elizabeth.-Alcina la escuchó y sacudió levemente su cuerpo-. ¡No te duermas! ¡Elizabeth! ¡Por favor no me dejes!-sus gritos eran cada vez mayores y sentía como su corazón se partía en pedazos al sentir como la temperatura de la menor bajaba cada vez más.
-Tienes que esperar.-suspiró su hermano apoyándola mientras ella se abrazaba ahora al cuerpo de la mujer que más quiso en este mundo.
Su grito de dolor fue ensordecedor.
***
¿Dónde estoy?
La joven sintió calor en su cuerpo y fue cuando se dio algo de cuenta.
Es verdad, estoy muerta.
Sentía como los brazos de la muerte tiraban de ella siendo incapaz de moverse.
Pero no puedo irme, me quedan muchas cosas más.
Su alma seguía ardiendo provocando que aquellas manos la soltaran al intentar agarrarla.
Tengo que volver, iba a pedirla matrimonio. No puedo dejarla.
Algo en su interior se iluminó haciendo que abriera levemente los ojos viendo otras manos más oscuras entrando en ella. Sintió cambios y también como las frías manos de la muerte la abandonaban mientras la otras tiraban de ella desde donde había venido.
¡No pienso dejarte! ¡Ni a ti, ni a nuestras hijas!
***
Cinco horas, ese era el tiempo que había pasado desde su muerte y en el cual la matriarca no se había movido ni un solo milímetro de ella esperando a que el cadou surtiera efecto.
Por favor regresa, por favor.
Acariciaba su rostro todo el tiempo incapaz de seguir llorando. Necesitaba que volviera con ella.
Te dolerá mucho cuando vuelvas, pero te prometo que será muy rapido.
Cuando iba a darlo todo por perdido sintió movimiento y escuchó un pequeño latido, uno muy lento como el suyo. La vio abrir sus ojos, aquellos ojos verdes que brillaban aún más.
Pero ahora venía la peor parte.
La joven empezó a moverse incómoda y comenzó a gruñir sentándose en el suelo. Alcina fue rápida sabiendo lo que se vendría y la abrazo por detrás sosteniendola. Fue cuando los gritos empezaron.
-¡AAAAAAAAAHHHHHH!
Sus gritos eran fuertes y llenos de dolor mientras Alcina veía como de sus ojos caía sangre, igual que la que empezaba a salir de su boca mientras gritaba. Escuchó el crujir de sus huesos y vio como sus dedos también sangraban alargando sus uñas, al igual que en su boca sus colmillos se afilaban. Siguió escuchando los crujidos y la agarró más fuerte al ver como se revolvía buscando liberarse.
-Lo estas haciendo bien mi amor.-dijo acariciándola y susurrando palabras de ánimo-. Ya queda poco, eres muy fuerte mi dulce cervatillo. Tranquila draga mea.
Intentaba calmarla y de alguna manera funcionaba, pero eso no quitaba que la clavara sus uñas buscando un soporte contra su dolor. Vio como su espalda se arqueaba aún removiendo su interior y temió que pudiera transformarse en su forma final.
Por suerte para ella eso no ocurrió y su interior dejó de moverse. La acercó a un lado para que terminara de echar toda la sangre que negaba el hongo y la colocó en su regazo viendo como se tranquilizaba.
-Al...cina...-susurró durmiéndose del cansacio del proceso mientras la nombrada soltaba lágrimas de alegría.
Lo ha hecho ¡Lo has hecho!
Al poco entraron su hermano y sus hijas con caras de preocupación.
-¿Esta...?-Bela la interrumpió y miró a su madre.
-Escuchamos los gritos y...
-Ha pasado. Ha conseguido superarlo.-respondió sintiendo como todos los presentes se tranquilizaban. Su estúpido hermano se acercó a ella notando algunos cambios.
-Esta más pálida y... Yo diría que ha crecido un poco.-sonrió apartando algo de pelo que caía sobre ella-. Debes saber que al implantarla tu cadou lo más posible es que adquiera alguna característica tuya. Pero también tienes que tener en cuenta que es otro cuerpo distinto, por lo que lo más probable es que desarrolle alguna otra cosa por si sola.-explicó-. Pasará lo mismo que nosotros, pero más similar a lo que tú.
-Entiendo.-suspiró-. No hubo forma final, es posible que no la tenga.
-Eso es bueno, no tendrá tanta sed de sangre como tú. Lo que me faltaba, otra zorra chupasangre.-dijo indignado recibiendo un pequeño codazo.
-Karl....-calló por un momento-. Gracias.
-Ni las des D.-palmeó su hombro y se levantó agotado-. Espero que no te importe que pase la noche aquí... O lo que queda de ella.
-Eres bienvenido hermanito.-dijo levantándose con su amada en brazos viendo como sus heridas se regeneraban-. Haremos lo mismo, cuando despierte la podréis ver.-les dijo a sus hijas limpiando sus lágrimas y subiendo a su cuarto-. Te iubesc Elizabeth.