El Bosque De Las Almas Perdid...

jareihell द्वारा

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Hay un mundo que no conocemos del todo: el mundo de las almas. El mundo al que se dirigen aquellos desafortun... अधिक

Prefacio
Capitulo 1: Dering Woods
Capitulo 2: ¿Lady Ezma?
Capitulo 3: Todo es real
Capitulo 4: ¡Corre!
Capitulo 5: Deja que tu alma se queme
Capitulo 6: Ella puede verlo...
Capitulo 7: El Cadáver Andante
Capitulo 8: ¡Él está muerto!
Capitulo 9: ¿Mentira o autenticidad?
Capitulo 10: Puerta de recuerdos
Capitulo 11: Hipocresía y Disimulo
Capitulo 12: Mansión Roja
Capitulo 13: El Primer Asesinato
Capitulo 14: El Olvido
Capitulo 15: ¡Me descubriste!
Capitulo 16: La Primer Muerte
Capítulo 17: El Funeral
Aviso
Capítulo 18: Ritual De Sangre
Capítulo 19: Sospechas
Capítulo 20: La Llave De La Verdad
Capítulo 21: El Vendedor De Almas
Capitulo 22: Nadie Deja De Ser Sospechoso
Capítulo 23: El Libro De Las Almas
Capítulo 24: Ciudad De Demonios
Capítulo 26: El Día
Capítulo 27: La Última Alma
Epílogo
Extra #1

Capitulo 25: Armas Demoníacas

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jareihell द्वारा


Heaven veía como el arma que sostenía Beltasar rozaba su cuello, mientras que con su mano libre apuntaba a Lacus con una gran espada que nunca vio de dónde sacó. Un solo movimiento por parte de la teñida y su cuello sería abierto de par en par, matándola en el acto.

—Un paso más y esta bella muñequita será mi victima numero treinta y seis del día —bramó en un gruñido el chico de ojos rojos, muy, muy cerca de la teñida.

—¿Por qué la quieres, Beltasar? Ella no va a servirte en nada, es una simple humana.

La teñida soltó un gruñido ofendido, que hubiera terminado en insulto si no fuera por la afilada hoja que rozaba su cuello.

—Tú y yo sabemos que no estaría aquí si fuera una simple humana. Mucho menos sería buscada por cientos de demonios y por la misma Dama Oscura si fuera alguien normal.

Heaven abrió sus ojos y sin quererlo se movió un poco, haciendo que la cuchilla abriera un poco la débil capa de su piel.

—Maldición…

Beltasar apretó el agarre en ella sin importarle que la cuchilla la haya cortado un poco, Heaven gimoteó.

—Hagamos un trato —dijo Lacus, acercándose lentamente a Beltasar, sin bajar su espada—. Me das a la chica y yo no partiré tu cuello y se lo daré a los perros infernales. ¿Qué te parece?

Una risa carente de gracia salió de la boca del pelinegro y aumento el agarre en la cuchilla. Heaven parpadeó a la vez que contenía su respiración, podía sentir el filo cortando aún más su piel.

—No te daré a la chica por más que lo pidas, la Dama Oscura me dará una gran suma y un buen puesto en el infierno si se la entrego.

Lacus soltó una risa débil pero ronca, acercándose más y más a Beltasar.

—Lo único que podrás recibir de esa mujer será la traición. ¿No has visto como ha estado el infierno desde que ella traicionó al Señor Oscuro? La Dama Oscura solo piensa en ella y en nadie más, pierdes tu tiempo.

Beltasar negó.

—Mentira, yo mismo hablé con ella hace una semana. Ella sabría que esta niña vendría, solo es cuestión de llevársela.

Lacus viró los ojos mientras pasaba una mano por sobre su cabello, enmarañándolo más. Se detuvo frente a ambos y con un solo vistazo hacia Heaven, blandió su espada contra el demonio, clavándosela en el hombro izquierdo.

Heaven salió del agarre del demonio y corrió a refugiarse tras Lacus. Él no quitaba su mirada de Beltasar, quien se retorcía en su lugar con mucho dolor.

—¿Crees que una simple arma mortal podrá dañarme? —bufó, aun sosteniendo su hombro—. Estás muy equivocado…

—¿Quién te dijo que solo él te enterró algo? —esta vez fue la teñida quien habló, enseñando un frasco verde con algo dentro—. Cuando tu rozabas tu pelvis con mi espalda yo clavé una pequeña aguja en tu pierna, aguja llena de un veneno que no fue hecho por un mortal.

