Capítulo 1: El comienzo

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Narrador omnisciente

“Un hombre dominante y posesivo que despertará tus más bajos instintos”.


Todas las mujeres en el lugar lo veían al pasar. Era algo involuntario. Ninguna podía evitar mirarlo con rostro deseoso y lujurioso, deseando ser escogidas por aquel imponente hombre de aura gigantesca e indescriptible.

Aquel rostro de estrella de cine y cuerpo cincelado.

Él, sin embargo, caminaba entre todas con aire de arrogancia y victoria. Toda su vida ha estado acostumbrado a la atención, a los halagos y, era algo que adoraba, pero solo del sexo opuesto, porque esto último, de parte de los hombres le resultaba repugnante.

Nathan Scott es de los hombres que prefieren no ser halagado por su mismo sexo, pues ve siempre una segunda intención en ello.

“Un hombre no debe tener este tipo de atenciones con otro, lo haría parecer débil. Las mujeres, detrás de una acción como esa, esconden deseo y, los hombres, peticiones de favores”.

Así piensa, y solo por eso no le importa recibirlo de ellas. Para él, una mujer es otra historia, por tanto las mira de otra manera. Ellas sí pueden admirar y agasajar a un hombre.

¡Ellas sí! Solo ellas.

Esa noche estaba acompañado de su amigo que también era un hombre sumamente atractivo y sexy, sin embargo, a pesar de eso, él resaltaba por ese aire de arrogancia que le hacía mantener la nariz por encima de los demás.

Su altura y su cuerpo musculado y bien  definido, aunque no muy robusto, hacían una combinación perfecta. Y si aquello no llamaba la atención lo suficiente, lo haría su hermoso rostro que dejaba ver un par de ojos azules celestes —heredados de su padre— la nariz recta y perfilada, el mentón perfecto y los labios que invitaban a todo tipo de pensamientos pecaminosos y lujuriosos.

Hasta su cabello castaño, en ocasiones un poco desaliñado, lo hacían lucir increíblemente sexy. Así lo llevaba a veces, porque sabía que ese toque de desenfado terminaba de volver loca a las mujeres, ya más de lo que estaban.

Eso y el rostro perfectamente afeitado era justo lo necesario para que todas lo vieran como una especie de Dios griego, y él así se sentía.

Pero que no les engañe esto. Esa era solo su apariencia para poder atraer a la presa como atrae el lobo al cordero. Nadie podía imaginar lo que había detrás de ese ser divino como lo consideraban todas al verlo.

“Cara de ángel, cuerpo de Dios griego y  alma de diablo”.

Ese era el calificativo perfecto para Nathan Scott.

Dio una mirada rápida al salón para notar que estaba lleno de personas. Solo reparó en las chicas, en fin, había ido allí por ellas. Le pidió al amigo sentarse en uno de los reservados Vip, y así lo hicieron, para disfrutar del panorama y ver cómo transcurría.

Se mantuvieron así por algún tiempo. Él no hablaba, solo sonreía. Pero, luego de varias copas, comenzó a hablar y a ser el centro de atención. Era imposible no serlo y no sentirse atraído a ese magnetismo que desprendía su cuerpo. Al hablar y sonreír mostraba la belleza de sus dientes blancos y bien cuidados.

A él, sin duda, le gustaba la atención.

En aquella conversación entre carcajadas, entre la luz tenue y el murmullo que se mitigaba en el espacio de aquel lugar, miró a una mujer increíblemente sensual y bella, de estatura mediana y morena que lucía un vestido color vino, corto. Mostrando sus piernas torneadas  perfectas y una piel tersa apetecible a la vista.

Sumisa [Libro 1 bilogía El Amo del deseo]. Where stories live. Discover now