EL CÍRCULO © | #PGP2022

Galing kay HacheFenzel

2.5K 661 1K

Aran Kang es un detective novato que busca proteger la ciudad de una secta satánica que los aterroriza: el cí... Higit pa

𝑰𝑵𝑭𝑶𝑹𝑴𝑨𝑪𝑰𝑶𝑵
𝑪𝑶𝑽𝑬𝑹 • 𝑻𝑹𝑨𝑰𝑳𝑬𝑹 • 𝑷𝑳𝑨𝒀𝑳𝑰𝑺𝑻
𝑷𝑹𝑬𝑭𝑨𝑪𝑰𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝒁
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑶𝑵𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑶𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑨𝑻𝑶𝑹𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑸𝑼𝑰𝑵𝑪𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑫𝑰𝑬𝑪𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑰𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑼𝑵𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑫𝑶𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑻𝑹𝑬𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑪𝑼𝑨𝑻𝑹𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑪𝑰𝑵𝑪𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑺𝑬𝑰𝑺
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑺𝑰𝑬𝑻𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑶𝑪𝑯𝑶
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑻𝑹𝑬𝑰𝑵𝑻𝑨 𝒀 𝑵𝑼𝑬𝑽𝑬
𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑪𝑼𝑨𝑹𝑬𝑵𝑻𝑨
𝑬𝑷𝑰𝑳𝑶𝑮𝑶
𝑶𝑻𝑹𝑨𝑺 𝑶𝑩𝑹𝑨𝑺

𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝑽𝑬𝑰𝑵𝑻𝑬

20 11 1
Galing kay HacheFenzel

Mientras Hada Kang se mantenía entretenida mirando los dibujos animados en la televisión vieja, empotrada en una esquina del techo de la habitación de hotel, Aran arrastró a Sara, ya duchada y cambiada, de la muñeca hasta el estacionamiento donde se apoyaron en la parte trasera de su vehículo en la calma de la tarde.

Aran necesitaba varios días de sueño profundo, las pronunciadas ojeras bajo sus ojos lo demostraban. Pero, antes que nada, necesitaba aclarar lo que en su cabeza venía dando vueltas. Hasta ahora había actuado automáticamente, tratando de ponerse a salvo primero. No obstante, ya no lo soportaba más.

—¿Qué ocurrió en el bosque, Sara?

Él la observó fijamente, repasando su piel y los lunares que serpenteaban por su cuello. Ella trató de que su insistente mirada no le pusiera los pelos de punta, trató de respirar con normalidad y apagar su mirada para que no denotara ningún sentimiento de profunda desesperación.

Necesitaba ocultar todo lo que pudiera dentro de sí.

Debía hacerlo.

—Hay cosas que es mejor no saberlas...

—No puedo proteger a nadie si no me cuentas. —Aran se alejó del auto y se paró frente a ella tratando de atraer vanamente su mirada—. No encuentro una explicación racional por más que la busque, sé que tiene que haber alguna. Necesito que me lo cuentes.

Sara sabía que Aran no era un creyente, era obvio que su instinto le diría que toda esa locura no podría haber pasado. E ignorarlo hubiera funcionado tanto para ella como para él, pero claramente ya no podía dejarlo estar. Nadie lo haría, la curiosidad siempre era mucho más embriagante y peligrosa.

—Aran, no me creerías aunque te lo dijera —trató de ser franca—. Sucedió frente a tus ojos y aún le estás dando vueltas.

El detective refregó sus ojos y suspiró. No le encontraba forma a lo que presenció en ese bosque. Y también le carcomía el simple hecho de que Sara hubiera decidido callárselo, se preguntaba qué podría tenerla tan asustada. No era propio de la muchacha eludirse, menos de él.

—¿Podemos intentarlo? —le suplicó.

Sara lo miró, por fin, a los ojos. No quería que él se abriera paso por ese mundo, eso lo dejaría demasiado expuesto y las verdades podrían llegar a salir a borbotones de un segundo a otro.

La realidad era muy peligrosa. También lo era esta insostenible ceguera.

—El círculo... ¿recuerdas lo que dije sobre el nombre? —Aran asintió rememorando sobre los círculos del infierno—. Ellos lo creen, no son solo fanáticos y desquiciados. Realmente lo consiguieron Aran, están utilizando a su idealizado infierno para sus propios fines.

El corazón del detective casi se detuvo.

—No entiendo.

Sara se observó las manos, trató de buscar palabras sutiles que no lo hagan desesperar.

—He visto cosas, mentí en eso —susurró Sara—. Las ceremonias, las practican continuamente. Es como si utilizaran a... lo que sea que esté del otro lado... para desconectarse brevemente. No hay remordimientos, no hay culpas, ni mentiras. Una vez que lo prueban, es adictivo. Ellos vuelven, una y otra vez. Al menos eso es lo que trataron de explicarme.

Aran tenía ganas de reírse, pero Sara no le mentiría con una cosa así. Y las pruebas estaban sobre la mesa, Steve Pine había tratado de hacer algo con ella... Sacudió su cabeza, muchas víctimas tenían rastros de agresión sexual. Pensar que Sara estuvo a punto de experimentar aquello más de una vez lo ponía enfermo.

Daba igual si con Pine habían mantenido una relación, ella había terminado con él se dijo. Estaba mal, muy mal, que el muchacho tratara de forzarla.

—¿Y Pine? ¿Qué hay de él? —preguntó tratando de unir cabos sin caer en la locura.

—Lo primero que nos dicen es que sin protección no hay ceremonia. Steve lo sabía y decidió continuar.

—¿Por eso hay tantas muertes?

Sara negó con la cabeza.

—Hay muertes porque hay resistencia, las víctimas que han encontrado son las únicas verdaderamente inocentes.

Los transeúntes caminaban con normalidad, haciendo caso omiso a la presencia de la pareja en aquel estacionamiento. Aran observó a un hombre salir de unas cuatro habitaciones a la izquierda de la suya y desaparecer por la calle.

La luz del día lo mareaba, tal vez fueran las palabras de la muchacha, también podía ser el sueño. Su cabeza comenzaba a palpitar. La tarde seguía su trayectoria como si el mundo no estuviera realmente jodido.

Todo atisbo de duda en cuanto a seres o religión había sido machacado cuando sus padres murieron. Él no creía en que alguien bondadoso pudiera hacer algo así, además de que le era más sencilla la idea sobre extraterrestres teniéndolos como maquetas y objetos de experimentación. En su cabeza eso sonaba mucho mejor.

¿Infierno? ¿Cielo? No, él nunca había sido partidario de un mundo imaginario donde pasaran factura de todo lo realizado para dividir sus almas en dos caminos. A lo largo de los años había aprendido que había personas malvadas como bondadosas, pero nada era tan solo blanco o negro. Había un sinfín de gamas de colores que dificultaría la tarea de división de almas.

Pero, entonces, si había algo como eso... ¿Por qué sus padres habían muerto de una trágica manera? ¿Por qué dejarían que una niña inocente pasara por ese trauma?

—No puede ser posible, Sara —negó alicaído—. Entonces, ¿existe el infierno? ¿Dios? No puede ser tan sencillo resolver las grandes preguntas de la vida.

—No lo sé, Aran. —Sara tomó sus manos y él la miró, ella tenía miedo de que él se apartara enojado por todo lo que venía ocultando. Claramente, no pasó. Aran no era ese tipo de persona, era amable y noble se dijo ella—. No creo que ni el círculo lo comprenda. Pero tienen ese poder en sus manos y las personas lo están tomando.

El círculo estaba jugando con fuego.

—Y los que se le enfrentan terminan muertos.

Aran comprendió la gravedad del asunto. Ni siquiera tenía tiempo para sentir repugnancia hacia alguna figura divina, tampoco para aquel sentimiento de abandono que lo embargaba. No podía lidiar con todo ello cuando debía enfocarse en algo inclusive peor.

—¿Quién? ¿Quién está detrás de algo así? —inquirió—. Alguien tuvo que saberlo primero.

Sin embargo, Sara solo pudo sacudir la cabeza al mismo tiempo que sus hombros subían.

—Por cómo hablaban muchas veces —trató de rebuscar en sus recuerdos—, hay alguien. O varios. Estoy segura de que hay alguna especie de cadena de mando.

