Sumisa [Libro 1 bilogía El Am...

By Yarialove

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ADVERTENCIA: En el libro encontrarás: sexo duro y explícito, dominio, sumisión, bondage, masoquismo y sadomas... More

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Sinopsis
Capítulo 2: Inesperada Sorpresa
Capítulo 3: La Entrevista
Capítulo 4: Pésimas Noticias
Capítulo 5: La subasta

Capítulo 1: El comienzo

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By Yarialove

Narrador omnisciente

“Un hombre dominante y posesivo que despertará tus más bajos instintos”.


Todas las mujeres en el lugar lo veían al pasar. Era algo involuntario. Ninguna podía evitar mirarlo con rostro deseoso y lujurioso, deseando ser escogidas por aquel imponente hombre de aura gigantesca e indescriptible.

Aquel rostro de estrella de cine y cuerpo cincelado.

Él, sin embargo, caminaba entre todas con aire de arrogancia y victoria. Toda su vida ha estado acostumbrado a la atención, a los halagos y, era algo que adoraba, pero solo del sexo opuesto, porque esto último, de parte de los hombres le resultaba repugnante.

Nathan Scott es de los hombres que prefieren no ser halagado por su mismo sexo, pues ve siempre una segunda intención en ello.

“Un hombre no debe tener este tipo de atenciones con otro, lo haría parecer débil. Las mujeres, detrás de una acción como esa, esconden deseo y, los hombres, peticiones de favores”.

Así piensa, y solo por eso no le importa recibirlo de ellas. Para él, una mujer es otra historia, por tanto las mira de otra manera. Ellas sí pueden admirar y agasajar a un hombre.

¡Ellas sí! Solo ellas.

Esa noche estaba acompañado de su amigo que también era un hombre sumamente atractivo y sexy, sin embargo, a pesar de eso, él resaltaba por ese aire de arrogancia que le hacía mantener la nariz por encima de los demás.

Su altura y su cuerpo musculado y bien  definido, aunque no muy robusto, hacían una combinación perfecta. Y si aquello no llamaba la atención lo suficiente, lo haría su hermoso rostro que dejaba ver un par de ojos azules celestes —heredados de su padre— la nariz recta y perfilada, el mentón perfecto y los labios que invitaban a todo tipo de pensamientos pecaminosos y lujuriosos.

Hasta su cabello castaño, en ocasiones un poco desaliñado, lo hacían lucir increíblemente sexy. Así lo llevaba a veces, porque sabía que ese toque de desenfado terminaba de volver loca a las mujeres, ya más de lo que estaban.

Eso y el rostro perfectamente afeitado era justo lo necesario para que todas lo vieran como una especie de Dios griego, y él así se sentía.

Pero que no les engañe esto. Esa era solo su apariencia para poder atraer a la presa como atrae el lobo al cordero. Nadie podía imaginar lo que había detrás de ese ser divino como lo consideraban todas al verlo.

“Cara de ángel, cuerpo de Dios griego y  alma de diablo”.

Ese era el calificativo perfecto para Nathan Scott.

Dio una mirada rápida al salón para notar que estaba lleno de personas. Solo reparó en las chicas, en fin, había ido allí por ellas. Le pidió al amigo sentarse en uno de los reservados Vip, y así lo hicieron, para disfrutar del panorama y ver cómo transcurría.

Se mantuvieron así por algún tiempo. Él no hablaba, solo sonreía. Pero, luego de varias copas, comenzó a hablar y a ser el centro de atención. Era imposible no serlo y no sentirse atraído a ese magnetismo que desprendía su cuerpo. Al hablar y sonreír mostraba la belleza de sus dientes blancos y bien cuidados.

A él, sin duda, le gustaba la atención.

En aquella conversación entre carcajadas, entre la luz tenue y el murmullo que se mitigaba en el espacio de aquel lugar, miró a una mujer increíblemente sensual y bella, de estatura mediana y morena que lucía un vestido color vino, corto. Mostrando sus piernas torneadas  perfectas y una piel tersa apetecible a la vista.

La miró desde la distancia. Lo hizo con un poco de desdén para atraparla. Sabe que para llamar la atención de una mujer no es necesario mostrar mucho interés, sino todo lo contrario.

Esa estrategia siempre le resultaba y esta vez no sería diferente.

No demoró mucho para que lo planeado surtiera efecto y, cuando la chica ya no podía disimular su interés, concentró sus ojos en ella como lo hace un cazador con su presa.

Tomó el vaso que contenía su trago y lo llevó a su boca, para hacerle entender que dentro de poco la haría suya. Ella estaba desesperada. No sabía cómo había podido aguantar tanto sin lanzarse encima de aquel hombre.

No era una mojigata. Vanesa Davies era una chica desenfadada que salía en compañía de su amiga a disfrutar de la música y la bebida que ofrecían esos lugares. Nunca intimaba con nadie, pero esta vez se sintió atraída a este hombre como la mariposa al fuego y lo más probable era que terminara con las alas quemadas.

Sin embargo, no le importó, así que se dirigió a la barra sabiendo que sería seguida por él y no se equivocó. Siendo así llamó a su madre para decirle que pasaría la noche con su amiga. Sabía que no llegaría a casa hasta el otro día y quería evitar la preocupación de sus progenitores.

Él llegó hasta ella, dejó en sus oídos unas palabras bonitas y, después de reír... ¡listo! Ya había caído en sus redes. Aunque ella sabía que había sucumbido desde que lo vio.

Hasta él lo sabía. Solo quiso tomarse su tiempo para acechar a su presa porque era algo que disfrutaba. Estas cosas no le resultaban difíciles. De hecho, nada era difícil para él. Siempre conseguía lo que deseaba y cuando lo deseaba.

Después de una corta presentación se fueron en el auto de él. Un Lamborghini hermoso en color rojo y descapotable, donde mostraba una vez más que tenía poder y dinero. La llevaba a un hotel y, por supuesto que no a cualquiera.

Era uno de sus hoteles, los mejores de toda Inglaterra.

No le importaba que lo vieran llevar mujeres todas las noches. No era su culpa ser como un imán para ellas. Atraía modelos, actrices famosas, chicas elegantes de la alta sociedad y, qué decir de la clase media y baja.

A sus veinticinco años llevaba una vida excitante y divertida de clubes, fiestas, mujeres y tragos. Él y su hermano eran el centro de atención de todas las fiestas a las que asistían.

Ese estilo de vida se le presentó desde temprano. Desde que comenzó a estudiar administración de empresas a petición de su padre, ya que el hermano lo había estudiado y lo necesitaba para hacerse cargo de la  empresa familiar junto a él.

Está claro que lo que dijeran los demás le resbalaba. Él seguía siendo el jefe y los comentarios lejos de lastimarlo o provocarle algún mal, lo enaltecían.

“Se comenta de la persona que vive su vida como mejor le plazca, sin importarle el qué dirán. De quienes no comenten es porque son muertos entre vivos. De aquel que está vivo siempre hablaran en bien o en mal”.

Era uno de sus tantas formas de pensar, así que vivía su vida como si en el mundo solo existiera él y quienes le importaban. Aunque realmente no le importaban muchas personas. Estaba en su naturaleza ser frío como un témpano de hielo.

Podía considerarse afortunada la  persona fuera de su familia a la que le mostrara un poco de afecto.

No hablaron mucho en el trayecto al hotel. Ella lo iba sonsacando pero no hacía falta. Este hombre ya estaba que explotaba y, así estaba la parte del pantalón que mantenía preso el bulto que se dejaba ver, más abajo de su pelvis.

Sonreía de lado, sintiendo como ella pasaba una de sus manos por su entrepierna, apretando el falo que estaba por hacer saltar cada uno de los botones que lo retenían. Así que  apeló a todo su autocontrol para no detener el auto y follarla allí mismo, en medio de la ciudad. Cosa que era muy capaz de hacer.

Pero ella, en su interior, deseaba algo más. Quería que las vivencias esa noche no se quedaran solo allí. No quería pasar por su vida como una de las tantas que lo habían hecho. No era su deseo limitarse solo a una noche.

Sin embargo, no pasaba lo mismo con él. Estaba claro que le gustaba el sexo y mucho, pero no era un hombre de relaciones estables. Prefería la libertad de la informalidad. Sexo de una noche y adiós, cero complicaciones.

Después de un tiempo llegaron al hotel y aparcó frente a él. Una vez fuera le entregó la llave al bedel. Se apresuró en abrirle la puerta a ella, regalándole un giño, y la llevó al lobby.

Allí los recibió la chica que les dio la bienvenida para luego dirigirse al ascensor. Estando allí aprovechó para tomarla de la cintura y apretarla contra sí, provocando que sintiera el bulto que se cargaba y que la estaba torturando.

La excitación alcanzó otro nivel, pero justo en ese momento las puertas del ascensor se abrieron, indicando que había llegado el momento de salir.

Caminaban por el pasillo como un par de chiquillos traviesos, entre besos y caricias. Él pasó la tarjeta de la habitación y entraron a una suite exclusiva, decorada y condicionada exactamente como a él le gustaba.

Así estaban preparadas todas las de sus hoteles. Muebles modernos, una cama inmensa, mini bar con barra y un ventanal que dejaba ver la vista más hermosa de toda la ciudad de Londres.

