Capítulo 32

3K 326 57
                                    

-Así que tú eres la patética humana que se ha atrevido a robar el corazón de mi querida Alcina.

Elizabeth no respondió, no iba a caer en ningún juego y solo se la quedó mirando.

-Hm, estas bien enseñada. Como una buena mascota.-caminó a su alrededor fijándose en ella por completo, sin perder mínimo detalle-. Que interesante. Deja que te vea bien.-toqueteó todo su cuerpo delante de todos los presentes para después tomar su rostro sin ningún cuidado y mirarla fijamente-. Una buena cicatriz sin duda.-la trazó con sus dedos-. Bastante profunda.... Y sin dañar tu rostro haciendo que siga igual de bello.-apretó sus mejillas con sus uñas obligándola a abrir la boca.

Alcina estaba controlando su rabia en ese momento. Odiaba verla así, lo odiaba con todo su ser pero no podía hacer nada.

-Ni rastro de colmillos ni nada semejante, simple humana.-siguió apretando su agarre soltando una queja por parte de la rubia.

-Madre Miranda no veo necesario que...

-¡Silencio! No voy a romper tu juguete Alcina y no te atrevas siquiera a contradecirme.

-......-Elizabeth la miró de arriba a abajo dándola a entender que se quedara quieta-. Si Madre Miranda.

-Así mejor.-la soltó de golpe dejando pequeñas marcas de sangre debido a sus uñas-. Respondeme a algo humana ¿Qué eres para Alcina Dimitrescu?

-Soy su leal.-respondió sin más-. La persona que estará a su disposición para cualquier cosa.

-Oh ¿Es así? Entonces dime querida mascota ¿Qué pasaría si yo la ordenara que te mate?-Alcina se tensó ante sus palabras pero la joven se esperaba esa pregunta.

-Adelante entonces.-no cambió su rostro, sus ojos no reflejaban miedo ni nerviosismo. Su seguridad llamaba aún más la atención de Miranda y al mismo tiempo la sacaba de quicio.

-Te veo muy segura. En ese caso podría hacer que murieras aquí y ahora.-se acercó a ella amenazante a lo que Elizabeth la dio la espalda para desconcierto de todos. Caminó lentamente hasta Lady Dimitrescu y agarró su muñeca apretándola para sacar sus garras. Antes de que la líder pudiera decir algo las colocó en su cuello haciéndolo sangrar un poco.

-Que me mate si así lo quiere.-una respuesta tan fría como la nieve de afuera-. Yo soy de ella, mi devoción responde solo a Alcina Dimitrescu y nadie más. Si me quiere muerta no temeré sus garras ni dientes.

-Eso no es lo que he oído, sobreviviste después de todo pero con alguna pega ¿Verdad?

-Sabía que tus informantes eran malos pero no tanto. Si, me atacó y sobreviví pero te has saltado un pequeño detalle. Yo he sido quien la ha dicho de devorarme si así quiere que sea mi final. Mi muerte no importa mientras sea para beneficio de las Dimitrescu. -apartó las garras de Alcina y asintió calmándola para confrontarse con Miranda.

Ambas se miraron fijamente y con frialdad mientras la más joven se quitaba su ropa superior dejando ver todas sus cicatrices sin vergüenza.

-Estas marcas demuestran mi lealtad hacia mi Lady. No importa el daño de mi cuerpo ni mi mente siempre y cuando la complazca. No importan las batallas que luche defendiendo su honor ni los problemas que surjan. Seguiré a su lado hasta que mi vida se acabe o mi alma desaparezca. -sentenció estirando sus brazos para dejar que las contemplaran mejor.

-Muy bien, pero será esa devoción tuya la que te mate.-declaró Madre Miranda.

-Que así sea.-sus miradas se mantuvieron firmes en espera de que alguna cediera, pero no fue así. Una humana la había desafiado indirectamente dejándola en claro que no iba a ser su conejillo de indias.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora