Capítulo 79

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Habían pasado dos días en los que todos esperaban el despertar de la joven de cabellos rubios. En el tiempo que había pasado Alcina había contactado con Donna quien no dudo en ir al castillo para verla. Por desgracia solo pudo recibirla en la cama, completamente ida en el mundo de los sueños.

Tanto ella como Angie y Heisenberg se quedaron en el castillo a la espera de poder verla, de poder saber si respondía bien a su nueva forma. Pero sobretodo, para poder liberar su tensión y verla con vida.

Era lo mismo que Alcina pensaba y era ella quien no la abandonaba en ningún momento. Tan solo pensar que había estado muerta por cinco horas la carcomía el alma, cinco horas donde no pudo escuchar su corazón y donde pensó que nunca jamás podría volver a ver su sonrisa, volver a hablar con ella y disfrutar de su cariño y su amor.

Se abrazaba a ella cada noche con cuidado de no herirla ni asfixiarla con esperanzas de que a la mañana siguiente pudiera verla de pie. Fue al tercer día donde sus deseos fueron cumplidos.

Ya era tarde y la vampira ya se había levantado y preparado para empezar un nuevo día. Y fue justo antes de irse donde escuchó movimiento detrás de ella.

Elizabeth abrió los ojos lentamente y se incorporó en la cama procesando la información de su despertar. Frotó sus ojos levemente antes de mirar al frente y ver la cara de sorpresa de su amada.

-Hey Alci.-susurró con voz adormilada solo para ser tirada sobre la cama en un abrazo desesperado.

-Estas despierta.... Estas aquí....-sollozó aumentando su agarre y sin dejar de llorar. La menor sonrió entendiéndolo y la abrazó de igual manera mientras dejaba besos por su rostro mojado.

-Estoy aquí.-susurró juntando sus frentes.

-¡No vuelvas a hacerme esto en tu vida!-gruñó sin despegarse ni un milímetro de ella.

-No te prometo nada.-aumentó su sonrisa y antes de escuchar alguna queja juntó sus labios en un beso apasionado-. Me trajiste de vuelta.

-Y lo volvería a hacer, nunca te dejaría morir.-dijo más tranquila dejándose llevar por sus caricias-. Por favor no vuelvas a dejarme sola.-entrelazaron sus dedos y se miraron fijamente.

-Realmente no te merezco eh.-ronroneó despacio junto a su amada y entonces se dio cuenta-. Yo....-se levantó despacio sin soltar la mano de la mayor y se paró frente al espejo.

-¡Espera!-Alcina la frenó-. ¿Estas segura?

-No creo haberme vuelto más guapa, así que sí.-bromeó sacando una ligera sonrisa de su lady y se fijó en el espejo. Su piel era blanca como la de Alcina, pero sus cicatrices seguían allí. Sus ojos eran los mismos pero su color brillaba aún más que antes. Observó sus manos viendo sus uñas algo más largas y abrió su boca comprobando que sus dientes seguían siendo los mismos, hasta que sus colmillos salieron de la nada-. Wow.

-No has cambiado mucho, pero sigues siendo igual de hermosa.-dijo tomando sus hombros y mirándola enamorada-. Deberíamos avisar a las niñas y a mis hermanos. Están todos preocupados por ti.-dio un toque en su nariz.

La puerta se abrió de golpe y tres figuras entraron en el cuarto abriendo mucho los ojos. Las pequeñas tenían los ojos rojos y se movían nerviosas hasta que su sonrisa cálida las invadió a todas ellas. Al mismo tiempo, saltaron sobre ella abrazándola con fuerza.

-¡Mamá!-gritaron entre sollozos mientras ella aguantaba su peso hasta volver a caer en la cama.

-¡Creímos que no volverias!-chilló Daniela apegándose a ella y escondiendo su cabeza en su cuello.

-¡Pensabamos que nos dejarías!-se unió Bela imitando a su hermana.

-Idiota....-murmuró Cassandra apoyando su cabeza en el torso de su segunda madre-. No.... No vuelvas... No vuelvas a hacernos esto...

-¿Estas llorando Cassie? No es típico de ti.-dijo acunando su rostro.

-¡No estoy llorando!-se quejó y se lanzó abrazándola por el cuello.

