Hay un mundo que no conocemos del todo: el mundo de las almas. El mundo al que se dirigen aquellos desafortunados que abandonaron sus cuerpos de una manera trágica.
La busqueda de paz de Heaven Hellbrand la llevará a conocer en piel propia ese mundo...
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Despierta…
Forastera…
Sus sueños se habían convertido en pesadillas, pesadillas que se repetían una y otra vez. No comprendía qué soñaba y por qué lo soñaba, solo entendía que tenía que ver algo con el ritual que hizo meses después que su hermana muriera trágicamente.
Todo a su alrededor estaba oscuro, lo único que alumbraba su camino era la gran luna blanca que le hacía compañía en la soledad de su jardín. Allí, parada sobre el frio césped, se vio a sí misma.
Su otra ella estaba sentada sobre el frio césped, con los ojos cerrados y manos alzadas. Delante de ella tenía tres velas rojas, una fotografía que enseguida reconoció y un cuchillo.
—Por favor, escucha mi plegaría. Ayúdame y yo te daré lo que me pidas…
Una sensación extraña la recorrió cuando se dio cuenta que ya había dicho esas palabras antes.
—Estoy desesperada… por favor te lo ruego. Él no quiso escucharme y solo tú me quedas como último recurso —susurró al borde de las lágrimas, pero nada pasaba—. Esta noche fría me postro ante ti, rogando para ser escuchada. Si me visitas, te juro que haré lo que desees, no importa que sea. Solo quiero encontrar al culpable de su muerte y hacerlo pagar…
La pelinegra de ese entonces, tomó el cuchillo y rasgó la fina piel de su palma. La esparció por sobre el suelo e hizo un pequeño pentagrama rojo con su sangre. De pronto, las velas se apagaron y un trueno resonó por todo el cielo.
Su petición había sido escuchada.
Heaven retrocedió asustada y trató de huir de lo que veía, pero una imponente sombra la detuvo. Esa sombra se le acercó, haciéndola retroceder hasta pegar a un árbol delante de la pelinegra que seguía clamándole a las sombras.
—No. ¡Aléjate!
La sombra emitió un gruñido de animal y volvió a acercarse a ella.
—No le temas a lo que habita dentro de ti. Nosotros estaremos allí —señaló su cráneo—, hasta que cumplas tu promesa.
—¿C-cual promesa?
Realmente no lo sabía, pero verse a ella misma clamándole a aquel ser oscuro le dejaba una pequeña sensación de deja vu.
—Encontrar a la dama Oscura y traerla ante el señor Oscuro. Solo así salvaras tu deuda y solo así vengaras su muerte.