Al joven el aire le faltó, su respiración se aceleró. Sara lo tomó por los brazos cuando se dio cuenta que estaba a punto de desvanecerse.

—Debes descansar.

—No ahora, no puedo. —Aran tenía una larga lista de preocupaciones y sentía que no tenía el estómago para soportarlas todas, menos para conciliar el sueño con ellas a cuesta—. No, Sara.

—Si no es por ti, hazlo por Hada entonces —se mantuvo firme la rubia—. Te diré lo que harás ahora mismo: te darás una ducha porque apestas y vas a acostarte en la cama hasta por lo menos recuperar unas cuantas horas de sueño. Al despertar tendré algo para comer preparado.

—¿Cuándo pensabas contármelo?

No quería ser un idiota con ella, tampoco enojarse, pero la pregunta solo brotó de sus labios. Su instinto le decía que esto era demasiado rebuscado, siniestro y era la absoluta verdad, su cabeza no quería saber nada de ello. Entendía por qué podría habérselo callado. Lo comprendía a la perfección. Aun así, la punzada seguía allí en su pecho y sus oídos esperaban oír una respuesta.

Sara remojó sus labios y suspiró. Por un momento contempló ser escurridiza, pedirle perdón y rogar. Pero esa actitud de niña consentida solo se reflejaba en sus memorias, esta no era la misma Sara.

—No pensaba hacerlo —fue brutalmente sincera. La punzada en el pecho de Aran se hizo más dolorosa—. No me malinterpretes —trató de arreglarlo cuando él quedó en largo y dañino silencio, sus cuerpos ya no se tocaban ni buscaban la protección del otro—, me hubiera gustado. No es que no confíe en ti.

—¿Entonces? —Aran estaba cansado y perdido, no le quedaban fuerzas para ofenderse o sentir decepción.

La muchacha rebuscó las palabras que quería decir y se sorprendió encontrarlas al instante, saliendo tan mortalmente sinceras.

—Quiero protegerte.

El detective cerró los ojos y exhaló el aire retenido. Él hubiera hecho exactamente lo mismo y por eso decidió dejar el tema zanjado. Por ahora. Sus brazos la rodearon y aprovechó el hueco de su cuello para alejar su rostro un poco de la luz solar. Sara se aferró a su espalda y quedaron allí, disfrutando el íntimo instante, por un largo rato.

Pero, mientras Aran descansaba en una mullida cama, la ciudad se mantenía activa, el terror ahondaba en las casas de las personas y la oscuridad había penetrado en el hospital de Portland.

Las luces del edificio se apagaron tres segundos. Eso es todo lo que necesitaron las sombras para aparecer y realizar su espectáculo. En tres segundos que ni siquiera dejó pensar a las personas qué había sucedido, en un momento Steve Pine estaba allí y al otro ya no.

Robert Hoult corrió nuevamente al lugar. Había vuelto a la oficina cuando la custodia se hizo cargo del muchacho y él terminó de interrogar al despistado personal que aún no tenía la menor idea cómo ese chico terminó con tales quemaduras.

—Son quemaduras de tercer grado, el laboratorio tomó muestras del tejido, pero seguimos sin determinar la causa. Por su actuar, pareciera haber sido algún químico —le habían dicho—. El muchacho necesitará cirugía, pero lo mantendremos en terapia intensiva hasta que se estabilice un poco.

—¿Hay alguna probabilidad de que sobreviva? —le había preguntado Robert.

La mujer que le explicaba frunció sus labios y miró medio apenada y confusa hacia Pine, medio moribundo en aquella camilla de hospital.

—Ni siquiera sabemos cómo sigue con vida.

Con esa idea en la cabeza había tenido que estar el resto de la tarde, entre los reproches y llamados de tanto padres asustados como la prensa, entre los policías que salían y volvían con delitos menores y un enojado Wagner que preguntaba por el paradero de todo su equipo en esos momentos de necesidad.

La casa junto al bosque se había acordonado justo a tiempo para cuando los medios llegaron en sus camionetas y a toda prisa trataron de sonsacar información. En su opinión, Robert creía que más que informar, tenían un hambre voraz por crear terror.