La sonrisa ladina que tenía Beltasar decayó cuando cayó en cuenta que aún tenía la aguja clavada en su pierna. Heaven sonrió de lado y guardó el frasco entre su pantalón.

—Despídete de la vida para siempre, Beltasar. No volverás a ella nunca más.

—¿Qué…?

Las palabras del varón quedaron en el aire, cuando un escozor subió por toda su pierna hasta su pecho. Allí se escondió en su corazón y sangre brotó de su boca, mucha sangre. El veneno había recorrido todo su cuerpo infectando su organismo hasta llegar a su corazón, el cual explotó a los pocos segundos de haber consumido todo el veneno.

Beltasar cayó sobre sus rodillas y su cabeza salió disparada de su cuerpo. Heaven ahogó un grito cuando la cabeza de este aterrizó cerca de sus pies. Lacus la había cortado.

—Lo siento, es mi trofeo. Uno más a la lista —se agachó frente a ella y recogió la cabeza sin asco alguno y la guardó en un saco lleno de polvo que traía consigo—. Sigamos, no es buena idea quedarse aquí con demonios que quieren hacerte lo mismo que él.

Heaven asintió aun en shock y siguió al joven de ojos plateados hasta la entrada de la gran muralla. Allí, dos demonios más resguardaban la misma, ambos portando grandes espadas que brillaban de lo filosas que estaban.

—No hables y no veas a los ojos a nadie, ¿de acuerdo?

La teñida soltó un “mmju…” y se apegó más a Lacus, quien la sostuvo por los hombros como si fuera una prisionera. Incluso la hacía caminar entre gruñidos y empujones que casi la hacen caer de cara al suelo.

—Alto —ambos guardias unieron sus espadas en cruz para detenerles el paso a los jóvenes, uno de ellos alzó la voz sobre el otro—. Sabes que los humanos no pueden entrar a la ciudad demoniaca sin un permiso o cadena que demuestre que es para entretenimiento del amo, Lacus.

Heaven miró al ojos plateados y este le devolvió la cabeza hacia abajo, obligándola a ver el suelo. Ella gruñó, ganándose un pequeño golpe por parte del demonio.

No veas… le recordó una vocecita dentro de su cabeza. La voz del mismo Lacus.

—Lo sé, guardia uno, pero es mi nueva adquisición y no tuve tiempo de comprarle un lindo collar. Pensé que adentro podría conseguirle uno, como los que le pones a tu mascota.

Ambos varones rieron junto a él y lo dejaron pasar luego de varias palabras más. Entre ellas unas que no le gustaron a la teñida. Ella les regaló una mirada asesina cuando entre ellos le gritaron: adiós, perrita.

—¿Qué me van a hacer qué? ¿Mascota? ¿Entretenimiento? ¿Qué me van a meter qué por dónde…? —se detuvo abruptamente cuando las grandes puertas se cerraron detrás de ellos.

Lacus negó perceptiblemente molesto y la arrastró hacia un callejón altamente oscuro, donde no se veía ni rastro alguno de demonios.

—Escucha, no lo dije en serio, ¿bien? Tuve que hacerlo para que no siguieran preguntando y me dejaran entrar —suspiró, irritado—. Además, ese tipo de cosas son las que verás aquí. Incluso cosas peores. Lo que verás aquí no es como en el mundo humano, la diversión tiene otros significados en nuestros mundos.

—Se supone que venimos a recoger armas, no a ver espectáculos de BDSM o cosas así.

Se cruzó de brazos contra la vieja y deteriorada pared en la que estaban.

—Pues comienza a hacerte una idea de todas esas cosas, porque las armas que buscamos se encuentran en uno de los sitios más grandes y retorcidos con actos aún peores y más excitantes que los del BDSM —sonrió maliciosamente y la tomó del brazo con menos brusquedad que antes—. Ahora ponte esto… —sacó unas viejas prendas de su saco y se las puso sobre la cabeza—, te cubrirán de cualquier ojo curioso o pervertido.

Heaven se las acomodó molesta y se cubrió bien el rostro. Lacus se percató de que todo estuviera bien en ella y asintió para sí mismo.

