Cuando cierro los ojos se van...

By PsiqueMaichen

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Isaac no conoce más allá del internado de monjas donde ha sido criado desde su infancia. Su padre niega que l... More

Nota
Anuncio
Reparto y datos
Carta
Permiso
Daniel
Luna
Necesitas buenos amigos
Salida
Demasiado bullicio
Violeta
Excusas para acercarse a los chicos lindos
¿Tal vez era un fantasma?
Una triste carta
Recuerdo
Piano
Adonis
¿Fuga?
Castigo
Ya no había futuro
Ya, bebito
Navidad
Copos de nieve en un lugar secreto
Regalos
El cuento de Isaac
Pesadillas
Terrence
¿No recuerdas?
Conversaciones frías
El pasado coexistiendo con una pesadilla
El inicio de la primavera
Albert
Reviviendo el pasado
Los ángeles enamorados del músico
Las estrellas florecieron
Las ilusiones del amor
El ocaso llegará
Repentina decisión
Mientras esperaba
Lana Fajro
El refugio de las ilusiones del amor
Fiesta de cumpleaños/ parte 1
Fiesta de cumpleaños/ parte 2
Fiesta de cumpleaños/ parte 3
Parte dos del libro
Bach
Milagro
Fantasmas
Afecto muerto
Una mala decisión
Aroma a rosas
La muerte de un futuro triste
Destellos de otra realidad
Unión
Los amantes
Lo que aprisionan los santos
Él lo sabe
Rumores que son verdades
El anillo
No le debía fidelidad
Falsa calma
La pesadilla de Albert
Tiempos difíciles
Un espacio dentro de otro espacio, donde no existe la vida ni la muerte
La nueva realidad
El final que soñó


El propósito del anillo 

(Epílogo) El camino correcto

Corazón roto

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By PsiqueMaichen

Todo lo sucedido en aquel día de luna llena se volvió lejano, no sabía con exactitud si fue una alucinación que tuve o un sueño. Cuando volví en mí mismo, me encontraba en mi habitación. Era de día, los pájaros cantaban de manera estruendosa. Me encontraba sumamente fatigado, era una sensación similar a haber corrido un maratón sin descasar. Agarré fuerzas de mis suspiros. Me alisté según la costumbre y realicé mis actividades de siempre. No obstante, seguía estando un tanto fuera de mí. En el desayuno y en misa no dejaba de ver a Albert, quería preguntarle sobre lo que consideraba un sueño. No obstante, el tema no surgía. Tampoco tenía la confianza suficiente para ser directo y preguntarle sobre lo sucedido.

Cuando repasaba en mi cabeza todo, parecía ser más un sueño que nada. Aquello logró desplazar de mis recuerdos mi momento especial con Daniel. Intenté volver a ver aquellas alucinaciones regresando a los lugares donde las vi, el chico del baño y Bach en la bodega de libros viejos. No vi nada de nada. Suspiré preocupado. No tardé en concebir la idea de que me volvía loco como mi madre y todo lo alucinaba. Entristecí en pensar en mi futuro: encerrado en un manicomio. No obstante, recordé la promesa que hice con Daniel y eso mejoró mi ánimo.

Las semanas pasaron lentamente, entre exámenes, tareas y dudando de mi cordura. Terry comenzó a aburrirse de seguirme, no le hablaba cuando intentaba simular ser mi sombra. Sin embargo, extrañamente, volvió a hablarse con Daniel. Discutían seguido y me arrastraban en sus peleas. A veces interfería, esperando que no se golpearan de nuevo. No sabía qué mosco les picó y por qué estaban tan intensos. Me recordaban a un matrimonio fallido.

Era viernes, cenaba mientras escuchaba a Daniel y Terry discutir entre susurros. Albert estaba sentado enfrente, también les prestaba atención a ellos y a veces sonreía tímidamente con las cosas que decían. Daniel, después de darle la contra a Terry y criticarlo duramente por lo que dibujaba, sacó del bolsillo de su pantalón notas que entregó por debajo de la mesa. Los tres recibimos la misma nota. Daniel nos citaba en la reja abandonada que daba acceso en el bosque y cementerio. Aquello me emocionó, habían pasado los meses y no convivíamos todos como antes.