—¿Carver y Kang? ¿No han declarado aún? —Wagner había parecido asombrado, ambos eran buenos agentes y siempre llevaban todo rigurosamente—. Necesitamos saber qué pasó. No me sirve de nada que el laboratorio saque conjeturas cuando tengo dos agentes en la escena.

—Me encontraré con ellos en unas horas, le informaremos entonces —dijo, salvo que una hora después algo mucho peor había pasado.

Rob sabía perfectamente que Carver había decidido ocultar parcialmente algo de información. No estaba nada bien, ellos confiaban en Wagner. Pero, así como la información iba hacia él, debía también llevarla y hacerla circular al resto del departamento. Ahora que veían espías y enemigos en todos lados, eso no era realmente conveniente.

—Señor —le llamó antes de que su jefe se retirase de su oficina esa tarde, el hombre se dio media vuelta y le prestó atención—, ¿qué han decidido con respecto a los cuerpos del sótano?

—Daré una declaración esta noche sobre eso, aún estamos verificando los términos —Wagner desajustó su corbata sintiéndose ahogado—. Igualmente, los médicos forenses ya están en eso. Si encuentran ADN de alguna de las víctimas citaremos a las familias y todo lo que eso conlleve.

En el silencio posterior —antes de que Wagner decidiera dar la vuelta y marcharse— ambos supieron con exactitud cómo se sentían con respecto al tema. Ninguno de los dos quería que los datos coincidieran, no querían más víctimas. Por otro lado, lo que era medio irónico, tal vez eso era precisamente lo que todos necesitaban: les daría un punto final a las familias.

Familias que estaban destrozadas, como la de Steve Pine que ya estaba en Portland y llegando al hospital interceptando a Robert. Como también la de Sara Miller que hablaba por teléfono con Wagner, el hombre sabía que Carver y su grupo se estaban haciendo cargo de ella; sabía perfectamente que se encontraba en el departamento de Aran Kang. Bueno, al menos hasta que también descubrieron su ubicación allí y los reporteros salieran a despotricar sobre ello. Sus padres estaban molestos y, sobretodo, angustiados. Ella no les llamaba ni contestaba, menos ahora que su teléfono estaba confiscado; tampoco Wagner podía contactarse con Kang o Carver.

El caso se les estaba yendo de las manos. Daba igual que Wagner pusiera a más personas a investigar, como ya había hecho, porque en los que más confiaba estaban tan enfrascados en el caso que el golpe le salió por la culata.

La secta había logrado joderlos a todos.

Robert Hoult trató de tranquilizar a la familia de Pine, medio en vano. Terminó por escapar de sus preguntas y gritos para correr hacia la sala de cuidados intensivos donde Steve se encontraba hace unas horas. Ahora, la camilla estaba vacía y cubierta por únicamente manchas de sangre que se esparcían secas por la sábana.

¿Del muchacho? Nada.

—¿Cómo se puede escapar alguien así? —se preguntó a sí mismo Rob mientras rascaba su barbilla mullida de barba, señaló a los oficiales a su lado—. ¿Qué saben?

—Las luces se apagaron unos segundos, Pine estaba en la camilla y cuando volvieron ya había desaparecido.

—Las cámaras no muestran a nadie saliendo con él —otra oficial habló medio nerviosa—. No tiene sentido.

Claro que no, pensó Robert. Jamás este caso se lo pondría fácil. Necesitaba contactarse con su equipo lo antes posible. Reagruparse.

Fue así como en un par de horas, cuando el atardecer hacía de lo suyo y las luces de la ciudad se prendían, Aran estacionó justo frente a la casa de Carver. Nunca había entrado, sabía que tanto Robert como Rita eran amigos de la familia dado el largo historial de trabajo en equipo, sin embargo —pese a algunas invitaciones de Carver—, jamás se había dado la oportunidad para visitarle. Entre el trabajo, las clases de Hada y los quehaceres su día apenas contaba con algunos segundos de descanso.

—No hay lugar más seguro para ella —le recordó Sara.