Ella estaba impresionada. Cómo no estarlo, cuando admiraba un espacio que desbordaba lujo y elegancia. Sin embargo, no pensaba en nada más que en retomar lo que había quedado pendiente, y por lo que habían ido a ese lugar.

Quería estar en los brazos de ese hombre delicioso y sumamente sexy que la tenía con la libido a máxima potencia, y por ello, se le fue encima para devorarlo.

Las manos de él fueron lo suficientemente ágiles para quitar el vestido que se interponía entre ambos. Esa agilidad la había adquirido quizás de haber quitado tantos, pero en fin, eso era algo a lo que ella en ese momento le restaba importancia.

En un abrir y cerrar de ojos ya la tenía desnuda y deseosa de más, de todo cuanto podía brindarle.

Entre besos y caricias la llevó hasta la cama para depositarla sobre ella. Lo hizo comiendo, chupando sus tetas y hundiendo su cabeza en ellas, cuando sintió que ya no podía más.

Así que se apresuró a quitarse la ropa bajo la atenta mirada de ella. Se colocó un preservativo de los que siempre llevaba con él, prefiriendo no correr ningún tipo de riesgos, y siendo así no había por qué dilatarlo más.

En fin, esto solo se trataba de sexo casual, sexo de una noche y nada más.

Colocó una de sus manos en su entrada para comprobar lo que ya sabía. Estaba justo como imaginó, chorreando de deseos por él. Sonrío de lado curvando sus labios en señal de victoria y se introdujo en ella de golpe, sin contemplaciones, observando el rostro de sorpresa de ella al sentir el falo grueso y largo que la atravesaba.

Sintió que le empalaba hasta el alma.

Era un sueño que una cara y un cuerpo de infarto como el que tenía en ese preciso momento, sobre ella, cargara con algo como lo que estaba sintiendo en su interior.

«El paquete completo», pensaba ella.

Solo se escuchaban sus gemidos y gruñidos inundando la habitación. Ella enterraba las uñas en su piel, pero aun así no fue suficiente para soportar las embestidas que le daba. Embestidas que la estaban llevando al borde de la locura.

Estando así, sintiendo el calor y la humedad de su coño, no pudo evitar poner una mano sobre el cuello de ella apretando un poco.

Sabía que no estaba en una sesión, pero aun así le era imposible controlar por completo su ser como dominante. Estaba acostumbrado a tener sexo con sumisas.

Era por eso que al estar alguna noche con una chica vainilla, como llamaba a las que no estaban dentro de su estilo de vida, le era difícil no mostrar su carácter dominante. Aunque siempre lo controlaba y por eso se lo permitía.

Después de un rato sintió cómo ella se corrió con él dentro. Sonrió con picardía y se apresuró a embestirla con más fuerza, hasta que le tocó su turno. Fue entonces cuando salió de ella, retiró el preservativo y se masturbó un poco, hasta que los chorros de leche cayeron justo sobre sus tetas divinamente hermosas.

Ella sonrió y la restregó sobre su piel, satisfecha de aquel momento vivido.
Después de eso lo hicieron varias veces más. Ella se corría ahogando los gritos que intentaban escapar de su boca, mientras él la embestía como todo un demente, sediento de sexo y de ejercer dominio.

Cuando hubieron terminado, ella dejó su cuerpo cansado sobre la cama, agotado por tanta intensidad. Él, en cambio, no lo estaba, así que se levanto y fue hasta el baño.

Después de mirarse al espejo y pasar una de sus manos por su cabello desordenado, dejando correr los dedos entre los mechones, abrió la llave del agua para refrescarse la cara.

Estaba deseoso de ir a casa. Ya había terminado de devorar a su presa y nada lo retenía en aquel lugar, así que cuando hubo terminado de lavar todo su cuerpo bajo la ducha, entró a la habitación.

Ella estaba dormida. La intensidad de la noche la había dejado rendida. Prefirió dejarla así, para no tener que dar explicaciones y para no decepcionar a la chica hermosa que estaba reposando sobre la cama, como un ángel de los más bellos.

Él sabía que no habría una segunda vez. No se lo podía permitir. No podía flaquear justo en este momento.

Se preparó para salir lo más rápido posible, temeroso de que fuera a despertar, pero ella no lo haría, estaba realmente agotada. Terminó y ella dormía plácidamente, así que no lo pensó más y salió de la habitación.

Lo que ninguno de los dos sabía era que el destino en ocasiones es cruel y mueve sus cartas, haciendo a todos partícipe de su juego.

No imaginaba que había dejado allí a la  mujer que nuevamente se cruzaría en su camino y, esta vez, de la forma menos esperada para ambos.

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