Tiempo después de la revisión, me escabullí con Terry del dormitorio. Caminamos a la par iluminados por las estrellas. En alerta, miré por todos lados por si veía algo fuera de lo normal.

—Es la primera vez que hago esto —murmuró Terry—. ¿Qué planeará Daniel? Él no me da confianza.

Por un momento sentí que Terry apreciaba más a Daniel de lo que decía. No le duró muchos meses el coraje de que lo golpeara. Hasta por un momento me pareció pretexto que me siguiera y «cuidara» para estar cerca  de Daniel.

—Creo que te gusta, discuten igual que una pareja de casados a punto de divorciarse —susurré lo que pensé.

—¡Jamás me voy a enamorar de otro de hombre! —expresó alterado, pero controlando el volumen de su voz.

—Eso es negación —murmuré fastidiado.

Escuché cada paso que daba, seguía en alerta. No obstante, me percaté que al aislarme las alucinaciones no se hacían presentes. Las ganas de vivir atraían la demencia. No tardé en preguntarme por qué antes no me pasaba eso. Sin embargo, había olvidado muchas cosas de mi pasado, mis recuerdos estaban fragmentados, algunos aparecían cuando algo los evocaba, otros los suprimía. Antes de conocer a Daniel, me la pasaba con la mirada hacia abajo, evitando a los demás alumnos y consumiéndome en mi monotonía.

Vi que a la distancia la luz de una linterna alumbraba la oxidada reja. El lugar estaba cada vez más descuidado, parecía que lo evitaban a toda costa, hasta el jardinero. Tal vez le tenían miedo a los fantasmas del cementerio que habitaban en el bosque. Nos recibió una alfombra de hojas secas. Terry miraba hacia todos lados, le sorprendía ese pequeño espacio que no encajaba con el entorno pulcro del internado. Me pareció un portal a otra realidad. Daniel y Albert se encontraban en la reja, conversaban sin ninguna emoción implicada en sus encantadores rostros. Miré a Daniel, vestía totalmente de negro, hasta llevaba un gorro que opacaba su cabello de trigo bañado por el sol. Cargaba consigo una mochila, parecía que saldría de excursión o a asaltar algún hogar. Al mirarlo, sonreí sin poder evitarlo.

—Por fin llegan, demoraron. — Daniel frunció el ceño al vernos.

—La monja tardó más de costumbre en hacer la revisión. ¿Qué vamos a hacer? —pregunté entusiasmado.

—Ayer fue tu cumpleaños y se me ocurrió celebrarlo en el bosque. —Sonrió Daniel encantadoramente, dándole relevancia a sus bonitas pecas.

—¡Es cierto!, lo olvidé —dijo Terry alterado.

—Yo también lo olvidé —aclaré avergonzado—. No suelo festejar mi cumpleaños, así que es un día más del montón. —Nervioso, solté una risita.

—En esta ocasión será diferente. Vamos, no perdamos más tiempo —dijo Daniel y comenzó a escalar la reja.

Le seguimos, trepamos con cuidado la reja y al llegar al suelo, dejamos atrás el internado. Daniel alumbró con su linterna el camino, los árboles con su espeso follaje oscurecían el lugar. Lo seguimos sin decir nada, pero Terry lanzó quejas cuando vio las tumbas.

—No, esto es un cementerio, qué horror, no quiero seguir —dijo Terry.

—Los muertos ya no hacen nada —aseguró Daniel—. Y los fantasmas no existen.

—Los fantasmas sí existen —afirmó Albert y giró su cabeza para guiñarme un ojo.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlo. Me dio tanta paz su afirmación, me hizo creer que no alucinaba y lo que consideré un sueño sí fue real. Sin embargo, recordé que mis labios estuvieron juntos con los de él, así que por cobarde, decidí seguir considerando lo sucedido parte de un sueño.

Daniel se detuvo donde la luz de las estrellas y la luna sonriente lograba atravesar el follaje, se proyectaban sombras de ensoñación en el suelo. Apagó la linterna y cobró más encanto el fúnebre lugar. La luz lunar parecía ser escurridizos dedos azulados que deseaban jugar con las hojas secas del suelo. Las luciérnagas brillaron y los grillos ambientaban con su grillar. El cálido viento del verano arrastraba las hojas secas, haciéndolas sonar como castañuelas. Contemplé todo, grabándome esos momentos en mi corazón. Daniel nos pidió que reuniéramos varas secas y yesca. No demoramos mucho en hacerlo, había mucho material en el bosque para hacer una fogata: realmente Daniel la hizo. Nos sentamos alrededor de la fogata, las llamas iluminaron fantasmagóricamente nuestros rostros. Daniel sacó de su mochila una botella de vino, bombones, galletas, chocolates y bocadillos que compartió con todos.