—Lo sé —concedió Aran, aun así, no podía evitar sentir su estómago revuelto. Se dio la vuelta para ver al asiento trasero—. Será temporal, Carver tiene una hija adolescente, se llevarán bien.

—No te preocupes. —Hada sonrió—. Sé que es peligroso que un desconocido me cuide.

Aran tampoco quería dejarla tantas horas sola, observó hacia Sara algo compungido.

—No, ya te lo he dicho —negó al instante ella levantando sus manos—. Es peligrosísimo que se quede conmigo y sirvo más con ustedes.

El detective suspiró, se preguntaba qué tan cierto era eso último. Se suponía que ella había dicho todo, ¿no es así? Sara Miller había confesado sobre un sinfín de desvaríos que a Aran aún le costaba procesar, se mantenía estoico y racional solo porque decidía todo el rato mantener esos pensamientos alejados. Aún no caía en que todo esto era real y estaba pasando.

—Bien.

Salieron del vehículo y tocaron a la puerta. Al instante Rita los dejó pasar, mientras que Sara y Hada se escapaban al primer piso para utilizar el baño y hablar con la señora Carver, Aran se dirigió a la sala.

El hombre sentado en el sillón, frente a una mesa ratonera llena de papeles, fotografías y un mapa de la ciudad de Portland, no era el mismo que el día de ayer. Aran tampoco se sentía el mismo de alguna mística forma. A diferencia de él, se dio cuenta, Carver sí había procesado la situación del bosque y aquí estaba la consecuencia de ello: un hombre de grandes ojeras, piel pálida y mucho más envejecido. El detective juraba que había más arrugas en su cara.

—Me contó —susurró Rita a su lado—, sigo sin creérmelo.

—Es cierto. —Aran algo hipnotizado por la imagen de su compañero, apenas pudo modular—. Sara me ha contado cosas que... —tragó saliva— hay que hablar.

—Robert me avisó que estaba en camino.

—Necesitamos una conexión —repitió por décima vez Rita—, muchas víctimas asistían a colegios o universidades, pero hay otras como la señora Feng que no pertenece a ese perfil. —Ella dejó la foto de una mujer de cincuenta y cuatro años sobre una pila algo pobre de otras fotos.

—No sabemos si Feng fue víctima de la secta —añadió Robert.

—A este punto es mejor englobar todos los casos de ataque, secuestro o desapariciones —aconsejó Aran—. Tratamos de utilizar los pocos confirmados que teníamos y eso no nos llevó a nada.

Sara trajo una bandeja con algunos sanguches y bebidas, los detectives atacaron el plato al instante. Mientras se distraían masticando ella aprovechó para remover algunos papeles y mirar las caras de las fotografías.

—¿Conoces a alguien? —consultó Carver, aún con esa aura sombría encima.

Ella lo miró y no pudo evitar imaginarse a Aran de la misma forma, esperaba nunca tener que ver algo como eso en él. El joven detective era todo audacia y determinación, si el círculo lograba sacarle eso ella jamás se los perdonaría. No se perdonaría a sí misma.

El arrebato de furia casi hizo que arrugara una foto en su mano, trató de serenarse y contestarle a Carver.

—Nadie.

Ella se quedó mirando pensativa a su papel de "SE BUSCA", la foto que el señor y la señora Miller habían elegido era una sacada hace unos años al terminar el colegio.

—¿En qué piensas?

No se sorprendió mucho al saber que Aran la había estado observando con atención. Casi se le escapa una sonrisa cuando sus ojos se encontraron.

—Creo que es demasiada información, ni siquiera puedo distinguir todo lo que tienen entre tantas carpetas —observó el suelo de la habitación, repasó las cajas y papeles en pilas y montones—. ¿Por qué no se concentran en mí?

—Sabemos los autores de tu crimen —argumentó Rita—, Pine y Rockwell. El hecho de que lo hayan llevado a cabo impulsivamente nos dice que el principal autor no participó.

—Pero iba a hacerlo.

Sara sacó las únicas fotos que le interesaban, tomó la cinta adhesiva y colocó en fila en la pared su fotografía, seguida por la de Cindy, Steve e inclusive la de Carl.