—Muy bien, ahora pareces menos humana y más mascota que antes —se sacudió las manos y la sostuvo por el brazo, obligándola a caminar—. Recuerda, no veas a nadie a los ojos y no respondas con golpes a quienes lleguen a tocarte o soltarte halagos, por muy desagradables que lleguen a ser. Una mascota hace lo que otros quieran solo si el amo está de acuerdo, ¿lo entiendes?

—Odio esta mierda —susurró, viendo hacia el suelo como lo había hecho desde que entraron a la ciudad—. No me gusta ser una mascota, sobre todo, cuando yo no lo he aceptado.

Lacus suspiró por tercera vez en el día y se apegó más a Heaven.

—Pues te aguantas, es lo que eres delante de ellos. Además, solo será por unas horas, tampoco es que fueras a hacer algo malo —viró los ojos a la vez que saludaba a otro demonio con su propia mascota.

Caminaron entre las personas por varios minutos en los cuales Heaven se atrevía a levantar la vista de la vieja capucha que tenía sobre su cabeza, observó a muchos demonios de diferentes tamaños, complexión y posición. Todo le hacía recordar a su mundo, salvo que con menos reglas y más libertinaje.

Sus pasos se detuvieron frente a una puerta de color blanco y dorado, sobre ella colgando en un gran letrero de luces fosforescentes se leía: Pandemónium Pets.

—¿Qué se supone que es esto? —replicó la teñida al ver la fachada del lugar. Varios demonios entraban y salían del lugar con sus respectivas mascotas e incluso solos, pero con rostros satisfechos—. ¿Un prostíbulo demoniaco o algo así?

—Se podría decir que sí. Sigue viéndolo así, será más fácil de digerir.

Otro empujón por parte de Lacus la hizo moverse a regañadientes. Entraron al tan extraño club y un fuerte olor a sexo, sudor y alcohol invadió las fosas nasales de la teñida. No se abstuvo de hacer una mueca de asco y pegarse más al demonio que tenía al lado.

—Vamos, es por aquí —la guio entre un grupo de demonios que se encontraban sentados viendo algún espectáculo que estaba a punto de comenzar. Todos lucían unas sonrisas llenas de lujuria y excitación, lo cual por alguna extraña razón le dio un escalofrío.   

—¿Por qué se siente como si mi cuerpo se alegrara al estar aquí? —susurró cuando estuvo a punto de cruzar otra puerta.

—Ignóralo. Son solo las súcubos e íncubos que darán un espectáculo.

Le restó importancia con una mano mientras que con la otra abría la puerta de una sala color blanco con sillones rojos en las esquinas. Cuadros altamente extraños —por no decir sexuales— en las paredes, y un demonio con lo que ella supuso eran súcubos.

—¡Lacus! ¡Amigo mío! —un varón de buen aspecto y sonrisa lobuna se les acercó luego de apartar a ambas súcubos sin ningún tipo de amabilidad—. Bienvenido seas de vuelta a mi humilde negocio, siempre es bueno tenerte aquí.

Les hizo una seña para que se sentaran frente a él en los sillones rojos y con otra seña mandó a las súcubos fuera de la pequeña sala blanca.

—Es bueno porque siempre consigues algo de mí, Roswell —sonrió amablemente Lacus, acomodando a Heaven a un lado—. Pero esta vez yo vengo a cobrar un trato, lo sabes.

Roswell suspiró sonoramente y asintió, uniendo sus manos sobre su regazo como todo un empresario. Le echó una mirada curiosa a Heaven y luego a su amigo.

—¿Ella es…?

Lacus asintió lento y en un susurro le dijo a la teñida que quitara ese manto de su cabeza. Heaven levantó su rostro y el del varón se contrajo, luego negó varias veces y se dejó caer en el sillón con pesadez.

—Si es ella —pasó ambas manos por sobre su rostro y las mantuvo allí varios segundos, volviendo a suspirar, casi como si no pudiese creer lo que veía—. No puedo creer que hayas traído a la humana más buscada por todo el mundo humano e infernal, aquí. ¡Solo por armas!

Lacus rio sonoramente y ambas personas lo observaron con una ceja alzada. El de ojos plateados tapó su boca un poco y luego pasó su mano por sobre el hombro de la pelivioleta.