—¿Cómo es que puedes meter en el colegio tantas cosas prohibidas? —preguntó Terry al tomar un bombón, lo clavó en un vara y lo acercó al calor de las llamas.

—Es muy fácil, más de lo que creen. —Le dio un trago a la botella de vino y luego se la pasó a Albert—. Pasé las breves vacaciones de verano en la mansión de mi abuela. ¿Se preguntarán qué tiene que ver? Bueno —esbozó una divertida sonrisa—, compré muchos regalos para ella, los cuales envolvieron en la tienda. Le dije a las monjas y guardias que no podía abrirlos porque eran para mi abuela. Me creyeron cuando revisaron los primeros regalos que, evidentemente, esos no tenían nada malo. Claro, no todos eran para mi abuela. Así es como metí al colegio tantas cosas prohibidas. No me miren así. —Torció la mueca.

Albert, dudoso, bebió de la botella, hizo cara de asco y luego me la pasó a mí.

Abstraído, miré la boquilla, me recordó lo que consideré una pesadilla. Bebí un tragó profundo.

—Eres un gran mentiroso —expresó Terry sin alterar su voz amistosa.

—Todos mentimos de alguna manera —inquirió Daniel sonriendo.

—Gabriel no...

—Isaac —interrumpió Daniel—. Él prefiere que lo llamen como el nombre que le dio su difunta madre.

—¿Es verdad? —Terry me dirigió una triste mirada.

Callé pensando en qué decir. En lugar de responderle, le pasé la botella de vino después de que limpié la boquilla con la manga de mi camisa.

—¿Saben qué sería chistoso? —preguntó Albert con su encantadora voz. Cortó la tensión del momento.

—¿Qué? —dijimos los demás en unísono.

—Que Isaac se casara con alguien llamada Rebeca —respondió Albert y soltó una pequeña risita agraciada.

Observé su rostro apacible, me pareció más vivo.

—Mal chiste —comentó Daniel.

—No lo es, es una referencia bíblica, Isaac, el de la Biblia, se casó con una mujer llamada Rebeca. Espero que mi amigo se case con una mujer —deseó Terry.

—¿Por qué no se casaría con una mujer? —preguntó Albert.

—Creo que Terrible cree que su mejor amigo también es un sodomita —respondió burlón Daniel.

—No empiecen, últimamente sus discusiones inician por mí. —Estiré mi mano y tomé de la bolsa otro bombón que mordí molesto—. Ya dejen de suponer cosas sobre mí.

—Bueno, Isa. —Sonrió Daniel de oreja a oreja—. Ya tienes suficiente edad para saber qué es lo que te gusta. Acláranos a todos.

—¡Por Dios, Daniel! —habló Terry un tanto alterado—. Isaac no conoce chicas, es obvio que esté un poco confundido sobre sus preferencias.

—Conozco a Violeta, aún nos escribimos de vez en cuando. Aunque creo que le aburrí, ya no me escribe con la misma frecuencia. Bueno —me encogí de hombros—, tampoco tengo mucho que decirle, siempre he estado aquí, encerrado, era obvio que se iba a aburrir. —Terminé de comer el bombón y tomé otro.

—Comenzó a escribirme a mí con más frecuencia, tal vez eso hizo que  disminuyeran sus cartas para ti. Es difícil escribirle a muchas personas —dijo Albert.

—Puede ser —respondí un tanto tajante.

—¿Entonces te gusta Violeta? —indagó Terry y cogió un puñado de golosinas.

—No lo sé, me agrada, pero no la conozco lo suficiente —dije desanimado.

—Creo que Violeta haría una pareja perfecta con Albert —habló Daniel y llevó sus ojos de sol en Albert. Miré su incomodidad ante la mirada penetrante de Daniel.

—¿Por qué dices eso? —Albert desvió sus ojos de joyas hacia el fuego.