—¿A quién conocemos en común? Cindy y yo estudiamos diseño de indumentaria, mientras que Steve diseño gráfico —ordenó sus pensamientos en voz alta—. ¿Qué es lo que hace Carl?

—Estaba en algo referido al arte —contestó Robert—, pero no son parte del mismo círculo de amigos.

—Carl Joys no tenía amigos —aclaró Sara.

El silencio se apoderó de la habitación, Aran la observó encogerse en su lugar de espalda a él. Recordaba al enloquecido Joys, también tenía muy presente su carácter asocial y cómo tanto ella como Cindy se habían reído de él en un acto inocente, aunque estúpido y doloroso.

—¿Cursabas con él? —preguntó Aran.

Ella tardo en contestar, él pensó que ni siquiera lo tenía lo suficientemente registrado. Esa antigua Sara, por suerte, se había esfumado. No podría siquiera concebir una sola imagen de ella con su cara de inocencia y su preocupación que brotaba por sus poros a cada segundo como una especie de malvada diva juvenil.

El círculo le había dado un golpe de realidad, era triste e irónico que haya tenido que ocurrir de ese modo, pensó.

—Eso creo... todos los alumnos solemos rendir materias en común los primeros años.

Rita rápidamente tomó la laptop para abrirla y conectar con la página de la facultad. Imprimió la lista de materias para cada carrera con la ayuda de Carver y finalmente resaltó las que se iban repitiendo entre todos los estudiantes.

—Son tres —concluyó—, cualquiera en estas tres clases podría ser el nexo entre los objetivos y el círculo.

—Bien, mañana tenemos que salir de esa facultad con una lista de alumnos, profesores y personal del establecimiento —dirigió Carver—. Haremos preguntas, los adolescentes siempre tienen teorías.

Sara se apartó de los detectives mientras iban ultimando detalles. El cielo afuera se había poblado de nubes y ahora algunas gotas chapoteaban en la ventana, su aliento se distinguió al acercarse a esta. Una vaporosa neblina que chocó con el vidrio y lo empañó. Con una de sus manos limpió la superficie, sintiendo el frío colarse por su piel y empaparla brevemente. Se limpió en sus jeans y observó a través.

Sara se petrificó.

Una figura cubierta por gasas llenas de manchas oscuras muy parecidas a la sangre la miraba desde la calle. Utilizaba un atuendo típico de hospital. El relámpago que inundó su visión de luz tronó a los segundos, atrayendo más lluvia descontrolada. Cuando pudo distinguir la calle, la figura ya no estaba.

Steve Pine había desaparecido nuevamente.

• 𝑷𝑳𝑨𝒀𝑳𝑰𝑺𝑻 • 21. ᴀꜰʀᴀɪᴅ - ᴛʜᴇ ɴᴇɪɢʜʙᴏᴜʀʜᴏᴏᴅ •

• 𝑽𝑶𝑻𝑨 • 𝑪𝑶𝑴𝑬𝑵𝑻𝑨 • 𝑪𝑶𝑴𝑷𝑨𝑹𝑻𝑬 •

• 𝑰𝑵𝑺𝑻𝑨𝑮𝑹𝑨𝑴 • ʜᴀᴄʜᴇᴇꜱᴄʀɪʙᴇ •

╔══════════════════════╗

Bueno, bueno... ¿qué teorías tienen de los personajes?

╚══════════════════════╝

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

137K 7.2K 54
Egocéntrico, refunfuñón, sarcástico, inteligente y educado. Todos y cada uno de esos son los adjetivos responsables de describir a Aarón Lightwood...
277K 14K 54
Antes de que empieces incluso a leer esto quiero aclarar algo. Si viniste por que pensaste, por el título, que era sobre un tema sexual, aquello es i...
66.1K 7.9K 56
¿Qué harías si te encontraras con tu gran amor de infancia seis años después? Samanta Wilson, se enamoró de su vecino, Ares Andrews, cuando tan sólo...
1.7K 303 25
Dayton parecía un pueblo encantador pero solo durante el día porque llegaba a ser un verdadero infierno en la noche Un pueblo repleto de maravillas...