—Lo siento, Erased dijo que si no la traía me arrancaría la cabeza.

—¿Por qué él te pidió eso? —inquirió Heaven, frustrada—. ¿Acaso no podías venir solito y luego ir a Dering Woods para dejar las armas?

El pelinegro chasqueó la lengua negando.

—Por que estoy pagando una gran deuda —explicó—. Además, así conoces un poco más de los demonios y comienzas a familiarizarte con sus artimañas. La Dama Oscura aprendió muy bien de nosotros.

—Lo único que he aprendido en los quince minutos que llevo aquí, es que a los demonios les gustan los espectáculos sexuales y viven en una ciudad llena de hormonas alocadas y mascotas humanas. Pero nada acerca de defensa, posesión o cualquier cosa que uno cree que verá en una ciudad de demonios.

La risa escandalosa del varón Roswell hizo eco por todo el lugar, luego le siguió Lacus con esa risa algo ronca e hipnotizadora que poseía. Heaven los observó a ambos con una ceja enarcada.

—¿Por qué se ríen? Eso no es normal para mí. De pequeña creía que ustedes no hacían esas cosas, solo poseían o hacían maldades.

Lacus volvió a reír, esta vez más fuerte.

—No solo tenemos esos pasatiempos, Heaven. Matar, hacer maldades y poseer no es lo unico que hacemos —contó el de ojos plateados, aun sonriendo—. El sexo es otra manera de divertirnos en este mundo, así como ustedes lo hacen en el suyo.

—Solo que nosotros lo llevamos a otro nivel —intervino Roswell, subiendo y bajando las cejas con picardía—. Incluso es mucho mejor de lo que ustedes lo hacen.

Otro escalofrío recorrió el cuerpo de la teñida, una ráfaga caliente que subía desde su vientre hasta su cuello. Ambos varones lo notaron y sonrieron entre ellos.

—¿No quieres saber que se siente, pequeña? —susurró Roswell, palmeando su pierna con lentitud.

Heaven tragó grueso cuando la mano que tenía Lacus sobre su hombro fue bajando de a poco por su brazo y terminó en la parte baja de su espalda, arañándola con lentitud.

—Es una buena oferta, Heaven. Nunca antes podrás tener una como esta, sobre todo si viene de parte de alguien como ese señor de allí —señaló a Roswell, quien ya había comenzado a desabotonar su camisa.

La teñida los veía con duda y una extraña sensación en su cuerpo. No era una mala, era una excitante, muy excitante. Heaven asintió mientras tragaba saliva y Lacus se abalanzó sobre su cuello sin esperar tanto.

—Espero no arrepentirme de esto luego…

—No lo harás —exclamaron ambos varones a su oído.

(***)

El camino de asfalto comenzó a desaparecer con cada movimiento de auto, la brisa fresca del bosque los bañó por completo y desperezó. Heaven se encontraba en el asiento del copiloto con una mueca de satisfacción en el rostro y su cuerpo completamente cansado. Ni durmiendo las casi cuatro horas de camino a Dering Woods logró recuperarse tan fácil de todo lo que había hecho en la ciudad demoniaca.

El auto de Lacus brincó a causa de un bache y Heaven se acomodó bien en su asiento.

—Pensé que no ibas a venir, mentiroso.

Lacus la observó de lado con una sonrisa.

—Nunca dije que no vendría aquí, lo único que dije fue que no podía dejarte fuera de la ciudad porque si no Erased me cortaría la cabeza —explicó con pausa, adentrándose al bosque y a la Mansión Roja.

—¿Qué deuda estas pagando? ¿Por qué Erased quiere matarte?

El ojos plateados no respondió, solo se limitó a aparcar el auto y bajar de él.

—Erased responderá por mí —aseguró abriendo la puerta del lado de Heaven y ayudándola a bajar. Luego bajó el mismo saco con el que se conocieron.

Heaven susurró un “bueno…” y se adentró a la mansión. Lo primero que les saludó al abrir la puerta fueron los gritos histéricos de la madre de Saia, ambos se vieron entre ellos extrañados y corrieron directo a la sala.

Allí, con una olla en la mano se encontraba la madre de la rubia mientras que con la otra se cubría el rostro. Delante de ella se encontraban ambos rubios, Saia tratando de hacer que su madre bajara el arma improvisada y Erased con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—¿Qué está pasando…?