—Se lo debes a Bach, como él ya no está, alguien debe cuidar de su hermana. ¿Quién mejor que su amigo? —Sonrió con cierta malicia, pero sin inmutar el encanto de su apacible rostro.

—Daniel, para, eso es mucho —regañé.

—No, él tiene razón, lo he pensado —contó Albert cabizbajo.

—¿Qué no te gustaban los chicos? —preguntó Terry apenado.

—No, no lo entiendes, Terry. —Albert miró fijamente a Terry y mordió uno de los bocadillos que tomó, eran sándwiches de mermelada y crema de maní—. Amar es una decisión —habló después de tragar—, nuestro corazón es quien decide antes que el cerebro. Simplemente así pasó con Bach, mi corazón me ordenó. No lo amé porque fuera un chico, sino por quién era —habló con seguridad en sí mismo y como si regañara a Terry.

—No, tienes razón, no lo entiendo —comentó Terry.

—Terry es tonto porque se cegó con su fe. —Daniel acercó un bombón insertado en un palo en la flama—. Entonces, volviendo al tema, ¿tienes definidas tus preferencias, Isa? —preguntó mientras rotaba el bombón.

—Antes no me agradaba nadie, ni me fijaba en el rostro de mis compañeros y con las únicas mujeres que convivo son las feas monjas. —Hice un puchero.

—No le des vuelta al tema —interrumpió—, sé claro —dijo Daniel mirándome en la cara.

—No me presiones —dije apenado—. Terry —lo llamé con una temblorosa voz y él me miró mientras comía de su emparedado—, me gusta pasar tiempo con Daniel, estar en su cuarto y ver a Luna. Ya no voy contigo a su habitación porque terminan peleando. —Fruncí ligeramente el ceño.

—¿Qué quieres decir con eso? —Ladeó su cabeza y me miró sorprendido.

—Me da ternura que seas tan penoso. —Daniel se levantó y se fue a sentar a mi lado, sacó un sobre de la chamarra oscura que vestía y me lo entregó.

—Bueno, para mí está claro. —Sonrió Albert tiernamente. 

—¿Claro qué? —preguntó Terry molesto—. Es un capricho temporal, Isaac no conoce más allá de este internado. Es natural que se haga ilusiones con el primer mocoso que le hable bonito —dijo enojado.

—No soy un mocoso, no tenemos la misma edad, Terrible —aclaró Daniel.

—Todos somos mocosos, ya quiero ver qué dirán de adultos, cuando salgamos de aquí y enfrentemos la vida real. Lo más seguro es que Isaac se va a enamorar de una mujer y se casará. Y tú... siempre serás un degenerado, aprovechado y mal amigo —peleó Terry.

—¿Mal amigo? ¿Cuáles son tus fundamentos para decir eso? —Daniel frunció el ceño.

—Porque seguramente desde el inicio no pretendías ser su amigo, lo engañaste, querías un romance, no una amistad real —encaró Terry enojado.

—No creo que sea así —aclaré—. Es como le sucedió a Albert y Bach, Terry. No te enojes, siento mucho haberte defraudado. Entiendo que ya no quieras ser mi amigo de ahora en adelante, no cumplo con tus requisitos y tampoco puedes obligarme a cumplirlos —dije sin dudar.

—Ahí lo tienes, Terrible. —Daniel se encogió de hombros y después me rodeó con su brazo—. Me prefiere. —Sonrió victorioso.

Callé, me alteró escucharlo decir eso en presencia de Terry y Albert.

—Eso ya lo sabíamos —obvió Albert.

—¡No puedo con esto! —Terry se incorporó de golpe—. Me voy.

—No te enojes... —le pedí triste.

—Déjalo, es un mal perdedor —dijo Daniel Burlón.

—¡Los acusaré! —amenazó Terry y se fue corriendo.

—No lo dice en serio. Iré por él, es un idiota. Ya regreso. —Daniel se levantó y corrió detrás de él.

—Pero no se maten a golpes —añadió Albert desganado.

Daniel corrió por donde se fue Terry.

Me inmuté en el momento, dudé de la veracidad de la amenaza. Por algún motivo inexplicable, enfoqué mi ver en las llamas y no hice nada. No entendí por qué me entristeció que Daniel saliera corriendo detrás de Terry. Percibí el peso de la mirada de Albert en mí, giré mi rostro y vi sus encantadores ojos que se fijaban en mi cara. Me recordaron a la hierba de un prado cuando sopla el viento. Al parecer él se preguntaba por qué no perseguí a Daniel. Suspiré y cerré los ojos por un momento.