-¡Te echamos de menos!-dijeron al mismo tiempo. Elizabeth se incorporó y las rodeó a todas ellas con sus brazos mientras las llenaba de besos.

-Ya he vuelto, no tenéis que temer más.-prometió y se quedó junto a ellas hasta calmarlas.

-Tenemos muchas cosas que hacer.-se quejó la mediana sin dejar de mirarla.

-Y tenemos que enseñarte.-siguió Bela emocionada.

-Y ayudarte con eso.-añadió Daniela con una sonrisa mirando disimuladamente a su madre.

-Lo haremos todo, lo prometo.-extendió su mano hacia su pareja y la sentó a su lado uniéndola a ellas. Era tierno ver a las cinco ronroneando, dos de ellas de forma maternal.

-¡Ya nos toca!-una voz aguda interrumpió el momento haciendo reír a la nueva vampira levantándose y caminando con tranquilidad abriendo la puerta. Angie saltó sobre su hombro y la dio mini golpes-. ¡Suicida estúpida!

-Yo también me alegro de verte.-carcajeó dirigiendo su vista a ambos lords.

-Estoy de acuerdo con la muñeca psicópata. Eres una puta suicida sin remedio.-dijo magneto golpeando su hombro-. Pero me alegra tenerte de vuelta.-dijo con voz cortada antes de girarse.

-Karl... ¿Estas llorando?-se burló viéndole.

-¡No! Se me metió mierda en el ojo.

-¿En los dos?

-¡Oh dios callate!-bufó dejándose abrazar por ella. Entonces ambos se percataron-. La puta rubia ha crecido... ¡No puede ser que me superes en altura! ¡Otra puta gigante chupasangre no!

-Eres un maldito exagerado.-le mostró sus colmillos molestándole más. Sintió pequeños tirones en su manga y vio a Donna con su velo puesto-. Donnie.-levantó el velo despacio viendo como caían lágrimas de su ojo justo antes de que la abrazara fuerte.

Su corazón se encogió y la levantó en sus brazos sin soltarla mientras ella lloraba escondiendo su rostro.

-Tenía tanto miedo de que no regresaras.-dijo en su habitual tono de voz.

-Tranquila Donnie, sigo aquí contigo.-susurró palmeando su cabeza y secando sus lágrimas-. No te favorecen, a ninguno. Ya podéis todos vosotros borrar esas caras de pena mientras yo este aquí. Estoy viva y no tengo pensado irme en ningún momento.-la bajó de sus brazos y miró hacia la persona a la que tanto amaba-. Y ahora me quedaré por toda la eternidad.-dijo antes de fundirse en otro beso con ella.

***

-Fuiste una imprudente.-volvió a decir por vigésimoquinta vez.

-Mi respuesta va a ser la misma, volvería a hacerlo mil y una veces Alci. Te protegeré con todo y más.-soltó acurrucandose en su regazo-. Así que ahora podré hacer lo mismo que tú.

-No todo.-sonrió Alcina-. Aún no sabemos tus habilidades, pero puedes contar con regeneración.

-Y con que ahora mido dos metros diez.-añadió con una sonrisa-. Por cierto....-levantó su mano-. Quiero probar algo.-tensó sus dedos de la misma forma que Alcina lo hacía al sacar sus garras y sintió una punzada en todos los dedos de su mano. Ambas vieron unas garras largas y negras igual de afiladas pero de menor tamaño que las de Alcina-. ¡Dios!

Las movió despacio maravillada y apretó la mano de su amada de forma repentina queriendo compararlas.

-¡Mira esto!-saltó un poco-. ¡Es increíble!-tocó una de sus garras con la de Alcina notando que eran igual de resistentes-. ¡Tengo que probarlas!

-No.-sentenció la matriarca sujetándola en su sitio y guardando sus garras-. Vas muy rápido y hoy tenías que haberte quedado en cama.

-Pero me siento bien, tengo más fuerza que nunca.

-Me da igual.-la pegó a ella olisqueando su aroma y su cuerpo se relajó al instante-. Hoy no.

-Esta bien, vale.-sus nervios se impulsaron por un momento-. Alci.... ¿Cómo se guardan?-rió nerviosa mirándola.

Las sonoras carcajadas de Alcina y la vergüenza de la menor llenaron el cuarto entero aquella noche.

Eres mi único pensamientoWhere stories live. Discover now