—¡Heaven! Dime que tu no lo sabías, por favor… —susurró Sora, la madre de Saia. Heaven trató de preguntar a qué se refería, pero la mujer gritó con todas sus fuerzas al ver a Lacus—. ¡Otro demonio habita mi casa! ¿¡Tu igual eres una de ellos!? —cuestionó, ahora apuntándola a ella con la olla.

Heaven retrocedió con ambas manos alzadas y negó varias veces para que la mujer bajara el arma, más no lo hizo.

—¿Ahora qué sucede? —se atrevió a preguntar Lacus, con una ceja enarcada en dirección a los rubios—. ¿Dejó de estar hipnotizada?

—¿¡Hipnotizada!? —clamaron Sora y Heaven a la vez.

Saia suspiró sonoramente y se acercó a su madre con suma rapidez, le quitó la olla y la sostuvo por los brazos cuando trató de huir. Sora forcejeaba con fuerza entre los brazos de su hija sin manera alguna de librarse.

—¡Mamá, tranquila! Deja que te explique qué está pasando…

—¡No! ¡Seguramente tu igual estas poseída por ese demonio o por algun otro! —gruñó, matando con los ojos a Erased, quien no parecía importarle mucho—. Sabía que no tuve que haberte dejado sola con esas personas cuando fui de viaje por trabajo.

Saia volvió a suspirar y le dio una orden a Erased con solo mover sus ojos. Este entendió y con una velocidad inhumana se acercó a Sora y tapó parte de su rostro con un trapo blanco. La mujer cayó a los pocos segundos de estar forcejeando y Saia se dejó caer con ella al suelo.

Erased levantó a Sora con poca dificultad y la tendió sobre el gran sofá de la sala. Luego regresó con ellos a la cocina.

—¿Por qué huele…? —el rubio se acercó a Heaven y a Lacus, tomó una gran respiración y frunció sus cejas bajo la máscara blanca—. ¿Qué la obligaste a hacer, Lacus? ¿Y por qué huele a… Roswell?

Lacus solo sonrió encogiéndose de hombros a la vez que soltaba un “oops” e intercambió una mirada cómplice con Heaven. La pelivioleta solo sonrió más no agregó nada, Erased le echó una mirada interrogante a su amigo antes de volver con Saia.

—¿Ahora si puedes decirnos qué estaba pasando y por qué durmieron a tu madre?

—Alguien dejó un paquete en la puerta de la entrada, ella lo abrió porque en la etiqueta decía que iba dirigido a ella. Cuando lo hizo, un polvo extraño bañó su rostro. Quise ayudarla junto a Erased y fui allí cuando comenzó a decir que él era un demonio, que me había poseído y que no era su hijo.

—Lo cual es totalmente cierto —aseguró Erased sin pena alguna, Lacus rio—. Salvo la parte en la que Saia es poseída.

Heaven arqueó una ceja.

—¿No son hermanos?

Los tres jovenes se giraron en su dirección, dándole mala cara.

—¿La pregunta va en serio? —se burló Lacus, Heaven asintió—. Oh, vaya que si eres idiota. ¡Claro que no son hermanos! Saia invocó a Erased y fingieron ser hermanos para cumplir con lo que ella quería. ¿Qué nadie la dijo?

Heaven frunció sus ojos en dirección al ojos plateados, pero este ni se inmutó. Saia y Erased se vieron entre ellos y negaron.

—Creímos que lo había deducido desde el primer día que nos vimos. Pero ese no es el problema, el problema es que la Dama Oscura mandó a Trouble a entregar el paquete. Ellos saben que queremos matarlos y por eso hicieron lo que hicieron. Tenemos que apurarnos.

—¿Consiguieron las armas? —intervino Erased, Heaven y Lacus asintieron—. Nosotros hicimos nuestra parte también. Solo falta saber dónde los emboscáremos.

Los cuatro jóvenes se dispusieron a enseñar las armas, mirar planos del bosque y a leer el libro de las almas. Lograron calmar a Sora cuando despertó e idearon un plan para que no volviera a sucederle lo mismo.

Consiguieron todo lo que querían, incluyendo información que los ayudaría a derrocar a la Dama Oscura y a Trouble. Incluso las voces dentro de la cabeza de Heaven también ayudaron. Todo estaba listo.

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