—Iré a evitar que se maten —comentó Albert al levantarse.

Sacudió con sus manos el polvo y follaje pegado en su ropa.

—Es extraño... ¿Por qué se molesta tanto? —pregunté sin despegar mi mirada del fuego.

Escuché cómo crujía la leña y aquello me dio cierta tranquilidad.

—Es muy claro, le gusta Daniel, pero no es tan valiente para decirlo. —Volvió Albert a sentarse, esta vez más cerca de mí—. ¿No has visto cómo lo mira? —preguntó extrañado—. Daniel es diferente a nosotros y eso hace que llame la atención de muchas personas. Él... es libre de alguna forma. Siempre hace lo que quiere, dice lo que piensa y consigue todo lo que se propone. Sin olvidar que es muy apuesto y encantador. No obstante, hay algo extraño en él. Me preguntó qué es lo que oculta —murmuró Albert melancólico.

—Oculta... —repetí pensativo.

Evoqué en recuerdos las cicatrices de los brazos de Daniel, cuando fumaba en un abrumador silencio y se perdía en sus pensamientos. Yo no era el único que tenía problemas. Me percibí como alguien egoísta, encerrado en su mundo e ignorando el de los demás. Recordé la carta que me dio. Quería abrirla, pero decidí hacerlo después, en la soledad y privacidad de mi habitación.

El viento sopló, arrastrando consigo las hojas caídas, y el fuego se engrandeció por un momento. Ya no tenía la misma percepción del tiempo, me pareció que había pasado demasiado. Algo alteró mi corazón.

—Debe ser difícil para Terry reconocer lo que siente sin sentir que se traiciona a sí mismo. —Albert encogió sus piernas y se abrazó a sí mismo.

—Pero... a Daniel no le interesa Terry —dije con los labios temblorosos.

Recordé cuando Daniel besó a Terry.

—¿Entonces por qué fue detrás de él? Es obvio que Terry no nos puede acusar de nada sin salir afectado. Dudo que sea tan tonto para hacer eso —conjeturó Albert pensativo—. Cambiando de tema, el otro día...

—Demoran mucho —interrumpí a Albert—, será mejor que los busque.

—Entiendo —dijo Albert pensativo.

Dejé de ver el fuego. Me levanté de golpe y fui a buscarlos.

Caminé hacia la dirección donde ellos dos se fueron. No escuchaba más que el chirrido de los grillos y el follaje moverse con el viento. Me abracé a mí mismo al sentirme superado por el bosque. Comencé a escuchar más que la naturaleza, como un quejido lejano. Apresuré el paso, intentando alejarme del sonido. No sirvió mucho, volví a escucharlo, detrás de mi oído. Recorrió mi cuerpo una descarga eléctrica, empapándome de terror. Algo estaba detrás de mí. Giré un poco mi cabeza y eché una mirada de soslayo, mi corazón se volcó al ver una sombra flotando detrás de mí. Ahí estaban de nuevo las alucinaciones.

—Largo —murmuró la borrosa silueta con una voz lejana.

Ahogué el grito de horror con mis manos. Corrí y mientras lo hacía, me cuestioné qué me estaba pasando. Percibí miradas intensas clavadas en mí. Me detuve, en todo el bosque había siluetas difusas que flotaban erráticamente. Cerré los ojos, pensando en el momento que se fueran. Deseé con todas mis fuerzas no caer en la misma locura que mi madre, en tener la fuerza suficiente para ignorar lo que me asustaba tanto. Al volver abrirlos, ya no estaban. Me apresuré en buscar a Daniel y Terry. Volví hasta la reja, pero no había señal de ellos. Corrí aterrado por el bosque, mi corazón agitado me mantenía en alerta. Regresé caminando por otra ruta.

Escuché un quejido ahogado a la distancia, no me pareció de un fantasma y despertó cierta curiosidad en mí. Fui hacia donde provino el sonido. Llegué a una parte del bosque donde solo había tumbas, capillas, mausoleos y algunos árboles dispersos. Volví a escuchar el mismo quejido ahogado, caminé lentamente, no sabía si era de una alucinación. Me acerqué sin hacer ruido y lo que vi me heló.

Deseé que fuera una de mis alucinaciones, me hubiera aterrado menos que ver la maldad que puede haber en algunos humanos.

Pude ver en la distancia que una tumba de mármol estaban Terry y Daniel. Me acerqué ocultándome entre las tumbas. Estaba abstraído por lo que veía, dudaba de lo que presenciaba.

—Nunca tienes llena —murmuró Terry jadeando.

El sudor recorría su frente, sus ojos brillaban al igual que un cielo despejado y se veía bastante extasiado por subyugar a Daniel. Yacía encima de él, poniendo su peso en el delicado cuerpo de Daniel. Vi que brotaba sangre de la nariz de Daniel, supuse que Terry lo golpeó. Me pareció que Daniel se había rendido y dejó de luchar. Soltó un quejido y volví en mí mismo.

—¡Qué demonios! —expresé impresionado—. ¿Qué haces, Terrence?

Terry se incorporó asustado al verme, se giró y subió su pantalón.

—No pude ser —murmuró Terry alterado.

Daniel se sentó, tomó una bocanada de aire y sin decir nada, también se abrochó la ropa.

—Por qué pregunto... —murmuré ido—. Es tan obvio.

Corrí furioso hacia Terry. Daniel se interpuso en mi camino.

—No importa, no es la primera vez que me lo hacen —dijo lloroso, pero queriendo fingir fortaleza—. No me importa, Terry ya demostró que era lo que quería. —Sonrió triste.

—Claro que te importa —hablé conteniendo el llanto—. ¿Cómo no te va a importar? ¿¡Por qué le hiciste eso, Terry!? —reproché enojado—. ¿Por qué? —Las lágrimas escaparon de mis ojos y se deslizaron por mis mejillas—. ¿Quién eres realmente? ¡¿Cómo es que te dices a ti mismo creyente de un ser benevolente cuando haces estas cosas?! —grité y sentí como si las lápidas vibraran y los muertos se despertaran.

Terry no respondió, me daba la espalda.

—Ya no importa, Isa. Al menos así te das cuenta cómo es realmente él, un hipócrita. —Pasó la manga de su chamarra para limpiar la sangre que salía de su nariz.

—Él me provocó..., yo no quería. Peleamos y después... —farfulló.

—Te odio, te odio... ¡Ojalá te mueras! —le grité de nuevo con todas mis fuerzas.

El ambiente se agitó con mi ira, lo apacible y mágico del momento, como lo agradable de convivir con todos, se fue, literal, al infierno.

—Cálmate, Isa —comentó lloroso Daniel y me sujetó de los hombros—. Que no importa, idiota. —Comenzaron a brotar las lágrimas de sus ojos—. No sentí nada —dijo y se rio mientras se le salían las lágrimas.

La sangre me ardía como lava y no podía pensar con claridad. Actué rápidamente controlado por la ira. Hice a un lado a Daniel, me quité los lentes, dejándolos en la tierra. Corrí hacia donde estaba Terry, empuñando la mano y rechinando los dientes. Me lancé sobre él, derribándolo en el suelo. Le atiné varios puñetazos en la cara y mientras lo hacía, recordé el pasado feliz que compartíamos. Él no se defendió de mis golpes, al contrario, se quedó quieto para recibirlos. Me detuve, lloré desconsolado encima de Terry. Estaba golpeando a mi mejor amigo, quien cuidó de mí en mi infancia y consideraba como un hermano.

—Lo siento..., no sé que me pasó. Me gusta... mucho. Desde el día que me besó no dejo de pensar en él —confesó Terry lloroso—. Lo siento, Gabriel.

—Te besé para darle celos a Isaac —reveló Daniel.

Terry miró a Daniel asombrado. Su mirada fue la de alguien que le rompieron el corazón de un golpe.

(Nota de autor:
La otra vez les subí el borrador del borrador porque se escapó mi gato (salí a las tres de la mañana a buscarlo XD) y moría de sueño para seguir editando. No quería fallarles en subir capítulo. Ya lo revisé y edité algunas cosas. No tengan vergüenza en avisarme si ven algún error, se los agradecería de corazón.

Vaya capitulo largo.

¿Cuales son sus teorías? ¿Qué opinan del capitulo?)

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